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Cautivo |EunHae| por FireBummie

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Notas del fanfic:

Estaba inspirada, pedí ideas para escribir un One Shot y la mayoría me dijisteis sobre violencia o un Hae enfermo, dolido, y un Hyuk que lo salvara. Algo así. Y este fic va sobre el síndrome de Estocolmo, es decir, enamorase de tu secuestrador o violador. 

 

No tiene exactamente violencia, drama, o romance. No se explicarme así que mejor leedlo y si hay algo que no queda claro no tengo problema en explicarlo ^^ 

Mirando el reloj me pregunto cuando acabará este tormento. La cola no avanza, la gente habla sin parar y el cartel de silencio cuelga impasible en la pared. Doy un paso hacia delante, lo vuelvo a dar hacia detrás, la anciana se gira y me señala con el dedo. Solo había perdido el equilibrio, no estaba avanzando. 
 
 
Me paso las manos por la cabeza, mirándome lentamente las manos con una respiración. Puñados de pelo se me enredan en los dedos. Escondo los puños en los bolsillos de la chaqueta, mirándome las zapatillas y los pies de la mujer que tiemblan al mantenerse en pie. El móvil me vibra en el pantalón. 
 
 
  - Donghae...-lo oigo; él solloza y yo pongo toda mi atención en la dependienta del banco- ¿Dónde estás? -no respondo, no quiero hacerlo, pero tengo miedo- ¿Dónde estás? -solo un poco más. Aquí no, por favor, aquí no- Llevas una semana desaparecido, tu hermano no quiere decirme a donde has ido. Dime dónde estás.  
 
 
La anciana avanza. Se la oye gritar lo que quiere, se la oye decir donde está. Cierro los ojos, suspirando, un largo temblor recorre mi espalda y Kibum parece coger aire desde el otro lado. 
 
 
  - ¿Estás en un banco? -trago saliva. No llores, no llores- ¡¿Qué coño haces en un banco?! ¿Quieres dejarme? ¿Es eso? ¿Quieres huir de mí? ¿De la única persona que te ama de verdad?  
 
 
Me muerdo el labio, me subo las gafas y ya noto una lágrima bordear mi mejilla. Esto no está bien, tendría que habérselo dicho, haberle dicho que me marchaba. Pero tengo miedo. Me puede encontrar, lo sé, vendrá por mí. Está loco, obsesionado, no puedo más. 
 
 
  - Adiós. -le cuelgo y apago el móvil. No tengo nadie con quien hablar. Mi hermano no me soporta, no quiere saber de mí. Mi novio me pega, me amenaza y sólo quiero irme de aquí. Pero la anciana aún no ha parado de hablar.  
 
 
La puerta se cierra de golpe a mi espalda, una mujer chilla, un bebé se pone a llorar. Me giro. Un hombre cubierto con un pasamontañas señala a todo el mundo con una pistola. Sus ojos son tan negros como la noche, aunque brillan con miedo. 
 
 
  - ¡Todo el mundo al suelo!  
 
 
La gente tumbada, agachada, temblando y llorando, temiendo que se vuelva loco y les dispare. Apoyo la cabeza contra el suelo y dejo que las lágrimas escapen sin tener que darle una explicación a nadie. 
 
 
  - Tú -levanto la cabeza. Me señala directamente, el corazón me late demasiado veloz- coge esto y llénalo de dinero. ¡AHORA!  
 
 
Me empuja. Sujeto la bolsa con manos temblorosas, camino hacia la caja fuerte. La dependienta me abre y meto tantos fajos de billetes como puedo. Me chilla que vuelva, me rodea amenazante con un brazo y cierro los ojos. 
 
 
  - Como a alguien se le ocurra llamar a la policía ¡LO MATO!  
 
 
Tengo la pistola en la nuca y su otra mano en mi chaqueta, me guía como si fuera un perro hacia la salida. Sin dejar de mirarlos a todos, señala a la anciana y ella llora con fuerza. Me empuja fuera. 
 
 
  - Entra. -señala un coche negro. Estoy paralizado, ¿qué va a hacerme?- ¡Que entres!  
 
 
Me tira a los asientos traseros, señalándome con la pistola. Antes de que pueda entrar, montones de coches de policía comienzan a llegar y él se sube corriendo. Una bala le roza en hombro. No puede cerrar la puerta antes de arrancar. 
 
 
  - Si chillas te mato, ¿entendido?  
 
