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Serpiente azul por aries_orion

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Notas del capitulo:

Perdón por la tardanza pero me quedé sin inspiración pero aqui esta el capitulo siguiente espero y os guste.

:D

¡Pos a leer!

 

Había transcurrido un mes desde aquella noche.

Cuatro semanas de dolor.

Treinta y un días de soledad.

Setecientas treinta horas de no saber absolutamente nada del otro.

El dolor, la traición, la desilusión los rodeaba cual tornado, pero el que ganaba con creces era la tristeza, pues con aquella acción se había demostrado lo fácil que se pueden herir mutuamente. El corazón de ambos dejó de latir, murió cuando las lágrimas comenzaron a abandonar sus ojos, su cuerpo lastimado clamaba por el otro.

Ambos heridos de gravedad. Una cura poseída por el otro. Un padecimiento que comenzaba a matarles lenta y tortuosamente. La soledad los absorbió sin precedentes y no poseían las fuerzas para salir, pues sin voz se han quedado. Más muertos que vivos. Marchitos y secos. El agua para revivir la poseía el otro. Sin embargo, el dolor no les permite acercarse para hablar. El orgullo lastimado es un pésimo consejero, pero… aun con todo aquello ambos se aman y necesitan.

Después de escuchar la puerta cerrarse como pudo se levantó del lecho, su cuerpo dolía, su corazón había sido arrancado de tajo. No sabía qué pensar o hacer, pues su cabeza se encontraba en blanco, salvo por una sola palabra, salir. Busco en el suelo sus ropas, la playera no se salvó ya que esta se encontraba rota, tomó un suéter, salió de aquel lugar. Camino bajo la lluvia. ¿A dónde ir? No lo sabía, del que creía su hogar lo habían echado como perro.

Camino aún con el dolor corriendo por su cuerpo. Camino hasta donde sus pies lo llevaron. Camino sintiéndose peor que aquel día de septiembre. Camino sin notar que su vista era casi nula, las lágrimas se camuflaban con las gotas de lluvia.

–Ya voy, ya vo… Daiki.

Aomine se desmorono, ya no soporto más el grito que empuja por salir de su garganta. Se aferró al cuerpo que se encontraba frente a él, se aferró a los únicos brazos que lo sostuvieron por tantos años, los únicos capaces de desplazar todo su dolor, sin embargo, este era demasiado hasta para él. Escuchó su voz preguntándole qué le sucedía, la respuesta fue sólo más llanto, más gritos, más fuerza para abrazarlo. Sintió como fue alzado para después ser depositado sobre algo suave para enseguida sentir el cambio de sus ropas húmedas por otras, pero sin soltarse de aquel hombre. El llanto no paro. El dolor no menguó. Su mente odiaba y su corazón amaba a su pelirrojo. Lloro, grito y gimió hasta caer dormido.

Al despertar buscó a su chico, al despabilar lo sucedido anoche regresó como un vendaval a su mente, el dolor y las lágrimas regresaron, aun así quería estar entre sus brazos, sentir su calor, oler su colonia. ¡Joder! ¡Dolía como los mil demonios! No soportaba el hueco en su estómago, el nudo en su garganta le imposibilitaba articular una sola palabra.

–Daiki.

Con el rostro empapado de lágrimas e hipando giro su rostro, tres personas se encontraban en el marco de la puerta, tres pares de ojos inundados con incertidumbre, duda y dolor. Dos pares que comenzaban a inundarse de lágrimas. Un cuerpo comenzando a temblar por el llanto y, aun así, no podía parar de llorar, quiso hablarles decirles que no lloraran que él estaba… él estaba ¿bien? ¡A la mierda las apariencias! Los necesitaba como nunca antes, necesitaba sentir el calor de ellos, hacía algunas semanas que no los veía. Los necesitaba tanto como el aire. Quitó el cobertor, abrió sus piernas y brazos en una muda petición.

