Miró a su alrededor y, en cuanto sus ojos se acostumbraron a aquella extraña claridad, supo que se encontraba en un sueño. Lo dedujo rápidamente, porque no podría encontrar otra explicación para el hecho de estarse viendo a sí mismo de pequeño. Sonrió al ver la escena. Sonrió al verlo a él.
“Daniel, ¿te gusta el dibujo que Byunghun hizo para ti?” preguntaba la madre de aquel pequeño de mirada asustada y mejillas sonrosadas. Él asintió con timidez, aferrándose a su falda. “¿Por qué no le das las gracias, entonces?”lo animó. El pequeño dio unos pasos inseguros hacia Byunghun, que apenas era más alto que él y dejó un dulce beso en su mejilla. “G-gacias, Byun” balbuceó mientras toda su carita enrojecía. Byunghun sonrió, enseñando todos sus dientes; sus madres contemplaban la escena enternecidas.
Aquel había sido su primer encuentro. Y desde ese momento, se habían vuelto prácticamente inseparables…
Mientras se perdía en el recuerdo, la escena cambió. Volvió a sonreír. Varios años habían pasado y ahora él cargaba a Niel en su espalda de regreso a casa. “Lo siento, ya estoy algo grande para que me lleves así” murmuró avergonzado. “¿Prefieres caminar hasta tu casa con un esguince en el tobillo?” inquirió él, frunciendo el entrecejo. Luego suspiró. “No te preocupes, tonto, no es como si fueras pesado” lo confortó. Niel se estiró un poco y besó su mejilla. “Gracias, Byung...” susurró suavemente, reposando la cabeza en su hombro. “Lo siento por preocuparte”.
Aquel día, mientras sentía su calor en la espalda, Byunghun se había percatado por primera vez de lo acelerados que eran sus latidos cuando estaba junto a él. No le tomó mucho tiempo darse cuenta de que se había enamorado de su mejor amigo...
La escena cambió otra vez y sintió una punzada en el pecho. Se hallaban en el aeropuerto. Despidiéndose. “Para que me recuerdes” decía él, quitándose el colgante que llevaba en el cuello y entregándoselo. “Pero... ¿No fue un regalo de tu madre?” protestó Niel en un murmullo; sabía que era algo importante para él. “Me lo devolverás cuando regreses” le dijo “Dos años pasan rápido, ¿no es así?” Sentía un nudo en la garganta, pero sonrió. Aunque no había certeza de que regresaría pasado ese tiempo. Aunque no quería que se fuera. Niel asintió y apretó la cadena en su puño. Se acercó a él, le dio un breve abrazo. Luego besó su mejilla dulcemente, como siempre. “Gracias, Byung, lo cuidaré” aseguró. Iba a apartarse, pero pareció dudar un instante y volvió a acercarse a él. Byunghun se sorprendió cuando sintió sus labios sobre los suyos. “Para que me recuerdes” susurró, sonrojándose. Y sin decir más, se fue.
Aquel día lo había visto por última vez. Aunque seguían hablando regularmente, nunca mencionaron esa despedida. Ya habían pasado cuatro años desde entonces...
Abrió los ojos con pesadez. Alguien tocaba el timbre con insistencia y Byunghun lo maldijo internamente por haberlo despertado de un sueño tan hermoso. Aunque sus ojos estuvieran húmedos por las lágrimas. Aunque supiera que había sido sólo eso, un sueño.
Abrió la puerta y su corazón se detuvo por un instante. Si seguía soñando, no quería ser despertado esta vez. Quizás sólo había enloquecido, pero no le importaba. “Hola” saludó. Su voz había cambiado, incluso había crecido hasta ser más alto que él, pero no tenía dudas. “Niel…” balbuceó sin salir de su asombro. Él sonrió. “He vuelto”. Byunghun lo contempló en silencio. No sabía qué decir, ni cómo reaccionar. Niel se inclinó hacia él y depositó un suave beso en su mejilla. Su piel se erizó ante ese contacto que antes le resultaba tan habitual. Se estremeció al oírlo murmurar dulcemente en su oído. “Estuviste esperándome todo este tiempo, ¿cierto?” inquirió, seguido de aquellas palabras que tanto había extrañado oír “Gracias, Byung”.