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Ciudad de pobres corazones por Aphrodita

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Notas del capitulo: Fic hartamente largo
Ciudad de pobres corazones 
 
Aphrodita 
 
rrrrrr
 
 
  Bueno, aquí estoy, me costo mucho volver con esta historia, la simple idea de tener que hacer de nuevo 75 paginas no sólo me crispaba los nervios sino que me generaba mucha angustia, sin embargo con el correr de los días, luego de la “muerte” de mi PC llegue a la conclusión de que si quiero ser escritora, no puedo hacerme tanta mala sangre por 75 insignificantes hojas de Microsoft Word, o sea ¿Si eso me llegara a pasar al cabo de 200 hojas? (Obvio que tomaría otros recaudos en el futuro) ¿Qué me queda? ¿Suicidarme? Se que quizás esta idea sea media ñoña, pero a mí me ayudo a ver las cosas un poco mejor, a ver la situación como algo necesario, como una especie de prueba para ver de lo que era capaz o hasta donde podía llegar.
  El fic a continuación obviamente no es el mismo fic, eso desde ya, pero significó mucho para mi haberlo terminado, aunque sea a duras penas... Es mucho mas corto que el original, tal vez por que no estaba tan inspirada y a perdido ese brillo inicial que yo misma le había puesto. Igual, creo, no esta tan mal esta fic, se deja leer, pero me hubiera gustado mostrarles el original... Total, puedo alardear de que era “lo mejor” ya que el fic ha quedado en la historia y nadie nunca lo sabrá realmente jajajajaj! Hasta quizás era peor que este, pero cuando uno pierde algo así se le hace inevitable amarlo y creer que era lo mejor.
  Pasemos a este fic sin mas lamentaciones: No lo puedo creer, mi segunda historia A.U y eso que no me gustan los universos alternos ¡Menos mal! Si me llegaran a gustar, la mitad de mis fics seria A.U.
  Si bien, quizás se encuentren algunas similitudes con mi otra historia “Juventud perdida” (Saga x Ikki) mas que nada referido a la ambientación y a los roles de los personajes, verán una vez finalizada la “obra” que es completamente otra idea.
  Algo que repito en este fic es el apellido de Saga, es que no se me ocurría ninguno y bue! El de los muchachos de Bronce (Que aquí, por ser universo alterno no lo serán n_n) lo saque nuevamente de mi libro de japonés.
  Sin mas aclaraciones previas ¡Ah! Las edades, los mas chicos (Seiya y Shun) 16 y el mas grande (Sagita de mi corazón) 31 años, los títulos de los capítulos son los títulos de algunas canciones de Fito Paez (Que redundante). Ahora si, sin mas que acotar, este fic va dedicado pura y exclusivamente a Pandora Sama... Espero, mi cielo, que te guste tanto o más que “Juventud perdida” n_n.
Advertencia: Fic hartamente largo.
 
 
tttttt
 
 
  CAPITULO 1: “La ciudad de los pibes sin calma”...
 
 
  Hyoga se acomodo el chaleco rojo y reviso fugazmente su bolsillo, el ruido metálico de las monedas al chocar llego a sus oídos, no había sido un mal día... Sin contar los billetes, la propina había sido buena. Pasó frente al amplio espejo del hall principal y observo con sus ojos azul cristal su cabello rubio todo enmarañado, realmente estaba impresentable pero a esas alturas, luego de trabajar diez horas, era mucho pedir estar correctamente peinado y arreglado, sin embargo su pantalón negro de vestir y su camisa blanca si bien estaba arrugadas y con algunas manchas de comida, lo disimulaba bastante.
  Atravesó el Hall rápidamente sin prestar demasiada atención a sus mesas, esa era otra cosa que no se podía pedir luego de tantas horas: Concentración.
 
--¡Yamaguchi!... –Se escuchó gravemente desde el fondo del amplio restaurante.
 
  El ruso... En realidad mitad ruso por parte de madre y mitad japonés por parte de padre, presto atención al escuchar su nombre... Estaba cansado, agotado, sus pies pedían a grito clemencia y para colmo vio venir otro reclamo de su jefe.
  El hombre alto y corpulento, completamente pelado se acerco a Hyoga con altivez:
 
--¡Presta mas atención cuando pases a través de las mesas! ¡Ya te lo he dicho cien veces!... ¡Algún cliente puede solicitar algo! ¡Y tu pasas a su lado ignorándolo olímpicamente! ¡Este es un restaurante internacional, no puedo permitir que mis empleados cometan estas faltas con clientes tan importantes!
--Lo se señor... Lo siento... –Se disculpo el rubio una vez que pudo hablar.
 
  El ruso no sintió la mas mínima culpa o pena al respecto, últimamente le importaba poco y nada su trabajo ¡Pero Dioses! ¡Por nada del mundo podía darse el lujo de descuidarlo!... Lo supo, y por ese motivo agacho su cabeza dejándose humillar un centenar de veces.
 
--¡Estoy cansado de tus constantes disculpas!... –Se quejó el hombre llevando sus manos a su cintura y lanzando un suspiro de hartazgo cambió el tono de voz para hacer menos denso el ambiente -–Hoy necesito que te quedes a la noche, estamos en temporada...
  Es sabido que la temporada de vacaciones es la mejor fecha para los restaurantes y hoteles, ya que las calles y ciudades se atestan de turistas que buscan consumir y derrochar.
--Pero... Estoy desde la mañana... ¿No puede quedarse Miki?... Ella entro hace dos horas...
 
  Preguntó Hyoga con una suplica pero supo que era en vano ya que si alguien debía trabajar mas horas, entre todos sus compañeros, el siempre resultaba ser el elegido por excelencia, y si tenia  que encontrar razones de semejante injusticia no le quedaba mas que aceptar su descendencia rusa... Porque el Señor Tokumaru prefería hacer trabajar al “ruso” antes que a cualquier otro de sus empleados.
 
--¡No me importa que estés desde la mañana! Si no quieres trabajar, por mi no hay problema... Hay ciento de jóvenes que hacen fila para poder conseguir un empleo... Mañana mismo encontrare uno...
--No... Esta bien... –Se apresuró a decir el rubio –Me quedare... Solo quisiera saber si va a pagarme... –Preguntó con un poco de duda, el día anterior también se había quedado pero no le pagaron las horas extras.
--No estas en condiciones de reclamar nada... –Argumentó Tatsumi con una mirada triunfante.
 
  Y el ruso se dio por vencido, ya que nada pudo reclamar... Gracias que a sus cortos 17 había dado con ese empleo que le permitía comer y darle de comer a sus hermanos... No creyó que lo tomaran y sin embargo ahí estaba, lo explotaban, eso si... Pero por lo menos no llegaba a su casa con las manos vacías.
  Cerca de la puerta que daba al fondo, donde el señor Tokumaru Tatsumi, dueño del restaurante mas importante de Tokio que llevaba su nombre: Tokumaru, se encontraba discutiendo con su empleado mas joven, visualizó la mesa numero uno sin atender.
 
--Ahora ve a trabajar... Que llego un cliente a la mesa uno...  –Al ver de quien se trataba, el jefe puntualizo --¡Atiéndelo correctamente!...
 
  Reservándose un gesto de hartazgo Hyoga obedeció sin mas y organizo sus cosas: Tomo la carta de la Casa, un pequeño trapo para limpiar la mesa y la gran bandeja plateada. Camino con paso firme hasta el lugar, sin ánimos y con mucho esfuerzo saludo:
 
--Buenas tardes señor... ¿Quiere ver la carta o ya sabe que va a pedir?... –Precisamente, el rubio no estaba atendiendo con su mejor cara ni con todas las luces.
  El hambre, el sueño, el cansancio y la humillación habían agotado todas sus fuerzas y voluntad para atender correctamente a sus clientes.
--Gracias... –Respondió el hombre –Solo tráeme un café doble...
--Bien... Ahora se lo traigo...
--Ah... Y si puedes traerme un cenicero, te lo agradecería...
--Si... Como no... –Finalizo el ruso luego de limpiar fugazmente la mesa con el paño.
 