Dos cuerpos corrieron a él, dos pares de brazos se aferraron a su cuerpo llorando a lágrima viva, los tres se aferraron entre sí como si fuera la última vez que se verían. Minutos después los tres fueron jalados hacia la izquierda por otro par de brazos más gruesos hacia otro cuerpo, las caricias y susurros de su parte comenzaron, los tres comenzaron a llorar todavía más.

El pensamiento de aquel hombre era, será un día largo, pues sí era sorprendente y problemático el hecho de tener a Daiki llorando a lágrima viva, tener a dos más era todavía más desalentador, parecía que entre sus brazos se encontraban tres magdalenas sin consuelo y no tres personas. Tendría que sacar paciencia, que no poseía, de cualquier lugar para soportar aquello, sumándole el usar todo su repertorio para tratar de calmarlos.

Dos horas después los tres chicos cayeron dormidos.

Por la tarde Aomine despertó, intentó moverse, pero su cuerpo se encontraba sujeto por dos pares de brazos, sonrió y acarició sus cabellos.

–Salte y sígueme.

Su sonrisa se fue. Con mucho cuidado de no despertarlos y de hacer varias maniobras para poder salir de aquel par de pulpos lo logró, camino donde aquel hombre yacía sentado. Se sentó a su lado. El silencio reino por la sala. Giro su rostro para verse reflejado en la ventana, la imagen no le gusto, se notaba claramente las señales del llanto, incluso sus labios lastimados también.

–No lo preguntare de nuevo y más te vale que de tu boca salga la verdad... ¿Qué pasó?

¡Dios! Como había extrañado aquella voz, aquel tono, aquel cuerpo, pero sobre todo, ese par de ojos casi igual a los suyos.

–Recuerdas al chico que contrataste hace tres años en…

–Sí. ¿Qué con él?

–Lo conozco por el básquet, Tetsu es su compañero y amigo… un año después nos hicimos novios.

–¿Testu o Kagami?

–Kagami. Kagami y yo comenzamos una relación.

–Terminaron. – Aomine negó con la cabeza. –¿Entonces?

Daiki lo observo, sus ojos nuevamente se cristalizaron. –Me tomo a la fuerza.

Las lágrimas hicieron su aparición. El hombre quedó en shock por lo dicho. El silencio era roto por el llanto de Aomine.

–¡Hijo de puta! ¡Voy a matarlo! ¿Cómo se…?

–¡No! No, él…

–¡No intentes justificarlo!

–No lo hago y baja la voz tío, los despertaras y siéntate.

A regañadientes el hombre le hizo caso. Se observaron por algunos segundos y este chasqueo los dientes.

–Daiki…

–Al principio nos llevábamos pésimo, lo derrote en un torneo, su básquet era débil pero…

–Joder Daiki, ven aquí.

El moreno se abalanzó hacia el cuerpo de su tío, quien lo estrechó entre sus brazos, pues nunca lo había visto tan débil. Entre llanto y temblores le contó todo, desde cómo lastimo a Tetsuya en aquel partido hasta la aparición de aquella joven y como encontró a Kagami en el sillón, incluso a medias le contó sobre la violación. Al término de su relato el tío de Aomine quería besar y matar al pelirrojo por idiota y estúpido, pues su niño ya había sufrido lo suficiente como para que ahora le pasara esto.

Durante los próximos días Aomine fue bombardeado de mimos y palabras dulces de parte de su terceto favorito. Por la noche los recuerdo de lo sucedido lo asaltaban, las dudas llegaban, pero la que más sobresalía era ¿por qué? Quería saber el porqué de su actuar, el motivo que lo llevó a tomarlo y tratarlo de aquella forma, pero aún con todo eso temía, tenía miedo o quizá pavor de verle, de que quizá lo vuelva a tomar de esa forma, realmente no sabía qué hacer o cómo actuar, tenía que encontrar fuerzas. Para poder regresar a clases sólo faltaban dos días y, para su desgracia o fortuna, Kagami iba en el mismo campus, de hecho casi todos sus amigos estaban ahí.

