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EL CIELO EN EL QUE ESTAS por zen 00

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Notas del fanfic:

HOLA!! Este es mi primer Fic y es una de las seis historias de la compilacion que estoy creando.

No lo actualizo mucho,ya que varios preyectos en puerta, consumen mi tiempo; aún así gracias por entrar a leerlo y espero tenga paciencia para esperar los nuevos caps.

Notas del capitulo:

Un poco largo pero era necesario.

¡A leer!

Capitulo uno

“Nada está estático, todo está sujeto a cambios”

Un rubio delgado, de baja estatura y rostro con facciones delicadas e infantiles caminaba junto  a  otro joven de estatura promedio con lacio cabello rojo,  su plática parecía amena, eran amigos desde hacía ya tiempo, pero por asares del destino se separaron, aunque seguían en constante contacto, esa tarde decidieron salir a divertirse como los estudiantes de Bachillerato que eran.

-Oye Diego ¿a dónde iremos?- pregunto el rubio llamando la atención de su amigo el cual se quedo meditando unos segundos.

-¿A los bolos está bien?- terminó por contestar un poco dudoso de la reacción contraria.

-No se jugar…- exclamo el rubio en un infantil puchero que iba muy de acuerdo con sus facciones. El contrarío comenzó a reír a carcajadas por la manera en que ocurrió ese comentario, el rubio enrojeció un poco y se enojo -¡No te rías!- le pidió a su amigo.

-Perdona, perdona, no tienes que enojarte- sonrío limpiando una lagrima que escapo de sus orbes miel -Tranquilo yo te enseño- el pelirrojo alboroto los cabellos dorados de la persona que tanto apreciaba no solo como amigo sino como algo más, sin embargo aún no se confesaba.

-En ese caso démonos prisa- el rubio de nombre Matías apresuró el paso para que su amigo no notara su sonrojo.

 

 Casi al mismo tiempo pero en otro lugar de esa ciudad se encontraba un joven castaño algo decaído  –Esteban…- decidió llamar a su amigo de la infancia quien caminaba frente a él con su ahora pareja.

-Dime- el aludido atendió al llamado girando un poco el rostro dejando así, ver sus platinados ojos que combinaban de una hermosa manera con el negro de su cabello.

-Serias tan amable se explicarme ¿porqué carajos vengo contigo si ya estas con tu novio?- estaba exasperado y con cara de pocos amigos.

-Perdona Alexander- el más pequeño de complexión hizo su aparición -Le dije a Esteban que te dejáramos en paz en tu casa, pero…- el castaño rodo los ojos.

-Sé lo que dirás…- se aclaro la voz con un muy obvio gesto de burla -Esteban es muy terco- el chico de cabellos blanquecinos por la decoloración asintió con una sonrisa divertida; ninguno de los dos pudo contener la risa y la soltaron sonoramente.

-Hey ustedes dos… sigo aquí- el pelinegro hablo llamando la atención de los que se burlaban de él, tenía un claro gesto de disgusto y enojo. El peliblanco sonrió de manera tierna y poniéndose en puntillas abrazo del cuello a quien era su novio y lo beso delicadamente.

-No tienes que enojarte- en un gesto cariñoso acaricio su mejilla, el pelinegro abrazo su cintura y devolvió el beso; se llevaron varias miradas de disgusto pero eso era algo que a esas alturas no les importaba en lo más mínimo. El castaño por su parte los miro de manera fría, no poseía novia y ver a sus amigos besarse realmente hacía que se sintiera solo. Retomaron su camino hacia los Bolos.

 

Matías y Diego se encontraban en el establecimiento al que habían acordado ir, frente al carril se encontraban varios sillones donde se habían sentado a colocarse el calzado especial.

-Y ¿cómo se supone que debo jugar?- un Matías incrédulo miraba a su amigo con una tierna expresión, el aludido sonrió.

