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¡Esto no puede estar pasando! por BadWolf

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Notas del fanfic:

Es mi primera historia de este estilo. Cualquier crítica es bienvenida.

La historia se publica también en wattpad, por si a alguien le resulta más sencillo leer de este modo.

Keenan miró por la ventanilla hacia la línea de costa que se extendía paralelamente a la carretera.

─Keenan. ─La voz de su hermano sonó por encima de la música de sus auriculares, cargada de la suficiente impaciencia como para que se diera cuenta de que no era la primera vez que lo llamaba.

Se quitó rápidamente un auricular.

─¿Qué?

─Estoy escuchando yo tu música ─dijo su hermano en tono de reproche─. Te vas a quedar sordo antes de cumplir los veinte si no bajas el volumen.

El chico puso los ojos en blanco.

─Sí, mamá. ─Trasteó el viejo reproductor para apagarlo y lo guardó junto con los auriculares en uno de los bolsillos exteriores de su bolsa de viaje─. ¿Queda mucho para llegar?

─No lo sé, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que vine.

Keenan arqueó una ceja con escepticismo.

─¿Y estás seguro de que este es el desvío correcto? Llevamos casi una hora sin ver rastro alguno de civilización.

─Pues… No lo sé.

─¡Lloyd! ─protestó Keenan─. ¡Dijiste que sabías cómo llegar!

─Pensaba que lo sabía, pero todos los caminos son iguales por aquí, y si al menos hubiera alguna maldita señal…

Keenan suspiró y abrió la guantera para sacar el mapa que su tío había enviado por correo electrónico con las indicaciones para llegar. Trató de buscar el nombre del último pueblo por el que habían pasado siguiendo la línea azul que serpenteaba cerca del mar.

─Vamos bien. Estamos a punto de llegar, según el mapa ─dijo.

Lloyd exhaló como si hubiera estado un buen rato conteniendo la respiración y aminoró la velocidad para tomar una curva.

─¡Mira! ¡Veo un faro! ─exclamó─. Tiene que ser el del pueblo, es más o menos como lo recordaba.

Keenan observó los escarpados acantilados que se extendían justo delante de ellos, en los que se levantaba el gran faro de Haven Bay. Tenía que admitir que el paisaje era precioso, y el cielo de color azul inmaculado lo mejoraba con creces.

─Ahora que lo pienso, ¿no es como el de la portada de ese libro? El que estaba leyendo Liza ─comentó su hermano─. No me acuerdo de cómo se llamaba.

Brumas de amor, de Shawn Price ─respondió Keenan. Casi sintió náuseas del sabor amargo que el nombre le dejó en la boca.

─¡Sí, ese! Vaya, a Liza le hubiera encantado venir. Podríamos visitarte nosotros antes de que vengas tú a Newcastle a pasar la Navidad. ─De nuevo ese tono nostálgico y esa mirada de soslayo.

─Estaré bien ─replicó el Keenan, doblando de nuevo el mapa─. Cuatro meses no es tanto tiempo, y podremos hablar todos los días por Skype.

Lloyd suspiró y volvió a fijar la atención a la carretera. No era ningún secreto que no le agradaba la idea de la mudanza de su hermano. Desde un primer momento, había expresado abiertamente su disconformidad, y Keenan sabía que no le molestaba tanto el hecho de que se fuera a vivir lejos como que el lugar fuera la casa de su tío Travis. Lloyd lo detestaba hasta el punto de que se negaba a utilizar el dinero que les enviaba mensualmente tras la muerte de sus padres, por muchos apuros económicos que estuviera pasando.

Justo al dejar atrás el faro, las primeras casas del pueblo aparecieron a la vista, todas ordenadas y dispuestas como si se tratara de la fotografía de una postal. Algunas de ellas estaban tan cerca de los acantilados que parecían parte de la misma roca.

Keenan contempló las vistas, maravillado. En su mente empezaban a formarse distintas ideas que tal vez acabara por utilizar para alguna de las cientos de historias que pensaba escribir en un futuro. Estaba tan ensimismado que olvidó por completo volver a sacar el mapa para guiar a su hermano hasta la casa de su tío, pero él se las supo arreglar por su cuenta. Cuando salió de sus ensoñaciones, ya habían estacionado frente a una hilera de casas que encajaban a la perfección con el estilo del resto del pueblo.

─¿Cómo has llegado tan rápido? ─preguntó Keenan, mirando a su hermano con incredulidad.

