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El Club de los Suicidas Reprimidos. por Winter Says

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Notas del fanfic:

¡Bienvenidos! Si les intereso mi historia, lo suficiente como para entrar e indagar un poco en lo que la conforma, les agradezco profundamente. Yo normalmente no soy de escribir historias así, por lo que esto es un proyecto ambicioso. Proyecto que, por cierto, lo realizé para familiarizarme más con este tipo de historias, puesto que con ello me preparo para una peor que tengo en mente. (Me estoy volviendo una sádica...)

La historia contiene material que sería recomendable sólo para mayores de edad, pero debido a que a veces se presentan inconvenientes para acceder a dichas historias desde un móvil (Inconvenientes de los que, de hecho, soy víctima) pondré la historia para mayores de 16 años. Sin embargo, sigo diciendo que es recomendable que sólo la lean personas mayores de edad o maduras mentalmente como para asimilar lo que se verá acá.

Espero de todo corazón les guste.

La historia es 100% de mi autoría. Si veo algún tipo de plagio, o "adaptación" que no haya sido autorizada por mí previamente, me veré obligada a denunciar dicha historia. Por favor, absténgase de hacer las acciones mencionadas anteriormente.

Notas del capitulo:

Comenzamos esta historia original viendo una pequeña muestra de la vida de Scott Wolf, protagonista de la historia y personaje que narrará la gran mayoría de lo que suceda. A pesar de lo visto a primera vista, esta es sólo la preparación para el plato fuerte. Espero les agrade.

Cualquier crítica constructiva es aceptada con gusto. Si notan algún error no duden en decirmelo y lo corregiré.

Los rayos de sol entraban toscamente por las rendijas de la persiana, dándome de lleno en la cara y despertándome burdamente del relajante sopor en el que había estado. Gruñí disconforme y me senté en la cama, restregándome los ojos y soltando un perezoso bostezo. No quería ir al instituto ese día… Suspiré. Aquel día era martes, lo que significaba Química, lo que conllevaba a mi innegable encuentro con aquel idiota de Ross Walker. Maldición. El poquito buen humor que tenía esa mañana se fue derechito a la mierda cuando recordé ese detalle; ese día iba a ser largo, pesado y estresante.
Decidí que debía mover el culo de una buena vez o llegaría tarde, lo que menos quería era una reprimenda de parte de un supervisor o un… castigo por parte de mi tío. Sí, definitivamente tenía que moverme. Me levanté y caminé con pasos desganados al baño, donde me desvestí y eché el pijama en el cesto de ropa sucia, abrí la llave del agua fría y me metí en la ducha. Dejé que el frío líquido trasparente bajara por mi cuerpo libremente, retirando toda suciedad que podía tener encima.
Pude notar un líquido espeso y tibio escurrirse por mis piernas, el asco me llenó completamente y comencé a fregar esa zona para quitar cualquier rastro de esa asquerosa esencia; tanta fricción dejó roja la piel. Murmuré mil maldiciones por lo bajo, ni siquiera había salido de casa y comenzaba a llenarme de mal humor.

Cuando me consideré lo suficientemente limpio salí del baño con una toalla envolviendo mi cintura y me dispuse a buscar la ropa que usaría ese día. Ese día de Septiembre estaba particularmente cálido, por lo que me puse ropa ligera para intentar alegrarme un poco al saber que no sería víctima de insolación. Pero algo que odiaba de los días cálidos era que no podía usar camisas de manga larga o sudaderas, cosa que dejaba estúpidamente visibles las lindas cicatrices que abarcaban casi la totalidad de mi antebrazo. Resoplé frustrado, tomé mi mochila sin importarme si llevaba lo que necesitaba ese día y salí dando un portazo.

Ross me iba a cagar la mañana por ver mis cicatrices y Edward me iba a joder la tarde y noche por salir dando un portazo, sabiendo bien lo mucho que él odiaba aquello.

