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Eres Akashi Seijuuro por supuesto por Inferna-sama

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Notas del fanfic:

 AoAka --- Slash --- Angst --- Hurt/Confort

 (13+)

Disclaimer: Kuroko No Basuke no me pertenece ni ninguno de sus personajes, son creación de Tadatoshi Fujimaki y su editorial es Shueisha.

 Colaboración con Uroboros SS.

 Es un Fanfic sin ediciones, correcciones ni censuras.

Lo he escrito porque anoche no podía dormir con la idea de esta relación en la cabeza y esta situación inspirandome en algo que me ocurrió hace un tiempo.

 

Notas del capitulo:

No tengo la mejor de las ortografías, no actualizo seguido y casi siempre dejo las historias a la mitad o menos.

La trama puede contener enredos difíciles de comprender y otras cuestiones por el estilo, sí aún así está dispuesto a leerlo, hágalo.

Es corto.

La historia se sitúa después del Rakuzan vs Seirin y en este AU no existe el Extra Game.

 

1/2

—Eres Akashi Seijuuro por supuesto.

Aflojó levemente la pequeña presión sobre mis ojos para que no me atreviera a ver, escuché su suave risa y la calidez de su aliento en el dorso de mi cuello por la cercanía, ese tacto inconfundible lo delataba sin importar su sigilo, esa aura que tan involuntariamente emanaba.

Caminó hacia enfrente de mí en silencio y me limité a escucharlo moverse sin observar, el clima era perfecto, el silencio y el opaco del cielo que me ahorraba claridad del sol que me resultaba molesta cuando todo lo que quería era tomar una siesta en la terraza.

Pero allí estaba él. Haciendo lo que solo él sabría, tenía curiosidad por su falta de ruido, no porque fuese una compañía conversadora, en lo absoluto, sí había venido era para algo.

Ese hombre solo iba por las personas que necesitaba para que hicieran lo que deseaba.

—¿Daiki? — cuestionó esperando probablemente a que lo viera.

Su voz tenía ese suave matiz ...¿agridulce?. Pues si, él era una maravilla, ¿para qué rayos negarlo?, era una maldita maravilla.

Pero como todo, tenía su lado malo.

Akashi estaba allí como sí todo estuviese siempre bajo control. Como sí la vida misma fuese un libro que ya había leído mil veces y ahora solo se dedicara a mover piezas en ella a su antojo para causar resultados que sabía que obtendría, o al menos antes.

Como sí todo estuviera siempre bajo control...

Escuché su risa nuevamente y finalmente le dediqué el vistazo que seguramente quería, ¿A qué estaba esperando?, ¿qué hacía?, sus actos siempre me despertaban curiosidad.

Sus ojos ahora eran brillantes, superficiales y transparentes, podías ver a través de ese que antes se hacía llamar emperador, recordaba a la perfección cuando me aterraba ver aquellos orbes que guardaban infinidades de secretos y pensamientos que  amenazaban con devorarte y absorber todo de ti hasta que no quedara nada, hasta que fueses reducido a la basura que él creía que eras, recordaba cómo podía verte constantemente hacia abajo e imponer respeto, causar miedo, hacerte tener la necesidad de obedecer, de complacerle porque cada palabra emanaba certeza.

Recordaba cómo no significábamos nada... recordaba cómo todos nos veíamos como objetivos a aplastar para él, cómo nadie podía intimar en una conversación por tantas razones, porque recordaba petrificarme con su mirada y no ser el único que lo sufría.

Era tan diferente todo, cómo nos movió a todos, cómo nos hizo contrariarnos, cómo siempre podía sacrificar todo y a todos por una victoria, cómo era de absoluto, cómo nos llevó a ser miserables a comparación de él, cómo todo parecía siempre tan frustrante porque nadie era capaz de vencerlo.

Hasta que ocurrió.

Y entonces todo el dolor que sufrimos por sus concepciones, fue una estupidez inválida, porque en el momento en el que su principio, su única base para extremar todo y reducirlo a ganar, se quebró retractando toda una vida y las dañadas colateralmente por su pensamiento.

Porque seguramente un día tuvo la idea de querer ganar y eso trajo años de sacrificios propios y ajenos y aplastantes consecuencias para quienes viviéramos encarne propia la presencia de ese bastardo que se dedicó a acorralar a todos a sus órdenes, a someter las voluntades ajenas a su imperio sin contrariedades de ningún tipo.

Y ahora, allí estaba, tan superficial e inocente, ajeno a lo que había causado que ya no tenía reparo, a los pedazos de vida que ahora todos debíamos tachar por su culpa.

