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Latidos silenciosos por urahara

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Notas del capitulo:

Hola volví, no me maten por favor, tengo un perro y un gato que alimentar.

Es que los ultimos dies días estruve de vacaciones con mi papá,y bueno, además de que no había internet, no tuve tiempo de escribir lo que me faltaba del capítulo, pero sé que lo que digo son sólo escusas que a pocos les importan y que posiblemente nadie lea.

mmhhhh... así que si alguien esta leyendo esto, perdón.

El estruendoso sonido de la alarma me hizo bajar de la cama de un sólo salto. Mi primera reacción después del susto que me provoco aquel aparato fue maldecir a todo a mi alrededor. Odiaba las alarmas. Pero en cuanto vi el reloj verde que me había regalado mi ángel sobre la mesita de noche, sentí que no había mejor forma de despertar. Era como ser despertado por la persona que amas. Como en aquel sueño que tuve en casa de mi madre, pero esta vez era real, mi querido alumno había pensado en mí, eso era suficiente para hacerme feliz y levantarme de buen ánimo… aunque sean las siete y media de la mañana.
Me bañe, vestí, peiné, lave los dientes, y además me afeite con total calma (me hacía falta), incluso me sobro tiempo para adelantar un poco de trabajo recostado en la cama e ir a la cafetería a servirme un café. Tal vez levantarse temprano no era tan malo, tenía sus beneficios, pero estos no me quitaban las enormes ojeras bajo mis ojos.
Ya cuando faltaban unos diez minutos para que la clase comience, estire mis ropas; unos pantalones oscuros, una camisa blanca y un suéter café claro, junto a los mismos zapatos viejos de siempre; y me dirigí hacia mi salón, donde esperaba ver a mis dos alumnos favoritos. Sin embargo, en cuanto llegue, el asiento de en frente, en el que Lucas solía sentarse, estaba vació y entre mis estudiantes sólo pude ver a esos bellos ojos de zafiro y uno que otro alumno adormilado.
-señor Peralta, ¿puede venir un segundo?- le dije cuando me senté en mi escritorio. Trate de hablar con formalidad pues estaba en mi lugar de trabajo. Noté como a Mateo se le escapaba una risita silenciosa mientras caminaba hacia mí, y como el resto de los presentes de repente despertaban y comenzaban a susurrar erróneas suposiciones, como que lo castigaría o lo regañaría.
-Mateo- le susurre para que el resto de la clase no oyese- ¿Dónde está Lucas?
-no sé, siempre llega temprano, especialmente los lunes.
-¿Crees que sigue afectado? ¿debería darle unos días de reposo como la última vez?
-si quieres… puedo ir a ver cómo está- eso me decía él, pero sus ojos eran una súplica muda, se notaba no quería ir, supongo que se sentía incapaz de hacer sentir mejor a Lucas. Aún no se recuperaba de lo de ayer.
-no, yo iré- le dije- quedas a cargo.- pero antes de poder procesar lo que había dicho, mi alumno me miro con una mueca que decía a gritos “¿Qué acaso estás loco?”- Sí, tienes razón ¡Vicente, quedas a cargo!- grite antes de levantarme y salir por la puerta rumbo a las habitaciones.

