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Lecho nocturno por Yukiru

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-“¿Por fin…voy a morir?”
El pequeño vampiro levantó el rostro con los ojos llenos de lágrimas hacia su cazador, pero a la vez, una sonrisa sincera se dibujaba en sus labios.
De hecho, no era pequeño. Cualquier persona que supiera algo de vampiros, podría asegurar que detrás de su aspecto quinceañero, se escondía un monstruo de varias décadas. En este caso, tenía poco más de 70 años.
El cazador se quedó paralizado por unos instantes. No es que nunca hubiera visto llorar a un vampiro. En realidad, lo hacían a menudo para pedirle misericordia, y luego atacarlo cuando estuviera desprevenido. Estaba tan acostumbrado a esta actitud que ya no funcionaba con él.
Sin embargo, este vampiro era diferente. Sus lágrimas no eran de perdón, sino de felicidad. Este pequeño, al mirarlo acorralado contra la pared manchada con su propia sangre, parecía pedirle que lo mate, que hunda su cuchillo una vez más en él, que lo “termine”…
No podía hacerlo, y por primera vez en 10 años de su oficio, bajó el arma.
La sonrisa se desvaneció de la cara del vampiro, dejando paso a una expresión de tristeza y dolor, pero se sentía muy cansado incluso para sentir eso, y la oscuridad lo envolvió.


No pudo despertarse sino hasta la siguiente noche, sintiendo “la sed” en todo su cuerpo. En seguida se dio cuenta que no estaba en el abandonado sótano donde solía pasar los días, sino en una pequeña habitación que no tenía nada que envidiarle a este, salvo por la cama que ahora ocupaba y una vieja heladera.
El cazador lo miraba empuñando su cuchillo, mas no de forma amenazante. Sólo era una precaución, sabía lo feroz que un vampiro con sed de sangre podía ser.
El pequeño saltó de la cama. Trató de correr hacia la puerta, pero su debilidad lo hizo tropezar a medio camino. Tenía la vista borrosa, y su propio pelo violeta le tapaba los ojos, dificultándole el escape todavía más. En ese momento sintió al otro chico a su lado, tratando de ayudarlo a recomponerse.
-“ALEJATE!!” le gritó lo mas alto que pudo. Y luego agregó, casi en un susurro –“No quiero matarte…”
El cazador se separó solo por unos instantes, para luego volver junto a él trayendo el irresistible aroma de la sangre. El vampiro trató de enfocar la vista para comprender por qué de pronto sentía tanto ese olor, y vio la botella llena del líquido granate delante de sus ojos.
En seguida se la arrebató de las manos y comenzó a beber desesperadamente. Estaba fría, había sido conservada artificialmente en la heladera, pero ahora la sentía caliente en cada fibra de su ser, recorriéndolo. Dejó la botella vacía a un lado y se tiró de espaldas al suelo, con los brazos abiertos y una expresión de éxtasis en el rostro.
-“¿Te alcanza con eso?”
Estas palabras lo devolvieron a la realidad, y giró la cabeza hacia el chico a su lado, que le sonreía.
Era la primera vez que un humano le sonreía después de verlo alimentarse. Todas esas veces, lo habían mirado con terror. De hecho, era la primera vez que veía una sonrisa tan hermosa.
-“¿Por qué me ayudaste? Eres un cazador, ¿Por qué no me mataste? Si me dejas ir, voy a asesinar otra vez…”
-“Pero ya no quieres hacerlo, ¿verdad?”, simplemente le contestó, levantándose para ir a sentarse al borde de la cama –“Yo puedo ayudarte”, le dijo, mientras se sacaba un mechón negro de delante de los ojos.
El vampiro se levantó rápidamente para verlo de frente. –“Pero ¿Por qué?” Insistió.
-“Porque es la primera vez que conozco un vampiro que ya no quiere matar, que prefiere morir… aunque no te comprendo bien, así que déjame que ahora pregunte yo: ¿Por qué no intentaste acabar con tu vida tu mismo?”
-“Supongo que soy muy cobarde para eso”, dijo escondiendo sus ojos carmesí bajando la mirada.
El chico sonrió comprensivamente. El también había sentido esa cobardía hacía muchos años, cuando lo obligaron a entrenarse duramente como cazador. Claro que un huérfano como él no tenía derecho a decidir nada en ese entonces…
-“Mi nombre es Mitsuyoshi. Si me ayudas a cazar vampiros, puedo conseguirte sangre. Creo que es un trato justo.” El moreno se cruzó de brazos mientras le hablaba.
-“Soy Ichiro. ¿De veras puedo ayudarte? ¿No te meterás en problemas con tus superiores? ¿Y de dónde sacarás la sangre?, le preguntó con una expresión de curiosidad que solo un niño podía poner.
Mitsuyoshi sonrió.-“No les importa lo que hagamos, siempre y cuando matemos vampiros cada día. Tu sólo no hagas nada sospechoso, ayúdame y ya. La sangre viene de los hospitales, y me la proporcionan para usarla de carnada de vampiros. Claro que, como tu puedes sentirlos, ya no me hará falta”
El vampiro le acarició el mentón con la punta de los dedos, sonriéndole suavemente. –“Eres muy amable”, susurró.
El cazador se sorprendió con la repentina caricia, pero, guiado por un impulso, sujetó su brazo y tiró de él para besarlo profundamente.
El no era así, ¿qué lo hacía actuar de esa manera? ¿Acaso esos ojos vampíricos lo habían hipnotizado? No… Era sólo la felicidad de haber encontrado a alguien con quien compartir sus noches, y de haber sentido esa especial conexión, la chispeante llama del inicio del amor.
Ichiro no intentó resistirse. El también empezaba a sentir algo por ese extraño que, en unas horas, le había quitado la carga de toda su vida. Y era más que gratitud.
Profundizando el beso, lo recostó suavemente en la cama, y empezó a desabrocharle la camisa negra mientras besaba la piel que dejaba al descubierto. Luego de eso pasó a su cuello, besándolo y mordiéndolo delicadamente, rozando la piel juguetonamente con sus colmillos.
No era inexperto. Su ya fallecido maestro le había enseñado todo sobre las artes de amar. Solo que en ese momento no hubiera creído que las utilizaría para amar de verdad…

En esa cama, supieron que no debían preocuparse por su destino…
En esa cama, supieron que ya no querían morir…
En esa cama, supieron lo que es el amor…

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