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No es el típico cliche por lanekorubia

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Notas del fanfic:

Pasen si quieren reir un poco.

Parejas: Aokise y Kagakuro

Notas del capitulo:

Holi!!!! espero que els guste esta adaptacion :)

y a las que quieran por favor pasen por mi novela accidentally in love si quieren seguir riendose <3 

Kuroko es, sin lugar a dudas, el peor barista que Aomine ha contratado en su vida. Y una vez contrató a una chica que rompió a llorar al no poder arreglárselas con un latte de vainilla mediano, fuerte y extra caliente, con leche desnatada, poca espuma y sin azúcar. No habría contratado al chico si no hubiese estado desesperado (su ex empleado Kenichi Okamura  tiró el delantal la semana pasada y salió airadamente de la cafetería después de que el peliazul le recordara que no tenía permitido darle bebidas gratis a las chicas guapas). Y Kuroko había puesto genuinos ojos de cachorro frente a Satsuki. Ésta casi se había derretido y apartado todos los otros currículos a un lado, exigiendo que Dai-chan lo contratara de inmediato. Y bueno, ¿Satsuki sin entrometerse en los asuntos de Aomine? Eso no era posible.

 

Además, es tres de diciembre y Aomine ya puede oler a los compradores de navidad con sus órdenes extravagantes e interminables ganas de pedir tazas dobles, espuma extra y un montón de crema que simplemente no cabría debajo de la tapa de una bebida para llevar.

 

Kuroko se distrae con frecuencia, tratando de sonreírle a todo el mundo, y se quema las manos; escribe mal las órdenes de las personas y por ello los clientes enojados le gritan a Aomine o peor, a Takao, y entonces él le grita a Aomine; y siempre olvida poner los temporizadores, por lo que la gente devuelve sus cafés de filtro con miradas indignadas. Kuroko es la mayor prueba para su paciencia y nadie se atrevería a decir que Daiki no tiene paciencia, ya que vive con Momoi.

 

Sube las escaleras balanceando una pila de tapas y tres bolsas de azúcar y se queda inmóvil. Al final de la barra, Kuroko está removiendo leche de un lado a otro en la jarra, escuchando atentamente a alguien que está detrás de la máquina de café. Una mano se extiende y corrige el agarre del peliceleste antes de decir—: Bravo, ¡dios mío!, lo logró. —Y aparece una gran sonrisa seguida de grandes ojos dorados y, oh, Aomine está jodido.

 

—¿Qué demonios? —exige, caminando con paso airado hacia ellos.

 

—Oh, ¡Kise-kun estaba mostrándome cómo hacer espuma de capuchino! —Kuroko posa sus grandes ojos emocionados en Daiki y por un segundo éste titubea, realmente no quiere ver la luz atenuarse en esos ojos...

 

—Sí, es cómo si no le hubiesen dado capacitación alguna antes de que yo apareciera —dice una voz divertida. Lo que es completamente injusto y falso, porque Aomine pasó varias horas tratando de explicarle a Kuroko la diferencia entre la leche para el latte, la leche normal, la leche para el capuchino y la espuma, porque a algunas personas les gustan sus capuchinos sin espuma y a otros les gustan sus lattes con mucha espuma. Francamente, el moreno en realidad no sabe por qué las personas no pueden simplemente pedir su café negro, pero cuando Kuroko arrugó la nariz e hizo la misma pregunta, Daiki había elaborado una horrible perorata diciendo que la orden de cada persona era única y entonces le lanzó una mirada furiosa hasta que Kuroko suspiró y volvió a encender el vaporizador.

 

—Yo le enseñé —logra decir entre dientes—. Y no pongas las manos detrás del mostrador, eres un cliente. —Entonces frunce el ceño y mira al chico, Kise. Qué nombre tan estúpido—. ¿Tan siquiera eres un cliente?

 

La cara del rubio se ilumina. —Demonios, por supuesto que sí, no me perdería el primer día de trabajo de mi mejor amigo, ¿cierto?

 

—No es su primer día. Ha estado aquí una semana. —La semana más larga en la vida de Daiki.

 

—Claro, pero estaba en capacitación, ¿no? Este es el primer día de mi chico como barista real.

 

Aomine no sabe qué hacer con tanto entusiasmo, así que gruñe y pone el azúcar en la alacena que está debajo de la máquina de café de filtro. Cuando se endereza, Kise aparta la vista como si hubiese estado mirando a Daiki de pies a cabeza y éste se siente ligeramente mejor sobre el comentario en que el hombre implicaba que Aomine apesta como maestro.

