N. A. R. U. T. O.
Formas de llamarte
Itachi Uchiha Pov
Tras un largo suspiro me adentro a la casa sin prender la luz, procurando hacer el menor ruido posible al saber que es la una de la madrugada. Lo más probable es que este profundamente dormido o tal vez molesto por mi retardo cuando hoy en la mañana le prometí que llegaría temprano para salir a cenar. Cierro los ojos antes de ingresar a la habitación que comparto con mi amado doncel, dirigiéndome al baño para ponerme el pijama, ya que no quiero despertarlo.
Al salir le observo atentamente, viendo como sus rubios cabellos se riegan por la almohada. Su rostro luce tan tranquilo y sereno que no me resisto, por lo que me acerco con sigilo besando sus perfectos labios rosados, tan suaves y cálidos, con un exquisito sabor a fresa que me hace desear más y más.
Mi dulce y alegre esposo. Aunque siempre va a ser Na cada que entro a la cocina por las mañanas y le veo preparando el desayuno con unos diminutos shorts ceñidos a su cuerpo y una playera mucho más grande de su talla, es curioso cómo se me va el habla al verlo ahí de pie con esa sonrisa alegre y mirada cariñosa. Un metro con cincuenta y cinco centímetros de pura sensualidad moviéndose al ritmo de la música, yendo de aquí para allá por toda la casa descalzo cual niño pequeño.
Para los amigos y familiares siempre va a ser Narutin, Narulin o Nato el pequeño hiperactivo que no paraba de correr en la facultad, ya que siempre llegaba tarde, abriendo la puerta del aula de golpe, logrando sorprender a maestros y alumnos por igual. Claro que sin dejar de lado esa alegre sonrisa con la que se disculpaba por su retraso y con la cual no era de extrañar que terminaran perdonándolo. Recuerdo el enorme cartel que le hicieron sus amigos y compañeros cuando cumplió veinte años, el cual decía “FELIZ CUMPLEAÑOS NARUTIN”, mismo que pegaron en la pizarra y por el cual le vi derramar lagrimas de felicidad.
Claro que para asuntos más formales siempre se presenta como Naruto, según él adquiere una personalidad seria, aunque termina por sacarme una amplia sonrisa al ver sus pucheros, que según él, es su expresión perfecta para darle seriedad a los asuntos de trabajo.
Aunque cada que está entre mis brazos es Naru, mi amado Naru y la persona que más amo, el perfecto doncel con el que me case en cuanto cumplió veintidós años. Fue justamente una tarde soleada a la orilla del mar, donde le jure amor eterno, prometiendo estar siempre a su lado, en las buenas y en las malas. Aquel día le abrace fuertemente, agradeciéndole el haberse enamorado de alguien como yo, llenando su rostro de besos. Aquella misma noche le hice el amor por primera vez de forma dulce, tan dulce, suave y delicado como él, queriendo que sintiera cuanto me importa y cuanto le amaba y le sigo amando…
—Mmm —ronronea en cuanto me he separado de sus labios, abriendo sus ojitos que me miran somnolientos—-. ¿Itachi? —Murmura un poco confundido.
—Perdona por despertarte —me disculpo, pero él niega un par de veces con la cabeza abrazándome y acurrucándose junto a mí.
—Bienvenido a casa —musita sobre mi cuello estremeciéndome—. Aunque aun me debes un beso por llegar tarde —dice juguetón comenzando a repartir besitos por mi cuello.
—¿Solo uno? —Inquiero con picardía, tomándolo de la cadera para acercarlo aun más a mi cuerpo.
Definitivamente, él es mi perfecto doncel y no importa cuántas formas haya para llamarlo, ninguna será suficiente para demostrar cuanto le amo…
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~ ♥ F I N ♥ ~