-¿Lucas, estás bien?- preguntaba una y otra vez golpeando la puerta 552, pero no obtuve respuestas. Me vi obligado a entrar sin permiso. No tenía seguro.
Al entrar vi la misma escena que la noche anterior, José en su cama, y sobre este Lucas hecho un ovillo, ambos profundamente dormidos. No sé el porqué, pero encontrarlos así me molesto de sobremanera. Trate de tranquilizarme y ser amable con mi pequeño Lucas así que me acerque y me acuclillé a su lado para despertarlo.
-hey, Lucas, vamos despierta-. De a poco abrió sus ojos grises y pude notar que aún estaban hinchados por el llanto, pero se veía tranquilo.
-¿Gabriel?- dijo aún adormilado- ¡Padre! ¡quise decir padre!- de repente se había despertado por completo y movía con nerviosismo y vergüenza las manos, tratando de corregir su error.
-está bien, Lucas, puedes decirme Gabriel si quieres-lo consolé mientras intentaba ordenar un poco su largo cabello.
-ah, gracias- entonces vi como volvía a recostarse para continuar descansando.
-Lucas, ya van a comenzar las clases, te quedaste dormido.
-¿Qué? ¿Qué hora es?- vio el reloj y palideció de inmediato.- ¡Dios, que tarde!
De un salto Lucas salió de la cama, y antes de correr a arreglarse, se quedó observando a José, quien aún continuaba dormido, y que a pesar del ruido que habíamos hecho, sólo se había movido ligeramente entre sueños “Que sueño más pesado”- pensé, y la molestia que me provocaba su presencia no me había abandonado.
-ve a arreglarte- le dije a mi pequeño estudiante- yo lo despertaré.
Lo siguiente que vi fue la puerta del baño cerrándose tras la delgada figura de Lucas.
De inmediato la careta de felicidad y comprensión que había mantenido por la presencia de este, se esfumo, y dio paso a un notorio y sincero ceño fruncido.
-ya, despierta- le dije, casi grite, a José tirándole una almohada justo en la boca, que por cierto tenía abierta.
De inmediato éste salto de la cama y comenzó a mirar para todos lados, como buscando a su atacante. Hasta que notó que su atacante era nada más ni nada menos que su profesor. A cuadros se quedó.
-¿Padre?-preguntó.
-¡quien más! Llegas tarde, se quedaron dormidos ¿Qué esperas? Date prisa y ve a clases- dije, bastante cortante.
-oh, voy tarde-fue lo único que proceso. Y antes de que pudiera advertirle que el baño estaba ocupado, entró provocando un gritillo de Lucas.
-¡AH! José, eres tú, no me asustes.
-lo siento, es que voy tarde ¿haz visto mis pantalones?
-sí, por aquí estaban, pero cierra la puerta, que no ves que estoy desnudo.
Esa fue la gota que rebalsó el vaso de mi paciencia y, antes de hacer algo estúpido, me decidí por salir de esa habitación para no matar a nadie, y volver a mi clase, tarde, como siempre.
De camino a la sala me seguía preguntando como es que esos dos se tenían tanta confianza como para verse desnudos y dormir juntos, e incluso Lucas no dudo en decirle lo que a mí me había dicho con tanto miedo y dudas. Nuevamente tenía celos de José, pero no eran como los que sentí con Mateo, sino que más bien no quería que Lucas confiara sus secretos en alguien que yo no conocía, y en el que no confiaba del todo. Básicamente, quería ser la única persona importante en su vida, y esos sentimientos egoístas me invadieron por primera vez. Era egoísta porque yo no merecía la confianza de Lucas, después de lo que le hice, eso que él, con su enorme corazón, perdono sin pensar.

