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Serpiente azul por aries_orion

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Notas del capitulo:

Perdón por tardarme pero me enferme, en fin, espero les guste.

 

Al comenzar el nuevo año escolar, Kagami se encontraba demasiado ansioso, trato de mitigar esas ganas con el baloncesto, pero sólo por poco tiempo. Por alguna razón extrañaba al moreno, más en las noches, muchas veces trató de frenarse como pudo para ir en su búsqueda, pensó que lo vería hasta que nuevamente los torneos comenzarán. Se equivocó. Un mes después la entrenadora les dijo que los quería en la cancha ya cambiados, que habría una sorpresa, todo el equipo se sorprendió, no era para menos, Riko no era de las que precisamente dieran regalos porque sí, siempre había una razón oculta, lo que era para el equipo sufrir el infierno.

 

El día solicitado, todo el equipo rojiblanco se encontraba calentando y en espera de la entrenadora, tan metidos estaban en los posibles infiernos venideros que pudieran padecer cuando escucharon como la puerta del edificio era abierta, decir que se quedaron peor que las gárgolas de las iglesias era poco. Riko venía hablando con Momoi, atrás de ella venía todo el equipo de Tōō.

 

Vale eso sí que era el infierno.

 

Fue el pensamiento de casi todo el equipo ya que Kuroko había sido tacleado y cogido por la peli-rosa

 

Sin embargo, Taiga se encontraba en su mundo. Peleando consigo mismo para frenar sus impulsos y no cometer una metida de pata con cierto peli-azul, tratar de comprender y analizar la amenaza implícita de sus padres, estaba tan metido en su mente que no se dio cuenta que iba directo al poste de la canasta.

 

–¡Kagami-kun detente!

 

El grito de Kuroko lo medio despabilo, pero fue tarde.

­

 

Damnit!  

 

Su rostro dio de lleno con el tubo, el balón de alguna forma evitó que se golpeara también sus partes nobles. ¡Mierda como dolía! Aún sentado en el piso trato de sobarse y evitar que las lágrimas no lo salieran de sus ojos.

 

Nota mental: no jugar cuando se piensa intensamente.

 

–¿Estas bien?

 

–¿Tú crees, me veo bien?

 

–Sé que es una pregunta tonta, pero no es para que te pongas así imbecílismo.

 

Kagami con el insulto supo que no se estaba auto contestado y esa voz junto con el tono se le hacía demasiado conocidos, pero como últimamente ya lo escuchaba hasta por las paredes decidió no prestarle atención y seguir tratando de calmar el dolor en las partes dañadas.

 

–¿No me vas a contestar?

 

Ignóralo. Ignóralo. No es verdad. No lo tienes enfrente, es otro juego de tú mente.

 

Se decía cual mantra así mismo, el dolor poco a poco iba disminuyendo, pero la presión en su pecho iba en aumento.

 

–Mírame.

 

Ignóralo. Ignóralo. No es verdad. No lo tienes enfrente, es otro juego de tú mente.

­

 

–Mírame Kagami.

 

El moreno le tomó de la barbilla para elevar el rostro y poder ver ese par de rubíes que últimamente se habían estado colando en sus pensamientos. Una carcajada tuvo que ser retenida. El rostro que tenía enfrente era de risa, pero era linda y tierna.

 

Kagami tenía una franja un tanto gruesa de rubor que cubría hasta sus orejas y otra muy leve a lo largo, marca del tubo, los ojos cristalizados por la retención de las lágrimas y para rematar un pequeño puchero.

 

Que monada.

 

–¿Aomine?

 

–Ahora sí me haces caso.

 

Kagami parpadeo varias veces para ver lo que se encontraba enfrente.

 

Un chico moreno con un pequeño flequillo cayendo rebelde por su rostro, una sonrisa burlona adornando su rostro y unos ojos tan azules como si fueran una ventana hacia el mar profundo y sus secretos, secretos que guarda muy bien el muy maldito.