Edward Ford era mi tío. Tenía 33 años en ese entonces. Era un puto viejo de mierda desagradable, amargado y urgido. Era el hermano mayor de mamá y, debido a que ella junto a su esposo se mantenían siempre trabajando, cuidaba de mí casi todo el año. En las vacaciones de verano e invierno podía librarme de él, afortunadamente. Ese maldito era desempleado debido a que mis padres le envían dinero suficiente para subsistir un mes todas las semanas; la mitad de ese dinero desaparecía en los múltiples bares de la ciudad.
Yo no lo odiaba por gastarse casi todo el dinero en cerveza y putas, por mí que muriera por beber alcohol adulterado o le pegaran alguna enfermedad venérea; mi odio hacia él estaba infundado porque se creía con el puto derecho a mandar sobre mí. ¡Y un demonio! Sólo se había hecho cargo de mí cinco malditos años, no por eso era el dueño de cada una de mis acciones.

Y encima se atrevía a tocarme de esa manera…

¡Ya, joder! Pensar en eso sólo me estaba poniendo de mal humor en ese momento. Sacudí la cabeza para sacarme a ese maldito de la cabeza y seguí avanzando a paso tranquilo para llegar al instituto a tiempo. ¿Cómo era posible que, con todo el dinero que entraba gracias a mis padres, yo estuviera en un deplorable instituto público? Era asqueroso. No por el hecho de ser accesible para todos en sí, sino porque la educación allí para poco o nada servía.

Bufé al notar que había llegado frente al portón y que encima faltaban doce minutos para que iniciaran las clases. Y no, no tenía nada que hacer por el momento. Entré en la edificación y me dirigí a mi salón a encerrarme para escuchar música hasta que entraran los demás, indicándome que ya habían empezado las clases.
Bueno… era mi plan al menos hasta que, al abrir la puerta del salón, noté una inconfundible cabellera castaño claro, junto a unos perfilados ojos avellana que, al verme, enviaron una señal a su cerebro para sonreír con sorna.

Mierda.

-La ratita ha llegado temprano hoy –Ross me saludó, al menos eso según él, mientras su sonrisa de burla se ampliaba-

-¿Qué? ¿Tus padres encontraron el porno gay, te echaron de casa y no te queda mejor opción que dormir en el instituto? Tu situación es deplorable, Ross.

-No saques las garras a menos que quieras terminar con un ojo morado y la nariz rota… –Masculló dirigiéndome una mirada asesina. Prestándole poca importancia avancé hasta llegar a mi lugar y sentarme, dejando mis brazos sobre la mesa- ¿Uh? Pero qué tenemos aquí… –Se acercó hasta mí y tomó mi muñeca fuertemente, mirando las cortadas con sumo interés. Maldición, las que estaba presionando aún no terminaban de sanar-

-Tsk –Inevitablemente solté un quejido, viendo como un peligroso brillo aparecía en los orbes avellanados del castaño-

-Vamos a jugar, Scott~

Le vi acercarse a la puerta y poner el pestillo, para luego volver a mi lado y sostener mis dos muñecas sobre mi cabeza. Eso no me estaba gustando para nada, cuando aquel brillo aparecía en sus ojos podía temer por mi integridad física. Fruncí el ceño e intenté liberarme, pero ante cada movimiento de mis brazos él presionaba sobre las cicatrices sin sanar, provocándome quejidos ante el dolor.

-Déjate de joder, Ross… Ya van a empezar las clases y- ¡MALDICIÓN! –Tan ocupado estaba en replicarle que se dejara de mierdas que no noté cuando acercó mi mano derecha a su boca, mordiéndome el dedo índice fuertemente y provocando que la sangre comenzará a salir lentamente- ¡¿Qué mierda te pasa?!

