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Apuesto a que te quiero por Gumin7

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Notas del capitulo:

Al fin vuelvo con otro pequeño one shot, y por una vez no es de DIAURA. Como fueron Andrea y Konan las que me pidieron esto, va para ellas. Ojalá sea lo que esperábais.

Tengo más proyectos pendientes que espero subir pronto. Por el momento, espero que os guste este. Como siempre, me disculpo por cualquier falta y espero leeros en los reviews.

        Los paraguas transparentes abundaban en las calles aquella tarde, y las oscuras nubes se negaban a dejar ver el tono azul que debería tener el cielo. El frío cortaba el rostro de quienes se atrevían a salir sin una bufanda que cubriera, al menos, parte de este, y agarrotaba las manos de quienes no llevaban unos guantes de lana bien gordos.
 
        —¡Kuina, abre, que me congelo! —gritó un agitado rubio mientras golpeaba la puerta de un apartamento. 
 
        La puerta se abrió tras unos segundos y Subaru entró apresuradamente, atropellando al dueño de la casa.
 
        »Dios, ¿cómo puede hacer tanto frío? —se quejó mientras se frotaba las manos en un vano intento de calentarlas.
 
        —Es que solo a ti se te ocurre salir en un día así sin guantes ni bufanda —le respondió divertido el otro.
 
        —Ya... —se limitó a responder, pues no estaba para reprimendas.
 
        —A ver, deja.
 
        Kuina se acercó a él y le cogió ambas manos con las suyas, las cuales estaban muy cálidas e hicieron suspirar de alivio al rubio. Las frotó suavemente y las acercó a sus labios para echarles el aliento y calentarlas antes. Mientras hacía esto, clavó sus ojos en los de su pareja, sonrió pícaramente y rozó sus propios labios con las manos ajenas. Subaru hizo un esfuerzo para no rendirse ante tal provocación, porque eso es lo que era. Sabía perfectamente que su atractivo guitarrista conocía formas más eficaces, aunque con menos contacto, de calentar unas manos.
 
        Al verse mirando embobado al otro, se soltó del agarre e intentó ponerse serio.
 
        —Venga, prepárate y vámonos. Nos están esperando para el programa —le dijo mientras se daba la vuelta y caminaba hacia la puerta.
 
        Aquel día ambos habían sido invitados a un programa de radio para ser entrevistados debido a la gira que tendría lugar pronto.
 
        —Me preparé hace rato —respondió acorralando a Subaru de frente a la puerta e impidiéndole abrirla.
 
        Kuina llevó sus labios al cuello ajeno y comenzó a repartir húmedos besos y algunas mordidas por la zona. En respuesta, el rubio se mordió los labios, cerró los ojos y ladeó la cabeza para dejarle más espacio.
 
        »Aún tenemos un ratito —le susurró al oído tras haber subido por su cuello.
 
        Subaru se giró quedándose de frente al pelilila y pasó sus brazos por sus hombros para atraerlo hacia sí y quedar a escasos centímetros. Finalmente, el guitarrista acabó con la distancia entre sus labios y los unió en un tierno beso en el que sus lenguas se entrelazaron una y otra vez. Metió sus cálidas manos bajo la ropa del otro y acarició suavemente su —aún frío— torso, haciéndole suspirar sobre sus labios
 
        —Kuina, vamos a llegar tarde —advirtió Subaru sin convicción alguna.
 
        —Vamos, sabes que no te puedes resistir —respondió metiendo su pierna entre las del rubio y frotándola sobre esa zona una y otra vez.
 
        —Yo sí, eres tú el que parece que no sobrevive sin tocarme un solo día —sentenció intentando reprimir suspiros que morían en su garganta.
 
        —¿Cómo que no? Claro que sobrevivo, tengo fuerza de voluntad. Es solo que me gusta tocarte.
 
        —Lo que tú digas.
 
        Kuina se detuvo y se separó un poco de él para mirarlo.
 
        —¿Crees que no podría pasarme una semana sin tocarte de esta forma?
 
        —Pues sí, lo creo —respondió como si fuera lo más obvio del mundo—. Digamos que te caliento demasiado.
 
        Razón no le faltaba, pero Kuina era más testarudo de lo que incluso Subaru podría llegar a pensar.
 
        —Pues te equivocas, y te lo voy a demostrar.
 
        —¿Ah sí? —dijo el vocalista cruzándose de brazos y sonriendo de medio lado.
 
        —Hasta la semana que viene no haremos nada.
 
        Subaru soltó una risita burlona.
 
        »Bien, pues que sea un mes.
 
