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Tsuki no tenshi: Ladrón de media noche por Eiri_Shuichi

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Notas del capitulo:

La página, cuando entras a la cuenta, te permite ver detalles de estadistica del fin, como las personas que en teoría han leido cada capítulo (puede que no lo terminen, pero dan clic y se contabiliza)

En base a estas cifras y la carencia absoluta de comentarios yo podría pensar "No vale la pena seguir, mejor lo elimino y empiezo otra cosa"; pero el asunto es que de hecho esto es lo que quiero escribir en este preciso momento y si bien no tengo intención de alargar la historia tampoco voy a dejarla a medias.

En resumen... soy demasiado terca y eso probablemente jamás cambie

¡Saludos!

El rubio dirigió sus pesados pasos hacia las escaleras, subiendo cada peldaño con indiferencia, con su cuerpo calculando los espacios que debían abarcar sus extremidades; un recuerdo motriz de tiempo atrás, cuando vivía en la casa. Aún recordaba los pasos que debía dar hacia cualquiera de las habitaciones y aquella en particular le era familiar, pues por varios años le había pertenecido, aunque a esas alturas en las que nadie podía imaginar que volviera, era posiblemente un espacio inútil.

El menor le seguía el ritmo hasta que unos centímetros antes de llegar a la puerta se adelantó, estiró su cuerpo sobre el marco de la entrada y rebuscó a tientas una diminuta abertura no perceptible desde donde estaban de la cual extrajo una llave cobriza carcomida por el tiempo que introdujo en la cerradura.

—¿Desde cuándo está cerrada?

—Yo lo hice hace más o menos dos años

—¿Acaso estás escondiendo algo?

—No, intento proteger sus pertenencias

—¿De quién?

—Bueno; poco después de la boda, Tohma comenzó a insistir a Mika sobre deshacerse de las cosas de mamá, dijo algo sobre que ocupaban espacio y que muchas seguramente ya eran inservibles y lo que no debía usarse antes de que fuera demasiado tarde

—¿Por qué no me avisaste al respecto?

—Fue algo raro y también nuestro padre consideró que era tiempo de "limpiar un poco"

—Y entonces tú tomaste las cosas y las escondiste donde nadie iba a sospechar

—Solo algunas pocas que encontré y al final papá no consiguió tirar prácticamente nada; algo de ropa muy desgastada, zapatos y maquillaje demasiado viejo, las alhajas las tiene ahora Mika

—¿Entonces qué fue lo que tú conservaste?

—En realidad, no estoy seguro; tal vez tú puedas encontrarle sentido— abrió la puerta dándole paso al mayor a aquella habitación con varias cajas cerradas esparcidas por el suelo y sobre los muebles que años antes había ocupado —hay papeles, grabaciones, unas cintas de video y algunos atuendos raros además de dos o tres álbumes de fotos

—Ni siquiera prestaste atención a lo que guardabas— recriminó observando el caos y cuestionándose por donde podía empezar —¿al menos está ordenado de algún modo?

—Si me dices qué buscas exactamente es más fácil ayudarte

—Algo relacionado con el dios Tsukuyomi— comentó con desdén, seguro de que esas palabras no podían significar nada para el otro.

—¿Algo de un dios?; eso es demasiado raro, en la casa jamás he visto cosas religiosas, ya sabes, papá tan lógico y racional... pero hay algo que quizá te sirva

Eiri miró a su hermano tratando de disimular la sorpresa mientras este se abría camino entre las cajas hasta alcanzar una particularmente grande que cogió para dejar caer sobre el viejo colchón.

—¿Qué hay ahí?

—Kimonos, muchos, no imaginé nunca que tuviera tantos, en todas las fotos la vi siempre usando ropa occidental y resulta que tenía más de una decena

—¿Acaso eres tan imbécil como para guardar kimonos en un pedazo de cartón así nada más?

—Lo envolví en plástico y no tenía ninguna alternativa

—Igual no veo por qué unos kimonos iban a ayudarme

—Porque hay uno de Miko y eso significa que probablemente ella en algún momento sirvió a un Jinja; estoy seguro que no es de nuestra hermana— los ojos miel se abrieron en su totalidad en cuanto Tatsuha le mostró la inconfundible pieza textil roja y blanca —no veo de qué otra forma esto pudo terminar entre sus cosas, pero igual no estoy seguro que sea lo que buscas. Nuestra familia materna viene de Kioto y me parece que el templo al que solían ir es el Fushimi Inari-taisha, dedicado al dios Inari; al menos eso conseguí saber por Mika. Tú buscas un dios diferente.

—Inari... tal vez ella se equivocó

—Posiblemente, pero ya no hay modo de saberlo después de que murieron sus padres

—Tatsuha, hagas lo que hagas, no le digas a nadie que vine ni que vi esto, mucho menos que está escondido

—¿Exactamente qué está pasando hermano?