 

Los demás sólo se quedaron en shock por la escena montada y protagonizada por sus ases.

 

–¿Q-qu-qué haces aquí? – Pregunto sin pedir que soltara su rostro.

 

–Vine a jugar un juego de práctica con el mejor equipo de Japón, ¿y tú?

 

–Entrenado.

 

Tan absorto estaba en el análisis que hacía del moreno que no se daba cuenta que estaba llevando una conversación absurda como si fuera una normal. Una carcajada en compañía del típico Bakagami logró sacarlo de su ignorancia y de su alrededor. De un manotazo hizo que el peli-azul soltara su agarre para levantarse cual resorte.

­

 

–¡Eres un maldito imbécil!

 

Se giró cual diva en dirección a los vestidores. Kagami a veces podía ser algo dramático sin proponérselo. Avergonzado, frustrado, patético, feliz y emocionado se fue a cambiar, después de analizar las estúpidas preguntas y dar un recorrido por el rabillo de los ojos por la cancha entendió que tenía que ponerse el uniforme. Algo aturdido por las sensaciones, el golpe y el levantón tan brusco que dio se sentía mareado, se agarró del marco de la puerta, pues realmente le daba todo vueltas. Sintió una mano, rozar su cadera por detrás para después agarrarlo de un costado mientras era jalado hacia la derecha, para chocar con un cuerpo duro. Al levantar la mirada se topó con los mismos ojos que le recordaban al mar.

 

–Vamos.

 

–Aomin…

 

–Calla y guíame, necesito hablar contigo antes de jugar.

 

Kagami cerró la boca y lo guío sin pedir que lo soltara. Caminaron sin darse cuenta que a sus espaldas dejaban a dos equipos con la boca abierta. Al llegar lo primero que hizo fue sentarse, Aomine le tendió una botella de agua para sentarse en el suelo quedando enfrente de él.

 

–¿Por qué no me has buscado? – El pelirrojo dejó de beber. – Pensé que me buscarías para jugar.

 

Kagami en ese momento quería que la tierra se abriese y se lo tragase. Él sufriendo por su deseo de búsqueda y este viene y le reclama porque no lo hizo.

 

El mar aunque demuestra una cosa, hace otra.

 

–Pensé que sería imprudente d…

 

–¿Imprudente? ¿En serio?

 

–Bueno yo…

 

–Olvídalo. Al terminar el juego vamos a tú casa.

 

–¿Mi casa, para qué o qué?

 

Aomine le miró con fastidio y un tanto brusco le contestó. –Cenar.

 

–¿Cenar? – Un asentimiento de parte del moreno fue lo dio como respuesta. Estaba a punto de volver a preguntar, cuando, como si de iluminación divina se tratara entendió, Aomine quería que le cocinara. Un tanto sorprendido aceptó lo pedido, además con eso tenía la justificación perfecta para pedirle que le recitara o contara algo.

 

El juego que se supone era de práctica-entrenamiento se lo llevaron los ases de cada equipo, ese par estaba en su mundo, donde sólo existían ellos dos, dos adversarios feroces, pero amistosos. Al término del segundo cuarto ambos fueron golpeados y reprendidos por sus respectivos equipos, si tanto quieren jugar solos háganlo cuando no estén rodeados por nosotros. A regañadientes aceptaron, además los chicos tenían razón podían enfrentarse y ser tan bestiales cuanto quisieran cuando se enfrentaran, sin reglas ni estorbos. El juego quedó empatado.

 

Al término de todo, ambos chicos, como habían acordado fueron a comprar las cosas necesarias para la cena. Taiga se encontraba tan ansioso y feliz que ni cuenta se dio que era examinado por su compañero. Al llegar Aomine se quedó perplejo, el departamento del pelirrojo era demasiado espacioso, la cocina era un tanto enorme, ya que era americana y la sala ni se diga, si así estaban esas estancias no quería ni imaginar lo enorme de las habitaciones o los baños.

