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Latidos silenciosos por urahara

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Notas del capitulo: un poquito corto, pero bello (?)
como lo dice el título: ya estamos acabando
Por fin me encontraba recostando la cabeza en la camilla de Mateo mientras este me acariciaba gentilmente el cabello con la mano izquierda. Estaba exhausto, tal vez no tanto como mi ángel, pero lo estaba tanto emocional como físicamente; y por lo mismo el tacto de Mateo me relajara hasta el punto en el que debía luchar contra el sueño.
-espera- dijo Mateo despertándome- me pica la nariz- y deje de sentir sus caricias. El hecho de tener una mano inhabilitada le dificultaba las tareas más básicas, por no decir: su completa existencia.
Me levante a ver nuevamente como esta su brazo derecho, aunque obviamente no había cambiado mucho, seguía enyesado y en alto.
Mateo bufo, estaba demasiado acostumbrado a usar la mano derecha.
-agradece a Dios que solo fue un esguince y no una fractura, o que no te paso nada en las piernas o el cuello.
-lo sé, pero… con una pierna o el cuello no puedo masturbarme.
-¡Mateo!- su risa invadió la, hasta entonces, silenciosa habitación.
-Aunque tal vez puedas ayudarme con eso - me alegraba ver que mejoraba, pero tenía que empezar nuevamente con sus bromas de mal gusto.
-Compórtate… al menos hasta que salgamos.
-¿Cuándo crees que sea eso?-bufó cansado.
-no lo sé, ¿quieres que llame al doctor?
-no… pero necesito que me hagas un favor.
-dime.
-llama a mi hermano.
¿Era una broma?, después de todo lo que ese hombre había hecho seguía siendo capaz de dirigirle la palabra, de mirarlo a la cara siquiera.
-¿crees que ese hombre merece que le llames así?- no quería ser malo con Mateo, pero estaba furiosos con Marco.
-tal vez no lo merezca, pero, quiera o no, él es y siempre será mi hermano y tengo que hablar de algo importante con él.
-¿De qué?- ¿Mateo no sería capaz de ocultarme nada, verdad?
-no sé por qué de repente me demandas que te dé explicaciones, pero como no tengo nada que ocultarte te lo diré: es sobre la universidad.
“¿Cómo es que Mateo podía ser tan idiota en algunas ocasiones y tan maduro en otras?"
-de acuerdo, lo siento… pero, por muy inmaduro que te parezca, no te dejare solo con él, no pienses que los dejaré solos.
Mateo sólo suspiro y asintió resignado antes de invitarme, con un gesto, a retirarme.
Justo en el momento en el que abrí la puerta me encontré cara a cara con el doctor, con un gesto sorprendido y con un puño en alto para tocar la puerta. Luego de un extraño segundo de miradas directas, él sonrió, dio dos pasos atrás y me invito a tener una charla.
-doctor- dije luego de cerrar la puerta tras de mí- muchas gracias por todo, realmente- le estreché efusivamente la mano.
-no es nada, padre. Aunque no lo crea, me he encontrado con personas más exageradamente angustiadas que usted- él se rió y yo sólo pude sentirme sonrojar.
-lo siento.
-no se ocupe, es normal si usted es su…- esperaba a que yo termine su oración.
-profesor.
-oh.- no disimuló su sorpresa- Creí que tal vez era uno de sus familiares- dijo el hombre, sin salir de su estupor inicial.
-de hecho, ahora mismo voy por su hermano. Permiso- quería huir de esa conversación, en lo posible, antes de que el doctor comenzara a hacer locas conclusiones; o peor aún: conclusiones correctas.
-esperé un segundo, padre. El señor Peralta tuvo que retirarse de urgencia.
“¡¿Qué?!” pensé “¿Qué era más importante que la salud de su propio hermano y la merecida golpiza que le debía?”
-sin embargo –continuó el doctor- me pidió que le entregara esto a su hermano, ¿sería tan amable de dárselo usted?- preguntó luego de entregarme unos cuantos papeles: uno blanco en el que únicamente rezaba una dirección y dos sobres rojos que reconocí de inmediato: las invitaciones para la premiación.
-está bien- respondí - yo se lo entrego, muchas gracias, nuevamente.
Y entré a la habitación.
-¿Y Marco?- preguntó mi ángel en cuanto me vio entrar en tan poco tiempo. Como respuesta sólo le entregue los papeles.
…l, luego de ver las cartas con la boca abierta, suspiro y las presionó contra su pecho aliviado. Yo seguía sin saber bien que pasaba, pero sonreí al verlo bien.
Y aunque seguramente Mateo creyera que al fin todo estaba bien, yo no dejaba de preguntarme: ¿sin Marco o sus padres, como podría Mateo cumplir con los días de reposo que obviamente necesitaría? Tendría que hablar con el director para que se pueda quedar en enfermería o con Agustín para que se quede en la iglesia.
Vi cómo Mateo hizo el afán de guardar los papeles entre las páginas de un libro que Lucas le había dejado en su visita, pero antes de cerrar el libro decidió simplemente confiarme la responsabilidad de enviar los famosos sobres rojos.
-¿Ahora sí llamo al doctor?- le pregunté.
-no, quédate un rato más. Si no han venido es porque no es necesario.-¿Mateo estaba haciendo un puchero?
La verdad, yo tampoco quería irme, pero tenía que discutir con muchas personas antes de que Mateo pudiera irse.
-tengo una idea entonces, mira el reloj- señale el objeto en pared- cronométrame. Si tardo más de 5 minutos… mhhh- pensaba en algo que pudiera hacer, pues claramente dinero no podía apostar- seré tu sirviente hasta que te saquen el yeso- de todas formas tenía pensado hacerlo-yo iré por el doctor y llamaré a Agus para que traiga a Lucas, ¿ok?
