Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Inesperado por LeelanVic

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hace tiempo que quería escribir algo así, pero mucho más corto. Aunque me inspiré y... bueno, salió esto. 

 

Espero les guste y disfruten ♥ 

El clima era agradable y disfrutaba del suave soplo de la brisa sobre la piel desnuda de sus brazos mientras tanto el sol seguía en el firmamento, deslumbrante e imponente. Como un Dios que todo lo sabe y lo ve. ByungHun adoraba esa época del año. El verano se había marchado lentamente y el otoño ya se lucía con un manto de hojas secas cubriendo los parques y las aceras de la ciudad.

 

Conforme caminaba por calles atestadas de personas, que en su mayoría eran turistas extranjeros recorriendo el área comercial, sus pensamientos iban y venían, paseaban y se perdían en la idea de que había aceptado encontrarse con un extraño. Con un completo desconocido del cuál ni siquiera sabía su nombre. No sabía si era atractivo, si le faltaba un diente, si hablaba bien, si era visco, si provenía de Marte o lo que sea. Sólo contaba con un horario que debía respetar, un lugar al cual asistir y una cantidad considerable de nervios en la boca del estómago.

 

Sus padres y su mejor amigo TaeHo, lo habían sometido a un exitoso proceso persuasión a lo largo de tres semanas. Ambas partes convenían en que asistir al programa de «citas a ciegas» era favorable para fomentar sus relaciones sociales, conocer sujetos diferentes y por supuesto, lanzarse a la aventura de encontrar a la persona que se encargaría de sacudir y derretir su corazón como nadie más. Ese había sido el fundamento principal que sostuvo su madre la noche en que apareció misteriosamente en su apartamento para “mimarlo” con una cena especial. Cena que terminó en una incansable conversación sobre el amor y su futuro.

 

Podría decirse que ByungHun no era tan estúpido como para depositar todas sus esperanzas de hallar a la persona correcta en algo tan facilista y efímero como un programa de citas aleatorias que habían encontrado gracias a un folleto publicitario que —casualmente— apareció dentro de la última edición de la revista «Ser mujer» de la cual su madre era subscriptora desde hacía siglos.

 

 ¿Qué posibilidades existían de que por milagro celestial conociera a alguien que despertara su interés y cubriera sus expectativas? 

Una sobre cien.

 

A pesar de su lista de decepciones amorosas, no estaba en sus planes rendirse y conformarse con el primer idiota que le prometiera la luna, las estrellas y el mismísimo Júpiter. Ya había pasado por esa etapa ingenua de niño con mariposas lanzando arcoíris dentro de su barriga. Ahora tenía veintiseis, una carrera universitaria hecha, un trabajo estable que le otorgaba un ingreso anual precioso y un cómodo apartamento de cinco ambientes solo para él.

 

Para muchos, ByungHun era joven, guapo y con un futuro brillante en el horizonte, pero su padre lo veía como un muchacho solitario que estaba cada vez más cerca de llegar a una etapa crítica en la vida de un hombre: los treinta años. Su existencia no estaría completa hasta encontrar a ese “alguien especial” con quién compartir los momentos significativos y cotidianos de su día a día. A veces no entendía por qué pensaba de esa manera, pero bastaba considerar la historia familiar que desfilaba tras su espalda para comprender su modo de ver y simplificar el mundo.

 

ByungHun pertenecía a una familia de locos enamorados. No había otra forma de catalogarlo. Todos y cada uno de los integrantes de su árbol genealógico habían cometido alguna locura por amor. Todos se habían quemado dentro del dulce infierno de la pasión y encontrado a temprana edad a su media naranja, medio limón, o como sea que les guste llamarlo. Aunque no era su caso. Hasta entonces había roto con la tradición familiar, puesto que seguía siendo ignorado por ese querubín con pañales conocido como Cupido. Quizá había desarrollado alguna clase de escudo anti-flechitas-de-amor. Eso justificaría su falta de amantes durante los últimos tres años.

 

Si bien las cuestiones del amor no era algo irrelevante para él, tampoco representaba su principal preocupación. Se había acostumbrado a la soledad y a ser un alma independiente, pero luego de escuchar en exceso la palabra “cita” y “pareja” aceptó que no estaría mal conocer a alguien.

