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Latidos silenciosos por urahara

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Notas del capitulo:

Lamento mucho haber subido este capítulo tan tarde, pero tuve muchos problemás con mi conexión a internet, además de que tuve que editarlo ya que al subirlo se omitieron algunas partes, lo mismo me pasó con el capitulo anterior, debe ser porque aún no me acostumbro a subir mis historias aquí y cometo algunos errores, de todas formas ya lo arregle.

Realmente espero que les gusté este capítulo porque a mi me encantó escribirlo.

El día martes empezó… bueno… como todo día martes. Me bañe y vestí apresuradamente con ropa algo más decente que el día anterior, ya que suponía que hoy no me caería alguna sustancia de dudosa procedencia encima; pantalones negros, chaqueta de mismo color, una corbata gris sobre una camisa a cuadros y mis zapatos recién lustrados.
Salí corriendo, sabiendo que llegaba tarde a mi primera clase hasta chocar con el umbral de la pequeña puerta de mi habitación, maldiciendo mis 1.89 centímetros de altura.
Llegue a mi clase con la frente con una marca roja causando risas y varios comentarios sobre esta y de mis, aun más visibles que ayer, ojeras, que ya eran tan notorias que ni mi piel morena podía camuflar. Y es que en toda la noche no había pegado ojo.
Mateo me rondaba la cabeza como un alma en pena. Me preguntaba tantas cosas <<¿qué le habra pasado para ser tan cerrado? ¿será por sus padres? ¿sus amigos? lo más probable es que sea por un sacerdote>>. De un momento a otro sentí un odio rotundo por quien tuviera la sangre fría de lastimar a tan delicado ángel…<< espera ¡¿que?! ¡acabo de pensar que Mateo Persalta es un "delicado ángel"! ok, ok, tranquilo, concentrate en la clase >> pero aunque eso era lo que me proponía la imagen de Mateo llorando volvía a mí y ya no podía pensar nuevamente en él como un simple buscapleitos.
Finalmente, incapaz de concentrarme como me había planteado, termine por dejarles una actividad de interpretación de un texto bíblico a mis alumnos, mientras yo seguía reflexionando, sorprendiéndome a mí mismo por lo impacientado que estaba por el fin de las clases, y el comienzo de la detención de Mateo.
Por lo mismo la tarde transcurrió tortuosamente lenta, hasta encontrarme por fin en la sala de religión esperando al rebelde castigado.
Pasaron varios minutos de espera en los cuales dude que Mateo se apareciera <<después de todo, ¿qué clase de rebelde va a castigo por propia voluntad?>> . Pero, para mi sorpresa, en ese instante apareció por la puerta. Llevaba su ropa característica, con la diferencia de que hoy llevaba un cinturón de cuero rojo, un gorro negro que no me dejaba ver con claridad su rostro lleno de pecas y solo llevaba un piercing en la oreja derecha. Se deslizo con sigilo por la sala sin siquiera mirarme y, en lugar de sentarse frente a mi escritorio como ayer, se dejo caer en el ultimo banco de la izquierda, su lugar de siempre.
-¿Mateo?- no contesta- ¿podrías acercarte?- no contesto, ni siquiera parecía respirar.
Suspire profundo y me acerque sentándome en el banco de al lado.
-Mateo, ¿te sientes bien?- solo respondió con un movimiento de cabeza que pareció no significar nada -¿Qué te ocurre?- no contesto- puedes decírmelo si quieres-
Se mantuvo en silencio unos minutos, que me parecieron siglos, mirando el suelo como si todas las respuestas se encontraran en las baldosas blancas de la sala de clase. Y justo antes de que mi desesperación explotara en un <<¡ya dime!>>contesto:
- no confío- susurro tan bajo que no supe si oí bien.
-¿Qué? No te escuche-
-no confío en ustedes- dice ahora más seguro, provocándome nuevamente esa dolorosa sensación en el pecho que solo quería olvidar, pero continué, porque ya no podía dar marcha atrás y además… realmente quería ayudarlo.
-¿Quienes? ¿los profesores?- no respondió- ¿los sacerdotes?- solo asiente- Mateo, no todos somos como tú crees. Recuerda: “no juzguéis o…”
-“…seréis juzgados” ya sé- completo con burla la frase- es que… ¿no te doy ni un poco de asco?
Sentí ganas de confesárselo, de decirle “no eres tan diferente a mí“, pero eso no se vería bien, y lo último que quería es que me despidan.
<<¡¿como hacer entender a este niño tan terco?! ok, tranquilo, 1, 2, 3...>>