Vi duda en el semblante de mi estrella, o tal vez sólo buscaba manipularme como sabia le encantaba.
-¿Y a José también?- preguntó.
-y a José también- dije y me sorprendí al notar como una pisca de celos hacia ese chico persistía en mí.
-está bien- y me dio un corto beso, lo cual borró, por el momento, mis infundados celos.
-entonces concéntrate- dije nuevamente señalando el reloj- desde ahoraaa… esperaba a que el segundero llegara a las 12-¡ya! – y salí corriendo acompañado de una leve risa de parte de mi alumno.
Tardé más de lo que esperaba en encontrar al doctor y el no saber ni su nombre ni su apellido o su especialidad no me ayudaba tampoco. Les pregunté a tres enfermeras y a un enfermero antes de encontrarlo en la sala de espera, acuclillado frente a una señora que parecía tener la edad de mi madre, hablándole con una sonrisa. Se notaba a la distancia que aquel era un buen hombre.
Tuve que esperar, claramente, a que dejara esa conversación y aunque me debatí entre dejar al pobre señor hacer su trabajo o anteponer a mi príncipe herido, finalmente le pedí que fuera a echarle un vistazo a mi niño cuando tuviera tiempo y corrí a un teléfono público, en el que esperé tres tonos antes de que me contestara alguien desde la iglesia, no supe quién era y tampoco pregunté, sólo pedí hablar con Agustín, antes que mi tiempo se acabase.
-¿aló?- medio grito Agus al otro lado. …l no era sordo ni nada, pero parece que nunca había entendido bien cómo usar un teléfono.
-hola, Agustín, soy Gabriel- dije, también un poco fuerte- ¿Me harías el favor de venir al hospital un segundo y llevar contigo a los niños? Pídele a Daniel que te lleve. - hablaba rápido debido a la falta de tiempo.
-¿Paso algo malo? ¿Y Mateo?
-él está bien, descansando aun- me avergoncé por no haberme preocupado de avisar de su estado en seguida- Te llamo pues tengo que hablarte de algo… en persona- escuche algo parecido a un gruñido- Y antes de que digas nada, no, no hice nada malo o estúpido.
Mi compañero emitió un suspiro de alivio y acepto antes colgar.
Caminé lo más rápido que podía sin tener que correr por los pasillos, hasta la habitación de Mateo, mientras les daba una repasada con la mirada a los sobres rojos en mis manos. Más por estar ojeando que por genuina curiosidad, desdoble el pequeño papel blanco sorprendiéndome al encontrar algo escrito allí también, algo de lo que Mateo no se había percatado:
“¿Por qué tuviste que elegir como pareja a alguien que me dijera la verdad de una forma tan insensible y despiadada? ¿Algún día me perdonaras?”
Tal vez no había sido del todo sincero con Agustín, tal vez si había cometido una estupidez.
De todas formas y por ningún motivo le mostraría aquello a Mateo, mientras pudiera, intentaría ahorrarle cualquier otra preocupación. Entonces simplemente arrugué aquel papel antes de guardarlo en mi bolsillo y entrar nuevamente en la habitación del objeto de mi devoción, con una sonrisa en el rostro y como si nada hubiera pasado.
-han pasado más de 10 minutos, Gabi… o debería decir: esclavo- maldito mocoso, ¿cómo hacía para arreglarme el día de un minuto a otro?
***
Vi enternecido como Lucas saltaba de los brazos de Mateo a los de su pareja, siendo consolado por José, mientras intentaba consolar a la vez a su mejor amigo. Y digo “intentaba”, pues en realidad sólo se dedicaba a llorar y a aferrarse al ser humano más cercano, igual que un imán al refrigerador. Como dije antes, Lucas, al igual que yo, era una llorona reina del drama.
Aproveche el momento de distracción de mis pequeños, para escabullirme al corredor con Agustín y discutir de la estadía de Mateo. Y por discutir saben que me refiero a rogar:
-sólo serán unos cuantos días, por favor-dije - No quiero que esté subiendo 5 pisos todos los días para ir a su habitación.
-sabes que yo no tengo ningún problema con que se quede conmigo en la iglesia, pero, ¿y sus estudios, qué dicen sus padres?
-sus padres se desentienden del tema, su hermano se fue y sobre sus estudios: no puede volver al instituto inmediatamente luego de una operación.
De todas formas no será una carga, el doctor dijo que no es bueno que se quede en cama, sólo evitar los movimientos bruscos y las actividades agotadoras. Sabes que es un buen niño, no hará problema, tampoco estorbara.
-no pongo en duda que sea una buena persona, pero…
-por favor- Agus me miró con el gesto de un padre estricto.
-de acuerdo, Gabriel. Con una única condición.
-lo que sea.
-tú vas a seguir durmiendo en tu habitación en el instituto, no quiero que a mí lleguen rumores sobre ninguno de mis sacerdotes, ¿entendido?
-por supuesto- dije luego de un fuerte suspiro.
Tal vez para mí no sea tan terrible, después de 10 años llevando el peso de mi respetuoso celibato, pero para Mateo… digamos que la idea no le agradaría.
Luego de nuevas discusiones y planificaciones en privado, entre nuevamente a la habitación con Agus detrás de mí, encontrando a mis niños riendo y a mi ángel ya fuera de la cama, con el cabello desordena, ningún piercing y con esa sonrisa encantadora.
Tal vez no era Mateo el único incapaz de resistir, tal vez yo era el que simplemente necesitaba tocarlo, y eso me lo dejó claro el estremecimiento que me invadió todo el cuerpo.
Notas finales: si gustan pacense por mi face: UraharaWriter -latidos silenciosos
:3
nos vemos

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