  El mozo o mesero depende siempre en gran parte de la propina, a veces esta supera el mismo sueldo, y la propina depende del mozo... Es un circulo ¿Cómo es esto? Simple y sencillo: El mozo tiene mas posibilidades de recibir una buena propina si atiende bien a su cliente, es cordial y cae simpático a la persona en cuestión... Y digamos que Hyoga estaba bastante lejos de ganarse la propina de ese día y a esa alturas realmente no le importaba, solo quería llegar a su casa y quitarse el calzado para luego arrojarse sobre el sillón y dejar caer sus párpados... De tan solo pensarlo, sintió una angustia en su pecho que amenazaba con provocarle un llanto infantil.
  Hyoga camino hasta la barra de la cafetería y una vez frente a la enorme maquina molió el café, busco una taza y presiono el botón del cual una luz anaranjada indicaba que todo marchaba bien. Fue de un lado al otro, tomo dos platos pequeños, en uno coloco la cuchara y el azúcar correspondiente y en el otro plato un alfajor y una masa seca, con lo que se servia siempre el café. Todo listo, con habilidad tomo la bandeja por el centro con la yema de sus dedos, atravesó la mesa y cuidó su bandeja cuando algunos clientes se cruzaban de improviso por su camino. Deposito el plato con los dulces y luego el otro plato con el café.
 
--Aquí tiene señor... Que lo disfrute... –Su tono opaco y sin vida indicó lo poco que le importaba si disfrutaba o no su café. --¿Quiere algo mas?...
--¿El cenicero que te pedí?... –Reclamó el hombre con tranquilidad.
--¡Oh! Lo siento mucho... Enseguida se lo traigo... –En ese momento Hyoga reacciono... Si no hacia algo pronto por cambiar su comportamiento no solo perdería la propina sino su empleo.
 
  Rápidamente el rubio llego a los estantes donde se guardaban los ceniceros y sacó uno redondo y negro con la propaganda del lugar, llego hasta la mesa disculpándose nuevamente con una reverencia... Por primera vez le presto atención a su cliente cuando sus ojos se cruzaron fugazmente, uno con la mirada apenada y el otro con la mirada firme y punzante... Notó que este era extranjero, quizás italiano o español por sus facciones marcadas, quien sabe.
 
--Toma... Cóbrate... –Dijo el cliente extendiendo un billete que Hyoga tomó.
 
  El rubio salió de sus cavilaciones y se dirigió a la caja para pedir el vuelto de su mesa... A los pocos minutos volvió frente al señor y le dio su dinero agradeciéndole su visita y pidiéndole que volviese pronto ¡Ja! Era lo que menos le importaba, si volvía o no, lo dijo por puro protocolo, además era su ultima chance para ganar aunque sea unas monedas de propina.
  Cansado de un agotador día de trabajo, el ruso aprovechó al ver que todas las mesas de su sector estaban atendidas, y se escapó unos minutos por el pasillo que daba a la cocina, saludo a Agustín, el cocinero extranjero y se perdió por la puerta del fondo.
 
--Hoy también te quedaras por lo que veo ¿No?... –Inquirió un muchacho alto y bastante flaco de apariencia enclenque.
--Tu también... –Respondió el ruso apoyando su espalda contra el muro, resguardado de la vista de su jefe.
--Yo soy el cocinero... Hasta que no cierre el lugar no me puedo ir...
  Hyoga busco en sus bolsillos sin éxito, rápidamente Agustín le extendió un paquete de cigarrillos del que el rubio tomo uno.
--Gracias...
 
 Como si fuera un pacto de silencio, el morocho se acomodo de manera que si alguien venia por el pasillo pudiera alertarle al rubio antes de que lo pesquen fumando en horario de trabajo. Se quedaron chalando un buen rato, por lo menos lo que duro el cigarrillo.
  Agustín era una persona enérgica y muy sociable, a diferencia del ruso y quizás una de las tantas razones por las que le caía bien ese morocho de apariencia desgreñada era justamente por ser extranjero. El cocinero había llegado desde la Argentina por pura casualidad, o mejor dicho gracias a una beca de gastronomía e idioma, creyó que tendría suerte sin saber que los japoneses son muy cerrados, y a la hora de buscar empleados dejan en ultimo lugar a los extranjeros.
  Eso era un motivo, por ser los únicos extranjeros en ese lugar... Bueno, Hyoga era mitad japonés pero en tal caso era lo mismo para el Señor Tokumaru Tatsumi. ¿Y porque Agustín jamas volvió a su enorme país? Se preguntaba el ruso extrañado, nunca lo supo ni lo sabría, ya que ni siquiera el mismo Agustín tenia esa respuesta.
  Hyoga se aseguro de apagar bien el cigarrillo y lo arrojo a través de un muro para no dejar pruebas en el pasto, saludo a su compañero de trabajo y volvió a la pista para ver si estaba todo en orden. Nuevamente se gano una reprimenda por parte de su jefe “¿¡En donde demonios andaba Yamaguchi!?” Fue la pregunta del señor de la cual el rubio no tuvo respuesta creíble. Cómo siempre Tokumaru lo dejo pasar, bien o mal ese ruso malparido era uno de sus mejores empleados por mas joven y extranjero que fuera, trabajaba a sol y sombra poniendo siempre la mejor cara a los clientes ¿Qué mas puede pedir un jefe? Por ese motivo nunca lo hecho a la calle, aunque ganas no le faltaban.
  Hyoga respiró profundo y antes de salir al salón tomo su paño y su bandeja... Con una mirada panorámica se cercioro de que todos sus clientes estaban bien atendidos sin ningún faltante en la mesa. Junto los trastos de la mesa cinco y se encontró con un dólar de propina ¡Que miserables! En fin, mejor un dólar antes que nada.
  El rubio notó que aquel cliente extranjero ya no se encontraba en el lugar, se quedo un buen rato observando aquella mesa mientras su mano repasaba torpemente e insistentemente la mesa cinco una y otra vez sin sentido alguno, tampoco era cuestión de dejarlo como si de un espejo se tratase. Cuando volvió en si se apresuro a levantar esa mesa que observaba con tanto ahínco, si su jefe lo llegaba a ver en ese estado de idiotismo extremo tendría que escucharlo nuevamente y sus oídos no lo soportarían.
  ¿Quién iba a suponer que su peor día de trabajo se convertiría en un solo segundo, por el revés de la vida, en el mejor día? Cuando Hyoga vio ese billete de cien dólares sobre la mesa observo a sus costados con desesperación, cuando reaccionó lo tomo rápidamente guardándolo en el bolsillo de su chaleco rojo como si estuviese escondiendo algún tesoro legendario, o evitando una reprimenda por ladrón, porque así se sintió: Un ratero ¿Qué clase de cliente deja cien pesos de propina? Era una total y completa locura, algo ilógico e irreal, un sueño muy fantasioso... Tan absurda era la situación que el rubio no hizo mas que reír de manera irónica... Tan absorto estaba en la situación que no reparo en el pequeño retazo de aquella servilleta, en aquello que estaba escrito.
  Automáticamente, en un brusco cambio de humor el ruso se encontraba radiante y dispuesto a trabajar con efusividad atendiendo de buen animo a todos sus clientes. Cuando se hizo un tiempo fue rápidamente hasta la cocina para contarle, en un susurro a Agustín semejante locura, el cocinero ante esa situación le aconsejó cerrar la boca y ni siquiera contarle a Dios de lo ocurrido.
  La noche pasó rápidamente, los bolsillos de Hyoga sí bien no estaban llenos contaba con un poderoso y siempre presente billete de cien dólares. Cuando la jornada laboral por fin termino el rubio se despidió del único compañero que había quedado hasta el final... Si, Agustín, y se alejó del restaurante rumbo a pequeñas calles de una ciudad enorme. Siempre volvía a su casa a pie, pero esa noche especial haría una excepción, además sus extremidades pedían nuevamente clemencia, así que se encaminó a la estación de trenes para llegar más rápido a casa.
 
