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Latidos silenciosos por urahara

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Notas del capitulo:

Ok, aquí les dejo el capítulo, no se enojen por no haber publicado el finde pasado, este capítulo me costó bastante y nisiquiera me siento conforme con él, así que lo más probable es que lo edite o que lo borre y publique otro, no lo sé, diganme si les gusta.
Lo siento, los que leyeron las notas del cap anterior sabrán que estoy pasando por un bloqueo.
bueno, aquí va, lean...

Le dedique una sonrisa a Mateo desde el pizarrón de mi salón, él estaba en ese banco que solía usar en sus castigos, con un lápiz en mano y varios cuadernos esparcidos por la mesa.
Ayer todo había quedado solucionado, todo parecía estar bien, el ambiente parecía tranquilo, como si nunca hubiera pasado nada “¿pelea? ¿qué pelea?” pensé divertido mientras veía a Mateo jugaba con un lápiz. Podía estar junto a él, y él me quería, claro que no de la forma que yo hubiera deseado, pero pensaba que podía conformarme con eso.
Ahora, después de clase, como cuando comenzamos a conocernos realmente, nos reuníamos en mi salón, pero esta vez no como un castigo, sino que por mutuo acuerdo, para estudiar.
-Mateo, préstame un segundo tus apuntes- le pedí a mi alumno mientras levantaba de su mesa el cuaderno que en una esquina decía “Matemáticas”, pero antes de que pudiera abrirlo él me lo arrebato de las manos y lo estrecho contra su pecho con violencia.
-no, no puedes verlo-me dijo frunciendo el ceño.
-¿Por qué? Ni que fuera tu diario- dije adoptando su tono burlón y una vez más le arrebate el cuaderno, con algo de curiosidad, pero al abrirlo Mateo nuevamente me sorprendió: ese no era un cuaderno de matemáticas, o al menos no lo parecía, parecía más bien un cuaderno de arte, en él se podía apreciar desde dibujos de flores, paisajes y retratos hasta extrañas tiras humorísticas, la mayoría representando una graciosa muerte del profesor de cálculo.
En ese momento me debatí entre reír o fruncir el ceño, así que hice ambos, formando una extraña mueca que también hizo reír a Mateo.
-¿Qué se supone que es esto?- dije, más por curiosidad que para regañarlo. Señalé un dibujo en el que se veía el al pobre y anciano profesor Ramírez siendo sumergido en una clase de pozo.
-es lava- respondió entre risas, pero se notaba avergonzado.
-Dios Santo, ¿no tienes nada mejor que hacer en clases que matar a tu profesor de forma indirecta?
-no solo eso dibujo- fingió indignación- también hago retratos- me mostró un retrato de su profesor revisando exámenes. Corrí la página y había un retrato de un compañero de curso, Daniel, en la siguiente estaba Diego, luego Cristian, después Vicente, Esteban, Leonardo, y muchos más, seguí volteando cada página viendo dibujo tras dibujo, cada uno de una persona diferente y en diferentes posiciones, hasta que algo llamo mi atención: en una hoja se veía a un hombre de ojos grandes, cabello un poco largo y la barba un tanto descuidada, era yo, un retrato mío. En el papel se veía con perfecto detalle como mi cabello caía sobre mi rostro adormecido mientras recostaba parte de mi cuerpo en el escritorio, una actitud normal un lunes en la mañana, pero que al estar inmortalizado por las manos de Mateo le daba un toque artístico, único, como lo que pasaba cada vez que estaba junto a él: creaba algo especial de las cosas más simples.
-¿Qué ves? ¿encontraste a don Ramírez siendo devorado por cocodrilos?- preguntó desde su puesto. Yo le mostré lo que estaba admirando. Él pareció sorprendido en un principio, pero después simplemente dijo:
- Puedes conservarlo, si quieres- tomo el cuaderno yme regalo, junto a una de sus bellas sonrisas, el papel que había arrancado.
-gracias- respondí y lo guarde en un bolsillo de mi pantalón.
Para dejar de sumergirme en esos ojos azules, seguí con mi “clase”, desde ese día habían comenzado las clases particulares de matemáticas de Mateo.
-Muy bien, como no tienes apuntes comenzaremos desde el principio. Primero repasaremos ecuaciones, luego iremos evolucionando a ecuaciones fraccionarias, de factorización, cuadráticas, logarítmicas, hasta llegar a las de segundo grado. Y cuando terminemos con ecuaciones comenzaremos con geometría ¿vale?-