 

La campana que está sobre la puerta suena y Midorima,  Kagami y Himuro entran al lugar; Himuro hablando a mil por hora, diciendo que las rayas no son la elección de moda apropiada de este otoño. Kagami está asintiendo mientras mira su cámara, y entonces se detiene a medio paso cuando alza la mirada hacia el mostrador y ve a Kuroko.

 

El peliceleste está ocupado viendo a Kise agitar los brazos y, sinceramente, es como si el hombre no pudiese dejar de moverse, en realidad es hipnotizador en cierto modo y... Aomine parpadea, apartando la mirada, y le sonríe a Midorima, porque puede hacer que Takao se calle la boca.

 

—¿Qué será hoy?

 

—Algo fuerte, café adicional.

 

—¿Un proyecto grande en camino?

 

—¿No es así siempre? —dice Himuro. Esta vez moviendo la cabeza en forma de saludo con despreocupación antes de voltearse a mirar a Kagami. Que está parado como una estatua mirando a Kuroko. Himuro le lanza una mirada divertida al moreno—Supongo que Taiga quiere a tu nuevo barista.

 

—Él no está en venta, es inestimable —dice Aomine secamente, apuntando la orden usual de Kagami y poniéndola sobre la barra—. ¿Tetsu? ¿Bebidas pendientes? —Mira sobre la pared al rincón donde sigue Kise y suspira—. ¿Por qué sigues aquí?

 

—Sólo me aseguro de que nadie deje que se ahogue accidentalmente con la leche o algo.

 

—¿Eso tan siquiera es físicamente posible?

 

—Con nuestro Kurokocchi nunca se sabe —dice Kise con cariño.

 

Daiki palmea la mano de Kuroko suavemente cuando éste hace ademán para agarrar la leche completa; Midorima notaría la diferencia en un segundo y posiblemente haría realidad la predicción de Kise sobre Kuroko teniendo una muerte prematura a causa de la leche.

 

 

—Regla número uno: las bebidas de Midorima siempre son con leche desnatada.

 

Kuroko le lanza una mirada agradecida y comienza a verter la leche cuidadosamente.

 

—Oooh, ¿tú eres uno de esos jefes, no? —dice Kise alegremente al apoyar su mentón entre sus manos para continuar viendo a su amigo.

 

—¿A qué te refieres con esos jefes?

 

—Como que, todo espeluznante y huraño, pero en secreto eres dulce como un pie de manzana por dentro y algún día tu corazón se derretirá ante la fenomenalidad de Kurokocchi.

 

Aomine se le queda mirando fijamente. No sabe si comentar sobre la comparación con un pie de manzana o el hecho de que alguien de más de ocho años use la palabra fenomenalidad.

 

Finalmente, rueda los ojos y abre el refrigerador para revisar las temperaturas. Es una razón legítima para inclinarse y a la vez no del todo, porque quiere saber si Kise escrutándole con la mirada había sido cosa de una vez. Se pone de pie y resiste el deseo de sonreír con satisfacción cuando la mirada de Kise tarda tres segundos de más para encontrarse con la suya. —Creo que estás confundiéndome con el Grinch.

 

Kise sonríe ampliamente. —No sé, hombre; el vello facial dice otra cosa.

 

—¿Eso te hace a ti Cindy Lou? —Aomine gesticula sobre su propia cabeza—. Con todo el...—El cabello de Kise en realidad es algo atractivo, sobresaliendo por todos lados y dorado como el sol, pero no dirá eso.

 

El sonrojo que se extiende por la cara de Kise no es para nada adorable, y éste se pone un gorro de lana que sólo empeora las cosas diez veces más y Aomine casi quiere enterrar la cabeza entre sus manos.

 

—Calla. He tenido exámenes. No tengo tiempo para cortarme el cabello.

 

Aomine está por responder, posiblemente con un comentario sobre lo fácil que sería tirar de ese cabello sólo para ver la reacción de Kise, cuando Kuroko deja caer un jarrón de leche sobre su pie.

 

Mira a Aomine horrorizado y Kise huye de la escena, riendo.

 

Bastardo.

 

Himuro y Midorima miran hacia allí desde su mesa y Kagami le lanza una sonrisa comprensiva a Kuroko. Éste se tropieza con las licuadoras al intentar devolver la sonrisa y Aomine usa la poca paciencia que le queda para enviarlo a su descanso.

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El martes siguiente, cuando Aomine llega de supervisar a un gerente para otra de sus cafeterías, Kagami está recostado casualmente en el mostrador, hablando con Takao. Kuroko sube las escaleras poniéndose su delantal y entonces se detiene al ver a Kagami y Takao hablando. Su sonrisa se apaga y echa un vistazo sobre el hombro de Aomine, bloqueando su camino hacia la sala de descanso.