 

En un principio, cuando todo el asunto se instaló como el tema principal de conversación, ByungHun se mostró intolerante. A tal punto que frente a cada simple mención de esas palabras, unidas o por separado, la expresión de sus ojos era comparable con la de un lobo a punto de saltar a la yugular de otro. Siempre había sido bastante reacio a que le indicaran lo que tenía que hacer, cómo hacerlo, dónde, cuándo y por qué. Incluso llegó a sentirse frustrado porque no parecía haber escapatoria. Pero tras varias semanas y noches de reflexión con una taza de café entre las manos, accedió a darse una oportunidad.

 

Después de todo, ¿qué podría ir mal?

 


 

Con ese pensamiento salió de su casa. El reloj en su muñeca anunciaba veinte minutos para las seis de la tarde, lo cual quería decir que una vez más llegaría en tiempo y forma al sitio indicado. ByungHun era muy puntual, tan puntual y quisquilloso como una persona de antaño. Lo había heredado de su abuelo, ya que gran parte de su niñez la vivió con él mientras sus padres se dedicaban al cumplimiento de las profesiones que habían escogido. Durante esos años, pasaban temporadas enteras viajando fuera del país y el único contacto que tenía con ellos era mediante llamadas telefónicas.

 

Debido a que contaba con un pequeño rato a su favor, decidió pasear por el exterior de la cafetería en donde se encontraría con la primera persona que encabezaba una lista de cinco.

 

El programa de citas a ciegas permitía escoger entre dos opciones. La primera consistía en conocer distintas personas durante cinco horas seguidas, a partir del mediodía. Podía ser una vez por semana, una vez al mes o cuando se desee. Y la segunda se trataba de una persona por día, durante cinco días hábiles. El periodo de tiempo era definido siempre por el interesado. Los lugares cambiaban en cada encuentro y las citas se definían a partir del perfil que previamente completó y envió mediante internet, donde se especificaban gustos, aspiraciones de vida y cualquier dato de carácter relevante que ayudara a simplificar la búsqueda de su posible ‘alma gemela’.

 

Como la idea de estar con el trasero aplastado en una silla durante cinco horas lo había desalentado, además de considerar que sufriría un insoportable dolor de cabeza y unas ganas inmensas de salir corriendo después de ver la cara del primer sujeto, optó por la segunda. ByungHun conocería a cinco personas distintas por día, a lo largo de aquella semana.

 

La cita comenzaba a las seis de la tarde. “Un horario agradable para compartir un café o un té, comer algo y conocer al amor de tu vida” eso mismo había dicho TaeHo en pos de respaldar el discurso de su madre, algo que lo hizo reír a carcajadas.

 

¿Hablaba en serio?

 

Desde fuera analizó a los presentes dentro de la cafetería, deseando localizar a alguien con un perfil similar al propio o tal vez a un sujeto nervioso y curioso con el entorno, alguien que no dejara de mirar hacia los lados. No tuvo suerte. Había varias parejas ocupando las mesas, unos cuantos camareros tomando órdenes y muy pocas personas que lo hicieran sospechar de estar esperando a alguien.

 

Podría haberse quedado más tiempo en su papel de espía encubierto, pero entró puntualmente a las seis y ocupó una de las mesas centrales. Allí estaba justo al medio, cerca de la salida y del baño de caballeros en caso de necesitar pasar al plan B: Buscar una excusa y darse a la fuga.

 

Una vez que retiró la chaqueta ligera que vestía, pidió un cappuccino con un trozo brutal pastel que explotaba en chocolate y crema, y se entretuvo viendo los vídeos que transmitían en una pantalla gigante de LED. Poco pasó para que alguien apareciera junto a él preguntando si se llamaba ‘Lee ByungHun’. Por un momento creyó que era el camarero de regreso a preguntarle si se le ofrecía algo más, pero para su sorpresa era un chico alto, de hombros anchos, quijada marcada y blanca sonrisa.

 

Tras confirmar su identidad, el muchacho tomó asiento y descubrió que se trataba de su primera cita. Se presentó con formalidades, revelando que su nombre era Choi JongHyun, y pronto clamó por un té y unas galletas —bajas en calorías—. Habiendo tantas porciones de tartas que hacían babear a cualquiera, el chico escogió lo que para él eran simples e insultas galletitas de agua y un té de hierbas, para variar.

 

Durante los primeros minutos no supo cómo enfrentar la situación. Era un novato. Quería iniciar una conversación ligera y superficial para romper el hielo, pero no fue necesario decir nada. El chico empezó a hablar. ¡Y cómo hablaba! No quedaba dudas de que era alguien lleno de energía y que disfrutaba acaparar la atención. Lo notaba en el destello de sus ojos marrones y la espontaneidad con la cual sacudía su cuerpo cuando mencionaba algo divertido o importante sobre su historia personal. 

