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Dulce veneno por Murasaki Samurai

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Notas del capitulo:

Bueno, han pasado siglos desde el último capítulo pero jaja, los estudios no son agradecidos con estas cosas. Trataré de retomar la continuidad  para que podais disfrutar de este pedacito de mi mente. Y sin más dilación os dejo con el capítulo.

 

(También disponible en Wattpad, si ahí leeis más cómodamente o podeis seguirla mejor, aunque tardaré un poco en que los capítulos estén igualados, un poco de paciencia, sólo buscad el título o en mi cuenta "Lady Orenji")

Sorprendentemente y como obra de alguna clase de milagro la noche anterior pude dormir sin ser interrumpido. Al regresar de la fiesta mi padre estaba tan borracho que se fue a dormir directamente, y mi hermano tuvo que terminar de arreglar algunos documentos que había recibido por la mañana y no se siquiera a la hora a la que se habría ido a acostar.

Saqué mi escuálido cuerpo de la cama y comencé a vestirme. Al resto de mis hermanos y a mi padre les ayudan a vestirse por las mañanas los criados, pero yo solicité que no viniese nadie. No me gusta que me toquen y me aprieten hasta encajar en complicadas prendas manos ajenas. Como tampoco salía de la casa no solía vestirme de manera muy elegante, simplemente llevaba una camisola blanca de algodón, pantalones grises de lino, botas y un fajín gris que cubría y ceñía mi torso desde debajo del pecho hasta las caderas.

Salí del cuarto con mi cabello platino suelto, enmarañado de manera revoltosa sobre mi cabeza. Ahora estarían todos abajo, reunidos en la mesa mientras desayunaban una cantidad ingente de delicias, manteniendo alguna clase de conversación insípida y forzada, así que decidí ahorrarme el horrido espectáculo y me dirigí, como habitualmente, directamente a la biblioteca. Esta mansión posee una enorme habitación repleta de libros de todos los siglos, variedades, países, que hablan y traen matices de montones de culturas y lugares recónditos del planeta, pero por desgracia solo yo estoy interesado en ellos. De algún modo se tenía relacionada la cantidad de dinero con el conocimiento, y la gente de altas posiciones compraba y se hacía con multitud de libros, cuadros y curiosidades sólo como objetos de exhibición. Califican el valor de un cuadro por cuan realista parece o un libro por lo entretenida que es la historia. No comprenden la verdadera esencia del arte, que reside en los sentimientos que se expresan, en lo que se evoca, en todo lo que contiene un trazo o el canto silencioso del orden de las palabras. Pero qué podía decir yo a los demás siendo solo una figura hecha por polvo del camino a la que, parece ser, se le ha brindado con el honor de poder tener una vida entre algodones.

Lo bueno que podía sacar de todo aquello era que las estanterías que llegaban hasta el techo, repletas de libros estaban enteramente a mi disposición y nadie vendría a interrumpirme de manera habitual como en la mayoría de las estancias de la casa.

En la amplia sala había tres mesas de roble colocadas paralelamente y yo me dirigí a mi sitio habitual, el extremo de la que se encontraba más alejada de la puerta, dónde ya había dejado el libro que venía leyendo los últimos días. Retiré la pesada silla y tomé asiento, recogiendo la vieja obra de páginas sueltas y amarillentas, sufriendo el paso del tiempo como la piel misma, dejando una biografía ininteligible para mí en las manchas del fino papel. El pequeño espacio se bañaba con la pálida luz que dejaba pasar la ventana dispuesta detrás de mí, cubierta por una cortina blanca algo raída por el tiempo, dejando evidencia de la poca atención que se prestaba a aquella habitación. No era muy fuerte, pero me permitía leer y acompañaba con su tono a mi constante melancolía, dejando que mi alma reposase tranquila siempre y cuando estuviese bañado por ella.

Comencé a centrarme en el texto en latín que se presentaba ante mí, deleitándome con las palabras durante un tiempo que no llegué a contar pues no me importaba en absoluto. Sólo quería mantenerme en el interior de mi burbuja lo más posible pues temía tanto el día como la noche, ya que podía ser atacado en cualquier momento, generalmente cuando había bajado la guardia y no me daba tiempo a esconderme.

Justo cuando estaba más inmerso en la lectura me vi sorprendido por el irritante sonido del rechinar de la puerta. Alcé la mirada para encontrarme con Mary Anne, una de las criadas de la casa y que trabajaba en las cocinas. Era una mujer de corta estatura,  robusta complexión y que rondaría la edad de cincuenta años. Caminaba de manera casi estrambótica al intentar no chocar sus gruesos muslos bajo la rugosa falda gris a cada paso, balanceándose de manera que a algunos les habría parecido incluso cómica. Su cabellera pelirroja estaba recogida bajo el gorro que parecía hecho de la misma tela que la falda y la piel de su cara cubierta de rojeces que no sabía si provenían del calor de los fogones o simplemente era así de manera natural. Es una de esas mujeres de las cuales se podría decir que tienen “un gran instinto maternal”, y desde que llegué a la mansión solía andar detrás de mí cuidando de que me abrigara, hablara con mis hermanos, hiciese mis deberes y sobre todo, de que comiera. Supongo que cualquier otro habría agradecido tener alguien en aquel lugar que se preocupase por él y se habría encariñado con esa persona, pero a mí me parecía realmente molesto. Porque no era auténtica preocupación sobre mi persona, sino compasión. Siempre la oía hablar con otros criados como si hiciese una gran labor social al ocuparse del pobre bastardo hijo de una concubina, el cual parecía atender con morir de inanición en cualquier momento. Si ya los humanos de por si eran una especie de ser vivo que no me agradaba especialmente, los que se aprovechaban de las desgracias de otros para parecer mejores me parecían especialmente rastreros.

