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Latidos silenciosos por urahara

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Notas del capitulo:

Espero les guste

-Mateo ¿Te encuentras bien?- le pregunte a mi ángel después de varios segundos de incomodo silencio caminado por el pasillo. Ya habíamos dejado a Lucas y a José y mi intención era dejarlo en la puerta de su habitación, por miedo a que se dirija a otra.
-¿Por qué no debería estarlo?- respondió con otra pregunta, algo cortante. “¿Acaso estaba enojado conmigo?”
-bueno, porque acabas de pasar por un momento difícil, y es normal sentirse mal en estas situaciones-me sorprendió escuchar una risa como contestación.
-¿Algo de lo que te dije te parece gracioso?- le pregunté, sin poder evitar ese tono de molestia. Y en medio del pasillo me detuve.
-¿realmente crees que a estas alturas algo como eso me afecta? Se burló-Ya estoy acostumbrado, ya no necesito que nadie me ayude, ni mucho menos tú. Llegaste unos 5 años tarde- escupió las palabras con burla, pero con un tono amargo y doloroso que no pudo disimular.- tú preocúpate por Lucas y déjame en paz a mí-
Yo no entendía a qué venía tanto desdén, tampoco sabía qué responder o cómo reaccionar, así que, como un estúpido, me quedé ahí parado, al igual que todas las veces en las que me tengo que enfrentar a algo que me asusta. Mateo suspiro. Vio mi rostro confundido y trato de calmarse antes de seguir hablando- escucha, me has ayudado mucho, y en serio te lo agradezco, pero ya no necesitas hacerlo, hiciste más que suficiente por mí, eres un gran profesor.
-no entiendo…-tantos cambios me confundían.
-¿Qué es lo que no entiendes, Gabriel?- me dijo, ya frustrado. No, nuevamente me estaba llamando así, algo malo iba a pasar-¿te lo explico con manzanas? ¡Aléjate de mí! Y de paso dile a Lucas que tampoco se me acerque, son los únicos idiotas que se acercaron a mí sabiendo que esto pasaría. Ahórrense los problemas.
-¿De qué hablas? ¿Qué se supone que pasaría? –no respondió- yo… yo no trato de ayudarte por el simple hecho de que seas mi estudiante- hable con algo de dificultad, pero pude hablar- bueno, tal vez sí al principio, pero después –“ me enamore de ti” sentí ganas de decir, pero obviamente no lo hice- pero después te convertiste en mi amigo, y creo que Lucas también te ve de esa forma. No siento compasión por ti ni mucho menos, al contrario, realmente te admiro…
-¡ya cállate!-me grito y golpeo con fuerza la pared del pasillo. Y seguramente hubiera seguido gritándome si un sonido ajeno a nuestra “disputa” no lo hubiera distraido.
“¿Qué fue eso?” “sonó como algo cayendo” “¿un grito?” “vino de afuera” murmullos y pasos comenzaron a escucharse desde las habitaciones cercanas.
No reaccioné hasta que la oscuridad del pasillo fue interrumpida por la luz de una de las habitaciones: una puerta se abría lentamente. Lo siguiente que sentí fue un fuerte tirón de mi camisa, Mateo me arrastró corriendo hacia las escaleras y con brusquedad me tiro al suelo.
-¿pero qué…?- trate de decir.
-shhhh- tapo mi boca con fuerza agachándose muy cerca de mí, casi encima- hazme el favor de cerrar la puta boca- murmuró.
No dijo nada más, y no se movió ni un centímetro de su posición. Me miraba directamente a los ojos, pero su atención estaba en lo que ocurría en el pasillo, estaba escuchando lo que pasaba. Yo me dedique a ver sus ojos.
-yo no veo nada aquí- pude escuchar.
- no lo sé, el pasillo está bastante oscuro, ¿deberíamos avisarle a alguien?
-no creo. Tal vez solo fue la madera crujiendo, este edificio debe ser bastante antiguo.
-bueno… vamos a dormir entonces.
Después de escuchar algunos pasos, las puertas cerrándose y el sonido de los interruptores, Mateo dejo de taparme la boca y yo di una fuerte bocanada de aire.
-¿pero qué estás haciendo?- le pregunte algo enojado, pero manteniendo un tono de voz bajo para no arriesgarme a que me vuelva a callar de esa forma en la que casi me ahogó.
-¡¿Qué es lo que yo hago?! ¿Qué estás haciendo tú?