Cuando regreso a clases le temblaban las piernas, cada que tenía tiempo libre su tío o sus chicos le llamaban, pues durante una batalla de almohadas y cosquillas lograron quitarle su horario. Les agradecía enormemente que lo hicieran ya que constantemente sentía la necesidad de huir del campus para correr a casa y meterse entre las mantas para no salir. Sin embargo, esa sensación y el miedo fueron aplacados por sus profesores quienes importándoles un comino que apenas los jóvenes habían regresado de vacaciones, los bombardearon con trabajos y lecturas que valían entre tres y cuatro puntos para la calificación final, sumándole sus problemas emocionales y maritales, Aomine en serio se iba a volver loco.

Corría de un lado para el otro casi todo el día, apenas tenía el tiempo suficiente para comer o descansar, ni se diga de dormir. Su tío tenía que estarle obligando a comer o dormir y en casos extremos lo metía a la cama quedándose hasta quedarse dormido. Engañarlo no podía y si él no estaba lo suplantaban el par de gemelos demonios.

Cuando su mente conseguía paz las palabras y acciones de Kagami regresaban como un tsunami a su mente, el miedo y la ansiedad lo invadían como hormigas a la miel. Sabía que tenía que buscarlo, hablarle o ir a su departamento, aunque al departamento tenía que ir, pues para hacer un trabajo necesitaba unos libros que se encontraban ahí, quizá poniendo eso como excusa podría darse valor para buscarle porque, vamos, él no era fuerte, era débil. Su máscara de macho alfa era eso, una máscara que le costó sangre y lágrimas para forjarla.

Necesitaba hablar o salir con algunos de sus amigos, pero por alguna razón estos ni señales de vida daban, menos Satsuki, quien casi siempre lo buscaba a la hora del almuerzo o comida para estar con él y ya ni eso. En serio, su vida ahora era un caos total y sí a eso le sumamos que últimamente no se sentía bien, dudaba llegar siquiera a finalizar el semestre con buen estado.

A mediados de septiembre su cuerpo ya no pudo más. Era sábado por la tarde, se encontraba junto con los gemelos en el centro comercial de compras, cuando de la nada sintió como el piso se movía, se agarró de uno de los hombros de los chicos.

–Dai-nii, ¿estás bien?

–Si sólo fue…

No terminó la frase, todo a su alrededor se volvió negro. Cuando despertó se encontraba en una habitación blanca, de su brazo salía un cable transparente que se conectaba a una bolsa, no necesito pensar demasiado, sabía que se encontraba en un hospital.

–Al parecer este semestre va a acabar conmigo.

–Dudo que sea eso.

La voz de su tío lo desconcertó pues sonaba muy serio.

–Tío que…

–¡Tío mangos, si te sentías mal porque no dijiste nada, sabes lo aterrados que sonaban los gemelos cuando me hablaron para decirme que estaban en un hospital! ¡¿Es que acaso quieres matarme? Porque si es así, vas por buen camino!

–Es que no…

La puerta fue abierta estrepitosamente que asustó a ambos. En el marco de la puerta se encontraban dos cuerpos pertenecientes a menores de edad, un rostro lloroso y el otro con los ojos cristalizados y mordiéndose el labio con nerviosismo.

–¡Dai-nii!

–¡Oni-chan!

El par ya se encontraban sobre el moreno llorando.

–Ves, te lo dije, idiota irresponsable.

–¡Oye!

Mientras Aomine se defendía de los insultos de parte de su tío, con sus manos trataba de calmar al par que se encontraban llorando a lágrima viva en su pecho.

–Buenas noches.

Los cuatro pararon su algarabía para ver al par de hombres que entraron a la habitación.

–Buenas doc.

–¿Ya me puedo ir?

Para ese momento los gemelos ya se habían bajado de la cama y ya no tenían rastro de lágrimas. Los tres voltearon con caras de pocos amigos. Ahí dudo de haber abierto la boca.

–Tú de la maldita cama no te mueves hasta que él lo indique.

–Oto-san no seas irresponsable.

