-Nii-san… ¿puedo cepillar tu cabello?- me acerqué a mi hermano, no había tenido muchas oportunidades de tocar su cabello desde que volví a mi cuerpo, así que quería aprovechar… recompensar todo el tiempo que no pude sentir…
-Claro, no hay problema- acercó hacia mí el cepillo que tenía en su mano y comencé a acomodar con el su cabello, mientras lo acariciaba con mis manos, no me había dado cuenta de lo mucho que extrañaba la sedosa textura de su cabello.
-¿Qué haremos hoy?- Noté que mi hermano observaba hacia afuera por la ventana de nuestro hogar, hacía un mes, yo recuperé mi cuerpo y mi hermano consiguió un hogar para nosotros “Cuando solo era yo, no me importaba si tenía que dormir bajo la nieve, pero ahora, tú también sientes el frio, el sueño y el hambre, ya hemos viajado mucho, es hora de que nos quedemos tranquilos en un lugar” eso fue lo que me había dicho, con una gran sonrisa, al balancear frente a mí las llaves de la casa.
-No lo sé, tu dime ¿Qué quieres hacer?- dejé por un instante de cepillar su cabello y observé el cielo, completamente blanco, a través de la ventana.
-Mmmm… no es un día muy lindo para salir… ¿podemos darnos un baño juntos? Como cuando éramos pequeños.- Volví a cepillar su cabello mientras una alegre sonrisa se instaló en mi rostro… hasta que oí su respuesta.
-No.-
-¡¿Y por qué no?!- Olvidé por completo esa labor, su cabello ya estaba perfectamente acomodado, solo faltaba hacer la trenza.
-Porque ya no somos niños pequeños, Al.- Eso me dolió un poco, me recordó el tiempo que perdí, después de todo, cuando aún podía sentir, antes de que mi alma fuese sellada en esa armadura, aún era un niño.
-¿Y quién ha dicho que yo dejé de serlo?- Miré enfadado a mi hermano, quien me devolvió la mirada por sobre su hombro, una fría e imparcial, no parecía él.
-No me hagas repetirlo, Al, tienes que acostumbrarte, hay cosas que ya no son lo mismo que cuando eras un niño.- Asentí, algo desilusionado, entonces él se puso de pie, tomando mis manos y mirando directamente a mis ojos.
-Lo lamento Al, no quiero verte mal, pero debes aceptarlo, no somos niños, las cosas son diferentes ahora, ni nuestra mente… ni nuestro cuerpo es igual.- Algo sonrojado, aunque sin saber por qué, desvié mi mirada al suelo, entonces sentí que algo cálido me envolvía, un sentimiento de protección que no me veo capaz de explicar, mi hermano, ahora unos centímetros más alto que yo, me rodeó con sus brazos, en cuanto reaccioné, lo abracé con fuerza, feliz por un instante al sentir sus dos brazos completamente humanos, recordando los sollozos de mi hermano, acallados por alguna almohada, en aquellas frías noches de invierno, en las que su implante le recordaba su desgracia, haciéndole sentir ese terrible dolor que no me puedo ni imaginar, sin darme cuenta, comencé a llorar mientras abrazaba a mi hermano tan fuerte que lo dejaba sin aire.
-Al, me estas aplastando, no me dejas respirar…- lo solté de inmediato tras esas palabras, en ese instante pude ver el preocupado rostro de mi hermano, que secaba con sus manos las lágrimas que recorrían mis mejillas.
-No me irás a decir que te pondrás a llorar por algo así ¿verdad?- intenta verse tranquilo, bromeando un poco, pero puedo ver en sus ojos de oro que se preocupa por mí.
-No, estoy muy feliz, feliz de que tengas tu brazo y tu pierna de vuelta, feliz de que puedo sentir, feliz de que estés a mi lado… y feliz de que te preocupes por mí- pequeñas lagrimas seguían brotando de mis ojos, a la vez que una leve llovizna comenzaba afuera, Nii-san volvió a abrazarme, esta vez más fuerte que antes
-por supuesto que me preocupo por ti, idiota, eres mi hermanito, mi familia, no me gusta verte llorar si no es de alegría.- acaricia lentamente mi cabello mientras dice esto, y luego sopla un poco mi cuello, haciéndome cosquillas, provocando que suelte una risita. Como venganza, me separo un poco de él y comienzo a hacerle cosquillas yo a él, comenzando una de nuestras habituales peleas.