 
yyyyyy
 
 
  Poco a poco las pintorescas calles de esa ciudad comenzaron a tornarse obscuras y silenciosas, las casas desvencijadas y venidas a menos reflejaban la parte mas triste de una ciudad brillante. Hyoga llego poco antes del amanecer frente a la pequeña puerta de su hogar, quizás una simple y pobre casilla, pero sin dudas era su hogar. Abrió la puerta y lo primero que hizo fue arrojar sus zapatos al aire como una especie de liberación personal, dejó su bolso a un costado de la puerta y lentamente fue quitándose la ropa, primero el pantalón que a esas alturas le molestaba de sobremanera y mas tarde su chaleco y camisa. Se desplomó en su “cama” que no era nada menos que el sillón de la única sala de esa casa, sin contar la única habitación en donde dormían sus hermanos en camas marinera. El rubio se quedo con los pies levantados sobre el brazo de aquel sillón, lucían espantosamente horribles, hinchados y enrojecidos con llagas por doquier... Ni Jesús había tenido semejante tortura que la del ruso, lo que tuvo que caminar esa semana no lo caminaría en toda su vida.
  Recién en ese segundo de relax recordó el papel que acompañaba ese enigmático y mágico billete de cien dólares... Bueno, eran solo cien dólares, pero para Hyoga representaba mucho mas que eso, ya que no solo pagaría la comida unos cuantos día sino también era una pequeña devolución de la perra vida que llevaba, una especie de tregua momentánea con el Destino.
  Dejando con dificultad de lado la emoción, se estiró para llegar a su chaleco que se encontraba desperdigado por el piso y revisó el bolsillo en busca de aquella servilleta, observó minuciosamente ese trozo y como si de una broma se tratara solo tenia un número de teléfono, o eso parecía ya que los números concordaban con el de un teléfono: 02652-15-611-947. Acaso ¿Pretendía que le devolvieran ese dinero? Pero no, eso era absurdo ¿Para que dejaría entonces ese billete?.   
  Desconcertado el rubio volvió a guardar ese papel y lentamente entre pensamientos se quedó profundamente dormido.
 
 
uuuuuu
 
 
  Hyoga despertó con el ruido metálico en la puerta, cuando esta se abrió se dejo ver a un peliazul con sus facciones muy serias y marcadas. El rubio se incorporo en el sillón y se froto los ojos bostezando largamente, supo que esa mirada de su niisan vendría acompañada de algún reclamo ¿Y ahora que había hecho? El ruso no recordaba nada en el ultimo tiempo.
 
--¿Dónde estuviste anoche?...
--Trabajando... –Respondió con desgano --¿A dónde pretendías que fuera?...
  Dejando su campera sobre una de las cinco sillas, el joven peliazul cambio su actitud comprendiendo la situación.
--¿Te hicieron trabajar de nuevo mas de 12 horas?
--Si... Esta vez fueron 18 horas... –Volvió a responder el ruso poniéndose de pie para caminar hasta el baño.
  Al escuchar esa respuesta el hermano mayor dejo su mano apoyada en la puerta de la heladera, volteo para objetar algo pero su otouto se le adelanto:
--Ikki... No empieces... No renunciare... –Hyoga fue firme con sus palabras, por mas que Ikki siempre le insistiera con malos modos que dejara ese nefasto empleo no lo haría, las razones eran mas que obvias y saltaban a la vista.
--¿Qué hora es?... –Preguntó el rubio bajo el marco de la puerta en ropa interior.
--Las 17:30 hs... –Respondió el peliazul sorprendiendo a su hermano menor.
  ¡Dioses! Había descansado todo lo que no habia podido descansar los días anteriores, menos mal que no se quedó dormido ya que a las 18:30 tenia que salir si quería llegar a tiempo al restaurante.
--Me voy a bañar... –Avisó el ruso pero frenó sus pasos al escuchar la exclamación de su niisan.
--¡Pendejo de mierda lo voy a matar!... –Ikki, de pie frente a la heladera se encontró con la misma repleta de comida de todo tipo.
--Ikki... Tranquilízate...
--¡¿Dónde esta Seiya?!
--No lo se... –Respondió Hyoga intentando evitar una masacre, sin embargo Ikki se distrajo cuando un pelilargo entró por la puerta.
--¿Qué sucede? Se escuchan tus gritos desde la esquina... –Dijo Shiryu desatando su larga melena lacia y negra.
--¿Adónde fuiste?... –Inquirió el peliazul al ver que su otouto se encontraba demasiado bien vestido.
--¿No tendrías que estar trabajando?... –Preguntó el rubio sorprendido.
--Renuncie ayer... –Respondió Shiryu desabrochándose la camisa, Ikki solo soltó un “Psh” como acotación.
--¿Renunciaste?... –Aquella pregunta del ruso sonó como un reclamo... Y en parte lo era; ya que los tres trabajaban para costear los gastos, y un empleo menos por mas bajo que sea el sueldo significaba estar mas “apretados”.
--Pregúntale por que renunció... –Desafió el peliazul apoyando su espalda contra la mesada.
Sin esperar a que su niisan le preguntase, el pelilargo hablo solo, con un poco de culpa y vergüenza.
--El señor Charon me dijo que me pagaba si yo le practicaba sexo oral...
--Y renunciaste... –Continuó el ruso comprendiendo la situación –Esta bien... Yo quizás hubiese echo lo mismo Shiryu...
 ¿Quizás? ¿Hyoga dijo “quizás”? Ikki se distrajo con este pensamiento “¡¿Cómo que ‘quizás’?!”
--Si... Ya estaba cansado de ese tipo... –Pronunció Shiryu sentándose en el sillón para quitarse los zapatos.
--Y por lo que veo la lección no te sirvió... –Espetó Ikki un poco molesto al ver que su otouto Shiryu había ido en busca de empleo nuevamente.
--Ikki niisan... Ya lo hablamos ayer... –Se defendió el pelilargo cansado –Necesitamos dinero...
--Pero no a costa de ti... ¡Dioses! Entre ustedes dos van a terminar por matarme... –Exclamó el peliazul.
--Ikki... Sabes que solo no puedes... Con tu sueldo no alcanza... –Hyoga, lejos de menospreciar el trabajo de su hermano mayor, intento demostrarle que era imposible vivir los cinco con un solo sueldo.
--¡Claro no! Yo me mato trabajando por ustedes y encima vienes y me dices esto... –Exclamó el peliazul indignado.
 
  ¿Tan difícil era entender que no le gustaba verlos trabajar? Bastante con que tenía que hacerlo él, como para que sus hermanos también lo hagan, y bastante era haber accedido con Hyoga. Aun eran jóvenes tenían que estudiar no trabajar, para eso estaba él: El hermano mayor.
 
--No quise decir eso... –Se defendió Hyoga harto de tener siempre la misma discusión con su hermano.
--Basta... Termínenla... Ikki... –Pronunció Shiryu distrayéndolos –Seguiré buscando empleo sin descuidar el estudio...
--Pero Shiryu... –Se quejó el peliazul –¡Debes estudiar!... –Tomó su cabeza entre sus manos en señal de cansancio.
 
  Ikki lo supo siempre, de todos ellos el que mas posibilidades tenia de salir de aquel antro era Shiryu, pues su inteligencia lo llevaría lejos, a alguna ciudad para estudiar gracias a una beca, entonces ¿Por qué trabajar? ¿Por qué desperdiciar ese talento, esa posibilidad? ¿Esa “llave” para salir de allí?. Lo que no supo Ikki era que jamas Shiryu se iría sabiendo que sus hermanos seguirían iguales, no... No podría irse así, sin mas y olvidarlos.
  La discusión quedo allí cuando un pequeño morocho ingreso por la puerta acompañado de un peliverde de su misma edad... Venían conversando alegremente, ajenos al mundo y su realidad, aunque no tan ajenos, por eso Seiya, el menor, siempre fue igual, mas allá de lo que su niisan Ikki le dijese al respecto.
 