—Creo que ella hizo algo a espaldas del viejo

—¿Perdiste la razón?, si esto es por lo del caso de Tsuki creo que lo estás tomando de la manera equivocada

—No tiene nada que ver con eso, solo... creo que tal vez hubo algo que él no supo

—Eiri, es horrible que no esté con nosotros, pero lo que necesitas es descansar, no crear estrafalarias teorías conspiratorias sobre tu propia familia

Intentar explicarle las cosas a su hermano era una moleste que jamás se había tomado ni tenía intenciones de empezar a hacerlo, por lo que se limitó a salir nuevamente el cuarto asegurándose de esconder la llave en el espacio sobre el marco para abandonar la casa a toda prisa, subiendo al automóvil y sin ganas, dirigiéndose hacia la estación de policía que quedaba a al menos dos horas de distancia con el tráfico característico de la ciudad.

El trayecto, tan largo y tedioso como era, le permitió cavilar profundamente sobre aquel sueño, cuestionándose si tal vez se estaba dejando manipular por una simple alucinación; muchas veces antes había soñado con su madre, aquella mujer caucásica, rubia y sumamente hermosa, cuyos ojos miel tenían un resplandor único capaz de iluminar cualquier lugar donde estuviera y que sin excepción cautivaba siempre a los que la rodeaban. Su final, abrupto y trágico, resultó un golpe muy fuerte para todos, casi demoledor para Taiyo que la amaba profundamente y para sus tres hijos; Mika era una adolescente de trece años, Tatsuha apenas un infante de dos y él, en un punto intermedio con siete años, era demasiado joven para aceptar semejante trauma.

En numerosas ocasiones la fantasía tomaba control de su inconsciente, el anhelo de verla nuevamente y escapar de la realidad en que ella estaba muerta le inducía a sueños placenteros, pero de la misma manera los recuerdos llegaban a filtrarse, eventos reales de su pasado que tocaban una fibra sensible dentro de su racionalidad y algo le impedía estar seguro de lo que había ocurrido, de aquellas imágenes entre plausibles e irreales.

Llegó a la edificación convencido de que quería huir hacia cualquier otra parte, pero no tenía sentido tratar de aplazar lo inevitable y por mucho desagrado que le ocasionara lo irrisorio del caso su orgullo profesional estaba por encima y no pensaba permitir que su reputación se viera menguada.

La bodega donde se almacenaban cajas a centenares con expedientes, evidencias y demás parecía inmensa, pero estaba tan acostumbrado a ella que no se sentía ni remotamente intimidado; recorrió los pasillos con parsimonia hasta encontrar las que buscaba, cogiéndola y colocando el material sobre una larga mesa café, extrayendo de ella varios portafolios.

Eiri leía cada una de las páginas absorto en las palabras, pero con resultados decepcionantes. El caso de "Tsuki" estaba abierto oficialmente en 1930 después de varias declaraciones sin evidencias que apenas y podían considerarse rumores hasta la desaparición de un valioso kimono tradicional y que aparentemente estaba a punto de ser donado por una acaudalada familia a un museo en Tokio. Desde entonces, desafortunadamente, el caso no era más que una serie de disparates, apenas quince testimonios cada uno contradictorio con el resto; el primero aseguraba haber distinguido a una mujer joven, probablemente de unos veinte años de cabello hasta la altura de los hombros, un quindenio más tarde un hombre aseguró que el saqueador no podía tener más de dieciséis años, que tenía una larga cabellera hasta la cintura y más o menos uno setenta de estatura.

La siguiente declaración importante era de un hombre que aseveraba ser víctima de "Tsuki", una colegiala de cabello corto y no más de un metro con cincuenta y cinco de estatura, pero dos años más tarde el individuo, aparentemente motivado por un caso grave de esquizofrenia había sido acusado de homicidio y terminó internado en un sanatorio mental.

Las siguientes dos décadas dieron cabida a otros cinco manifiestos que fueron prácticamente ignorados hasta 1968, año en que dos guardias de seguridad de la casa perteneciente a un político y magnate establecido en Yokohama fueron atacados por un desconocido pero que, según afirmaban contra toda lógica, debía ser una mujer joven, probablemente adolescente de cabello corto; tan increíble resultaba que alguien con esas características pudiera dejar inconsciente a dos adultos con entrenamiento en combate que inmediatamente se convirtieron en los principales sospechosos y habrían sido inculpados si el hijo menor del susodicho político declaró ver a la misma figura.