-Bueno cuando sea tu turno vas a tomar una bola y t-…-

-¡¿Qué demonios significa eso?!- un estridente sonido junto a un grito hizo que el pelirrojo y el rubio giraran la mirada hacía el origen del mismo. En el mostrador había tres chicos, un alto de largo cabello negro que parcia molesto y miraba amenazantemente a un castaño claro que atendía el mostrador, claro que también le regresaba la mirada -¿te das cuenta de con quién estás hablando?- gruñó el pelinegro.

-¿Con un rico niño mimado?- se burlo el castaño claro con una sonrisa en los labios, ambos competían en altura.

-¡Esteban ya vámonos!- un alarmado peliblanco trataba de jalar al pelinegro hacia sí mismo, sin embargo este se soltó de su agarre y tomo al castaño claro del cuello de su uniforme preparando el puño para golpearlo.

-No, soy el que partirá la madre- estaba muy furioso. El rubio, quien miraba a escena, tuvo el impulso de correr a detenerlo pero algo lo hizo quedarse estático en su lugar. El tercer chico junto al mostrador detuvo el puño de su acompañante con solo su mano y justo antes de que se impactara en el rostro del castaño claro.

-Bájale…- solo dijo eso ganándose la atención de todos los presentes; con la mano que mantenía libre tomo el cuello de la chaqueta de su amigo por la nuca y lo jalo hacia atrás golpeando su rodilla para dejarlo tirado en el suelo, lo miro desde arriba de manera altanera y fría. En ese momento reinaba un silencio sepulcral, Gabriel (novio del pelinegro) se arrodillo junto a él verificando que no estuviera herido; Alexander giro la mirada al empleado y le habló -¿Me acompañas un segundo?- el castaño claro asintió y ambos salieron de la vista de los demás.

-Esteban, ¿estás bien?- el peliblanco hablo preocupado.

-Sí, solo un poco adolorido- se incorporo y al instante recibió una cachetada en la mejilla, miro al dueño de la mano que lo golpeó.

-¡Idiota! ¡No hagas que me preocupe así!- Gabriel se lanzo a Esteban abrazándolo y escondió el rostro en el fuerte pecho de su amado para así comenzar a sollozar, el otro solo acaricio la espalda del menor. Por su parte los amigos seguían sin entender qué demonios había pasado, Esteban al percatarse de ello les hablo.

-Siento que hayan tenido que ver esa escena tan vergonzosa, soy Esteban Mondragón- extendió su mano derecha la cual estrujo el pelirrojo.

-Diego Jiménez- contestó y después de su saludo soltaron sus manos, Esteban acerco su mano al pequeño rubio que parecía un tanto cohibido ante él.

-Ma… Matías Ríos…- titubeo al tomar y estrujar la mano del intimidante pelinegro -¿Qué fue lo que ocurrió?-

-Bueno… resumiendo… no había carriles disponibles, perdí los estribos y termino como lo vieron- sonrío un poco apenado, Gabriel se separo de su pecho y limpio su rostro -¿ya estás bien?- le pregunto mirando sus ojos azul oscuro.

-Si ya estoy mejor- sonrió y se giro hacia los desconocidos –Soy Gabriel Hernández- dijo sonriente.

-Diego Jiménez, mi amigo es Matías Ríos- Diego ya se había hartado de las presentaciones y el rubio lo sabía por lo tanto solo movió la mano en señal de saludo.

-Creo que deberíamos irnos- Esteban hablo – Vayamos a buscar a Alex- se tomaron de la mano, pretendían caminar pero la voz del rubio se hizo escuchar.

-¿Por qué no juegan con nosotros?- solo hasta que recibió las miradas de los presentes se dio cuenta de lo que dijo –Claro... sólo si ustedes gustan-

-¿Estás seguro?- hablo el peliblanco –Después de todo somos desconocidos-

-¡Claro! Entre más seamos mejor- sonriente tomo la mano del peliblanco y lo llevo casi corriendo hasta el carril que compartía con su amigo, los dos sobrantes los seguían caminando.

-¿Estás cómodo con esto?- cuestionó Esteban a Diego –Si no te parece podemos irnos- pues había notado la pequeña mueca que hizo al escuchar al rubio invitarlos.

