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NOCIVO por Akatsuki_itasasu

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Notas del fanfic:

¡Hola a todos! :D

Llevaba mucho tiempo queriendo escribir algo de esta temática y por fin me he decidido.

Espero que sea de su agrado :)

— ¡Nos vemos, Sasuke! — Grita Suigetsu encendiendo el motor del auto y echándolo a andar por la vacía calle. Agradezco internamente que ese par no haya insistido en entrar conmigo al departamento, aunque honestamente no me sorprende. Itachi los ha amenazado. Lo sé porque yo mismo vi cuando tomo por el cuello a Suigetsu mientras les gritaba a ambos que se mantuvieran lejos de él, lejos del departamento...lejos de mí.

Irónicamente, también los ha amenazado para no alejarse totalmente. Como sea, debería decidir si los quiere cerca o no.

 

Itachi y yo siempre hemos sido cercanos… demasiado tal vez.

 

Un auto negro sin placas se estaciona justo frente al edificio, el mismo auto que siempre está siguiéndome, vigilándome, en todas partes.  Recojo mis maletas de la acera y me adentro al edificio sin prestarle atención, hace mucho que deje de hacerlo.

En el elevador mi móvil comienza a timbrar, saco el aparato de mis pantalones y lo meto al final de una de las maletas. Itachi ha estado llamándome la mañana completa y honestamente eso no ha hecho más que aumentar mi estrés. Si quería verme debió ir por mí al aeropuerto, así de simple.

   

Compartimos secretos. Algunos bastante tontos y otros bastante turbios.

 

— Bienvenido a casa — Me dice Itachi abriendo la puerta del departamento, recibiéndome con una cálida sonrisa.

— Gracias por recibirme en el aeropuerto. — Murmuro sarcástico y malhumorado. Lanzo mis maletas al suelo y me echo sobre el sillón de la sala de estar, escondiendo la cara en la confortante superficie, logrando quitarme los zapatos sin abandonar la cómoda posición. Suspiro pesadamente. Ocho horas sentado en el avión escuchando nada más que las estupideces de Karin y Suigetsu y tres más atrapado con ellos en el tráfico han bastado para destrozar mi buen humor, si es que en algún momento estuvo allí.

— Lo siento mucho, Sasuke. Sabes que no soporto a tus amigos — Murmura sentándose en el suelo, justo al lado de mis maletas — Sobre todo, sabes que detesto a esa mujer — Dice mientras comienza la absurda tarea de revisar mi maleta meticulosamente, como si trajera algún tipo de explosivo escondido allí.

— No estoy interesado en ella, lo sabes. — Digo firmemente, en un intento de despejar las ideas erróneas que siempre construye en su cabeza.

Despego mi cara del mullido sillón y veo a Itachi revisar cada maleta, cada compartimiento, olisqueando cada prenda para asegurarse de que no haya estado con nadie… con nadie que no sea él.

 

Probablemente nuestro secreto más grande sea nuestra relación: Él y yo somos hermanos y también somos amantes.

 

 

— Así que por eso no respondías mis llamadas, guardaste el móvil entre toda esta ropa — Dice completamente aliviado cuando encuentra el aparato al final de la maleta. Sus finos dedos se mueven por la pantalla lentamente y después con absurda violencia. Su mano envuelve mi teléfono y la piel de sus nudillos comienza a volverse blanca por la fuerza que aplica. — Tu… tu móvil tiene contraseña. — Murmura buscando mi mirada con la suya. Su rostro es impasible pero sus manos tiemblan, tal vez por la ira o tal vez por la cantidad de cosas absurdas que deben estar pasando por su mente. Sea como sea, si sigue preocupándose por pequeñeces terminaremos peleando.

 — Mi contraseña es tu nombre. La he puesto como precaución, por si llegaba a extraviarlo— Respondo, viendo como la luz vuelve a su rostro.

Sus dedos se deslizan velozmente por la pantalla del móvil mientras sus ojos leen rápidamente el registro de llamadas, los mensajes, las fotografías que he tomado en el viaje y los nombres de contacto. Supongo que esa aplicación que ha descargado a mi teléfono para grabar mis llamadas y rastrearme en todo momento no es suficiente para calmar su ansiedad. 

 

Todo comenzó como admiración. Itachi era bueno en todo, no conocía a nadie que pudiese siquiera compararse con él. Era mi modelo a seguir, en todos los aspectos.

 

— ¿Cómo estuvo tu viaje? ¿Te divertiste?— Pregunta sin despegar la mirada del móvil. A simple vista esas preguntas podrían ser simple curiosidad, incluso cortesía, pero hemos estado juntos toda la vida, sé perfectamente lo que está tramando.

