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¡Esto no puede estar pasando! por BadWolf

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La semana transcurrió con bastante tranquilidad. Keenan no tardó en adaptarse a la vida allí, y no le resultó algo complicado.

Procuraba levantarse temprano para poder hacer pronto sus tareas y tener el resto de la mañana libre. Odiaba madrugar, pero por alguna razón la atmósfera del pueblo lo incitaba a querer disfrutar del sol mañanero, a sabiendas de que tal vez no llegaría a ver mucho conforme se fuera acercando el invierno.

Hablaba con Lloyd y Alec a diario. Aunque hubiera querido evitarlo, las llamadas de ambos eran tan puntuales como un reloj, y sabía los dos enloquecerían si no descolgaba a la primera. Los añoraba con locura a ambos y también a Liza, su cuñada, pero procuraba no ponerse sentimental durante las llamadas para que no se preocuparan, y porque Lloyd estaba deseando encontrar cualquier excusa para llevarlo de vuelta a Newcastle.

Cam, su entusiasta vecina, lo arrastró a una visita guiada por el pueblo el segundo día, y le enseñó las tiendecitas con las que contaba la calle mayor, el mirador de los acantilados y las playas. Haven Bay no tenía mucho más que ofrecer, pero esas pocas cosas le otorgaban cierto encanto.

La convivencia con su tío era otra historia. Después de que Keenan se instalara, le explicó por encima algunas normas básicas, le reiteró que no debía molestarlo bajo ninguna circunstancia cuando estuviera trabajando y se marchó. Después de aquello, no lo había vuelto a ver en toda la semana, hasta el punto que de no ser porque escuchaba sus pasos de vez en cuando, habría apostado que se había desvanecido en el aire.

La mañana del viernes, Keenan se despertó con un inesperado buen humor, a pesar de que era más temprano que otros días. Tenía que comprar algunas cosas en el pueblo y prefería hacerlo lo antes posible.

Se levantó de la cama, sacó algo de ropa cómoda del armario y salió al pasillo para dirigirse al baño. Como empezaba a ser costumbre, no se encontró con nadie por el camino. Se metió en la ducha y abrió el agua caliente. La noche anterior se había quedado escribiendo hasta tarde porque las palabras parecían no querer acudir a él y estaba agotado, pero a la vez, y aunque pudiera parecer contradictorio, lleno de energías.

Cuando bajó las escaleras hacia el salón, se percató del atrayente aroma a café que flotaba en el aire proveniente de la cocina. Se dirigió hacia allí, haciéndose a la idea de que probablemente no estaría solo.

Su desaparecido tío se levantó de inmediato en cuanto lo vio entrar.

─Buenos días ─saludó Keenan, al ver que el otro no parecía muy dispuesto a decir nada. Antes de que lo incómodo de la situación lo hiciera querer dar la vuelta y regresar a su cuarto, se apresuró a cruzar la cocina para sacar un envase de zumo de naranja de la nevera.

Su tío volvió a sentarse en completo y alcanzó la taza de café que había encima de la mesa para darle un sorbo.

Keenan lo observó de reojo mientras intentaba alcanzar un paquete de galletas de mantequilla en uno de los armarios. Se parecía bastante a la imagen mental que tenía de un detective privado cualquiera: desgarbado, con una descuidada barba de varios días y esa mirada inteligente que parecía analizar al detalle todo su entorno. Su cabello totalmente revuelto era el mismo tono caoba que el de Lloyd y su padre, pero ahí se acababa cualquier parecido.

─Has madrugado ─comentó su tío desinteresadamente, tomando otro sorbo de café.

─Tengo que ir a comprar unas cosas para la escuela y había pensado en aprovechar y hacer la compra de la semana ─respondió Keenan, contento de tener algo con lo que romper el incómodo silencio.

─Está bien. Te dejaré algo de dinero en el mueble del recibidor. ─Y sin más, Travis se levantó de la silla, con la taza de café en mano, y se dispuso a marcharse.

─Espera ─se apresuró a decir el chico─. Sé que esto te va sonar un poco extraño pero… ¿me estás evitando?

Su tío no dijo nada. Lo miró fijamente, como si lo estuviera evaluando.

─No ─respondió al fin, antes de darse la vuelta y abandonar la cocina.

Keenan se quedó estupefacto unos segundos. Para no estar evitándolo, su comportamiento demostraba justamente lo contrario.

Trató de no pensar en eso mientras terminaba de desayunar y se preparaba para irse. Tal y como le había indicado su tío, en el mueble del recibidor había un billete de veinte libras y la lista de la compra justo debajo. Los guardó en su cartera y salió de la casa.

Hacía buen día, pero mientras Keenan esperaba al autobús, unas nubes cubrieron el sol. Se puso los auriculares y esperó que no lloviera porque ni siquiera había traído paraguas. Por suerte, el autobús llegó antes de que empezaran a caer las primeras gotas y en la parada de Keenan el cielo ya había vuelto a despejarse.

Ya que no había muchas tiendas en Haven Bay, Cam le recomendó que fuera al pueblo vecino si necesitaba comprar algo, y así de paso se aprendería el trayecto que harían todos los días para ir al instituto. A pesar de que le había hecho caso, Keenan empezó a dudar de si había sido una buena idea cuando comenzó a deambular sin rumbo por las calles. Tal vez no había sido muy inteligente ir solo a un lugar que no conocía de nada.

Angel’s Hollow era el pueblo más grande de los alrededores, y el único que contaba con un instituto y un hospital propiamente dichos, entre otras cosas. Las casas de allí eran considerablemente más señoriales, la mayoría de construcción antigua y elegantes porches.

