Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Amado Rey por amorosa

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Él era un rey, yo un simple esclavo; por eso una relación entre los dos era completamente imposible, aun así, yo me conformaba con tan solo verlo a distancia, contemplarlo más de cinco ininterrumpidas horas todos los días. Mientras lo veía, me imaginaba como se sentiría tenerlo entre mis brazos, abrazarlo, besarlo, entregarle todo de mí sin condición alguna, que me hiciera suyo de por vida más, sin embargo, cuando mi mente volvía a la realidad, lágrimas escapaban de mis ojos. Era imposible que alguien así se fijara en mí, en alguien tan poca cosa como yo, en alguien que vivía casi en la miseria de no ser por los shows de baile que realizaba ante cientos y miles de depravados y pervertidos hombres que gozaban de mi belleza física.

 

*Si tan solo pudiera acercarme y decirle cuanto lo amo, sería tan feliz que mi corazón podría paralizarse…*-un suspiro salió de mis labios, cuando de pronto me vi interrumpido por la insólita presencia del hombre al que más detestaba: mi padrastro.

 

-Vaya, vaya, la “florecilla” está enamorada-dijo con sorna, sonriendo sarcásticamente, haciendo énfasis en lo de “florecilla” con la clara intención de molestarme pero, no caería en su juego, estaba tan acostumbrado a sus constantes palabras hirientes y humillantes que ya poco me importaba escucharlo. Sinceramente me resbalaba lo que me decía.

 

-Se puede saber, ¿qué rayos quieres?-contesté de mala manera, poniendo un gesto de claro enfado, mostrándome lo más intimidante que pude. Quería demostrarle que ya no era aquel pequeño e indefenso niño al que podía controlar con solo una mirada o un grito.

 

-Primero, me bajas ese tonito porque no olvides que soy tu “padre” y segundo, será mejor que te pongas esto porque alguien quiere verte-dijo mientras me mostraba una caja muy fina, como el de un regalo caro.

 

-¿A qué te refieres con eso de “alguien”?-interrogué sin mostrar expresión alguna en mi rostro, aunque por dentro me estaba muriendo de los nervios y la expectación.

 

-Por supuesto que a tu nuevo dueño…-susurró con una sonrisa en verdad macabra.

 

-¡¿CÓMO QUE DUEÑO?! YO NO SOY UN PERRO, MALDITA SEA!!-grité furioso, cerrando mis manos en puños, mordiendo mi labio inferior por la rabia que sentía. Cerré los ojos y respiré profundo buscando calmarme.

 

-Pues, eso a mí no me importa. Lo único que te diré es que quien quiere verte es uno de los hombres y más ricos de Grecia; además que pagó muy bien por ti… Hasta que ya era hora que recuperara todo lo que invertí en ti desde que eras un mocoso!!-exclamó lleno de felicidad. Claro, al fin se estaba deshaciendo del “estorbo” al que tenía que mantener. –Por cierto, llévate todo lo que es tuyo porque espero no volverte a verte nunca en mi vida-dijo para finalmente dejarme solo.

 

Sin importarme nada, me senté en el piso, abrazando mis rodillas, escondiendo mi rostro tras mis mechones celestes, llorando amargamente, maldiciendo mi suerte y por sobre todo, despidiéndome desde el fondo de mi corazón de mi amor imposible.

 

Permanecí así un largo rato, sintiendo como poco a poco el dolor líquido dejaba de correr por mis mejillas. Cuando ya estaba más tranquilo, empecé a vestirme con la mirada perdida, sin prestarle atención a la hermosa túnica que ese sujeto me había mandado. Una vez listo, me dirigí con paso firme pero con la expresión de un zombie hacia mi casa.

 

-Qué bueno que llegas, porque aquí está este distinguido caballero esperándote para llevarte hacia tu nuevo hogar-escuché. Era la voz de mi padrastro que por primera vez hablaba con distinción, como queriendo impresionar al sujeto que me llevaría hacia mi destino.-Albafica, tus cosas ya están en el carruaje…-fue lo último que oí de ese hombre porque apenas subí, el cochero arrancó de inmediato, yendo a una velocidad inaudita, no dejándome despedirme (bueno, tampoco es que hubiera querido).