--¡A ti te quería agarrar pendejo!... –Exclamó Ikki recordando la heladera y señalando a su otouto menor.
  Seiya comenzó a sudar frío cuando vio a su niisan de pie junto a la heladera, supo que el reto no tardaría en llegar pero valía la pena... ¿Lo valía? Pues si, tendrían para comer.
--Ikki por favor... Tranquilízate... –Pidió Shiryu poniéndose de pie para situarse al lado del pequeño morocho, supuso que si las cosas se ponían peor este recibiría alguna bofetada.
--¡¿Qué me tranquilice?!... Seiya... No voy a preguntarte de donde salió toda esta comida...
--Ikki niisan... –Pronuncio Seiya sin poder argumentar nada en su defensa.
--¿¡Para que demonios trabajo!?... ¡Dime!... –Exigió el peliazul con los nervios crispados --¡Para qué tus hermanos trabajan?! ¡¿Eh?!... ¡¿Para que tu robes maldición?!...
--Ikki... No lo hizo por maldad... –Argumentó Shiryu tomando entre sus brazos al pequeño –Él también quiere ayudar...
--¡Bueno, si quiere ayudar que no robe!...
--Es solo comida... –Acotó Hyoga en defensa de su otouto más chico.
--¡No me importa lo que sea! ¡Yo no trabajo para que ustedes roben!... –Ikki estaba fuera de sí, a un costado el peliverde intento acercarse, era el único que conseguía calmar la furia del peliazul.
--Niisan... Por favor... Tranquilízate... –Pidió Shun en una suplica.
--Esta ves... –Dijo Ikki más tranquilo dirigiéndose a Seiya con su dedo índice --No puedo decirte que lo devuelvas... Pero ahora mismo vas a la feria y de alguna manera pagaras todo lo que robaste... –Harto de llegar de trabajar y discutir con sus hermanos optó por darse una ducha bien caliente pero su otouto Hyoga seguía de pie en la puerta del baño, miró el reloj sobre el mueble y acotó --Hyoga, son las seis... Llegaras tarde a trabajar si no te apuras...
--¡Oh por Dios!... –El rubio rápidamente se encerró en el baño.
 
  Mientras Shun le mostró las calificaciones a su niisan Ikki con el fin de distraerlo un poco, Shiryu se preparo algo para merendar y Seiya, ajeno y hasta un poco ofendido se mantuvo callado, algo raro en el joven ya que se le daba por soltar la lengua hasta el cansancio... Pero le molestaba que le increparan sus actitudes, ya que no lo hacia por maldad ni para lastimar a nadie, era solo comida, él también quiso ayudar, no le gustaba ver como sus hermanos trabajaban mientras él y Shun solo iban a estudiar y holgazanear por ahí con sus amigos.
 
 
iiiiii
 
 
  Mientras Hyoga terminaba de cambiarse en la sala y sus dos hermanos más pequeños merendaban, le contó a Shiryu la impresionante propina que le habían dejado... Al principio el pelilargo no le creyó, era algo absurdo e ilógico, pero cuando el rubio extendió su mano para encontrar el billete Shiryu no tuvo mas opciones que largarse a reír, un poco incrédulo y un poco feliz. El papel que acompañaba ese billete cayó al piso siendo tomado por Ikki quien justo salió del cuarto. Una mirada de desconcierto, luego observó el billete de cien dólares en la mano de su otouto Hyoga y este no tuvo mas opciones que contarle todo, era mejor antes de que el peliazul creyese que andaba en las mismas que Seiya.
 
--Eso es ilógico... –Pronunció Ikki observando el papel, aquellos números impresos en el fondo blanco.
--Lo mismo pense yo... Pero en fin... Mal no esta... –Dijo Hyoga sonriente.
--Te dejó el número... –Susurró el peliazul observando aquellos números bastante ido, como analizando la extraña situación.
--Si... Eso es extraño... –Acotó Shiryu asintiendo.
--No me gusta nada... –Espetó Ikki dejando caer el papel sobre las piernas del rubio –En cuanto salgas de aquí lo llamaras...
--¿Para que?... –El ruso se desconcertó.
--Para devolverle ese dinero... –Dijo firme el peliazul.
--¿¡Por que!?... –Hyoga comenzaba a indignarse con su niisan --¡¿Por qué devolver ese dinero?!
--No me gusta... Todo esto me huele mal... Lo llamaras y le dirás que no quieres su dinero...
--¡¿Pero Ikki?!... –Intentó quejase el ruso.
--¡“Pero” nada!... O lo devuelves... O lo quemas... –Finalizó Ikki tajante.
 
  El pelilargo se mantuvo ajeno, nada acotó, a veces no podía encontrarle lógica a la forma de pensar de Ikki, el también sintió que algo raro había detrás de todo eso, pero de ahí a devolver ese dinero o quemarlo ¿Qué sentido tenia?. Pero así era el peliazul, a los ojos de algunos un poco loco, un poco raro, muy extremista. Tenia su forma de pensar que solo él podía comprender y se manejaba de acuerdo a sus principios y códigos.
 
 
oooooo
 
 
  Hyoga salió con su Jean gastado, su remera negra y su bolso a cuesta rumbo al trabajo... En el camino inevitablemente se cruzo, no con una, sino con cien cabinas telefónicas, prácticamente odiando a su niisan y bufando ingresó a una ¿Por qué le hacia caso? Pues no lo supo en ese momento, pero Ikki siempre ejerció ese poder en todos sus hermanos, era el mayor y por mas que quisieran disimularlo a la larga o a la corta terminaban haciéndole caso.
  Busco esa dichosa servilleta hasta dar con el número, apoyo el pequeño papel en el teléfono y marco: 02652-15-6-11-947.
  Pasaron segundos, sin dudas esos números eran el de un teléfono ya que había dado con alguien, poco a poco comenzó a dudar ¿Qué le diría a ese hombre? Bueno, pero por algo también le había dejado su numero ¿No?. Por fin, del otro lado alguien atendió:
 
--Hola...
--Hola... –Respondió el rubio pero automáticamente se disculpo –Lo siento... No sé que estoy haciendo... –Intento cortar pero la poderosa voz del otro lado lo hizo desistir.
--¿Hyoga?... Espera, no cortes...
  El ruso se quedo mas que asombrado ¿Cómo supo su nombre? Sin dudarlo le pregunto recibiendo como respuesta una contestación mas que obvia.
--Escuche tu nombre varias veces...
 
  Era lógico, si alguien prestaba atención mientras él andaba dando vueltas en el restaurante podría descifrar que su nombre era Hyoga ya que así lo llamaban todos ¿¡Pero como descubrio su voz!? Era cierto, el rubio era dueño de un tono un tanto particular.
 
--Llamaba para devolverle el dinero que olvidó... –El ruso fue sutil.
--¡Oh!... Que honestidad... Pero no lo olvidé, lo dejé...  –Dijo el hombre muy resuelto.
--No entiendo... –Pronunció el joven desconcertado –No entiendo porque me dejaste tu numero...
--Por que quería hablar contigo... Supuse que te sorprendería y bueno... Puedo explicarte... –Eso si que era raro, o bueno quizás el tipo en cuestión estaba loco o algo por el estilo. –O bien... puedes tomarlo como un simple coqueteo...
  Eso si que descolocó a Hyoga, pero al escuchar la risa al otro lado se tranquilizó un poco.
--Quiero devolverle ese dinero...
--Pero no... Yo te lo deje como propina...  –Dijo el tipo desconcertado.
--Lo sé... –Dijo el rubio suspirando ¡Qué mas daba! –Pero no puedo quedarme con ese billete...
--Esta bien... Que te parece mañana, en el café que esta justo enfrente del restaurante donde trabajas... –Convino el hombre –Supongo que será a la mañana porque tu trabajas de noche ¿No?...
  Ese hombre sabia demasiado del ruso para el gusto del mismo.
--Sí... ¡Ba! En realidad puedo llegar a trabajar todo el día si mi jefe quiere, pero si... Mañana a la mañana en esa cafetería me parece bien...
 
