Apreciada J, ¿Cómo te ha ido?
Sé que durante mucho tiempo desaparecí de tu vida.
Y quizá inluso ahora resulte para ti doloroso el que me introduzca nuevamente de ésta forma, que me cuele con las garras sucias de mi realidad a la tuya.
Pero te juro que no es con intención de hacerte daño.
¿Recuerdas lo que dije en la pasada carta? Este verano que pasó, pinté la pared de blanco.
Ahora me mira como un cachorro de grandes ojos, como esperando qué de nuevo haré con él.
El pasado está enterrado, ahora, en el mismo pasado dónde debió quedarse.
El labial pasó de rojo a carmesí. De carmesí a negro, y ahora a blanco.
Ardió lo suficiente y ahora sus cenizas reposan en la caja blanca donde debieron estar en un principio.
Querida, J, quizá este sea un buen momento para decirte que empecé de nuevo. Pese a que jamás terminé de romperme. Al contrario, pienso que todas las piezas regresaron a su lugar y lo que parecía un coliseo en ruinas es ahora la mejor de las obras en mi vida.
Es una reconstrucción.
Una unión de piezas resanadas que se muestran majestuosas bajo el sol y que resisten cualquier golpe de la tempestad.
Yo misma dejé de amar a los demás para empezar a amarme.
Porque me di cuenta que quizá el amor que buscamos no es otro más que el nuestro y nosotros mismos lo ocultamos.
Somos unos traidores de nuestra propia sangre, ladrones de nuestro corazón.
Buscamos en otros lo que no vemos que tenemos y esperamos que ellos rellenen unos huecos que creemos vacíos pero no lo están.
Quizá sea exageración.
Pero tú bien sabes que siempre he sido dramática, y eso nunca se me va a quitar.
Incluso ahora recuerdo que te amé con desesperación. Pero me doy cuenta que si bien lo hice, no parece ser tanta la desesperación en estos días como en aquellos. En aquellos tiempos en que aún era joven y todo me parecía enorme, quizá mi amor por tí sufrió el mismo juego de espejos. Tal vez me pareció un monstruo a pesar de no ser más que una miniatura.
Ahora cada vez que recuerdo eso, sonrío. Porque sé que aunque la J de mis viejos días no volverá, aún así repito, tengo la certeza que ya no me dolerá.
Porque me cansé hace mucho tiempo de sentir dolor.
Porque ahora sé que la única persona que puede lastimarme soy yo misma y que eso no lo volveré a permitir.
Sé también que no importa a cuántos personajes les ponga tu cara, a cuántos haga hablar como tú, ellos no serán tú, sólo serán partes móviles de mi imaginación y yo sólo podré disfrutarlos y aplaudirlos ya sin ninguna intención.
Cara J, yo sé que en algún momento nos volveremos a cruzar, si eso pasa no dejes de sonreírme que yo haré lo mismo.
A lo mejor no volvemos a mandarnos ni siquiera un recado y esta sea la última vez que tú veas mi letra en un papel. Y creéme que estoy segura de eso.
Porque yo sé que no contestarás ni yo misma volveré a dirigir una misiva a tu buzón.
Es momento de que deje ir el vago recuerdo que aún me queda de tí.
Es tiempo de hacer de ésta, una carta de despedida. Un adiós en tinta.
En el cielo en el que estás, recibe esta despedida, la oficial y la última. Porque no espero llegar al mismo lugar que tú, yo siendo tan terrenal
Amada J, porque sigues siendo amada a pesar de no serlo ya con la misma pasión que antes, te deseo la mejor de las suertes.
El mejor de los destinos si es que allá donde estás existe algo llamado así.
Descanza en paz, J. Porque yo ya no interrumpiré tu sueño.
Con amor, MH.