Cerró los ojos tan fuerte que por un momento la cabeza le punzó de dolor. Ignorándola, se perdió en sus pensamientos.
"Esto no es real, esto no es real, oh joder, mierda, Alá, Buda, Ra, Dios, ¡Satán! Esto no está pasando".
Sin embargo, al abrir los ojos se dio cuenta que sí, demonios, sí estaba pasando y esa cosa a su lado, desnudo, con el pene flácido coronado por un preservativo que nadie se molestó en retirar y profundamente dormido, era Heero Yuy en todo su masculino y sexy esplendor.
—Oh mierda, no tengas una erección ahora —pensó Duo con morboso pesar mientras intentaba recordar qué había sucedido por la noche.
Recordaba la fiesta, el licor, Heero demasiado sexy como siempre, él demasiado pegajoso con Heero sólo porque sí y entonces… y entonces el culo le dolía un carajo a la mañana siguiente.
Alguien debería devolverle las siete horas que tenía pérdidas porque algo le decía, muy en el interior, que fue algo épico. Teniendo en cuenta, claro, la abolladura en la puerta, la lámpara de noche rota, las marcas de la cabecera en la pared y sus múltiples moratones en el cuerpo. No estaba seguro si follaron o intentaron matarse. Cuando giró un poco el cuerpo para buscar una posición más cómoda en la cama, un pinchazo agudo le atravesó la espalda baja y supuso que Heero, en definitiva, intentó matarle.
Con una nueva mirada a la entrepierna del chico durmiente entendió un poco su dolor. Apartó la mirada, abochornado y decidió que era el mejor momento para salir corriendo y rezar para poner tierra —cielo y agua de ser preciso también— entre ellos.
No alcanzó a poner los pies en el suelo cuando un par de brazos le regresaron de golpe a la cama y eso sobre su cuerpo era un muy despierto —y muy desnudo— Heero Yuy, quien le observaba con esos ojos azul cobalto. Aunque observar no era la mejor forma de describirlo. Atravesarle quizás se acercaría más.
—¿Buenos… días? —balbuceó sin razón aparente intentando no pensar que lo que se restregaba contra su pierna era la erección mañanera del castaño.
Por respuesta obtuvo un par de manos descendiendo desde sus hombros hasta su pecho, pasando por su espalda y continuando el camino hasta su trasero, que masajeó con firme rudeza.
—Muy buen día, sí —más que escuchar su voz, la sintió vibrar en la piel mientras su lengua recorría su cuello, su pecho, haciendo hincapié en las marcas que ya tenía, como si quisiera asegurarse que no se borrarían en un largo tiempo—. Pero se puede poner mejor —agregó de tal forma que esta vez sin duda lo que vibró fue su pene, ya bastante despierto.
De nueva cuenta sintió que Heero se restregaba contra su pierna, bien duro y dispuesto para lo que seguía.
La enorme sonrisa que se instaló en sus labios fue imposible de ocultar al sentir que tenía un condón nuevo y lubricado. Esta vez se aseguraría de no olvidar.
Ignoren esto pero.... son 500 palabras exactas puto AY, ¡Déjame publicar!