-¿Qué hice ahora?
- idiota! Te dije que te alejaras. Yo sólo causo problemas
- pero que dices…
-¿Qué hubiera pasado si esos tipos te hubieran encontrado a ti, un sacerdote, en mitad de la noches, en las habitaciones estudiantiles y para rematar, con el marica del colegio? ¿no te das cuenta cómo afectaría a tu imagen?
-¿desde cuándo te importa lo que digan los demás?
-a mí no me importa, pero ¿Qué hay de ti? Si no te importara lo que dicen los demás no estarías en ese puto armario- eso dolió. No pude responder.
-¿ya vez? –me dijo, me pareció notar en su voz que quería llorar-así que vete de aquí, ¿quieres?
Dicho esto, se levantó y comenzó a caminar adentrándose cada vez más en el oscuro pasillo.
-espera, Mateo- no sé de a donde saqué fuerzas para hablarle nuevamente.
-¿Qué?- me respondió, pero siguió caminando.
-aun no acabo con esta conversación- dije bastante fuerte.
-guarda silencio, maldita sea- me susurro, pero no dejo de sonar amenazador.
-entonces acércate y hablemos, porque no me importa gritar a los cuatro vientos para que te entre en la cabeza- de inmediato se acercó, con la cabeza gacha.
-¿estas llorando?- le pregunte, esta vez en voz baja.
-no- me respondió con un hilo de voz.
-Entonces mírame.
Tome su barbilla e hice que me mirara, no estaba llorando, pero sus ojos estaban vidriosos. Parecía que todo el valor que había demostrado antes se hubiera desvanecido.
-¿Qué pretendes, Mateo?
-que te alejes de mí
-¿Por qué?- no respondió- ¿¡Por qué!?- exigía una respuesta.
-porque… - no parecía seguro de lo que estaba a punto de decir- de alguno u otra forma… te causare problemas, como se los cause a Lucas.
-¿y por qué te importa si que yo tenga problemas?-mi pregunta le tomó por sorpresa.
-no sé, te agradezco tantas cosas, te debo tanto- la primera lágrima por fin escapo y rodó por su mejilla- creo que he llegado a apreciarte. Eres… ¿eres mi amigo? ¿me entiendes? No quiero verte mal.
-lo entiendo, yo siento lo mismo-“y un poco más” pensé-yo también he llegado a apreciarte. Eres mi amigo, y por eso es que quiero ayudarte. Por eso paso el tiempo contigo, porque tu compañía me agrada. Así que, por favor, no me vuelvas a pedir que me aleje de ti.
-pero…
-pero nada, Mateo. No intentes decidir qué es lo mejor para mí, yo tomo mis decisiones, al igual que Lucas. No puedes ser tan egoísta como para entrar en la vida de alguien y luego querer salir cuando te plazca- estaba siendo duro con él, lo sé, pero me había dolido todo lo que me dijo- ¿Cómo pensabas hacerlo? ¿Sólo ibas a dejar de hablarme de repente? ¿¡Cómo pensabas decírselo a Lucas!?
-no sé, por eso te pedí que tú se lo dijeras- me respondió por fin. Se notaba que lo que le decía lo lastimaba y ya las lágrimas corrían por sus mejillas libremente.
-idiota- le devolví el insulto- sólo no lo hagas de nuevo.- Y lo abrace, en mitad de ese pasillo lo abrace tan fuerte como pude, porque no estaba enojado con él, sólo preocupado. Mi ángel continúo llorando en mi pecho.
“Definitivamente nunca entenderé a este pequeño” pensé, y me di el lujo de acariciar con cariño sus hermosos y alborotados rizos.
Así permanecimos por un largo tiempo, hasta que Mateo, ya más tranquilo, alzo la cabeza para mirarme. No dijo nada o hizo nada, sólo me miro directamente a los ojos. En ese momento pensé que si fuera una película, esa sería la escena perfecta para que el protagonista besara a su chica. Los labios de mi ángel, entreabiertos y rojizos por el llanto, me llamaban a gritos e incluso pensé que sus ojos trataban de decírmelo; pero no lo bese… porque esa no era una película, yo no era el protagonista y, el mayor problema de todos: no era un chica de la que me había enamorado. En lugar de eso sólo dije:
-¿Quieres que te lleve a tu habitación?- él no respondió, sólo agacho la cabeza, avergonzado.- te llevare a tu habitación- entonces él asintió y, con un brazo aun alrededor de su espalda y mi camisa aun húmeda por sus lágrimas, lo acompañe hasta la puerta.