— Fue un viaje de estudios, no me he divertido nada — Le contesto en tono monótono. No me responde pero puedo ver que su mandíbula se ha tensado. Aún está molesto conmigo por haber aceptado el viaje. Me detengo a pensar sus posibles reacciones, si no quiero comenzar una pelea debo elegir mis palabras correctamente. — Te extrañe demasiado — Digo, incorporándome sobre mis codos en el sofá mientras le doy una de mis mejores sonrisas. Es cierto, lo extrañe a pesar de que me llamaba cada día, por la mañana y por la noche, incluido los fines de semana en los que se la pasaban hablando conmigo para asegurarse de que no saliera a ningún lugar. 

Su gesto suaviza y coloca mi teléfono en el suelo junto con el resto de mis pertenencias. Avanza a gatas hasta mí y me rodea los hombros en un cálido arrumaco. Recargo mi cabeza en el hueco de su cuello, aspirando su aroma. Siempre es tranquilizante estar entre sus brazos.

— ¿Quién es Kimimaro Kaguya? — Pregunta suavemente. La paz no ha durado mucho.

Itachi se separa un poco de mí, lo suficiente para poder mirarme a los ojos sin soltarme.

— Es la persona que estuvo impartiéndonos el curso. Intercambiamos números ya que es alguien importante y me gustaría mantener contacto con él — Explico, esperando que pueda entender lo importante que es para mí comenzar a tener contactos que puedan serme de ayuda en el futuro.  

— Ya veo… Lo siento, he borrado su número de tu teléfono. — Murmura sin siquiera fingir arrepentimiento. — Te prepararé la cena — Su tono de voz es vacío. Se separa de mí y camina hasta la cocina, cerrando la puerta con un fuerte golpe que incluso hizo temblar los cristales de la ventana. Está enfadado.

Suspiro sonoramente y entierro la cara en los mullidos cojines. Estoy cansado y tener a Itachi molesto no me ayuda en nada a relajarme.

 

Desarrolle una especie de obsesión hacia él, una obsesión que me hacía sentir avergonzado y culpable. Guarde celosamente esa obsesión para mí mismo como mi más grande secreto hasta que cumplí trece años y decidí confesárselo. Para mi suerte o para mi desgracia Itachi correspondió a mi obsesión, permitiéndome decidir cada aspecto de su vida; amistades, clases, pasatiempos, mascotas, ropa… Itachi hacia todo lo que yo le pedía.  Jamás se negaba ni al más absurdo y caprichoso de mis deseos. 

 

El silencio en el departamento es llenado por el continuo tic-tac del reloj mientras en mi cabeza todos mis pensamientos amenazan con volverme loco. No puedo evitar preocuparme por Itachi. Él es una bomba de tiempo, una bomba que yo mismo he fabricado y que va a explotarme en las manos en cualquier momento. 

Fuera de este departamento no tiene nada. Ha dejado de lado a sus amigos, sus pasatiempos he incluso ha cortado relación con nuestra familia. Lo único que logra mantenerlo cuerdo es el trabajo,  sin embargo, no sé por cuánto tiempo más pueda hacerlo. Itachi siempre esta intranquilo, a pesar de que siempre estoy limitándome para no hacerlo sentir inseguro. Nunca es suficiente. 

Mi mente es distraída abruptamente por los gritos que provienen de la cocina. Me levanto tan rápido como puedo y corro hasta la cocina. Cuando entro lo veo parado al otro extremo, lanzando maldiciones mientras estrella la loza contra la pared, desquitando su furia.

— ¡DETENTE! ¡ITACHI, YA BASTA! — Grito mientras me acerco a él. Trato de tomar una de sus manos pero me lo impide dándome un fuerte manotazo que me hace trastabillar. — ¡Carajo! — Aulló cuando uno de los cristales en el suelo se entierra en mi pie, es malditamente doloroso.

 La razón vuelve a Itachi y cuando se da cuenta de la situación olvida su furia y se apresura hacia mí, totalmente preocupado. Me sorprende lo rápido que sus emociones cambian.    

— ¡Sasuke! ¡Dios mío! ¿Estás bien? — Pregunta alarmado mientras me ayuda a sentarme sobre la barra. Toma mi pie y comienza a sacar el cristal que se ha incrustado. No es la primera vez que salgo herido en uno de sus ataques así que ha adquirido bastante práctica “arreglando su desastre”

 

Me volví parte fundamental de su vida y el de la mía. Nos volvimos cómplices y comenzamos a tener absoluta confianza con el otro. El sótano se volvió el escenario principal de nuestra adolescencia, un escenario perfecto, sin testigos ni  prejuicios, sin nada ni nadie que pudiera detener lo que sentía.  Si deseaba abrazarlo, si quería besarlo, si quería tocarlo simplemente lo hacía y el me correspondía con la misma intensidad, saciando totalmente los deseos inmorales que despertaba en mí.  

