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Minuto cero. por MitcheKiller117

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Yo no soy Tao. No soy Wu Yi Fan. Esto es ficción y parte de mi amplia imaginación. Yo solo soy una soñadora dispuesta a narrar, en su mayoría, locas historias de amor.

Notas del capitulo:

Aclaraciones:

—Diálogos.

Puntos a remarcar.

Palabras escritas.

 

 

Advertencia: Cursilerías, mucho amor y una perspectiva amorosa hacia ZTAO.

 

 

When the waves are flooding the shore and I can't find my way home anymore, that's when I... I look at you.

 

 

 

 

 

¿Qué es eso que tienen los aeropuertos?

Mentiría si dijese que no se lo ha preguntado desde la segunda vez que estuvo en uno, con los brazos de su madre rodeando su cuerpo, apretándolo firmemente contra el suyo: Despidiéndose durante lo que ninguno sabía, iba a ser un muy largo periodo.

Después de ese episodio, se vio obligado a visitar lugares como ese en numerosas ocasiones. Y curiosamente, siempre en todas y cada una de ellas, sus ojos eran capaces de apreciar las mismas situaciones: Rostros centelleantes, lágrimas acumulándose bajo los ojos de montones de personas, emoción, pero sobre todo la nostalgia que una despedida trae consigo.

Tao no sabe ni tampoco está seguro de ello, pero su lado romántico siempre le ha dicho que las declaraciones de amor más sinceras se hacen en un aeropuerto.

Nada más dulce que un abrazo luego de no haber visto a la persona que tanto amas durante mucho tiempo. Nada más sincero que las lágrimas corriendo por las mejillas de un rostro que se despide de un ser amado.

Tan solo estar de pie, esperando por o despidiendo a alguien que está en tu corazón, debería significar mucho para la otra persona. Y es precisamente por ello que los aeropuertos son el lugar favorito de Tao en el mundo… Incluso si él jamás ha tenido un encuentro romántico en ellos. Incluso cuando para él ha significado más un triste adiós. El corazón de Tao late velozmente cada vez que se encuentra en uno. Sus ojos se mueven, alertas y a la expectativa. Esperando encontrarse con una silueta familiar en la distancia. Fantaseando con poder verlo entre un montón de cuerpos apresurándose a sus respectivos vuelos… Esperando por él.

Aunque el latir se vuelve tranquilo cuando sus pies lo conducen a casa.

Y YiFan nunca está ahí.

YiFan parece haberse convertido en un sueño de verano a punto de caer por un precipicio de recuerdos que conducen al olvido.

Aunque se niega y se rehúsa, porque Tao no puede dejar de decirse a sí mismo que si alguien ha olvidado sus promesas, entonces ese es YiFan y no él.

El rencor quedó sellado bajo un montón de emociones mucho tiempo atrás… Incluso cuando haberse despertado una mañana sabiendo que era el final, había sido increíblemente devastador para su corazón.

Tao todavía recuerda sus nudillos frotándose fuertemente contra sus parpados, obligándolos a abrirse y a sí mismo a despertar. Porque no podía creer lo que estaba viendo, porque enterarse al leer comentarios en Internet sobre su abandono, no pudo haber sido más catastrófico. El dolor del profundo hueco que su partida le hizo en el pecho como una bala, fue el mismo que condujo sus dedos sobre el teclado táctil de la pantalla: El montón de sentimientos encontrados, la rabia y sobre todo la desesperación, los principales causantes de esa nota acusadora posteada en una red social.

Pero pese a lo humillante que pudo haber sido no haber pensado jamás en las consecuencias, pronto Tao se encontró a sí mismo con el rostro hundido en la suavidad de una almohada y la mirada perdida. Recuerda las palmadas tranquilizadoras de JoonMyun, así como las miradas cómplices que LuHan y Yixing compartían de vez en cuando, intentando animarlo desde la puerta.

Con las lágrimas negándose a salir, Tao recuerda haberse preguntado cuán poco pudo haber significado para YiFan como para que éste no hubiese podido confiar en él sus sentimientos. Como para haberse marchado sin despedirse, sin un último abrazo, sin una sencilla explicación que sin importar cuan patético pudiese ser el motivo, él sin lugar a dudas se hubiese forzado a aceptar.

Con una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora, Yixing le dijo lo mucho que Wu en realidad lo quería.

Tao, con los ojos brevemente cegados por los flashes a los que nunca terminará de acostumbrarse, aún se pregunta si eso alguna vez fue verdad.

—¿Hay algo de lo que realmente estés arrepentido? ¿Algo que crees que hiciste mal?

La pregunta toca su corazón, estrujándolo en su pecho y Tao no necesita pensarlo demasiado para encontrar una respuesta.

—Lo hay…

—¿Qué es?

La voz pastosa de la reportera, le hace saber que es una persona más. Alguien a quien verdaderamente lo que está a punto de decir no le importa. Alguien que cumple con su trabajo y nada más, alguien en quien no debería confiar tan cargado sentimiento, pero con quien va a sincerarse de todas formas porque está ahí sentado, ofreciéndole una imagen opacamente suya a las cámaras, porque ya había decidido hacerlo.

Porque tiene que ser valiente. Y el recuerdo vagamente pronunciado de YiFan en su memoria, lo incita a tragarse todo el dolor y mar de emociones y hablar con el corazón en la mano, sabiendo que va a ser juzgado un poco más de lo que ya lo es, sabiendo que una vez las palabras salgan de su boca, ya no habrá vuelta atrás.

—Lo que le hice a Kris Wu… Si yo hubiese sido la persona que soy ahora, definitivamente hubiese apoyado su decisión en su tiempo.

La pausa repentina para tomar aliento y fuerzas que ninguno de ellos jamás podrá darse cuenta que necesita, le provoca una ráfaga repentina de tranquilidad.

Y las lágrimas se deslizan fuera aunque quiere ser distinto.

Y se odia a sí mismo durante el transcurso de un par de segundos, porque nunca es lo suficientemente fuerte como para mantenerlas dentro de sus ojos. Y el mundo es capaz de verlo quebrarse frente a sus ojos, pero Tao sabe que lo único que recibirá son argumentos vacíos y numerosos comentarios negativos contra su persona.

Y por primera vez, ya no le importa… Así que cuando mira a la cámara para continuar, piensa en lo mucho que desearía que YiFan estuviese viéndolo en ese momento. Y entonces lo dice, mirándolo imaginariamente a los ojos como recordaba haberlo hecho en el pasado. A él, la única persona que lo había hecho reunir el suficiente coraje como para enfrentar los medios… Y aunque su voz probablemente llegará a un millón de personas, cuando habla, Tao solamente se dirige a su gege.

—Ahora no sé si él podrá perdonarme o no.

La entrevista continua, nunca dándole un segundo para recuperarse del impacto de la pregunta anterior. Tao trata de responderlo todo con brevedad y concisión, no desviándose del tema ni alargándose tampoco, siendo lo suficientemente prudente como le habían dicho que fuera, pero sin morderse la lengua cuando de hablar de su antiguo grupo se trataba.

