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La primera de muchas por Angeline Victoria Schmid

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Notas del fanfic:

Este fanfic está dedicado a una de mis mejor amigas, María, que también es autora en esta página, bajo el nombre de Korone Lobstar.

Podéis consultar su perfil aqui: http://www.amor-yaoi.com/viewuser.php?uid=51125

No tenía claro qué tenía que decirle ahora que por fin lo tenía delante. Habían pasado 13 años en los que el mayor había estado en paradero desconocido y sin ponerse en contacto con él, pero preguntas como dónde había estado o qué había estado haciendo no le parecían importantes. Lo único que podía hacer en aquel momento era mirar fijamente esos ojos marrones que le observaban con detenimiento, y no era extraño que lo hicieran, teniendo en cuenta lo mucho que Law había crecido en todo ese tiempo.


Era verano, y hacía un calor horroroso que invitaba a cualquier cosa menos a estar al aire libre, pero no sabía porqué, ambos hombres habían sentido la necesidad de salir, como si una fuerza interior les obligara a ellos, como si alguien hubiera estado tirando de sus brazos sin que ellos se dieran cuenta.


Cora-san no parecía sorprendido de verle. Quizás de algún modo había estado siempre tras él, buscándolo, preocupándose por lo que fuera que le pasara, como habría hecho el padre que podría haber sido. Tal vez lo había sido en las sombras, pero el moreno no quería preguntarlo. Se negaba a creer que el mayor lo viera de una forma tan inocente, y más ahora que se había convertido en un adulto hecho y derecho. Si el rubio supiera lo que le estaba pasando por la cabeza en ese momento, quizás le cogería asco. Más le valía disimular, porque no pensaba perderlo de nuevo.


Caminaron un buen rato en silencio, cada uno dedicándose simplemente a disfrutar de la compañía del otro. Pero no era un silencio incómodo, al contrario, era un silencio agradable que les hacía sentir que no necesitaban nada para ser felices juntos. Quizás el canto de las cigarras ayudaba un poco, evocando los recuerdos del tiempo que pasaron juntos, recuerdos pasados en los que la tristeza y la alegría se entremezclaban para dar lugar a la melancolía. Incluso los más dolorosos recuerdos se convertían en felices si Cora-san aparecía en ellos, llenando de luz todo aquello que le rodeaba. Con él había podido ser feliz dentro de los problemas, él le había aceptado a pesar de su enfermedad, y eso era algo que no podría olvidar nunca. Era una persona nacida para amar, ¿era él merecedor de ese amor incondicional? Seguramente no.


Era la persona más importante para él, y se había ido. Y no sabía si podría perdonarle, pero ahora que lo tenía delante... Ni siquiera se veía capaz de fingir estar enfadado o decepcionado por su separación. Law, que había perdido a su familia, se vio sumido en la tristeza de nuevo cuando el mayor le abandonó sin más.


Y de repente, Cora-san le cogió la mano y lo miró con una pequeñísima sonrisa en el rostro, que habría pasado desapercibida por cualquiera que no fuera el moreno, ya que de niño había estudiado sus facciones y como adulto las había repasado cada día para asegurarse de no olvidarle. Vio que el rubio llevaba una bolsa de comida para llevar, y estaba seguro de que antes no la tenía. ¿Cuando habían ido a un puesto de comida? ¿Tan concentrado estaba en sus pensamientos que no se había dado cuenta de que dejaban de caminar?


Llegaron a una playa de arena dorada y aguas prácticamente transparentes. Con los pies descalzos en la orilla, no sólo sentía si no también veía los peces nadando entre sus pies. También veía algas, pero según había leído, la presencia de esas formas de vida indicaban que el agua estaba limpia, apta para la vida. Era extraño, si miraba hacia la costa, más allá del lugar en el que estaban, la arena brillaba dorada como si fuera oro. Le gustaba. Miró un momento hacia Cora-san y vio que, tan silencioso como había sido siempre, se había sentado en una roca y había dejado la bolsa de comida sobre ella, y ahora tenía la mirada perdida en el horizonte.


- Cora-san - Lo llamó a pesar de que no tenía ni idea de qué iba a decirle.


- ¿Por qué no vienes? - El rubio sonreía, pero se notaba que estaba triste.


Miró la mano que el mayor acababa de alargar hacia él y caminó para tomarla. Enseguida notó el tirón que hizo que subiera a la roca para sentarse a su lado. Era consciente del ligero sonrojo que cubría sus mejillas pero, por primera vez en mucho tiempo, no intentó ocultarlo. Ya no le importaba que lo viera de esa forma. Además, esta vez tenía excusa, sentía las caricias de las puntas de los dedos de Cora-san acariciándole los tatuajes de las manos y los dedos. Era una sensación demasiado agradable como para no centrarse en ella.