 

Por el largo camino, observé el pequeño pueblo, como si fuese la última vez que lo veía, con nostalgia, porque ni siquiera sabía si me sacarían del país, si mi “dueño” me dejará salir o… Estaba con mil y un ideas en la cabeza que ni cuenta me di que nos estábamos dirigiendo al palacio; fue cuando me ordenaron bajar que lo noté.

 

*No… puede… ser…*-Mis ojos no daban crédito a lo que veían. Estaba tan asombrado que me quedé como anonadado, incapaz de creer que estuviese en el palacio, tan cerca de mi amor imposible pero sin poder acercármele por tener dueño… Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis lagrimales, amenazando con salir; lo único que pude hacer fue respirar hondo, aguantándome las ganas de llorar.

 

-Sígueme-me ordenó el tipo que me trajo. Sin objeción alguna, obedecí, sintiéndome  verdaderamente como un perro. Atravesamos varios pasillos, todos lujosos y  decorados con adornos de exquisito gusto. Tras mucho caminar llegamos a un gran salón donde me dejó solo.

 

Esperé largo rato, sintiéndome sumamente incómodo por la soledad y el silencio en el que me encontraba. Sin nada más que hacer, tomé asiento mientras contemplaba asombrado todos los grabados, estatuas y demás adornos que aquella habitación poseía. Repentinamente la puerta se abrió, tomándome por sorpresa. Rápidamente giré mi vista y la enfoqué en la entrada, encontrándome con la escena más hermosa de toda mi vida: mi amado estaba justo frente a mí, con las ropas que merece un rey, mostrándome una sonrisa cálida y  tierna.

 

-Hola, ¿Tú eres Albafica?-me preguntó con una voz por demás ronca y sexy.

 

-S…Sí-respondí apenas. Mi garganta parecía haberse secado.

 

-No puedo creerlo!! Eres la criatura más hermosa que he visto en mi vida!!-exclamó al mismo tiempo que paseaba su vista por todo mi cuerpo, admirándome asombrado.-Perdóname por ser tan descortés, mi nombre es Minos de Griffon, rey de Grecia-dijo mirándome directamente a los ojos, con lo que yo pude apreciar sus hermosas violetas.

 

-Pues… gracias-contesté nerviosamente, sintiéndome halagado de mi belleza por primera vez en mi vida.

 

-Definitivamente eres mucho más hermoso de cerca que de lejos…-me dijo, sorprendiéndome sobremanera.

 

*¿Acaso mi amado me había visto mientras bailaba en el pueblo?... NO, no puede ser… qué humillante…, pero…. Estoy tan feliz de estar tan cerca de él que sinceramente no me importa nada más…*-Disculpe, acaso usted me conoce??

 

-Claro que sí. Una vez mientras pasaba por ahí te vi desde mi carruaje y quedé completamente hipnotizado con tu belleza y tu talento.-Me dijo, sonriendo tranquilamente, dándome confianza para decir lo que mi cuerpo y mente pedían a gritos.

 

-Señor Minos, hágame suyo porfavor.-Dije con voz casi suplicante mientras me ponía de pie. No me atreví a dar ni un solo paso.

 

-…-Él no contestó. Simplemente se acercó aún más, hasta quedar pegado a mi cuerpo, me tomó entre sus brazos, abrazándome protectora y celosamente como si yo fuera algo preciado.

 

Permanecimos así por unos cuantos minutos hasta que sentí una húmeda pero hábil lengua que recorría todos los rincones de mi boca, sin dejar nada para degustar. La intensidad de las emociones me paralizó. No era capaz de entender lo que Minos trataba de decirme con aquel beso tan apasionado. Mi falta de experiencia no me permitía hacer nada; simplemente opté por lo primero que se me vino a la cabeza: tratar de corresponder lo mejor que podía aquel gesto.

 

-Te amo-le escuché susurrar en mi oído cuando nos separamos por falta de aire.

 

Completamente emocionado por sus palabras, abusando de su confianza, lo besé nuevamente, lanzándome hacia él, abrazándolo con fuerza, pasando mis brazos alrededor de su cuello, como intentando retenerlo, enredando mis piernas en su cintura, dándole permiso para que me llevara a donde quisiera.  Caminó conmigo a acuestas hasta su habitación, donde me dejó en la cama con suma delicadeza, empezando a besarme sin darme tiempo a observar el lujoso lugar. Sin perder el tiempo se colocó sobre mí, teniendo cuidado de no aplastarme con su peso. Continuó por un rato más con el beso hasta que sintió que poco a poco me iba relajando; comenzó a descender lentamente, besando, lamiendo mi mentón, bajando a mi cuello donde suspiró, dejándome sentir la calidez de su aliento, ocasionándome cosquillas y un ligero temblor por lo sensible de mi piel.