─¿Ves? Te dije que sabía el camino. ─Lloyd sonrió con indulgencia y lo siguiente lo dijo en voz baja, como si le estuviera contando un secreto─. En realidad, he dado varias vueltas antes de llegar aquí; menos mal que el pueblo no es muy grande. Además, no te has dado ni cuenta. Sé que el resto del mundo queda en segundo plano cuando pones esa cara tuya.

─¿Qué cara mía?

─Esa cara que delata que solo tu cuerpo está presente y que puedo olvidarme de contar contigo.

Keenan le propinó un golpe en el hombro, fingiendo estar ofendido. Lloyd se echó a reír y le dio unas palmaditas en la cabeza.

─Te voy a echar de menos, hermanito. ─Dejó de reír y cambió su gesto por uno más serio─. Sabes que nadie te va a juzgar si cambias de opinión. Siempre serás bienvenido en casa.

─Estaré bien ─respondió Keenan, por segunda vez ese día─. No tienes que preocuparte por mí, puedo cuidarme…

Lloyd interrumpió su argumento estrechándolo entre sus brazos. Ambos llevaban puestos los cinturones de seguridad, y quedaron en una posición un tanto incómoda, pero prolongaron el abrazo todo el tiempo que pudieron.

─Yo también te voy a echar de menos ─murmuró Keenan─. Aunque no a tus habilidades culinarias.

Lloyd se apartó, esta vez siendo él el que fingía estar ofendido.

─No cocino tan mal.

─Sí que lo haces ─rio Keenan, abriendo la puerta para salir del coche. Se las arregló para no trastabillar mientras sus piernas se acostumbraban a estar de pie de nuevo después de las cuatro horas de viaje. Peleó con su bolsa de viaje para sacarla de debajo del asiento, y para cuando ganó la batalla, su hermano ya lo esperaba un poco más adelante con su vieja maleta en la mano.

─Quiero volver antes de que se haga de noche, Keenan, no pasa nada si te das un poco de prisa ─se burló.

El chico le respondió con una mueca y cerró la puerta de golpe.

─Tal vez si tú no te hubieras dormido esta mañana, habríamos salido antes y no tendrías que preocuparte por llegar tarde ─le espetó, avanzando hasta ponerse a su altura. Contempló las casas de la calle, que parecían todas iguales─. ¿Sabes siquiera qué número es?

El rostro de Lloyd se ensombreció de repente.

─No creo que haga falta.

Keenan no tuvo que preguntarle qué le había molestado, pues en ese momento vio a un hombre esperando en el porche de una de las casas. No le hizo falta mucho para suponer que era el famoso tío Travis.

─¿Ha ido todo bien en el viaje? ─preguntó el hombre, una vez que llegaron donde él estaba. Tenía un ligero acento escocés que su gesto totalmente serio convertía en algo intimidante.

Lloyd masculló algo que parecía una afirmación y dejó la maleta en el suelo.

─Ya dije que no me molestaba ir yo mismo a por Keenan ─prosiguió Travis.

─Ni a mí traerlo. Además, hay algunas cosas de las que tenemos que hablar.

Keenan notó el leve temblor en la ceja de su hermano y su mandíbula tensa. No pudo evitar sorprenderse de nuevo la hostilidad que su hermano profesaba hacia ese hombre, al que él ni siquiera había podido conocer. Lloyd siempre se había caracterizado por ser una persona afable y sonriente; no hacía falta mucho para caerle bien. ¿Qué era lo que había hecho su tío para ganarse su odio de esa manera? Se moría por averiguarlo. Los misterios siempre le habían encantado.

─Keenan.

El chico se sobresaltó cuando su tío se dirigió a él.

─¿Sí? ─consiguió articular.

─Tu habitación es la primera puerta subiendo las escaleras. El baño está justo al fondo del pasillo. ─Le tendió una llave, que Keenan aceptó después de titubear un momento.

Claramente, era una invitación educada a que los dejara a él y a Lloyd a solas para que discutieran lo que fuera que necesitaran discutir.

Se despidió de su hermano con otro abrazo y prometió llamarlos a él y a Liza esa misma noche, en cuanto se instalara. Recogió su maleta del suelo y echó un último vistazo a su tío antes de entrar en la casa.

Las escaleras estaban a plena vista. Las subió a saltitos para hacer que la sangre volviera a circular por sus piernas con normalidad y librarse de una vez del entumecimiento del viaje. Abrió la puerta de la que se suponía que sería su habitación a partir de entonces.

El cuarto era simple, algo más grande del que tenía en casa de su hermano, con las paredes de color crema, un escritorio bajo una ventana que daba a la calle, una cómoda y una cama pegada a la pared.