  Era perfecto para Hyoga reunirse en un lugar donde había mucha gente, no era que le tuviese miedo pero lo mejor era tomar recaudos, y por su lado el hombre en cuestión propuso ese lugar para que el niño no le temiera.
 
--Bien... Nos vemos mañana... –Saludó el hombre.
--Si... –Contestó el rubio conforme, pero rápidamente recordó --¡Espere!...
--¿Qué sucede?...
--¿Cuál es su nombre?... –Eso era algo que el ruso no supo ¡Tan enterado que estaba ese tipo de él! ¡Y el muchachito ni siquiera sabia su nombre!
--Saga... –Respondió el extraño y lo siguiente que escuchó Hyoga fue el ruido del teléfono al cortarse la comunicación, el crédito del rubio se había acabado.
 
  Hyoga dejó el tubo en su lugar y tomó el pequeño trozo de servilleta, con una sensación extraña en el estómago se alejó de la cabina rumbo a su empleo, de por sí ya estaba llegando tarde y no tenía ganas de escucharlo a Tatsumi gritando por su falta, así que sin opciones se tomo un taxi, le dolió en el alma tener que pagar ese transporte.
 
 
pppppp
 
 
  Esa noche fue una noche realmente mala, en toda la jornada laboral había echo ¡Solo dos dólares de propina! ¡Que miseria! Pero lo positivo que pudo rescatar Hyoga de todo eso era que por lo menos no se había quedado mas horas, podría volver temprano a su casa.
  Como era de esperarse ya todos dormían, se quitó la ropa e imitó al resto sumergiéndose en sus pensamientos e intentando recordar a ese hombre llamado Saga, recordar su rostro; porque cuando lo atendió, si bien no le presto demasiada atención, por un segundo se detuvo a observarlo... Recordó que le había dado la sensación de ser un extranjero, recordó su cabello azulado, como el de su niisan Ikki nada mas que mucho más largo, ondulado hasta los hombros, y esos ojos penetrantes, esa mirada profunda en la que el ruso se sintió pequeño, frágil e indefenso... El poder de aquella mirada, y la sonrisa nítida y pronunciada que curvaba sus labios en una mueca casi de satisfacción... Si, el rubio recordó bastante, y recreando en su mente a ese hombre como si de un rompecabezas se tratase, se quedo profundamente dormido.
 
 
  CAPITULO 2: “Es solo una cuestión de actitud”...
 
 
  Hyoga despertó cuando la luz de la cocina se encendió, observó su reloj en el piso y solo habían pasado dos horas desde que se había acostado, sin dudas era Ikki el que hacia ese escándalo con las tazas evitando sin éxito todo lo posible para no hacer tanto bullicio... Todos los días debía levantarse antes de que el sol saliera ya que para el amanecer debía estar en el puerto comenzando con la jornada laboral.
 
--Lo siento... No quise despertarte... –Se disculpó el peliazul hablando en voz baja --Es que se me hace tarde y quiero tomar algo caliente antes de irme...
--Lo sé... No te preocupes... –Dijo el rubio frotándose los ojos --¿Quieres que te prepare el desayuno mientras te das un baño?...
--Te lo agradecería... –Dijo Ikki, eso era lo mejor pero era injusto –Deja... Sigue durmiendo, yo me arreglo... ¿Cómo te fue ayer?... –Preguntó colocando al fuego la pequeña tetera desvencijada y quemada.
--No me molesta... –Dijo el ruso poniéndose de pie en ropa interior para poder ayudar a su niisan –Ayer fue un desastre... Hice solo dos dólares de propina y eso que estamos en temporada...
--Turistas tacaños... –Se quejo el peliazul aceptando la ayuda de su otouto, se encargo de preparar su bolso mientras le hacían el desayuno.
--Ya hable con ese tipo... Mañana le devolveré el dinero...
--Me parece bien... Seguramente debe ser algún turista... –Dijo Ikki ya que solo un turista de vacaciones y con muy buen animo puede dejar semejante cantidad de propina.
--Eso sin dudas... Además “Saga” no es un nombre muy japonés que digamos... Se me hace ¿Sudafricano?... –Dijo sin saber bien de donde provenía un nombre así.
 
  Sorpresivamente el peliazul cortó la conversación y alegando ir a bañarse dejo a su otouto desconcertado terminando el desayuno. Una vez en dicho lugar Ikki apoyó su espalda en la puerta ¿Saga?... Ese nombre se caló profundo en sus huesos haciéndolo estremecer ¿Saga?. En ese momento el peliazul se arrepintió enormemente de haber arrastrado a su otouto a que llamara a ese tipo... Ya era tarde, demasiado tarde.
 
 
aaaaaa
 
 

  Esa mañana Hyoga salió muy temprano de casa, cuando Shiryu ingresó por la puerta un envalentonado rubio prácticamente lo empujó para pasar diciendo que llegaba tarde. Shiryu dejó su bolso sobre la mesa y a los pocos minutos por la puerta principal Seiya apareció con una bolsa en sus manos.

 
--¿No fuiste a estudiar?... –Fue mas un reto que una pregunta. Shiryu no necesito escuchar la respuesta, en los brazos del morocho la bolsa se le hizo sugestiva. --¡Seiya! ¡Encima que faltas a clase traes todo eso!...
--Shiryu niisan... ¿Tu también?... No empieces... –Se quejó el pequeño dejando la comida sobre la mesa.
--¿¡Quieres que Ikki te mate!?...
--Lo mismo te pregunto...  ---Objetó Seiya observando el atuendo de su niisan --¿Fuiste de nuevo por empleo?...
--Escúchame Seiya... Puedo defenderte cuando Ikki se enoja contigo, pero no lo voy a hacer si robas a costa del estudio... ¡Esto es el colmo Seiya!... –Al pelilargo nunca le gustó que su otouto robara pero siempre comprendió sus motivos, pero de ahí a faltar a clase para convertirse en un ratero eso si que no lo iba a permitir.
--Falte a clase porque hoy teníamos con Shun un examen de historia extranjera y yo no había estudiado... –Se defendió el pequeño lejos de ser una excusa valida.
--¡Por que te la pasas en la calle!... –Exclamó Shiryu comportándose como el peliazul –Seiya... Por favor... No descuides el estudio...
--Lo mismo te digo... –Volvió a repetir Seiya la misma frase –Tu Shiryu no descuides los estudios... Eres el único que puede salir de aquí... Yo, por mas que estudie a sol y sombra no sacaría las notas que tu sacas para una beca...
 
   Aquello fue un balde de agua fría para el mayor. A veces el morocho solía decir cosas demasiado coherentes a pesar de su corta edad, en su inocencia, en sus pensamientos parecía ser que se escondía un pequeño sabio interior. Siempre en sus palabras había un atisbo de verdad.
  Por la puerta interrumpiendo la contestación de Shiryu apareció Shun trayendo consigo una cara de felicidad absoluta:
 
--¿Qué sucedió? ¿Por qué volviste tan temprano?... –Inquirió Seiya sorprendido.
--El profesor de historia no pudo ir a clase ¡Así que nos salvamos del examen y salimos temprano!... –Exclamó el peliverde pletórico de felicidad.
 
  El pelilargo negó con su cabeza incrédulo, creyó inocentemente que su pequeño otouto vendría con la orgullosa noticia de una buena nota, pero no... Estaba alegre y con esa sonrisa de feliz cumpleaños solo por haberse salvado del examen.
 
 
dddddd
 
 

  Hyoga llegó al modesto café vestido como comúnmente andaba, un pantalón de jean, un par de zapatillas de tela roja y una remera negra, ese día en especial no era caluroso ni frío. Intentó reconocer entre las mesas a aquel hombre pero sin embargo no hizo falta pues Saga lo reconoció antes llamándolo con una mano.