 

En una hora, ByungHun no había pronunciado significativas palabras y se había enterado que JongHyun tenía veintiún años, vivía con sus padres, dedicaba harto tiempo al entrenamiento físico, estudiaba danza contemporánea, respetaba una dieta estricta —cosa que sospechaba— y… ¡Ah! Que se había unido al programa de citas porque aún no superaba a su primera pareja. Aseguraba amar a ese tal ChangHyun y que el sentimiento era mutuo, pero que todo era demasiado complejo como para entrar en explicaciones. Algo le decía que cualquiera que tomara el desafío de conquistar el corazón del muchacho, tenía unos zapatos enormes que llenar.

 

Pese a que la curiosidad era colosal, ByungHun se mordió la lengua para no preguntar nada al respecto. Aunque le parecía ridícula la decisión del joven. ¿Había entrado al programa de citas para qué? ¿Para encontrar a alguien que pudiera hacerle olvidar su amor por el otro muchacho? A su parecer era egoísta y bastante inmaduro, pero… ¿qué decir? Él no era quién para estar juzgando las decisiones de los demás.

 

Cuando su taza estuvo vacía, al igual que el plato donde cuenta la leyenda que hubo un delicioso trozo de pastel, ByungHun supo que era el momento de ir concluyendo. Entonces formuló la pregunta que daría por finalizada la cita.

 

—¿Crees en el amor a primera vista?

 

JongHyun no ocultó su sorpresa y lo pensó un instante, acariciándose la barbilla. ByungHun lo miró con atención. Tantos años viviendo dentro de una casa con dos románticos empedernidos, lo habían transformado desafortunadamente en uno. No obstante, era un secreto y se negaba a aceptarlo.

 

No” respondió por fin y él sonrió al asentir con la cabeza. “En eso estamos de acuerdo” contestó con una sonrisa antes de ponerse de pie y despedirse del menor, agradeciéndole su tiempo y deseándole buena suerte. No hubo intercambio de teléfonos, tampoco un ‘espero verte en otro momento’. Cada uno tomó su camino.

 


  

A la edad de siete años, ByungHun recordaba haber preguntado sobre cómo se habían conocido sus padres y diecinueve años después, la historia relatada seguía fresca en su memoria. Su padre tenía el talento de narrar las escenas del pasado con pomposos detalles, hallando el modo perfecto de que cualquiera que lo escuchara se familiarizara con el ambiente, las sensaciones, los aromas y por supuesto, los sentimientos.

 

Lo nuestro fue amor a primera vista había dicho él y esas glosas se grabaron profundas en su memoria. Podía poner en tela de juicio el amor de quien sea, pero no el de sus padres. En su interior, una parte de ByungHun creía en ello, en ese amor idóneo que florecía a primera vista entre dos almas destinadas a estar juntas, y añoraba experimentarlo, porque hasta el día de hoy sus padres se miraban embelesados como si el paso del tiempo no interrumpiera la intensidad del hechizo que los unía. Estaba intacto. Sin embargo, existía otra parte de él, la cual iba ganando territorio y se aliaba con la cruda realidad de los tiempos actuales, que encontraba absurdo todo el asunto. Lo consideraba cuestión de azar, de suerte, del alineamiento de los astros y la influencia de vaya a saber qué divinidad. Por mucho que lo deseara, ese tipo de milagros ya no ocurrían.

 


  

Haciendo un análisis de la experiencia vivida con ese joven llamado JongHyun, a grandes rasgos, la primera cita no había sido un verdadero desastre como había esperado secretamente. El chico habló bastante y sin filtro, era apuesto, simpático e incluso sincero, ya que había dejado en claro que continuaba enamorado de esa otra persona. Si existía algo que atesoraba, eran las personas sinceras ante todo. Debía ver los puntos favorables del encuentro, ya que podría haberse encontrado con un maniático con planes macabros para después de su salida de la cafetería o con un tipo que ni siquiera se molestaba en tomar una ducha antes de salir de casa.

ByungHun se reunió con sus padres esa misma noche y ellos no tardaron en bombardearlo con preguntas. Querían saberlo todo, como era de esperarse. Lo alentaron a continuar hasta el final con el programa de citas y le entregaron sus mejores deseos para que el siguiente encuentro sea doblemente mejor.

 

Y… de hecho lo fue.