-vale, pero te aviso que entendí la mitad de lo que dijiste- “esto no será fácil” pensé, di un gran suspiro y armado de paciencia comencé con un ejemplo fácil.
Ya iba a la mitad de mi explicación cuando note como Mateo parecía cada vez más concentrado en su cuaderno, y no estaba tomando apuntes precisamente, ¡estaba dibujando! Tal vez era mejor cambiar el método de estudio.
-muy bien clase- dije comencé a actuar emocionado, haciendo que mi ángel se extrañara, y comencé a escribir un nuevo ejercicio en la pizarra- necesito a un voluntario para resolver este problema ¿Algún voluntario? Que levante la mano ¿nadie? Entonces yo lo elegiré. A ver… Mateo, pasa adelante- él solo rió y me siguió la corriente hasta llegar al pizarrón mirándolo con una mueca que decía “¿Qué es esto y por qué se supone que debo entenderlo?” y luego me miro pidiendo auxilio.
-vamos, no te angusties, estoy aquí para enseñarte-me miro agradecido- lo que debemos hacer siempre en una ecuación es despejar la x… - y así siguió la “clase”, entre bromas risas, esfuerzo, descanso y alguno que otro dibujo de Mateo.
Por fin llego la noche y con ella un merecido descanso. Mateo se paró frente a mí y con su descaro habitual me dijo:
-me invitaras algo de comer- sentencio dedicándome una hermosa, preciosa, deslumbrante y ¡angelical sonrisa! No le podía decir que no a esa sonrisa.
-claro, mi señor.- dije haciendo una reverencia, fingiendo ser su mayordomo, aunque eso no era muy lejano a la realidad, yo podría ser su sirviente si el así lo quisiese- el menú de hoy es pudin de vainilla. Acompáñeme a la cafetería, por favor- Él salió corriendo y pude vislumbrar ese toque de inocencia en su mirada, esa inocencia que a veces salía a la luz, como una consecuencia de perder la niñez demasiado pronto.
Lo seguí como quien sigue a una sirena, embelesado, dispuesto a ahogarme antes de dejarlo ir.
Antes de que me diera cuenta estaba engullendo un postre seguido de otro y otro.
“no es bueno seguir con esta extraña dieta de atragantarse con postres en la noche” pensé mientras iba por el segundo pudin, y Mateo, a diferencia de mí, conservaba su dignidad recién empezando con su primer postre.
Mateo parecía más pensativo de lo normal, revolvía con insistencia el interior del frasco, pero en ningún momento se llevaba la cuchara a la boca.
-Gabriel, ¿crees que pueda ganar esa beca? Es decir, si logro subir mis notas ¿podría llegar a ganar un concurso literario?
-no dudes de tus habilidades, Mateo. He leído tus trabajos de lengua, me gustaron mucho… especialmente uno ¿cómo se llamaba? Algo de ángeles.
-ángeles sin un cielo- dijo algo sonrojado y apartando la mirada.
-¡ese! me encanto, era tan lindo. Entonces supe que tenías talento.
-pero, aun así, si fallo…- su inseguridad empezaba a notarse y su debilidad volvía a hacerse visible para mí. Supe que no podría convencerlo de su talento, así que lo tome suavemente de los hombros y le dije:
-si no funciona, postularemos a otra beca- lo abrace con confianza y frote su espalda con cariño- todo saldrá bien. Iras a la universidad, seguirás con tu vida y arreglaremos las cosas, ¿vale?- él asintió con la cabeza.
-¿y si vas conmigo?- susurro, tal vez pensando que no lo oiría, pero lo hice.
-¿Qué…?- pregunte extrañado y sorprendido.
-nada… ¿Cómo es que eres tan bueno en matemáticas, Gabi?- preguntó mi ángel, supongo que tratando de cambiar bruscamente de tema, o tal vez adentrarse en el mismo de otra forma.
-¿Y cómo es que tú eres tan malo?- reí.
-sí, lo admito, no soy malo, soy pésimo en matemáticas, pero no es como si fuera a estudiar algo relacionado con ellas; en cambio tú si podrías…-
-las matemáticas siempre serán necesarias en tu vida diaria, Mateo- respondí, con el afán de evitar esa conversación.
-no evadas las preguntas, Gabi-dijo bastante serio- ¿Qué habría sido de tu futuro si no lo ocultaras? Ya sabes ¿habrías ido a la universidad o algo?- nunca dejara de sorprenderme lo directo que puede llegar a ser Mateo.
-no me gusta pensar en eso- confesé- nunca es bueno pensar en lo que pudo haber sido-