  Pidiendo permiso el rubio se sentó enfrente de ese ser tan enigmático ¿Estaría loco, como supuso? Su mirada, lejos de ser la de un loco era sumamente cautivamente, era tanta su presencia que inevitablemente el ruso bajo su vista perdiéndola sobre la mesa de aquel café.
 
--Hyoga... ¿Como estas?... –Saga habló con toda la intención de sacar de aquel mutismo al joven.
--Bien ¿Y usted?... Saga ¿Verdad?... –Prácticamente susurro, como temiendo que al decir aquel nombre algo extraño sucediese.
--Así es... Mileto Saga... Mucho gusto... Por favor no me trates de “Usted”...
--Mucho gusto... Yamaguchi Hyoga... –Se presentó Hyoga de manera cordial.
  El peliazul solo se limito a sonreír cuando escucho aquel nombre.
--¿Qué pedirás?... –Preguntó Saga con toda la intención de llamar a la mesera.
  El rubio tuvo pensado darle ese dichoso billete, las gracias y luego irse para volver a su casa, sin embargo quiso quedarse a tomar un café.
--Eh... No se... Yo...
--¿Tienes cosas que hacer?... –Preguntó el hombre rápidamente.
--En verdad no... Pero... –Luego de meditarlo unos segundo concedió –Esta bien... Que sea café simple...
--¿Café simple?... –Repitió el peliazul --¿No quieres un capuchino?...
--Es que... No tengo mucho dinero... No quiero gastar en un café... –Respondió el ruso tímidamente.
--Eso es lo de menos... Si yo te invite por supuesto que pagaré... –Había algo en el tono de voz de Saga, como una mágica melodía, una grave melodía que intentaba decir mucho mas de lo que decía.
--Gracias... –Se limitó a decir Hyoga intentando soltarse, pero por algún extraño motivo sus músculos se encontraban tensos.
 
  Será la penetrante mirada de Saga, o su hechizaste voz o quizás la extraña situación, algo privó de todo movimiento al rubio, el peliazul también notó esto, por eso lanzo una tenue carcajada motivado por aquel nerviosismo tan evidente. La mesera ya había levantado el pedido del menor.
 
--Ten... –Dijo Hyoga extendiendo el billete de cien dólares, el mismo billete que Saga había dejado noche atrás sobre la mesa de aquel restaurante.
El peliazul no pudo mas que echarse a reír con tan extraña situación, el había dejado propina pero el mozo estaba empecinado con devolvérselo, algo nunca visto.
--No es gracioso... –Se quejó el rubio escondiendo su rostro, no supo porque pero se sintió idiota.
--No te enojes... –Pidió el hombre –No te lo di para que después me lo devolvieras... Ni mucho menos me lo olvide...
  Por supuesto ¿Quién olvidaría un billete de cien dólares sobre una mesa de algún restaurante?
--No puedo quedármelo... –Dijo el ruso firmemente extendiendo nuevamente ese billete.
  ¡Dioses! Era tan difícil desprenderse de ese dinero, un segundo mas que Saga se tardaba y ese billete volvería al bolsillo del rubio.

--¿Por qué no puedes quedarte con ese billete?...

--Mi niisan no me deja... –Ahora si, Hyoga se sintió al extremo idiota diciendo que “su hermano mayor no lo dejaba”
--Oh... Tu hermano debe tener una extraña manera de pensar... –Dijo Saga dando un sorbo a su café y asintiendo con su cabeza –De todos modos tu hermano no me atiendo a mi... Si no tu... ¿Entiendes lo que quiero decir?...
 
  El ruso asintió, no era tan estúpido. Era cierto, Ikki no había ido a trabajar en su lugar, él estuvo toda la noche yendo de un lado para el otro atendiendo mesa, soportando a Tatsumi, y esa propina se la dejaron a él, ¿Por qué obedecer, entonces, ese incoherente pedido de devolver una propina bien ganada?.
  La mesera los distrajo unos segundos cuando dejó el capuchino sobre la mesa, en ese instante Hyoga pudo apreciar el atuendo de la persona que tenia enfrente, un exquisito traje negro con una camisa blanca hábilmente desabrochada en algunos botones que Dios sabe cuanto le habrá costado... Sin dudas un traje que el rubio jamas tendría pues con eso compraba toda la comida del mes para él y sus hermanos. Automáticamente Hyoga observó sus jean gastados, sus zapatillas rojas y su remera negra, quiso reír o quiso llorar, un enigma.
  Los minutos que Saga se quedaba callado era una real tortura para el rubio, sentía que le leía la mente o que le estudiaba el alma, y esa sonrisa siempre presente que decía muchas cosas, cosas que el ruso no supo descifrar en su momento pero que hablaban del deseo.
 
--Igual... No puedo quedarme con este dinero... –Hyoga demostrando nuevamente un dejo de idiotez, pero era sincero, pues se sintió un ladrón.
--Pero niño... Son solo cien dólares... ¡Ni que te hubiera dejado mi mansión!... –Exclamó Saga demostrándole al muchacho que su dinero y su poder era mucho mas de lo que imaginaba.
 
  Nuevamente ese silencio se instaló entre los dos, y esa mirada punzante del peliazul que crispaban los nervios del rubio. El ruso quiso hablar, decir algo para romper esa barrera pero sin embargo el hombre se le adelantó.
 
--No eres japonés ¿Cierto?... –Algo en las facciones de aquel muchacho le indico eso a Saga.
--No... –Respondió Hyoga dándole un sorbo a su capuchino antes de que se le enfriara del todo –Mi padre era japonés... Pero mi madre rusa... Me parezco mas a ella... –Finalizó mostrando un tono de voz distinto, opaco, triste, lúgubre.
--Debe ser hermosa... –Aseguró el hombre sonriendo cálidamente.
--Lo era... Sin dudas lo era... –Afirmó el rubio ignorando el cumplido.
  Saga comprendió lo que le quiso decir, intento investigar un poco mas sin ser osado, pero el joven se le adelantó.
--De mi padre nada sé... Supongo que estará muerto... –En sus palabras hubo un atisbo de enojo y reproche --Lo único que tengo son a mis hermanos... Medios hermanos por parte de padre... –El ruso se censuro de golpe sintiéndose incomodo, por eso acotó: –Lo siento... No quiero aburrirte con mis cosas... Estoy hablando de mas...
--No lo haces... adelante... Iba a preguntártelo de todos modos...
--Eso... Somos cinco por lo que se... No se si seremos mas, pero los cinco estamos juntos... –Un poco mas relajado, Hyoga se soltó y comenzó a contarle a un perfecto desconocido algunas cosas de su vida, algo extraño en él, ya que no tenia amigos, reales amigos con quien dialogar de sus problemas y aunque los tuviese era bastante reservado.
 
  Saga lo escuchó atentamente, descifrando cada frase o cada anécdota contada a la mitad, intentando descifrar lo oculto detrás de las palabras del rubio, era tan transparente que con un par de expresiones pudo conocer su dolor y su angustia, la situación en la que vivía con sus hermanos y la estrecha relación con ellos...Esos habían sido los mismos motivos que lo habían acercado al niño mucho antes de estar sentados en ese café.
 
--Y dime tu Saga... –El ruso se sintió un Seiya en potencia, hablando hasta por los codos sin permitir que los demás metan bocado alguno --¿De que país eres?...
--Tanto se nota mi japonés paupérrimo... –Rió el peliazul reconociendo que a pesar de poder mantener un dialogo era bastante precaria su pronunciación.
  Hyoga rió también, pero a decir verdad era ese uno de los tantos atractivos de ese hombre, ese acento extraño y tan cautivante.
--Soy griego... Nací y viví en Grecia hasta mis 19 años... Hace ya 12 años de eso...
 
