Era invierno y la lluvia caía.
Bien podían pasar los minutos y Andrés seguía estando parado ahí, en medio de la acera, recibiendo con gusto la calidez de la lluvia en su cara, pues amaba la sensación y le traía cálidos recuerdos de su infancia, de esas veces que salía con su madre a pasear, solo por el hecho de que lloviera, era algo que había heredado de ella. El amor por la lluvia.
Al otro lado de la calle en medio de la multitud que corría a refugiarse, una chica se había dado cuenta de aquel extraño sujeto, que no temía por la lluvia y la desafiaba a caer por su rostro y deslizarse por su ropa; ¿Qué no le da miedo resfriarse? pensó esta, y callo en cuenta a su auto pregunta absurda, pues disfrutar un poco de la lluvia no le hacía mal a nadie, tampoco moriría si se mojaba un poco más que cualquiera, luego al llegar a casa, el chico quizá podría ducharse y meterse en su cama y santo remedio.
Al cabo de unos minutos se vio caminando hacia el chico, por simple y hasta tonta que pareciera su forma de ser, le daban curiosidad las personas con actitudes diferentes del tumulto común que siempre veía transitar por la calle, se colocó al lado del chico y sacudió su cabeza de arriba abajo suavemente en modo de saludo, a lo que este respondió en el idioma que se hablaba allí, con un raro e indiferente; “Hola ~”, sintió alivio de que no pudiera reconocerla.
- 2 meses después -
- Idiota, deberías postular ya al trabajo que te he dicho, ¿no te lo dije una semana antes de que saliera el anuncio?, ahora hay demasiados postulantes ¿Por qué aun no me pasas tus papeles o haces llegar tu curriculum a la compañía? Eres tan tonto, idiota y… y… - seguía repitiendo Amber al chico que se hacia el dormido frente a ella, su relación era tan estrecha que cualquiera hubiese pensado que se conocían hace años, y no hace dos meses aproximadamente.
- Ya, ya… - dijo Andrés abriendo un ojo - los tengo aquí, ¿te los paso a ti o los voy a dejar? Pero, espera, ¿Dónde queda la empresa? de verdad que aún no me aprendo las calles, deberías comprenderme un poco más y no regañarme tanto, ¿quieres que llore? Ah~~ voy a llorar, ¡llorar! -Grito tapándose la cara, revolcándose con un cojín en el pecho.
- Cállate, será mejor que te arregles en cinco minutos y bajes, te llevare. Ya debería estar en el trabajo, pero mírame aquí como una tonta queriendo ayudarte – regaño en voz baja, agarrándose la cabeza - a veces me paso en tener tan buenas intenciones.
- Eres un ángel, espérame diez minutos Liuuu~~
- ¡No me digas así, enano afeminado!
- ¡Ah!, me hieres – dijo el chico agarrándose el pecho en un intento de actuación.
- Eres tan idiota – suspiro la chica.
Ya eran cerca de las diez y al doblar la esquina estarían entrando al estacionamiento de una de las empresas más famosas de la industria del K-pop en Corea, a veces se sorprendía de su buena suerte, es que, ¿a quién más que a él se le acercaría una estrella de aquel país y se harían amigos así de la nada?, ya llevaba dos mes sin trabajo y de su pasado no quería recordar nada, ni utilizar esos lazos que tuvo para poder “sobrevivir” en aquella cuidad, en ese entonces lo encontraba todo tan asqueroso, que lo único que quería era estar limpio, pensó en aquel entonces, que quizás aquella lluvia lo purificaría, pero en vez de eso, por alguna razón había llegado algo mejor, una amiga en la que podía confiar después de tantas decepciones y dolor del que había pasado.
- ¿Debería entrar solo o contigo? – pregunto el muchacho.
- Vamos los dos juntos, pero por la entrada principal, no por la del subterráneo.
Al salir del auto caminaron hacia la entrada principal, Amber saludaba a todos con el gesto de cabeza; arriba hacia abajo, con el cual se habían conocido, y sonreía a algunas fans que movían sus manos a cierta distancia de ella al reconocerla.
–Andrés suspiro en voz baja al ver a tantas personas por los alrededores.--
Amber se dio cuenta que el chico se sentía un poco incómodo con tantas personas mirándolo, mas no le dio importancia, ya tendría que acostumbrarse a la situación si pretendía trabajar en aquella empresa. Al entrar por aquellas grandes puertas de vidrio y saludar a los guardias que se encontraban uno al extremo de cada una de estas, le enterró el dedo en el brazo susurrándole - pásame tus papeles y espérame aquí sentado, sin moverte.
- Aquí, ¿Dónde? – parecía un niño mirando hacia todos lados, ya había visto empresas de entretenimiento de muy cerca anteriormente, pero no le dejaba de asombrar la magnitud de aquella.