Estuvo a punto de protestar cuando el tacto de los dedos del rubio se terminó. El ruido de la bolsa de papel al arrugarse le sonaba extremadamente molesto, especialmente comparado con lo ocurrido hacía tan solo unos segundos. Aun así, debía reconocer que tenía algo de hambre, y la idea de cenar junto a esa persona que tanto había echado de menos le hacía feliz. Probablemente él nunca lo reconocería, pero había soñado que volvía a verle en incontables ocasiones, tanto dormido como despierto. La situación siempre era diferente, en la calle, en una heladería, en un puesto de comida rápida, etc., pero nunca en la playa como aquella vez. Eso lo hacía aun más especial.


***


No sabía que le daba más vergüenza, si mover constantemente los pies para evitar los pellizcos de los cangrejos (Cora-san ya tenía un par de dedos rojos) o si que el rubio le estuviera quitando los granos de arroz que tenía por la cara con los dedos. Quizás cenar onigiris no había sido la mejor de las ideas, pero era tan rico... Aunque junto al mayor todo era más rico de lo habitual. Clavó en él sus ojos grises mientras dejaba que lo limpiara, enterrando y desenterrando los pies descalzos de la arena que había sobre la roca. Estaba algo húmeda, y aunque sabía que se le quedaría pegada a la piel durante un buen rato, le gustaba. Sonrió un poquito y acarició un pie del rubio con el suyo. Lo hizo un par de veces, intentando provocar alguna reacción en el otro, la que fuera. Al final, Cora-san le cogió el pie y tiró de él, dejándolo tumbado sobre la roca.


El corazón empezó a latirle tan rápido y con tanta fuerza que podía oír sus propios latidos. Se tapó la cara con una mano, o más bien los ojos, consciente de que estaba más rojo que nunca.


Notó un dedo que le acariciaba los labios, sin duda el pulgar, produciendo una sensación electrizante, pero cuando se destapó los ojos, el mayor ya había retirado la mano.


- No tenías porque retirar la mano... - Se quejó.


- Sí debía - Respondió el rubio con una pequeña sonrisa.


Se quedó un momento cabizbajo, pero alzó la vista cuando sintió los labios de Cora-san dándole un ligero beso en la frente. La sonrisa que vio en su rostro le gustó más que la anterior. Apoyó la cabeza en su hombro y le cogió la mano, para sorprenderse con la repentinamente alegría del rubio.


De repente, tuvo una idea que le hizo esbozar una sonrisa ladina que habría asustado a cualquiera, aunque no había excesiva maldad en el plan que se estaba formando en su mente.


- Cora-san... - Dijo provocativamente tras colocarse sobre el rubio.


- Law, ¿qué ocurre? - Ahora el mayor le miraba con sorpresa y curiosidad a la vez.


- Dime, ¿nunca has pensado... - Hizo una pausa a media pregunta para empezar a desabrocharle la camisa -... cómo sería hacerlo aquí?


Tuvo que aguantarse la risa cuando vio la reacción de Cora-san, ¿era una mezcla de miedo y excitación eso leía que su rostro? Estaba seguro de que el mayor no era virgen, pero seguramente sí sería su primera vez en una playa. Acercó los labios a los suyos, pero lejos de besarle, se limitó a rozarlos, que la electricidad estática que ambos cuerpos emanaban saliera para darles un pequeño calambre, tan pequeño que fue prácticamente imperceptible. Podía sentir la respiración del mayor acompasándose con la suya, su pecho moviéndose al ritmo de esas respiraciones pero sobretodo, podía sentir la cada vez mayor presión del miembro de Cora-san bajo su cuerpo. Sonrió una vez más mientras colaba una mano entre sus caderas, pero el movimiento del mayor alejándose de él lo dejó desconcertado. ¿No quería? Su cuerpo no indicaba lo mismo...


Aún en silencio, el rubio le cogió la mano sin apenas mirarle a la cara y tiró de él para llevárselo de allí.


«Quizás vayamos a su casa... - Le dio tiempo a pensar antes de ver la gran noria de la feria lo suficientemente cerca como para que no pudiera dudar de hacia donde se dirigían.»


A Law nunca le habían entusiasmado las ferias, pero tras tantísimo tiempo no quería decirle que no a nada, quería mimarle y hacerle feliz como él había hecho hacía tantos años. Además, le gustaba que Cora-san le cogiera la mano.


