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Latidos silenciosos por urahara

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Notas del capitulo:

Capítulo nuevo!!!!

muyyyyy cursi, preparen la insulina y los pañuelos (ok, no es para tanto)

Espero les guste :3

No estaba del todo seguro de qué había pasado exactamente, ni cómo es que de repente estaba en mi habitación sentado la orilla de la cama, mientras Mateo, tirado en medio de la misma, aún ojeaba aquel libro que ahora sabía que se titulaba “La celestina”, el cual formaba parte de la lectura complementaria del nivel, por lo que yo estaba seguro de que a mi ángel no le gustaría. “Me gusta leer, pero no que me obliguen a leer, ¿me entiendes?” me explicó una vez en la que inocentemente pregunte por qué es que odiaba todos los libros que el instituto exigía que leyera.
Bueno, creo que me fui por las ramas, tal vez el amor me hacía divagar o el hecho de no entender la situación actual me obligaba subconscientemente a pensar en cosas que sí entendía, como, porque a Mateo no le gustaba “La celestina”.
-Mateo, ¿acaso hay algo que quieras decirme?- le pregunte por fin con un tono tan inocente y tierno, que me hizo preguntarme si fui yo el que en realidad había hablado.
-lo que escuchaste- me dijo sin dirigirse a mí en realidad, pues en ese momento se distraía observando el reloj despertador que me había regalado- quería asegurarme de que tu estúpida y retorcida moral no decida mañana que ya no me ama.
Quise decirle que jamás se me ocurriría hacer algo como eso, pero tenía que admitir que eso sonaba como una estupidez que yo cometería.
Entonces, incapaz de lograr que las palabras salieran de mi boca con un mínimo de coherencia, deje mi mente en blanco por unos segundos y sentí como mi cuerpo se movía casi por cuenta propia, siguiendo uno de sus más bajos instintos, el cual había estado encerrado y hambriento de libertad por muchos años, hasta que, sin saber muy bien cómo, me encontré a mí mismo sobre Mateo, con cuidado de no apoyar todo mi peso encima de él, lo besé nuevamente. Aún me parecía insólito haber besado a la persona que amaba 3 veces en la misma noche, era más de lo que alguna vez hubiera soñado. Y me sentía un verdadero idiota, porque en ese momento tan utópico, en el cual ningún ser humano tendría la necesidad o el descaro de pedirle nada más a la vida, mi estúpida y retorcida moral sí que me estaba molestando:
“Hiciste un voto, Gabriel, un voto sagrado”
“¿Qué piensas hacer ahora, dejar tu vida y seguir a un muchacho?”
“¿Estás seguro de esto, o le estas dando falsas esperanzas a el que debería seguir siendo sólo tu amigo?”
“Gabriel… ¿Qué diría tu madre?”
No sabía qué hacer con tantas preguntas sin respuesta y tantas decisiones que debía de tomar; las cosas ya no eran un simple “tal vez”, eran acciones, y las acciones necesitan reacciones, algo que la verdad, nunca se me dio muy bien.
Aunque luchando por la concentración, mi cabeza parecía estar en otra parte, lejos del amor, lejos de mateo y la simple unión de nuestros labios, y junto a los problemas; hasta que algo que nublo, o más bien, despertó mi sentidos me devolvió a la tierra, algo que hizo que la sangre se me fuera a la cabeza y que los latidos de mi corazón se asemejaran más bien a una carrera de caballos, y es que sentí por un breve instante algo en mis labios que no eran los de mi compañero, sino su lengua.
“Ya no resisto más” fue lo último que pensé antes del descontrol, y de abalanzarme hacia un apasionado beso.
Ese pequeño tacto, la explosión de aquella sensación que no había experimentado por 9 largos año, fue suficiente para que me ahogara en el cuerpo al frente y debajo de mí. Sin reparo, lo tomé de la nuca, acariciando sus rizos mientras mi legua jugueteaba con la suya, indecisas de quedarse en su boca o en la mía.
Me avergonzaba mi torpeza y ansiedad propias de un principiante, pero me tranquilizaba la misma pasión e incluso descontrol con la que él me respondía. Ambos acercábamos nuestros cuerpos más y más hasta que no existiera un centímetro que nos separara, no nos deteníamos ni para respirar y con cada segundo nuestras manos realizaban una exhaustiva investigación del cuerpo ajeno.
No podía detenerme, con cada beso quería uno más, con cada caricia recibida sentía la necesidad de entregar otra, y así permanecí, nublado de deseo, hasta llegar a sentir el abdomen desnudo de Mateo bajo mis manos.