Keenan dejó la maleta en el suelo y la bolsa de viaje sobre la cama, y empezó a desempacar, aunque antes le envió un mensaje a su amigo Alec para decirle que había llegado sano y salvo. Alec lo llamaría de un momento a otro, exigiéndole que le detallara con pelos y señales qué le había parecido el pueblo y cómo se encontraba allí. Keenan lo adoraba, no por nada era su mejor amigo y el único que había querido conservar al mudarse, pero a veces también se comportaba como si tuviera que cuidar de él a todas horas, igual que Lloyd.

Se acercó a la ventana para mirar hacia la calle, donde su hermano y su tío estaban hablando. A la habitación tan solo llegaban sus voces amortiguadas, pero aun así se podía percibir el tono tenso de la conversación. Ahora deseaba aún más averiguar lo que estaba ocurriendo entre ellos. No contaba con que Lloyd se lo dijera por voluntad propia, pero tal vez su desconocido tío Travis accediera a revelárselo si se lo preguntaba.

Por muchas ganas que tuviera de desentrañar el secreto, se sentía como un estúpido intentando descifrar la conversación que estaban teniendo abajo. Apenas conseguía entender nada, y pensó que posiblemente debía de hacer caso a Lloyd y cuidar su audición para no quedarse sordo antes de tiempo. Trató de hacer caso omiso de lo que estaba ocurriendo en la calle y terminar de deshacer la maleta.

De momento, el pueblo que iba a ser su hogar durante todo un año le gustaba. Tenía ese aire tranquilo, íntimo y a la vez misterioso que lo ayudaría a la hora de encontrar inspiración para sus historias. Tan solo esperaba que la convivencia con su tío Travis fuera buena, aunque probablemente apenas se verían. Según lo que tenía entendido, era una especie de detective privado y viajaba por todo el país si lo llamaban para algún encargo, o eso era lo poco que había podido sonsacarle a Lloyd tras mucho insistir.

El teléfono comenzó a reproducir la sintonía de Hora de Aventuras, que había configurado para que fuera el tono de llamada de Alec. Descolgó rápidamente y la voz de su amigo no tardó en llegar hasta su oído.

─¡Keenan! ¿Ya has llegado? ¿Qué tal todo?

Keenan rio al escuchar el tono preocupado de Alec. Se habían visto esa misma mañana, antes de partir de Newcastle, pero parecía que llevaban semanas sin saber el uno del otro.

─Todo bien. Aunque… ─Bajó un poco el tono de voz─. ¿Recuerdas que te dije que había cierta tensión entre mi tío y Lloyd y que tú me dijiste que eran imaginaciones mías?

─¿No lo eran?

─Pues no. Se llevan mal, terriblemente mal. Tan solo he estado un momento con ellos mientras hablaban y sentía que podía tocar la hostilidad tal que si estuviera hecha de hormigón.

─Tú siempre tan poético, Keenan. Te conozco, y sé que ahora mismo te mueres por saber qué es lo que pasa entre ellos.

─Obviamente, ¿quién no querría saberlo?

─Está bien. Pero espera al menos un par de días antes de meterte en líos ─advirtió Alec.

Keenan frunció el ceño al imaginarse la mueca burlona que estaría cruzando el rostro de su amigo en ese momento.

─Yo no me meto en líos ─protestó, en un tono que incluso a él mismo le pareció poco confiable.

Alec respondió algo pero Keenan no llegó a escucharlo porque llamaron a la puerta de la habitación y se apartó el teléfono de la oreja. Antes de acudir a abrir, se asomó por la ventana y vio que ya no había nadie en la calle y que el coche de su hermano había desaparecido.

─Después te llamo ─murmuró rápidamente antes de colgar.

Dejó el teléfono en la cama y se dirigió a abrir la puerta. No esperaba a nadie más que a su tío Travis al otro lado, pero aun así le sorprendió un poco.

Su tío tampoco pareció muy cómodo al encontrarse frente a frente con él. Era obvio que no sabía muy bien cómo comportarse.

─¿Va todo bien?

Keenan tardó un instante en reaccionar y responder.

─Sí, sí. Ningún problema.

─Me alegro. Por cierto, hay una chica que pregunta por ti.

─¿Una chica? ─repitió, algo descolocado.

Su tío se encogió de hombros.

─Está abajo ─se limitó a decir, antes de alejarse por el pasillo y desaparecer detrás de una de las puertas que había pasando el cuarto de Keenan.

El chico no pudo pensar mucho tiempo en el extraño comportamiento de su tío, ya que la curiosidad por conocer la identidad de la visitante hizo que pronto dejara el tema de lado.