 

La cafetería era distinta. Estaba ubicada en otro sector de la ciudad y tenía un interesante imán para personas que parecían haber nacido para vestir prendas de cuero. ByungHun no pudo evitar sentirse fuera de onda con su indumentaria que decía a gritos “¡Trabajo dentro de una oficina!”.

 

Había llegado a tiempo, pero no quiso pedir nada. No hasta que el tipo que apareció frente a él le dejó la boca seca y cambió de opinión. Deseó litros y litros de agua helada. Su cita de ese martes era un candidato perfecto para aceptar el guión de una película de acción, una de enfrentamientos de pandillas callejeras donde hay muchos tiroteos, sangre bañando las calles, explosiones impresionantes y extraordinarios efectos especiales. Llevaba gafas oscuras y sus brazos estaban cubiertos de tatuajes.

 

Al verlo, supo que la tensión en su cuerpo fue más que evidente, pero no le importó. Ese sujeto conocía el efecto que provocaba y ByungHun lo descubrió al contemplar la sonrisa confiada que dibujó en sus labios al sentarse.

 

Era mayor que él por dos años, trabajaba como DJ en una radio local y se llamaba Bang MinSoo. Al oír su apellido no pudo evitar pensar en la ironía del ‘Bang’ y su estúpido pensamiento de la película de acción.

 

Todo marchó relativamente bien y a diferencia del chico del día anterior, MinSoo era amante de guardar silencio y escuchar, de manera que ésta vez ByungHun habló bastante. Lo malo fue que incluso estando dentro del local, no se retiró las gafas y tenía que estar adivinando si lo miraba a él o al grupo de personas que estaba tras su espalda; si le prestaba atención o si estaba dormido. Ver los ojos de una persona era algo fundamental, puesto que expresaban mucho más de lo que las palabras podían decir. Pero no hubo caso. Él no se animó a pedirle que se las sacara y el mayor tampoco lo hizo. Tal vez estaban adheridas a su rostro con pegamento, quién sabe. 

 

¿Crees que el amor a primera vista existe? había vuelto a preguntar cuando la cita finalizó. Notó que el mayor alzaba las cejas por encima del marco oscuro de los lentes, encontrando extraña la pregunta. “¿Hablas en serio?” preguntó como si estuviera bromeando. Lo triste era que no. “Por supuesto” contestó ByungHun con naturalidad y el contrario ni siquiera dudó en lo que expresó a continuación. “Eso solo ocurre en las películas, ByungHun. Deberías saberlo.” MinSoo rió con soltura y él no acotó más nada. No podía culparlo por pensar exactamente igual que la mayoría de las personas.

 


 

Contra todos los pronósticos, su cita del día miércoles sí que fue una genuina catástrofe. El tipo llegó tarde, desalineado y luciendo como si se hubiera peleado hasta la muerte con el cepillo de cabello. A simple vista, supo que lo doblegaba en edad y que era un insolente por mirarle con aire petulante al sentarse en su mesa. Ni siquiera se disculpó por la demora y no se dignó a abandonar el teléfono móvil ni por medio minuto. ByungHun aceptaba que las personas podían tener responsabilidades, compromisos y obligaciones, pero aquella actitud la consideró como una verdadera falta de respeto y ni se molestó en completar el tiempo que debía compartir con ese tipo. Se excusó con que había olvidado “regar su cactus” y se fue dejando al sujeto boquiabierto.

 

Estaba cabreado. Odiaba perder el tiempo, pero ciertamente agradeció haberse ido media hora antes porque llegó temprano a casa, tomó una ducha grandiosa y adelantó trabajo del día siguiente. Luego cayó inconsciente tan pronto tocó la cama y se extravió dentro de los brazos de Morfeo.

 


  

—¿Lee ByungHun?

 

La voz le pareció familiar y al voltear se encontró con un rostro conocido, provocando que gritara por la sorpresa de verlo allí.

 

—¿Qué haces aquí? 

 

—Soy tu cita. 

 

 ¡¿QUÉ?!

 

—Me estás viendo la cara de tonto, ¿verdad?

 

—Si.  –Respondió simple y llanamente antes de estallar en carcajadas. 

 

—¡Yah! Qué bobo eres, JeongMin. Por poco me lo creo.

 

—Lo sé, te rompí el corazón. Pero debes aceptar que lo que sientes por mi es platónico. –Su amigo se apoyó contra la mesa, sonriéndole.

 

—Idiota. –Masculló ByungHun al negar con el rostro.— ¿Me dirás qué haces aquí? 

