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Sin caballero, sin armadura. por ChocoPyo

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Notas del fanfic:

Bien, lamento no haber podido actualizar antes, pero aquí estoy ya. Espero que lo disfruten mucho ^^.

No es tan necesario que se lea la primera temprada (Un caballero sin armadura), pero quien guste hacerlo, hágalo.

Notas del capitulo:

Holo otra vez. Espero que les agrade esta segunda teporada.

La cama rechinaba y se movía ágilmente al compás de las embestidas frenéticas de ambos cuerpos sudorosos, que también gemían sin control alguno. Se besaron fogosamente mientras se untaban contra el cuerpo ajeno, deleitándose los oídos por las armoniosas melodías que emanaban de sus gargantas. El muchacho más chico rasguñó la espalda del pelicastaño por ganas de aplacar su ansiedad y de callar un poco sus gemidos. El otro, por el contrario, se restregó mucho más duro que las veces anteriores en busca de sacar más gemidos y jadeos de puro placer a su nuevo amante. Ya estaban cerca, lo presentían y lo sabían.
Llegaron al orgasmo con un gemido ronco, ambos, que jurarían les dejaría un dolor de garganta más tarde. Se tumbaron satisfechos, uno al lado del otro, regulando sus respiraciones. “Esa vez fue una de las muchas en las que se entregaban con toda su pasión a su novio; esa fue una de las muchas veces en que sentían algo más que simple placer seco por tener sexo con alguien por ganas. Esa era una bella oportunidad de demostrar su amor mutuo”. Se besaron mientras se acariciaban y se cubrían con las mantas de la cama que había visto florecer su amor de un simple beso robado, hasta un revolcón casual que con el tiempo se transformó en caricias llenas de ternura y cargadas de sentimientos.

Para sus conocidos —o la mayoría por lo menos—, era casi imposible que ellos precisamente estuvieran en una relación. Claro que no todos lo sabían, como el hermano de JungKook y su pareja, o los conocidos y gente cercana a HoSeok. Ni siquiera YoonGi estaba enterado de que su amigo TaeHyung tenía pareja. Eran como dos fantasmas; carentes de amor entre sí ante los demás. Ni siquiera, Tae, era así con HoSeok; con él era sólo porque parecía inalcanzable y una forma para perder el rato. Algo así como un juego para poder revolcarse toda la noche y luego ignorarlo,mas no le funcionó. Al principio lo frustró un poco saber que no podían llegar a nada, pero luego, al conocer al hermano de este por casualidad en el bar de su padre, su carita de ángel le atrajo hasta el punto de que su corazón, por primera vez en su vida, empezó a bombear sangre y sentimientos, no tan sólo ganas de sexo y deseo.

Era de madrugada ya, pero no les importaba en lo más mínimo, pues con tan sólo pasar las horas al lado del su amado era suficiente. Sus mentes eran ocupadas por los gemidos contrarios, guardándolos en lo más profundo de estas para mantener un recuerdo de su dulce relación. Realmente no se esperaban enamorarse, ni mucho menos de ese tipo de persona; uno con un gran amor hacia el sexo, y el otro de la misma forma, sólo que a diferencia del primero, sí creía en el amor y esperaba conocer a alguien a quien poder darle todo ese amor que portaba muy, muy en el fondo de su corazón. Así fue como el niño pelinegro cambió a TaeHyung por alguien más amoroso, y como él se había transformado para dejar de ser ese “culo-sociable” que fue un día. Ese era su nuevo “yo”, y tal vez ya no lo cambiarían.

Pero los “tal vez” no son para siempre, ¿o sí?

Agotados, se dieron por vencidos ante Morfeo, dejándose envolver entre los brazos ajenos en un apretón posesivo y abrazador que los mantenía calientes a pesar de ya estarlo debido a las colchas que mantenía apresado su calor corporal. Mientras dormían, uno soñó que la vida era realmente bella y especial por la bendición que le había dado al hacer que conociera a su hyung, y el otro no podía dejar de recordar todo lo que había tenido que pasar para que conociera a su persona perfecta. Demasiadas cosas relevantes e irrelevantes a la vez en un mar de sueños.

 

 

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Despertó sintiéndose cansado y algo adolorido en la espalda baja, regañándose mentalmente por ser tan idiota y querer hacerlo más de una vez. Era extraño en él que le siguiera doliendo luego de llevar así más de dos meses, cinco días y, el reloj marcaba las siete treinta, por lo que serían como diez y ocho horas de ser pareja oficialmente del pelinegro. Cerró los ojos para meditar, con una sonrisa en la cara, lo feliz que era por tener a alguien como HoSeok a su lado, dispuesto a, por palabras de este, llevarle a la luna y a marte si él quería. Se le hacía agradable la manera en que le decía todas esas cosas románticas y cursis que él mismo no siempre podía pronunciar por vergüenza. De cierta forma se completaban el uno al otro, y eso era algo especial entre ellos.

