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Kim Jong Dae por Witty Witch

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Notas del fanfic:

¡Estoy echa una luz! jajajajaja

Inspiradísima escribiendo como nunca en la vida xD

Espero que este largo one shot no se les haga pesado :)

Personalmente, me gustó escribirlo.

¡Espero que sea de su agrado!

Sin más ¡a leer!

 

P/D: Si notan algún error, no duden en hacermelo saber. 

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Sonreír a la cámara, sonreír a los presentadores, sonreír a los fans, sonreír a su grupo… sonreír… algo a lo que estaba tan acostumbrado que ya se había olvidado cómo se sentía una de verdad.

 

Él era conocido por ser el más divertido, el más bromista, el más loco, el más feliz y tantas otras cosas positivas y alegres que la mayoría pensaba que nada podía afectarlo ni dañarlo. Que era alguna especie de superhéroe inmune a la tristeza, al dolor, a los insultos, a las palabras negativas, al odio, al enojo, al rencor,  y todas las cosas que afectan a la mayoría de las personas mortales. Porque él era Chen, el payaso, el troll, el gato de Cheshire, el insoportable y cargoso inmortal con sonrisa gatuna que pasaba los meses, las semanas, los días, las horas, los minutos y segundos molestando y cargoseando a los demás miembros del famoso grupo EXO. 

 

No es que eso estuviera lejos de la realidad. Él realmente disfrutaba molestando a sus compañeros, siempre sonriente, siempre actuando algo loco, siempre siendo tan Chen. Pero he ahí algo que nadie más parece ver y los que muy pocos le prestan la debida atención: así es Chen, no Jong Dae.

 

Él siente que al entrar al grupo y ser nombrado como Chen fue su oportunidad para separar “quién era” por alguien “que quería ser”, su ideal de perfección, su forma de intentar, de algún modo, ser una persona con la que se sentía lo suficientemente cómodo, lo suficientemente conforme. Puede que se le haya salido un poco de las manos. Puede que nunca se le haya pasado por la cabeza que, al formar otra actitud diferente, no lo afectaría en lo más mínimo. Y ahora él sabía que ese había sido un gran error, una fórmula para el desastre, un giro de 180º que ya no podía deshacer. No es como si ser Chen fuera una tragedia, al contrario, se había transformado en la vía de escape perfecta de su realidad, un modo de protegerse a sí mismo y, por qué no, a los demás. El problema radicaba en que de a poco, a pasitos de bebé, Chen estaba consumiendo a Jong Dae, tanto así que sentía que se estaba perdiendo, hundiéndose como el Titanic para jamás volver a resurgir.    

 

Aunque lo intentaba – ¡vaya que si lo intentaba! – volver a ser Jong Dae, a recordar quién era y por qué era así. Lo intentaba con su grupo, con esos chicos que – más que amigos –  ya eran su familia. Pero sus intentos nunca funcionaron. No es que no haya funcionado porque los demás lo ignoraran, sino que no servía porque cada vez que intentaba ser Jong Dae, alguno de sus amigos lo necesitaba siendo Chen. Chen era el que hacía feliz a todos, el que lograba conseguir que cualquiera que se sintiera mal, triste, depresivo y hasta enojado, riera con tantas ganas que se olvidaban de sus problemas, de sus disgustos y hasta de cómo respirar. Y ese era su regalo, su motivo por el cual seguía actuando como Chen: porque su familia era feliz, porque necesitaban a Chen no a Jong Dae, porque él era el que mantenía al estrés y a las preocupaciones lejos con sus chistes y juegos.

 

Pero muchas veces, ya incontables, quería ser Jong Dae, quería ser el que era, quería ser, por una sola vez, al que hicieran reír no el que lo hiciera. Porque Chen no tenía problemas, Jong Dae sí. Porque Chen sonreía siempre, Jong Dae en ocasiones lloraba. Porque Chen tenía muchos amigos, Jong Dae se sentía solo. Porque para todos él era Chen, pero para sí mismo era Jong Dae.

 

Al principio, creyó que había encontrado a alguien igual a él: Kim Jong In. En el escenario, frente al público, era Kai. Pero detrás de escena, en el día a día, era simplemente Jong In. Se sintió contento en demasía al darse cuenta de ello porque ahora tendría a alguien que lo comprendería, que lo acompañaría, con el cual no tendría que ser siempre Chen.