 

—Tetsu —dice el moreno despacio—. ¿Servirás algún café hoy o te gustaría esconderte detrás de mi hombro durante todo tu turno?

 

—¿Me despedirás si elijo lo último?

 

Daiki opta por no expresar sorpresa al saber que Kuroko sabe cómo utilizar correctamente la palabra última en una oración.

 

—Sí.

 

El peliceleste hace un puchero y deja que Aomine le empuje hacia adelante y hacia el piso de la cafetería.

 

—Hola, cielo —dice Takao relajadamente.

 

Cuando hacen contacto visual, Kuroko agacha la cabeza al mismo tiempo que Kagami, y Aomine vomitará azúcar toda la noche si siguen así.

 

—Kuroko, este es mi hermano Kaga-chan. Kaga-chan, esta es mi nueva persona favorita en todo el mundo, Kuroko.

 

—¿Soy tu favorito? —pregunta Kuroko, de pronto encantado. Kagami le observa casi con fascinación.

 

—Bueno —dice Takao con una sonrisa satisfecha—. Sin duda me darás el número de tu adorable amigo si está soltero, ¿cierto?

 

Aomine había comenzado finalmente a bajar las escaleras cuando se detiene y vuelve a mirar a Kuroko. No sabe a qué viene su curiosidad. Ok, bien, sabe exactamente a qué viene su curiosidad, así que todos los demás pueden irse a la mierda, porque quiere saber qué dirá Kuroko.

 

—Está soltero, sí, pero en realidad no, uh, ¿doncel? —dice al fin el peliceleste, y Takao rueda los ojos.

 

—Todos ustedes son inútiles. La única otra persona atractiva que trabaja aquí es Momoi, y si Riko no fuese a patearme el trasero si lo intentara...

 

—Pues, eso es lo que Riko haría —dice la castaña tranquilamente, apareciendo en el mostrador con su panini de preferencia y sonriéndole con suficiencia a Takao. Le dirige un asentimiento a Aomine desde el otro lado del mostrador y el moreno le saluda con un movimiento de su mano, haciendo un gesto para indicar que irá a decirle a Momoi que Riko está en su descanso.

 

Entretanto, Riko le dice de un tirón su orden a Kuroko mientras Takao pone su sándwich de atún en el gratinador con fuerza de más.

 

Kuroko parece desconcertado mientras Riko habla y entonces Kagami suelta un resoplido, quitándole la pluma y escribiendo él mismo la orden en la taza. Kuroko mira a Kagami como si éste acabara de presentársele con el sol mientras acepta la taza.

 

Aomine definitivamente vomitará después.

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La mañana del miércoles resulta tranquila y Aomine va a hacer un par de llamadas, preparar la hoja de distribución para el día siguiente y no pensar en grandes ojos brillantes y  pecas deliciosas situadas tentadoramente sobre piel pálida. Kise sólo ha ido a la cafetería un par de veces y Aomine nunca ha estado obsesionado de nadie de una manera tan absurda en su vida. Se pregunta si debería entrar en pánico cuando le da un vistazo a las cámaras y nota que cierto barista desgreñado está ausente.

 

Por una milésima de segundo hay una parte de él que entra en pánico porque nunca sabrá si Kise prefiere tener sexo en la ducha o en el piso porque Kuroko realmente ha muerto bajo su supervisión. Apenas ha dado dos pasos fuera de la sala cuando casi choca con Kuroko, que está sentado en las escaleras, luciendo desolado.

 

—¿Qué estás haciendo aquí abajo? Tu descanso no es hasta dentro de veinte minutos.

 

—Apesto en esto —dice el peliceleste, malhumorado.

 

Aomine se pellizca el puente de la nariz y entonces se sienta a su lado. —Sí, así es.

 

Kuroko le mira con sorpresa herida y entonces entierra la nariz entre sus piernas. —Kise dijo que eras bueno en el fondo; sabía que estaba siendo parcial.

 

Daiki quiere preguntar por qué el rubio estaría siendo parcial, pero lo deja pasar por alto a favor de sacar a Kuroko de su triste y metafórico precipicio.

 

—Mira, Tetsu, sí, apestas, pero, ¿adivina qué? A Takao le tomó tres meses hacer un capuchino decente. Satsuki aún no puede hacer formas en un flat white. Evita hacerlos todo el verano y entonces los llama muñecos de nieve en el invierno.

 

Kuroko resopla y se mueve para apoya la mejilla en su rodilla y mira a Aomine —¿Entonces mejoraré?

 

El moreno se encoge de hombros. —Probablemente. Pero deja de pedirle ayuda al unicornio y luz de sol que tienes de amigo. Si estás estancado con algo sólo pregúntame, ¿de acuerdo? Juro que no muerdo.