 
Asiento, llorando otra vez. Los seguros de la puerta han saltado hace rato y no tengo opción de salir. Ha sido rápido escapando de la policía; se siguen oyendo detrás y tal vez aún nos persigan, pero de lejos. Me estoy incluso mareando. 
 
 
  - ¡Joder! -lo miro y veo borroso- Esto dejará marca.  
 
 
El brazo le sangra, solo tiene un roce, la bala le ha quemado el hombro. Vuelvo a esconder la cara y sollozo. Yo quería irme, dejarlo todo, pero no de esta forma. Yo quería sacar todo mi dinero, todo lo que he ahorrado durante mis veinticuatro años de vida, mudarme a algún lugar tan lejos de aquí como sea posible. Ser feliz y dejar de ser humillado, maltratado, golpeado...
 
 
  - ¿Te has dormido?  
 
 
Solo puedo parpadear, limpiarme las lágrimas y no moverme más. Me mira desde el espejo retrovisor, sin el pasamontañas sobre su cabeza tiene el pelo negro. 
 
 
  - ¿Cómo te llamas? -no le contesto. Frunce el ceño, está enfadado- Dime tu nombre para que pueda pedir el rescate, ¿de acuerdo?   
  
 
  - Lee Donghae.  
 
 
Un rescate por mí. Solo Kibum me quiere de vuelta, pero soy demasiado poca cosa como para que pague por mí. No soy nada, solo soy basura. Pero quiero ser alguien, aunque sea solo. Solo quiero que alguien me llame por mi nombre para algo que no sea amenazarme, insultarme, o gemir de forma asquerosa. 
 
 
Me abrazo. No, no recuerdes sus manos, no ahora. Tal vez estar secuestrado sea mejor que vivir con él. 
 
 
Para el coche, se pone el pasamontañas otra vez para que no le vea la cara y abre la puerta. Tira de mí hacia afuera. Parece contento de que no ponga mucha resistencia. 
 
 
He aprendido a comportarme para no recibir demasiados golpes.
 
 
Su mano me hace daño en la muñeca, me lanza contra una pared. Estamos dentro de un almacén, no hay nada alrededor, las ventanas están tapiadas. Unas bombillas cuelgan del techo y alumbran un poco el lugar. Pega mi espalda a la pared y me amenaza con la pistola, señalándome la cabeza. 
 
 
  - Quítate la chaqueta y dame todo lo que lleves encima.  
 
 
Hace frío. Le doy el móvil, las llaves, la cartera y la cartilla del banco. La curva en el pasamontañas me indica que está sonriendo. Sus ojos brillan maliciosos. 
 
 
No tengo tanto miedo como debería. 
 
 
Me coge de la camiseta y me da la vuelta. La pared está helada contra mi mejilla. Siento que voy a llorar otra vez. Me coge ambos brazos y los ata a la espalda, su aliento choca contra mi nuca. 
 
 
  - Veamos cuanto son capaces de pagar por ti.  
 
 
Me coge del hombro y me lleva hasta una esquina. Me lanza contra ella y caigo al suelo. Jadeo, sentándome con las rodillas en el pecho y las manos en la espalda. 
 
 
Se lleva mi móvil a la oreja. No sé a quien está llamando, pero nadie contesta. Nadie me quiere. Kibum tiene razón. Miro el pequeño trozo de cielo que se ve desde el hueco de la ventana. 
 
 
  - Perfecto -gruñe, lanzando el móvil al suelo a mi lado. Se agacha y me coge la barbilla-. Parece que estás solo, ¿verdad? Que triste... 
 
 
Me suelta cuando el móvil suena y se sube el pasamontañas hasta la nariz. Tiene unos dientes perfectos y unos labios demasiado rojos. Se los lame antes de contestar. 
 
 
  - ¿Hola? -parece divertirse- Sí, está conmigo -vuelve a cogerme de la barbilla, esta vez se acerca tanto que me respira en la boca. Los gritos de Kibum insultándome son tan audibles...le mojo la mano con lágrimas. Mira el móvil y le chirrían los dientes- ¿Qué ha sido eso? ¡No voy a poder ganar dinero contigo!  
 
 
Soy inútil, inservible, no valgo para nada. Lo sé, me lo dicen continuamente. Mi única familia me odia, ni siquiera el médico quiere recetarme pastillas contra el estrés. Mi pelo se cae de los nervios, mi cuerpo está lleno de marcas, de golpes. Además de inútil, feo. 
 
 
Me suelta, deja salir una gran respiración y se levanta. Me da la espalda, sacando su móvil del bolsillo. 
 