Subieran a muchas atracciones: la rana, los autos de choque, el tiovivo... Incluso el ojigrís pensó en subirse al toro mecánico, pero el rubio no parecía estar demasiado por la labor. Al final, llegaron a la noria. Era más grande de lo que había creído en un primer momento, y no tenían porque compartir su cabina con otras personas si no les apetecía. El mayor compró dos fichas en forma de pececito y se las dio al feriante. Consciente de que se trataba de una actitud demasiado infantil para su edad, no quiso mencionar que le gustaba mucho la ficha y que, sin duda, le habría gustado guardarla como recuerdo de aquel reencuentro y de lo que pudiera ocurrir aquella noche. Aun así, pensaba que con los largos silencios del rubio, quizás no valía mucho la pena que se hiciera ilusiones. Lo siguió dentro de la cabina y se sentó frente a él, negándose a pensar que lo que sentía era miedo a lo desconocido, a que lo que estaba pasando sobrepasaba notablemente sus planes, y a que el hombre que ahora tenía frente a él mirando por el cristal lo rechazara.


«¿Por qué me ha traído aquí? - Pensó -. No entiendo nada... - Alargó la mano hacia él, con la posibilidad de preguntárselo directamente vagándole por la cabeza, pero no llegó a tocarlo, cerrando la mano en un puño que rodeó con la otra mano -. ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué me pasa? »


- Law - Dijo el mayor al cabo de un rato, aún mirando por la ventana. Guardó silencio esperando una respuesta que no llegaba y lo miró para seguir hablando -. No me has preguntado porqué me fui. ¿No quieres saberlo?


- Pues... - Suspiró -. Sí, pero no quería hablar de momentos tristes - Desvió la mirada y, por el rabillo del ojo, vio una sonrisa triste -. Sabes que es cierto.


- Lo sé - Admitió -. Pero es bueno que hablemos de ello.


- Está bien, di.


- Siempre te he querido de corazón, te lo digo de verdad. Pero... - Hizo una breve pausa, tratando de saber cual era la mejor forma de decir algo que no tenía una buena forma de ser dicho -. No te quería de la forma correcta, como un padre debe querer a su hijo. Así es como debería haberte querido, pero no era capaz. Por eso me fui.


- ¿Por qué? - Fue lo único que fue capaz de preguntar el moreno -. ¿A qué te refieres?


- Yo... - Alargó la mano hacia él y le cogió la mano. Después pareció cambiar de opinión, porque se la soltó y miró aquí y allá, como si buscara algo, y finalmente se sentó a su lado -. Espero que lo entiendas.


Y entonces, le acarició la mejilla con extrema suavidad y besó sus labios. Al principio fue un beso tímido, lento y suave pero apasionado a la vez. Pronto olvidaron dónde estaban, y las piernas de Law se separaron lo justo para que el mayor pudiera colocarse entre ellas y seguir besándose medio tumbados, en una posición mucho más cómoda para ambos.


Un par de golpes en el cristal de la cabina y el sonido chirriante de la puerta medio oxidada al abrirse les sobresaltó y los devolvió a la realidad. Cora-san se levantó rápidamente y ayudó al menor a levantarse mientras éste se colocaba la ropa que realmente no se había movido ni un centímetro de su sitio: no se habían estado tocando.


Con una sonrisa alegre en los labios, el rubio besó las mejillas del menor ahí donde empezaba su sonrojo y le cogió de la mano dispuesto a llevarlo a su casa.


No tardaron mucho en llegar, estaba muy cerca de la feria, no a más de 5 minutos, pero aun así al ojigrís el camino se le hizo eterno. El edificio era de obra vista pero aun así se veía antiguo, como si realmente sólo hubieran restaurado la fachada. Empezaron a besarse de nuevo en el ascensor. Las manos de Cora-san se colaron bajo la camiseta del mayor, acariciando sus abdominales con devoción, sin darse cuenta de lo apretados que estaban sus cuerpos, la espalda de Law contra la pared del ascensor sin que apenas pudiera moverse.


Cuando por fin llegaron arriba (era el último piso, el ático), les entraron las prisas. El moreno no estaba dispuesto a dejar que el mayor abriera la puerta con tanta facilidad como lo hacía todos los días, por mucho que eso retrasara lo que las paredes del apartamento iban a ver esa noche. Se deleitaba con los jadeos que le arrancaba a su hombre con solo acariciarle el torso, era evidente que estaba tan excitado como él. Finalmente, la puerta se abrió, y volvieron a besarse una vez más, esta vez mientras caminaban hacia lo que Law suponía que era la habitación del rubio.