 

— ¿Por qué has destrozado la loza? —Pregunto, pero Itachi finge no escucharme y se concentra en mi pie. Lo sujeto por las mejillas y lo obligo a mirarme. — Te hice una pregunta. Respóndeme — Sentencio, mirándolo con dureza.

Itachi desvía la mirada mientras saca su móvil del bolsillo trasero de sus pantalones y me muestra una fotografía: Soy yo y un montón de personas que conocí en el viaje. No estamos haciendo nada en particular así que supongo que esa fotografía se la ha enviado el detective que contrato para seguirme.

—Es absurdo, ¿Qué puedo hacer para que entiendas que eres el único para mí?— Digo besando la comisura de sus labios. No digo nada acerca de cómo ha obtenido esa foto porque sé que ni siquiera es consciente de que ha llegado al punto de pagarle a alguien para seguir cada uno de mis pasos.

— Sasuke, sé que soy el único para ti, pero eso no impide que otros te miren. ¿Tienes idea de la ansiedad que sentía por no tenerte aquí? —  Confiesa aferrándose a mí, envolviendo mi cintura en un fuerte abrazo. — Tenía miedo de que no volvieras, porque entonces yo tendría que ir a buscarte y definitivamente mataría con mis propias manos a quien se atreviera a alejarte de mí…—

Silencio a Itachi con un beso, en parte porque su mente ha comenzado a divagar y en parte porque con esos pensamientos solo logra hacerse daño. Su lengua se mueve en mi boca con exigencia, explorando la cavidad que debe conocer de memoria. Siento sus finos dedos colarse por debajo de mi playera, arañando lentamente mi piel. Me estremezco, no puedo evitarlo. Sus dedos se aferran a mi espalda, cerrando cualquier espacio que pueda haber entre ambos.

— Quiero hacértelo — Me dice en un tono de voz que conozco bien, un tono de voz que mezcla lo erótico y lo lascivo, es el tono de voz que usa cuando está dispuesto a hacernos sentir bien a ambos.

Rodeo la cintura de Itachi con mis piernas y comienzo a rozar nuestras pelvis, lenta y lascivamente. Cuelo mis manos en su camisa y comienzo a acariciar esa piel que me vuelve loco mientras lentamente me deshago de esa prenda. Mis dedos se entierran en su cadera cuando succiona mi lengua con sus labios, puedo sentir como mi miembro comienza a sentirse atrapado dentro de mis pantalones.  

Llevo mis manos hasta la cinturilla de sus pantalones y tiro de ellos hacia abajo, permitiéndome tocar su erección sin molestas prendas de por medio.

 

Sin que nos diéramos cuenta nuestros cuerpos maduraron, al igual que nuestros deseos. En algún momento el frotarme contra sus muslos y acariciarnos desnudos dejo de ser suficiente. Yo lo deseaba y quería que él me deseara mucho más de lo que yo pudiese imaginar.  Quería ser lo único en su vida, el único que ocupara cada segundo de su pensamiento… y lo logré.

 

— Estas muy duro— Exhala complacido cuando froto mi erección contra su abdomen. Sus manos bajan hasta mis pantalones, deshaciéndose de ellos al igual que de mis boxers. Toma el borde de mi playera y la sube hasta quitármela. Acaricia suavemente mi pecho desnudo, delineando con su pulgar las marcas moradas que él mismo se encargó de hacer la noche antes de mi viaje y que aun adornan todo mi cuerpo  — Me alegra ver que aún siguen aquí —  

— A mi también me alegra que sigan allí — Digo, bajándome de la barra, sintiendo la humedad de la sangre brotando de mi pie. Acaricio su pecho con mi nariz, bajando en línea vertical hasta sentir su miembro rozar mi mentón. Tomo su miembro y lo llevo a mi boca, lamiendo la punta de aquel falo que palpita ansioso.

Levanto la mirada mientras comienzo a succionar, logro ver como hecha su cabeza hacia atrás satisfecho, muerde su labio inferior con excitación y su pecho se infla y desinfla rápidamente mientras sus manos empujan firmemente mi cabeza, dirigiendo la intensidad y profundidad del acto. Lo escucho gemir con la garganta, sin preocuparse de la clase de sonidos que puedan salir de ella, su respiración agitada es el mejor de los incentivos.

Subo una mano por su rígido torso hasta su pecho, sintiendo mi piel arder contra su piel. Él regresa el rostro hacia mí al sentir mis dedos y me sonríe, completamente encendido. Mi miembro tira de mi vientre exigiéndome atención y comienzo a masajearme. No hay nada que me estimule más que ver su rostro anhelante, deseoso de mí.  