Se revolvió en las sabanas para acabar de despertar, chocando con el cuerpo del mayor, haciéndolo sonreír por lo tibio que estaba; aprovechando eso, y que era su aniversario, lo apretujó en un abrazo lleno de amor y posesividad que sólo él sabía sacar a flote cuando algo de verdad le importaba, enroscándose cual koala. Ambos sonrieron más y se dejaron llevar por la comodidad de aquella mullida y espaciosa cama, frotando sus cuerpos en busca de caricias, pero sin llegar a ser de forma obscena. Sólo ellos sabían darse amor sin llegar a ser indecentes. Las manos del moreno se pasearon por el brazo desnudo de su novio, haciéndolo con gusto y amor, recibiendo un saludo mañanero bastante curioso y ronco por parte de este. Cada que se saludaban, su mundo se volvía más alegre de lo que normalmente era, poniendo sus vidas en un rumbo distintito.

Ese día, sábado 12 de junio, era el día más memorable que tenían juntos, puesto que era el de su aniversario. Ese bello día en el que se entregaron por completo el uno al otro e hicieron el amor, dejándose el recuerdo ardiente y vivo en su piel. En sus pieles seguía ese ardor y placer vivo como al principio, sólo que se podía sentir a kilómetros cómo era que había avanzado en demasía, dando como fruto un romance creciente y perdurable que muy difícilmente se quebraría o acabaría. Claro querecordaban a la perfección esa noche. Nunca podrían olvidarlo, incluso si se separaban, lo recordarían hasta el fin de sus días, puesto que gracias a eso, ellos habían descubierto que sí era posible entregarse en cuerpo y alma a tu ser amado y seguir con los mismos sentimientos de pasión hasta. De cierta manera los hacía sentir especiales estar así.

— Hobie hyung, a levantarse —dijo con voz algo nasal mañanera debido al frío.

El mayor rió bajito mientras apretujaba al menor. Este se quejó y pataleó a manera de juego mientras se reía y quejaba sobre que lo dejaba sin aire. Muchas sonrisas y nada de dolor; eso fue lo que apareció fugazmente por la cabeza del pelinegro. Pero el dolor y las sonrisas vienen en diferentes momentos, quizás era por eso que su tiempo de dolor aún no llegaba; porque nada dura para siempre, o al menos… no todo.

Pasaron un rato más de esa manera, dándose mimos y haciéndose caricias en sus cuerpos, disfrutando del momento, mas, luego de que el estómago de JiMin gruñera, se levantaron y caminaron directo a la ducha. No querían estar pegajosos antes de almorzar. Durante su ducha, nada sobrepasó los besos y las cursilerías que se presentaron en esta, por lo que no se preocupaban por hacer el amor de nuevo. No planeaban arruinar ese algo que mantenían juntos bajo el agua.
Se cambiaron y salieron de su habitación para ir a la cocina a preparar la comida. El más chico, quien portaba un look diferente con su cabello tintado al rojo, revisó la nevera y se sorprendió al casi no encontrar nada; frunció el ceño levemente mientras agarraba la leche y un par de bananas. Hizo una nota mental, recordándose a sí mismo que terminando el desayuno debían ir de compras al supermercado. Se alejó del frío aparato y dejó las cosas sobre la mesa para después sentir unos brazos apretar su cintura y a una cabeza descansar en el hueco de su cuello; sonrió atontado y cerró los ojos y su cerebro puso en frente de él su nota mental.

Se rió y dijo:

— Amor… Creo que necesitamos comprar despensa, ¿no crees?

— No. Tenemos mucha en la nevera —ese comentario lo confundió, mientras que el peliteñido aumentó sus carcajadas y caminó con HoSeok pegado a él y con un gran puchero abultando sus labios—. Si quieres puedes revisar —dijo apachurrando más a su compañero.

Entonces, el más alto lo soltó y fue corriendo al refrigerador para comprobar las palabras de su pequeño, notando que sí eran ciertas. No era como si dudara, o algo así, pero él acababa de comprar y llenar personalmente la cocina de comida. No se explicaba por qué entonces estaba tan vacía. Frunció el ceño y cerró la puertita del aparato con un suspiro de resignación.

— Bueno, si te dije que falta comida es por algo, ¿no? —se rió y aprovechando que el pelinegro lo había soltado, sacó dos tazones de la alacena y un par de cucharas.

— Está bien —dijo después de regresar y sentarse en la mesa—. Pero no entiendo cómo es que se acabó tan pronto si… hace como… uh… —se quedó en blanco. ¿Hacía cuánto tiempo que le tocó ir de compras? Vaya que era olvidadizo— Bueno, eso no importa —sonrió y acarició al pelirrojo— con tal de ir contigo.

 

 

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— ¡Que alguien calle a ese perro! —gritó un NamJoon más que enojado por los constantes ladridos de su can.