-No me importa mucho- mentía como iba a decir que realmente quería estar solo con el rubio de ojos azules como un zafiro –Y ¿a ti?- a la vista de Diego Esteban no parecía animado.

-Mientras Gabriel quiera yo estoy bien- ante esa respuesta el pelirrojo no pudo evitar pensar que ese tipo estaba muy arraigado al menor, llegaron y se sentaron con los demás en los sillones.

-Perdona, te tome de la mano de pronto- cabizbajo el rubio se disculpó ante el peliblanco.

-No te preocupes Matí- el aludido contesto -¿Puedo llamarte de esa manera?- no era del agrado de todas las personas que los llamaran por el diminutivo de sus nombres.

-¡Sí! Y a cambio yo te llamare Gabo ¿bien?-  ese rubio había entrado en confianza con el peliblanco, aparte de que naturalmente era una persona sociable.

-Me parece un buen trato- contesto sonriente el otro –Esteban deberías decirle a Alexander donde estamos- el aludido asintió y saco su celular.

 

Momentos antes.

 

Cuando ambos castaños se encontraron fuera del establecimiento se miraron y sonrieron abrazándose como solo los varones saben hacerlo.

-¿Cómo has estado?- cuestiono el castaño oscuro -Ya son diez años de que no nos vemos- separaron sus cuerpos, estaban que no cabían de la felicidad.

-Bien, muy bien, Alex te ves genial con ese cambio de look-

-Gracias, Coonor si te vistieras como yo te verías genial- parecían muy familiarizados el uno con el otro.

-Si me vistiera como tú realmente pareceríamos gemelos a pesar de que somos primos- sonrió divertido -Y no trates de negarlo porque si tu cabello fuera más claro y mis ojos fueran verde oscuro seriamos idénticos- se rieron por la descabellada idea.

-Con la excepción de que tu bronceado de Miami no es como mi bronceado de Los Cabos- volvieron a reírse a carcajadas.

-Exacto… en este tiempo te has hecho de amistades algo agresivas- estaba claro de que se refería a Esteban.

-Pero de que hablas si también era tu amigo- contesto como si fuera obvio, el identificado como Coonor se extrañó  –No me digas que no lo recuerdas… todos los días jugábamos los tres en el jardín de mi casa- añadió Alexander al notar la incredulidad de su primo.

-No me digas… él es…- Alexander asintió sonriendo -¿¡Esteban!?... él, ¿él es el Esteban dulce y tierno de ese entonces?- el castaño oscuro volvió a asentir disfrutado de la sorpresa de su primo -Vaya que ha cambiado…-

-Sí, antes era más enano que nosotros y ahora me rebaza por centímetros- Coonor no lo creía del todo –Pero bueno, discúlpalo, tal vez no te reconoció, ha pasado mucho y los tres hemos cambiado- Coonor asintió sonriente –Bueno, no le diré que eras tú, que lo descubra solo-

-Siempre tal malévolo- un celular sonó, el castaño oscuro saco su celular de su pantalón y miro la pantalla  –Esteban ¿cierto?-

-sí, permíteme- contestó –bueno… sí está bien… voy para allá- colgó y lo volvió a guardar –Parece que ya encontraron alguien que comparta su carril con nosotros-

-Eso es genial, ya no golpearan al chico que atiende el mostrador- sonrieron.

-Oye, ven a mi casa en la noche, debemos hablar de mucho- asintió –Y no molestes a los “ricos mimados”- marco las comillas con los dedos –Porque te recuerdo que tu eres uno- rieron una vez más  y volvieron a entrar al establecimiento.

 

Alexander llego hasta donde se encontraban sus amigos y los extraños, los encontró platicando.

-Te tardaste idiota- hablo mordazmente el pelinegro, se le notaba algo enojado.

-Gracias por la cálida bienvenida imbécil- contesto el recién llegado de la misma manera, se miraron fríamente y luego se ignoraron; Alexander miró a los dos chicos desconocidos, se veían un poco menores –me presento, soy Alexander Villanueva-

-Diego Jiménez- contesto el pelirrojo –Un gusto-

-Hola, soy Matías Ríos- fue el turno del rubio quien llamo la atención de Alexander, lo miro detenidamente haciendo que le rubio enrojeciera.