 
  - Tengo un rehén -echo la cabeza hacia atrás, descansándola en la esquina. Se quita el pasamontañas- No, es muy silencioso. Sólo llora. Hace todo lo que le digo.  
 
 
Cuelga y se gira. Parpadeo. Es muy guapo, atractivo, intimidante. Me coge del hombro y me levanta. Me lleva hasta la puerta, siento la pistola en mi espalda. 
 
 
  - Entra en el coche y quédate como antes.  
 
 
Lo hago sin que me empuje o levante la voz. Conduce rápido y en silencio. No sé adónde me lleva, que va a hacer conmigo o de qué ha hablado con la otra persona. Mi móvil se ha quedado en el almacén; no es algo importante. No quiero morir, no quiero que me golpeen más, solo quiero ser útil de alguna manera. 
 
 
  - Lee Donghae -me llama con la voz muy ronca. Acaba de parar el coche- acércate.  
 
 
Me siento con dificultad. Me inclino hacia delante y me arranca las gafas, lanzándolas por la ventana. Da igual, veo bien sin ellas, no recuerdo porqué siempre las llevo. Pero lloro y tampoco se porqué. 
 
 
Arranca. Pierdo el equilibrio y quedo tumbado de nuevo. No me muevo. Cierro los ojos hasta que la puerta se abre y él tira de mí para que salga. 
 
 
Me cubre la cabeza con algo que no logro distinguir y huele muy mal. Me aguanto las arcadas. Me empuja para que camine. 
 
 
  - No puedo dejarte solo en el almacén. Puede que solo estés fingiendo ser sumiso -se ríe maliciosamente. Empuja mi pierna para que suba un escalón, y otro, y descubro que es una escalera. Me cojo de la barandilla para no caer. Por desgracia no, no estoy fingiendo y me odio por ello.  
 
 
Deja de haber barandilla y escalera, me coge del brazo y me hace caminar hasta una silla. Me sienta, me desata y vuelve a atarme, pero a la silla. Ata también mis piernas. 
 
 
Me quita la bolsa de la cabeza y veo que estoy en una habitación oscura. Me da la espalda, sale por la puerta y la cierra con llave. 
 
 
Estoy solo otra vez. 
 
 
No sé cuanto tiempo pasa hasta que él vuelve a entrar, vestido normal y no de negro. Lleva la pistola en la mano y me mira fijamente. 
 
 
  - Nadie te quiere -repite- No sales en las noticias, nadie te está buscando. Buscan a un rehén y ni siquiera saben tu nombre.  
 
 
Bajo la cabeza y asiento. Lo suponía. Me coge de la barbilla y lo miro a los ojos. Oscuros, maliciosos, con miedo escondido. 
 
 
  - Lo siento -murmuro-. Soy un inútil.  
 
 
  - Sí lo eres -clava sus pocas uñas en mi barbilla, girándome la cabeza-, ¿qué puedo hacer contigo? -cierro los ojos cuando desliza un dedo por mi cuello- Tu amiguito te ha acusado de ponerle los cuernos conmigo. -me respira en el oído y jadeo. No, no por favor- Hagamos que tenga una verdadera razón para hacerlo.
 
 
Me besa el cuello, me respira lentamente sobre él y aunque no es tan asqueroso como con Kibum, no me gusta. No quiero. Sus manos se pasean por mis muslos, varias lágrimas caen por mis mejillas y un sollozo que no quiero que se oiga. 
 
 
  - Maldición... -se aleja de mí- Soy un ladrón, pero no un violador.  
 
 
Se va y me quedo llorando. Está bien, no ha seguido, no te ha amenazado. Está bien. 
 
 
Se oye el ruido de algo caer al suelo y romperse, como un plato. Una puerta de madera se cierra y la que tengo frente a mí se abre. Él entra con un plato de comida y una botella de agua. Coge mi silla y le da la vuelta, se sienta en el borde de la cama. 
 
 
  - Abre la boca. -¿va a darme de comer?- Abre-la-boca. -miro su mano que sujeta la cuchara y la deja en el plato. Suspira- O abres la puta boca o te mueres de hambre.  
 
 
Vuelve a coger la cuchara cuando abro la boca. Esta bueno, tengo hambre y dejo que me alimente como nunca, nadie, ha hecho. Espero por otra cucharada y me acerca la botella de agua.
 
 
  - No hay más. Bebe.  
 
