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¿Eres tú mi héroe? por Fullbuster

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Todo era muy confuso últimamente. Mi vida había cambiado por completo desde que ese chico apareció en mis sueños. Era un chico increíble pero a veces pensaba que me estaba volviendo loco, ¿Cómo podía estar atrayéndome un chico que no existía? Sólo era una ilusión de mi mente, sólo aparecía en sueños. ¿Me estaba volviendo loco? Ya no estaba seguro.


Me encontraba en Arizona para entregar la última de las chapas que me faltaba. Había estado tres meses fuera de mi hogar, vagando por las carreteras de todo el país entregando las chapas a los familiares de los soldados caídos en combate. Por lo general, nunca se daba información de lo que había ocurrido en la misión, se adornaban las historias y se les decía que habían cumplido con su trabajo, que eran buenos hombres y soldados que protegían a su país, yo a veces me sentaba a contarles a las familias algunas de las cosas que recordaba de sus hijos, esposos o padres que habían servido. Eran sólo anécdotas pero creo que eran importantes para ellos, les hacía sentir mejor cuando hablabas de lo maravillosos que eran. Yo me sentía mejor al verles felices dentro de su inmenso dolor.


Aquella última visita me afectó más de la cuenta, era una viuda, su esposo ya había fallecido en otra misión en Afganistán, debía de ser tan duro perder a tu esposo en aquella tierra hostil y ahora también a su único hijo. Aguanté como pude y le entregué la placa de identificación. No me permití llorar hasta que llegué al hostal. Mi perro como siempre estaba allí presente conmigo y me senté en el suelo acariciándole. Era muy duro hacer esto, ver tantos rostros destrozados, ver mínimas sonrisas cuando les explicabas lo que habías vivido con sus hijos, hermanos o esposos.


Esa noche soñé de nuevo con Cloud. Cada vez me gustaba más estar con él pero hoy estaba demasiado deprimido después de todo lo vivido. Me senté frente a nuestra hoguera de todas las noches pero permanecí en silencio, recordar a aquella mujer y su dolor, su sufrimiento no era algo que me gustase, deseaba sacarlo de mi cabeza pero por más que lo intentase no podía.


- Ey… ¿Qué te ocurre? – preguntó Cloud sonriendo agarrándose a mi cuello por la espalda.


- Nada – le dije tratando de sonreír.


- No es una cara de nada – me sonrió - ¿Qué ha ocurrido?


- ¿Sabes que soy militar, no? – le pregunté.


- Sí, un marine estadounidense. Has estado en Afganistán y has vuelto hace no mucho, o eso me contaste.


- Estoy haciendo un viaje. Quería devolver en persona los efectos personales de los hombres que fallecieron bajo mis órdenes – le comenté – supongo que es más duro de lo normal.


- ¿Quieres hablarlo? – me preguntó.


- No, no es algo que desee hablar. Siempre he hablado de las cosas alegres pero prefiero dejar los sufrimientos fuera. ¿Sabes por qué dejan los japoneses sus zapatos fuera de la casa? – le pregunté y él sonrió.


- No.


- Es porque dicen que así las maldades de fuera no entran a la casa. Me siento un poco así, no quiero involucrarte en esta clase de problemas, es mejor dejar las cosas donde están. Ya no se puede hacer nada.


- Eres un chico extraño – me dijo – pero creo… que me gustas.


No pude evitarlo más, llevaba unos meses viéndole, unos meses hablando con él y me había enamorado, ese chico era pura dulzura y aunque sabía que todo esto era un sueño y podría ser que sólo existiera en mi mente, en mis recuerdos, pero ya no podía reprimirme más, llevaba mucho tiempo sintiéndome así.


Coloqué mi mano tras su nuca y lo atraje hacia mí besándole con pasión, metiendo mi lengua en su boca explorando su cavidad. Le vi cerrar los ojos y no hizo amago de querer separarse, de hecho continuó mi beso rodeando también mi cuello entre sus brazos.


La hoguera seguía encendida pero no hacía frío, supongo que por ser un sueño, todo estaba en mi mente. Sus manos bajaron por mi espalda hasta llegar a mi camiseta y la cogió con fuerza empezando a subirla por mi torso para quitármela. Sabía lo que buscaba pero yo también deseaba estar con él, lo había deseado desde hacía algunas semanas atrás.


Levanté mis brazos para dejar que la quitase y la dejó en un lateral llenándose con la arena de este desierto, a mí todo me daba igual, total… seguramente todo estaría en mi mente. Afganistán me había cambiado, ser militar no era lo que yo había esperado cuando decidí alistarme, tenía un cargo moral y un precio muy alto, lo sabía ahora tras este viaje de redención personal que había realizado. A veces pensaba si realmente podía salvar a alguien.


Cloud me miró con dudas en sus ojos, en esos profundos ojos azules como el más hermoso de los océanos. Tenían una calma y tranquilidad que jamás había visto en nadie. Adoraba a este chico, él me salvaba todas las noches de caer ahogado en mis peores pesadillas sobre aquella misión de dos años que tuve que realizar. Él salvaba mi mente una y otra noche para evitar que cayera en la desesperación y aunque me pedía ayuda, yo no estaba seguro de cómo podía ayudarle.


Sentí como sus manos iban hacia mi pantalón y desabrochaban el cinturón buscando mi miembro y lo encontró. Lo cogió con su mano derecha con mucha calma y la movió masajeándolo con calma, cogiendo más velocidad a medida que tomaba confianza conmigo. Yo también aproveché para quitarle la camiseta dejándola junto a la mía para luego dirigirme a su erecto miembro. Escucharle gemir fue como música para mis oídos, hacía tantísimo tiempo que no estaba con nadie, supongo que nunca encontré a la persona idónea, ahora la tenía frente a mí y era un maldito sueño.


Metí mis dedos en su boca para que los lubricase y una vez los tenía humedecidos los dirigí a su entrada metiéndolos con cuidado en él. Sonrió como un chiquillo a quien acaban de regalar un dulce. Le tumbé con cuidado en la arena, era un poco molesta pero intenté imaginar que estábamos en una playa, en un lugar solitario él y yo solos, en un lugar agradable y precioso. Entré en él muy despacio tratando de no hacerle daño pero no me detuve hasta llegar al fondo y fue entonces cuando empecé a moverme. Saliendo y entrando con toda la dulzura que pude sacar uniendo mis gemidos a los suyos.


Acabé en él justo unos instantes antes de que él acabase en mi mano, pues yo no había dejado de masajear su miembro buscando su excitación y placer. Cuando todo aquello terminó, le escuché volver a suplicarme que le ayudase, siempre con aquella impresionante sonrisa.


Cuando desperté tenía a mi fiel compañero de viaje en la cama durmiendo conmigo, supongo que hasta mi perro necesitaba mimos y caricias, él también había sentido mi ausencia durante estos años y sonreí acariciándole, no volvería a irme sin él, estaríamos juntos pero tenía una clara idea en la cabeza… iba a encontrar a ese fascinante y cautivador chico que me había robado el corazón y que me pedía ayuda, tenía que ser real y debía estar en algún lado.


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