Mateo sacó sus llaves del bolsillo y en cuanto abrió la puerta se abalanzó sobre su cama. Había sido un día agotador para todos.
No supe bien que hacer en ese momento, me mantuve de pie en el umbral de la puerta, viendo como mi ángel se estiraba y daba grandes suspiros. Estaba a punto de retirarme a mi propia habitación cuando Mateo gritó:
-¿Qué esperas? Entra-
Le hice caso, con algo de duda debo admitirlo, pero finalmente cerré la puerta tras de mí y con paso lento me dirigí a la cama de mi alumno donde él palmeaba un lado de esta señalando que me sentara.
En el momento en que toque el colchón me sentí incomodo, yo no debería haber estado ahí, y los nervios aumentaban a medida que Mateo se acercaba, hasta que sentí sus rizos rosar mi mejilla, haciéndome cosquillas, había apoyado su cabeza en mi hombro, pero no dijo ni una palabra.
Yo ya no sabía qué hacer, las manos comenzaban a sudarme y sentía como el calor se apoderaba de mi rostro; seguramente ese sería el contacto más íntimo que había tenido con mi estudiante hasta ese momento.
Comencé a inspeccionar con la mirada la habitación, en un intento desesperado por no ver a Mateo a los ojos de nuevo. Parecía que todo tenía su ceño, en la pared habían varios posters de bandas de rock y me pregunte si no le daba miedo ver todos esos rostros satánicos de noche; en el velador habían varios libros apilados y una pequeña radio junto a barias cajas de discos; un librero lleno con toda clase de libros y en una esquina un atril con algunos materiales de pintura. Al contrario de lo que había pensado, todo estaba bastante ordenado, al menos comparado con mi habitación; en la mesita de noche había una lámpara, un libro y un pequeño empaque con un lazo.
Sin darme yo cuenta, Mateo había seguido mi mirada todo el tiempo, y cuando mis ojos se posaron en el paquete, sentí como daba un pequeño brinco de impresión.
-¡Gabi!- me dijo, aun asombrado.
-¿¡Qué!?
-es tu cumpleaños-
-oh, tienes razón, por un minuto se me olvido.
-¿Cómo que se ha olvidado? ¡Feliz cumpleaños!- y me abrazo con fuerza, haciéndome caer de espalda y reír con ganas.
-creo que con tantos altibajos, a ambos se nos olvidó.
-sí, lo siento, creo que no fue un muy feliz cumpleaños- susurro algo avergonzado.
-está bien, ahora lo es.
Entonces Mateo se levantó y fue por el paquete.
-ten- dijo, y me lo ofreció.
-¿es para mí?
-claro, idiota, ¿para quién más? Tómalo- eso hice.
-muchas gracias, Mateo, en serio- aún estaba un poco asombrado y no cabía en mi de felicidad- ¿puedo abrirlo?
-ya hazlo de una vez.
Quite la cinta azul con delicadeza y abrí lentamente la caja, como si fuera una caja fuerte en lugar de un simple regalo, pero es que para mí ese no era un simple regalo. Ni siquiera sabía que era, podría ser cualquier cosa, incluso parte de una de las famosas bromas de mi ángel, pero de todos modos yo estaría feliz, porque Mateo Peralta, mi estudiante problema, mi amigo, mi ángel y la persona que me vuelve loco en todos los sentidos de la palabra me lo había dado. De repente olvide que eso no estaba bien, que yo no debía estar en la habitación de un estudiante a esas horas, que no podía ser su amigo y que no podía recibir regalos personales de él, que todo eso era poco profesional, olvide que… yo no podía amarlo.
-ojala te guste- me dijo Mateo mientras sacaba el regalo de la caja, era un reloj despertador de color verde- no sé muchas cosas sobre ti, Gabi, pero sé que te cuesta levantarte en las mañanas y sé que es tu color favorito, así que… feliz cumpleaños.
-es perfecto, muchas gracias- le dije con sinceridad- pero, ¿cómo lo conseguiste? ¿te escapaste del instituto?
-hey, no me acuses, lo obtuve legalmente- dijo y se tiró nuevamente a la cama- ¿Conoces a un chico llamado Antonio Pacheco?
-¿uno bajito con pelo raro?
-sí, parece un afro- se burló- bueno, él va a visitar a sus padre todos los fines de semana, algunos les dice “el proveedor” puedes pedirle cualquier cosa y él te la tendrá al final de la semana a un módico precio de “envío” normalmente suele vender cigarros o una que otra revista de dudosa procedencia, pero si se lo pides, te puede traer lo que sea, siempre y cuando el dinero sea por adelantado, ¿si no fuera por él, en que ocuparía la mensualidad que me envían mis padres?
-wow, hay verdadero contrabando en este instituto.
-en todos los ahí, sólo hay que buscarlo ¡Pero no se lo vayas a decir a nadie! ¿vale? A ningún estudiante en su sano juicio se le hubiera ocurrido decirle esto a un maestro, sólo te lo digo porque no eres como los demás profesores ¿puedo confiar en ti?
-sí, sí, claro- dije atropelladamente.
-excelente ¿Quieres que te ayude a poner la alarma- dijo señalando el reloj que aun sostenía en mis manos.
-por favor- él lo tomó y comenzó a examinarlo.
-muy bien, ¿a qué hora la quieres?
-Mmmhh… como a las ocho.
Pero si las clases comienzan a las ocho y un cuarto.
-lo sé-
-la voy a poner a las siete y media.
Yo sólo sonreí como respuesta, pero por dentro sólo pensaba: “¡No! Luego no sabré como cambiarla, soy un vago”
Pasamos un rato más conversando, o al menos así se sintió para mí. Sorprendentemente no fue nada incomodo, después de mi viaje teníamos muchas cosas que contarnos así que la conversación fluyo como si ese fuera una más de mis sueños.

Por fin, después de un agitado día, entré a mi habitación, ordene el equipaje que había dejado tirado y puse el regalo de mi ángel en mi mesita de noche junto al que me dio mi madre: un libro de poesía.
Me lave los dientes, me puse pijama y me tire a la cama, igual como Mateo lo había hecho, y cerré los ojos, siendo este mi último pensamiento:
“sí, yo tenía razón: la cama aún tiene su aroma”
Notas finales:

Gracias por leer. 

Hasta pronto.


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