-tú no das asco Mateo, se que eres una buena persona, solo debes demostrarlo- pude notar que me regalaba una tenue sonrisa, pero luego volvió a mostrarse desconfiado.
- ¿no te daría asco que me acercara a ti, que intentara ser tu amigo?- esa pregunta me estrujo el corazón.
-No habría nada que me hiciera más feliz que eso-
-¡es que es imposible! No te creo- dijo firmemente. <<aquí vamos de nuevo>>
-¿en qué idioma tengo que hablarte para que entiendas que quiero ayudarte?
-¡no! ¡Nunca confiare! No otra vez- la desesperación hacia acto de presencia nuevamente.
<<¿no otra vez?>> No sabía de lo que hablaba, pero quería saber, así que se lo dije, sin pensarlo lo dije:
-¡pero si yo también soy gay!
-¿Qué?- su rostro cambio de la ira a la completa estupefacción- pero… pero si tu eres sacerdote- tartamudeo incrédulo-
-pero no por eso no tenemos sexualidad ¿sabes? Soy sacerdote, pero también soy humano - dije reprochándome por lo que acababa de decir y jurándome que en cuanto estuviera solo golpearía mi cabeza contra el escritorio por ser tan estúpido. ¿Qué haría ahora? Nunca se lo había contado a nadie, exceptuando a mis parejas claro, y ahora el mocoso mas manipulador del instituto podía chantajearme. Él parecía estupefacto.
-no te creo, ¿seguro que no lo dices para que confíe en ti?, Le preguntare a alguien-
-¡NO!- grite asustado.
-¿Qué? ¿Por qué?- suspire resignado.
- nadie lo sabe, si alguien se entera podrían despedirme. No se lo cuentes a nadie, yo no le he dicho a nadie que eres gay-
-todo el mundo sabe que soy gay y no me molesta lo que me digan-
De un segundo a otro y de una forma que jamás imagine sentí una inmensa admiración por mi alumno, el se atrevía a hacer lo que yo nunca había tenido valor de hacer. Ni a mis padres, ni a mis compañeros, ni a nadie; a nadie les confesé mi orientación sexual. Pero él, ese pequeño de 1,60 de altura, se enfrentaba con la frente en alto al mundo que lo juzgaba. Se notaba su inseguridad, el miedo, la desconfianza, y las cicatrices que le ha dejado tantos rechazos y aun así no niega lo que es. Él prefiere ser fiel a sí mismo, y eso lo admiro, y hasta incluso lo envidio, envidio su valentía… y envidio su seguridad.
Me sentí inferior a ese niño y al parecer él lo noto.
-¿en serio nunca le habías contado a nadie?-dijo con burla.
-no, nunca-
-entonces ¿Por qué se lo dices a alguien como yo? ¿Por qué debería creerte?- dijo con un brillo de maldad en sus ojos.
-juro que soy gay-dije sin pensarlo muy bien. Nunca antes me imagine diciendo esas palabras. Ese habría sido el instante exacto para dar marcha atrás, y decir que era mentira, pero decidí, al menos por una vez, confesar abiertamente mi secreto.
- entonces ¿no te molestara que haga esto?- se sentó en mi regazo acomodando una pierna a cada lado de mi cintura y comenzó a acariciar mi rostro mirándome intensamente con esos ojos azulados. Mi piel se erizo al instante en que su piel toco la mía y sentí algo que hace mucho tiempo no sentía, eso que solo producía la cercanía de otro cuerpo- esto no te da asco ¿verdad?- dijo con una voz que no pudo ser más provocativa. Y yo me debatía entre sentirme en el cielo o en el infierno.
-esto… Mateo puedes sentarte en tu banco otra vez- dije después de tragar saliva. Ya empezaba a sudar, no sé si por pánico u otra cosa.
-¿Cuál es el problema? ¿no te gusta?- dijo empezando a dejar pequeños besos en mis mejillas para luego bajar acercándose peligrosamente a mi cuello.
-no, no es eso, es solo…- calle, no quería decirle.
-¿solo que qué?-dijo arrastrando mis manos hacia su cintura, lo que me hizo reaccionar y entender que no había otra forma de escape, debía decírselo:
-es que… - dude un poco- he estado en abstinencia tantos años que no soporto bien este tipo de contacto físico, desde que entre al seminario… bueno ya sabes… no me es permitido… eso - dije al fin << que patético soné>>
-ahh- dijo Mateo cambiando su expresión y alejándose por fin- ok pasaste la prueba, te creo. <<¡espera! ¿esa sólo había sido una prueba para comprobar que realmente soy gay? este niño cada vez me sorprende más, y me asusta más>>