 

Kuroko parece dudoso y Aomine rueda los ojos. —No muerdo.

 

—¡Dai-chan! —Satsuki aparece al final de las escaleras—. Lamento mucho interrumpir su reunión de niñas exploradoras, pero tenemos una fila aquí en la puerta.

 

Aomine le gruñe porque esta es su maldita cafetería, pero agarra la espalda de la camisa de Kuroko y tira de él para ponerle de pie. —Acaba con esos clientes, ¿sí?

 

El peliceleste asiente, de repente pareciendo determinado, y Aomine resiste el súbito impulso de alborotar el cabello del chico.

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El turno de dos a siete de los sábados es el menos favorito de Aomine. Es ruidoso, el lugar siempre está atestado con adolescentes y padres exhaustos y nunca hay tiempo para nada.

 

Kuroko está comenzando a dominar la elaboración de bebidas básicas, pero una mirada de miedo intenso le pasa por el rostro siempre que alguien ordena un frappuchino, y es Daiki quien termina haciéndolos.

 

Está ocupado metiendo fresas y crema en la licuadora cuando alguien silba del lado de la barra. Se voltea, preparado para espantar a cualquier adolescente punk que esté molestando, cuando ve a Kise envuelto en una gruesa sudadera azul con una bufanda de color azul claro. Su cara está llena de alegría y parece como salido de un sueño que había tenido Aomine recientemente y que involucraba caminar en la nieve tomado de la mano con alguien.

 

Y, oh, mierda, se está dejando influenciar por el espíritu navideño.

 

—¿Qué quieres? —suspira, sonriendo un poco en contra de su voluntad.

 

—El frappé que estás haciendo es mío, sólo compruebo que lo estés haciendo bien.

 

—Doble licuado, primero con salsa de fresa, creo que lo tengo bajo control, gracias.

 

Kise sonríe ampliamente y entonces mueve un brazo sobre su cabeza. —También, uh.

 

—¿Qué? ¿Más analogías de películas por mi corte de cabello?

 

—No —resopla Kise—. Tienes hielo licuado allí arriba.

 

Aomine maldice y se pasa una mano por la cara. —Cállate —dice con enfado cuando el rubio ríe.

 

—Está bien, Aominecchi, te ves adorable cuando estás nervioso.

 

—No soy adorable. —Le pasa la monstruosidad batida a Kise—. ¿Y quién bebe estos en diciembre?

 

Kise usa su pajita para agarrar tanta crema batida como le es posible y entonces la chupa lenta y provocadoramente, con sus ojos fijos en Daiki mientras sonríe con satisfacción. —Gente que cree que eres adorable. —Y entonces, antes que Aomine pueda volver a respirar, sale por la puerta, gritándole a Kuroko que siga haciendo un buen trabajo mientras se va.

 

Kuroko trata de mover su mano a modo de despedida y derriba una pila de tazas.

 

Aomine intenta enojarse por ello, sin éxito.

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La próxima vez que Kise viene a la cafetería, se para en seco y suelta un fuerte risa. Claro que debía tener una risa agradable. A Aomine  le gustaría que parara.

 

Lo ignora resueltamente mientras Kise se ríe durante todo el recorrido de la fila, al parecer sin importarle que la gente lo esté mirando fijamente.

 

—Qué te puedo servir —entona de modo amenazante cuando el rubio llega a la caja.

 

Los ojos de Kise están bailando y sin ningún comentario saca su teléfono y toma una foto.

 

—No me conoces lo suficiente para hacer eso.

 

—Claro que sí, tengo tu «número», ¿recuerdas?

 

—Estoy bastante seguro de que recordaría el golpe que me llevó a darte mi número.

 

—Oh, hoy el lindo de Santa entiende las bromas.

 

Aomine gruñe y ajusta el estúpido, estúpido gorro que tiene puesto mientras intenta lanzarle una mirada amenazadora a Ryouta.

 

Claramente no tiene el efecto deseado, porque el atractivo chico le sigue sonriendo. De hecho, mientras más se miran más se oscurecen los ojos a éste, y Aomine está pensando en hacer algo loco como de verdad ofrecerle su número real, cuando Midorima se aclara la garganta detrás de Kise.

 

Kagami les está sonriendo ampliamente a los dos y oh, no tiene ningún derecho, considerando que ni él ni Kuroko pueden formar una simple oración entre ellos cuando están juntos. Aomine frunce el ceño y agita una taza frente a Kise.

 

—¿Bebida?

 

—Americano negro, por favor. —Sigue sonriéndole a Kise, casi cariñosamente, y se muerde el labio al pagar, metiendo el cambio en la caja de propinas—. He sido un chico bueno este año, Santa, lo prometo; asegúrate de traerme algo bonito.