 

–Aomine me meteré a bañar y en seguida cocino, siéntete como en tu casa.

 

El peli-azul sólo asintió, se dirigió al sofá y prendió el televisor. Ni cuenta se dio del tiempo transcurrido pues la película logró atraparlo.

 

–Aomine si quieres tomar una ducha, adelante.

 

Fue escuchado, pero no deseaba perder el hilo de la trama, además sabía que se tardaría mínimo una hora en hacer de comer.

 

La película terminó y se ducho, cuando salió la cena apenas estaba lista.

 

Curry fue lo preparado, Aomine repitió tres veces más, Taiga ni se diga. Hablaron de todo y a la vez de nada, a veces discutían, pero cuando parecía que estaban a punto de golpearse reían y seguían, se pasaron correos y números telefónicos, se dieron el pase para ir a buscar al otro a la escuela si deseaban jugar. Antes de que Aomine abandonara la casa del pelirrojo este le pidió que le recitara. Sentados en el sofá el peli-azul comenzó.

 

 

Yo que abrigo venganza insaciable,

que el encono mi pecho desgarra

¡cómo envidio del buitre la garra

cuyo oficio es herir y matar!

Cuando él halla la presa que busca

se encarniza con ella rabioso;

si yo buitre naciera espantoso,

mi venganza me hiciera inmortal.

 

Me engañó con fingidos halagos

la mujer que adoré con ternura;

no mirara, cual hoy, su hermosura

estrechada de aleve rival.

Pues sobre ellos veloz me lanzara

esgrimiendo mis uñas gozoso.

Si yo buitre naciera espantoso,

me venganza me hiciera inmortal.

 

Al ingrato que paga en traiciones

beneficios de cándido amigo,

que le da el alimento y abrigo

contra el soplo de suerte mortal,

su alma negra impaciente arrancara

en su cuerpo cebándome ansioso.

Si yo buitre naciera espantoso,

mi venganza me hiciera inmortal. […]

 

–Perturbador, pero bonito ¿de quién es?

 

– Ignacio Rodríguez Galván, mexicano, pero aún no acaba.

 

–¿Por qué no sigues?

 

–Es largo y casi no me lo sé, además no tarda en pasar el último tren.

 

–Oh. – El pelirrojo se desilusiono, quería seguir escuchándolo más.

 

Aomine lo notó en el tono del chico por lo que se apresuró a contestar. –Cuando nos volvamos a ver lo termino, ¿vale?

 

–De acuerdo.

 

Con promesa en mano ambos se despidieron.

 

En las siguientes semanas quedaron para jugar. No obstante, sin darse cuenta sus salidas de básquet pasaron a ser encuentros en diversos lugares, cine, plazas, miradores, parques, eventos culturales e incluso ferias, donde en una ocasión, Aomine le regalo a Taiga un peluche de un lobo plateado con negro, el cual fue ganado en el puesto de tiro. Sonrojado y cohibido por el tipo de miradas posadas en su persona, Kagami aceptó el regalo.

 

Regalo que yace en su cama como adorno.

 

Todo como si fueran amigos, al parecer de ambos, pero para el exterior, una linda pareja. Sin embargo, en una salida para abastecer su alacena, Taiga vio al as de Tōō caminando al lado de una chica, que claramente no era Momoi. No le gusto. Sintió como el alma se le iba a los pies en conjunto con la sangre, su pecho se oprimió. Aomine le había mentido, le dijo que su madre necesitaba ayuda con ciertas cosas en casa y que por eso no podría ir con él y lo veía ahí, tan bien acompañado.

 

Desilusión, tristeza y enojo explotaron y recorrieron su ser.

 

Regresó a casa, pero el apetito ya no estaba.

