Lo primero que pensé cuando le conocí fue ‘’increíble’’. La impresión que causó en mí consiguió que me olvidara de respirar y pestañear, haciendo que me asustara de mi propia reacción. La cosa no mejoró cuando se acercó a mí con una gran sonrisa, ese tipo de sonrisas que parecen destellar y crean un aura de felicidad y seguridad. Me sentí torpe cuando me incliné hacia él con rapidez, pero cuando volví a mi postura inicial solo sonrió con más fuerza-como si eso fuera posible-logrando que me llenara de suficiente confianza para poder presentarme.
-Jeon Jungkook.
Un susurro, un triste susurro es lo único que salió de mis labios y me reprendí mentalmente por ello. Desvié la mirada hacia el suelo con tal de no mirarle a los ojos, creando una pared invisible que me escondiera de él, aunque realmente no quería eso. Lo siguiente que sentí fue una cálida mano posarse sobre mi hombro, dándome un amistoso apretón que derrumbó la pared que había entre nosotros y que llevó mi mirada hacia sus negros ojos.
-Park Jimin. Ya que nuestros nombres empiezan ambos por J vamos a llevarnos bien,¿sí?
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Pasaron días, semanas, y poco a poco me iba soltando más con el grupo. Cada día mi felicidad crecía junto a ellos, me sentía cómodo y en familia, solo que a veces me trataban como al bebé del grupo. Ser el pequeño de siete chicos tenía sus cosas malas.
Mi relación con Jimin no tardó en hacerse bastante fuerte. Me pasaba el día a su lado, más que nada porque él me seguía allá donde fuera. Grabamos vídeos juntos, canciones, practicábamos en la sala de baile y hablábamos hasta altas horas de la noche de temas banales. Le adoraba. Adoraba cómo cantaba, adoraba la forma en que sus ojos se cerraban cuando me mostraba su gran sonrisa, adoraba lo tonto que era y lo mucho que cuidaba de mí. Me gustaba todo de él, hasta que las cosas empezaron a empeorar.
Ya no sentía sus caricias en un ámbito amistoso, mi cuerpo reaccionaba de manera distinta a ellas. Se me ponía la piel de gallina y el corazón me latía con tanta fuerza que era capaz de salir por mi pecho. Quedarse a solas con él ya no era agradable, era morirse de nervios y preocupaciones, era hacerse mil y una preguntas, era desear salir corriendo y esconderse bajo las sábanas de la cama. Todo era demasiado confuso para mí, y él lo sabía. Notaba que algo pasaba conmigo, se daba cuenta de que ya no me sentaba con él, ni siquiera le miraba a los ojos cuando me miraba, pero sabía que él lo hacía con una expresión llena de angustia.
Un día pasó lo inevitable. Se sentó junto a mí, sosteniendo una gran caja de helado y dos pequeñas cucharas.
-Lo siento-dijo, dejando escapar una pequeña sonrisa-, las cucharas grandes se las ha llevado todas Jin. Era esto o las manos.
No pude evitar esbozar una pequeña sonrisa ante su comentario, pero tampoco pude evitar sentirme mal al ver lo mucho que se esforzaba para sacarme una mínima risa. Un tranquilo silencio se extendió sobre nosotros mientras devoramos esa caja de helado, dejando más de medio envase vació. Noté su cuerpo moverse incómodo a mi lado, y a continuación su pierna derecha rozar mi izquierda.
-¿Sabes que puedes contarme lo que sea, verdad?-hizo una breve pausa y añadió-:Quiero decir, soy tu hyung, puedes confiar en mí.
Levanté mi rostro hacia él y me di cuenta de lo muy nervioso que estaba. Apretaba sus labios con tanta fuerza que me asustaba el hecho de que pudiera llegar a hacerse daño. Tenía la vista fija en el suelo mientras cerraba sus manos en un puño. Y cuando levantó su cabeza y clavó su mirada en la mía, justo en ese momento, me sentí la peor persona del mundo.
-¿Qué he hecho mal, Kookie?
Kookie. Así me llamaba él. Era el apodo que más me gustaba y al que más cariño tenía. Era el apodo que él me puso.
-No has hecho nada mal, de verdad. Todo es mi culpa.
-¿Tanto me odias?
¿Odiarlo? Jamás. Nunca podría tener ese tipo de sentimientos hacia él, odiaba los otros sentimientos que se apoderaban de mí al verle. Que hacían que las cosas estuvieran de esa manera.
-A mí me gustas, Kookie. Me gustas mucho.
-A mí también me gustas, Jimin.-respondí, confuso por sus palabras.
-No, no hablo de un gustar amistoso.-negó con su cabeza, sonriendo de manera irónica.-Me gustas como algo más.
Y justo en ese momento, hice lo peor que se me podría haber ocurrido. Terminé de estropear las cosas.
-¿Estás loco?-me levanté de golpe, provocando que se asustara por mi repentino movimiento.-¿Cómo puedes decir algo así?
-¿Kookie?
-No me llames así. ¿Cómo puedes pensar que te gusto? Eso es asqueroso, Jimin.
-Pero, yo…
-No, Dios no. No puedo gustarte. Tú eres mi hyung, solo eso. Yo soy el maknae y tú el hyung. Nada más. No confundas las cosas.
-¿Cómo puedes estar hablándome así? Yo pensé que te gustaba.-dijo, elevando el tono a cada palabra que soltaba.
-¿Gustarme? ¡No seas tonto! Claro que no me gustas, a mí me gustan las chicas. No me metas en tus cosas, y menos… ese tipo de cosas.
Sabía que estaba llevando las cosas demasiado lejos, sabía que la mitad de las cosas que le estaba diciendo no eran más que mentiras, pero no podía permitir que eso pasara. El miedo no me dejaba. Se levantó y me miró a los ojos. Su mirada estaba llena de decepción. Ni odio ni enfado; tristeza. Mucha tristeza.
-Así que… No quieres meterte en mis cosas, solo soy tu hyung, ¿verdad?-asentí, intentando averiguar qué intentaba decirme.-Está bien, pues se acabó. Solo seré tu hyung. Ya no te meteré en nada más, lo siento.
-Jimin…
-Jimin hyung.
-¿Qué?
-Que me llames Jimin hyung. Buenas noches.
Su voz fría se caló hasta mis huesos y las lágrimas se acumularon en mis ojos. Desapareció por la puerta tan rápido que no me dio tiempo a decir nada más.
Esa noche todo se fue a la mierda.