 

—Me enteré de que estarías esperando a tu siguiente ‘pretendiente’ y decidí pasar a hacer un testeo general del lugar. –Respondió sincero. JeongMin lucía alegre y relajado. 

 

—Apuesto a que fue TaeHo y su gran bocota. –Murmuró al rodear los ojos.

 

—De hecho, si… pero fue muy discreto. Me mandó un mensaje por LINE.

 

—¿A quién engaño? Los dos sabemos que pronto saldrá un comunicado en el periódico diciendo que soy un desastre para las citas.

 

—¿Lo dices por el tipejo de ayer? 

 

—¿Eso también te lo contó? –Suspiró pesado.– Intento borrarlo de mi memoria, gracias.

—Lo siento, Byunggie. Pero te lo recordaré durante varios años. –Sonrió con actuada inocencia.

 

—¿Olvidas lo que tu madre me mostró? –Ni se inmutó frente a sus palabras.– ¿Recuerdas el álbum familiar de fotos? Tengo tus desnudos de bebé con las nalgas rosadas al aire. –ByungHun recibió un golpe en el hombro y rió.

 

—¡Oye! No seas vengativo.  

 

—Lo pensaré con la almohada. –Contestó con un guiño. La relación con JeongMin se alimentaba a costa de amenazas y bromas; ambos se sentían a gusto con ello.– Bueno, ya vete o escóndete por alguna parte. En cualquier momento vendrá mi anteúltima cita. –Con un suspiró bajó la cabeza.–  Quiero que se termine de una vez. –Confesó y su amigo posó la diestra sobre su cabeza dando una suave caricia.

 

—Piensa que solo resta mañana y volverás a ser libre.  –Luego se marchó o eso creyó, porque no lo vio por ninguna parte. 

 

ByungHun jugó un rato con su móvil, esperando a que el reloj analógico de la pantalla marcara las «18:00» y quien sea aparezca para iniciar su discurso y terminar por el día de hoy. Había tenido una jornada fatal después de llegaran las pautas de la próxima campaña publicitaria que debían entregar en menos de un mes. Tenía a su cargo un grupo de creativos y diseñadores que esperaban de sus directrices para seguir adelante, pero ese día su cerebro no había estado al cien por cien y recibió un llamado de atención de su superior.

 

Por fortuna, y antes de que el humor se le crispara al recordar la barbarie laboral de aquel jueves, el sujeto que se reuniría con él hizo su entrada triunfal y robó varias miradas —en especial de mujeres—. Era atractivo, de piel blanca, cabello rubio y ojos avellana. Vestía unos jeans blancos ajustados del infarto y una camisa a rayas de tono claro con tirantes.

 

Se acercó a ByungHun con pasos seguros y viéndole como si fuera su próximo bocado de media tarde. Tuvo que carraspear y fingir que la servilleta que estaba sobre la mesa era mucho más interesante que cualquier otra cosa. Luego el contrario se sentó y anunció —efectivamente— que era a quién esperaba. 

 

Durante un buen rato, se sintió un poco incómodo y con el deseo latente de que JeongMin reaparezca en su rescate, puesto que el joven no dejaba de coquetearle y de hacer caras bonitas para atrapar su atención.

 

Si de algo estaba jodidamente seguro, era que Lee ChanHee era un auténtico seductor en busca de un nuevo juguete con el cual entretenerse. Y en otras palabras, que se lo quería llevar a la cama esa misma noche. Sin embargo, más allá de que tuviera mucho a su favor para despertar el interés —sexual— de ByungHun, lamentablemente ChanHee encajaba con el perfil de sus anteriores amoríos. Chicos apuestos, con carreras extravagantes, sonrisa encantadora, buen físico, de rostro angelical y facciones delicadas. Sujetos así terminaban siendo un insoportable dolor de cabeza.

 

Visualmente era un gran partido, pero por muy desesperado que lo considerasen al andar en un programa de citas a ciegas, no sucumbiría ante descarado bombardeo de halagos y propuestas indecentes ocultas en comentarios de doble sentido.

 

Con gran educación esquivó las indirectas del rubio y no pudo oponer resistencia a preguntarle si creía en el amor a primera vista. Se arrepintió tan pronto esas últimas palabras abandonaron su boca. El joven le tomó de las manos y con falsa seriedad susurró a modo de confesión que eso fue lo que sintió al cruzó el umbral de la puerta y verlo allí esperándolo.