        La sonrisa del vocalista se borró de momento. Una semana no era nada, pero un mes sin tocar a su pareja... Y no es que el sexo lo fuera todo, claro, pero Subaru era muy cariñoso y le gustaba mimar y ser mimado por el otro sin que fuera necesario que pasara algo más después. Estaba seguro de que Kuina no le dejaría ni abrazarle durante ese mes, pues era débil.
 
        —Oye, que yo una semana lo veo bien, ¿eh? —dijo intentando sonar convincente.
 
        —Un mes —repitió Kuina muy seguro—. Durante un mes no pienso hacer nada con intenciones sexuales contigo, verás como ahora me crees. Andando.
 
        El guitarrista salió por la puerta, dejando a Subaru algo confuso. ¿Qué acababa de pasar?
 
 
        Ambos llegaron a la radio milagrosamente a tiempo. Pensaron aliviados que al menos estarían resguardados del frío allí, pero su sorpresa vino cuando les dijeron que se había estropeado la calefacción.
 
        —¡¿Cómo?! —protestó Subaru entre indignado y congelado.
 
        —Lo sentimos mucho —decía un empleado inclinándose una y otra vez.
 
        —Dios, hoy voy a morir congelado —dramatizó el vocalista abrazándose a sí mismo.
 
        —No seas exagerado —intervino Kuina—. Nadie ha muerto aún.
 
        —No se preocupen, como hace mucho frío, hay gente que ha traído mantas y creo que han sobrado. Les llevaremos una enseguida —los tranquilizó el empleado.
 
        —Dos, por favor —pidió el más alto.
 
        —¿Qué pasa? ¿Que no quieres que yo te de calor? —preguntó Subaru con una sonrisilla.
 
        —No, prefiero la manta. Ella no me meterá mano —respondió a sabiendas de que su adorado vocalista haría lo posible para fastidiarle el plan.
 
        Se metieron en el estudio y tomaron asiento. Un rato después apareció el empleado cargando una gran manta en sus brazos.
 
        —Quedaba una. Lamento no haber podido traer otra —dijo preocupado y algo asustado por la mirada que le había echado Kuina.
 
        —No te preocupes, nos apañaremos. Muchas gracias —lo tranquilizó Subaru levantándose y cogiendo la manta.
 
        El empleado salió y el rubio se acercó a donde estaba sentado el otro, se colocó en cuclillas enfrente de él y le ofreció la manta, pero este la rechazó.
 
        —Quédatela, tú estás menos abrigado.
 
        Subaru se encogió de hombros, se echó la manta por encima acurrucándose bien y se sentó en la silla de a lado de Kuina.
 
        Se quedaron un rato en silencio cada uno a lo suyo mientras esperaban a quien les entrevistaría. Kuina empezaba a notar el frío atravesarlo y comenzó a frotarse los brazos en un acto involuntario.
 
        —¿Tienes frío? —le preguntó Subaru, que no había pasado desapercibido ese gesto.
 
        —Un poco, nada grave.
 
        El rubio se levantó de su asiento y se sentó en las piernas de su pareja, abriendo la manta y tapándolos a ambos.
 
        —¿Mejor?
 
        —Sí, la verdad es que sí —respondió abrazándolo más fuerte en señal de cariño.
 
 
        Finalmente, tras un rato más de espera, llegó el presentador del programa de radio y comenzó la entrevista. Era habitual que la pareja estuviera en ese plan incluso en la entrevistas, pues para ellos aquel "fanservice" era ya algo natural, y nadie se extrañaba. Todo fue bastante bien durante la primera parte.
 
        —Bien, chicos. Podéis relajaros durante los 10 minutos del descanso —dijo el presentador con una sonrisa y salió del estudio.
 
        Ambos asintieron y se quedaron aún en esa posición; estaban realmente cómodos y no tenían intención de moverse.
 
        —¿Qué harás después de la entrevista? —preguntó Subaru—. ¿Te vienes a mi casa?
 
        —Te acompaño si quieres, pero luego vuelvo yo a la mía.
 
        —Oh, venga ya —se quejó zarandeándolo suavemente como si de un niño pequeño se tratara.
 
        —Tengo que hacer cosas.
 
        —¿Qué cosas?
 
        —Pues... cosas, Subaru.
 
        El rubio clavó su mirada en su pareja, mirándolo con cara de pocos amigos.
 
        —Kuina.
 
        —¿Sí? —dijo con una sonrisita inocente.
 
        —¿En serio sigues con eso?
 