 

Aomine le muestra los dientes e intenta no sonreír. Takao le lanza una mirada cómplice desde la barra y Aomine maldice el día en el que decidió contratarla.

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No obstante, al llegar a casa le tira el gorro de Santa a Satsuki y dice que es un peligro para la salud y que no volverá a usarlo jamás.

 

En la mañana, la pelirrosa lo deja junto a la máquina de espresso con una nota que dice: «pierdes la apuesta, llevas el gorro».

 

Nunca más volverá a acceder a jugar vencidas con Riko

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—No puedo creerlo.

 

Aomine  tararea, observando con malsana fascinación mientras todas las mujeres de la calle prácticamente se amontonan en tropel en donde Kuroko está sosteniendo una bandeja de muestra de lattes con galleta de jengibre.

 

—Apuesto a que es la sonrisa —dice Momoi pensativamente.

 

Takao retuerce un mechón de cabello en su dedo, negando con la cabeza. —Nah, apuesto a que son esos grandes y preciosos ojos,

 

—Quizá son los deliciosos lattes que está ofreciendo en un frío martes de diciembre —sugiere Aomine

 

Ambos se voltean hacia él y le fulminan con la mirada con una sincronización perfecta. —¿Celoso?

 

—¿De Tetsu?

 

—Puedo ver por qué lo estarías; es un amor, es guapo y va a casa y pasa todo su tiempo con Kise.

 

El moreno alza una ceja. —¿Quién?

 

Takao rueda los ojos. —Eres peor que mi hermano escondiendo tus enamoramientos. —Se endereza de repente y chilla—: ¡Hablando de él!

 

Por el vidrio tienen una perfecta vista de cuando Kagami sale de la farmacia en la que trabaja a medio tiempo y ve a Kuroko desde el otro lado de la calle. Kuroko, para su crédito, sólo hace que la bandeja brinque un poco cuando Kagami se mete las manos en los bolsillos y se dirige hacia la cafetería.

 

Entonces arruina toda su credibilidad al plantar la bandeja justo en la cara de Kagami. Sin embargo, éste parece encontrarlo más adorable que mortificador y baja la bandeja lentamente para tomar un café y sonreírle ampliamente a Kuroko. Es algo encantador.

 

No acaba de pensar eso.

 

—Dios, son tan adorables —dice Takao cariñosamente.

 

—Ver a tu hermano tratar de flirtear torpemente con Kuroko es extraño, Takao—dice Aomine de pronto, poniendo la escoba y la pala frente a ella—. Anda a hacer algo útil.

 

—¿En serio? -Satsuki le sonríe maliciosa—. ¿Quieres ir allí?

 

—No sé de qué hablas.

 

Takao hace sonar la escoba por todo el zócalo mientras camina hacia el otro lado de la cafetería. —Eres un embustero mentiroso que miente —grita sobre su hombro.

 

—¡Estás despedido!

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Midorima, Kagami y Takao irrumpen (Takao no tiene respeto alguno por su propio lugar de trabajo) por la puerta un viernes en la noche. Takao estaba hablándole a Midorima sobre los pros y contras de quitar a Mary Jane de la línea de tiempo de Spiderman y Kagami mira hacia la caja melancólicamente antes de volver a mirar hacia su teléfono con desánimo.

 

Takao estampa una rama de muérdago contra el mostrador.

 

Aomine lo mira por un segundo y luego alza su mirada hacia él. —Espero que esa no sea tu manera de pedirme que te bese.

 

Takao rueda los ojos. —Ughh, no. Ponlo en la puerta. Imagina lo incómodo que será ver a todos los clientes tratando de evitar magrearse unos a los otros.

 

—No puedo creer que acabas de usar la palabra magrearse, ¿qué pasa contigo y Kise y sus horribles vocabularios?

 

—Guau, ¿mencionándolo cuando no hay nada relevante para él en la conversación? Estás pillado, mi amigo.

 

—Jefe —corrige Aomine—. Soy tu jefe.

 

—Da lo mismo —dice Takao con un gesto de su mano—. Sólo avísame la próxima vez que venga Kise y le señalaré la dirección del muérdago.

 

Aomine hace un sonido ofendido y va a cambiar los filtros de café.

 

—¿Quién es este Kise del que estamos hablando? —pregunta Midorima de pronto, pareciendo intrigado.

 

—Un tipo alto y sexy que es amigo de Kuroko y con el que Daiki quiere besuquearse. —Aomine  mira a Takao con el ceño fruncido, pero éste no parece afectado mientras arrastra una silla hacia la puerta.