– ¡Papi!

–Sólo por… por eso me voy a quedar en un lugar que odio.

–¡Sí! ­– Los tres le gritaron a la vez. Estaba a punto de replicarles cuando el médico se hizo notar, parecía que habían olvidado su presencia.

–Qué familia tan enérgica, déjenme presentarme, soy el doctor Alexis Lee y él es mi pupilo Midorima Shintaro.

–Yo Midorima.

–¿Se conocen?

–Fuimos a la misma secundaria.

–Ne, ne oto-chan ese no es el chico de los objetos raros que nos contabas.

–¡Orion! ¿Cuántas veces te he dicho que midas tus palabras?

–Perdón tío.

–Discúlpelo doctor, pero…

–No se preocupe después de todo los niños y los borrachos siempre dicen la verdad, pero bueno, regresando a lo que nos compete, joven Aomine.

–Sí. – Los gemelos y Aomine le contestaron.

–Bueno joven Daiki, como le decía fue traído al hospital por desmayarse en el centro comercial, se le realizaron varios estudios y…

–Me sacaron sangre sólo porque me desmaye, ¿en serio? Pero si solo es cansancio y…

–¡Cansancio mis huevos! No te alimentas como debe ser, casi no duermes, te la pasas corriendo de un lado para el otro y si no fuera porque tu cuerpo respira solo, ni siquiera harías eso.

–Vaya, sí que llevas una vida ajetreada joven.

–Doc. ¿Qué tiene el idiota aquí presente, aparte de lo ya obvio?

–¡Oye! Sin insultos que yo no los hago.

–¡Cállate!

Nuevamente sus acompañantes le gritaban.

Genial. Simplemente genial.

 

Después de aquello, Aomine se encontraba corriendo para su siguiente clase mientras gruñía y decía palabras entre dientes, pues su día no podía empeorar más, comenzó a llover, sí, en definitiva la vida lo odiaba, no le bastaba con el hecho de quedarse dormido, llegar tarde a clases, olvidar en casa su desayuno y almuerzo y, para rematar, llueve. ¡Llueve en septiembre! Por amor al teriyaki ¿cómo llueve en septiembre? Y sí agregamos lo sucedido hace una semana… estaba decidido, Aomine Daiki tendría que hacer una reserva en el manicomio

¡Se estaba volviendo loco!

Oh y para rematar, tenía que ir en busca del idiota, estúpido, bastardo, trastornado, demonio lujurioso, sexy y lindo que asumía, aún era su novio, para poner los puntos sobre las íes, pero vamos, no es lo mismo pensarlo que hacerlo, pues sabía que en cuanto lo tuviera enfrente las palabras no saldría y sus piernas serían sustituidas por gelatina. Su tío y los gemelos no ayudaban y los que se hacían llamar amigos y mejor amiga ni sus luces, a estas alturas Aomine se preguntaba si estaban vivos o qué.

Las clases fueron un martirio, la lluvia se intensifico y Aomine no llevaba sombrilla o algo con que cubrirse. Tomó una gran bocanada de aire para prepararse a salir. Durante el camino su mente se llenó de Kagami, aún tenía ese asunto y no había encontrado el momento ni el valor para acercarse, las lágrimas hicieron su aparición.

¡Joder!

Necesitaba resolver eso, pero ya. Se detuvo para mirar a su alrededor ya que se había perdido en sus pensamientos, al hacerlo supo que se encontraba en la zona donde vivía Kagami, sonrió con amargura e ironía, sin querer su cuerpo ya lo estaba alentando para arreglar las cosas. Camino en su dirección, pero conforme se acercaba los recuerdos de aquella noche llegaron como la tormenta que caía sobre su cabeza, los sentimientos fueron algo fuertes que lo obligaron a apoyarse unos momentos en un poste de luz. Se sentía como los primeros días después de aquello, el miedo comenzaba a ganar terreno y la idea de dar media vuelta e ir a casa comenzaban a ser demasiado tentadora, pero no lo haría, ese día arreglaría todo.