Miro el reloj de pared del salón - ya es tarde, nos vemos mañana- dijo saliendo- ah, y gracias-y entonces cerró la puerta tras él, dejándome solo con mis pensamientos.
En ningún momento Mateo se mostro realmente confiado, pero sentía que pronto se abriría a mí, tenía el presentimiento, o tal vez la absurda fantasía, de que dejaría su temor, y hasta tal vez también me ayudaría a superar el mío.
Salí con esa esperanza de la sala y me dirigí a las habitaciones del instituto con Mateo nuevamente rondando en mi mente, de a poco me acostumbraba a pensar constantemente en él, sus problemas, su pasado, preguntándome que estará pensando cuando hace lo que hace; pero esta vez en mis pensamientos se repetía la escena de Mateo tan cerca de mí, el suave contacto físico y su cercana respiración << maldita sea, las hormonas ya me están jugando en contra, no deberían obligarme a esto>>
Al llegar a mi habitación y tener cuidado de no chocar otra vez con el marco de la puerta me di una ducha fría, y no solo porque la necesitaba, si no que la calefacción no funcionaba muy bien en mi habitación.
Finalmente me vestí con mi sencillo pijama azul oscuro y me acosté. Estuve mirando el techo por un largo tiempo hasta que supe que sería imposible seguir intentando conciliar el sueño, así que, con todo el ánimo del mundo, decidí ir a dar una vuelta por el jardín del instituto. Aun en pijama, con un abrigo y mis desgastadas pantuflas salí de mi habitación cuando la noche ya había caído y la luna se mostraba llena y grande, por lo que no fue necesario traer una linterna.
Al llegar al jardín di unas cuantas vueltas alrededor de la fuente en el medio, y luego me senté en la banca más cercana a contemplar las estrellas, que no se distinguían muy bien gracias a las luces de la ciudad. Me encontraba pensando en todo y a la misma vez en nada hasta que escuche un murmullo, y aunque fue leve y no pude descifrar lo que decía exactamente estaba seguro de lo que había oído. Me acerque a donde creí haber escuchado el sonido, hacia unos arbustos y lo que vi me dejo en shock para luego dejarme invadir por la ira, una ira que desconocía en mí << 1, 2, 3... 10, 11, 12... ¡a la mierda, esto de contar ya no está sirviendo!>>
-¡¿Qué mierda está pasando aquí?!- grite. Hace años que no decía una insolencia en voz alta, pero en ese momento no medí mis palabras.
Ahí en frente de mi estaba Mateo recostado en el piso, con la ropa desordenada y la respiración agitada; y a horcadas sobre él, un alumno de ultimo año sin camisa. En la oscuridad pude llegar a ver los labios rojos y ligeramente hinchados de ambos << se había besado, y era seguro de que habrían llegado  a más si no los ubiera interrumpido>> no recordaba la última vez que me sentí así de furioso.
-emmm… este yo… nosotros… solo estábamos- el chico, que si mal no recuerdo se llamaba José, aunque en ese momento era lo que menos me importaba, intentaba explicarse nervioso, pero yo solo podía ver a Mateo, quien parecía inexpresivo, como cansado, casi como diciendo “como jode este cura”.
-A su habitación ¡ahora mismo!-José solo se levanto y en cinco segundos desapareció de mi vista << cobarde>>
Vi como Mateo también se disponía a irse, pero lo detuve:
-¿A dónde crees que vas?-
- profe Gabi, que pesado- dijo suspirando pesadamente.
-te exijo una explicación Mateo-
-¿Por qué? No tengo que explicarle nada, ni que fuera mi novio- bromeo, pero ese comentario me exalto- puedo follar con quien quiera cuando quiera- eso solo confirmo mis más que claras sospechas.
-tal vez acepte tu condición pero no voy a permitir esa actitud en un instituto católico, el director se enterara-
-como quieras, así aprovechare cuando este en su oficina para que también se enterara de TÚ “condición”- << maldito enano manipulador>>
Yo solo apreté la mandíbula y vencido por las palabras de Mateo, salí con grandes zancados del lugar dirigiéndome a mi habitación. << sabía que esto pasaría>>
Luego de llegar a mi alcoba me encontré acostado en mi cama ¿haciendo qué? Nada, absolutamente nada, solo miraba el techo, todo estaba tranquilo. Pero en mi mente ¡oh! En mi mente era completamente distinto, mis pensamiento eran todo menos tranquilo, solo podía mezclar los recuerdos que tenia de Mateo: por un lado lo vi insolente, frustrante e indiferente en cada una de mis clases; por otro lado lo vi llorando con fragilidad, destrozado, casi como si en algún momento pudiera romperse, en la sala de religión hace dos días; por otro lado lo vi sentado sobre mí, insinuante, acariciándome y besándome esta tarde; y por otro lado lo vi ahí, en el suelo del jardín, jadeante, desordenado, con el deseo reflejándose en todo su expresión, esa misma noche. Y me sentí confundido, confundido por los cambios en la personalidad de mi estudiante, pero principalmente curioso por averiguar cuál de ellas era la máscara, en cual se refugiaba y cuál era la que por accidente había dejado escapar para ser vista por mis ojos y aunque era bastante sencillo sacar propias conclusiones, quería escucharlo de sus labios, saber que confiaba en mí como para mostrarse como es realmente y sentirse libre al hacerlo.
Y a pesar de todos esos pensamientos que me incitaban a no rendirme y seguir intentando exponer el corazón del muchacho ante mí, la imagen de esa noche atormentaba mis pensamientos cada cinco minutos, como encontré a Mateo, la posición de José, sus labios hinchados, esa escena tan comprometedora no podía causarme nada más que rabia.
Tape mi rostro con mi almohada obligándome a dejar de pensar tanto, si hasta ya me dolía la cabeza, e intente dormí con repentino éxito, ya que no recuerdo nada más de aquella noche, por fin me entregue al sueño, que desde hace dos días parecía ser el único lugar en el que podía estar en paz.

Notas finales:

Muchas gracias por leer.

Desde hoy actualizare todos los sábados.

Me haría muy feliz saber sus opiniones.


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