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Latidos silenciosos por urahara

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Notas del capitulo:

Y resucito al 1383758 día! 

¿no? ¿chiste cruel? ok.

Realemte no tengo excusa por mi retraso, sólo que este capítulo aun no me convense del todo, pero finalmente me decidí a publicarlo (echando a perder se aprende)

Ojalá les guste.

Estaba verdaderamente cansado. Después de 6 horas en un autobús y 20 minutos en un atasco, haciendo equilibrio para que el agua del florero no se chorree, por fin había llegado al único lugar al que en ese minuto podía llamar hogar.
Pero en cuanto estuve frente a la puerta de mi habitación, surgió un problema: no tenía mis llaves, se las había dado a Mateo.
Ya eran como las 8:30 de la noche y resulta que, aunque sabría que se me haría difícil dormir, no podría ni llegar a mi cama.
Me decidí por dejar mis cosas al lado de la puerta e ir a buscar a mi alumno, de todas formas tenía curiosidad por saber cómo se encontraba, aquellos días de soledad no me habían sentado tan bien como hubiera esperado y me arrepentía de haber desconectado el teléfono de la casa en cuanto llegue.
Lo busque en su habitación, en la biblioteca, donde Lucas (quien de hecho ya estaba dormido) e incluso en el jardín, pero no había rastro de su presencia, parecía que la tierra se lo había tragado; y finalmente cuando ya no podía con mi cuerpo, me rendí y me tire en el mismo lugar en el que estaba, sin deseo de caminar más, el césped del jardín junto a las habitaciones.
Mire al cielo para contemplar las estrellas y me di cuenta, como siempre, que en la ciudad apenas si se veían, especialmente cuando había luna llena como aquella noche. Me extrañó darme cuenta que estuve 3 días en el campo y nunca se me ocurrió algo tan simple, y para mi tan placentero, como levantar la cabeza y ver las estrellas, ¿sería verdad que las perdidas cambian a las personas?
Apenas si podía verse una estrella en el cielo, esa estrella que siempre estaba allí, la primera que se veía antes de que oscureciera y la última que veías desvanecerse cuando salía el sol, era la primera estrella de la tarde. Y a falta de otra cosa que hacer, me le quede viendo por un tiempo.
Preferí no pensar en las cosas que podría o no estar haciendo Mateo fuera a esas horas, ni en cómo continuaría mis clases si ni había preparado los planes de estudio y ni siquiera en como mierda llegaría a dormir aquella noche. En ese momento el pasto húmedo era la mejor cama, la noche callada la mejor melodía, y esa sola estrella el mejor espectáculo.
-¿Sabes que tu habitación estaba abierta?-escuché, y ese tono se me hizo inconfundible.
Mateo estaba al lado mío un su acostumbrada ropa negra y los tulipanes en las manos.
-te estaba buscando- le respondí incorporándome con dificultad.
-¿en serio? No creo que me vayas a encontrar en el cielo- me respondió enojado, pero aun así se sentó a mi lado- ¿Por qué no me contestaste, Gabriel?
-Estaba pensando – contesté, pero no con sinceridad. Y sin poder verlo a la cara seguí viendo esa única estrella.- ¿Cuál es tu estrella favorita?
-¿De qué hablas? -No era esa la respuesta que esperaba.
-Podrías responderme.
-No sé, Gabi, todas son iguales para mí- respondió, ya algo desesperado, sin embargo mi voz no había dejado de ser calmada.
-sí, a simple vista parecen ser todas iguales, ¿verdad? Pero yo si tengo una favorita, ¿la vez? – le pregunte señalando a esa única estrella y logrando que mi ángel al fin mirara hacia el cielo.- ¿Sabes lo que la hace especial de los demás? Ella siempre está allí para mí, lucha contra la luz de la luna y de la ciudad para velar por mí desde el cielo. Pero hasta hace unos minutos no me había dado cuenta.
Mateo guardo silencio, seguramente estaría preguntándose si ya me había vuelto loco. Finalmente me sonrió, pero su rostro reflejaba compasión más que otra cosa.