Cuando la entrevista acabó, la mujer le sonrió con algo que iba más allá de la lástima.

Tao no podría definir jamás el sentimiento con exactitud, pero sin importar la manera en que fuese visto a partir de ahora, sabía que no tenía nada por lo que arrepentirse.

Emocionalmente agotado, se condujo hacia su destino con la garganta hecha un nudo y el maquillaje estropeado por las tormentosas lágrimas que siempre era incapaz de contener.

La voz burlona de BaekHyun hizo eco en su cabeza, llamándolo llorón hasta que una sonrisa tristemente esbozada se apoderó de su boca. Nostalgia…

Sus pasos lo entregaron a una fila de pasajeros dentro de un avión con destino a Beijín, los brazos cómodos del asiento, a un profundo sueño que le parecía más bien una avalancha de recuerdos punzantemente dolorosos…

 

 

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Hacía frio y estaba confundido.

Las personas se amontonaban a su alrededor, no tomándole jamás la suficiente importancia debido a su irrelevancia. El abrigo que llevaba encima resultaba cálido más no del todo acogedor, las gotas de lluvia cayendo del cielo empaparon rápidamente el cristal: Tan pronto como los ojos de Tao enrojecieron, sus manos temblorosas echas un nudo a sus espaldas.

Abrió la boca y más sin embargo no dijo nada, sus dientes no tardaron demasiado en presionar levemente su lengua, preguntándose qué demonios estaba él haciendo ahí.

Parado frente a él, un hombre mucho más bajo a quien le debía todo el respeto por ser más que un compañero, un sunbae. Un joven Tao con rasgos muchísimo más infantiles meditó probablemente durante demasiado tiempo sus acciones, pero terminó tirando de la manga de aquel al que debía llamar Hyung.

—J-JoonMyun H-Hyung…

Su extraño acento y la lengua trabándosele hicieron reír al mayor, que se giró justo a tiempo para dedicarle una de esas bonitas sonrisas que siempre parecían estar disponibles para él.

—¿Qué sucede Tao?

El ceño del aludido se frunció, culpándose por tardarse demasiado en entender cómo comunicarse en un idioma extraño. Antes de separarse de su familia y viajar a Corea en busca de sus sueños, apenas y había tenido la oportunidad de aprender el idioma ahí hablado, justamente ese era el motivo por el cual a ocho meses de su llegada a la compañía, todavía se le dificultaba expresarse y hablar durante más de un minuto con sus superiores e inferiores.

La mano del bajito le resultó cálida cuando lo palmeó en los hombros, teniendo que mirar hacia arriba para mandarle una de sus tranquilizadoras miradas. — Están por llegar, no vamos a tardar mucho.

JoonMyun se había ganado su total respeto y admiración desde el momento en que se enteró de sus casi siete años de persistencia dentro de la empresa. Sin embargo, la cariñosa relación apenas floreció un par de meses atrás, cuando los rumores comenzaron a correr y el pelinegro se sentó a su lado, contándole cosas que no estaba del todo seguro de comprender, maravillado ante la idea de finalmente poder debutar y, por supuesto, lo grandioso que sería hacerlo junto a Tao.

Durante el transcurso de su tiempo juntos, el mayor había intentado con todas sus fuerzas convertirlo en un ser de lo más sociable, fracasando irremediablemente en la mayoría de sus intentos, pero Tao siempre lo agradeció. Lo único que su timidez le había dejado al chino, fue el no ser reconocido por casi nadie en los pasillos y haber entablado tan pocas amistades.

JoonMyun tiró de su mano un poco más efusivo de lo que recordaba haberlo visto alguna vez, señalando las escaleras eléctricas por donde los pasajeros del vuelo más reciente bajaban uno tras otro.

Apenas levantó la mirada en la dirección que se le indicó, Tao reconoció a un muy buen bailarín entre los trainees de SM: De nombre Zhang Yixing, personalidad distraída y carácter persistente. Sin embargo, ni la bonita piel que éste poseía, ni los ojos negros tan hechizantes pudieron mantener los ojos de Tao puestos en él.

La persona que reclamó toda su atención bajó elegantemente los últimos peldaños de la escalera, adelantándosele a la electricidad con la que ésta viajaba como si no le gustase esperar en absoluto. Su cabello estaba revuelto y parecía recién teñido, vestía del negro de la noche y lo miró también, robándole el aliento.

—¡Tao! — JoonMyun dijo, intentando acaparar la atención sin siquiera acercarse un poco. — ¿Recuerdas a…?

Lo hacía.

Lo recordaba. JoonMyun ni siquiera tenía que terminar de formular esa pregunta porque él ya tenía la respuesta.

Los ojos oscuros y rasgados sobre su persona lo hicieron estremecer, sus pies apenas encontrando el modo de moverse por sí solos y seguir la pequeña figura de aquel que no tenía idea en algún momento de su vida debería llamar líder.

Tao lo había visto tantas veces, el número de veces que se habían topado el uno al otro en los largos, laberinticos e infinitos pasillos de SMEnt. era incontable… Las veces que Tao se había maravillado con su presencia no tanto.

Y también estaba aquella vez en que le habló.

—¿Eres ZiTao?

Asintió rápidamente, agachando la cabeza lo más respetuosamente que le fue posible. Su voz era tan jodidamente fría como la recordaba. Todo él. Cada pequeña parte.

Wu YiFan. El frio chino de Canadá. El insensible trainee del segundo piso. El chico que podía hacer a Tao estremecer sin siquiera ponerle un dedo encima: Sonrió de medio lado antes de permitirle a sus oídos deleitarse con el sonido de su risa por primera vez.

—Vas a tener que aprender a hablar si pretenden que trabaje contigo.

Oh, maldición.

Tao podría recitarle poesía si era eso lo que quería.

 

 

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Jugando nerviosamente con sus dedos, un Tao mucho más joven intentaba por todos los medios mantenerse tranquilo.

El murmullo del viento dejaba en él una sensación estremecedora, aunque eran más bien las voces en el interior del Edificio por el que acababa de salir las que lo atormentaban. Adentro, donde supuestamente debería estar parado, sus compañeros y el equipo del Show de televisión para el que habían sido solicitados, se preparaban para comenzar a grabar dentro de unos minutos. Pero, tan inseguro como era, a ZiTao le parecía imposible volver allí: Las cámaras monitoreando sus movimientos provocándole nauseas, era precisamente por ello que se había escabullido, encontrando milagrosamente una salida de incendios y usando como pretexto personal las ganas de tomar aire, incluso si se estaba congelando y las mejillas teñidas de morado eran la viva prueba de ello.

La pesada puerta de metal que se había asegurado de cerrar cuando se escapó, chirrió cuando alguien más la abrió. El cuerpo de Tao permaneció inmóvil, tan delgaducho como era, su espalda contra la sucia pared.