Llegó al edificio. La puerta frente a él se le hacía fuego. Toco. Dos tortuosos minutos pasaron para que el hombre detrás de esa puerta apareciera con pantalones de lana y una camisa de manga largo a medio desabotonada. Trago grueso.

 

*

 

Si para Aomine fue un calvario para Taiga fue un infierno.

Se sentía un monstruo por lo que le hizo al moreno. Después de calmarse y pensar con la cabeza fría, se dio cuenta que su proceder no fue el correcto, debió preguntar antes de actuar, pero la rabia y el dolor ganaron cuando ante él se encontraba un Aomine Daiki resplandeciente con sonrisa de oreja a oreja, cuando horas antes parecía estar en depresión. Caminó y caminó sin rumbo definido, cuando sintió estar en una especie de calma, regresó sobre sus pasos hacía el departamento. Entró, el silencio llegó a sus oídos, soltó un suspiro para darse ánimos y caminar hasta la habitación. El moreno ya no se encontraba en el lugar, sólo su camisa rota.

Observó la cama. Las cobijas se encontraban en el suelo junto con algunos cojines y almohadas, en la sábana se podía ver una mancha de sangre con semen, ahí todo cobro fuerza. Aomine era virgen. ¡Virgen maldita sea! ¡Lo había violado! Ahora sí sentía una basura, un maldito bastardo. Aomine no merecía ser tratado de esa forma y no después de cómo él lo había tratado su primera vez. Se desplomó en el piso, recargó la espalda en el colchón y las lágrimas comenzaron a caer en silencio, de su boca no salieron gritos ni gemidos, sólo lágrimas.

Un día entero estuvo en aquella habitación, no salió, no comió y mucho menos se cambió. Se levantó, baño y cambio, volvió a observar la habitación de lado a lado, tomó todas las sábanas, fundas y el cobertor metiéndolos en una bolsa negra para ser tirados a la basura. Las ropas, zapatos y accesorios de Aomine los metió a bolsas, pero no los tiró, sino que las puso en lo alto del closet de la habitación de invitados, sus libros y cosa por el estilo los dejó en su lugar, sabía por boca del propio moreno que eran importantes y alguno muy difíciles de encontrar. En el baño hizo lo mismo.

En la cocina la taza predilecta del moreno fue movida hasta el fondo para no verla. Limpió cada rincón de su hogar. Cuando menos se dio cuenta las vacaciones terminaron, regresó a clases como si nada hubiera pasado, sus amigos y, sobre todo Kuroko, lo bombardearon con preguntas referente al moreno, este no contestó, pero decía que se encontraban tanto él como Aomine bien, no dijo más y pidió que no siguieran preguntando.

No obstante, por la noche la imagen del moreno regresaba a su mente, sus ruegos y llanto inundaban sus canales auditivos como si este se encontrara ahí. Dormía sólo unas cuantas horas, el chocolate y el té se transformaron en un calmante para su sistema nervioso y, por alguna razón, todo lo que le sucedía lo volcaba en su cocina dando como resultado nuevas recetas. Rechazaba las invitaciones para salir con los chicos, lo único que hacía era estudiar y cocinar.

Sin darse cuenta habían transcurrido casi dos meses en los que se había sumido en una rutina sin quererlo y por alguna razón, ese día le había dado por cocinar un pastel de chocolate, asumió que quizá el clima le haya influenciado. Recordaba que a Daiki en días con lluvia le da por comer chocolate como fuera. Su puerta era tocada, se sorprendió ya que no esperaba visitas y menos con la tormenta que caía.

Al abrir la puerta Kagami quedó estupefacto, ante él se encontraba Daiki completamente empapado y no tenía que ser muy inteligente para saber lo que hacía ahí. Con la mirada pedía hablar para aclarar todo, pero el dolor se encontraba presente, la herida todavía estaba fresca y no había ánimos de enfrentar a su causante.

–Vete.

–No.

–Lárgate, no quie…

–Déjame hablar, explicarte por…

–¡No hay nada que explicar cuando lo vi claramente!