-lamento no haber contestado. - acabe diciendo para romper el silencio- Creí que unos días solo me ayudarían, pero he extrañado tu compañía.
Como respuesta el dejo las flores en el suelo, me abrazó y me susurro “Me tenías preocupado” y tantos “idiota” que no alcance a contarlos todos.
-Lo sé, lo siento. Ven recuéstate- le pedí tirándome nuevamente al césped y señalando el espacio a mi lado. Una simple invitación que disfrazaba mi ruego de que no me deje solo.
-el pasto esta mojado-se excusó y se separó de mí para levantarse, tapándose la boca por la vergüenza, o al menos eso fue lo que pensé en aquel momento.
Puedes recostarte aquí entonces- dije cuando él ya estaba de pie a un metro de mí, y señale mi pecho. …l me miró más que extrañado, pero yo persistí y extendí los brazos hacía él. No sentía vergüenza alguna. Encerrado en mi dolor buscaba la forma de ser libre, y no se me ocurrió otra cosa para ello que encerrar a mi ángel entre mis brazos.
Mateo me miro sin saber qué hacer, pero finalmente cedió ante los deseos de un loco melancólico y se acomodó lentamente sobre mi pecho de costado para dejar caer sus piernas a mi lado izquierdo. Lo abrace contra mí y respire profundo pensando que en tres días no había sentido esa fragancia hasta el punto de casi olvida lo adictiva que era.
-Gabi, ¿vas a llorar ahora?- me preguntó de la nada mientras acariciaba mi cabello.
Podía ver la tristeza en su mirada, y me sorprendí al notar que no era un reflejo de la mía. Ambos sentíamos lo mismo en ese momento, y eso era angustiosamente hermoso.
-¿Por qué lo dices como si lo estuvieras afirmando?- le pregunte.
-No sé si en tu pueblo tuviste a alguien de confianza, pero quiero estar contigo en tus malos momentos para abrazarte. Tú fuiste quien me enseño que no puedo hacer todo solo, por mi cuenta.
-¿Es decir, quieres que llore?- pregunté.
-tú también lo quieres- no fue una pregunta.
Nunca creí que llorar se me haría tan fácil, pero cuando la primera lagrima contenida calló, ya no pude detenerme. Me hubiera gustado ser de esas personas que llorar en silencio, siendo la única evidencia de su llanto las lágrimas que corrían por su rostro. Yo en cambio sollozaba, hipaba, moqueaba y una larga lista de etcéteras.
Mateo no hizo un comentario o un movimiento brusco por un tiempo, sólo acaricio con lentitud mi cabello y seco mis mejillas de vez en cuando, mientras yo lo estrujaba contra mi pecho sin tomar en cuenta su pobre columna.
-¿No vas a decirme nada?- le pregunte cuando había dejado de sollozar aunque seguía moqueando.
-suénate- me dijo extendiendo un pañuelo. Bueno, al menos había dicho algo.
-¿Puedo preguntarte algo Mateo?
-eso ya es un pregunta- respondió. Parece que no podía pasar mucho tiempo sin responder de mala manera.
-¿puedo preguntarte algo más?
-está bien- dijo al fin con una sonrisa, y ¡que sonrisa! Sé que todos tienen una sonrisa, pero no todos podían recibir una tan pura como era la de Mateo.
- ¿Me dirías quién fue el hijo de puta que te hizo eso en el labio?
-no me lo hizo nadie – me respondió cubriéndose la boca ¿Creyó que no me había dado cuenta?- me caí.
-Sí claro, te caíste sobre un puño- afirme con sarcasmo y con esa voz grave y desgarrada que provocaba el llanto- ¿piensas que me voy a creer algo así?
-me golpee contra el umbral de la puerta- volvió a mentir, y se encogía cada vez más sobre si mismo.
-y ahora me cambias la excusa ¿Por qué no me dices la verdad?, ¿creí que ya teníamos confianza?
-¿si te digo, prometes no hacer nada?
-¡no puedo no hacer nada!
-¡entonces no puedo confiarte esto!- ya habíamos comenzado a gritar.
-Mateo, por favor. Soy tu amigo- trate de calmarme. …l suspiro cansado.
-sí Gabi, eres mi amigo, pero también eres un sacerdote y mi profesor. Y aunque no quieras admitirlo, eso nos separa.