 

Su asombro fue tal que solo pudo parpadear incrédulo y permanecer callado. No obstante, después de unos minutos, rió con soltura. No podía creerle. ChanHee parecía ser la clase de persona que sacaba ventaja de las oportunidades que se le presentaban casualmente en el camino para conseguir lo que quería, y ByungHun no podía ignorar eso. No era un tonto ignorante.

 

No supo cómo, pero se las ingenió para salir de allí sin tener que lidiar con la persecución del rubio pidiendo su número telefónico. JeongMin lo encontró fuera de la cafetería y se ofreció a llevarlo bajo la única condición de que le contara todo con sumo detalle. ByungHun no se negó y así lo hizo durante todo el camino de regreso a casa, aprovechando la ocasión para reírse, relatar lo vivido y desahogar sus penurias a uno de sus mejores amigos.

 


  

—¿Alguna vez te han insistido para aceptar tener citas? –Preguntó ByungHun tras regresar con el pijama puesto y un par de almohadas extras. JeongMin había aceptado su invitación de quedarse y él estaba más que satisfecho con la idea de disfrutar su compañía hasta la mañana siguiente.

 

—Solo ocurrió una vez y les di el gusto. Pero desde entonces siempre esquivo el tema. Admito que los padres se ponen pesados cuando se trata de buscar pareja a sus hijos. –JeongMin estaba plácidamente acostado con las manos bajo la nuca y la vista fija en el televisor. Se había topado con un film de acción de trama interesante y ni por asomo cedería el control del mando a distancia.  

 

—Hazme espacio. Ni te creas que la cama será toda tuya. –Expresó el dueño de casa al reclamar su sitio en el colchón.

 

—No recordaba que fueras tan gruñón. –Comentó el opuesto con una sonrisa.

 

—Ha sido una semana difícil. –El agotamiento empezaba a abrumarlo y la carga de todo lo vivido ese día lo hundió por completo en la mullida superficie.

 

—Así parece, pero después te reirás de todo esto. –JeongMin se giró para mirarlo.

 

—Sólo queda mañana y… –Soltó un gran suspiro lleno de placer.– Y seré libre. Libre, libre, libre. –Canturreó el más bajo mientras medio sonreía.

 

—Mañana compraré cervezas para festejar. Es viernes, así que podemos invitar a TaeHo también. –JeongMin siempre fue ávido para organizar reuniones improvisadas. En dos ridículas horas era capaz de armar un increíble fiestón al cual asistiría todo el mundo. Así ocurrió hace varios años atrás, demostrando ser el mejor para las convocatorias sociales y ganándose el título del ‘Rey de las fiestas’.

 

—Aquí te esperaré. –Afirmó de inmediato. Luego se volteó y le picó el brazo.— Gracias por quedarte.

 

—Ni lo menciones, ByungHun-ah. Sabes que de poder me quedaría a vivir contigo. –Rió y le acarició el cabello; una costumbre arraigada que tenía con él.— Mañana será un buen día. Ya verás.

 

—Será un día brillante. –Musitó con el mejor de los ánimos, minutos antes de caer rendido por el sueño.

 


  

Brillante” era el adjetivo menos indicado para aquella mañana de viernes.

 

El caos estuvo en puerta al hundirse la ciudad en una fatídica tormenta que anunciaba el tan controversial ‘fin del mundo’, afectando el humor de las personas, el ritmo de todas las actividades y el tráfico —fundamentalmente el bendito tráfico—.

 

Una cortina gruesa de agua le impedía ver hacia afuera estando en el interior del edificio donde trabajaba, y quizás en otro momento de la vida ByungHun se hubiera sentido a gusto con semejante clima, la lluvia siempre le había encantado, pero imaginar lo catastrófico que era el estado de las avenidas y las calles aledañas, lo desalentaba bastante. Más porque debía irse en menos de una hora.

 

La tormenta no cesó y el agua continuó cayendo con fuerza, musicalizando cada ambiente con su perseverante repiqueteo. Sería agradable si estuviera en su casa cómodamente abrazado por las mantas calientes, como ocurrió durante la temporada de invierno pasada, pero su situación era distinta y debía marcharse para enfrentar cara a cara la tempestad de la madre naturaleza.

 

«¿Por qué debía ser hoy?» pensó. ByungHun liberó un suspiro, evaluando sus alternativas. Su automóvil seguía en el mecánico, por ende tenía dos opciones. Por un lado, conseguir un taxi. Lo cual era una misión suicida considerando la cantidad de personas que perfilaban hacía la acera en busca de lo mismo, dispuestas a luchar con uñas y dientes por uno de ellos.