Sin aviso, Itachi me levanta del suelo donde estaba arrodillado, permitiéndome recuperar el aliento antes de guiar mis labios hasta los suyos para besarme violentamente, dejándome de nuevo sin respiración. Sus manos se aferran a mis muslos y de un tirón logra subirme de nuevo a la barra.

— Sabes que… odio que hagas eso — Me reprende con la voz entrecortada. Lo sé, detesta que me masturbe, Itachi tiene celos incluso de mi propia mano.

— Perdona, me deje llevar — Me disculpo, enterrando los dedos en su cabello, atrayendo su cara hacia la mía, uniendo mis labios a los suyos mientras me preparo para lo viene.

Itachi sujeta mi cadera, elevándola para tener acceso directo a mí y lo único que puedo hacer es cerrar los ojos. Su miembro se abre paso de golpe por mi cuerpo, entrando en mi sin preparación pero manteniéndose quieto para que pueda acostumbrarme pronto. Trato de relajarme aunque es algo verdaderamente difícil, he estado semanas sin él, sin su calidez. Estoy ansioso.

Después de un momento Itachi comienza a moverse suavemente, poco a poco. La punta de mi miembro roza contra su abdomen a cada embestida y me produce un placer inexplicable. Respiro agitado, sintiendo un montón de contradictorias sensaciones; paz y ansiedad, dolor y placer, pero sobre todo absurdo deseo.

Una de sus manos sujeta mi espalda para mantener el equilibrio, mi excitado miembro queda aprisionado entre nuestros cuerpos y no puedo hacer más que gemir. Itachi acelera el ritmo, haciéndome perder cada vez más la cordura. Mis jadeos cada vez más sonoros chocan contra su cuello y resuenan en toda la cocina. Gimo más fuerte, sé que Itachi revisa las cámaras de vigilancia cada noche y eso le dará material suficiente para una buena paja.  

Los gemidos roncos de Itachi chocan contra mi oreja, su lengua invade mi oído despertando más sensaciones a pesar de que parezca imposible. Su piel contra la mía y mi extensión masajeada por ambos cuerpos están a punto de llevarme al cielo. Cierro los ojos, el oxígeno se niega a entrar a mis pulmones y mi cuerpo comienza a contraerse, fuerte e irregularmente. Su garganta libera un quejido satisfecho y lo imito, perdiéndome por completo en el orgasmo. Siento mí propio semen derramarse sobre su cuerpo, embarrándonos a ambos, mientras el suyo me llena el interior completamente.

 

Itachi se volvió mío, en todos los sentidos. Total y definitivamente mío. No me importa si esto termina destruyéndome, justo ahora no hay nada que me haga más feliz que ser totalmente absorbido por él y su locura.   

 

Lo beso ávidamente, aun con la respiración agitada. Su sexo palpita aun, caliente y sensible dentro de mí, provocándome placenteras contracciones. Mi mente sigue nublada y mi pie punza dolorosamente por la herida aun sangrante, curiosa combinación. 

— Me he puesto un poco demente. Lo lamento — Murmura Itachi contra mi cuello, lamiendo y dejando esas dolorosas marcas que me sellan como su propiedad.  —A veces creo que solo debería ponerte una cadena alrededor del cuello y no dejarte salir nunca más, ¡Estaría más tranquilo de esa forma! — Dice en tono de broma, pero no lo es, habla en serio, lo hará. Llegará el día en que no soporte verme poner un solo pie fuera del departamento y eso será todo, le dará fin a mi libertad. Terminará por volverse loco y su locura le obligara a acabar con la vida de ambos, de la forma más sórdida y brutal que se le ocurra en ese momento.

—Esa es una gran idea— Digo acariciando su cabeza con ternura, sintiendo sus brazos rodearme por completo y su cálido cuerpo pegarse al mío, encajando perfectamente como si fuésemos dos piezas de un rompecabezas, un rompecabezas único y perfecto. 

Una persona normal difícilmente se acostumbraría a vivir de la forma en que yo vivo. Siendo observado y grabado las 24 horas de día, sin ningún tipo de privacidad ni libertad. Sin ningún lugar al cual huir ni donde esconderme. Sin ninguna persona que pueda o quiera ayudarme. Condenado al peligro y la incertidumbre de cuánto tiempo más mi amante estará cuerdo. Pero yo me he acostumbrado a todo de él; a su habitual peligrosidad, a sus extrañas manías, a su absurda inseguridad, a su falta de razón y a su alma rota. El simplemente es como es y así es perfecto para mí.

 

Quizás yo también estoy un poco loco. 

Notas finales:

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