- Ahí en ese sillón, sin moverte Andrés – apunto a un sillón azul – sin moverte, ¿lo entiendes?
- Ya, no es necesario repetirlo tanto.
Amber camino hacia la recepción en donde había un chico y una chica atendiendo a quien viniera, eran tan guapos ambos que si los hubiera visto en la calle pensaría que eran estrellas en aquel país. - Se desperdicia ese talento - pensó.
Mientras veía hablar a Amber con el chico y la chica, reír y hacer tiempo mientras él se aburría, paso un tumulto de personas, tan altos como si él se pusiera plataformas y se subiera a una silla, pues su altura no era una de sus mejores virtudes, pero ellos parecían basquetbolistas de las ligas estadounidenses. En su asombro los quedo mirando, tan, pero tan… exageradamente que era casi inevitable que por lo menos alguno de ellos se diera cuenta de su presencia.
-Eh, mira ahí – susurro uno de ellos.
-Le va a entrar un bicho a la boca, ¿te imaginas se lo traga? – dijo el otro.
- Ustedes son asquerosos, cállense que él los puede escuchar – salto un tercero al baile.
Los chicos se callaron, entre risillas y siguieron avanzando, Andrés los alcanzo a contar; uno, dos tres… eran siete chicos, bastante guapos por cierto y que lo habían notado, no de la mejor manera, se avergonzó un poco al darse cuenta y recobro la compostura ya cuando Amber llegaba donde él.
-¿Tienes fiebre?, o ¿estas avergonzado?... ¿Qué te dijeron los chicos de antes?
-Se rieron de mi por tener la boca abierta, pero no fue eso, me dio vergüenza cuando me di cuenta- dijo molesto.
-Quita esa cara, mira que si quedas en la empresa tendrás que trabajar con ellos y muchos más –le advirtió la muchacha.
-Si jefa- contesto Andrés con una risilla maliciosa. Amber por su parte le pellizco.
Andrés colgó el teléfono y suspiro, después de casi un mes de entrevistas, papeleo y entre la larga fila de postulantes, logro quedar entre los dos mejores postulantes a traductor en el trabajo que su amiga le había recomendado; ¡Gracias recomendaciones! Gritó para sí mismo, claro que en su mente, no podía demostrar tantas emociones en su cuerpo, no tanto porque le daba vergüenza (aunque si le daba mucha eh), sino porque era bastante flojo como para saltar o moverse tanto, de la felicidad que tenía, ya después de tres meses, por fin encontraba trabajo. Llamo a su amiga al instante después de su celebración mental.
-Adivina quuuueeé~~ - dijo al teléfono, en tono muy “Vete a la Versh”.
-No – contesto Amber después de conocer su tono y haber visto las temporadas de los dibujos, traducidas amablemente por su amigo, al otro lado del teléfono.
-Que adivines pendeja – contesto el chico en español.
-Que graciosillo eres, dime rápido que ya vuelvo a trabajar.
-Quede con otro sujeto en el trabajo, ¿no es eso malo y a la vez bueno querida liu?
-¿Malo porque? Y felicidades.
-Malo porque aún tengo que quitar al otro traductor del camino, nos evaluaran en el mismo trabajo y como sabes no soy bueno socializando, quizá no quede… ¿y si no quedo? – respondió Andrés entrando ya en pánico.
-Eso es malo, tendrás que demostrar tu talento innato para quedar, porque con tus habilidades sociales ni yo te hubiese contratado, ¿tienes algún talento?, ¿alguna cosa extra en tu curriculum como traductor de idiomas?, ¿algo que se complemente con tu trabajo de hacer cantar en otro idioma a un idol?… mmm ¿puedes cantar un poco para mí? –pregunto la chica después de quedar un rato en hiatus por el teléfono.
-Espera, que yo no voy a audicionar, ¿para qué quieres que cante y por teléfono?, ¿no te da vergüenza?
Amber se quedó en silencio, ¿por cuánto? Unos tres minutos quizá, lo que dio a entender al genio de Andrés que cantara de una puta vez.
-Está bien, pero sin vocalizar – dijo avergonzado de su propia estupidez.
Y todo quedo en silencio, Amber por su parte, había salido a las escaleras a escuchar mejor y Andrés pensaba en que mierda cantar, porque ya a estas alturas lo único que escuchaba eran las radios coreanas, que poco se escuchaba el inglés, mas nada de español, y recordó su canción favorita y cantó.
-¿Qué tal? – pregunto Andrés, dando gracias de que no fuera video llamada, pues le temblaba la mejilla, tenía un jodido tic nervioso que no había visto en años, y con años me refiero a su niñez.