 

«Felices Juegos del Hambre y que la suerte esté siempre de su lado.» La ironía de ese primer pensamiento le arrancó una débil sonrisa. Debía dejar de ver tantas películas, fue el segundo.

 

Por otro lado, caminar con un paraguas las cinco o siete cuadras que lo separaban del último sitio al cual debía ir, parecía ser la opción más apropiada y rápida para llegar.

 

Una casa de té de diseño rústico y nombre inglés, era la ubicación de su siguiente y última cita. ByungHun no estaba dispuesto a posponer ese encuentro final por muy cruda que sea la tenacidad del clima. Iba a presentarse y a darle un cierre a su lista. Luego, cuando todo haya acabado, llegaría a su casa, se miraría al espejo y le diría a su reflejo en voz alta: «Lo intentaste. Ahora eres libre.». Y eso sería todo.

 

Al colocar un pie dentro del lugar, tomó consciencia de que su aspecto era lamentable. Usar paraguas había dado exactamente igual. Después de todo, la lluvia se las ingenió para mojarle la ropa, el pelo, y lanzar al tacho sus intenciones de verse como un ser decente que se preocupaba por su dichosa imagen personal.

Qué desastre. –Murmuró al ingresar en busca de una mesa donde ubicarse. Para su sorpresa, podía escoger cualquiera de ellas. No había nadie a excepción del personal propio del sitio.

 

Había sido sensato salir con anticipación, pensó mientras acomodaba sus cosas a un lado y se retiraba el abrigo ligero que consideró útil para proteger la ropa que vestía por debajo.

 

A penas logró peinar su cabello húmedo, cuando tocaron suavemente su hombro y él se sobresaltó por el repentino contacto. Había estado tan absorto en lo que hacía, que no advirtió la llegada de alguien más.

 

Al darse la vuelta, sus cejas se alzaron y sus ojos parpadearon una cantidad considerable de veces. Un joven alto, castaño y mirada de tono café, le estaba hablando. Le preguntaba algo. Supo que era así por la expresión de su rostro. Expresión que lentamente se transfiguró al no obtener respuesta de su parte.

 

El recién llegado lucía afectado por la lluvia en la misma medida que él. Aunque el cabello mojado le sentaba mejor, pensó vagamente. Finas gotas se deslizaban por los delgados mechones marrones de cabello, humedeciendo la tela de la camisa. Puntalmente a la altura de los hombros. Eso tampoco quedaba mal, en absoluto. Y repente se dio cuenta que estaba sumergido en un detallado análisis de la persona que estaba delante suyo.

 

—Lo siento, tal vez estoy equivocado. –Lo oyó decir, un segundo después de salir de su estado de ensimismamiento y recuperar la totalidad de sus sentidos.

 

—¿Mh? –ByungHun sacudió la cabeza y sonrió por su momentánea distracción.

 

—No quería molestar. Es que creí que eras la persona que estaba esperando. –Continuó el opuesto con notoria incomodidad.

 

No lo has hecho. El error fue mío. En realidad… no pude escuchar lo que decías. –Admitió. ‘Me quedé en blanco’ añadió mentalmente.– También espero a alguien.

 

Por casualidad, ¿una cita? –Interrogó con cierta cautela el muchacho de labios gruesos y ByungHun asintió antes de notar como una ola de alivio recorría el cuerpo foráneo.– Oh, después de todo no estaba equivocado. –Murmuró, ésta vez esbozando una sonrisa que le pareció muy bonita.– Me presento. Soy Ahn Daniel. Y si tú eres Lee ByungHun, eso me convierte en tu cita. –Expresó en tono correcto y animado.

 

Digamos que procesar una información tan simple como aquella, significó otro momento de cavilación por parte de ByungHun, un estado de divertido desconcierto en Daniel y un breve silencio entre ambos. Después una risa escapó del más bajo y el ambiente entre ellos se tornó distendido. Se disculpó, por supuesto, y le pidió que ignorara su torpeza después de que ambos se sentaran y ordenaran algo para tomar.

 

Con el encantador aroma oscuro del café envolviéndolos dentro del salón, la fuerte tormenta y la lluvia incesante quedaron en un segundo plano, y tanto ByungHun como Daniel se dedicaron a conocerse mutuamente, a revelar gustos en común, opiniones, detectar temas de conversación entretenidos, y fundamentalmente, a descubrirse. Descubrir qué los motivó a estar allí esa tarde lluviosa, por ejemplo.  