–¡Taiga!

–¡Largo!

Kagami se dio la vuelta dispuesto a dejarlo ahí, no quería saber nada del mentiroso bastardo.

–Taiga, por favor.

Kagami se detuvo, pues rara vez Aomine usaba esta palabra.

–No y suéltame.

El moreno había tomado una parte de su camisa antes de siquiera dar un paso hacia el interior.

–Taiga escúchame… no entraré pero… escucha.

La voz que escuchó se denotaba tan lastimada, ronca y con tintes de ruego, las palabras impregnadas de súplica no era muy grato de escuchar. Vale, eso le movió algo, pero no iba a dar su brazo a torcer tan fácil. Taiga giró por completo para escanearlo, no hizo nada para ser soltado, al finalizar el acto no le gusto lo que encontró. Aomine se encontraba empapado de pies a cabeza, por las orillas de sus prendas pequeñas gotas de agua caían para demostrar el exceso de agua que contenían las mudas, incluso de su cabello escurrían gotas, su cuerpo sufría de temblores, los cuales sintió. Ahora ya no sujetaba sus ropas sino su brazo, sus labios estaban morados y templando, pero con más ahínco, recordó que el moreno odiaba el frío.

Sin embargo, lo que más le asombró fueron sus ojos, hinchados, rojos y opacos, pero se notaba un pequeño brillo casi imperceptible para otros, pero no para él. ¿Por qué el brillo? Quiso saber y maldijo a su buen corazón y su vena curiosa hacía su aparición, además de aún amarle, soltó un suspiro para después jalar su brazo para caminar al interior del departamento dejándolo en el lugar.

 

Por otro lado, Daiki estaba sorprendido, ¿realmente no le dejaría hablar? Él quería arreglar las cosas, tenía que contarle, decirle la verdad y lo mucho que lo necesitaba en esos momentos, pues se aproximaba algo que no se figuraba en sus próximos planes y, por lo visto, Kagami no le iba a dejar hablar. Su vista se comenzó a nublar, las lágrimas amenazaban con salir, el nudo en su garganta iniciaba a formarse. En ese punto no le importaba ponerse como magdalena ahí mismo, pues el hecho de tener a Kagami cerca le hacía temblar de pies a cabeza y no dudaba que en cualquier momento sus piernas se convirtieran en espagueti.

 

Cuando Kagami regreso se quedó en shock. Nunca en los tres, casi cuatro, años de relación con el moreno lo había visto de ese modo, parecía que este no poseyera lagrimales y ahora se encontraba en su puerta escurriendo agua, con una mano estrujando su camisa a la altura del corazón mientras la otra tapaba la boca evitando que los gemidos abandonaran su boca, por su cara corrían dos pequeñas cascadas, los ojos se encontraban rojos e hinchados, era una imagen muy hermosa y tierna de ver. Pasaron varios minutos para que su cerebro regresará a la normalidad, camino hasta él dejándole caer la toalla sobre su cabeza, logrando captar la atención del chico.

–Sécate y sígueme.

Kagami no dijo más, caminó hasta su habitación para abrir la puerta del baño. Aomine lo siguió aún hipando y tratando de controlar las lágrimas.

–Báñate.

El moreno sólo se le quedo viendo. No dijo e hizo nada.

–Aomine a diferencia de ti, no soy un bastardo insensible, entra a ducharte te enfermaras, además no me apetece salir con esta lluvia en busca de un hospital. – Antes de salir agregó. – Toma algo de mi ropa, la tuya ya no está.

La puerta se cerró.

Aomine quedó solo. Las palabras de Kagami fueron puñales para su corazón, sin embargo, lo que más dolió fue el tono empleado para decirlo. Frío, distante, como si no tuviera importancia o valor su presencia. El llanto regresó. Se bañó con calma para tratar de tomar fuerzas para lo que venía, sabía que quizá después de aquello lo perdería.