Bajó trotando las escaleras y se dirigió a la puerta principal, que estaba abierta de par en par. Una chica pelirroja aguardaba en el umbral, con las manos entrelazadas a la espalda, balanceándose sobre las plantas de sus pies. Parecía distraída mirando una planta mustia del porche.

─¿Hola? ─preguntó Keenan para llamar su atención.

La chica dio un brinco y clavó la mirada en él. Una gran sonrisa se extendió lentamente por su rostro.

─¡Hola! ─exclamó─. Me llamo Cam, vivo enfrente. ¿Tú eres...?

─Keenan.

─Encantada. Te he visto llegar y, bueno, no es que todos los días aparezca alguien nuevo por aquí. ¿Te quedarás mucho tiempo?

─Hasta que termine el curso, supongo.

La sonrisa de Cam se hizo más amplia.

─¿Entonces irás al instituto?

─Eso creo ─asintió Keenan, abrumado por el entusiasmo de la chica.

─¡Genial! No hay mucha gente joven por aquí, ¿sabes? Es el ciclo de la vida de Haven Bay. La gente nace aquí y cuando la necesidad de explorar mundo los reclama, se marchan. Regresan, por supuesto, pero es porque creen que es un buen lugar para criar a sus hijos. El resultado: un enorme vacío generacional. ─Expuso sus argumentos con solemnidad, como si estuviera defendiendo algo en lo que creía firmemente─. De hecho, creo que yo misma estoy cayendo en la maldición, ya que planeo irme al año que viene si me admiten en la Universidad de Oxford… y si no, también. Bueno, ya sabes, para cualquier cosa, vivo ahí. ─Señaló la casa que quedaba justo al otro lado de la calle.

─Gracias…

Ella hizo un gesto con la mano a modo de despedida y dispuso a marcharse, pero antes de moverse, dio un salto y giró sobre sí misma.

─¡Casi me olvido! El lunes empieza la escuela, así que es tradición que el viernes nos reunamos en la playa para hacer una pequeña fiestecita de despedida al verano. Ya sabes, música, arena, alcohol… Suele asistir mucha gente de otros pueblos, así que será un buen modo de que vayas conociendo a nuestros compañeros de clase. ¿Vendrías?

Keenan estuvo tentado a decirle que no, pero la idea no le desagradaba del todo. Con el ajetreo de la mudanza apenas había podido quedar con nadie durante el verano, a excepción de Alec, y empezaba a sentirse como un verdadero antisocial. Además, no había mejor lugar que una fiesta para empezar a conocer a los que podrían ser sus futuros amigos.

─Claro ─respondió finalmente.

Cam soltó una risita.

─Siempre quedamos varios para bajar juntos a la playa; pasaremos a por ti. Prepárate para las ocho o así. ─Repitió su gesto de despedida y se marchó corriendo.

Keenan esperó hasta ver a la enérgica chica desaparecer en la casa de enfrente para cerrar la puerta. No regresó a la habitación, sino que aprovechó para curiosear un poco por la casa. Lloyd le había contado que sus abuelos vivieron en ella, y que después de la muerte de estos pasó a ser propiedad de su tío.

Le hubiera gustado encontrar algún recoveco secreto, pero la casa era en su totalidad lo que se veía: un salón, un armario en el que se amontonaban cajas de cartón, una cocina que podía estar en mejores condiciones y algo que parecía que alguna vez había sido un despacho pero que se había convertido en un almacén para más cajas de cartón. A casi todo le hacía falta una buena limpieza, y las paredes parecían suplicar por una mano de pintura. Las colchas de los sofás y los cojines de las sillas estaban agujereados y dejaban escapar el relleno de esponja.

Keenan suspiró. Iba a tener bastante trabajo que hacer allí, pero precisamente ese era el motivo de su traslado. Por suerte, su habitación estaba bastante decente, o lo estaría cuando hubiera terminado de acomodar sus cosas.

Iba a echar un segundo vistazo por si había algo que había pasado por alto, pero recordó que tenía que continuar la conversación con Alec. Sonrió internamente al pensar que estaría molesto por dejarlo colgado sin ninguna explicación. Se lo merecía.

La casa estaba sumida en el más absoluto silencio, a excepción del ruido de sus propios pasos. Su alborotada imaginación empezó a pensar en las posibles criaturas que aguardarían en las sombras, y en las historias que esas pareces guardaban con recelo.

Tal vez Alec podría esperar.

Tenía que escribir.

Notas finales:

Gracias por leer.


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