-¿Es en serio?- Hani me miró desde la otra esquina del sofá; su mirada me recordaba a mi abuela. Ella solía mirarme así justo antes de regañarme.
-¿Qué? - Pregunte de vuelta, Hani rodó los ojos, sabia que lo haría por eso lo hice, siempre era igual de divertido.
-Vamos Lay, ¡no puedes quedarte toda la vida en el sofá mirando el televisor y comiendo cereales de frutitas!
-¿Y tú que tienes en contra de los cereales de frutitas? Son deliciosos y apoyan a mi crecimiento - La miré indignado, si había algo que amaba en esta vida más que a las donas de chocolate era a los cereales de frutitas.
-Deja de jugar, sabes a que me refiero, tienes que ir a buscar trabajo o ya no tendrás dinero para comprar más cereales de frutitas - Abrí la boca para replicar pero la cerré inmediatamente y ella me miró con burla.
La odio, en serio que si, ¡la odio más que a las arañas! ¿Pero que puedo hacer? Es mi mejor amiga. Hani se "mudo" conmigo hace dos años después de su muerte, en ese entonces teníamos 17 años y desde ese día se ha negado a cruzar así que tengo que aguntarla todos los días de la semana... ¡A todas horas!
Le dije que podía quedarse a cuidar de su familia pero se negó rotundamente alegando que estaba más preocupada de mantenerme a salvo de mi mismo, pero más bien yo creo que se quedo a estudiarme, cuando aun vivía no me creyó cuando le dije que podía ver a los muertos y mucho menos que peleaba con unos cuantos demonios así que cuando murió pudo confirmarlo por si misma, por si las dudas he aprendido a dormir con un casco puesto, no quiero que esa maniática destruya la privacidad de mi cerebro.
-¡Pero no soy bueno en nada! -. La semana pasada había conseguido un trabajo como mesero y termine por incendiar la peluca de un cliente aunque pensándolo bien debió de haberme dado las gracias, esa cosa parecía más bien un ratón gigante sobre su cabeza.
-Si tan solo te concentraras más no tendríamos tantos problemas, escucha, no pienso quedarme toda la vida encerrada aquí contigo, hay demasiados hombres calientes esperando por mi en la universidad - Ella hizo su típica boca de pato y si pudiera matarla lo haría, lastima que ya lo esta.
-Todo es tu culpa, ¡debiste de detenerme antes de gastarme todo el dinero! - Mi querida... No, mi odiada abuela me había heredado todo lo que tenia al morir, eso incluía una cuenta con demasiados ceros los cuales me encargue de gastar hasta que no quedo ni un solo peso, pero vamos ¿Tenia que culpar a alguien, no?
-Escucha humano, yo no te mande a comprarte una dulcería entera, ¡nisiquiera sé como es que conseguiste conservar todos los dientes!
-¿Pero quien me hizo cambiar todo mi guardarropa? - La mire de forma acusadora y ella me miró ofendida.
-Parecias un vagabundo, yo no iba a dejar que las personas me miraran en la calle contigo asi, deberías agradecerme, ¡te teñi el cabello! - Umm bueno, gracias a ella tenia este rubio que me quedaba di-vi-no.
-Pero tú... - Ella puso un dedo sobre mis labios callándome, tramposa.
-Silencio humano, vas a conseguir un trabajo y yo me encargare de eso - La comisura de su labio se elevo ligeramente formando una sonrisa malvada. Ay dios... Es hora de correr.
-¿Puedo decir mis últimas palabras? - Ella seguía sonriendo de esa horrible forma mientras su mirada recorría todo mi cuerpo. -Oh no... ¡No lo haré!
-¿Qué es lo que no harás? - Hani, repugnante castaña, elevo su ceja izquierda,¡se esta burlando de mi! -Es un trabajo perfecto para ti, lo vi en el periódico del vecino esta mañana y como sé lo flojo que eres me encargue de mandar tu currículum. - Toco la punta de mi nariz y yo la arrugue para mostrarle mi desagrado. -Tenemos que presentarnos mañana a primera hora así que ve a lavar ese pequeño culo tuyo. - Y con eso se dio la media vuelta dejandome solo en la sala.
-La próxima vez dejaré que un demonio te coma la cabeza...
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