—Estás siendo descuidado con la ropa.

Fue la voz gruesa de ese hombre la que lo hizo estremecer, su temblorosa carita negándose a girarse para enfrentarlo. — L-Lo lamento.

La grava crujió bajo el calzado de aquel hombre alto e imponente al que le debía respeto como líder, Tao miró el flequillo negro que le cubría los ojos en tanto el mayor se recargaba junto a él, adoptando una posición muchísimo más guay cruzándose de brazos.

—¿Es una especie de ritual de buena suerte escaparte cada vez que estamos a punto de grabar algo? — Inquirió con la voz más sepulcralmente seria ese chico, siempre siendo tan frio con todo el mundo.

Tao zarandeó la cabeza, negando con timidez. Kris, como la empresa había decidido que se llamaría a partir del debut, se le adelantó a hablar. — ¿Estás asustado?

Las mejillas del más bajo se calentaron inmediatamente ante la pregunta. Sorprendentemente, su líder había ablandado el tono de su voz para preguntárselo y cuando alzó finalmente la cabeza para verlo, lo encontró mirando impasiblemente los botes de basura vacíos que estaban frente a sus cuerpos.

Era vergonzoso admitirlo en voz alta, por lo que el ojeroso simplemente atinó a asentir, apretando con fuerza el nudo que sus manos habían hecho al juntarse, esperando por un severo regaño que nunca llegó.

La intensa mirada de Kris sobre su persona lo cohibió, pero fueron esas gigantonas manos sobre sus hombros las que tranquilizaron con una paz que no recordaba haber sentido antes sus temblorosos movimientos.

—Todos lo estamos.

Tao lo miró por debajo del flequillo.

—Asustados — El más alto agregó, frunciendo el ceño como si no terminase de encontrar las palabras adecuadas para hablar. — Un error es lo único que necesitamos para que todo termine y nuestros sueños se vayan al carajo, pero escúchame Tao… Escucha lo que te digo.

Y lo hacía, justo en ese momento, el menor creía que incluso de haberlo querido, ya no contaba con el suficiente valor como para dejar de mirarlo.

—A la mierda — Kris espetó con una sonrisa extrañamente tranquilizadora. — A la mierda las cámaras y todos los malditos medios, estamos aquí por un sueño… Vamos a cumplirlo.

Tao asintió despacio, como si no terminase de creerse lo que escuchaba.

El más alto finalmente apartó las manos de sus hombros, girándose y encaminándose en dirección a la puerta, deteniéndose únicamente para volverse y dedicarle una de esas duras miradas que siempre tuvieron un significado mucho más fuerte.

—¿Vienes?

Y cuando Tao tomó su mano ese día, dejando que guiara sus pasos por primera vez, supo que la suya no había sido simplemente una sugerencia para que lo siguiera dentro del Edificio a filmar un programa de variedades. La suya había sido una promesa muda a base de manos entrelazadas y alientos congelados… Una que no consistía en atravesar solos un largo pasillo, sino lo que no sabían, sería una larga temporada llena de obstáculos malolientes.

 

 

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Su estómago rugió, una vocecilla interna exigiéndole comida.

Parado frente al aparador de una panadería, ZiTao envolvió sus brazos alrededor del lugar de dónde el vergonzoso gruñido provino. Sus compañeros continuaron con la caminata, afortunadamente, ninguno de ellos visiblemente interesado en lo hambriento que verdaderamente estaba sintiéndose.

Las golosinas perfectamente decoradas detrás de la vitrina tenían escrito cómeme con merengue.

Había una inmensa variedad de panecillos recién hechos: Rollos de canela, esponjosos bollos, apetitosos cupcakes y pasteles deliciosamente coloridos. Absolutamente todo lo que tenía prohibido comer… Porque aparentemente estaba siendo sometido a una dieta tan estricta, que un trozo de queso era considerado en extremo peligroso para su peso.

Nadie podía culparlo por detenerse a mirar, entonces. Incluso si llevaban un poco de prisa y llevaban lo que parecía ser demasiado tiempo presos de las manecillas del reloj moviéndose.

Secretamente, Tao siempre estaba imaginando lo fácil que todo sería si ellos en verdad contaran con los poderes fantásticos que la compañía les había asignado.

Desde que fueron separados en grupos de seis, ninguno de los dos bandos había vuelto a verse. Tao pensaba que Kai podría traer a los chicos a cenar de vez en cuando si tan solo la teletransportación fuese una opción. SuHo se bañaría con él antes de volver a corea, entonces, proporcionándole una fuente de agua muchísimo más sana y amena que la de las tuberías. Y Tao podría abrazarlo, quejarse todo lo que le viniese en gana de lo presionado que se sentía, hacer pucheros absurdos sin ser puesto en cuestión… Porque SuHo es como el hermano mayor al que él cada noche extraña demasiado y, lastimosamente, no hay nadie a quien pueda considerar de ese modo en la subunidad de la que es parte.

Yixing es demasiado distraído, pierde el hilo de la conversación con tanta frecuencia que Tao dejó de intentarlo hace mucho tiempo. JongDae se cree demasiado chistoso, y por lo menos hace reír a XiuMin, con quien a Tao no le importaría compartir su tiempo sino insistiese tanto en estar siempre junto al de sonrisa gatuna. LuHan es un caso perdido de amor no correspondido hacía el Hyung. Y YiFan… YiFan es…

—Toma.

Muchas veces los ruidos del entorno en que se mueve, no son suficientes como para acaparar la atención que tanto le pone a sus siempre constantes pensamientos.

La campanilla que hay en la puerta de la panadería no es una excepción.

Siendo sorprendido por el tono áspero dirigido hacia su persona, Tao levantó la vista temerosamente, sus manos temblando dentro de su gigantesco abrigo y las mejillas repentinamente teñidas de un curioso rojo escarlata.

YiFan le dedicó una sonrisa.

No una forzada, de esas que tanto parecía ensayar para los show televisivos a los que comúnmente eran invitados: Era una sonrisa real.

—Espero que te guste el glaseado de limón… — Murmuró, agitando un poco la mano con que no estaba sujetando un pequeño pastelillo en dirección a su cara, como intentando despertarlo. — No sabía qué era lo que te gustaba y a mí me gusta, así que simplemente lo compré.

Wu YiFan nunca hablaba con él a menos que fuese estrictamente necesario.

Sin embargo, en más de una ocasión, Tao se encontró descubriendo que el otro lo miraba fijamente, preguntándose entonces si es que el Líder al que le guardaba tanto respeto buscaba la forma de acercarse a él silenciosamente.

—¿P-Para mí?

El alto debió encontrar lindo el gesto que Tao hizo con sus manos, señalándose a sí mismo, porque dejo escapar una risa dulzona, empujando después el pastelillo hacia enfrenta para que el menor lo tomara.