 

Pero luego, lamentablemente, se dio cuenta que Jong In y él no tenían el mismo problema. A diferencia de él, todos veían lo distintos que Jong In y Kai eran. Veían la enorme diferencia, el gran abismo, que había entre uno y otro. Y Jong Dae sintió celos porque Jong In podía ser normal cuando quisiera, ser Kai cuando se le antojara, y todos notarían la diferencia y no lo juzgarían por ser cómo es siendo uno y otro. Porque todos aman a Kai, todos aman a Jong In. Y algunos aman a Chen, algunos aman al Jong Dae que creen que es real, pero aún siendo uno u otro, la mayoría lo ignora, lo pasan por alto como si fuera un fantasma – aunque él sabe que aun respira y no puede atravesar ningún objeto sólido.

 

Aun recuerda, con dolor, cuando una de las tantas fans de EXO comentó sobre que él no era importante, que era tan insignificante, que la SM ni siquiera mostró o se había olvidado de mostrar alguna de sus dos photocards del álbum EXODUS cuando mostraron la de los demás miembros– y que cuando lo hicieron, cuando al fin salieron a la luz, otra fan comentó que hasta la calidad de la foto era distinta a la del resto. Agradecía enormemente a todas aquellas que salieron en su defensa, agradecía que las personas que hicieron esos comentarios se disculparan, pero no se engañaba a sí mismo. Admitía que no podía culparlas por ello, por ser honestas y decir algo que hasta el mismo opinaba. Sabía que, en comparación a los demás miembros, él era solo la coma en una oración que no la necesitaba, que estaba fuera de lugar.

 

Quería gritar de frustración por ser débil. Quería llorar porque la soledad muchas veces lo abrumaba. Quería que, por una vez, alguien viera a sus ojos y notara la desesperación que sentía al no saber cómo salir del pozo en el que se había metido sin proponérselo.

 

Y allí, sentando en la hamaca del balcón, miraba hacia las luces que iluminaban el cielo nocturno sin poder evitar compararlas con su desastrosa vida. Jong Dae era como las estrellas brillantes, Chen era las luces artificiales que las tapaban por completo, haciéndolas casi inexistentes, sin que nadie que viviera en esa ciudad pudiera apreciarlas en todo su esplendor. Aunque era consciente que a la mayoría de las personas las estrellas ni le importaban, tal como pasaba con él.

 

Escuchó la puerta del balcón abrirse, pero no se giró a ver de quién se trataba. Era sábado en la noche y eso significaba una salida de grupo a comer y pasarla bien. Y para eso, estaba seguro, que venían a buscarlo.

 

 

 

— ¡Aquí estas!— habló un sonriente Baek Hyun— Apresúrate a cambiarte, saldremos ¡a comer pizza!— dijo feliz mientras Chan Yeol saltaba emocionado detrás de él.

 

— ¡Eso es genial!— sonrió— Pero no iré hoy.

 

 

 

Se sorprendió a sí mismo al negarse. Él nunca se negaba. Y pudo ver que sus dos amigos estaban tan shockeados como él.

 

 

 

— ¿Estás bien?— preguntó Chan Yeol al instante.

 

 

 

Y Chen pegó una sonrisa deslumbrante en su cara, con tanta facilidad que se asustó por ello.

 

 

 

— Estoy bien— respondió con una muy bien fingida tranquilidad— Solo me siento algo cansado y sin hambre, así que solo me iré a dormir.

 

— ¿Seguro?

 

— Muy seguro, Baek… ¡¡¡Ahora vayan que se irán sin ustedes, inmortales imbéciles!!!— gritó mientras reía, logrando que los dos chicos presentes sonrieran y le sacaran la lengua para luego retirarse del lugar riéndose de lo divertido que su amigo era.

 

 

 

Y ya no hubo risas, ni sonrisas, ni nada gracioso. Porque ahora estaba solo, porque ahora nadie lo veía ni lo necesitaba. Porque ahora podía gritar interiormente  a sus compañeros pidiéndoles que por favor no se fueran, que si iría con ellos para evitar caer en depresión, para fingir solo un poco más que todo estaba bien.