Depositó a mi lado una taza de porcelana con un pequeño platillo a juego debajo. La pieza tenía el borde dorado y flores ficticias de tonos rosados y azules se extendían por la blancura de la materia base, dejando como resultado una de esas piezas que la gente adinerada gozaba de mostrar a sus invitados, como si poseerlas les hiciese ver más sofisticados. Desvié mi mirada cansada al blanco líquido que contenía.

-Te he traído leche con miel. Una vez más no te has presentado al desayuno y esto es prácticamente lo único que comes sin rechistar. Y seguro que si trajese algo de comer me lo devolverías sin siquiera haberlo olido.-Suspiró de manera exagerada mientras ponía los brazos en jarras, apoyando los puños en sus amplias caderas.-Deberías dejar de saltarte las comidas más importantes. Tu padre se ha levantado de mal humor y seguramente te regañará por esto, porque ha preguntado dónde estabas Aunque te digo lo mismo casi todas las mañanas y sigues igual.

Cerré con cuidado las tapas del libro y lo aparté a un lado, para prestarle atención a la taza. Era cierto que podía ingerir aquella bebida en cualquier momento. No sabía si podía calificarse como mi favorita ya que no comía nada más o mi cuerpo no lo recibía apropiadamente y acababa  sintiendo un gran malestar. El dulce aroma que flotaba a su alrededor con la salida del vapor hacia reaccionar a mis delicadas tripas, así que cogí la taza y la deposité sobre mis labios, pegando un primer y largo trago, con el que saqué una sonrisa de los labios de la cocinera, que parecía quedar satisfecha cada vez que lograba que tomase algo. Con aquella expresión de orgullo se despidió y salió de la habitación con paso contento.

Estaba un poco más caliente de lo que me gustaba, pero la temperatura era baja en el exterior y por lo tanto también en la biblioteca, donde la chimenea nunca era encendida, así que lo recibí con gusto. Así que mi padre estaba enfadado…sólo podía rezar por tener la suerte de lograr evitarle durante lo que quedaba de día, que me parecía ciertamente inverosímil pues seguramente me buscaría o esperar a que algo que lograse mejorar su humor sucediese y se olvidase de mi. Terminé de beber en silencio mientras mi subconsciente se preparaba para lo peor, que en la mayoría de los casos es lo que acababa sucediéndome.

Una vez terminé y me encontré con una taza vacía en las manos y la cabeza llena de oscuros pensamientos, no quería retomar la lectura, así que me levanté de la silla y tomé las piezas de vajilla para salir del cuarto con ellas. Nadie entraba allí así que si simplemente las dejaba sobre la mesa podrían pasarse allí días enteros. Caminé con ellas por el pasillo para dejarlas sobre una de las mesas que había colocadas a lo largo del corredor, que no tenían otra función más lejos que sostener jarrones llenos de flores frescas, meramente decorativos, sin que nadie se parase a admirar la delicadeza de sus pétalos o la suave fragancia que iba muriendo con el paso de las horas a parte de mí. Justo cuando las deposité sobre la madera barnizada oí unas voces que provenían de abajo. Una era la de mi padre, pero la otra la desconocía. Me acerqué a la baranda del lado del pasillo que conectaba con las escaleras y me dejaba ver qué pasaba en el piso de abajo, para descubrir que era un mensajero.

-Lady Heiforth habría venido en persona si hubiese podido, pero tenía unos asuntos que atender esta mañana y quería que usted estuviese al tanto lo antes posible.

-¿Y para que quiere ese tal señor o lord Heardsong de nosotros para pedirla a ella nuestra dirección? Ni siquiera suena como un apellido real o que haya oído jamás.

¿Aquello trataba de Lyuken? Walden había dicho que no era de fiar así que era muy probable que nuestro padre compartiese sus sospechas. En aquel momento su imagen regresó a mi cabeza. Aquellos ojos morados que parecían invitar a jugar a algo prohibido, esa picardía que parecía esconder pero que se escapaba a través de su sonrisa…. De algún modo sentía que era diferente de todos a quienes conocía hasta ahora y parecía tener algo de atención puesta sobre mí, así que ciertamente no me importaría que visitase la casa, incluso bajaría a recibirle aunque fuese para mantener una breve conversación.

-Al parecer el tan sólo le dijo que quería poder enviar cartas aquí. Lady Heiforth dice haber oído rumores de que busca esposa, así que ella cree que tal vez esté interesado en concertar un matrimonio con su hija.

-Hum…

En un instante todas las ilusiones que se habían creado en mi cabeza durante los últimos segundos se rompieron como un vaso cayendo contra el suelo. Él quería concertar un matrimonio con mi medio hermana menor Elisabeth, que aún tenía doce años, para poder sumar su dote a su fortuna personal. Era un tipo de negocios tan habitual que no sabía cómo no había reparado en esa posibilidad antes de pensar que alguien podría estar interesado en mi. Me sentí patético y estúpido, mientras se apagaba la tenue luz de esperanza que parecía haberse encendido en algún lugar de mi alma.

Estaba tan ensimismado en mi propia desdicha que no me di cuenta de que la conversación entre los dos hombres había continuado y finalizado y que la mirada de mi padre ya había caído en mi figura que asomaba desde el primer piso.

-¡Tu! ¡Ven aquí ahora mismo! Vamos a tener una pequeña charla.

El corazón se me paralizó mientras oía sus botas subir rápidamente por la escalera y mis ojos buscaban de manera desesperada un lugar al que huir a toda la velocidad que mis escuálidas piernas me permitiesen.

Notas finales:

Gracias por leer, me encanataría leer vuestras opiniones en las reviews, hasta el próximo capítulo!!


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