Tao lo tomó lentamente entre sus manos, avergonzándose del hecho de que su Líder seguramente notó que le sudaban las extremidades y, ese día, en Beijín estaba haciendo un frio del demonio.

Lentamente, el de ojeras acercó su boca a la cubierta glaseada del panqueque, sus labios cerrándose suavemente sobre ella y su lengua saboreando casi instantáneamente.

—E-Está delicioso… — Murmuró con timidez bajo la intensa mirada de cuencas oscuras que últimamente había encontrado tan fascinante.

Kris le mostró su perlada dentadura, su zurda levantándose justo a tiempo para robarle el aliento a ZiTao cuando el pulgar se encargó de limpiar la comisura de su labio inferior.

El corazón del menor casi se le sale del pecho cuando lo vio llevarse el dedo a la boca, chupando para esconder una sonrisa de lo más traviesa.

Entonces recuerda haber querido decir algo, como también recuerda sus cuerdas vocales traicionándolo y dejándolo sin poder emitir palabra alguna. Recuerda lo cálida que estaba la mano de YiFan cuando rodeó la suya, murmurando lo tarde que era y lo mucho que debían de darse prisa.

Recuerda copos de nieve y dos centímetros de ésta cubriendo la acera, sus temblorosos pies moviéndose lo más rápido que los nervios lo dejaron.

Lo recuerda tan perfectamente como esa adorable sonrisa. Como el sabor del glaseado que en ocasiones todavía siente en la lengua. Y recuerda también que fue precisamente esa tarde, con el corazón desembocado, cuando supo por primera vez lo enamorado que se estaba sintiendo de ese rubio tan intimidante que solía tener por líder.

 

 

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Los momentos de tranquilidad como ese, con el paso del tiempo estaban comenzando a evaporarse.

Estaban ocupados. Cada minuto, de cada día, de cada semana.

La respuesta del público para con sus canciones comenzó repentinamente a ser buena, la velocidad con la que subieron en los rankings musicales totalmente impredecible. Su manager argumentaba siempre que eso no era nada comparado con el éxito esperado para el primer álbum, pero eso no los hacía sentirse menos tensos, ni les arrebataba el cansancio tampoco.

Ese Jueves Tao estaba sintiéndose particularmente inútil.

Un paso en falso, perdió el equilibrio y una lesión más se añadió a la creciente lista.

Desde muy temprano todos se habían levantado para seguir su rutina, comenzar con las fatigantes actividades y anhelar poder terminar temprano para conseguir dormir un rato, Tao incluido… Eso hasta que Kris se recargó contra la puerta todo brazos cruzados y ceño fruncido.

—Tú no vas a ir a ningún lado.

La boca de Tao se abrió para protestar, decir algo como que ya estaba bien, mentir diciendo que su pie ya no le dolía, pero el alto rubio se le adelantó con los brazos todavía cruzados, alzándose imponentemente sobre su silueta.

—Tú, no, vas, a, ir. — Repitió con voz autoritaria.

Los hombros del menor cayeron, rindiéndose mucho antes de intentarlo ya a sabiendas de lo inútil que era discutir con ese hombre. — ¿Y por qué no?

YiFan sonrió de medio lado antes de girarse y darle la espalda, un plano al que Tao no pudo resistirse a sacarle la lengua.

—Descansa… Y no te preocupes, ya lo hablé con Manager Hyung.

El menor suspiró ruidosamente, ganándose una mirada amenazante por encima del hombro por parte de su líder. — Si intentas hacer algo que ponga en riesgo tu salud, me enteraré y me encargaré de ti en la noche, ¿entendido?

Tao no lo había puesto en cuestión, simplemente se había dejado caer de espaldas a la cama, sumergiéndose en su propia miseria con la almohada en la cara, de modo que no tuvo tiempo de captar la imagen preocupada que YiFan tenía impresa en el rostro cuando se giró para cerrar la puerta.

El resto de ese jueves no fue más que televisión y comida chatarra.

Había abandonado la dieta precisamente cuando Kris se dio cuenta que estaba peligrosamente sobre la línea que separaba la anorexia de la salud, y fue entonces cuando su Líder le pidió personalmente que parara, obligándolo a comer cualquier cosa que pensara podía devolverlo a su peso ideal.

Tao hacía ejercicio, por supuesto, por lo que comer frituras de vez en cuando y a esas alturas ya no se sentía ilegal.

La televisión estaba encendida cuando la puerta del departamento crujió al abrirse. Tao, sin embargo, no le prestó atención, ni tampoco tuvo ganas de levantar la cabeza de la almohada o mover un solo centímetro de su cuerpo de la posición en la que estaba.

Por ello, cuando el borde de la cama se hundió bajo un peso adicional, el menor dio un respingó acelerado, precipitándose hacia arriba para mirar de un lado a otro alarmado.

—¿Dormiste todo el día?

Tao suspiró, intentando que el hecho de que se tratase del alto fuese algo normal: Pero su corazón continúo latiendo acelerado como cada vez que ese maldito tipo estaba demasiado cerca.

—E-Estaba viendo la televisión.

Kris levantó una ceja. — Creí que habíamos dejado atrás los tartamudeos.

Un sonrojado chico de ojeras volvió a recostarse de espaldas sobre la cama, exhalando todo el aire que no tenía idea había estado conteniendo. No respondió la pregunta implica en su oración sin embargo, y si algo había aprendido de su líder con el paso del tiempo, era lo impaciente que el tipo realmente era.

—¿No me vas a contestar?

El corazón de Tao latió mucho más rápido cuando el rostro afilado del rubio se asomó sobre su cabeza, sus brazos rozando los suyos mientras lo mantenía preso contra el dobladillo de las sábanas.

Sintiéndose especialmente valiente por ser un día tan poco productivo como ese, el menor se atrevió a zarandear la cabeza en negación, el flequillo negro cubriéndole los ojos porque definitivamente le hacía falta un corte pero su estilista no parecía pensar lo mismo.

El ceño fruncido de Kris le dijo que debía hablar, que era el momento, que el rubor en sus mejillas era demasiado evidente y que probablemente su silencio solamente estuviese empeorando las cosas. Pero incluso cuando quiso retractarse y decir algo, la voz le falló, abandonándolo a la disposición de un repentinamente serio Wu YiFan.

—Supongo que te gusta jugar a ignorarme.

La oscuridad reinaba en la habitación pese al rayo multicolor de la televisión. Tao compartía habitación con LuHan, pero no veía a LuHan por ningún lado para sacarlo del lío en que sin querer pero queriendo se había metido.

—K-Kris gege…

El aludido chisteó, su índice posicionándose sobre sus pequeños labios a medio cerrar. Y Tao tragó saliva mientras guardaba silencio, porque ya había hecho las cosas lo suficientemente mal para una noche.

Jamás habían estado tan cerca el uno del otro. Por supuesto que el paso de los meses los había vuelto mucho más cercanos, por supuesto que Tao había intentado mucho para dejar de balbucear cosas frente a él, pero los nervios no eran algo que pudiese controlar… Sobre todo cuando el hombre olía tan condenadamente bien y le gustaba tanto.