Antes de que lo notáramos, estábamos tirados en el suelo, uno junto al otro, tratando de calmar la risa, con la tontería, ya era hora del almuerzo y no preparamos nada, rápidamente nos pusimos de pie al notar esto, corriendo de inmediato a la cocina, entre ambos preparamos el almuerzo y disfrutamos de una deliciosa comida, entre risas, bromas, peleas, y el arrullador sonido de la lluvia fuera, que cada vez se volvía más intensa, recordamos antiguos momentos, reímos como si nuestra vida dependiera de ello y, justo después de que terminásemos de comer, sentimos el sonido del timbre, anunciando la llegada de alguna inesperada visita.
-Hey! Enano de… pues… mejor lo dejo ahí.- Roy apareció tras la puerta con una sonrisa, desacostumbrado a que las extremidades de mi hermano ahora no sean de acero, y su broma se quedó a la mitad, sin terminar.
-¿¡A quien llamas enano que no puedes ver ni con una lupa, maldito!?- El coronel y yo reímos ante la exageración de mi hermano, quien recobró la compostura y lo invitó a entrar.
-Vine a comentarles que se hará una fiesta, patrocinada por el cuartel general, y, puesto a que se puede llevar invitados, pensé en preguntarles a ustedes.-Mi hermano esbozó una sonrisa maliciosa, listo para comenzar otra pelea.
-Así que, como no tienes novia, quieres disimular llevando a unos amigos, ¿eh?- El rostro del coronel tomó un matiz malicioso también, dando por comenzada la batalla.
-Já, soy yo el que les estoy haciendo un favor enano, en el cuartel, la teniente y el resto desean verlos de nuevo, después de todo, ustedes no se volvieron a aparecer por ahí, además, una fiesta de tal calibre no suele recibir invitados tan… cortos, como tú.- Y ahí va la primer bomba.
-¿Entonces dices que vienes por órdenes de la teniente? Se supone que tú eres su superior, no al contrario, eres tan insignificante que dejas que tu propia subordinada te diga que hacer, patético.- El rostro del coronel ardía de furia así que me interpuse entre ellos para que esto no termine destruyendo todo.
-Nii-san, coronel, dejen de pelear de una vez.- con un pequeño tono de reproche y mostrándole a mi hermano un rostro tierno de desaprobación, la tarea se cumple al instante, quedando ambos calmados
Ese mismo día, fuimos en tren a la ciudad central, y nos quedamos esa noche en una posada bastante famosa por la zona, la comida de ese lugar era deliciosa. Por la tarde del día siguiente, Roy vino a buscarnos para ir a la fiesta, nosotros ya nos encontrábamos vestidos para la ocasión, todo era muy divertido, mi hermano reía y hablaba con los que, en un momento, fueron sus compañeros de trabajo, yo también estaba con ellos.
-Vamos, enano, ¿ahora que no eres de acero te acobardas más fácilmente?-
-Ya te lo he dicho, YO NO BEBO ALCOHOL. No vas a hacerme cambiar de opinión de ningún modo, yo no soy un ebrio idiota como tú, coronel fracasado-
-Solo eres un cobarde, vamos, va a ser media noche, la noche es joven, no puedes desperdiciarla sobrio.- No me gusta el camino que estaba tomando esta discusión, así que me interpuse… otra vez.
-Coronel, no voy a permitir que mi hermano beba una gota de alcohol, así que deje de insistir.-
-Já, ahora tu hermanito sale en tu defensa. Patético.-
-Al, no te metas en esto, se lo que hago, no pienso beber de todos modos.- Mi hermano parece enfadado, no debería haber interrumpido.
En un momento, oigo las campanadas de la iglesia dar las doce… Y las luces se van, quedando todo en un profundo silencio. No pasó más de un momento, cuando sentí un gran dolor en mi hombro derecho, uno punzante, y de mi garganta sale un grito desgarrador, y caigo de rodillas al suelo, tomando con fuerza mi brazo, cuando las luces vuelven, veo el desconcertado rostro de mi hermano, que se acerca a mi corriendo, se le ve realmente preocupado, por un momento, suelto mi hombro y observo mi mano… Completamente carmesí. Y todo se vuelve obscuro para mí, lo último que recuerdo, son los dorados ojos de mi hermano, que me mira preocupado y desconcertado, soltando un grito al aire antes de que yo caiga desmayado.
-¡Al!-