La noche cubría la mansión Phantomhive, ningún ruido se escuchaba en los alrededores; era, después de mucho tiempo, una noche tranquila para los habitantes de la residencia que dormían en la comodidad de sus camas.
Excepto uno, un gallardo y galante hombre de cabellos negros como las alas del cuervo que aparentaba no haber sobrepasado los treinta, cuando su edad superaba por mucho al pecado original y quien sabe, dada su condición de no pertenecer a este mundo y ser aquello a lo que la gente teme...
Un demonio
Un demonio que se encontraba al servicio del amo y señor de ese castillo, Ciel Phantomhive un pequeño niño de 13 y que a la vez era la persona que le dio su nuevo nombre Sebastián Michaelis.
Y como buen mayordomo, se encontraba en la habitación de su señor cumpliendo las órdenes dadas
"Quédate a mi lado hasta que me duerma"
Una orden dada por su amo, una orden que se oía más como un ruego, una orden que a el no le molestaba cumplir.
A pesar de que su pequeño conde se había rendido a los brazos de Morfeo hace un par de horas, él seguía allí arrodillado al lado de la cama mirando a su niño dormir sin ninguna intención de retirarse de su lado.
Cerro los ojos un instante para rememorar los últimos sucesos de los pasados días, en los que sintió la más profunda desesperación.
La maldición de los hombres lobo, la enfermedad de su niño, la verdad de la bruja verde y la huida de Alemania. Pero su atención fue inmediatamente a la enfermedad que sufrió su pequeño, su amo, su Ciel. Porque no creyó que volvería a sentir el temor de perderlo desde el incidente con Undertaker, creyó estar más preparado para cualquier suceso, pero este descuido que tuvo estuvo a un pelo de llevarse al ojiazul a la otra vida.
Abrió los ojos de golpe para dirigir su mirada rojiza a la cama.
Ciel había girado inconscientemente hacía su lado. La luz de la luna le daba en la cara y aun así no se despertaba. Sonrío con ternura mientras sus manos acomodaban los mechones que caían en el joven rostro.
Luego se recordó a si mismo disculparse por el susto de muerte que le dio a su pequeño cuando fingió que le comería, pero es que verlo ahí tan frágil, llorando como un niño lo molesto mucho, a pesar de que se veía tierno, pero no estaban para esas situaciones, estaban en una misión; quizás cuando acabasen le gustaría verlo así para poder corromperlo, llorando mientras trata de alejarlo de su lado...
Eso sería delicioso, pensó mientras se lamía los labios. Negó con la cabeza, tenía que controlarse o quien sabe que le haría a su bocchan en este instante. Así que volvió su atención a los últimos acontecimientos. En si la última misión estuvo llena de sorpresas para Ciel y entre ellas la mención de su hermano, porque sinceramente creyó que su bocchan se había olvidado ya del otro niño, su verdadero amo.
Otra sonrisa afloro de sus labios, porque ese es un secreto que guardaban los Phantomhive y era que nunca hubo un niño, siempre habían sido dos.
Dos niños que nacieron bajo el cobijo de esta noble familia.
Dos niños idénticos en todos los aspectos.
Dos niños que hicieron un contrato con el mismo demonio.
Dos niños que eran gemelos.