Tanto.

—¿Sabes cuál es el concepto de nuestro primer álbum? — La gravedad en la voz de YiFan le arqueó levemente la espalda.

Asintió con lentitud, porque aunque le había asegurado que todavía no estaba confirmado, JoonMyun se lo había contado en confidencia. Y no se atrevía a mirar, por lo que enfocó sus ojos en el color blanco del techo, pero sabía que Kris estaba sonriendo.

—Lobos…

El murmullo en la penumbra lo hizo estremecer, y pensó por un momento que debía ser su imaginación jugándole una mala pasada, pero los labios de YiFan acariciaron levemente su cuello.

—¿Y sabes otra cosa? — Tao se apresuró a negar, aunque ensimismado por la dulzona seducción con que esa voz en la oscuridad lo estaba atrapando. — Me estoy tomando muy enserio ese papel.

Los dientes blancos del alto se cerraron sobre su cuello, y ésta vez su espalda se arqueó por completo, su pelvis atreviéndose a chocar contra lo que debía ser la cintura de su líder. Pero eso no detuvo a Kris en absoluto, porque lo siguiente que Tao supo fue que su boca se movió estratégicamente sobre su cuello; sus labios cerrándose sobre superficies temblorosas lentamente, humedeciendo con su saliva cada tentativo pedazo de carne y jamás olvidándose de saborear.

Las manos de Tao se cerraron sobre las mantas, nunca pudiendo controlar sus quedos jadeos que no parecían ser suficiente para Kris.

—K-Kris gege…

La lengua del aludido se paseó perezosamente sobre sus clavículas, sus manos sujetando con firmeza su cintura para mantenerlo preso, aunque por supuesto que Tao no había hecho ningún ademán de resistencia.

—No se lo digas a nadie, Tao… —Le susurró con un toque de misterio al oído, sus labios juntándose una vez más para dejar un casto beso sobre el lóbulo de su oreja — Pero me gusta cuando me dices así.

 

La mañana siguiente Tao tuvo que escuchar los numerosos golpes a la puerta de madera del baño, pero ninguno de ellos lo obligó a moverse del espejo frente al que estaba parado.

Un beso en la mejilla fue lo último que YiFan dejó sobre su piel antes de levantarse y marcharse sin decir ni una sola palabra. Y Tao se mantuvo quieto, con la mirada fija en el techo incluso cuando LuHan entró contándole lo difícil que había sido su día hasta que la voz del ciervo lo arrulló lo suficiente como para caer en los brazos de Morfeo.

Y esa mañana, ni demasiado temprano ni demasiado tarde, había abierto los ojos preparándose mentalmente para lo que sabía tendría que encontrar frente al espejo.

Las marcas esparcidas por su cuello y el inicio de su pecho podrían haberle parecido abominables a cualquiera, pero no a él. No a Tao, no al chico cuyos dedos recorrían cada centímetro de su piel expuesta recordando las pasajeras caricias de su adorado Gege. No al chico que le estaba sonriendo a ese reflejo cuyo cabello estaba hecho un desastre, al que todavía no tenía idea de cómo demonios iba a ocultar los malditos chupetones pero tampoco tenía tiempo de preocuparse por ello.

Porque Kris había sido un lobo con él por primera vez.

Y de pronto, a él le encantaba la idea.

 

 

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—¿De verdad vamos a actuar como que nada está sucediendo?

Las cuencas oscuras lo miraron por un par de segundos antes de desviarse en otra dirección. Los puños del más joven se apretaron, su cara ardiendo en vergüenza rehusándose a volver a alzarse para continuar siendo humillada de la misma manera.

Su primer álbum había sido justo del modo en que se predijo: Un éxito.

Estaban de vuelta en Corea, promocionando los doce juntos por primera vez y por supuesto, más ocupados que nunca. Salían temprano por la mañana y volvían cuando las calles ya estaban desiertas y las luces de los demás departamentos apagadas.

Por primera vez en lo que parecía ser una eternidad, Tao y YiFan estaban sentados el uno frente al otro, a solas.

El alto parecía más interesado en cualquiera que fuese la cosa que estaba leyendo, de todas formas. Sus ojos moviéndose ágilmente sobre párrafos y párrafos que no le daban a ZiTao la respuesta que esperaba escuchar.

Los minutos transcurrieron en silencio, y más pronto de lo que pensó el menor estuvo arrepintiéndose de haber elegido hacer una pregunta tan absurda, pero tampoco se culpaba por sentirse culpable… YiFan lo había visitado la mayoría de las noches en su habitación, escabulléndose silenciosamente hasta su cama y chisteando al principio para que Tao hiciera silencio.

Los moratones en el cuello del menor no habían disminuido, cuando uno comenzaba a curarse ya habían otros dos por los cuales preocuparse. La vestimenta cerrada de cuello con la que tenía que presentarse ayudaba mucho, así como también lo hacía el mal clima, ambos cómplices de un secreto que el ya no tan pequeño Tao siquiera se había atrevido a contarle a JoonMyun.

El suspiro de YiFan llamó su atención, logrando que levantase la mirada justo a tiempo para observar la forma cuidadosa en que cerró su libro de aparentemente gran valor.

—¿Y qué se supone que está sucediendo?

La tranquilidad en la que comúnmente Tao solía envolverse se desvaneció de inmediato, siendo reemplazada por la rabia y la cólera que le provocaba que el alto estuviese respondiéndole con otra pregunta.

—¡Oh, no lo sé! — Bramó, por primera vez mostrándole su cara enojada al tipo frente al que estaba sentado. — ¡Tú dejándome el cuello lleno de chupetones cada noche, tal vez!

Kris levantó una ceja tan pacíficamente, que Tao incluso se preguntó si le parecía tan ridículo que ahora se reiría de él como si fuese un maldito chiste.

—¿Qué hay con eso? ¿No lo disfrutas?

Más preguntas.

Los dientes de Tao chirrearon cuando los juntó. — ¿Y lo haces para eso? ¿Para qué lo disfrute?

Sonriendo como si fuera inmune a toda esa rabia que se manifestaba en sus narices, YiFan contestó como si no hubiese escuchado nada. — Los niños malos deben ser castigados.

Cínico.

Imbécil.

Maldito hijo de puta.

Hecho un mar de cólera, el menor se levantó de un salto y le dio la espalda, dispuesto a marcharse de una vez por todas por donde había venido. Si YiFan, su YiFan, creía que podía jugar con sus sentimientos estaba muy equivocado. Porque una cosa era que Tao estuviese estúpidamente enamorado de ese tipo, y otra muy diferente que fuese a prestarse para ser algo más que un objeto al que tocar cuando el mayor se pusiese caliente.

Una vez puso una mano sobre la manija de la puerta, Kris tiró de la otra para impedir que se fuera. Y lo único que Tao supo fue que estaba girando sobre sus pies directo a esos brazos en los que todo el tiempo había soñado estar… pero no de esa manera.