Me separe de inmediato, como si hubiera cruzado la línea de lo aceptable. Lo vi debajo de mí, respirando pesadamente, con el rostro sonrojado y con las ropas desordenadas, vi su abdomen descubierto subiendo cada vez que inhalaba y en su rostro me pareció notar la misma angustia que me perturbaba; ambos estábamos de acuerdo en que seguir no era lo correcto.
-está bien si no estás listo- dijo finalmente Mateo, intentando ordenar su camisa y corbata.
Me sentía como una estúpida niñita virgen, ¡que horror!, pero era verdad, no estaba listo, y no lo estaría por mucho tiempo, así que me abrace aún más a él, ocultando mi rostro en su cuello, avergonzado, sintiéndome un idiota.
-lo siento, no puedo… mi celibato.
-está bien, está perfecto, Gabi, no tienes que darme explicaciones de nada, es comprensible.
-por favor, Mateo… no dudes que te amo.
-no lo haría- me respondió. Y hasta el día de hoy no lo ha dudado un sólo momento.
Finalmente reuní fuerzas para dejar ir la mano que acariciaba con gentileza mi espalda y el aroma familiar del perfume de mi ángel y me deje caer a su lado. Ambos permanecimos recostados en la cama, mirando el techo por un buen rato, hasta que Mateo rompió el silencio:
-no he tenido sexo en meses- dijo seguido de una risa forzada.
-y yo en años- respondí e inevitablemente reímos con ganas, haciendo que el denso aire que nos rodeaba hasta ese momento se volviera más respirable. Me voltee para verlo un rato y en cuanto nuestras miradas se cruzaron Mateo tomó la palabra nuevamente:
-tu cama me está haciendo mierda la espalda- se quejó poniendo una fingida mueca de dolor.
-ven aquí- le pedí y lo tome para recostarlo sobre mí mientras lo abrazaba, de la misma manera que aquella noche bajo las estrellas y junto a los tulipanes- ¿mejor?
-sí, gracias- respondió y cerro esos ojos que me fascinaban tanto, aún algo sonrojado.
Así nos quedamos un rato más. Mi ángel parecía dormido y así lo hubiera pensado si no fuera porque sentía los latidos de su corazón demasiado acelerados para el sueño y una de sus manos acariciando mi cabello, mientras yo hacía lo mismo con su espalda descubierta, intentado imaginar los cientos de lunares y pecas que la cubrirían.
-tal vez venda la casa o el piano de cola de mi madre, o puede que ambos- dije, más para mí mismo que para Mateo.
-¿Qué? ¿Por qué?- me pregunto con la voz rasposa, seguramente porque estaba a punto de quedarse dormido.
-para pagar la universidad claro, además debo ponerme a estudiar, aunque dudo mucho ganar una beca me gustaría poder entrar a la misma universidad que tú- en cada momento en el que habíamos guardado silencio mi mente no dejaba de analizar cada opción posible de un nuevo futuro, y en ese momento quería descargar todas las ideas- lo más difícil será renunciar a ser sacerdote, debo enviar muchas cosas al vaticano, es un proceso complicado y largo, tendré que hablar con Agustín al respecto y renunciar como es debido a ser profesor, aunque supongo que terminare el año escolar y…
-¡espera un segundo!- me interrumpió Mateo incorporándose y mirándome con los ojos achinados por el sueño- ¿renunciar?, ¿universidad? ¿De qué mierda hablas, Gabriel?
-bueno… algo tengo que hacer si renuncio al sacerdocio, ¿por qué no estudiar? Tal vez también conseguir un trabajo de noche y así arrendar una habitación en el centro.
-¿renunciar?- me pregunto nuevamente.
-pero Mateo, no podría tener una relación contigo siendo sacerdote- le dije como si fuera lo más obvio del mundo, para mí lo era, para él… no tanto.
-¿…relación? –volvió a preguntar abriendo bien los ojos, dejándome ver como se inundaban de un segundo a otro. segundo a otro.
-por supuesto- le sonreí y con una mano tome su mentón para verlo a los ojos- una relación… ¿te gustaría?
-¿E-estas seguro de esto?… puedes arrepentirte cuando quieras. Yo… podría conformarme con amarte sin que nadie más que tú lo supiera, me bastaría con meterme en tu habitación de vez en cuando, tomarte de la mano estando seguro de que nadie más nos vea. Yo estoy listo y mentalizado para vivir con eso si así lo prefieres.
Hice una pausa, incapaz de creer lo que estaba escuchando.
-¿Cómo puedes pensar siquiera que yo haría algo así, Mateo? Preferiría que no me ames antes de hacerte vivir eso. Lo resolveremos todo, juntos, aunque nos tome un tiempo. Estoy seguro- le dije a él y a mí mismo- que no me arrepentiré.- ¿cómo podría siquiera pensar en arrepentirme?, si una vez que pruebas esos labios ya no hay marcha atrás.