        —Ya te lo dije bien claro: un mes. ¿Cuánto llevamos? —miró su reloj— Una hora y media. Ya queda menos.
 
        Subaru alzó una ceja indignado ante la sonrisa de Kuina. ¿Quería guerra? Pues la iba a tener.
 
        —Bueno, que yo recuerde —comenzó a decir mientras se levantaba de las piernas de su novio y se volvía a colocar sobre ellas, esta vez a horcajadas, tapando de nuevo a ambos con la manta— no dijiste nada de que yo no podía tocarte.
 
        El vocalista comenzó a masajear la entrepierna del otro una y otra vez. Kuina jadeó ante el insistente y repentino contacto y le agarró la mano a Subaru para que se detuviera e intentar apartarlo.
 
        »Si me intentas quitar de encima, empezaré a gemir de tal forma que lo oirán hasta en el edificio de al lado. Ese es mi juego —le susurró al oído mientras reemplazaba el movimiento de su mano por el de sus caderas, rozando una y otra vez sus entrepiernas.
 
        Kuina, conociendo la osadía del rubio y siendo consciente de que eso traería problemas, dejó de ejercer fuerza y optó por agarrarse a los reposabrazos de la silla.
 
        —Subaru, para —decía con dificultad debido al insistente roce—. Esto es juego sucio.
 
        —Bueno, así soy yo —dijo antes de acercarse a sus labios—: sucio.
 
        Tras decir eso, atrapó su labio inferior con los dientes y lo delineó con su lengua, haciendo que el otro reprimiera un gemido en su garganta. Una fina capa de sudor adornaba la frente de Kuina y aquella manta comenzaba a notarse abrasadora.
 
        »Mm, Kuina, estás duro. ¿Qué debería hacer? ¿Debería bajar y metérmela en la boca? ¿Debería abrir mis piernas para ti?
 
        En ese momento se abrió la puerta del estudio y volvió a entrar el presentador del programa; ya había acabado el descanso. Como la manta los tapaba de cuello para abajo, ni cuenta se dio ni del cambio de postura de aquellos dos, ni de la notable erección que portaban ambos. Kuina inspiró hondo y trató de mantener la compostura. Subaru, sin embargo, resopló frustrado por lo bajo.
 
 
        Ambos salieron al terminar la entrevista y se pararon en la entrada del edificio. Kuina aprovechó que ya no eran observados por nadie de allí y le echó una mirada asesina a su pareja.
 
        —Oh, vamos. Estabas a punto —dijo Subaru al notar los ojos del otro clavados en él de aquella forma.
 
        —Pues por gracioso ahora te vas solo. Nos vemos.
 
        —Venga ya, Kuina... Oye, que era una broma... ¡Kuina! —lo llamaba mientras veía cómo se alejaba moviendo la mano en señal de despedida.
 
        Se cruzó de brazos y resopló. «Esto no va a quedar así», pensó mientras de alejaba él también de allí.
 
 
~*~
 
 
        —¿Te importaría venir y ayudarme? Ayer pasé mucho frío y estoy muy caliente. No puedo moverme de la cama —se oía la voz tomada de Subaru a través del teléfono.
 
        —Eso es que tienes fiebre. Deberías haber cogido una bufanda.
 
        —¿Me vas a regañar ahora? ¿Qué eres? ¿Mi madre?
 
        —Vale, vale —rió—. Voy para allá. ¿Estarás bien mientras llego?
 
        —Sí, pero date prisa.
 
        —A la orden.
 
        Kuina colgó el teléfono y se preparó para salir. Por muchas bromas pesadas y broncas que le echara a su adorado rubio, se preocupaba por él aunque solo hubiera cogido un resfriado. Sería capaz de ir hasta el fin del mundo solo para cuidarlo.
 
 
        Al llegar, abrió la puerta con la llave que le había facilitado Subaru cuando habían empezado a salir juntos. Las cortinas estaban echadas; no se había levantado. ¿Tan enfermo estaba? Se empezó a preocupar más.
 
        —Subaru, estoy aquí —dijo en voz alta desde la entrada mientras se quitaba la chaqueta, el gorro, la bufanda y los guantes.
 
        —En mi habitación —se oyó la voz del rubio. Kuina se dirigió hacia allí.
 
        —Anda, te ayudo a levantarte y te das una duch...
 
        Se quedó con la palabra en la boca al entrar no ver a nadie. ¿No había dicho que estaba allí? Extrañado, entró un poco más buscando con la mirada.
 