—Suéltame — Espetó mordazmente, tirando para zafarse del agarre ahora impuesto.

Las manos de Kris rápidamente se hicieron de su cintura, impidiéndole moverse más allá de lo que él quería que lo hiciera. La respiración agitada de Tao debía estar golpeando el rostro inexpresivo de YiFan, pero sí fue así, nunca lo demostró.

—Estás actuando de manera impulsiva. — El hombre dijo, un par de dedos trazando círculos en la cintura de Tao en un intento casi vano por tranquilizarlo — ¿Dónde ésta el niño tranquilo al que conocí en el aeropuerto?

—¡Creció!

La risa de YiFan le revolvió el estómago. — ¿De qué te riés?

—De ti.

La simpleza con que le estaba hablando solo lograba enfurecerlo más. Guardó silencio sin embargo, exponiéndose a las perezosas caricias de los dedos del chico sobre su cintura e intentando calmarse a sí mismo para no explotar. Cayendo repentinamente en la cuenta de lo ridículo que sonó al decir que había crecido cuando actuaba probablemente más infantil que antes.

YiFan lo trajo más cerca sin que se diera cuenta, eso hasta que su respiración se normalizó y la del más alto no tardó en seguirle el compás.

—Quieres sabes por qué te castigo. — No preguntó.

Tao asintió lentamente, repentinamente sintiéndose demasiado expuesto además de nervioso.

La diestra de Kris escaló sin que se percatase al respecto, demasiado escandalizado por el hecho de que los ojos de su Gege eran preciosos a todas horas. Únicamente reparó en ello cuando le sujetó la barbilla, examinándolo como si verdaderamente fuera un lobo y él su presa.

—Eres mío.

Tao dejó de respirar.

—Eres mío y soy celoso.

Los latidos de un corazón demasiado ruidoso fue lo único que les fue posible escuchar durante un minuto de silencio absoluto.

—¿Q-Qué estas…

—Soy celoso y no me gusta verte con otros hombres, Tao. — Murmuró, mirándolo tan profundamente que a Tao simplemente no le cupo la menor duda. Su cabeza ladeada, los labios del menor siendo presas de esas carnívoras cuencas negras.

Con las mejillas rojas, el menor colocó ambas manos sobre el pecho del alto, intentando hacer que retrocediera y fracasando de inmediato. — N-No seas tonto, Gege…

—Pero lo soy. — Kris murmuró, trayéndolo más cerca. — Soy tonto y tú sigues siendo mío.

Una de las cejas de Tao se levantó. — Eres un engreído.

—También, Tao, soy todo lo que tú quieras.

La sola afirmación hizo que las piernas le flaquearan al menor, su corazón temblando ante la repentina melosidad inyectada en la voz de aquel que siempre había parecido ser tan frio, aquel cuya imagen parecía no ser más que un simple engaño, una máscara interpretando un papel cuando el telón está arriba.

—No me gusta verte con SeHun, no quiero verte con SeHun…

La explicación apenas fue escuchada por Tao, cuyo ruidoso corazón latía en sus oídos hecho todo un desastre.

—No quiero que le entregues tu corazón a otro hombre, quiero que me lo entregues a mí, Tao.

El aludido agachó el rostro, demasiado avergonzado pero YiFan fue mucho más rápido, sus pequeños labios apoderándose de los suyos por primera vez.

Y Tao ya no estaba arrepentido… Sus ojos cerrándose mientras se dejaba llevar, las mariposas revoloteando con torpeza dentro de su estómago: Convirtiéndose demasiado pronto en un enjambre que él era incapaz de controlar.

La boca de Kris tomando posesión sobre la suya se le hizo una adicción demasiado pronto. Sus pulmones rugiendo por oxigeno un segundo plano demasiado fácil de ignorar. Pero las palabras de Kris, justo en ese instante, con el tic tac de un reloj existentemente únicamente en su cabeza, supo que jamás iba a poder olvidarlas.

Y es eso… el sabor de esos pequeños labios, su suavidad y su dulzura, unas de las tantas cosas que jamás le han permitido olvidar a ese hombre posesivo acomplejado por la imagen de un lobo.

 

 

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Casa vacía, palomitas de maíz y la televisión encendida.

—No puedo creerlo…

Kris continúo mirando la pantalla de la televisión en silencio, demasiado acostumbrado a lo que sabía estaba por escuchar. Tao, acurrucado junto a él y con un brazo envuelto alrededor del suyo, miraba todo menos la película con un singular gesto de molestia evidente.

—¿Tú puedes creerlo?

El mayor se encogió de hombros, una mano deslizándose sobre las piernas del chico con el cabello rubio con el que compartía el largo sofá para encontrar el bol con palomitas, aunque por supuesto que la suya no fue tarea sencilla, porque el panda se lo arrebató cuando estuvo a punto de llenarse el puño con el bocadillo bañado en mantequilla.

—Quiero palomitas — Kris exigió.

Tao la ocultó tras su persona, zafando su brazo de dónde lo tenía para cruzarlo junto con el otro a la altura de su pecho. — ¿Acaso no me estás escuchando? ¡Te estoy hablando, Kris gege!

YiFan rodó los ojos, llevándose entonces una mano a la cien para masajearse el área, sin preocuparse por ser discreto, por supuesto.

—Te estoy escuchando, Tao — Habló entonces, con un asomo de sonrisa dibujándosele en los labios.

—¡Es que no puedo creer que no podamos tener una maldita cita normal! — El menor hizo un mohín adorable a la vista de cualquiera, sus manos subiendo para cubrirle el rostro angustiado de inmediato. — Tenemos que quedarnos aquí y ver una película, como siempre.

Kris asintió, invitándolo a proseguir con la larga lista de quejas que parecía tener preparada para cada cita.

—Esto no es una cita… Esto es… solo televisión y palomitas. — Pronunció todavía puchereando, su boquita adorablemente fruncida. — ¡No es justo que no podamos salir a divertirnos, ir por un café, tomarnos de las manos en las frías calles!

La sonrisa del más alto se extendió, volviendo a asentir silenciosamente, deseando escuchar más de ese adorable acento chino y gracioso intento de pronunciación coreana que tanto le fascinaba.

—Quiero poder ir de compras sin que nos monitoreen, quiero poder darte un beso cuando se me dé la gana, ¿por qué tiene que estar tan mal?

Kris no hizo más que pestañear en respuesta.

—Si yo te gusto y tú me gustas… Si lo que sentimos es tan autentico… — Tao suspiró, girando repentinamente el rostro con el ceño fruncido en dirección al más alto. — ¿Por qué me miras así? — YiFan observó atentamente dos dedos tronándose frente a su cara. — ¡Yuju, tierra llamando a Wu YiFan! ¿Estás siquiera escuchándome?

—Te amo.