No es como si no tuviera miedo, estaba verdaderamente aterrado, por primera vez en toda mi vida mi futuro parecía incierto; sin embargo pensaba que si el camino que debía recorrer lo recorrería con Mateo a mi lado, no importaría lo que pasara, de alguna u otra forma todo saldría bien, sus pasos me guiarían, su amor también, me impulsaría a mejorar, a persistir. Si yo tenía tan claro eso, ¿por qué mi ángel parecía dudar?
-Sabía que dirías eso, lo sabía, tú simplemente no dejas de ser un santo; pero oírlo de ti es… -hizo una pausa, y un segundo después nos encontrábamos nuevamente llorando, siempre tan sensibles. El sentado sobre mí y apoyando la cabeza en mi hombre y yo tomándolo de la cintura, hasta que de a poco las lágrimas fueron disminuyendo la presión de nuestro abrazo también, los besos fueron en aumento, lentamente entramos en una especie de letargo, sumidos en un acuerdo mutuo de silencio, recostado, pero aun mirándonos a los ojos.
-extraño a mi madre- le dije luego de un tiempo, mientras le acariciaba el cabello detenidamente.
-lo sé-fue lo único que me respondió, como si supiera que yo tenía mucho más que decir.
-me siento culpable.
-no tienes que estarlo, esas cosas pasan, Gabi.
-no es tanto por su muerte sino que… si ella estuviera aquí yo no sería capaz de estar contigo, por lo que… de cierta forma, me hace feliz su muerte, y eso me hace sentir horrible.
-todo pasa por una razón, Gabriel, y algunas veces sólo puedes depender del destino. No te culpes por lo que paso, disfruta de lo que está pasando.
-Sí… está bien- le dije y lo abrace más fuerte, intentando transmitirle que él era mi presente.
Después de eso pasábamos varios minutos en silencio, hasta que uno de los dos rompía el silencio comenzando una pequeña charla, luego se hacía nuevamente el silencio hasta que alguien volvía a hablar y así permanecimos toda la noche:
***
-Mateo- lo llamé después de un rato.
-¿mhhh?- me respondió casi dormido.
-¿En qué nivel estoy ahora?
Mateo se pasó las manos por los ojos y me miró como si fuera un estúpido.
-te digo mañana- me respondió y volvió a acomodarse sobre mí, momento en el que aproveche para taparlo con la frazada.
-ya dime, no me has hablado de eso desde hace un tiempo, apuesto que ya pase del nivel 1.
-mmmhh…
-no te hagas el dormido, ¡admítelo!
-¡jamás!-me respondió y se tapó con la manta.
-¿En qué nivel estoy?- le insistí con una sonrisa pícara y lo destape un poco- dimeeeee.
-no estás en ningún nivel.
-¿qué? ¿Qué hice ahora, es porque te desperté?
-mmhhhh- refunfuñaba en un tono que decía “ándate a la mierda”
-dime- le pedí un poco más despacio.
-no es eso… ya pasado todos los niveles, ganaste el juego, Gabi.
Una sonrisa, y silencio nuevamente.
***
-¿Gabi?
-¿sí?, mi ángel.
-¿ángel?
-sí, un ángel.
Silencio. Estaba medio dormido, pero no me arrepiento de lo que dije.
***
-Mateo, ¿estás dormido?
-ya no- me respondió- ¿qué pasa?
-Es sólo que me preguntaba ¿Qué vas a estudiar?, en la universidad.
-aún no estoy seguro… nunca antes me lo había planteado, pero… creo que me gustaría estudiar psicología, psicología infantil.
-eso es muy bonito.
- sí- me dijo con una sonrisa- creo que es por ti- y ya no hablo más. No supe muy bien qué quiso decir, pero no rompí el silencio.
***
-¿Gabriel?
-no me llames así, es raro- escuche una ligera risa.
-¿Gabi?
-¿sí?
-¿iras mañana a hablar con Lucas?
-sí.
-¿puedo ir contigo?
-bien, pero no te disculpes.
-¿qu-? ¿Pero, por qué?
-No tienes por qué estar arrepentido, yo exagere.
-me disculpare de todas formas.
-sí, lo sé- dije resignado.
***
-hey ¿Te hago una pregunta?- susurré.
-eso ya es una pregunta.
-¿te hago dos preguntas?
-claro- me dijo sonriendo adormilado.
-¿desde hace cuánto me amas?
-no lo sé.
-¿sabes qué significa el amor?
-¿no se supone que eran sólo dos preguntadas, Gabi?
-¿Qué significa?- insistí.
-no lo sé.
-¿entonces, cómo aseguras sentirlo?
-el amor es una de esas cosas que no se piensan, se siente.- no supe qué responder-Te dije que no dudaría de tu amor, ¿verdad?, tú tampoco lo hagas.
Silencio.
***
-Gabriel- me llamó.
-mhh- bufé un poco molesto, no me gustaba que me llamara así.
-¿estamos en una relación?- me pregunto incorporándose ligeramente, cosa que yo también hice.
-lo estaremos, Mateo- le respondí, apenado por no poder decirle que sí.
Un beso y más silencio.
***
-¿Mateo, duermes?
-no.
-¿sabes que no puedes dormir aquí, verdad? Alguien podría notarlo en la mañana.
-lo sé.
-no te duermas, entonces.
-no lo haré.
-yo tampoco.
Y ya nadie más hablo en toda la noche.
Notas finales:

Espero les haya gustado <3

Muuuuuchaaaaaas gracias por tomarse el tiempo de leer y espera :)

Hasta pronto *3*


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