-Vaya, pero si hasta cantas bien, lo tenías bien escondido jodido Andrés, con eso quedas como traductor, te lo aseguro.
-No entiendo, ¿Por qué quedaría por cantar un poco bien? –pregunto.
-Porque… si te preguntan ¿Y usted porque debería quedar y no aquel hombre?, ¿Qué tiene usted de diferente?, tu respondes: yo puedo enseñarles mejor, ya que puedo enseñarles a cantar, cantando, si es que no llegasen a entender. Y ya está.
-Por eso te amo liu- dijo Andrés mandando un beso por el teléfono.
-¡Puto!, mi oído mierda, ¡¡¡Andrés!!! Me debes una comida por mi idea y un pellizco, esto no se quedara así.
-Con mi primer sueldo- dijo el chico riéndose y colgó el teléfono.
Andrés camino hacia el living para buscar su chaqueta e ir a comprar algo para comer, ya estaba oscureciendo y mañana sería el primer día de muchos en el cual iría a trabajar, cuando resbalo, alcanzando a sujetarse en la esquina de un mueble.
-¡Snow! – Gritó, y un perro del porte de una pulga apareció asomando su “gran” cabeza por el pasillo. – Ven para acá en este momento, casi me caigo por tu culpa – dijo exaltado, apuntando el suelo orinado por la humilde e inocente criatura, la cual por supuesto, no le hizo caso y se escondió detrás del sillón más cercano.
Sin darle más importancia el chico al fin agarro su chaqueta y se fue a comprar para comer, ya era bastante tarde y quería comer de una jodida vez algo que llenara su estómago, las tiendas de conveniencia eran vida para él, pues en su país todo cerraba temprano y la mayoría de las veces quedaba sin cena. Reviso todos los pasillos y vio a un chico alto y sospechoso que lo miraba de reojo por donde quiera que él se dirigiera, mas no le dio mayor importancia, vio su paquete de dulces preferidos y los agarro tratando de que nadie los viera, le resultaba vergonzoso comprarlos, ya que su sabor era genial, pero las formas de princesa en que venían, no hacían resaltar su masculinidad. Se dirigió a la caja y pago rápidamente, procurando de que nadie, ni aquel tipo sospechoso notara que compraba y se marchó al instante.
Andrés no quería abrir los ojos, era una madrugada de sueño, sueño porque no había dormido nada la noche anterior, estaba definitivamente nervioso por lo que le deparaba el día, más que nada porque no quería cantar ante profesionales si daba el caso del que Amber le había hablado. Apago la alarma las tres veces que sonó y se levantó de un golpe a ducharse, se vistió, comió rápidamente y se fue al trabajo en su auto que parecía una lata de sardina para cualquiera, pero a él le quedaba perfecto, porque era un enano.
Se estaciono en el aparcamiento de la empresa, llegando treinta minutos antes de la hora de entrada, subió por el ascensor dentro del estacionamiento y se dirigió a la recepción a preguntar dónde debería ir, por suerte era temprano y no se encontró con nadie, el otro postulante al trabajo aún no había llegado, punto a favor mío –pensó.
-Por aquí señor Moore este es su horario de cada semana, hoy le toca dar una clase en veinte minutos aproximadamente, es el primer día, asi que se presentará a todo el grupo y en la tarde comenzara con cada clase personalizada, espero que este preparado – dijo la recepcionista con una sonrisa de esas que se ven en la TV, de vendedores de productos de primera clase.
- Gracias - dijo el miedica de Andrés con una sonrisa disimuladamente forzada, evitando al máximo de que no se le asomara ni por casualidad el maldito tic nervioso.
Ya todo preparado, Andrés espero sentado en el puesto del profesor, el que le hacía sentir muy incómodo y espero a que llegaran sus alumnos. Tenía todo preparado; como se presentaría, como sería su método de enseñanza, entre otras cosas, cuando de un momento a otro oyó la puerta y entraron todos a la vez. Uno, dos, tres, cuatro… veinte alumnos contó.
El silencio inundaba la sala, estaban todos los chicos sentados, mas solo una mujer; Amber.
-Buenos días chicos y chicas, soy Andrés Moore su profesor de idiomas, me gustaría que se presentaran cada uno por favor – dijo Andrés, orgulloso de haberle salido una presentación impecable sin señales de su tic nervioso.
¡¡¡Aaaaaaaaah!!!, era usted, usted- dijo un chico, parándose del asiento y apuntándole.
-¿Disculpa?- dijo Andrés un poco desconcertado.
-Usted, el de ayer en la tienda de conveniencia, el de los dulces en forma de princesa, yo sabía que lo conocía de algún lugar – dijo el desconocido.
Buena manera de comenzar - pensó Andrés.