- Cora-san... - Le susurró al oído mientras el mayor lo desnudaba en medio del pasillo, sin poner atención en donde caían las prendas de ropa.


La puerta del dormitorio se abrió y mientras que al mayor sólo le quedaba la ropa interior, el ojigrís aún llevaba el pantalón puesto.


Lejos de colaborar en que lo desvistieran, el menor se sentó sobre la cama y empezó a acariciar el más que despierto miembro del mayor por encima de la tela. Se rió un poco cuando vio lo impaciente que estaba por desnudarse por completo, seguro que quería que lo tocara de otra forma, pero aún negándose a ayudar, le cogió las manos y las separó de su cuerpo. Estaba claro que ahora no podía tocarle, pero ya no eran esas sus intenciones. Agarró el borde del calzoncillo y tiró hacia abajo sólo lo justo como para que la erección pudiera salir. Mirándolo a los ojos, acercó los labios a su sexo, pero no lo tocó, se limitó a soltar algo de aliento sobre él.


Cora-san se mordía el labio y miraba hacia arriba, sin duda consciente de que ver al menor de esa forma le excitaría aún más. Al verlo así, el ojigrís sintió su propio miembro palpitante y queriendo ser liberado, pero aún no era su turno. Debía satisfacer a Cora-san.


Le soltó las muñecas y, ahora sí, terminó de desnudarle. Permitió que sus labios lo envolvieran, primero sólo el glande, que rozaba de vez en cuando con la lengua, acariciando el tronco con los dedos. Era más grande de lo que había esperado, incluso teniendo en cuenta que la altura del mayor ya dejaba claro el tamaño de otras partes de su cuerpo. Poco a poco, dejó que sus labios fueran engullendo más y más, y esbozó lo más parecido a una sonrisa que podía hacer en esa situación cuando sintió unas manos enredarse en su pelo. Las manos de Cora-san eran gentiles incluso en aquella situación, no empujaban ni lo forzaban a seguir, simplemente le acariciaban la cabeza y las mejillas, pero de repente lo separaron un poco de él y lo cogieron en brazos para colocarle sobre la cama. Tragó saliva, ahora era su turno de disfrutar.


Sin dejar de mirarle, el rubio acarició sus costados con suavidad en un movimiento descendente hasta su cintura. Una vez allí, le desabrochó los pantalones y le quitó la poca ropa que le quedaba. Law era incapaz de comprender porque se estaba sonrojando como una quinceañera con su primer novio, pero así estaba, con las mejillas rojas como fresones, tapándose la cara con el brazo para que el mayor no lo viera de esa forma. Era un adulto y quería que lo viera como tal. Le parecía que no pedía tanto, aunque quizás otros no hubieran estado de acuerdo con él. Una de las manos del mayor le apartó el brazo y lo miró con una sonrisa afable en los labios, aunque sus ojos mostraban la lujuria que sentía en su interior.


Corazón apoyó los brazos en la cama, clavando un codo a cada lado de la cabeza del moreno, besó sus mejillas y luego pasó a devorar sus labios con la misma pasión con la que lo había hecho en la noria. En esa posición, sus miembros se rozaban arrancándoles jadeos, y el menor no podía evitar mover las caderas bajo él buscando más contacto entre ellos.


Mirándole tan inocentemente como podía dada la situación, sus labios tostados rozaron levemente el pecho del mayor y se detuvieron en uno de los pezones de éste, momento en el que su lengua salió a lamerlo. Sonrió al escuchar un nuevo jade y, sin dejar de lamer, cogió la mano de derecha de Cora-san y levantó el trasero para que pudiera deslizar un dedo entre sus nalgas, queriendo que sintiera la necesidad que tenía de tenerlo dentro. Los besos estaban bien y adoraba que sus labios lo besaran, pero anhelaba más que eso, y creía que el sexo oral había dejado bien claro que no quería una noche para todos los públicos.


En cuanto aquel primer dedo lo penetró, apartó la vista y volvió a taparse la cara, intentando que el rubio no viera la mueca de dolor. Sólo era un dedo, pero debido al tamaño de Cora-san, se sintió lleno por completo, como si lo que tuviera dentro fuera un miembro. Se estremeció al pensar que el mayor introduciría como mínimo otro dígito, y que después vendría el enorme miembro.


- ¿Estás bien? - Preguntó el rubio mientras volvía a apartarle el brazo, esta vez dándole golpecitos con la nariz. Era adorable.


- Sí... - Intentó decir, pero el sonido se transformó en un gemido dolorido.


