El cielo era grisáceo.
No lo entendías bien en realidad, pero el cielo era grisáceo, a pesar de que todos te decían que gozaba de un brillante celeste.
Era irritante en verdad, ese color.
Buscabas librarte por todos los medios de un color tan apagado, pero te era imposible.
Desde que él se fue, ya nada tiene color.
Un suspiro reverberó en el aire, seguido de un sollozo ahogado.
Las lágrimas comenzaron a caer de tus ojos zafiros, desesperadas.
En tus pulmones comenzó a faltar el aire, con vehemencia.
Ya nada tenía sentido en realidad, ¿No es cierto, Aomine Daiki?
Desde que él se fue de tu lado todo es insípido, ¿Cierto?
A pesar de que prometió seguir a tu lado sin importar qué, se fue demasiado lejos para ya no volver.
Aun así, seguías viéndolo a través de tu ventana todos los días, en el cénit del cielo, con dos hermosas y blancas alas sosteniéndolo de su espalda.
Blancas y puras, como lo era su alma.
Cada vez que rememorabas su rostro, u oías su voz en tus demacrados sueños, rompías en llanto.
Quién lo diría, eres tan frágil como un muñeco de porcelana.
Pero, ¿Cómo no llorar? Ese día era el aniversario de su muerte.
Y tu cumpleaños.
¿Por qué el envidioso destino te había entregado a tal sufrimiento?
¿Por qué las frías manos de la muerte habían envuelto a Kagami Taiga, llevándolo lejos de ti?
Le extrañabas.
Oh, joder, claro que le extrañabas. ¡Era tu novio, maldita sea!
Esperaban un niño, maldita sea…
- ¡Joder! ¡Joder, joder, joder! ¡¿Acaso lo planeabas, maldito idiota?! ¡Ya no es gracioso! ¡Kagami, vuelve de una maldita vez! Esto ya no es gracioso… –.
Nunca fue gracioso.
Nunca fue divertido que él muriera, justo el día de tu cumpleaños.
Nunca fue hilarante que no hubiera podido entregarte ese anillo de compromiso, que era lo que planeaba darte de cumpleaños.
Nunca fue ameno que Ren no pudiera ver la luz del sol.
Era algo tan desesperante que comenzaba a doler, en el fondo de tu ahora oscuro corazón.
Estabas enloqueciendo.
Anhelabas volver a sentir su calor; poder volver a enredar tus dedos en sus cabellos fuego; volver a oír sus palabras de buenos días; volver a saborear sus labios que curiosamente sabían a canela.
Volver a oír sus “Te amo”.
Tener otra oportunidad para que pudieras repetirle hasta el cansancio cuánto le amabas.
Querías verlo.
Cueste lo que cueste querías verlo.
Aun si eso incluía tu muerte.
… Después de todo, te sentías muerto desde que él se fue.
El único que podía destruirme eras tú.
Espérame en el cielo, Taiga.
Volveremos a vernos.
¿Lo sabías? Te amo.
…
Hubiera dicho que sí si me pedías matrimonio.
…
Pude ver tu rostro, empapado de lágrimas, mientras cargabas a Ren.
¿Así que esto es el cielo? Me agrada.
No te vuelvas a alejar de mí, no lo soportaría dos veces.
Te amo, Kagami Taiga.
El cielo no es incoloro.
La felicidad regresa a ti.
¿Te agrada, ese sentimiento?
Ahora estarán juntos por la eternidad.