Ignorando el dolor en el pecho que todos pasamos, allí estaba. Como sí nada hubiese ocurrido.

—Nadie...

Vi su gesto agraciado por una situación que no comprendía como sí estuviera preocupado por mi "desorientación" y sentencia de cosas sin sentido. Sentí asco, puro y real asco.

—Daiki ¿qué ocurre? — cuestionó para luego volver a reír, reír como sí todo fuera tan malditamente perfecto.

—¿Qué quieres?…— estaba a punto de objetar algo pero proseguí— ve al grano, ¿qué quieres?

—Yo s... ­—Le interrumpí de nueva cuenta.

—Nadie te necesita.

Su consternación no podía sentirse más podrida para mí, ¿no sabía de qué hablaba?, bien.

—Nadie te necesita ¿entiendes?, ya te divertiste con todos, ya hiciste lo que querías con cada uno, ya arruinaste las cosas de las que gustábamos, ya dañaste a todos, ya ganaste, ¿qué quieres?.

—¿A quiénes? — la preocupación en su tono era ridícula, era estúpida.

—Ya nadie te ocupa, lárgate y deja de fingir que eres la mitad de lo que eras antes, eres solo un perdedor, desde que no ganas no tienes la razón, desde entonces y de aquí en más, a los perdedores se les niega todo en la vida, todo, ¿entiendes?, no eres absoluto, no eres certeza, no eres el emperador, no eres nadie, eres la sombra de una mal día, no más — sus palabras, las malditas palabras que a todos nos habían ardido estaban allí, los nudos en la garganta que sentí cuando nos separamos y todos perdíamos excepto él, dejamos de ser alguien cuando perdimos.

—Nadie... — sentenció, quizás no comprendía.

—Lárgate. Nadie te quiere aquí,  ¿sabes por qué?, ¿tienes una idea?, nadie te necesita en su vida porque martirizas, porque acorralas, porque sometes, porque eres Akashi Seijuuro y eso es lo que haces. — Entonces bajó su rostro y cerré mis ojos, era una porquería aquello— tampoco deseo ser espectador de tu injusta autocompasión, no la mereces, no te apiadaste de nadie, nadie lo hará por ti.

Esa recriminación pareció bastar para que se alejara.

Recordar toda esa tristeza de saber que mis intereses ya no estaban a mi alcance en aquella época me había dañado muchos años, era tiempo de que el único que no bebió de la impotencia supiera a lo que sabía el polvo de derrota que había en la victoria a base de sus métodos. Él.

Escuchaba sus pasos por un momento hasta que pareció detenerse. El viento incluso con esa pequeña distancia que ahora teníamos parecía haberse purificado un poco y retornar el cierto frío del que antes constaba. Parecía pasarme el mal trago. El clima frío siempre había sido de mi agrado pero no serviría de remedio esta vez.

—Soy culpa... —escuché para fruncir el ceño, ¿debía explicarle que es lo que debió haber entendido hace mucho cuando aún tenía reparo? — soy incertidumbre, soy pena, soy derrota, soy tristeza, soy desgracia, soy tormento, soy ansiedad, soy ineptitud, soy lo que causo, soy lo que sufro, soy lo que hago, soy Akashi Seijuuro, soy el nombre que tengo, soy las expectativas a las que se me condena, soy el miedo que sufro y soy la desgracia que siento.

Eso último me sorprendió, no lo iba a perdonar, pero que lo reconociera... no lo había esperado, escuché aún el silencio, pero algo estaba mal... algo estaba muy mal.

Ese que había llegado por mi espalda a dejar sus cálidas manos sobre mis ojos para esperar a que descubriera quién era, ese que últimamente se daba el costo de subir todos los días para repetir la misma acción y traerme algo cada día diferente, ese que se sentaba a verme dormir mientras hacía molinos de viento de papel con sus tijeras y otras cosas, ese que había adoptado ese pasatiempo, ese que los colocaba todos los día clavados de una u otra forma en el borde de la terraza, ese que a veces se sonreía cuando nadie estaba hablando, ese que de vez en cuando tomaba mi mano sin observarme cuando estábamos solos y no exigía respuestas o hacía preguntas cuando yo lo hacía ni me recriminaba cuando veía con otros ojos a nadie más, ese que se había quedado desde que era un monstruo y se mantenía aún a mi lado a pesar de todas las personas que transitaron mi vida y se fueron.

Ya no era igual, no recordaba la última vez en el que un destello dorado siguió después de alguna de sus egocéntricas aclaraciones, pero sí que recordaba cómo le daba la mano a cada capitán contra el que sufría una derrota conteniendo deseos de llorar, porque vaya que le dolía perder, pero no recordaba la última vez en que dejó los sentimientos de las personas de lado para evitarlo.