Dijo, simple y concisamente: Sin pensarlo, sin balbucear. Simplemente lo dijo en el momento exacto en que sintió que era así.

Tao parpadeó, perplejo. Sus manos repentinamente hechas un nudo entre sus piernas flexionadas sobre el sofá, las mejillas rojas ante la adorable declaración que había sido para él… únicamente para él.

—Qué dices tan repentinamente. — Se quejó, acercándose para golpear su hombro tímidamente contra el del más alto.

Pero YiFan no perdió el tiempo y simplemente se abalanzó sobre él, tumbándolo sobre la superficie del sofá y rodeándolo con sus brazos para que no pudiera escapar. El bol con palomitas se volteó, pero ninguno de ellos le prestó atención.

—Te amo. — Repitió, sus ojos buscando los rodeados por las ojeras, no parando hasta asegurarse de encontrarlos y mirar profundamente dentro de ellos para que Tao se enterase de que no estaba mintiendo.

—Gege…

—Te amo, Tao.

Sonrojado hasta la coronilla, Tao empujó juguetonamente el pecho de su compañero sentimental. — Oye, te escuché la primera vez que lo dijiste.

Kris le robó un beso, de esos efímeros y apenas palpables: Tan románticos como a Tao le gustaban.

—¿Sí? Pues te amo, te amo ahora y te voy a amar siempre.

Tao rodeó con sus brazos el cuello del mayor, acercándolo con una lentitud casi dramática antes de besar sus labios, sumergiéndolos a ambos en el beso más largo y romántico que habían compartido hasta entonces.

Y recuerda su corazón siempre torpe, latiendo inconstantemente incluso cuando el beso terminó. La promesa muda sellada bajo sus bocas y ese siempre haciendo eco dentro de su cabeza.

Kris recostó la cabeza en su pecho perezosamente y Tao recuerda también haberle acariciado el pelo. Así como la actitud bromista del mayor siempre presente, dispuesta a intentar arruinar los momentos más románticos que compartían juntos.

—¿Me dejarás comer palomitas ahora?

Su propia risa todavía hace eco dentro de su cabeza.

—¡No!

 

 

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Calor.

Manos deslizándose sobre su cuerpo, un húmedo musculo caliente recorriendo cada centímetro de su piel. Perladas gotas de sudor descendiendo por su frente… El cuerpo del menor recostado sobre la siempre blanda superficie de una cama que mucho tiempo atrás dejó de ser suya.

Los dedos del mayor trazando pecaminosamente líneas sobre zonas que nadie nunca había tocado antes, haciéndole cosquillas en el trayecto.

Esos malditos ojos negros posesivos situados sobre su figura, comiéndoselo con la mirada antes de posar su carnívora boca sobre él: Depositando besos castos con esos pequeños labios, llevándolo al borde de la locura con esa lentitud asquerosamente pastosa, casi inocentona.

Y Tao empuja su pelvis hacia arriba, su parte íntima rozando la del mayor ya despierta, comenzando un vaivén exasperante pero delicioso que logró arquear su espalda casi de inmediato.

Los quijos se vuelven más ruidosos de a poco, Tao siente que se le desgarrarán las cuerdas vocales pero resiste, resiste porque sabe que todavía falta, que lo mejor siempre viene al final.

Y cuando abre sus piernas, cernido sobre un cuerpo que es mucho más pequeño que el suyo, Kris le besa los glúteos apasionadamente, moviéndose más cerca y encontrándose esa zona que siempre quiere morder con su lengua.

Tao se retuerce sobre la cama, su cabeza gira de derecha a izquierda y viceversa. Las manos le cosquillean queriendo moverse hacia su rostro para cubrirse la vergüenza, pero él les encuentra más utilidad sobre el cabello de YiFan, incitándolo a seguir, a continuar esparciendo esas olas de placer por su estómago y a provocarle jadeos tan ruidosos que seguramente despertaran a sus compañeros.

Pero nada de eso importa cuando un dedo se introduce en su interior, arrancándole un gritito de sorpresa y provocándole un ardor incontrolable en las entrañas. YiFan mueve la lengua casi como si le fuese costumbre, siempre encontrando una nueva manera para sorprender a Tao.

Dos, tres dedos… Kris gege, dios mío, Kris gege te amo tanto.

Y él también lo hace, probablemente esa es la razón por la cual se detiene sobre él y tira de su cuerpo para besar sus labios con calidez, con un romanticismo que cualquiera hubiese pensado impropio de su persona, pero que únicamente tiene la delicadeza de mostrarle a su Tao.

Y entonces se hunde en su interior, y los gemiditos de tao dejan de ser queditos para volverse ruidosos. La cabecera de la cama golpea contra la pared, una y otra vez. El vaivén no es interrumpido y sus cuerpos sudados se pegan cada vez que se encuentran.

El sonido de carne golpeando contra carne les eriza los vellos a ambos, y se apresuran, y las manos de Tao le arañan la espalda a Kris, y YiFan le succiona el cuello y sube y sube hasta susurrarle palabras de amor en el momento exacto en que todo termina.

Y Tao abre los ojos a la mañana siguiente, sintiéndose cansado pero nunca lo suficiente como para no girar el rostro y encontrarse con esa imagen que se ha repetido cada mañana durante tanto tiempo que le gusta tanto.

Los parpados de Kris están cerrados y las pestañas le tiemblan dulcemente. Hay algo en el filo de su barbilla que hace a ZiTao desear besarla, y así lo hace, estampando besos suaves por toda su cara porque sabe que YiFan ama despertar de esa forma.

Y lo primero que esas cuencas oscuras ven, es ese rostro tan bonito que siempre le encantó. Ese que es suyo y no está dispuesto a compartir con nadie, ese que quiere tanto que hace que su pecho punce durante el instante en que su sonrisa flaquea porque sabe que va a perderlo… Pero no quiere que él lo sepa, y se rehúsa a verlo sufrir así que simplemente sonríe y guarda silencio.

Tao es la última persona que merece sufrir y él lo sabe. Así como sabe, desde el primer momento en que lo vio, que todo depende de Tao y siempre ha sido así.

—Buenos días, Kris gege…

La sonrisa del aludido flaquea durante un instante porque va a extrañar esas palabras, y el Tao que vive en sus recuerdos siempre se maldice por no haber notado nada extraño.

—Hola, Taozi.

Las comisuras de los labios del menor tendidas hacia arriba son su cosa favorita, YiFan levanta los dedos y le acaricia armónicamente las mejillas antes de que se tumbe una vez más sobre su pecho, sus cuerpos apenas cubiertos por las sábanas blancas del lugar en que viven.

—Hoy es un día hermoso, ¿no te parece?

Kris sostiene sus manos juntas y deposita un beso demasiado largo en ellas, pero Tao tampoco lo nota. — ¿Lo crees?

Tao asiente.

Kris lo estrecha entre sus brazos, y aunque Tao se extraña no indaga más al respecto y simplemente se deja hacer.

Y los recuerdos siempre terminan ahí.