Law había temido que con ese reconocimiento el mayor retirara el dedo, pero no lo hizo. En lugar de eso lo dejó totalmente inmóvil en su interior, intentando que el moreno se adaptara a la sensación de tenerlo dentro y besó sus mejillas, sus labios y su cuello repetidamente. Incluso lamió la clavícula justo cuando movió el dedo por primera vez. Clavó sus ojos grises en los marrones del mayor y se aferró a sus brazos en todo momento. Los movimientos eran más lentos de lo que habría esperado, y de vez en cuando el dedo abandonaba su calor para rodear su entrada un par de veces antes de volver a entrar, hasta que tras las caricias lo penetraron dos dígitos en lugar de uno. Esta vez, pero, no se quedaron quietos como al principio, empezaron a abrirse camino en su interior inmediatamente, arrancándole gemidos que ya se habían distanciado mucho del dolor que había sentido en un primer momento. Seguramente las atenciones que recibía su próstata tenían mucho que ver.


Soltó esos brazos de mala gana cuando Cora-san empezó a descender, pero se alegró mucho de que lo hiciera en cuanto los labios ajenos besaron el glande, y es que ahora el mayor atendía su pene y su próstata a la vez. Sólo faltaba que le pellizcara un pezón, y así lo hizo el mayor. ¿Es que le leía el pensamiento? Notaba el clímax muy cerca, demasiado. No podía correrse tan pronto. Quería arrastrar al rubio al orgasmo con el suyo propio, y eso sólo sería posible cuando estuviera dentro de él.


- Cora-san... - Tragó saliva, intentando reprimir los gemidos al menos cuando intentaba hablar -. Hazlo. Ya. Por favor.


Sus piernas se movían frenéticas, intentando abrirse más y más, dándole todo el acceso posible a su interior, que supiera cuan necesitado de él estaba y cuanto lo deseaba. El mayor le dedicó una sonrisa traviesa y retiró los dedos, pero lo que lo penetró después no fue su miembro, sino tres dedos. Lo miró enfadado, pero antes de que tuviera tiempo a quejarse, Cora-san estaba besando sus labios, una de sus piernas tostadas estaba debajo del cuerpo del rubio dejándola salir por encima de su hombro, haciendo así que levantara un poco el culo, y era su miembro lo que estaba en su interior.


Law lo abrazó con todas sus fuerzas, había escuchado claramente el gemido que había abandonado la garganta del mayor en cuanto se había abierto paso en su interior y ahora lo escuchaba jadear junto a su oído. Sin empezar a moverse, besó su mejilla y lo miró, queriendo conservar ese recuerdo para siempre. Cuando el rubio le acarició los labios fue consciente de que se estaba mordiendo el labio inferior y había estado aguantando la respiración. Soltó todo el aire que había en sus pulmones y empezó a mover las caderas lentamente, su cuerpo aún no se había adaptado a las dimensiones de su miembro, pero no quería demorarse más. No podía esperar, pero sobretodo no quería hacer esperar al mayor.


Seguramente para el rubio era más incómodo abrazarle mientras las caderas de ambos se movían, pero aun así lo hizo, y sólo dejaron de abrazarse para poder acariciarse de vez en cuando, pero en ningún momento dejaron de devorar cada uno la boca del otro.


- Ngh... - Gimió el mayor -. Me encanta.


- A mí... - Incrementó el ritmo de sus caderas, esperando que el rubio lo siguiera -. También...


Estuvieron largo rato besándose y moviéndose sobre las sábanas, hasta que las paredes de Law empezaron a estrecharse sin que Law pudiera evitar el delicioso movimiento.


- Cora-san, ngh..., no... - Se aferró al cuerpo de mayor y dejó de moverse, un espasmo de placer le recorrió la columna de arriba a abajo y de repente se relajó bajo el rubio.


No hizo falta más para que Cora-san terminara también, exhausto, pero no dejó caer el peso sobre el menor, sino que abandonó su interior con cuidado y se tumbó a su lado. A continuación, tiró de su muslo para que se tumbara sobre él y empezó a acariciarle la espalda y besarle el pelo con suavidad sin importarle que ambos se ensuciaran con el semen del moreno.


***


A la mañana siguiente, Cora-san se despertó más duro que ninguna otra mañana, con unas piernas tostadas entrelazadas con las suyas, y sonrió a aquellos ojos grises que no sabía cuanto rato llevaban observándolo. Antes de que tuviera tiempo a darle los buenos días, el menor lo besó y se sentó a horcajadas sobre él para empalarse en un solo movimiento, recordándole sin palabras que aquello acababa de empezar y que la noche anterior había sido la primera de muchas.

Notas finales:

Espero que os haya gustado. En principio es un único capítulo, ya me pensaré si lo sigo o no.


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