Jonghan cayó al suelo, desplomando su cuerpo sobre la tarima del apartamento, justo cuando creyó que nadie le miraba. Pero estaba él, mirando desde lejos. En silencio.
Su pecho subía y bajaba y luego sentía que volaba, aunque su cuerpo estuviera atado al suelo, pero su mente iba tan lejos que no sentía un brillo ajeno sobre él.
Si tan sólo lo hubiese notado antes.
Cualquiera conocía su nombre pero nadie como él.
Nadie comprendía su pasión, ni sus palabras al azar.
Excepto él.
La curva de sus labios seguía siendo la misma. Jonghan no lo sabía y quizás nunca lo haría pero ese tiempo era muy preciado para Joshua, aquél que llevaba un nombre falso era el que se consumía cuando había una mirada entre ambos.
Él, que combatía los alocados latidos de su corazón cuando le veía volar. Las horas se rompían y se quedaba perplejo hasta que el cielo lloraba estrellas y el tiempo reía.
Nunca fue suyo, era un alma libre, sin ciudad y sin bosques; siempre lleno de aire, de secretos que nadie jamás sabría.
Jonghan tenía las sonrisas en su alma, tenía las alas dibujadas en su espalda y los días llenos de conjuros. ¿En qué momento había sido captura por sus hechizos?
Joshua no era más que un bandido, un atrevido que vendería su alma con tal de tocarle. Traicionaría a cualquiera con tal de robarle un beso. Y Jonghan jamás sería suyo.
Joshua vendía su alma a trozos, porque pieza a pieza le iba mejor para verle a él, ganaba más cuando exorcizaba sus extremidades al momento en que Jonghan cantaba y bailaba. Segundo a segundo hasta que su cuerpo le pedía que volara.
¿A quién amará? Se preguntaba seguido, ¿Acaso alguien se atrevería a amarlo? No habría nadie más que él. No podía haber porque él estaba ya estaba encadenado a su voz de bolero. Y en vez de decirlo, sentía un te amo que calaba en los huesos y llenaba su cuerpo de romance. Y en vez de decirlo, pensaba en un te amo que le robaba los sueños.
La voz de Jonghan era capaz de hacer parecer a la canción más bella del mundo como un desperdicio de notas musicales y al poema más romántico como un pordiosero sin rimas.
Sólo deseaba un beso, un beso perfecto para un fatídico día, de esos en los que la lluvia no llega aun cuando el cielo se oscurece. Un solo beso para asegurarse que seguía en la tierra y no volando entre sus sueños como lo hacía seguido. Jonghan era un bastardo maldito, corrosivo que le enamoró con una sonrisa y una vez atrapado, se iba, dejándolo con un amor a medias.
Sólo un beso en ocasiones para tenerlo atado a sus manos.
Había una vez un ángel que sabía volar y su nombre era Jonghan y un chico que le veía desde la tierra de cristal y su nombre era Joshua. Los ángeles no podían durar mucho tiempo en la tierra y sólo había una manera para verlo por la eternidad…