Siempre en el mismo punto.

Siempre en la última mañana que compartieron juntos, la que Tao tantas veces repasó dentro de su cabeza y la que aún hoy en día no puede dejar de repetir.

Una mano le sujeta el hombro, moviéndolo para que despierte.

—Joven Huang, ya hemos aterrizado.

Tao le dedica una sonrisa triste antes de asentir, levantándose para tomar las pocas cosas que ha llevado consigo y prepararse para bajar.

La multitud dentro del aeropuerto lo recibe con la indiferencia de siempre. Personas recibiendo personas en cada sala de espera, con sonrisas alegremente dibujadas, con abrazos que cierran un ciclo e inician uno nuevo.

Tao se despide de su manager y se detiene un instante frente a las escaleras, preguntándose quién estará esperando abajo ésta vez por él, deseando con todas sus fuerzas que sea su madre para no pensar en lo mucho que en realidad quiere que se trate de Kris.

Un pie sobre la escalera eléctrica es lo único que necesita para comenzar a descender, sus ojos alcanzando a apreciar el montón de personas reunidas abajo: Todas con carteles de las personas que han estado esperando, cabezas moviéndose alegremente a la expectativa, buscando la manera de localizar a sus seres queridos.

Y Tao se abraza a sí mismo por un momento, el mismo que su imaginación le juega nuevamente una mala pasada, porque podría jurar que lo vio parado entre la multitud durante un instante.

Está haciendo frio, y se siente más solo que nunca.

Quiere verlo.

Quiere pedirle perdón y lanzarse a sus brazos pero sabe que es imposible. Quiere volver a estar con él porque ahora sabe que es lo único que necesita. Y repetir lo siento una y otra vez hasta que las palabras hagan efecto, porque en verdad siente jamás haberle dicho lo mucho que lo ama y sigue siendo así.

Sus pies vuelven a tocar suelo firme y, mirando en todas direcciones buscando finalmente encontrar a la persona que finalmente lo llevará a casa, todo el mundo da vueltas cuando finalmente encuentra un papel con su nombre escrito en el.

Es entonces cuando sus pies dejan de moverse, permaneciendo clavados sobre el lugar donde está parado.

Y las cuencas oscuras que tanto conoce le devuelven la mirada mientras la persona que lo sostiene baja el letrero, revelando una de esas sonrisas cínicas que Tao tanto pensó odiar hasta que dejó de presenciar.

Y las personas dejan de existir, justo de la manera en que tantas veces se imaginó que sucedería, todo alrededor de esa persona se pinta de gris. Y se pregunta si es que está soñando, pero no tiene tiempo de preguntarse mucho más que eso… Porque no se dio cuenta de cuándo ni de cómo, solo sabe que encontró la manera de llegar hasta él.

Y es tan alto como en sus recuerdos, probablemente un poco más. El cabello le cae graciosamente sobre la cara en un intento vano por dejar de parecer él… Pero es él. Tao lo sabe, se ha memorizado cada centímetro de su piel. Y le sonríe, le sonríe como si no hubiese pasado más de un año, como si sus recuerdos apenas fueran de la mañana anterior, cuando lo abrazó tan fuerte que Tao tuvo que contener el aliento.

—¿Y-YiFan gege?

El aludido amplía su sonrisa, deteniéndose para voltear el cartel donde su nombre estaba graciosamente escrito y comenzar a poner a prueba la cordura de Tao.

Los ojos se le llenaron de lágrimas tan rápidamente, que la vista se le nubló de inmediato. Y se llevó las manos al rostro, cubriéndose la mueca de sorpresa en que su boca repentinamente se había transformado.

No tengo nada que perdonarte, idiota.

Eso está escrito, eso es lo que lee… Y Tao no tiene que pensarlo durante más de un segundo para lanzarse a sus brazos. Y no puede creer que el tiempo haya transcurrido cuando YiFan lo recibe entre los suyos y juntos giran a una velocidad tan rápida, que casi puede ver cada momento que han compartido juntos girando a su alrededor.

Huele tan bien. Huele a él. A Kris. A YiFan. Al chico del que se enamoró.

Y cuando sus pies finalmente tocan el piso, siente que es el minuto cero de su nueva vida y Tao se pregunta si es entonces el nuevo comienzo por el que tanto estuvo esperando, si finalmente podrán aceptarse a sí mismos y volverán a hacerse promesas cada noche bajo las sábanas de alguna cama testigo de su amor.

Pero las manos de YiFan se entrelazan tímidamente, aniquilando cada una de las preguntas que repentinamente ya no tiene tiempo de hacerse. Porque una mirada dice más que mil palabras y esa es la primera vez que Tao puede afirmarlo.

—Te amo, gege.

Las lágrimas se le escapan, bajando por sus mejillas sin ser capaz él de detenerlas. YiFan sonríe mostrándole los dientes, haciendo esa mueca extraña pero familiar que tanto extraño en su ausencia.

Y las grandes manos del alto le acarician el rostro, dejándolos sin aliento y sin la posibilidad de preguntarse si es que las personas están viéndolos.

Porque están sumergidos en su propia felicidad, y son todo sonrisas y lágrimas que corren sin control, latidos acelerados y manos que han esperado demasiado tiempo para volver a tocarse.

—Dilo de nuevo… — YiFan le susurra bajo la caricia de su dulce aliento.

Y Tao lo repite, una y otra vez.

Porque no tiene miedo de lo que siente, porque ahora que están juntos no hay absolutamente nada que pueda separarlos y sabe que tienen mucho por lo que luchar, pero también sabe que estando juntos no hay ni una sola cosa que los pueda detener.

Y es gracioso, casi cliché… Porque fue en un aeropuerto donde Kris lo vio por primera vez, y es precisamente en un aeropuerto donde YiFan toma su mano, acariciando tranquilamente sus nudillos blancos por el frio antes de besarlos.

Donde susurra que lo ama y promete que no volverán a separarse.

Donde encuentran una manera de comenzar una vez más.

 

Notas finales:

Hace taaaaaaaaanto tiempo que tenía comenzado este fic XD


Demasiado, en serio. Desde la entrevista a Tao con SINA. Y de hecho tenía una semana terminándolo y nomás nada. Pero aquí está…. Le puse mi corazón porque es TaoRis y mejor aún, un TaoRis no AU, así que espero a alguien le guste esto.


Puse claramente en todas partes que si eras de mente cerrada no lo leyeras, así que si eres de mente cerrada y lo leíste mejor ni me lleves la contraria(? Porque le agregué hechos super fantásticos y afirmaciones de las que no puedo estar segura, pero creo que la idea se hace notar y esa es que Tao y Kris no pueden odiarse en mi muy particular punto de vista.


Gracias por leer, ojalá dejen reviews porque aunque Kris sea 00 a mí no me gusta el cero xD


Sepan disculpar mis faltas (porque seguro las hay) y mi poca originalidad para titular las historias xD


Besitos.


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