Es que quizás y solo quizás no solo se sentía diferente porque estaba fingiendo nunca haber hecho nada y ser de esa forma tan contraria, quizás si era muy diferente.

No sería diferente de él sí le daba la espalda por un error del que ya se había arrepentido, no sería diferente del gran emperador que le dio la espalda a quienes hubiesen sufrido la derrota si quiera una vez.

Abrí mis ojos de golpe nuevamente, tenía que decirle que lo aceptaba con todo y su pasado, tenía que reconocer lo mucho que quizás a él también le había dolido, tenía que saber lo que ahora le ocurría, tenía que saber quién era esta persona, porque él quizás quiso corregirme cuando le respondí que era Akashi Seijuuro y no estuve dispuesto a escuchar, tenía que decirle que no sabía por qué, pero quería que se quedara conmigo mientras dormía dejando sus molinos de papel por la terraza, que hiciera el centésimo que le faltaba, que me tomara de la mano y que se quedara allí conmigo

 

Pero todo aquello se atascó en simplemente querer, cuando observé me encontré con la escena más desgarradora que hubiese podido ver, el único espacio de todo el borde de  la terraza que no tenía un molino de papel me dejaba ver al pelirrojo alzado en el aire, con sus ojos brillantes, su chaqueta separándose de sus hombros flotando un poco más arriba de él y sus lágrimas desprendidas de su rostro adornando su alrededor destellando cuando les cruzaba un rayo de sol.

Estaba todo congelado, pestañeó en un ritmo tan lento, que pude captarlo, no era transparente por no tener más una personalidad fuerte, era transparente porque se había deshecho de la coraza de arrogancia que se había dotado, sonreía porque ciertamente estaba feliz de haber salido, lo comprendí, él si era Akashi Seijuuro, era ese Akashi que tuvo que esconderse de la injusta vida que vivía y tuvo que irse para que este que sí parecía ser suficiente para los monstruos que estuvimos a su cargo no degeneráramos de otra forma peor ni en otros ámbitos.

Lo supe, reconocí por qué nadie más había dicho nada al respecto, porque quién tuvo la culpa de nuestro sufrimiento fuimos nosotros arrastrándolo a él también, obligándolo a sobre pasarnos, obligándolo a tener que superar a todos y a todas nuestras expectativas y culpándolo luego por lograrlo.

Y él. Él nunca nos lo recriminó.

Nos amó tanto que solo volvió a cambiar para nosotros una vez más.

Todo retomó su curso, corrí con todo lo que mis piernas daban alzándome sobre el borde de la terraza para alcanzarlo divisando solamente una palabra en sus labios mudos y logrando únicamente rozar sus dedos con los míos antes de escuchar como su cuerpo literalmente reventaba en un impacto contra la acera cuatro pisos abajo.

Los ojos brillantes que me observaron, las manos cálidas que me cubrieron los ojos, las suaves risas que me dedicó,  todo se fue.

Y también su última palabra, la que injustamente pronunció y debió der mía.

—"Perdón".

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Abrí mis ojos ante los gritos de una joven que se alejaba aterrorizada del cuadro, afiancé nuestras manos entrelazadas, él quizás tenía frío, porque sus manos estaban frías, maldito clima que osaba molestarlo, con mi mano derecha limpié mis lágrimas dándole la espalda a aquella fémina para encarar al bello pelirrojo.

Pobre, todos los días tan radiante, tan rojo, pero hoy se le había pasado la mano, porque estaba rojo totalmente, seguramente su resplandor había salpicado su cuerpo para que estuviera tan rojo.

Le sonreí con dolor, ¿por qué no abría los ojos de una vez y le pedía a la chica que callara?.

¿Por qué ya no sonreía?, ¿Por qué?.

Me quité mi chaqueta y la pasé por sus hombros, estaba recostado boca abajo, ¿A dónde habría dejado su chaqueta ese descuidado?.

Estaba bien, para eso estaba yo.

No importaba, siempre me iba a tener allí, siempre.

¿Por qué estaba recostado en una acera como esa a un costado de mi instituto?, ¿Por qué su resplandor había salpicado la acera también?, ¿Acaso no recordaba quién era?, Era demasiado para estar en un lugar como ese, quizás solo necesitaba que se lo recordaran.

—Eres Akashi Seijuuro por supuesto.

Notas finales:

En el otro capítulo, la perspectiva de Akashi del mismo día.

 

Gracias por leer.


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