 
Lo hago, casi sin respirar. Deja las cosas a un lado y se rasca la cabeza. Es muy raro, está siendo bueno conmigo. Me ha amenazado, pero por una buena causa. No me ha golpeado con fuerza, no me ha tocado sin permiso. Me siento extrañamente bien. 
 
 
***
 
 
Hace ya una semana que estoy aquí. Abro la boca y me da el último trozo de carne. Bebo agua. Vuelvo a verlo marchar sin decir nada y cada vez me parece menos malo. Porque no ha vuelto a tocarme, ni a amenazarme, solo me da de comer y cenar. Tampoco habla conmigo, ni con nadie. 
 
 
¿Qué ha pasado con la persona que lo llamó? 
 
 
Paso los días sin hacer nada, mirando el infinito y preguntándome qué va a pasar conmigo cuando se canse de tenerme aquí. Tal vez me mate, o me abandone en la carretera sin forma de volver, puede que termine lo que empezó y decida violarme.
 
 
Una vocecita en mi cabeza me chilla ¡No, él no es así! Y tiene razón. Lo sé, por alguna razón lo sé, él no es como los demás.
 
 
Llega la hora de cenar, la puerta se abre de golpe y él se sienta en la cama. Me gira y abro la boca. Deja la cuchara suspendida en el aire, como paralizado. 
 
 
  - ¿E-Estás bi...en? -digo por primera vez desde que me disculpé por ser inútil.
 
 
Me mira fijamente durante unos largos segundos. Siento que me ruborizo. Hacía años que no me ruborizaba. Me da de comer. 
 
 
  - No puedo creer -deja el plato sin terminar a un lado- que nadie te esté buscando.  
 
 
  - S-solo tengo a mi hermano -miro el suelo, nuestros pies están juntos y mis ojos húmedos- pero me odia.  
 
 
  - ¿Y amigos? Hablé con tu novio, ¿verdad?  
 
 
Sollozo, asintiendo.- Él dice que me ama, pero no pagaría ni un céntimo por mí. -me voy hacia delante mientras lloro y lo oigo suspirar- No me deja tener amigos...
 
 
De pronto tengo sus brazos a mi alrededor y mi cara en su pecho. Está de pie, abrazándome. Lloro y me acaricia el pelo. Es la primera vez que alguien hace eso, desde que mamá murió. 
 
 
  - Quizá deba liberarte ya. -se sienta otra vez y miro sus manos. No tiene pelos en ellas, ¿ha dejado de caerse?- Mejor no.  
 
 
No digo nada. Sigue alimentándome y cuando se va me da las buenas noches. Por alguna desconocida razón, sonrío. No quiero irme, esto es mucho mejor que mi vida anterior. Él es mucho mejor que cualquiera. 
 
 
Buenos días, buenas noches, ¿qué tal has dormido?, duerme bien, creo que se ha quemado, he comprado una bebida nueva. Me llaman Eunhyuk. 
 
 
Días y días, palabras que nunca creería que pudiera decirme un secuestrador. Sonrisas dignas de un amigo. Otra semana ha pasado y nadie quiere saber nada de mí. Y yo solo quiero que siga así. 
 
 
Hoy se sienta en la cama y cruza los brazos. No lleva comida encima, ni bebida, y frunce el ceño. Trago saliva. Se levanta y me rodea. 
 
 
  - ¿No se te duermen las manos? -asiento, hace muchos días que dejé de sentirlas. También hace varios días que no puedo evitar sonrojarme cuando me toca. Agacho la cabeza y me respira en la nuca.  
 
 
Cuando vuelve delante, lleva una cuerda en la mano. Miro a los lados, mis brazos cuelgan dormidos. Un cosquilleo nada agradable los recorre y Eunhyuk me coge las manos. 
 
 
  - ¿Q-qué vas a hacer?  
 
 
No puedo notarlo, pero veo como me masajea las manos, los dedos, los brazos y los hombros. Se pasa largos minutos haciendo eso hasta que comienzo a notar sus toques. 
 
 
  - Hoy hay partido -dice mientras juega con mis dedos-, si quieres cenar tienes que hacerlo por tu cuenta.  
 
 
Ya noto mis brazos y los muevo cómodamente, hasta me noto sonriendo. Murmuro un gracias que creo que no oye y se agacha. Me desata las piernas. 
 
 
  - ¿Te gusta el fútbol?  
 
 
Asiento, bajo su atenta mirada. Se pone en pie y me ofrece sus manos. Las cojo para levantarme, no tengo las piernas tan dormidas como tenía los brazos. Tiemblo un poco y pierdo el equilibrio, empujándolo hacia la cama y cayendo encima. 
 