-pero aún puede ser…-
Mateo, basta- subí el tono de voz- soy feliz como sacerdote, no necesito ser… - callé de inmediato
-¿ser qué?- dijo con una de sus sonrisas burlonas- vamos, dime- yo negué. Él me miro con un puchero- yo sí confío en ti- “¡eso es manipulación!”, di un largo suspiro y respodí:
-siempre quise ser profesor así que está bien, soy feliz-
-pero no de religión ¿verdad?, sino de matemáticas- afirmó y tenía razón ¿Cómo hacía eso? yo siempre estaba tan desesperado intentando entender a Mateo y él me lograba leer tan fácilmente, era tan frustrante.
-¿Cómo puedes estar tan seguro?-
-Eres muy obvio, ¿sabías que se te iluminan los ojos al hablar de ecuaciones?- se burló, pero a mí no me pareció gracioso. Su risa se torno nerviosa hasta que se detuvo y agacho avergonzado la cabeza guardando silencio por un momento, supongo que buscando las palabras correctas para explicarse - ¿Sabes?, podríamos ir juntos a la universidad, -dijo de repente- con el dinero que has ahorrado como profesor de religión, podrías pagar la carrera y si ese dinero no te alcanzara podríamos compartir piso. Nos ayudaríamos mutuamente.
-no digas idioteces, Mateo, tú ya deberías entender por qué hago esto-no quise mirarlo a la cara. Mi conciencia no paraba de gritarme: “cobarde, cobarde, cobarde…”
- ¡es que no lo entiendo!, tienes la oportunidad de hacer lo que desees, tu vocación, pero no lo harás por lo que dice la gente- desvié la mirada de el pote de pudin y mire a Mateo, se veía decepcionado, pero yo nada podía hacer, él debía acostumbrarse a mi cobardía.
- Además no podría, necesito el dinero para mi madre y todo el resto de mis pertenencias le pertenecen a la iglesia, los sacerdotes no tenemos bienes materiales.
Mateo asintió, su rostro que hace unos momentos era tan alegre ahora mostraba cansancio. Paso un tiempo en silencio, ¿por qué ese momento se había vuelto tan tenso si la tarde había sido tan relajada? yo seguía comiendo y él solo miraba su cuchara, pensativo, hasta que de repente hablo:
-Ella debe ser muy importante para ti- yo lo mire sin entender- tu madre. Si haces esto por ella-
-pues claro que lo es- dije y de inmediato me arrepentí al recordar la relación que tenía Mateo con su madre.
-entonces deberías visitarla- supongo que trato de cambiar de tema a algo más trivial.
-tengo pensado hacerlo pronto pero aún no he fijado una fecha, tal vez en algunos meses más…
-¿Por qué no este fin de semana?
-bueno…- no supe que responder.
-te da miedo dejarnos solos ¿verdad?, juraste protegernos y no quieres que lo del otro día vuelva a pasar; pero no debes preocuparte, nunca necesite a alguien que me protegiera, siempre me valí por mí mismo y así me gusta.
-tal vez sí necesitaste a alguien que te protegiera, pero no lo tuviste- él guardo silencio y luego fingió no haber escuchado eso.
-yo cuidare a Lucas, no te preocupes.
-sería un viaje largo, tendría que ausentarme una semana- realmente una parte de mi quería gritarle que no me dejara ir, quería remendar las cosas con él, quería llegar a entenderlo.
-estaremos bien- dijo y acaricio mi mejilla, esto me sorprendió pero no moví ni un cabello-¿Gabi? ¿lo haras?
-no lo sé...-
-¿a qué le temes?
-nada, solo…- no pude terminar esa oración y entonces cambie de tema- ¿terminaste de comer? Te llevo a tu habitación- me pare de la mesa y espere a que Mateo hiciera lo mismo, pero no se movió, sólo me miro desde su asiento, penetrándome nuevamente con esos ojos azules. Finalmente se levantó y camino con una tortuosa lentitud hasta llegar a mí.
-no sé si ayer te quedo claro, pero te perdono, no me debes nada, ni a mí ni a nadie, has lo que tú quieras, por favor- más que un consejo parecía una súplica.
-bueno, ahora quiero ir a dejarte a tu habitación.
-y este fin de semana partirás a ver a tu madre- no era una pregunta, sino una afirmación.
-está bien- y tuve ganas de decir lo que hace poco él me había dicho: “¿y si vas conmigo?”

Notas finales:

Gracias por comprender mi retraso, y a los que no lo comprenden: pudranse :3 (con amor)
gracias por tomarse el tiempo de leer.
Hasta el próximo sábado.


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