Llegué a mi salón y después de pedir orden, comencé mi clase como lo indicaba la pauta de esa semana. Sin embargo no me gustaba seguir al pie de la letra las pautas, prefería hablarles del tema por medio de mi experiencia y hacerlos participar a ellos también, por lo que la clase paso de ser una aburrida charla sobre valores cristianos a un interesante debate grupal sobre las riquezas materiales de la iglesia y qué se debía hacer con ellas. Lucas llego en el climax de ésta, con su aspecto formal de siempre, sin embargo no dijo nada, pues a pesar de siempre participar en mi clase, prefería ahorrarse sus comentarios por miedo a herir a alguien. Mateo también guardo silencio y como, para mí, él es un misterio, no supe porque.
Así transcurrió la clase, y fue una de las mejores que he dado, hasta que ya quedaban unos 10 minutos y Nicolás levanto la mano:
-padre, ¿ayer fue su cumpleaños?- me preguntó. Yo me extrañe, pues no era de esas personas que van diciendo cuando cumplen años para que así todos lo felicitaran. Para mí era un día bastante normal.
-sí, ¿cómo lo supo?
-nuestro tesorero nos lo dijo-y entonces Lucas levanto la mano como saludándome. No sabía que Lucas era tesorero. Seguramente Mateo le había contado sobre mi cumpleaños, él era el único al que le había contado, por ser el único que quería que me felicitara.
-Nosotros como curso queríamos felicitarlo y para demostrar lo mucho que lo apreciamos le compramos un regalo.
“sí, felicidades, profe” “que cumpla muchos más”” que se cumplan todos sus deseos” esas frases y muchas más invadieron mi sala de clases, llenándome de alegría y orgullo ¡Como me encantaba ser profesor!
-muchas gracias, de verdad-dije- sin embargo, no creo poder aceptar su regalo, pero con sus felicitaciones es más que suficiente.
-por favor, padre. Acepte el regalo- me dijo Nicolás, el presidente de curso.
“sí” “acepte” “no le diremos a nadie” “vamos” “si ya se lo compraron”- mis alumnos me incentivaban a tomarlo.
-bueno… supongo que un regalo de cumpleaños no es nada malo, ¿verdad?
-¡sí! – exclamo el presidente junto a algunos otros alumnos – Lucas, ¿quieres entregar el regalo?
-eh, sí, bueno. Creo que lo tengo por aquí- susurro hurgando en su mochila. De ahí saco una pequeña cajita envuelta y me la entrego junto con un abrazo.
- feliz cumpleaños, y perdón por no decírselo ayer- me susurro en medio del abrazo.
- no te preocupes, tenía muchas cosas en la cabeza.