 
Me levanto, rojo, nervioso, con miedo de como pueda reaccionar. Pero solo se levanta y camina hacia la puerta. Me hace un gesto para que lo siga. 
 
 
Pasamos por la cocina y otra habitación antes de llegar al comedor. La casa es pequeña. Sólo veo un sofá y un televisión enfrente, hay una mesa de plástico con dos platos y dos vasos. 
 
 
Me siento a su lado. Cenamos mientras vemos el partido. Es como cuando papá estaba vivo, cuando veía los partidos con él y protestaba por todo. Eunhyuk le lanza una aceituna al televisor. 
 
 
  - ¡GOOOL! -chillamos. Me abraza y se da cuenta tarde. Me suelta poco a poco, trago saliva y miro sus labios cuando están a centímetros de los míos. Quiero que me bese. 
 
 
Pero se echa hacia atrás y sigue viendo la televisión como si nada. Frunzo el ceño, llevándome una mano a la cara y la otra al pecho. Algo no va bien conmigo. 
 
 
El partido termina sin ningún gol más. 
 
 
Entramos a la habitación y me siento en la silla. Coge la cuerda y se agacha, parece dudar.
 
 
  - Lo siento -me ata las piernas-, no puedo arriesgarme. 
 
 
No pasa nada, lo entiendo. Su voz me hace entenderlo. Se levanta y pongo las manos atrás, se entretiene un poco atándome las muñecas. Lo escucho respirar a mi espalda. 
 
 
Pasa por mi lado y se queda quieto. Me mira y frunce el ceño. Se va. Sin un buenas noches, sin una sonrisa, sin absolutamente nada más que una extraña mirada. 
 
 
Me duele el pecho. Pienso en lo que ha ocurrido antes, en lo bien que me hace sentir cada vez que da de comer, que me saluda, que me sonríe o que me hace olvidar como era mi vida hace dos semanas. 
 
 
Una silueta se me acerca corriendo en la oscuridad. Una manos me sujetan las mejillas y mi corazón quiere escaparse cuando sus labios se posan sobre los míos. Me está besando. Eunhyuk me está besando...y es tan mágico. 
 
 
  - Buenas noches.  
 
 
Jadeo, cojo aire y lo veo irse otra vez. Sí, ahora lo sé, me gusta. Me gusta mi secuestrador. Quizá más eso.
 
 
Y al día siguiente me despierto con una mano acariciándome la cara, un dedo dibujando mi barbilla y subiendo hasta mis labios. Abro los ojos y lo veo, inmerso en su propio dedo. 
 
 
  - Buenos días.  
 
 
No sé si contestar. Se levanta y me desata las muñecas, también las piernas y es raro, porque no es la hora de comer o de ir al baño. Muevo los brazos y se me quedan en alto cuando me coge de la nuca, empujándome hacia él, besándome otra vez.
 
 
Bajo las manos hasta su pecho. Le correspondo; me gusta, me gusta mucho. Sus labios son suaves y dulces, mi corazón se acelera más con cada segundo, con cada roce y con cada milímetro que sus dedos acarician de mi nuca. 
 
 
  - Donghae, -es la primera vez que dice mi nombre así. Me respira en los labios, su frente está pegada a la mía- vente conmigo.  
 
 
  - ¿A-adónde?  
 
 
  - Donde sea -me suelta, echándose hacia atrás-, acaba de llegar mi parte del dinero.  
 
 
Recuerdo porqué estoy aquí, quién es él, pero también cómo me ha tratado. Había mucho dinero en esa bolsa, yo mismo lo puse allí. 
 
 
  - Aunque tal vez prefieras que te suelte y... 
 
 
  - No. -estoy llorando- Llévame contigo.  
 
 
Lo veo sonreír ampliamente por primera vez. Abre los brazos y me lanzo a ellos, abrazándolo, sintiéndome querido como pocas veces en mi vida. Él me va a sacar de aquí, me va a llevar lejos de mi hermano, de Kibum, de todo aquel que alguna vez se burló de mí por ser gay. 
 
 
Eunhyuk no solo me ha tenido secuestrado a mí, ahora también ha robado mi corazón. 
 
Notas finales:

¿Qué os ha parecido? >.< 

Vale, si hay fans del Changminho por aquí, escribiré un shot policíaco entrelazado con este :3 no hace falta que lo leáis, solo era para que lo supierais xD 

Bye bye


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