        La puerta de la habitación se cerró de golpe detrás suya. No le dio tiempo a terminar de girarse cuando alguien se abalanzó sobre él haciéndole caer de espaldas sobre la cama. Abrió los ojos asustado hasta que visualizó a Subaru encima de él, sonriéndole divertido.
 
        —Joder, Subaru, me has asustado —dijo resoplando debido al sobresalto.
 
        Se detuvo a observarlo más detenidamente. El rubio solo llevaba unos pantalones muy cortos, aunque anchos, y una camiseta de tirantes ajustada de cuello bajo.
 
        »¿Tú no estabas enfermo?
 
        —¿Cuándo he dicho yo eso? —dijo con una sonrisa insinuante—. Dije que estaba caliente. No es cosa mía cómo lo hayas interpretado.
 
        Comenzó a mecerse sobre él, rozando sus cuerpos y dejando escapar pequeños suspiros. Kuina pudo notar que el otro no llevaba ropa interior.
 
        —Para. Estate quieto —dijo incorporándose con Subaru aún a horcajadas sobre su regazo.
 
        No le dio tiempo a levantarse del todo, porque enseguida sus labios fueron tomados por los contrarios, comenzando un profundo y lento beso; dejándolo en el sitio y haciendo que le siguiera la corriente. El vocalista le cogió las manos e hizo que las pasara por sus descubiertas piernas, guiándolas hacia arriba por sus caderas y su cintura.
 
        Kuina, como hipnotizado, se dejó llevar y acabó despojando a su pareja de su camiseta, dejándolo semi desnudo sobre él. Algo dentro de él estaba despertando, concretamente dentro de sus pantalones. Sus manos volvieron a ser guiadas sobre ese precioso cuerpo, siendo introducidas esta vez en los pequeños pantaloncitos. El rubio movió sus caderas y comenzó a rozar su miembro erecto contra la mano del otro. Ahí fue cuando Kuina salió de su trance y se giró tumbando a Subaru en la cama y separándose de esta.
 
        —Ni de coña —dijo señalándolo en forma de advertencia.
 
        —Vamos, solo un poquito —pidió mirándolo tumbado boca arriba sobre la cama y haciendo un puchero.
 
        —Dije un mes, no sé si te acordarás.
 
        —Como para no acordarme...
 
        —Bien, pues, si no necesitas nada, me voy.
 
        Se giró y abrió la puerta para salir de la habitación, pero un gemido tras otro empezaron a invadir sus oídos haciendo que se quedara quieto. Se giró y vio a su pareja con los pantalones por los tobillos, masturbándose con una mano y tanteando su entrada con la otra.
 
        —Dios, Kuina... —decía entre gemidos—. Te necesito a ti entre mis piernas. Te necesito dentro de mí.
 
          El nombrado tragó saliva y se acercó de nuevo lentamente. Le quitó los pantalones por completo y le abrió más las piernas. Apartó la mano que el rubio tenía sobre su entrada remplazándola por la suya propia. Sin pararse mucho, metió un dedo y comenzó a moverlo en su interior. Quejidos con un perverso placer oculto no se hicieron esperar de la garganta del vocalista. Al parecer ya había estado jugando consigo mismo antes de que el él llegara.
 
        —A la mierda — dijo sacando el dedo de aquella cavidad, colocándose de rodillas entre esas largas piernas y comenzando a desvestirse.
 
        Subaru sonrió triunfante ante aquella visión. Tenía que reconocer que aquello era lo último que le quedaba. Afortunadamente, había funcionado, pues ya había pensado en rendirse.
 
        Kuina se inclinó sobre él una vez se había desnudado de cintura para arriba, pero el vocalista lo detuvo y se levantó con él, haciéndolo retroceder hasta topar con la pared. Lo miró de forma lasciva y comenzó a bajar a besos por su cuello y su torso hasta llegar a la cintura de su pantalón. Lo desabrochó lentamente y lo bajó de igual manera, quitándoselo del todo. Ancló las manos en sus piernas y lamió la encerrada excitación del guitarrista por encima de la ropa interior.
 
        De la garganta de este salió un gemido ahogado. Había echado la cabeza hacia atrás apoyado en la pared, mordiéndose el labio. Llevó su mano hacia las rubias hebras de su pareja y las acarició, bajando hasta su mentón y abriendo sus labios con el pulgar. Lo hizo levantarse y lo llevó hacia la cama, tumbándose en esta con él encima.
 
        Subaru volvió a bajar por su cuerpo, quitándole esta vez aquel estorbo que suponía su ropa interior. Sin hacerse esperar mucho, agarró su ahora descubierta excitación y se la metió en la boca empezando un lento vaivén, provocando que el otro respirara agitadamente ahogando más sonidos que morían por salir de su garganta.
 