Finalmente me habían regalado una corbata bastante elegante, con un pañuelo y botones a juego; algo que probablemente nunca vaya a usar, pero que de todos modos guardaría con mucho cariño.
De a poco los alumnos se fueron yendo, no sin antes darme un abrazo de cumpleaños. Y cuando ya casi no quedaba nadie, pude ver como Mateo esquivaba a Lucas sin decir nada, y al pobre Lucas agachaba
La cabeza, sin saber que hizo mal.
-ven, Lucas, hay que hablar-le dije. …l se acercó con timidez.
-padre, juro que nunca antes me había quedado dormido- comenzó a decir atropelladamente mientras se acercaba a mi escritorio.
-no es por eso que quiero hablar contigo. Además, ¿no habíamos quedado en que me llamarías Gabriel?
-bueno, entonces ¿de qué quiere hablar? Gabriel- dijo algo incómodo.
-trae una silla aquí y siéntate-eso hizo- ¿Cómo te sientes hoy? ¿Te sentirías más cómodo si te consigo otra licencia por unos días?
-¿Qué? No. Ayer me comporte como un niño mimado, lo siento. No sé con qué cara se me ocurrió hacer tanto escándalo por algo que Mateo pasa todos los días. Ahora de seguro me odia- dijo con la cabeza gacha- ni siquiera me mira.- Yo di un largo suspiro, odiaba los malos entendidos.
-Lucas, Mateo no te odia. Incluso creo que tú eres el único que realmente le importa en todo el instituto, y es por eso que ayer se preocupó tanto. Se culpa por lo que ocurrió. No quiere que pases por lo que él pasa. Por eso, si lo ves distante es porque no quiere que te traten como a él lo tratan ¿Lo entiendes, Lucas? …l te quiere mucho. Ve a hablar con él y solucionen las cosas, ¿vale?
-Mateo, es muy bueno, ¿no cree?
-por supuesto, tiene un gran corazón.
-yo lo aprecio mucho ¿y usted?
- también –me estaban comenzando a extrañar esas preguntas que me hacía.
- además, es bastante guapo ¿no?
-¿Lucas, a qué viene tanta pregunta?
-¿Padre, que diría si yo le digo que me gusta Mateo?
De inmediato mi cuerpo se tensó, mis ojos se abrieron con sorpresa, y abrí la boca sin que ningún sonido saliera de mis labios. Antes de ese momento, a duras penas podía controlar mis sentimientos por mi ángel, intentaba controlar las ganas de hacerlo mío y disimular mis crecientes celos por todo lo que este a menos de dos metros de él; pero en ese momento todo se derrumbó, mi fuerza de voluntad calló y sentí una clase de odio a mí mismo, porque nunca podía llegar a odiar a Lucas. Simplemente la situación me había dejado con las manos atadas; quieto en mi lugar, con la cabeza gacha, esperando a mi ejecución.
-Gabriel, ¿Qué opina de que me guste Mateo?- insistió mi alumno.
-yo… yo opino que… tú eres una persona muy buena y te mereces todo lo que desees
-¿incluso si a quien deseo es a Mateo?
-Incluso si a quien deseas es a Mateo- afirme, con un nudo en la garganta.
-¿está seguro?- insistió.
-¿Por qué me preguntas a mí, Lucas? Es tu decisión.
-le pregunto porque usted está enamorado de Mateo, no yo.
-¿eh? Entonces ¿no te gusta?- fue lo único que articule. Tanta información me tenía confundido.- ¿pero no habías dicho que…?
-no, él no me gusta, se lo dije para estar seguro de lo que venía sospechando desde hace un tiempo: usted está enamorado de Mateo.- nunca había visto a Lucas tan agresivo.
-¿De qué hablas? ¿Cómo estas tan seguro?
-porque casi escuche su corazón romperse, padre.- note como me miraba con compasión. Yo di un gran suspiro.
-no sé qué es lo que estas imaginando, y aunque fuera así eso no cambiaría nada. Soy sacerdote, Lucas. Por Dios- yo también comenzaba a sonar agresivo pero, por miedo a ser escuchado, lo dije en un susurro.
-¿Qué acaso los sacerdotes no tienen sentimientos? No me trate de engañar. Yo, a pesar del miedo que tenía, le dije todo, ¿verdad? ¿Por qué no confía en mí como yo confío en usted?- Creo que esa conversación me hizo cambiar completamente mi opinión sobre Lucas: me había engañado para obtener información.
-Lucas, yo…
-sólo admítalo.
-a mí… creo…. Que me gusta Mateo.
-lo siento mucho, Gabriel- me dijo, y entonces se levantó y me abrazó. Definitivamente no me esperaba un cambio tan brusco en su actitud- no quería que fuera cierto, realmente quería estar equivocado. Porque sé lo difícil que debe ser para usted, en verdad lo siento- y entonces me abrazo aún más fuerte, y sentí como su cuerpo tiritaba.
-está bien, Lucas, no es tu culpa.
-quiero apoyarlo, como usted hizo conmigo.
- gracias, pequeño.
Permanecimos abrazados por un tiempo, pero no se sentía como cualquier abrazo, ese abrazo me transmitía apoyo; hace mucho que nadie me abrazaba así.
-Yo…- escuche como le temblaba la voz- tengo que ir a mi siguiente clase.
Entonces, después de darme un último abrazo, se dirigió hacia la puerta del salón que ya hace mucho tiempo que se encontraba vacío a excepción de nosotros dos. Pero antes de que se fuera le dije:
-así que… él no te gusta, ¿verdad?
-no, no me gusta- me respondió con una sonrisa sincera.
-vale, sólo quería asegurarme.
Lucas se rió y entonces dejo la habitación.
“Mierda. Estoy siendo demasiado obvio. Tal vez es tiempo de que yo guarde distancia de mi ángel.”
Notas finales:

¿Los asuste? lo siento si fue así, pero realemte quería que Lucas se enterara.

Aunque ya sé que Mateo no participo mucho en este capítulo, pero el día aún no termina.

Muchas gracias por tomarse el tiempo de leer y por esperar que actualice, intentare no tener más retrasos.

Hasta pronto :3


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