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El Club de los Suicidas Reprimidos. por Winter Says

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Notas del capitulo:

Lo sé, me tardé siglos, pero en serio lo siento. Primero pasé por un bloqueo, luego enfermedad, luego otro bloqueo y al final problemas personales, pero todo se solucionó >w< El capítulo de hoy narra un poco de la vida de Lily McCartney, además de que es más corto que el de Scott (Gracias por irte cuando tenía 1.000 palabras del capítulo, inspiración) Decidí, por alguna absurda y tonta razón, que éste sería un FCC (O Fanfic de Capítulos Cortos) que con suerte llegarán a las 3.000 palabras, pero si no les gusta este método los haré largos. (Aunque, de hecho, usaba el método de los capítulos cortos para no tardarme con la actualización; cosa irónica, pasaron cuatro semanas desde que subí la historia y el capítulo de hoy es estúpidamente corto).

También, no hay día de actualización fijo, porque, conociéndome, me restrasaré y actualizaré cualquier día menos el que fije. Creánme, me ha pasado antes.

Y bueno, dejo de decir cosas que seguramente poco les importa y, también seguramente, no leen.

Sin más idioteces, les dejo el capítulo.

Reitero en avisar que la historia es para mayores de 18, debido a los temas que tratará más adelante y que se pueden ver en las advertencias. La etiqueta de mayores de 16 es sólo por las dificultades que tienen algunos para acceder a historias con clasificación para mayores desde dispositivos móviles. Dificultades de las que, por cierto, ya he sido víctima. Espero comprendan esto y lean bajo su propio riesgo.

Cualquier plagio o adaptación, no autorizada previamente por mí, será denunciado.

Acaricié la taza de porcelana que yacía entre mis manos. La nostálgica mirada que dirigía al gris cielo me era devuelta por el cristal de la ventana, que actuaba casi como un espejo al mostrarme la triste imagen que portaba en esos momentos. Ese día también debía desayunar sola.
La verdad, el frío viento de la soledad dejó de amedrentarme luego de un tiempo; pero aun así no dejaba de ser doloroso. Esos sentimientos tan desalentadores que ahondaban en mi corazón, destruyéndolo sin compasión alguna, dejándome prácticamente sin nada… se estaban volviendo mis mejores amigos.
Sentía que gracias a esos sentimientos seguía respirando. Aquellas emociones estaban allí todos los días, pero yo sólo esperaba el día en que despertara y ya no se encontraran ahí, que fueran historia pasada y pudiera olvidar que alguna vez existieron. Añoraba tanto que ese día llegara que me mantenía con vida, sólo soñando terminar con esa pesadilla.

Miré el reloj de la pared, notando que sólo faltaban doce minutos para empezar las clases. Suspiré y dejé la taza sobre el plato que reposaba en la mesa. Supongo que vivir cerca de la secundaria en esos momentos era beneficioso, debido a que entonces no tendría que tomar el transporte público. Agarré mi mochila y salí, cerrando con llave y comenzando a caminar calle abajo, aún debía recorrer un poco de camino a pie para llegar.
Otra cosa beneficiosa de vivir cerca de la secundaria era, sin duda, el que no llegara tarde. Siempre llegaba más temprano o a tiempo, así que no debía ser víctima de ir a la sala de castigos.

Todo menos esa sala.

Todos los días siempre eran las mismas personas quienes terminaban castigadas, ya sea por saltarse las clases o hacer lo que ellos sabían hacer, ser idiotas. Y, casualmente, esas personas eran las mismas que todos los días, sin falta, me molestaban. Es rutina, la diaria y estúpida rutina, a la que ya estaba acostumbrada y accedía sin replicar… Replicar sólo empeoraría todo.
Suspiré, ya comenzaba a desanimarme y no había puesto un pie en mi salón de clases.