 

Sin darse cuenta, sin su permiso, las lágrimas empezaron a caer una tras otra de sus bonitos ojos, incontrolables, implacables, desbordando el dolor de un alma atormentada. Se permitió liberar un poco de su tristeza ahora que estaba solo, que no había nadie que lo cuestionara o que viera el desastre que en realidad era, que no los juzgara por el gran error que había cometido al refugiarse en el personaje que controlaba el rayo, que no lo señalaran con el dedo diciéndolo que había sido un completo y perfecto idiota que se había mandado el error más tonto de la historia.

 

A paso lento, entró en la casa y se refugió en el cálido sillón de la sala, bajo unas mantas, para perderse en alguna película que estuvieran pasando por ese aparato llamado televisión. No importaba el género, ni si ya había empezado hacía rato y tampoco importaba si los efectos eran malísimos. Lo único que necesitaba era el ruido y perderse en la infinidad de colores que la pantalla proyectaba o, con suerte, engancharse con alguna de las películas para abandonar por unos momentos su patética existencia.

 

Y Jong Dae volvió a cometer un error, el error de no fijarse si todos se habían ido de la casa. Su costumbre, cuando quería dejar libre su yo reprimido, era fijarse si no había alguien más en la casa. Pero esta vez se había olvidado y justo hoy alguien había decidido no salir con los demás.

 

De las escaleras, bajó un Min Seok algo adormilado que miró, sin entender, la escena que tenía frente a sus ojos: Jong Dae estaba en el sillón, tapado hasta la barbilla, mirando una película. Pero eso no era lo extraño, lo raro era que el chico estaba llorando mientras miraba “Todopoderoso”.

 

 

 

— Maldito Jim Carrey— murmuraba para sí— La comedia realmente es lo tuyo— y rió, entre lágrimas, en una parte que consideró graciosa.

 

— ¿Jong Dae?— lo llamó en voz baja, sin saber por qué sintió la necesidad de susurrar el nombre.

 

 

 

Levantándose de un salto de su lugar, Jong Dae miró a Min Seok con una expresión horrorizada, como si el mismísimo Fantasma de la Opera hubiese hecho aparición ante sus ojos.

 

 

 

— Min… Xiu… Seok… ¡¡¡Baozi!!!— tartamudeó asustado hasta que gritó, felizmente, el apodo de su hyung— ¿Por qué estás aquí?— preguntó con normalidad, sentándose como si nada para fijar su mirada en la televisión.

 

— Me quede dormido— contestó sin despegar su mirada de Jong Dae, intentando descifrar que estaba pasando— ¿Y tú?

 

— No tenía hambre— dijo con simpleza.

 

— ¿Solo por eso?— se sorprendió— Eso jamás te ha detenido ¿qué ocurre? ¿Qué está mal?— lo cuestionó, preocupado.

 

— N… nada ¡Todo está como siempre!— le sonrió.

 

 

 

Pero Min Seok lo notó, noto un cambio sutil en su modo de sonreír. Fue pequeño, pasajero, pero estaba seguro de que antes de que la sonrisa gatuna completa se formara, hubo una vacilación, una duda, como si no quisiera sonreír realmente, como si no lo sintiera pero se viera en la obligación de hacerlo.

 

Y, simplemente, lo supo. Algo estaba mal, muy mal porque, después de detectar ese cambio sutil, muchas otras cosas le estallaron en la cara: hombros tensos, ojos fijos en la televisión, ojos que parecían ver pero que no veían absolutamente nada y, lo más fulminante, las lágrimas que nuevamente hicieron su aparición.  

 

 

 

— Jong Dae, háblame— dijo preocupado mientras se acercaba a su amigo y se sentaba a su lado— ¿Qué está mal?— volvió a preguntar.

 

— Solo… cosas…— murmuró, intentando no ser oído, intentando evadir el tema.

 

— Cosas es algo, y por lo que veo es algo importante.

 

— Dejémoslo— sonrió entre lágrimas, restándole importancia al asunto— ¿Jim Carrey no es genial?

 

— Jong Dae, no me desvíes el tema.

 

— Es muy gracioso— continuó— Y esta película es genial, me hace reír mucho.

 

— Jong Dae…

 

— Es increíble el talento que tienen algunos para hacer reír ¿no lo crees?

