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Latidos silenciosos por urahara

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Notas del capitulo:

Les dejo un pequeño (muy pequeño) adelanto mientras trabajo en un proximo capítulo de reflexión (investigo algunas cosas).

Capítulo NARRADO POR MATEO mientras Gabi no está.

Espero les guste.

“No puedo creer que aún no me haya llamado”- pensaba, acostado en esa incomoda cama, mientras veía atentamente el reloj que yo mismo le había regala a Gabi: eran las 10:00 de la noche. Había desperdiciado todo mi día esperando una llamada. Me sentía como las adolescentes de las películas, con la diferencia de que, en lugar de estar ansioso, yo estaba terriblemente preocupado. Al menos me tranquilizaba saber que había viajado en bus y no en auto.
“Tal vez quiera estar solo. Tal vez lo estoy atosigando demasiado” y tratando de convencerme de aquello me levante de esa piedra a la que llaman cama y troné todos los huesos de mi espalada, para luego salir y cerrar con llave la habitación.
No quería quedarme dormido allí de nuevo, sería difícil de explicar en la mañana. En cambio nadie estaría en el pasillo de las habitaciones de los profesores a esa hora… o al menos eso creí, hasta que escuche una risa tras de mí. Demasiado tarde para esconderme.
Sólo me quedaba enfrentar la situación, así que me di la vuelta y encaré a quien quiera que estuviera allí.
Mierda, era Raúl. Apenas si podía verlo en la oscuridad por su piel tan morena, pero lo reconocí por su sonrisa, sólo habían dos personas en el instituto que podían dedicar esa sonrisa socarrona, él y yo.
¿Por qué nunca podía encontrarme con gente buena o tímida? No, tenía que soportar a estos idiotas.
-¡Hey, Peralta! – me gritó a pesar de que todo estaba en completo silencio y lo tarde que era.
-¿Qué haces aquí, Gonzales? –no sé porque, pero en el instituto, los chicos “rudos” se llamaban por su apellido.
-tal vez tú puedas ayudarme. Busco la habitación de la enfermera, esa de las curvas, a ver si quiere pasar un buen rato- “sí que está pensando con el pene si cree que tiene una oportunidad con Julia” pensé, pero no lo dije, hasta yo sabía cuándo era mejor guardar silencio… a veces.
-ella no duerme aquí. Se va a casa con su MARIDO- le dije, poniendo énfasis en esa última palabra- así que ya puedes ir a tu habitación a autosatisfacerte como lo hace la mayoría aquí.
-la mayoría… a excepción de nosotros.- Justamente ese era el tema al que no quería llegar. Tal vez debí haber elegido con más cuidado a las personas con las que me acosté.
-no me apetece, Raúl- le respondí sabiendo lo que planeaba.
Comencé a caminar por el pasillo rogando que no insistiera, pero Raúl era Raúl y me siguió de todas formas sin saber cuándo rendirse.
-Y comienzo a sospechar el porqué. -me contestó-Te vi saliendo de esa habitacion ¿Ahora también lo haces con los profesores? ¿Mateo, qué no tienes decencia?
-no seas idiota, ni yo haría algo como eso.
-Vamos, si no pasó nada, cuéntame de quién era esa habitación ¿No será la de Gabriel? Últimamente no te separas de él.
-No digas estupideces ¡El padre Gabriel nunca haría algo como eso!- ¿Conocen esa vocecita en la cabeza qué te dice que debes hacer y qué no? Bueno, la mía sólo funciona de vez en cuando.
-y hasta lo defiendes y lo llamas “padre”. Nunca creí llegar a ver esto, pero te han domesticado. Han domesticado a la perra, nunca mejor dicho.
-¿Cómo me dijiste?- créanme que estaba intentando controlarme. Me detuve en mi lugar y trate de contar hasta 10 como Gabi alguna vez me había enseñado, pero para ser sincero, contar sólo me servía para perfeccionar el insulto.
-no soy el primero que te llama así, perra ¿Ahora, por qué no vamos a tu habitación?
-Vaya que idiota eres, ¡que idiotas son! Tú piensas que yo soy la perra porque eso es lo que yo te he hecho creer, que yo me rindo a ti y a los demás, pero es porque yo quise hacerles creer que tenían el control. Porque la verdad es que ustedes son mis perras, yo los controlo, yo los utilizo. Lo que me importa es satisfacerme y ustedes son un simple instrumento que yo manipulo. Así que, pequeña perra, si tu amo dice no es no ¿O se te olvida que antes de conocerme no sabías ni ocupar esa miniatura a la que llamas pene?
Y entonces Raúl, como siempre hacen las personas de poca inteligencia cuando se quedan sin argumentos, me golpeó justo en la boca, tan fuerte que caí al piso. Era de esperarse de un integrante del club de boxeo. Y sí, ya lo sé, yo era el único imbécil que se atrevía a desafiar a un boxeador. Sin embargo yo aún no terminaba, siempre debía tener la última palabra, así que en el piso, al darme cuenta de la herida que me había dejado en el labio inferior y como llenaba mi mano de sangre, le susurre:
-perra mala.
Me volvió a golpear, esta vez fue una patada en el estómago, pero al menos yo había herido su orgullo.

Más tarde en mi habitación, mientras intentaba desinfectarme esa horrible herida frente al espejo, me prometí que no volvería a acostarme con idiotas como ese.
“…el sexo no se compara con hacer el amor” recordé que me dijo una vez Gabi.
“Me gustaría comprobar si es cierto”

Notas finales:

Espero les haya gustado. 

Ya vieron la razón por la que Mateo no suele narrar.

Mi hermana al leer esto grito: ¡¡¡¡¡¡se la metió!!!!!


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