Algunas personas piensan que el amor se desgasta, se pierde, que de a poco se va escurriendo como agua entre los dedos, hasta que nada más quede. Yo no lo veía así, o al menos ese no había sido mi caso. El tiempo es amigo de mi amor, van juntos, de la mano, pues mientras más tiempo pasa más razones encuentro para amarte, Mateo.
Amo cada una de tus pecas, tanto como la certeza de que a todas las he besado.
Amo tu vieja chaqueta de cuero, aunque este más que claro que tú la amas más a ella que a mí.
Amo el saber que me perteneces, dándome la libertad de ser egoísta… solo contigo.
Amo tu sonrisa, desde el primer día en que la vi,
Esa sonrisa que es tuya y mía, tuya por crearla, mía por descubrirla.
Amo estar en la misma universidad que tú
y pasearnos de la mano,
ir a dejarte a tu salón a veces y que tú me dejes en el mío.
Amo ser tan malo en psicología como tú lo fuiste alguna vez en matemáticas, para que me enseñes como yo lo hice, para que me tengas la misma paciencia que yo te tuve.
Y porque amo la forma en la que acaricias mi mano cuando estudiamos juntos en el comedor del departamento,
También amo nuestro departamento, aunque sé que es más tuyo que mío, tú me convences de lo contrario.
Para ti todo lo tuyo es mío y todo lo mío es… mío también.
Y es que así eres y siempre has sido, irrelevante, raro, extrovertido y muy generoso. Amo eso de ti también.
Amo… Amo pasear en auto contigo, aunque a veces apenas nos alcance para la gasolina.
Amo poner muy fuerte esa música que te gusta tanto y manejar a cualquier parte mientras te escucho cantar: a veces afinado, a veces no tanto y hacer como que tocas una guitarra o una batería imaginaria o que me acerques cualquier cosa a los labios simulando un micrófono para que te acompañe en tu canto,
También amo que pongas tu mano sobre la mía
Y que la tomes
Y que la beses mientras manejo, para que no pueda ver tu rostro
Odio no poder ver tu rostro.
Pero amo esa forma en la que coloreas mi vida.
Amo y amé todas nuestras primeras veces.
Cuando por vez primera vi el mar y como te sumergías una y otra vez en las olas, cada una más grande que la anterior, mientras que yo en la orilla no podía hacer nada sino entrar en pánico, hasta que me adentré en el oleaje para ir a buscarte, ¡sin siquiera saber nadar!; que estúpido soy cuando se trata de ti.
También amo lo estúpido que eres si se trata de mí.
Te diría que también amé nuestro primer trago juntos, pero sinceramente no lo recuerdo bien, ¿por qué me tenías que convencer de que aquella bebida negra era suave, si por lo dulce que era acabe bebiendo 3 vasos? Al menos te hiciste cargo de llevar lo que quedaba de mí de vuelta a casa, aun no estoy seguro de cómo lo hiciste con tan delgado cuerpo,
Pero lo hiciste y por eso te amo.
Amo… ¿Qué más amo? Es difícil enumerarlo todo.
Amo poder despertar con uno de tus besos cada día, y no con el estruendoso despertador y la soledad de una fría habitación.
Amo que, intentando ser sexy, te metas a escondidas en la tina mientras me ducho y salgas corriendo al darte cuenta de que de nuevo estoy usando agua fría, perdón, es la costumbre.
Amo dormir cada noche a tu lado y en la mañana, sólo las pocas veces que despierto antes que tú, descubrirte recostado en mi pecho, tan cerca de mi corazón.
Amo que me protejas,
Que me cubras la espalda,
Ser un equipo.
Amo que me hayas ayudado a dejar el tabaco, pero no la forma en que lo hiciste
¿recuerdas?
Me descubriste en el balcón con una caja sobre la mesa y un cilindro entre los labios, creí que me odiarías, que me gritarías; pero en lugar de eso te llevaste uno también a la boca, lo prendiste e inhalaste fuerte;
Tos, mucha tos, una horcada, luego dos y corriste al baño a vomitar, yo te seguí preocupado, dejando dos cigarrillos tirados en el balcón, para siempre.
Ese día entendí mejor que nunca que debo cuidar de mí como cuidaría de ti.
Porque también amo que te cuides. Cuídate por favor.
Amo como aprendiste a cocinar sólo por mí, por este desgraciado inútil que casi le prendió fuego a nuestra cocina.
Amo incluso las veces que me regañas, por dejar bellos en el baño luego de afeitarme, por dejar platos sucios o incluso por no estar estudiando. A veces, me recuerdas de cierta forma a mi madre, pero eso es algo que nunca te voy a decir.
Amo nuestras estúpidas e infantiles peleas, por ser nada más que estúpidas e infantiles.
Amo que me obligues a hacer deportes contigo los fines de semana, aunque mi cuerpo y especialmente mis pulmones no lo amen tanto.
Amo más que nada los sábados en los que no salimos del departamento, de la habitación o de la cama.
Y en los que tengo el privilegio de redescubrir tu cuerpo.
Y amo que todos los domingos, sin excepciones, aunque tengas mucho que estudiar, aunque quieras descansar e incluso aunque estés con una horrible resaca, me acompañes a misa y finjas poner atención en los largos sermones, y que no rías en las partes que te parecen absurdas y me esperes pacientemente cada vez que voy a comulgar. Con ese simple gesto me demuestras que me amas.
Amo presentarte ante todos como mi pareja, el amor de mi vida; sin miedo, sin trancas y a quien le moleste ahí está la puerta,
Amo esa libertad de por fin amarte.
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