 

Kagami reacciona de pronto al escuchar el nombre de Kuroko, lo que hace que Takao y Momoi ladeen sus cabezas y digan «awww», y Aomine deja caer la caja de filtros de papel junto al fregadero. —Todos ustedes, basta ya.

 

—Kuroko dice que Kise es realmente genial —dice Kagami casi con reprobación, y Aomine quiere golpear una pared.

 

—Eso es fenomenal, bakagami , fantástico, en serio. Pero no me importa.

 

Takao ya está poniendo el muérdago sobre la puerta. —Ojalá me tropiece con alguien aquí, alguien con lindos ojos dorados y nariz adorable y labios sexys y...—Aomine se va al fondo y se niega a servirle por diez minutos.

 

Takao comienza a tararear algo, mencionado que enojarse con el sólo prueba su punto hasta que cierran y entonces le sopla un beso por la ventana al irse a casa.

 

Sinceramente no sabe cómo sobrevivirá al mes o por qué lo contrató en primer lugar.

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Aomine entierra la cara entre sus manos al ver un mensaje de texto de Kise diciéndole que el asesino de una peli que está mirando le recuerda a él.

 

Responde: cómo conseguiste este número.

 

Kise contesta: Santa ;).

 

Va a matar a Kuroko.

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Maldito muérdago. Aomine está llegando para cubrir su turno como supervisor por la tarde y Kise está saliendo. Ambos se detienen y los ojos del rubio  se dirigen lentamente hacia el muérdago. Le sonríe a Aomine—Sabía que querías meterte en mis pantalones.

 

—Yo no quiero tal cosa —masculla el moreno

 

—Ohh, probablemente deberías quitarte los tuyos, están que arden—bromea Kise

 

—No puedo creer que seas un adulto que ingiere ridículas cantidades de café y todavía digas mierda así.

 

—Puedo pensar en algunas otras cosas que podría...

 

—No termines esa oración, por favor. —Su estómago casi da volteretas tal y como está. No necesita que Kise le dé ideas.

 

Mierda, ya está teniendo ideas.

 

Kise suspira pesadamente y entonces se inclina hacia adelante y da un sonoro beso en la mejilla de Aomine antes de alzar su café y menear las cejas. —Feliz navidad para mí.

 

—No es así —dice el peliazul débilmente.

 

—Todos necesitan una pequeña navidad —dice Kise con una sonrisa de satisfacción y aprieta brevemente los dedos en la chaqueta de Aomine, antes de soltarlo.

 

Cuando Aomine encuentra su voz para quejarse sobre los juegos de palabras con tontas canciones navideñas, Kise está al otro lado de la calle.

 

Entra a la cafetería e ignora intencionadamente a Takao, que prácticamente está pavoneándose.

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Le sorprende ver a Kuroko sentado en una de las mesas del rincón el domingo antes de navidad, considerando que es el día libre del chico y apenas ayer estaba quejándose de que no tenía idea de qué comprarle a su abuela. Aomine se acerca, disfrutando el ambiente de la cafetería casi vacía, que queda cada semana después del ajetreo de los sábados.

 

—¿No tienes algún otro lugar además del trabajo en donde puedas disfrutar tu libertad?

 

Kuroko da un salto y entonces le mira con culpa. —Sólo estoy, ya sabes —agita el libro titulado «Fotografía de Aficionados»—. Leyendo un poco.

 

Aomine alza una ceja, pero no dice nada y se voltea para comenzar a preparar el cierre de la cafetería. Apenas es mediodía, pero nunca es muy temprano para comenzar a hacer estas cosas.

 

Media hora después, en el momento justo, Takao, Midorima, Himuro y Kagami vienen por sus bebidas gratis de los domingos en la tarde. Kagami mira alrededor con esperanzas, y cuando ve a Kuroko en el fondo de la tienda se endereza y se tropieza con sus propios pies.

 

Francamente, es como un ciervo recién nacido.

 

Takao agarra un brownie del interior del cajón y entonces le sonríe ampliamente a Daiki —Té, por favor.

 

—¿Quieres todo el té o te gustaría especificar una medida?

 

Takao sonríe con satisfacción; sabe lo mucho que molesta a Aomine cuando la gente le da el nombre de una bebida y tiene que preguntar una y otra vez si la quieren pequeña, mediana o grande. ¡Por el amor de Dios!; el moreno no es adivinador.

 

—Tú elige por mí —dice el, sonriente.

 

Aomine agarra una taza pequeña y se la pone en frente.

 

Ve a Kagami por el rabillo de su ojo mientras hace la bebida especial de los domingos de Midorima, que básicamente es tanta crema y moca como es posible. Increíblemente, Kuroko parece haber sido absorbido por el libro y no ha notado que Kagami entró. Por otro lado, el pelirrojo se la pasa lanzando miradas sobre su hombro cuando cree que sus hermanos no están mirando.