        Mientras seguía con aquello, subiendo el ritmo cada vez más, tanteó la entrada ajena y comenzó meter uno de sus dedos despacio, moviéndolo con cuidado.
 
        Kuina gemía agarrando las sábanas al notarse siendo dilatado por uno, dos y hasta tres dedos de su pareja. Sin previo aviso, notó su miembro liberado aun con el aliento de Subaru sobre este.
 
        —¿Crees que voy a dejar que te corras así? —susurró el rubio sonriendo maliciosamente.
 
         Trepó felinamente sobre aquel cuerpo que tan loco le volvía, pasó una pierna a cada lado y se colocó sobre su miembro, posicionándolo sobre su entrada. Bajó lentamente, ensartándose poco a poco; mirándolo con una sonrisa y humedeciéndose los labios.
 
        Se inclinó hacia delante y comenzó a deslizarse de arriba a abajo sobre su torso, rozando sus labios con los del otro cada vez que tenía oportunidad. Kuina lo agarró de las caderas y marcó el ritmo con el que quería que se moviera, moviendo las suyas a la vez. Ambos dejaban escapar suaves gemidos que iban aumentando en intensidad conforme a sus movimientos. Sus respiraciones se agitaban cada vez más y la visión de sus pechos subiendo y bajando frenéticamente y sus pieles perladas en sudor conseguía excitarlos más y más.
 
        Sin previo aviso, Kuina se incorporó y alzó al otro para salir de él, dejándolo sentado enfrente suya. Pasó sus piernas por encima de las contrarias, colocándose a horcajadas y, sin pensárselo mucho, imitó la acción del rubio un rato antes y bajó lentamente haciendo que el miembro de Subaru penetrara en su interior. Ambos gimieron a unísono.
 
        No dejó pasar mucho tiempo y comenzó a subir y bajar apoyado en los hombros del contrario para darse impulso. En pocos segundos, logró alcanzar un ritmo frenético que los hizo enloquecer a ambos. Notó cómo las uñas de Subaru se clavaban en sus hombros, descendiendo por toda su espalda.
 
        Pronto sintió ese punto dentro de él siendo estimulado y concentró sus movimientos ahí, cabalgando sobre el vocalista como si le fuera la vida en ello. La habitación estaba inundada por sus voces, las cuales el rubio intentó acallar agarrando con firmeza la melena de Kuina y mordiendo sus labios en un sucio y apasionado beso en el que acabó explorando aquella húmeda cavidad con su lengua.
 
        El clímax se aproximaba y fue entonces cuando Subaru se inclinó hacia delante, subió las piernas del otro y comenzó a embestir con violencia sobre su punto erógeno a la vez que lo masturbaba con rapidez. En pocos segundos llegaron al final con un sonoro gemido por parte de los dos, Subaru llenando el interior de Kuina y este manchando su propio vientre; aprisionando más aún la hombría del rubio y sintiéndola en todo su ser.
 
        Tras un momento, el vocalista salió de aquellas entrañas que asfixiaban su miembro, ahora en descanso, y se tumbó boca arriba al lado de su pareja, normalizando ambos sus respiraciones. Sonrió.
 
        —Veinticuatro horas y siete minutos. No está mal —dijo mirando el reloj de pared aún con su pecho subiendo y bajando con rapidez.
 
        —Que te den —protestó Kuina en las mismas condiciones.
 
        —Por mí perfecto, pero dame unos minutos.
 
        Ambos se miraron y el de hebras lilas acabó por rendirse siendo contagiado por la sonrisa del otro. Subaru se levantó un poco, acercándose a él y apoyando las manos en su pecho y su cabeza sobre estas, mirándole con ternura.
 
        »Sabes que me encanta cuando no puedes resistirte.
 
        —¿Crees que nuestra relación se basa solo en el sexo? —preguntó acariciando la espalda de su adorado rubio.
 
        —No —respondió Subaru con parsimonia—. Se basa en que nos queremos, nos deseamos y nos gusta tocarnos y disfrutar de nuestros cuerpos mutuamente. Yo por ti voy hasta donde haga falta solo para verte aunque sea por un segundo.
 
        —Lo mismo te digo.
 
        —Pues ya está. No le des más vueltas —sentenció aún sonriendo antes de colocarse a la altura de Kuina y besarlo proclamando en silencio dos palabras; un sentimiento: te quiero.
 
 
FIN.
Notas finales:

¡Viva la versatilidad!


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