Cuando salió fue en busca de ropa, pero lo encontrado le impresionó, todo era ropa de Kagami, de la suya ni rastro había, un puñal más, tomó algo cómodo. Antes de salir el reflejo del espejo de cuerpo completo le llamó la atención, aparte de ya ver su semblante de mierda noto que la ropa de su chico le quedaba un tanto grande. Un hecho que no había notado antes, con una pequeña sonrisa salió de la habitación, no obstante, al llegar donde Kagami estaba desapareció.

Con cautela, como si se moviera sobre un campo minado se acercó a Taiga, se detuvo a unos metros de distancia de la cocina, se aferró al respaldo de una silla antes de hacerse notar, ya que sentía sus piernas flaquear.

–Ka-Kagami.

Aomine tuvo que sostenerse de la silla, casi sentía caer al suelo. Kagami había dejado de hacer lo que fuera en la cocina para observar, ese par de rubíes se habían vuelto fríos, calculadores y… había algo más que no podía clasificar o definir.

–Kagami podemos…

–No podemos, usa el sofá o la habitación de huéspedes, después que la lluvia cese te vas.

Se giró en dirección a la habitación, no lo miro, no dijo más. Aomine estaba resuelto a ser escuchado por las buenas o por las malas. Antes de que Kagami diera un paso más, lo tomó de un brazo.

–Espera, Kagami escúchame…

–Suéltame Aomine.

El tono empleado por el pelirrojo lo asustó, era casi el mismo de aquella noche. Estuvo a punto de soltarlo, un escalofrío recorrió su cuerpo al completo, pero con todo eso no lo hizo, como pudo trato que su voz no saliera temblorosa.

–No.

Taiga giró la cabeza para verlo por el rabillo del ojo.

–Kagami hablemos o sólo escúchame por…

El fuerte tirón de parte de este le cortó e incluso hizo que diera un par de pasos atrás, se sentía débil y para rematar, todo comenzaba a dar vueltas.

–Joder que eres persistente, sólo vete a dormir y después te vas, no quiero escucharte.

Las palabras llegaban en susurros, el empujón junto con el cúmulo de sentimientos más la mojada, le estaba pasando factura. Necesitaba un soporte firme, no sentía fuerzas en las piernas, la cabeza le daba vueltas en demasía y le comenzaba a doler.

–¿Aomine?

Daiki comenzó a ver motas negras, sabía que se desmayaría, necesitaba agarrarse de algo para que la caída no le lastimara. Aunque sabía que quizá Kagami ni lo tocaría necesitaba un soporte lo suficientemente duro y firme para poder caer con menos intensidad, ya no importaba hablar sólo quería no lastimar de más su cuerpo.

La oscuridad llegó. No supo más y no le interesaba, sólo quería descansar y algo caliente, se moría de frío.

 

Kagami al ver como Daiki parecía aturdido por el empujó, se quedó quieto para ver qué sucedía con él, parecía que en cualquier momento caería. No se equivocó, el moreno comenzó a desvanecerse.

–¡Daiki!

Afortunadamente logró tomarlo para jalarlo hacia su cuerpo y éste no cayera al piso. Al tenerlo entre sus brazos notó que un pequeño rubor cubría sus mejillas y su respiración era un tanto acelerada. Como pudo pasó su brazo por las piernas morenas para elevarlo, se volvió a sorprender, Aomine no pesaba mucho, de nuevo se sintió como un maldito. Lo depositó en la cama y lo cubrió con las mantas, llamó a Midorima.

–Kagami.

–Buenas Midorima yo…

–¿Qué pasó?

–Aomine está aquí y…

–Dime que no se agarraron a golpes.

–¿Qué? No, llegó empapado, le dije que se diera una baño y cambiara, y… quería hablar, pero yo no y él tomó mi brazo, yo me solté y después se desmayó. Note que tenía  rubor y su respiración es errática…

–Tienes con que tomarle la temperatura.

–Si espera… tiene 38.

–Bien, trata de bajarle la fiebre, has que coma algo, sopa o verduras calientes en cuanto la tormenta se calme iré.