 

Es realmente doloroso pensar que esto podría continuar por un largo período de tiempo cuando ambos parecen gustarse mutuamente.

 

Aomine agarra dos pedazos de tarta de queso y nuez pacana y empuja el plato hacia Kagami.

 

—No le gustan ningunas de las otras tartas. Es extraño y apesta haciendo café, pero es un buen tipo, sincero, o lo que sea. Ve a comerte esto con él y deja de hacer ojitos tristes.

 

Kagami se queda mirando la tarta y luego a Aomine, con sus grandes ojos rojos.

 

—No creo que él...

 

—Bakagami —se escucha hacer un ruido dolido y mira alrededor para asegurarse de que nadie esté atestiguando esto—. Está leyendo un libro sobre fotografía y está estudiando matemática o algo parecido con números y lógica, y sabrá Dios cómo lo logra, pero eso hace. Él no sabe nada sobre enfoques de lentes, pero estoy bastante seguro de que te escucharía fascinado y sin perder detalle de cada palabra que digas si te le acercas ahora mismo y le hablas al respecto. Así que, por favor, toma el plato y ve antes de que clave este tenedor en tu ojo.

 

Porque el júbilo navideño que está dispuesto a difundir tiene un límite.

 

Intenta disimular que no está conteniendo la respiración mientras Kagami se dirige hacia Kuroko, pero cuando exhala con alivio Himuro se inclina sobre el mostrador y le da una palmada en el pecho.

 

—Hay algo latiendo allí.

 

Frunciendo el ceño, arroja una pila de platos en un cubo y definitivamente no piensa en si Kise estaría impresionado de que al parecer también otras personas piensan que tiene un corazón.

 

—No soy el maldito Grinch.

 

Himuro resopla, observando su taza. —Aun así, fue un lindo gesto de tu parte, Daiki.

 

—No, fue para evitarnos meses de tener que verlos tartamudear cuando están cerca uno del otro y que entonces lo arruinen todo antes de que algo tenga oportunidad de comenzar. Creando más angustia. No necesito eso aquí; tengo suficiente drama con Takao y Satsuki, gracias.

 

—¡Oye! —Takao se acerca a Himuro, escribiendo frenéticamente en su teléfono—. Todos sabemos por qué lo hiciste realmente.

 

Aomine suspira, sintiendo su rostro enrojecer, y agarra el cubo. —Iré a lavar los platos; no dejen que  Tetsu se ahogue con nada.

 

—A menos que sea con Taiga y su...

 

Aomine cierra la puerta de golpe ante el comentario lascivo de Himuro, justo a tiempo para escuchar a Takao dándole de lleno en el brazo, gritándole que se calle.

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—¡Tú! —Aomine se sobresalta al escuchar el súbito portazo. Faltan cinco para las seis, es la noche antes de la víspera de navidad y estaba a punto de cerrar y finalmente salir del lugar.

 

Se da la vuelta y entonces rueda los ojos al ver a Kise.

 

—¿Tú qué quieres?

 

—¡Ja! —el rubio está dando grandes zancadas hacia él, feliz y radiante, y como parte de algún estúpido deseo de navidad que Aomine no tuvo tiempo de hacer—. Tuve razón todo el tiempo, Dios mío; Kurokocchi vino a casa temprano y casi estaba cantándote alabanzas. ¿Creo que es posible que realmente le agrades? Y Kagamicchi... oh, sí, ¿Kagamicchi mencionó que yo y él tenemos fotografía juntos?

 

Aomine puede sentir que toda su cara está enrojeciendo.

 

—Pues, él me contó la más dulce historia sobre ti. —Kise agita su teléfono antes de meterlo en su bolsillo—. Han ido juntos al cine, Aominecchi.

 

Prácticamente está dando botes, haciendo que el moreno se ponga nervioso.

 

—¿Y?

 

—Y eso no habría pasado por semanas si tú no hubieses intervenido. Créeme, Kurokocchi  se mueve a paso de tortuga sin importar cuánto lo presione yo.

 

—Yo no hice nada.

 

—¡Sí que lo hiciste!

 

—Bien. —Se rasca la nuca e intenta no pavonearse bajo lo que definitivamente es una mirada de orgullo de Kise—. Y qué si yo...

 

—Y tú dijiste que yo era como la luz del sol.

 

—¿Qué? Eso no suena como algo que yo diría.

 

—Pero lo hiciste, Kurokocchi me lo dijo.

 

—Tetsu es un idiota que no puede deletrear macchiato de caramelo.