En 1982 un empresario levantó una denuncia contra una mujer de ojos claros, estatura media, cabello rizado y de veintitrés años captada por las cámaras de seguridad y, sin embargo, jamás pudo ser identificada y mucho menos localizada. Dos acusaciones más se hicieron durante los siguientes cinco años y, finalmente, un oficial recién egresado de la academia afirmó ver a "Tsuki" en 1998 describiéndola como una mujer de poco menos de uno setenta, cabello largo y negro, delgada que oscilaba en los veinte años.

El rubio cerró el expediente con hastío, frustrado y cuestionándose qué clase de imbéciles se habían hecho cargo del caso por más de ochenta años sin hacerse las preguntas más básicas al respecto.

—Esto no tiene ningún sentido; porquería de investigación

Embravecido puso todo de nuevo en si sitio, salió del cuarto, posteriormente del edificio y abordó el Mercedes Benz encendiendo el motor mientras intentaba deliberar lo que haría en ese punto sin conseguir alguna idea útil y, sin embargo, le quedaban apenas unas veinticuatro horas antes de que la licencia terminara e iba a usarlas para lo único que podía mejorar su humor; alejarse de su familia y beber.

La noche transcurrió infinitamente larga en entre las paredes de su apartamento donde el calor se aglutinaba como si se tratara de una presencia sólida que fácilmente sofocaba al rubio mientras este, aún sin quererlo, daba vueltas en su mente a la información que había obtenido en una sola tarde, tanto de la investigación en que debería trabajar como las cosas que ocurrían al interior de su familia pasando para él desapercibidas.

Abrió los ojos para descubrir que eran casi las siete, desastrosamente temprano para él quien, en el mejor de los casos, despertaba pasado el medio día. Por mucho que quisiera negarlo era un adicto al trabajo, la sola idea de permanecer ocioso en su casa le desesperaba al grado de añorar Estados Unidos, el país en que había vivido diez años antes, donde nada de lo que ocurría en Japón podía afectarle y no imaginaba ni remotamente que terminaría involucrado con el caso que obsesionaba a su padre, por el que estuvo feliz de poner un océano de distancia.

Salió de la cama para ducharse sin preocuparse en comer nada para ir directamente a la oficina esforzándose por alargar el trayecto tanto como era posible, eligiendo calles que lo desviaban.

Vio el edificio alto con un inusual sentimiento de indiferencia, convencido de que nada sacaría de gastar valiosas horas encerrado ahí, persiguiendo fantasmas y patrañas; recorrió el pasillo principal de la entrada viendo pasar a decenas de personas reconociendo vagamente la mayoría de los rostros pero sin detenerse en prestarle atención a nadie hasta que finalmente se encontró de pie frente a la oficina de Taiyo Uesugi, que estaba, como de costumbre, perdido en la pantalla del ordenador, rodeado por pilas de papeles, ajeno al mundo que lo rodeaba.

—Sus archivos son un fiasco— comentó con cinismo, captando la atención, pero principalmente la confusión del mayor —leí los reportes del caso, no hay nada que sirva; eso confirma mi sospecha de que en tu departamento no tienen idea de cómo trabajar. Felicidades, eres el sucesor de los policías más inútiles de la nación.

—No deberías burlarte, esas personas no son menos inteligentes que tú

—He resuelto bastantes casos de homicidio en unos pocos años, ¿qué has conseguido tú en más de una década dirigiendo las investigaciones de robo de arte?

—El robo de arte es el tercer delito más lucrativo a nivel mundial; a menudo se exigen sumas increíblemente altas para recuperar las obras o se vende en el mercado negro para financiar otras actividades ilícitas y lo cierto es que a nivel mundial todos estos hurtos suelen estar mal documentados, en su mayoría porque existen muy pocos especialistas. La mayoría de las piezas terminan en Estados Unidos o aquí en Japón, decenas de naciones se ven afectadas y aún así solo un puñado de los casos se resuelven satisfactoriamente. Pero mi hijo, el gran detective a de quien ningún homicida ha escapado hasta la fecha cree que esto es un juego de niños y que el caso está sin resolver únicamente porque somos un grupo de mentecatos.

—Muy bien, ya que el asunto es tan importante, solo aclárame, ¿qué les hace suponer que una persona que robó en 1930 y ha permanecido en el negocio durante más de ocho décadas?; porque a menos de que sea inmortal, considero que es imposible

—Todas son obras japonesas previas al periodo Meiji y ninguna pertenece a un artista particularmente reconocido, ni siquiera en nuestro país; quien quiera que esté robando estas cosas tiene un comprador o grupo de compradores muy específicos, coleccionistas particularmente interesados en nuestra cultura previa a la occidentalización

—Eso no es suficientemente específico

—¿No dices que eres de los mejores detectives de la nación?; es hora de que lo demuestres

Notas finales:

"Dangerous Mind" - Within Temptation

Todos los personajes de Gravitation son propiedad de su autora, Maki Murakami


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