 

Al día siguiente todos notaron que el pelirrojo se encontraba decaído, decidieron dejarlo estar y no perturbarlo, claro está que lo vigilaron ya que no querían que el chico se lastimara como la última vez. Además tenía cierta libertad, pues el torneo de invierno ya había acabado, dejando a Seirin como el ganador de una terrible guerra entre los equipos pertenecientes a la generación de los milagros, batallas bestiales y sangrientas fue lo que se vio y vivió, donde Seirin salió invicto.

 

Dejando de lado eso, el pelirrojo se encontraba preparando la cena del día, estaba agotado física y mentalmente, más mental por culpa de un peli-azul dueño de unos ojos de mar, cuando el timbre sonó, algo disgustado fue a ver de quien se trataba.

 

–Yo Kagami.

 

Tiene que ser una broma.

 

Varios minutos pasaron en los que el pelirrojo se quedó inmóvil frente al moreno.

 

–¿Me dejarás pasar o qué?

 

–No. –  Le cerró la puerta en la cara.

 

El timbre volvió a sonar, hastiado y borde le abrió.

 

–¿Qué?

 

–¿Qué diantres te pasa?

 

Kagami dio un suspiro largo y hondo para no cometer una imprudencia.

 

–Nada. ¿Qué quieres?

 

–Cenar.

­

 

–¿Cenar?

 

– Sí cenar, bueno que tú cocines y me alimentes. – La típica sonrisa burlona apareció. Kagami explotó.

 

– ¡¿Qué te haga de cenar, qué te alimente?! ¡¿Pero quién diantres te crees tú que soy?! ¡¿Tú criada?! ¡¿Tú novia?!

 

El moreno fue sacado de su zona de confort por tremendos gritos y lo que estos contenían, además hasta el momento no había visto a Kagami en ese estado.

 

–O-oi...

 

–Por qué no vas y le pides a la zorra esa que te haga de comer porque yo no lo haré más. ¡Maldito mentiroso, doble cara, hijo de puta!

 

¡Pum!

 

Nuevamente la puerta fue azotada con más fuerza en su cara.

 

El moreno estaba tan sorprendido que no pudo ni preguntar, los gritos y las palabras de Kagami resonaban en su cerebro como si aún le estuviera gritando. Aturdido y sin comprender dio media vuelta y se fue.

 

Mientras, detrás de la puerta, un pelirrojo trataba de recuperar el aliento, después cayó en cuenta de que le había reclamado como si fuera una novia traicionada cuando en realidad eran amigos y… hombres. Lo que no quería que pasara pasó. Metió las cuatro y hasta el fondo.

 

Después de eso le rehuyó al moreno cual ladrón a la policía. No contesto mensajes ni llamadas, los toques a su puerta que al principio eran cada día e insistentes, pasaron a ser cada dos por tres y no tan desesperados. Para su desgracia quedaban sólo dos semanas y estarían de vacaciones, así sería más difícil esconderse del moreno. Ni siquiera sé el porqué. Durante esos días analizó todo lo vivido con el peli-azul dando como resultado tres cosa:

 

1.- Era un maldito bastardo, pero lindo.

2.- Le gustaba estar con él.

3.- Feo no era.

 

Sí. Oficialmente estaba perdido.

 

Los primeros días de vacaciones decidió dejarlo estar, pasado el tiempo buscar al moreno y pedir perdón por su comportamiento. Caminando por el centro metido en su mundo y a la vez comiendo una barra de chocolate, sintió como si alguien le hablara, salió de su letargo buscando a la persona de la cual provenía la voz, deseó no haberlo hecho, en la acera de enfrente Aomine caminaba al lado de una chica totalmente diferente de la anterior, mientras esta iba enganchada del brazo del chico y este no hacía nada para quitársela.

 

Vale relájate, no es nada. Nada y… ¡Se están besando!