 

—Kurokocchi en realidad es un maldito genio, es sólo que no puede hacer una taza de café, y esto está bien, porque de todos modos te lo vas a quedar.

 

—No, lo despediré de inmediato.

 

—Y también eres gracioso, y las cejas y el secreto corazón de oro; no tienes ni una pizca de maldad y yo tenía tanta razón sobre ti...—y entonces, antes que el moreno pueda protestar, Kise está agarrándole de la camisa y tirando de él hacia adelante para besarlo y dejarle sin palabras. Se resbalan en el piso mojado y enjabonado, y Aomine tendrá moretones en la espalda por semanas, pero no le importa, porque Kise besa como habla, vibrante y con entusiasmo.

 

Y sólo un poco obsceno.

 

De acuerdo, muy obsceno. Tienen que salir de la cafetería porque allí hay cámaras y Aomine no duda que Takao haría una copia de los dos desnudándose en medio de la tienda.

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A la mañana siguiente, Kuroko se tropieza con una mesa al entrar a la cocina y ver a Aomine. Suelta un alarido y se tapa los ojos. Kise y Kagami salen volando de las habitaciones separadas sólo para verse mutuamente, y Kagami se sonroja de pies a cabeza. Kise se pavonea hacia adelante, sonriendo, y con los bóxers de Aomine puestos, lo que no debería ser algo que disfrute, pero sí que lo hace. —Kagamicchi, si le haces daño a mi mejor amigo mi novio te pateará el culo.

 

—¿Tienes un novio que no has mencionado? —pregunta Aomine, esquivando despreocupadamente a Kuroko, que sigue gruñendo de dolor en el piso.

 

—Acabo de decidirlo justo ahora —dice Kise alegremente.

 

Aomine pone una taza de café junto a Kuroko y le da una palmada en el hombro. —No llegues tarde al trabajo.

 

Diez minutos después, Aomine tira de Kise hacia la puerta, sin dejar de besarlo.

 

—Oh, me gusta este regalo de navidad adelantado —murmura el rubio sin aliento.

 

Aomine sonríe, poniéndose su camisa, lo que hace que Kise suelte un quejido. —¿Qué? ¿Ropa ,Aominecchi? ¡Es navidad!

 

—Técnicamente, no por otras diecinueve horas.

 

—Ugh, salir contigo implicará despertarme muy temprano por la mañana, ¿no?

 

Aomine se encoge de hombros. —Siempre he preferido el sexo matutino, pero si a ti no te gusta...

 

Kise entrecierra los ojos. —Oh, ya veo tu juego, Grinch. Planeas dejarme molesto e impaciente para luego pasar doce horas haciéndole café a otras personas mientras yo me quedo aquí sentado sin hacer otra cosa más que pensar ansiosamente en ti con nada más puesto que tu gorro de Santa.

 

—¿El gorro de Santa, Ryouta? ¿En serio?

 

—Te veías adorable —dice el rubio, con su risa y largas pestañas mientras arruga la cara. Aomine nunca, nunca ha visto algo más hermoso que Kise parado bajo la nítida luz matutina y sonriéndole.

 

—Eres tan raro —dice cariñosamente.

 

—Sip. Digo, oí que era un unicornio, así que supongo que cuadra.

 

Aomine se sonroja y Kise envuelve una familiar bufanda de color azul claro alrededor de su cuello y la usa para acercarle y volver a besarlo. —Ve, llévale alegría, paz y amor y todo eso a la gente con tu café especial y tu júbilo navideño.

 

—No prometeré nada.

 

—Oh, por favor, tú eres puro corazón, Aominecchi. Si eres bueno incluso me desnudaré..., eso si tienes tiempo antes de irte a repartir regalos para todos los niños alrededor del mundo.

 

—No soy Santa —gruñe el moreno—. Eso es incluso peor que el Grinch. Santa tiene como que cientos de años.

 

—¡Ja! Sabía que creías.

 

—Cállate, Dios mío, ¿por qué razón me estoy involucrando contigo?

 

—Yo soy un unicornio y tú eres el Grinch, somos la pareja perfecta.

 

—Eres un bobo.

 

—Sí, tal vez, pero te gusto de todas formas.

 

—Así es. —Entonces están besándose una vez más y Aomine llegará tarde, pero no le importa. Takao y Momoi pueden abrir por una vez. Caerá en un cliché y se quedará para besar  Kise en la nieve hasta dejarlo sin aliento.

 

Probablemente dejará que Kise haga al menos cuatro juegos de palabras antes de marcharse.

 

Así de grande es su espíritu navideño.

 

Notas finales:

Este es el primero de muchos one shouts que quisiera adaptar xD

asi que son invitadas a dejar sus hermosos comentarios si quieren mas caps de esta clase :)


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