-Me gusta cuando te retuerces de dolor, cuando gritas groserías que nadie escuchará e intentas inútilmente liberarte. Eres tan divertido… –Se relamió los labios, un gesto que casi me provocó arcadas-

-¡Para ya, mierda! ¡Detén esta locura, maldito hijo de puta! –Me levantó del asiento donde había estado sentado, aún sujetando mis muñecas, para asestarme un rodillazo en la boca del estómago, dejándome sin aire-

-¿Cuántas veces he de repetir que no oses a insultarme? Pagarás muy caro por cada grosería que salga de tu linda boquita, pero será peor si esas palabras van dirigidas a mí. No queremos que te encuentren algún día en un matorral con la cara hecha mierda, ¿Cierto? –Luego de eso rió extrañamente y me dio un puntapié en el muslo, haciéndome encoger de dolor. Él aprovechó esa mísera oportunidad para darme un rodillazo en la cara, haciéndome caer sentado en el suelo-

-¡Qué pares! ¡No te ensañes conmigo porque no te quisieron dar por culo! –Frunció el ceño y sonrió de una forma que me inspiraba poca confianza, para luego patearme en la cara. El impacto me hizo caer completamente al suelo, dándome con la cabeza contra el suelo como consecuencia-

-Escucha bien, maldito maricón. Tú vuelves a dirigirme palabras así y lo vas a lamentar muy caro, ¿Entendiste bastardo? –Asentí. Lo mejor para calmar la furia de un idiota es no llevarle la contraria- Así me gusta –El timbre sonó en ese momento, dando por iniciadas las clases-

~*~

Entré a casa dando un portazo. Maldición, esa puta patada me iba a dejar doliendo la cara un par de días. Suspiré hastiado y dejé la mochila en la mesa de la entrada. El aire de la casa olía a alcohol, señal inequívoca de que cierto pedófilo hijo de puta había abierto esa lata de cervezas que había mantenido en la cerveza. Maldición, cuando estaba borracho era insoportable.
Me acaricié las sienes con cansancio y comencé a caminar por el pasillo que dirigía a la sala. Allí estaba él, desparramado de cualquier forma en el sofá, con latas vacías alrededor del mueble y una en su mano, mientras veía en mi dirección con el entrecejo fruncido profundamente.

-¿Dónde carajos estuviste toda la jodida tarde?

-Te recuerdo que yo estudio, no como tú, desperdicio de la vida.

-¡Ten más respeto conmigo, maldito mocoso desagradecido!

-¿Por qué debería respetar a una basura como tú? ¡Sería mejor que estuvieras muerto, maldita rata asquerosa! –Sí, ese día tenía un humor de los mil demonios. Desde que había despertado ese día supe que hasta que llegara la noche podía considerarme en un infierno. Maldito 21 de Septiembre-

Pude notar un pequeño brillo sádico en los ojos de aquel pedazo de mierda y decidí moverme a mi habitación, no tenía ánimos para uno de sus castigos. Al verme a salvo, en medio de esas cuatro paredes azul claro, respiré tranquilamente, como no lo había hecho en todo el transcurso de toda esa tortuosa mañana. Inspiré profundamente, suspiré y volví a inspirar; como parte de un ritual que sólo yo conocía antes de hacer “aquello”.
Con paso calmado me acerqué a la cama, me senté en el borde y tomé la navaja que había sobre la mesita de noche que reposaba a la izquierda de la cama. Tomé una gran bocanada de aire y pasé el filo sobre la piel de mi muñeca, haciendo presión y sintiendo el ardor casi imperceptible que nacía por donde pasaba la hoja; para luego ver los pequeños hilillos de sangre bajar por las comisuras de la herida, mientras unas gotitas salían de la superficie del corte en el medio, pero sin llegar a derramarse. Exhalé y sonreí quedamente, dejando la navaja a mi lado y dedicándome a observar la sangre bajando por mi brazo, llegando hasta mi codo y goteando de allí al piso.

Porque así era mi asquerosa rutina, esa que repetía en cada día de mierda, hundiéndome más en la desesperanza.

Notas finales:

Esto era sólo una pequeña introducción... En un futuro, si la historia tiene buena aceptación, los capítulos serán más largos que esto. Espero les guste. Nos vemos la próxima semana (Aún no tengo en claro cual será el día de actualización fijo) Byes~


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