 

Pasó con parsimonia su lengua, deleitándose con mi blanquecina piel. Después continuó con su camino hacia el sur, besando mis clavículas, lamiendo mi pecho hasta encontrar mis pezones. Comenzó a chuparlos, a morderlos y a succionarlos sin piedad haciéndome gemir sobre manera.  Posé mis manos en su espalda, acercándolo más a mi pecho para que no declinara en su labor; me sentía tan bien estando en sus brazos que mi corazón latía agitado y mi rostro estaba más caliente que un horno.

 

No sé cuánto tiempo estuvimos así: él entreteniéndose y dándose su tiempo para explorar rincón por rincón mi cuerpo, yo deleitándome con sus caricias, con sus besos, con la perfección idílica de su cuerpo, el olor de su suave y sedoso cabello plateado, el cautivante violeta de sus ojos, de su varonil tacto… en resumen disfrutando de todo cuanto él podía otorgarme; para cuando me di cuenta, estaba con las piernas completamente abiertas, con la espalda apoyada en las finas sábanas y con los brazos rodeando fuertemente el cuello de MI Minos mientras era penetrado con salvajismo y pasión. Sentía como su decidido miembro entraba y salía de mi cuerpo con fuerza, tocando mi próstata, causándome un sinfín de sensaciones completamente excitantes que nunca antes había experimentado.

 

*Sí, eso es… hazme tuyo, déjame amarte, déjame sentir todo de ti… Almenos de esta manera puedo estar contigo y demostrarte cuanto te amo…*-pensé al mismo tiempo que llegaba al orgasmo, manchando el abdomen del rey.  Unos instantes después sentí claramente como mi interior era bañado por un tibio líquido blanquecino que me llenó de vida, alegría y felicidad. Por fin había cumplido mi más grande sueño y, aunque sabía que lo que acaba de pasar no significaba gran cosa para él, yo estaba inmensamente agradecido con los dioses y con el destino por haberme permitido tener para mí a ese atractivo hombre.

 

-ugh…-gemí quedamente tras sentir como salía de mi interior.

 

-Lo siento, ¿te lastimé?-me preguntó preocupado.

 

-No…no…-respondí apresuradamente, no quería que se sintiera mal por mí.

 

-…-No dijo nada más. Simplemente se quedó ahí, mirándome como hipnotizado. Fue en ese momento que me decidí a confesarle mis ocultos sentimientos.

 

-Señor Minos, yo… yo tengo algo que decirle…-dije entrecortadamente, logrando captar su atención.-Pues, verá, yo… LO AMO!!-grité sonrojadísimo. (No recuerdo haber estado tan sonrojado en toda mi vida como en ese momento.)

 

-Yo también te amo, Albafica. Me enamoré de ti desde el primer momento en que te vi; fue algo así como un amor a primera vista que poco a poco fue creciendo aún más hasta caso hacerse insoportable, por eso es que te compré, para poder tenerte a mi lado y librarte de tu “padre” de una vez por todas… por esa razón te quiero pedir: ¿Te casarías conmigo?

 

Por un momento perdí la noción del tiempo y del espacio. Era como si todo se hubiese esfumado en un instante. Las palabras de Minos aun resonaban en mi cabeza como un eco imparable y poderoso. No acababa de asimilar lo que mis oídos habían escuchado por lo que tardé unos minutos en responder, pero finalmente dije que SI.

 

Unos meses después nos casamos, nos fuimos de luna de miel a Macedonia y, aunque parezca imposible, quedé en cinta.  Al principio no podíamos creerlo más, cuando el médico personalmente nos dio la noticia, casi me da un infarto de la impresión, la alegría y la sorpresa.

 

-Vas a darme un hijo…-susurró Minos en mi oído mientras con una mano acariciaba suavemente mi vientre aun plano.

 

-Sí. Este bebé será el fruto de nuestro amor…-fue lo último que dije antes de caer rendido de cansancio y sueño en los brazos de mi AMADO REY…

 

Fin


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).