Latidos silenciosos por urahara

Las cosas empezaban a solucionarse, Mateo por fin podría graduarse, Lucas cada día parecía más animado, iba más seguido a visitar a Julia, e incluso José y yo parecíamos más cercanos; parecía que yo era el único disconforme con la situación. Mateo no me dirigía ni una mirada, tampoco volvió a su castigo, parecía como si esos últimos días que pase con él nunca hubieran existido. Me consolaba que cada vez que pasaba veía como sostenía los papeles que le había entregado aquel día lunes y que en su cuello seguía la bandita que le puse, o tal vez se había puesto otra, no lo sé.
Lo extrañaba, ¿para qué negarlo?, extrañaba hablar con él, extrañaba su sonrisa, ¡como extrañaba su sonrisa!, extrañaba que yo fuera la razón de esta. Verlo era lo único que podía hacer, lo veía en los corredores, saliendo de la habitación de Lucas, de vez en cuando me carcomían los celos al verlo charlar con José; e incluso una vez lo vi en la biblioteca:_ estaba correctamente sentado en una de las amplias mesas, en un silencio interrumpido solo por el irritante sonido de un estudiante golpeando su lápiz contra la mesa. Mateo releía otra vez los papeles de la beca, y rellenaba otro que parecía ser el formulario, veía como achinaba los ojos y se acercaba para poder leer la minúscula letra con la que lo había impreso, y después de un tiempo, rendido, de sus bolsillos saco unos lentes, eran simples: rectangulares y con un toque se azul en el marco; pero lo hacían ver tan lindo, el aumento de los lentes hacia ver más grandes sus lindos ojos, si antes no era la cosa más adorable, ahora lo era. Me pare a pensar que seguramente era el único que podía encontrar a Mateo alguien adorable, pero eso no paso de un pensamiento, no hice notar mi presencia, ni le fui hablar, solo di media vuelta y me aleje sabiendo que lo había ayudado y deseando ver a Mateo con lentes más seguido porque si no podía ver su sonrisa, debía conformarme con sus hermosos ojos zafiro, que ya habían recuperado algo de su brillo natural.
Entre a la sala seguido de Lucas que volvía a clases ese día y vi como saludaba efusivamente con la mano a Mateo, quien lo había ido a visitar todos los días sin falta y que ahora se encontraba sentado en su puesto de siempre, y le guiño un ojos a Lucas como saludo.
Espere a que todos se sentaran y guardaran silencio para empezar con la clase:
-¡Buenos días alumnos!- salude contento, y gracias a mi repentino cambio de humor, mi clase se dividió en alumnos aliviados, otros confundidos y otros que aun me miraban con rencor por la prueba de la semana pasada, de todas formas comencé con mi clase con buen humor, que si les soy sincero era fingido.
Mire al reloj en mi muñeca y suspire aliviado –muy bien alumnos, ya casi es hora de irse, pero antes, les tengo malas noticias, lamentablemente he perdido los exámenes- dije, y el salón fue inundado por un suspiro colectivo. Claro que no había perdido las pruebas, nunca cometería un acto tan irresponsable, pero no me parecía justo haber hecho una prueba sorpresa.
Finalmente la campana sonó y vi como mis alumnos se retiraban a recreo, hasta que por mi lado paso Mateo mientras me susurraba, “Gabi, eres un asco mintiendo”, y entonces salió con Lucas a su derecha y los papeles de la beca en la mano izquierda.
Salí de la sala, después de un rato de quedarme en el mismo sitio por unos segundos como idiota. Haber escuchado la voz de Mateo después de tanto tiempo, o al menos así me pareció a mí, me hizo desear escuchar más, y sin meditarlo más salí a buscarlo.
Me dirigí a el patio de recreo donde pude ver a Mateo y Lucas paseando por el área verde del colegio, llamada así porque estaba administrada por el club de jardinería; se veía que lo pasaban bien, y entonces cuando comencé a caminar hacia ellos después de haber tomado el valor de unirme a la conversación se escucho un grito dirigido a mi ángel:
-¡Oye! ¡marica! ¿Por qué no vienes y me la chupas?-