  El rubio asintió asombrado, quiso preguntar mas pero no supo por donde continuar, dejo que su compañero hablara solo, pero a diferencia de él se quedo callado... Muchos secretos que ocultar tal vez.
 
--¿Te gusta Japón?... –Preguntó el ruso para salir de ese silencio.
--No... –El griego fue completamente sincero.
--¿Y porque estas aquí?... –Hyoga se desconcertó, penso que era algún turista adinerado de vacaciones por el mundo.
--Por negocios... –Respondió Saga secamente sin dar demasiadas explicaciones del tema pero sin dejar de lado su sonrisa.
--Eres negociante... –El ruso no supo porque pero sintió que no era correcto preguntar, sin embargo su genio curioso pudo mas --¿De que?...
--Soy coleccionista de arte... Estoy en Japón para cerrar un trato, tengo pensado vender los pergaminos de Arquímedes... ¡Ba! Lo que queda de ellos... Pero por lo visto me llevara varios meses mas de lo que pensaba y de los que ya llevo en este país...
--Por lo que veo Japón no te agrada en lo mas mínimo... –Dijo Hyoga siendo perspicaz.
--Ahora comenzó a agradarme... Tu eres lo único bueno que me ha pasado en estos tres meses... –El griego hizo mas nítida y acentuada su sonrisa contagiando así a su compañero quien se perdió en su capuchino ocultando su avergonzado rostro.
--Apenas hace unas horas que nos conocemos... –Argumentó el ruso dejando en claro que era una locura y muy apresurado asegurar algo así.
--Tu a mi... Yo a ti te conozco desde antes...
  Hyoga se quedo helado con aquella confesión, quiso averiguar mas, quizás aquello que realmente lo perturbó desde un principio y sin vueltas dijo:
--¿Por qué me dejaste esa cantidad de propina?...
  El teléfono de Saga interrumpió su posible contestación, leyó el mensaje y se excuso con el pequeño:
--Lo siento... Cuando almorcemos te cuento mis motivos, pero ahora debo encontrarme con un cliente antes del mediodía...
--¿Cuándo almorcemos?... --¿Quién dijo algo de almorzar? Se preguntó el rubio desconcertado, Saga no pudo mas que reír al ver el rostro de su compañero.
--¿Qué?... ¿Acaso vas a rechazar una invitación mía?...
--Pues... No lo se...
--Hagamos una cosa... –Se adelantó el griego dejando un billete de cincuenta dólares sobre la mesa como quien deja monedas –Te llevo en auto hasta tu casa y hablamos mejor... Veré si en el camino te convenzo de almorzar juntos...
--Pero si estas apurado...
--Para llevarte a ti hasta tu casa... –Interrumpió el peliazul poniéndose de pie –Tengo todo el tiempo del mundo... Que mis clientes esperen...
 
  El ruso no pudo rechazar la insistencia de aquel hombre, sin mas opciones se subió junto a él en un espectacular Alfa Romeo negro. El viaje fue muy corto pero lo suficientemente largo para convencer a Hyoga de un almuerzo, de hecho hábilmente Saga lo había llevado hasta su casa con el fin de saber donde ubicarlo. Era la primera vez que al rubio le avergonzó su situación, llegando en un auto que valía mas que su raída casa, en compañía de un hombre que tenia mucho mas dinero que todos los vecinos de ese barrio juntos. Sin embargo, Saga lejos de hacer un comentario hiriente o fijarse en esos mínimos detalles, solo le pregunto cual era su casa de todas esas casillas:
 
--Aquella, sin portón, la que esta pintada todo de blanco... –Dijo Hyoga señalando su hogar.
 
  Doblando la esquina un joven se acercaba rumbo a su casa, no era nada menos que Ikki quien al ver ese monumental coche se quedo en seco preguntándose que hacia en la puerta de su hogar. Se quedo sin palabras cuando Hyoga bajo del auto. El rubio vio a su hermano de pie en la puerta de su casa y solo atino a decir:
 
--Hola Ikki... El es Saga... –Realizó las presentaciones formales solo por educación –Saga... El es Ikki...
 
  Saga sonrió de medio lado, apenas una sonrisa tenue que Ikki vio perfectamente correspondiéndole con una similar y un asentimiento de cabeza, hubo cruce de miradas y quien sabe de pensamientos... El ruso ajeno al detalle de que parecían conocerse, agradeció al griego por haberlo traído y volteó para ingresar a su casa en compañía de su niisan.
 
--Ikki ¿Qué haces aquí tan temprano?... –Preguntó Hyoga al darse cuenta de la hora.
  Ikki salió de sus cavilaciones y se distrajo para responderle sin ganas:
--Franco obligatorio...
 
  Saga arranco su coche una vez que los hermanos cerraron la puerta, tan buen oído que tenia le había permitido escuchar ese pequeño intercambio de palabras.
  Sin palabras, aquello significaba menos entrada de dinero ya que ese día sabático no le pagarían. ¡Dioses! ¿Algo mas? Shiryu sin empleo, Hyoga trabajando cada día peor, pues la propina era escasa, y encima a Ikki le daban franco.
 
--¿Te sucede algo Ikki?... –Preguntó el ruso al notar el extraño comportamiento de su hermano una vez dentro de su hogar.
--No... Todo esta perfecto... –Respondió el peliazul con un semblante opaco y muy pensativo, intentó no preocuparse demasiado por Hyoga para en cambio buscar pronto alguna solución.
 
  El rubio creyó que la noticia del franco obligatorio lo había afectado por demás a su hermano, Dioses, si seguía así Ikki terminaría por enfermarse, no era cuestión de trabajar como enano día y noche, eso no era vida por mas dinero que necesiten para vivir.
 
 
ffffff
 
 
  Los días pasaron sin ninguna novedad de Saga, pasaron sin mas, con Ikki trabajando como siempre, con Shiryu luchando contra sus hermanos, insistiendo en buscar empleo prometiendo no descuidar sus estudios, Seiya de mal en peor pues ahora se le daba por faltar a clase y robar en cambio, es que si... Se había enterado del franco de su hermano y eso lo supo, implicaba menos dinero, Shun ajeno y a la vez cercano de todo mantenía sus energías puestas en el estudio como agradecimiento hacia el esfuerzo de sus hermanos era lo mínimo que podía hacer y finalmente Hyoga... El rubio igual que siempre, yendo a trabajar a un lugar que comenzaba a odiar descubriendo por primera vez ese sentimiento a flor de piel y discutiendo a diario con un jefe que no lo echaba por pura conveniencia.
  Sin embargo, lejos de creer no volver a ver al griego, el ruso se llevó una enorme sorpresa cuando al regresar del centro se lo encontró muy cómodo sentado en el sillón que hacia de cama por las noches, con esa sonrisa y ese halo misterioso casi oculto, con su semblante tranquilo y su postura firme, con sus ropas mas caras que cualquier cosa que hubiese en esa casa. No lo supo, pero a Hyoga no le gusto para nada esa visita ¿Qué hacia Allí? ¿Bajo que permiso? No eran amigos ni mucho mas, le molesto y no hizo falta decírselo pues el peliazul lo notó.
  Hyoga dejo su mochila sobre la mesa mientras Shiryu paso a su lado con una taza de te para el invitado sorpresa, Seiya al lado de Saga se maravillaba con algunas de las posesiones del griego, desde obras de arte hasta un televisor pantalla de plasma de 46 pulgadas... El pequeño no pudo concebir un televisor tan enorme, curioso como solo Seiya podía ser quiso saber mas. El peliazul era bastante ocurrente y conseguía arrancarle carcajadas al pequeño de los hermanos Yamaguchi. Shun, se entretuvo con el cordón de su buzo ignorando al hombre de presencia majestuosa.
 