 

— Basta, Jong Dae, dime qué pasa.

 

— La Máscara creo que es la primer película que vi de él— puso cara pensativa— Recuerdo que era muy chico y la vi con mi mamá. Fue genial porque…

 

— ¡¡¡Chen, maldición, no me evadas el tema!!!— elevó la voz, irritado.

 

— ¡¡¡No soy Chen!!!— gritó, explotando como un volcán— ¡¡¡Chen no existe!!! ¡¡¡Chen no es real!!! ¡¡¡Soy Jong Dae!!! ¡¡¡Mi nombre es Kim Jong Dae!!! ¡¡¡Olvídense de Chen!!! ¡¡¡No lo vean!!! ¡¡¡No lo escuchen!!! ¡¡¡Noten a Jong Dae!!! ¡¡¡Véanlo a él!!!— comenzó a llorar desconsoladamente, sintiendo su corazón y su alma partirse en pedazos— Soy Kim Jong Dae… Soy… Kim… Jong Dae…— empezó a hablar entrecortado al sentir una horrible opresión en el pecho y su garganta cerrándose por segundos— Chen… no es… real… Jong Dae… lo es… Y… y… yo soy… Kim Jong Dae…

 

 

 

Las lágrimas caían silenciosamente de un impactado Min Seok. De todas las reacciones que esperaba de Jong Dae, esa ni siquiera aparecía en la lista. Y se sintió culpable por pensar de ese modo, y se sintió mal porque se daba cuenta que trataba a Jong Dae como trataba a Chen aún cuando sabía que ambos eran totalmente diferentes aunque, en cierto modo, iguales. Se maldijo por no mostrarle a su amigo que él si notaba la diferencia, que él si veía al verdadero Jong Dae… y que lo hacía porque, cuando a una persona le gusta otra, nota hasta el más mínimo detalle. Se regañó a sí mismo por ser cobarde porque si hubiese sido sincero con Jong Dae sobre sus sentimientos, no tendría que haberlos ocultado y hacerle sentir a su querido amigo que él solo detectaba a Chen.

 

Jong Dae vio, a través de lo que sus húmedos y nublados ojos le permitían, como a su dulce hyung le bajaban las lágrimas por las mejillas. Y se sintió una basura porque descargó su frustración e ira con la única persona que, dentro de todo, lo comprendía y lo escuchaba. Min Seok era la única persona que se tomaba la molestia de preguntarle sobre su día todas las noches, de regalarle sonrisas sinceras y dulces como si inconscientemente supiera cuando su mente viajaba a malos lugares, de abrazarlo cariñosamente solo porque sí, sin necesidad de un motivo ¡Eran tantas las cosas que su hyung había hecho por él sin pedir nada a cambio! Pero ahí estaba, el patético y estúpido inmortal, haciendo llorar a su dulce, dulce Baozi. Porque si, para él, Min Seok era una persona dulce, atenta, cariñosa y la persona que más quería, adoraba y amaba en el mundo.  

 

 

 

— Hyung… lo siento… yo…

 

— Se quién eres— habló con seguridad.

 

— ¿Qué?— preguntó sin comprender.

 

— Chen sonríe a las cámaras, Jong Dae prefiere sonreír sosteniendo una. Chen se ríe de los demás, Jong Dae se ríe con ellos. Chen se encarga de quitar la tristeza, Jong Dae la siente. Chen es inmortal, Jong Dae no. Chen no comete errores, Jong Dae sí.

 

 

 

Jong Dae se mordió el labio inferior, nervioso, sintiendo como sus ojos se volvían a llenar de lágrimas al escuchar a Min Seok enumerar las diferencias con seguridad.  

 

 

 

— Hay muchas, Jong Dae, muchas diferencias que si me pongo a decírtelas estaríamos aquí un buen tiempo— le sonrió cálidamente, sujetando sus manos entre las suyas— Pero así como hay diferencias, también hay similitudes.

 

— ¿Las hay?— preguntó esperanzado.

 

— Chen tiene una bonita y potente voz, Jong Dae también. A Chen le gusta reír, a Jong Dae también. A Chen le encantan las comedias, a Jong Dae también. A Chen no le gusta ver a sus amigos tristes, a Jong Dae tampoco. A Chen le gusta enfrentar la vida con una sonrisa…

 

— A Jong Dae también…— completó, sonriendo entre nuevas lágrimas— También podrías hacer una lista inmensa ¿no?— rió.