SeokJin se rió y pero continuó batiendo la ensalada de forma continua, asegurándose de que la sal y las verduras se esparcieran proporcionalmente. Le causaba gracia ver a su actual pareja luchar contra un perro mientras este sólo protegía su hogar. No era como si a él le gustara que ladrara todo el tiempo, pero sí le agradaba que los cuidara, a ambos; incluyendo al molesto del pelirosa. Sí, también se había vuelto a tintar el cabello por mero gusto. Sus amigos se preguntaban cómo era que por tantas capas de tinte no se le caía el cabello, porque parecía tener algún tipo de embrujo para que este no desapareciera de dicha cabeza. Por supuesto que el mayor no se quejaba por el cambio de color tan seguido, puesto que esa vez lo complació tiñéndose de un rosa chicle.

— Vamos NamJoon, no seas así con el perro —regañó Jin suavemente para hacer entrar en razón a su novio—. Es un perro y nos está cuidando; en vez de regañarlo y callarlo, ve y juega con él, que deberías de demostrarle que eres su amigo y no nada más su dueño —mencionó en tono entre burlón y neutro, sacándole un bufido de frustración al menor—. No está bien que le demuestres cosas contrarias para que después te tome la contraria y con el tiempo intente morderte creyendo que eres el enemigo cuando nos vea juntos —se rió y dejó un momento la cocina para dirigirse a la sala y ponerse en pose de madre regañona con la cuchara señalándolo y una mirada acusadora, lo que logró cohibir al de pelo de chicle—. Anda a pasearlo un rato al parque y deja de gruñirle cada vez que quiera jugar —sentenció—, porque si lo haces me daré cuenta, NamJoonie —se le acercó hasta quedar cerca del sofá y le dejó un suave beso en los labios para luego reír y caminar de nuevo a la cocina mientras decía—: Yo estoy en todos lados.

Al más chico le recorrió un escalofrío la espalda y decidió levantarse para ir a pasear a pulga un rato, todo bajo la atenta mirada de su novio. Murmuró un Ah, hyung da miedo cuando se lo propone, al salir de la casa y agarrar al perro por la correa. Su mente divagó por todo y a la vez en nada, al recordar cómo había conseguido a ese perro lleno de pulgas que acogió de la calle al estarse mudando de casa junto con su  pelicastaño. Sonrió y volteó a ver a su mascota y luego dijo ¡corre, pulga!, mientras se echaba a correr y este le seguía. Su pulso se aceleró y su respiración también al ritmo de sus pasos. Fueron tres largas cuadras las que corrieron juntos, y el perro de pelaje fino y oscuro no se había cansado, al contrario de su dueño, quien se sentó en una de las muchas bancas blancas desocupadas del parque, y, unos segundos más tarde, soltó a  pulga para que fuese a correr.

Nunca se esperó contemplar lo que sus ojos observarían en ese espacioso parque algo atestado de niños y parejas. Simplemente no podía creerlo, y, quizás no lo haría, no hasta cerciorarse que en realidad eran personas en carne y hueso, y no uno de sus continuos sueños que molestaban su realidad. Su boca se entreabrió y se puso de pie ignorando sus piernas cansadas, dispuesto a ir a comprobar lo que contemplaba. Si era cierto que estaba ahí, HoSeok tenía que saberlo; sigilosamente lo sacó y marcó el número de su amigo con el asombro más que desbordante por cada célula de su cuerpo y su corazón latiendo de manera frenética, ya fuese por la carrerilla o por la sorpresa.
Tragó grueso al segundo timbre, mientras que cada vez la pareja se acercaba más. Inconscientemente tembló, y la voz del mayor lo sacó de su ensoñación.

NamJoon, ¿qué pasa? —rió— Debe ser algo importante como para haberme llamado tan temprano ¿eh? —dijo con algo de burla que su dongsaeng no alcanzó a percibir, pues estaba bastante ocupado en no parpadear ni perder de vista al par de muchachos frente a él a unos cuantos metros.

— Kookie está aquí —y la voz cantarina de hacía unos segundos había desaparecido por completo, dejando una seria tan fría y temblorosa como la del menor.

¿Qué? —alcanzó a decir cuando salió de su trance.

— Hyung, no está solo —dijo esa vez para después negar con la cabeza y parpadear repetidas veces a la vez que se giraba llamando a su mascota—. Está con TaeHyung.

Esa última frase fue la que descolocó totalmente al pelinegro, provocando que sus ojos se abrieran y se aguaran a la vez que colgaba sin esperar otro comentario. Estaba sentado, y lo agradecía, puesto que no se esperaba eso, y menos durante su almuerzo. Momentos más tarde apretó los párpados y dejó caer el teléfono sobre la mesa. JiMin se exaltó al verlo tan de esa forma. Nunca, en todo lo que llevaban juntos, lo había visto actuar de esa forma. Y eso lo preocupaba más que otra cosa.

No es verdad —dijo con el tono apagado y tembloroso mientras se mordía el interior de la mejilla y perdía la mirada en algún punto de la cocina—. No lo es.


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