–De acuerdo oye, ¿por qué dijiste…?

–Hace una semana dio a parar al hospital donde estoy dando prácticas y…

–¡¿Qué?!

–No grites, si quieres saber pregúntale y no hagas que se altere, ¿entendido?

–De acuerdo.

Al terminar la llamada observó que Aomine se había quitado las sábanas y la playera se le había subido. Dio una calada de aire grande para caminar al baño por el botiquín, al revisarlo notó que las compresas que solía usar se habían terminado, dejó de lado el estuche para buscar una camiseta viejas para romperla y usarla. Un pedazo lo dobló y metió en un traste que tenía agua fría, lo exprimió y se lo puso. Volvió a poner las sábanas encima y salió a la cocina, al abrir el refrigerador vio que no había nada de lo necesario para hacer sopa, con pesadez salió de casa a comprar, para ese momento la tormenta había disminuido un poco.

Al llegar a la tienda busco rápidamente lo necesario e incluso un poco más, cuando estaba en la fila para pagar sintió un empujón sin mucha fuerza, cuando se giró deseo no haberlo hecho.

Scusa. Oh, tu eres Taiga, Taiga Kagami ¿no?

Kagami no contestó, sabía que si lo hacía de su boca saldrían palabras para nada bonitas.

Scusa, ¿de casualidad sabes algo de Daiki, es que hace un mes que no sé nada de él y estoy preocupada?

–¿Por qué debería saberlo?

–Eres su novio ¿no?

 

*

 

Aomine se sentía tan a gusto que no deseaba salir de la cama, hacía mucho que no dormía tan bien que realmente no quería salirse, además aún tenía mucho sueño. Medio abrió los ojos, notando una mancha rojiza en movimiento cerca de él, parpadeó varias veces para enfocar, cuando lo hizo se dio el parón tan rápido que se mareo, se dio cuenta que se encontraba en una habitación que no era la suya.

–Hey tranquilo. ­

Daiki giró hacia dónde provenía la voz. Se quedó en blanco, Kagami se encontraba saliendo de la ducha.

–¿Cómo te sientes?

No contestó, las gotas que caían por aquel cuerpo lo habían atrapado.

Para Kagami aquella mirada no pasó desapercibida, al voltearse para sacar ropa se dio la libertad de dejar que una sonrisa se formulara en sus labios, quizá tenga una oportunidad para remediar esto. Se cambió ahí mismo. Aomine casi muere. Su chico era realmente atractivo y con aquellas gotas más, sin embargo, recordó lo que hacía en ese lugar, dejó de observar, decidió irse, quizá aún no era el momento. Estaba por levantarse cuando na mano se impidió.

–¿No te levantes?

Aomine se quedó de piedra, su expresión pasó a ser de miedo y eso a Kagami no le gusto.

–Tranquilo no te haré nada, te desmayaste, tienes temperatura y tienes que comer.

–N-no, no tengo hambre.

–Por lo menos tomate el jugo ¿vale?

Sin decir palabra Aomine hizo lo pedido.

–Descansa.

El moreno estaba por replicar cuando Kagami volvió a hablar.

–Cuando te sientas bien hablaremos ahora descansa.

Escuchar aquellas palabras fue como somníferos, el sueño regresó, sus parpados pesaban, se acomodó entre las mantas, las caricias que Kagami al principio le asustaron, pero después comenzaron a adormecerlo.

Aomine cayó en los brazos de Morfeo.

–¿Qué hice contigo Aomine?

 

 

 

Nada violento e duradero; ni el placer ni la pena. Ellos mismos se consumen como el fuego y la pólvora al usarse.

Romeo y Julieta. William Shakespeare.

 

 

Notas finales:

Chan chan chaaan~

Ahora los papeles se invierten. Se que en este capítulo me enfoque más en Aomine y no en Taiga pero va, hay mucho que explicar con respecto a la vida del moreno por lo que a partir de aquí será así o… bueno acepto sugerencia.

Yanne.

:D


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