 

— Si, también— se unió a su risa— Escúchame, y quiero que te grabes esto en la cabeza: ¿Chen? ¿Jong Dae? ¿Cuál es el problema? Seas uno o seas otro, ambos son parte de quién eres. Siempre serás Jong Dae, pero a veces actuarás como Chen. Y Chen sigue siendo Jong Dae porque es una parte que Jong Dae quería alcanzar, que quería mostrar. Muy dentro de ti, siempre hubo un Chen, solo que tenía miedo de salir, y Jong Dae vio la posibilidad de mostrar ese lado loco y divertido cuando te presentaron tu nombre artístico e, implícitamente, la posibilidad de sacar ese lado a la luz. Quizás nadie vea a un Jong Dae por completo, pero no dejes que te afecte. No esperes a que el dolor te coma por dentro— le habló con calma y seguridad— No prestes atención a los comentarios de gente que solo quieren dañarte, si no es una crítica constructiva, no lo tomes en cuenta. Hay muchas personas que quieren a Chen y al querer a Chen también quieren a Jong Dae. Quizás pienses que tienes pocos fans, pero yo opino todo lo contrario. Y aún si lo que piensas es cierto, recuerda, que por más pocas que sean, tus fans te aman y harían todo por verte feliz. Pero si aún así eso no es suficiente para aplacar tu angustia, si sientes que nadie reconoce tu talento, quiero que tengas presente que yo soy un gran fan de tu persona y, como fan número uno, me aseguraré de hacerte sentir querido y de golpearte, cariñosamente por supuesto, para hacerte regresar al camino de la felicidad cada vez que sea necesario. 

 

 

 

Una sonrisa, genuina, real, sentida, se formó en el rostro de Jong Dae, aun cuando lloraba con fuerza. Casi se había olvidado cómo era sonreír de verdad y ahora su adorable hyung le recordaba cómo debía sentirse una de verdad.

 

Min Seok abrazó a Jong Dae sin pensarlo dos veces. Su amigo lo necesitaba y él estaba más que dispuesto a dárselo todo.

 

 

 

— Si en algún momento vuelves a sentirte devorado por Chen, búscame, que yo me encargaré de sacar a Jong Dae a la superficie.

 

— Maldito hyung— puchereó— Me hiciste llorar como una chica— y lo abrazó más fuerte.

 

— Oye, no me eches la culpa de todo— se quejó, riendo.

 

 

 

Un silencio agradable, tranquilo se instaló entre ambos. Ahí, sentados en el sillón, con una película ya finalizada, con tantas cosas dichas pero aún más por decir, con nuevas esperanzas y más sonrisas verdaderas por venir… Jong Dae empezó a ver su mundo con otros ojos y Min Seok se encargaría de que eso no se perdiera…

 

 

 

— Que no te importe, Jong Dae, que no te importe— le susurró al oído.

 

— Ya no importa— afirmó con seguridad— Ya no me importa.

 

 

 

Y de verdad ya no le importaba. Ya no se sentía perseguido, ni enojado, ni depresivo. Ya no sentía esa relación amor/odio con Chen. Porque ahora sabía quién era. Porque ahora sabía que Jong Dae y Chen eran la misma persona. Pero, por sobre todo, porque alguien le hizo ver lo equivocado que había estado.

 

Porque alguien se había tomado la molestia de ver más allá de lo que mostraba.

 

Porque alguien le sonrió a Jong Dae y no a Chen.

 

Porque Xiu Min los veía a ambos por igual.

 

Porque su Baozi se tomo el tiempo de escribirle un cuaderno con las similitudes y diferencias entre Jong Dae y Chen.

 

Porque Kim Minseok, simplemente, había visto el alma y el corazón de Kim Jong Dae desde un principio y, aún así, lo amaba.

 

Y con eso, era más que suficiente.   

 

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Notas finales:

Me lloro todo -pose dramática.

No es por nada, pero me felicito a mi misma, me gustó jajajajajaja

Espero que haya sido de su agrado :)

 

¡Nos leemos en otra!

 

¡¡¡ChenMin es la luz!!!


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