 

El pelirrojo nuevamente sintió que su mundo se detenía, la sangre se le heló, su pecho se comprimió, en su estómago apareció aquel vacío nuevamente. La barra sostenida por su mano cayó al suelo, se quedó congelado en el lugar observando como la chica se devoraba la boca de su moreno hasta que estos salieron de su rango de visión. No supo cuánto tiempo estuvo ahí después  de eso. No salió del shock hasta que un tirón en su manga junto con una vocecilla que le preguntaba algo le regreso al mundo real.

 

–¿Oni-chan está bien?

 

–¿Eh? Sí. – Contestación escueta fue lo que obtuvo el interlocutor de aquella pregunta.

 

–No deberías mentir oni-chan, mamá dice que es malo mentir.

 

Entonces sí, Taiga volteó a ver a la persona preguntona. No era una persona sino una personita, un niño de unos seis u ocho años, cabellos castaños y unas gemas zafiro como ojos. Sonrió.

 

–¿Por qué dices que miento pequeño? – Le dio una pequeña sonrisa forzada.

 

–¿Por qué pareces triste y estás llorando?

 

El pelirrojo se llevó una mano hacia sus mejillas confirmando lo que el pequeño le decía. ¿En qué momento comencé a llorar y por qué lloro? La imagen de Daiki besándose con aquella chica vino a su mente.

 

–No es nada pequeño.

 

El niño entrecerró los ojos.

 

–No deberías mentir, – Taiga se sorprendió, – pero bueno, mamá dice que la tristeza se va con helado o chocolate caliente, cuando estoy triste mamá me da chocolate caliente, dice que el dulce endulza la tristeza. ¿Quieres tomar chocolate?

 

Taiga estaba sorprendió y enternecido por el pequeño.

 

–No suena mal lo que tú mamá dice.

 

–¿Verdad? – El niño soltó una pequeña risilla.

 

–¿Cuál es tu nombre pequeño?

 

–No soy pequeño tengo siete y me llamo Orión.

 

–¿Orión? Extraño nombre…

 

–No, no lo es, es el nombre de una constelación, a mamá y papá les gustan mucho las estrellas.

 

–Ya veo. – El pequeño volvió a soltar una pequeña risilla por la cara de su oni-chan. – ¿Tú mamá dónde está Orión?

 

–En la tienda de ahí comprando chocolate. – El pequeño apuntaba la tienda a su derecha. – Sabías que en esa tienda encuentras chocolate de todos sabores, colores, formas y lugares, es realmente genial y casi siempre está algo llena.

 

–Valla.

 

–¡Orión, vamos!

 

–Es mamá, nos vemos oni-chan… ¡Ah! Recuerda oni-chan no es bueno mentir y el chocolate es dulce tristeza. – El niño corrió al lado de su madre y antes de partir se giró con mano alzada dándole el adiós definitivo.

 

Taiga aún seguía sorprendió y enternecido por la charla con el pequeño Orión.

 

–Mentir mal y chocolate dulce tristeza ¿eh?

 

La sonrisa triste hizo nuevamente su aparición junto con las lágrimas. Se puso en marcha para su hogar. A los pocos pasos comenzó a nevar.

 

Después de aquello hizo caso a la sugerencia de Orión, se compró varias cajas para hacer chocolate y leche. Con taza en mano, un poncho cubriendo su cuerpo se puso delante de la televisión para un maratón de películas cursi hizo de su encierro ameno. No quería seguir pensando en su sentir hacia el peli-azul, su móvil lo apago, la computadora ni la tocó. Una semana después sus padres llamaron para infórmale que su vuelo hacia U.S.A. saldría en tres días y ellos lo irían a recoger al aeropuerto, las causas no las escucho, quizá alejarme de aquí entienda lo que me pasa.

 

Acepto.

 

No dijo nada a nadie de su partida, sólo a su portero, pero pidiéndole que si alguien iba a preguntar por él, que no comentará nada de su viaje, el señor aceptó y le deseó buen viaje.