--¿Qué haces aquí Saga?... –Preguntó el rubio sin tapujos.
--Lo siento... Espero no molestarte... Pero quería llevarte a almorzar como habíamos quedado...
--¿Hoy?... –Pregunto casi con hartazgo –No estoy de humor...
--Bien... Si no tienes ganas de salir, no hay problema... –Concedió el peliazul tomando entre sus manos un celular –Pediré comida para todos...
--Saga... Gracias, pero no me parece correcto, somos muchos... –Dijo Shiryu rápidamente.
--Ustedes son cinco y conmigo seis... Esta bien... No te preocupes...
  Hyoga se quedo de piedra, no se imagino una salida así por parte de Saga, sin palabras mientras Seiya las usaba todas alegre por la comida, agradecido con ese hombre extranjero adinerado.
--A mi no me cuenten... –Espetó Shun de mala gana –No tengo hambre... –Se puso de pie y se encerró de un portazo en su cuarto.
--Discúlpalo Saga... –Pidió el pelilargo avergonzado por la actitud infantil de su otouto. –No se porque se comporta así... El no suele ser así, es bastante educado y correcto...
--No hay drama... –Tranquilizó el griego –De todos modos pediré comida para seis...
 
  Menos mal, penso el rubio, que Ikki no estaba allí, sino de seguro a esas alturas Saga hubiese sido echado de la casa de malos modos.
  Pero ¿Por qué le molestó tanto la visita inesperada del peliazul? Ni siquiera el mismo ruso lo supo, pero no se sintió cómodo, se sintió invadido, avasallado, acosado... ¡Esa era la palabra! Sentía que Saga de alguna manera sabia mas de él, de lo que Hyoga supuso y ese pensamiento inevitablemente le produjo escalofríos en todo el cuerpo.
  Lejos de pasar un almuerzo de veras agradable, Saga intentó mantener un buen animo con todos consiguiéndolo únicamente con Seiya, mientras que Hyoga se sumergió en su mutismo y Shiryu solo acotaba al paso, cuando podía o cuando tenia ganas. La comida abundante y exquisita sobro para alegría del menor de los hermanos. Nada pudieron hablar el griego y el ruso, recién cuando el peliazul alegó que debía irse para tristeza de Seiya, el rubio lo acompaño hasta la puerta de su auto. Hyoga tomó coraje y se lo dijo:
 
--Saga... No quiero que vuelvas a venir así, sin previo aviso...
--Lo siento... Cómprate un celular... –Dijo el hombre en son de burla, broma que no le cayo nada bien al joven.
--Si tuviese dinero para comprarme un celular no estaría viviendo aquí ¿No te parece?...
--No están tan caros... –Volvió a bromear el griego con el fin de que su niño no se enojara tanto, pero no fue buena idea –Mañana te compro uno...
--¡No! ¡No quiero un celular! ¡No quiero que me dejes cien dólares de propina! ¡Y no quiero que vengas así a mi casa! ... –Explotó Hyoga diciendo por fin lo que se tuvo guardado en el almuerzo, sin embargo se arrepintió cuando vio el semblante de aquel imponente hombre entristecerse.
--Lo siento Hyoga... Solo que Japón no me gusta ¿Sabes?... Y encontrarte a ti fue un salvavidas... –Dijo el peliazul hablando lento y pausado, sin dejar de lado su mirada apenada --No pienses que soy un loco o un acosador, solo me agradas... Era eso... Pero no te asustes, no volveré a molestarte...  –Caminó hasta la puerta de su coche --Será que nuestras costumbres son muy distintas y quizás para ti este mal visto que te visite de esta forma tan improvista... Pero quiero que sepas que si algún día llegas a mi casa de la misma manera, te recibiré cordialmente...  –Finalizo adentrándose al auto.
 
  Sintiéndose muy culpable con aquel hombre que solo le había ofrecido un poco de amistad y dialogo cordial, Hyoga se acerco rápidamente evitando que arrancara el auto, no supo que decir, pero de corazón se disculpo:
 
--Yo... Saga... Lo siento... Pensaras que me comporte como un pendejo... Pero no te temo es que... Entiéndeme, apenas nos conocemos... Aunque aparentemente tu me conoces bastante...
--No te preocupes Hyoga... Lo ultimo que quisiera hacer seria incomodarte... –Concedió Saga sonriendo débilmente para aplacar los ánimos tensos.
--Entonces ¿Cuándo almorzamos?... –Preguntó el rubio con el fin de negociar el perdón.
--Algún día de estos... Cuando menos te lo esperes, te llevare a almorzar y te diré porque te deje esa propina de la que tanto te asombras... –Finalizó el griego ahora sonriendo mas acentuado.
 
 Luego, el peliazul, arrancó su coche y se fue conforme con el resultado de su actuación, siempre le había salido bien el papel de pobre y desamparado... Y ese día no había sido la excepción. Ese mocoso rubio era una bendición, brillaba mas que el mismo sol de verano.
 
 
gggggg
 
 
  El día menos pensado llego justo el peor mediodía de Hyoga. La jornada había sido mas que mala y para completar el fastidio de haber tenido que ir a cubrir un turno de la mañana había peleado con su jefe. Saga llego al restaurante Tokumaru con un traje azul obscuro que le quedaba exquisitamente sexy, mas de una mujer daba la vuelta al verlo ya que no sólo era exótico, su presencia dejaba un halo misterioso de placer, como si su mirada asegurase llevarte lejos, muy lejos.
  Cuando el rubio vio a ese ser de pie en el hall principal de ese lugar, su corazón brincó de emoción, como si fuese su “salvavidas” o la solución a sus problemas, caminó con paso firme hasta él y con una tenue sonrisa lo saludó.
 
--Que bueno... Que estés aquí...
--Oh... Que lindo recibimiento... –Dijo el griego asombrado, hacia un par de días atrás, en su ultimo encuentro pareció querer echarlo de su vida, en cambio en ese momento demostró todo lo contrario.
--Es que hoy no tuve un buen día... –Dijo el ruso temblando de pie a cabeza.
  Por mas fuerte que sea uno, cuando se somete durante mucho tiempo a una situación angustiante, esta termina por desbordarlo, y digamos que Hyoga ya había tocado fondo.
--¿Mala propina?... –Preguntó el peliazul llevando una de sus manos al hombro del muchacho.
--Estoy cansado de este lugar...
--¡YAMAGUCHI!... –Una voz potente y grave interrumpió las palabras del rubio.
--Dioses... –Pronunció el ruso luchando contra ese nudo en su garganta –Te juro Saga... Que si vuelve a ponerme una mano encima lo mato... –Una lagrima de bronca descendió por su mejilla.
--Bueno... Antes de que hagas eso... Renuncia...
--No puedo... Necesito este empleo... –Dijo Hyoga conteniendo la furia, tanta indignación le daba todo.
--No bajo estas condiciones...
--¡YAMAGUCHI!... –Tatsumi intento bajar la voz cuando llego frente a todos los clientes, aun mas al ver con quien estaba ese joven prepotente –Se-Señor Mileto... –Balbuceó torpemente—Buenos días Señor Mileto... –Luego se dirigió al rubio –Jovencito... Siga con su trabajo...
--No quiero... –El rubio fue firme en sus palabras a pesar de su temblequeo, motivado por las palabras de Saga continuó –No quiero seguir bajo tus ordenes... ¡Renuncio! Consíguete a otro que te soporte...
 
  El ruso fue bastante educado debido a la circunstancia, en parte lo era, no solía faltarle el respeto a las personas, algo que sin dudas había aprendido de Shiryu, mientras que sus agallas y fortaleza sin dudas de Ikki, la dulzura de Shun y las ganas de vivir la vida de Seiya.
  Hyoga agarro su propina, se quitó su chaleco y lo arrojó al suelo; y mientras Tatsumi lo amenazaba con que se olvide del sueldo de ese mes pues no había finalizado la jornada Hyoga se encerró en el baño y en un santiamén se cambio la ropa, dejando la de trabajo desperdigada por todo el suelo.
  Agustín desde la cocina rió motivado por esta discusión que se escucho en todo el restaurante ¡Era hora!.
 
 
 

   


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