-Matí le llamaste la atención- susurro Gabriel al oído de su ahora nuevo amigo logrando que el rubor en las mejillas de este aumentase. Cuando al fin el castaño le quito la mirada de encima, el rubio regreso a su color normal; el recién llegado tomo asiento junto al peliblanco -¿Está todo bien con el chico del mostrador?- parecía preocupado, Esteban los miraba disimuladamente.

-Sí, no tienes que preocuparte- poso una de sus manos en la mejilla del peliblanco y la acaricio –No me gustaba verte tan preocupado y tuve que intervenir, lo siento, por derribar a tu imbécil novio- las facciones del más pequeño se relajaron.

-Gracias- sonrió sonrojándose un poco –Tu siempre te estás preocupando por mi- tomo la mano de su amigo y la mantuvo en su mejilla, se miraron directamente a los ojos. Los poco familiarizados con el trío trataban de no prestar atención, pero era algo realmente difícil.

-¡Hijo de la gran puta!- grito Esteban muerto de celos y avanzó hasta su mejor amigo tomándolo del cuello de su camisa -¿Con qué huevos te atreves a cortejar a mi novio frente a mí? ¡Somos amigos desgraciado!- Alexander y Gabriel no se inmutaron en lo más mínimo.

-Con los mismo huevos que tú te ibas a atrever a golpear a un desconocido y machar tu apellido con tus estúpidas emociones y de paso dañar el mío… sucesor…- Esas palabras golpearon a Esteban en lo más profundo de su orgullo, soltó a su amigo, agacho la cabeza y se quedo en silencio.

-Vale… gracias por decirme, pero hay mejores maneras de llamar mi atención- se refería a que no debía celarlo de esa manera tan cruel.

-No habría sido el mismo efecto si no era eso- al fin hablo Gabriel –Te conocemos y era lo más fácil y rápido de ejecutar-

-¿Sabías esto?- estaba sorprendido, asintió –Bien no lo vuelvo a hacer- regreso a su lugar ya más tranquilo.

 

El ambiente era pesado, alguien debía hablar o nunca se relajarían.

-Entonces… ¿Cómo jugaremos?- el valiente apareció y era simplemente Matías –Debemos dividirnos en dos equipos ¿no?-

-Sí, pero somos cinco sería algo desequilibrado- contesto Gabriel.

-No lo creo ya que Matías no sabe jugar- comento Diego con una sonrisa burlona en los labios, el rubio enrojeció.

-¡No des información innecesaria!- refutó él rubio con un mohín infantil.

-Vale, entonces yo me quedo con Matí- dijo sonriente Gabriel.

-Eso será muy desequilibrado ¿no crees Gaby?- un Esteban sonriente se unió a la discusión.

-Yo me quedare con ellos dos- Diego contestó –Así tú y tu amigo quedan juntos- sonrió burlonamente, el pelirrojo pensaba que seguían enojados entre si y no jugarían bien juntos.

-“Así no jugaran cómodos y perderán” eso pensabas ¿cierto?- pareciera como si Alexander leyera los pensamientos del pelirrojo –Pues que ingenua suposición… porque si estamos juntos no nos podrás detener- sonrió de manera siniestra.

De esa manera los cinco empezaron a jugar; llego el turno de Matías, tomo la bola sin saber cómo se debía agarrarla, estaba más que nervioso.

-Dedos índice, medio y anular- la voz de Alexander se hizo escuchar Matías lo miro incrédulo –Así debes acomodarlos- se termino de explicar.

-Bien, gracias- así lo hizo y después volvió a mirarlo esperando más explicaciones.

-Yo te enseño- se ofreció su amigo pelirrojo que en secreto lo amaba.

-¡No, yo quiero que Alex me enseñé!- gritó sin pensarlo dos veces llamando la atención de todos los presentes y sonrojándose por ello, pero más que nada, quitándole esperanza a su enamorado secreto.

Notas finales:

Gracias por leer, dejen sus comentarios quejas y sugerencias


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