 

Durante su estadía en su hogar pensó y analizó casi todo el tiempo, lo que sus padres le pidieran hacer lo hacía por inercia. Ausente y pensativo estaba casi todo el tiempo. Sus padres lo notaron, pero lo dejaron estar. Dos semanas antes del término de las vacaciones Kagami se dirigió a la playa, estaciono su Jeep, regalo de navidad, saco su tabla y una mochila. Sentado bajo una sombrilla, su mente iba y venía como el vaivén de las olas. Un par de chicas habían parado a unos cuantos pasos de él, su conversación llegó a sus oídos.

 

–Pero es que no entiendo qué me pasa, me molesta que esté con otras chicas, quiero estar con él, me divierto a su lado y cuando no lo veo o lo escucho deseo buscarlo o llamarlo.

 

–Amiga déjame decirte que estas celosa y enamorada. Le quieres chica.

 

–Pero… ¿Amor?

 

–Quizá se dé con el tiempo, pero ya tienes los primeros síntomas. Te gusta y estás celosa… – Las chicas se alejaron.

 

Taiga se quedó en shock total, ante la similitud de su caso con el de aquella chica, ósea que me gusta… un hombre me gusta, ¿Aomine me gusta? Con un sinfín de preguntas sin respuestas decidió internarse en el mar, quizá surfeando encuentre la respuesta. Se la pasó casi todo el día en el mar, sólo salió para comprar algo de comer y de vez en cuando para revisar el celular e hidratarse, desde el mar volteaba para ver si sus cosas seguían ahí, lo bueno fue que enterró llaves y cartera en la arena.

 

Resignado por no dar con la respuesta decidió montar la última ola, que para su suerte, era bastante grande. A la mitad de la ola acarició las aguas, observando el pequeño espectáculo hecho por él, le llegó la iluminación de Poseidón. Me gusta Aomine, qu-q-quiero a Aomine. Tan consternado estaba que a duras penas logró terminar la ola, pero la suerte no estaba de su lado, se cayó de la tabla, durante la caída su cabeza rozó con varias piedras, haciéndose una herida a la mitad de la frente del lado izquierdo. Unos salvavidas se aproximaron a él para ver si no se había lastimado, le dijeron que la herida quizá necesitaría puntos, algo perdido, no por la caída sino por lo descubierto, los siguió hasta la carpa médica. Necesito seis puntos.

 

Las dos semanas restantes se la paso dudando, rebatiendo y justificando a lo idiota la conclusión que llegó durante aquella ola. Sin embargo, se sabe que el mar es indiscutible como el amor, por lo que terminó rindiéndose de la absurda discusión consigo mismo.

 

Durante el vuelo de regreso volvió a ser cavilaciones.

 

Aunque había aceptado, a regañadientes, y entendiendo sus sentimientos hacia cierto jugador animal de básquet, no podía decir nada, sabía que el jugador prefería al sexo delicado. Estar a su lado fingiendo y ocultando eso realmente iba a ser el infierno. Pues él, no era muy bueno ocultando cosas, ni el mentir se le daba.

 

Y ahí estaba.

 

El primer día de clases. En la entrada de Tōō. Esperando a que saliera el peli-azul para pedir perdón. Sin embargo, el muy maldito se veía tan guapo, el uniforme dejaba visualizar el cuerpo forjado por el deporte, con el pelo un poco más largo, su típica sonrisa sínica, sus ojos cual mar profundo, los cuales se han posado en su persona para después darle una sonrisa, de aquellas dadas en el verano pasado.

 

¡Oh sí! Eso iba a ser el paraíso.

 

Aomine llegó a su lado y lo abrazó.

 

¡Oh santa mierda maldita!... Esto será el puto infierno.

 

 

 

Es mejor ser rey de tus silencios que esclavo de tus palabras.

William Shakespeare

 

 

Notas finales:

Hasta la próxima.  XD


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