<<Hola de nuevo, Señora Tristeza>>

Luego de unos cuantos minutos llegué, a tiempo. Sólo comencé a caminar por los pasillos, sin mirar a nadie, sin hablar con nadie; así debía ser siempre. Con la mirada gacha, ocultando mis orbes azulados, dejando que mi rubio flequillo los ocultara de los demás. Nadie debía enterarse, no lo merecían, era lo que ella me decía; yo siempre le hacía caso a ella.
“Ella” era la única persona en la que podía confiar, era la única que me cuidaba, era la única que se preocupaba por mí. Por eso la amaba, siempre se debe amar a quien te cuida, ¿No? Y ella… ella sabe cómo hacerme sentir mejor. Por eso la amaba, sólo a ella la amaba.
Bufé y entré a mi salón, sentándome en mi silla sin hacer contacto visual con nadie y sólo sacando mi libreta para la clase que tocaba esa hora; Biología. Rezaba porque la profesora no faltara, eso solamente significaban dos horas libres… es decir, el infierno.

-¿Eh~? Pero si la zorrita mimada llegó temprano –Respingué al oír aquella voz gatuna en mi oído, temblando levemente al saber de quién provenía. Me quedé callada- No me ignores cuando te hablo, estúpida puta barata.

-¡Hmp! Maldita idiota, ¿Te crees con las agallas de ignorar a Zack? –Laura, la novia del pelinegro. Fruncí mi ceño, me quedó claro que estaba rodeada por los cuatro-

-¿Por qué te quedas callada? ¿Te comió la lengua el gato? –Axel me susurró y, por la posición en que su aliento llegaba, estaba sentado tras de mí. ¿Dónde demonios estaba Nicholas? Él era uno de los que no desaprovechaba oportunidad de molestarme-

-¿Ya vieron? Otra vez tiene la manga larga -¡Laura, maldita! Zack sonrió y pude distinguir un brillo peligroso en sus orbes marrones. Mierda, otra vez…-

-¿En serio? Veamos si has sido una chica buena –El líder de todos me agarró la muñeca de mi brazo derecho, bajó la manga de mi vestido hasta llegar al codo y dejó al descubierto las cicatrices. Con una sonrisa alzó su mano y la bajó, golpeando mi antebrazo. Solté un gritito, esas eran de ayer solamente- Idiota, en serio volviste a hacerlo.

El infierno no era agradable, para nada.

<<Hola de nuevo, Señora Ira>>

~*~

El timbre sonó, indicando el final de las clases. Con el tiempo aprendí a no apurarme cuando íbamos a salir, sería peor el castigo que me darían si hacía eso. Sólo me dediqué a recoger mis cosas con parsimonia, ignorando los empujones “accidentales” que me propinaban mis compañeros. Observé con un deje de tristeza a la pequeña Sally Ferrer, que había sido empujada y en el proceso se le habían caído las gafas, rompiéndose en el acto; quería ayudarla, pero ellos no me dejarían hacer gran cosa, lo sabía demasiado bien. Sólo pude suspirar con frustración, terminando de guardar todo en mi mochila y poniéndola en mi hombro, observando por el rabillo del ojo la mirada de advertencia que me ofrecía Zack; de todas formas no podría huir aunque lo quisiera con toda mi alma. Exhalé y asentí, saliendo del salón y yendo al final del pasillo, para luego abrir la única puerta que había allí, notando que en el interior ya estaba Nicholas. Ignorando aquello, ¿Por qué no se había presentado a clases? Era tonto ir al instituto sólo porque sí. Me indicó con la mirada que me sentara frente a él y así lo hice, mientras más rápido acabara con eso, más rápido podría irme.
Sólo le miré, sus ojos negros como dos profundos abismos me miraban sin emoción alguna, a la par que su cabello oscuro caía rebeldemente por sus hombros. Tanto negro era… monótono y, a la vez, tan contingente; no tenía sentido.

-Volviste a hacerlo –Asentí. Él gruñó- ¿Te descubrió tu nana esa vez? –Negué- ¿No dejarás de hacerlo? –Volví a negar, él suspiró- Seguirás sin hablar, ¿Cierto? –Asentí. Lo próximo que sentí fue un fuerte ardor en mi mejilla, me había golpeado. Me prohibí soltar algún quejido o llorar, no lo haría frente a ellos- ¡Estúpida idiota! ¡Así no mejorarás nada!