 

Distinto a otras ocasiones, ByungHun se sintió en todo momento a gusto, cómodo y sin barreras contra las cuales luchar para conocer siempre algo más de Ahn Daniel; quién resultó tener tres años menos que él. Recientemente había cumplido los veintitrés.

 

—Entonces puedo llamarte: Niel. ¿Cierto? –El menor asintió. Le había dicho que nadie solía llamarlo por su nombre completo, sino que siempre empleaban el ‘Niel’ para acotarlo. Le gustaba cómo se oía.

 

—¿Cómo debería llamarte a ti, hyung? –Cuestionó el alto, mirándolo curioso.

 

—En la preparatoria solían llamarme ‘L.Joe’ y es hasta el día de hoy que muchos continúan haciéndolo. Así que… si quieres, me gustaría que también lo hicieras tú. –Niel asintió y mostró interés en conocer el por qué de ese nombre, por lo que ByungHun no tardó en contarle la historia completa, sin saltarse detalles. Seguido de ello, anunció que lo llamaría ‘L.Joe hyung’ y él tuvo la certeza que le encantaría escuchar eso con frecuencia de Daniel, siendo, además, que de esa forma ambos se harían mucho más cercanos.

 

El tiempo se comportó tirano y pasó demasiado de prisa, tanto como para dejar a los dos perplejos tras contemplar que todas las luces de la calle se habían encendido y la claridad propia del día se había apagado. ¿Cuándo pasó? ByungHun no sabía. Solo habían mirado hacia la ventana para señalar al mismo tiempo una tienda que visitaban a menudo y entonces se dieron cuenta del avance de los minutos. La cita tendría que haber concluido hace dos horas atrás. Casi era tiempo de cenar.

 

Una llovizna suave y fina persistía en el exterior, pero a ninguno de los dos pareció importarles mientras caminaban a paso lento por la acera, pisando charcos de agua y continuando hablando como si cada segundo sea tan preciado como el anterior. Luego, Niel propuso llevarlo hasta la puerta del edificio donde vivía y sencillamente no pudo negarse. El viaje fue corto, en demasía, y una parte de ByungHun lo lamentó.

 

—¿Puedo hacerte una pregunta? –La voz del mayor se oyó apacible.

 

—Yo también quería hacerte una pregunta. –Admitió Niel.– Pero hazla tú primero.

 

ByungHun sonrió al mirar fijamente los ojos del menor y tras un silencioso suspiro, lo hizo.

 

—¿Crees en el amor a primera vista? –¿Quién diría que estaría temblando por dentro al formular esa pregunta que había estado en la punta de su lengua desde el primer momento en que Daniel apareció delante él? Era la primera vez que temía escuchar la respuesta que siempre había obtenido.

 

—Qué difícil de responder. –Dijo Niel, sin retirar la vista del semblante del mayor. ByungHun contuvo el aire involuntariamente. Su espalda estaba rígida. Sus manos cerradas como puños sobre los muslos.– Si me lo hubieras preguntado ayer, probablemente hubiera dicho que no. –Añadió, desconcertándolo.– Pero hoy… hoy he cambiado de parecer. 

 

Podría haber asegurado con certeza y en voz alta que esa había sido la respuesta más dulce y exquisita de todas las que había oído antes, pero Daniel se acercó a él y besó sus labios. Fue una caricia delicada y cuidadosa, un contacto fugaz que provocó que su corazón sufriera una pequeña arritmia y él enmudeciera. Las pulsaciones de ByungHun se fueron directo al cielo y allí permanecerían, porque Niel volvía a sonreírle y a preguntar algo que ésta vez sí consiguió escuchar perfectamente.

 

—¿Podemos volver a vernos mañana, L.Joe hyung?

 

—Me encantaría, Niel.

 

Una vez más, en contra de todos los pronósticos, ByungHun entró a su casa con un cosquilleo en los labios, un vértigo instalado en la boca del estómago y unas crecientes ganas de salir al balcón y gritar que por primera vez en mucho tiempo se sentía como un crío. Como un bobo adolescente que se emocionaba tras haber tenido su primer beso. 

 

Puede que las cosas hayan tomado un rumbo inesperado, pero ya nada importaba. ByungHun tenía una promesa. La promesa de que al día siguiente volvería a encontrarse con Niel. Con Ahn Daniel.

 

Fin.

Notas finales:

Amo ésta couple y adoro recibir reviews, así que no duden en decirme qué les pareció. 

¡Gracias por leer


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).