-Ya niño… Deja de llorar.
Habló un joven niño castaño de 11 años de edad, le dio refresco a uno de tez pálida que lloraba sin razón alguna y por desgracia se le había apegado como un bicho desde que lo encontró. Este se lo aparto de un golpe manchando todo su traje y parte de su rostro. El castaño enojado se quitó el antifaz que llevaba puesto para ponérselo en el rostro como si aquello fuera a dar resultado y para su sorpresa fue así. El niño de tez pálida había dejado de llorar, se puso a su nivel indicándole con él dedo acusador.
-Los niños no deben llorar, cuando te sientas mal póntelo, ¿Va?
El menor asintió con lentitud sorbiendo por su nariz y limpiando sus lágrimas con las mangas de aquel carísimo traje que su madre le había comprado. Con timidez tomo la mano del chico de cabellos castaño temblando cual gelatina, el castaño le dedico una suave sonrisa por que no pudo enojarse por más tiempo de aquel niño llorón así que sin más preámbulos lo llevo a jugar a la pista de baile junto con su madre.
La noche la pasaron de lo mejor posible, tranquilos ya que le niño dejo de llorar porque a pesar de tener el antifaz de aquel "niño grande" como decía el menor, encontró a su madre entre la multitud de la fiesta. No importaba cuanto se sintiera feliz de estar con su madre, padre y hermanos amorosos lo que más quería era estar con su nuevo amigo pero todo lo bueno tenía que terminar. La fiesta había llegado a su fin y en la salida el menor jalo de la manga al castaño con suavidad para hablarle bajito y solo para él entregándole el antifaz.
-¿Cuándo seamos grandes nos volveremos a encontrar?
El pequeño tenía que irse esa misma noche de otro país porque padre había ascendido de puesto en su trabajo o mejor dicho, se había vuelto el jefe. El castaño extendió su dedo meñique entrelazándola.
-Te prometo encontrarte, cuando te encuentre seremos los mejores amigos del mundo.
Con una sonrisa de oreja a oreja asintió emocionado justo cuando su madre gritaba su nombre para irse, subió aquel auto lujoso con sus hermanos quienes estaban más que emocionados de dejar no solo la ciudad de Corea sino que también harían muchos amigos en el extranjero si eso era posible. La madre del pequeño pálido se despidió de su mejor amiga de años al igual que del castaño pero no sin antes sacar de sus bolsillos el antifaz de color negro y plumas turquesa.
-Déselo a su hijo, de seguro lo necesitará más que yo.
Sus mejillas se habían puesto rojas como tomates algo que hizo sonreír a la mujer aceptando el antifaz. Llenándole de besos también al pobre castaño al fin se despidió subiendo al auto con su esposo, una vez en la carretera rumbo al aeropuerto le dio el antifaz a su hijo menor.
-¿Te gusta el antifaz cariño?
-Si mamá… Me gusta mucho.