Nicholas, a pesar de aprovechar cada momento disponible para molestarme, odiaba verme con aquellas cortadas a lo largo de mis brazos. Solía golpearme cuando encontraba alguna cortada nueva, alegando que no debía hacerlo. Siempre me preguntaba, ¿Con qué derecho me exigía eso? Pero, a pesar de todo, no me atrevía a replicarle eso, no si quería seguir viviendo.

-Yo… no lo hago –Hablé forzosamente, pues intentaba que mi voz no saliera de forma trémula; no me atrevía a delatarle que estaba a punto de llorar-

-¿Perdona? ¡Tus brazos dicen una cosa distinta!

-Pero… no soy… no soy yo quien lo hace.

-¿Y entonces quién? –No le respondí, estaba demasiado ocupada viendo mis piernas desnudas, gracias a que la tela llegaba un poco más arriba de las rodillas- ¡Responde, maldita sea! ¡No te quedes callada!

-…Es un secreto.

<<Hola de nuevo, Señor Frustración>>

~*~

Cerré la puerta suavemente, dejando mis zapatos en la entrada. Pude oler el aroma a lasaña recién hecha, pero a suponer por el silencio que me recibió Anastasia ya se había ido. Suspiré cansinamente, descargando mi mochila y dejándola en el piso, junto a la puerta. Me encaminé a mi cuarto sin ganas siquiera de tocar la comida, luego le pedirías disculpas a mi nana por desperdiciarla. Cuando llegué a mi habitación me senté en el suelo, recostada en la puerta que había cerrado previamente; no me sorprendió ver un pequeño cuerpo en mi cama, dormitando mientras los rizos castaños caían grácilmente por sus morenas mejillas, donde se veían los rastros de lágrimas que había soltado horas atrás. También noté la ventana abierta, dejando que las corrientes de aire mecieran con suavidad las cortinas de seda.
Me acerqué a ella y acaricié sus castaños rizos con suavidad, dejando un beso en su frente y apresurándome a cerrar la ventana; si la dejaba abierta posiblemente ella se enfermaría. Miré el paisaje anaranjado que me ofrecía la ciudad, suspirando con suavidad para después sentir unos brazos rodeándome la cintura con cuidado, seguidamente pude apreciar como recostaba su cabeza en mi hombro.

-Lily… Volvieron a golpearte, ¿Cierto? –Asentí y ella se apretujó más a mí- ¿Por qué pasaste de largo cuando me empujaron?

-Sally, sabes que no podía. De haberte ayudado… ellos…

-Me duele que te importen más ellos que yo.

-Me duele que quieras monopolizarme, me hace pensar que no confías en mí.

-Nicholas se preocupa mucho por ti, cuando irónicamente es quien más te golpea.

-Él sólo odia a las personas que se cortan. Ya sabes… su primo…

-Scott Wolf decidió cortarse por su propia cuenta. A Nicholas no le debería importar nada que tú tengas las cortadas.

-Eres tú quien me las hace… ¿Por qué no dejas de hacerlo si sabes que me golpearán por ello?

-Sólo lloras cuando te provocan dolor, el daño emocional poco te importa. Además, nunca lloras frente a ellos, ¿O sí?

-Sally…

-Debo irme –La castaña besó castamente mi mejilla y se alejó de mi cuerpo, segundos después oí la puerta cerrarse-

Sollocé.

<<Hola de nuevo, Señora Soledad…>>

Notas finales:

Espero les haya gustado, ¿Quién quieren que sea el próximo en relatarnos algo de su vida? Espero sugerencias >u< Por cierto, no creo que esta historia sea demasiado larga. No sé, no la veo como una historia que llegué siquiera a los 30 capítulos (Ni hagan caso a esto, lo digo siempre y mis historias terminan siendo más largas que un manual para entender a las mujeres). En fin, espero les haya gustado y nos vemos en el próximo capítulo, byes~


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