Mateo tenía razón, mi profesión siempre nos separaría. Pensé que ya lo tenía asumido, pero escucharlo de sus labios era mucho más doloroso. Entonces no insistí más y me incorpore para ver de cerca la herida, pero finalmente fue en lo que menos me concentré.
Toqué sus labios con delicadeza para ver si seguía doliendo, pero no parecía molestarle. Me di cuenta de que la herida llegaba hasta dentro de su boca y al acercarme más, pude notar con la luz de luna que Mateo tenía pecas incluso en los labios “que cosa más bella” pensé. Toqué aquellos labios siempre tan rojos y tan delgados. Con el pulgar y el índice fui desde un extremo a otro, disfrutando de la suave cercanía, una suavidad a la que no podría acostumbrarme y que mis labios no podrían sentir jamás.
No puedo explicar lo que quise hacer en ese momento, porque sería indecoroso escribirlo, sin embargo sentirse abierto a sentir atracción por otra persona después de tantos años, me abrió un mundo de emociones, pero ese mundo era llamado “pecado”.
Iba a besarlo, juro que iba a hacerlo, pero él pareció darse cuenta de mis intenciones y entonces esos labios temblorosos se separaron para hablar:
-¿Has… has pensado en lo que te dije, estudiar juntos?
Suspire con fuerza robándome casi todo el aire, o así parecía pues en el silencio ensordecedor ni siquiera pude escuchar la respiración de mi acompañante.
- Mateo, seamos realistas. Tengo que pensar las cosas en frío. Tengo que hacer muchas cosas aún, no he pensado en los trámites o en el dinero y supongo que tendré que hacerme una cuenta en el banco si es posible por lo de la herencia. Y lo del estudio… debo pensarlo cuando este más calmado.
-¿pero lo vas a pensar, verdad?- dijo y me abrazó- eso me basta por ahora.
-¿A qué le tienes miedo, Mateo?- respondí a sus palabras y a su abrazo.
-Gabriel, yo no sé qué haría sin ti a mi lado ayudándome y soportando mis locuras.
-¿Por qué de repente…?
- hoy llego una carta.
No respondí, mi alumno no me dio tiempo.
-quedé en los 50 finalistas, Gabi, de la beca.
-¿es… es en serio?
-al menos eso dice en esta invitación- dijo sacando un papel del bolsillo de su chaqueta y me lo extendió.
Leí tan rápido como mis ojos me lo permitieron por lo que solo entendí la información esencial: Mateo y sus padres habían sido invitados a una ceremonia de premiación donde se anunciaría al ganador.
-Se nota que la beca está financiada por promotores, hacen de esto un espectáculo- bromeo para no sonar tan ansioso.
-Mateo, eso es genial.- dije abrazándolo con aún más fuerzas- Y no te preocupes, postularemos a otras becas como plan B. y también mandaremos invitaciones formales a tus padres.
-sí, gracia Gabi.
-No hay de qué.
-No, en serio, muchas gracias. Tú cambiaste mi vida Gabriel, de todas las formas posibles. Me he… me has vuelto dependiente de ti.
Nos miramos por varios minutos. Reconociéndonos por primera vez como lo que realmente somos. Sentí que a pesar de que no sabíamos mucho uno del otro, ya nada que descubriéramos nos llegaría a sorprender, pues ya conocíamos la esencia de otro y la habíamos probado como el más delicioso néctar.
Creo que en ese momento ambos sabíamos lo que sentíamos uno por el otro, sin embargo la situación era complicada, los sentimientos son complicados. Sin embargo, hasta ese momento yo nunca me había permitido un capricho, y supuse que permanecer junto a mi estrella, cubriría mi cuota de por vida, casi pude verlo brillar para mí.

Desde aquella noche el tiempo pasó lento, como todo tiempo de duelo o como todo tiempo de espera. En este caso eran ambos.
Notas finales:

Gracias por leer :3 Nos vemos pronto.

pd:para  los(las) que pensaron en la tipica broma de "¿ves esa estrella? Hasta ahí me llega..." siento desilusionarlos cx


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