De alguna forma y tras dar algunas vueltas, Keenan acabó orientándose hasta la calle principal. Siguió la hilera de tiendecitas y entró en la primera papelería que encontró, aliviado de no haber tenido que explorar todo el pueblo otra vez en busca de una. Los escaparates exhibían con orgullo el nuevo libro de Shawn Price, El amor no llama dos veces. Ni siquiera el título podía presumir de ser original.

La mujer regordeta de mejillas sonrosadas que atendía le dedicó una sonrisa resplandeciente al verlo entrar.

─¿En qué puedo ayudarte? ─preguntó con amabilidad.

─Quería dos cuadernos, por favor.

─Un momento, cariño. ─La mujer desapareció en la trastienda.

Keenan se apoyó en el mostrador y contempló uno de los ejemplares de El amor no llama dos veces que había expuesto allí. En la portada había una chica de espaldas abrazada a un torso desnudo cuya cabeza desaparecía en el límite superior. El título estaba escrito en letras floreadas con relieve, y justo debajo, el nombre de Shawn Price. Levantó el libro y le dio la vuelta para leer el resumen, pero volvió a dejarlo casi con aprensión al comprobar que, efectivamente, no consistía más que en un cliché tras otro.

La dependienta volvió a aparecer con el pedido de Keenan y lo descubrió aún mirando el libro.

─¿Te gusta Shawn Price? ─inquirió, con una sonrisa tan amplia que sus ojos se entrecerraron.

El chico se apresuró a negar con la cabeza y a apartarse un poco del libro en exposición por si acaso no había quedado claro.

La mujer soltó una carcajada.

─Es una pena, porque en unas horas vendrá a firmar ejemplares. ¿Te lo puedes creer? ¡El mismísimo Shawn Price en mi tienda!

Keenan frunció el ceño. Shawn era un novelista mediocre a su parecer, pero el resto del mundo le tenía una estima increíble. Las librerías más conocidas del Reino Unido estaban en una lista de espera de meses para que Shawn acudiera a hacer una firma. El joven prodigio del romance no tenía tiempo suficiente para eso, pero sí para presentar su nuevo libro en una pequeña papelería de un pueblecito de la costa escocesa. Los dueños debieron ganar algún sorteo de esos ñoños de la televisión o algo por el estilo.

─Podrías venir a conocerlo a ver si te animas a leer algo suyo ─insistió la mujer─. Puede que a un chico de tu edad no le interese mucho esa temática, pero créeme, tu novia lo agradecerá.

Keenan no pudo contener una risita.

─Me lo pensaré. ─Pagó los cuadernos, se despidió de la dependienta y salió de la tienda.

***

Dustin se despertó cuando la luz del sol le dio de lleno en los ojos. Se cubrió la cara con las mantas y soltó un quejido.

─¡Arriba, bella durmiente! ─La voz aguda de su hermana Tessa se le clavó en los tímpanos─. Son las nueve y hace un día precioso.

─¿Solo las nueve? ─gruñó, metiendo la cabeza debajo de la almohada. Cada palabra de su hermana era una puñalada directa a su cerebro. Maldijo internamente a su amigo Kevin por convencerlo de ir a beber al pub la noche anterior.

─¿Solo? ─Tessa tiró con fuerza de las sábanas a los pies de la cama para dejar a Dustin sin su escudo para la luz─. Te recuerdo, hermanito, que le prometiste a la señora Gillan que te pasarías por su tienda a firmar a las once.

Dustin se apartó la almohada de la cabeza y le lanzó a su hermana una mirada furibunda.

─Fuiste tú la que se lo dijo. Por si se te ha olvidado, estoy de vacaciones. Va-ca-cio-nes.

Tessa puso los brazos en jarras.

─Un retiro para autocompadecerte no son vacaciones. ¿Cuánto bebiste anoche?

─Mucho, y pienso repetirlo esta noche ─replicó Dustin, levantándose de cama.

Después de firmar libros en la tienda de la señora Gillan ─añadió Tessa. Su hermano gruñó algo ininteligible y salió de la habitación dando zancadas─. Y buenos días a ti también.

Dustin fue directamente al baño sin molestarse en responder a su hermana. Los recuerdos de la noche anterior estaban mezclados en su cabeza y ni siquiera recordaba haber llegado a casa en ningún momento. Al menos aún llevaba puesta la ropa interior.

La ducha fría le sirvió para despejar sus ideas, aunque tener la mente despejada era lo que trataba de evitar con su supuesto retiro autocompasivo. Pensar con claridad hacía que volviera a sentirse triste y miserable.

Cuando regresó a su cuarto con una toalla en la cintura y sintiéndose un poco mejor, Tessa no estaba, y su teléfono móvil timbraba con furia en la mesita de noche. Pensó en dejarlo sonar y que quienquiera que estuviera al otro lado supusiera que no estaba disponible, pero el teléfono siguió repitiendo la musiquita en bucle hasta que se dignó a descolgar.

─¿Sí? ─respondió, con voz irritada.

─Dustin, tío, llevo media hora llamando, ¿dónde estabas? ─Kevin parecía tan enérgico al hablar que Dustin no pudo evitar preguntarse si había sido el único en beber como si se fuera a acabar el mundo la noche anterior.

─Agonizando.

─La verdad es que te pasaste un poco anoche. Cuando Rick te llevó a tu casa apenas te podías mantener en pie.

Dustin anotó mentalmente darle las gracias por ese detalle a Rick, el sorprendentemente sereno primo de Kevin. Parecía mentira que esos dos pudieran tener sangre en común.

─¿Hice algo de lo que tendría que arrepentirme? ─preguntó. Hasta que comenzaron sus vacaciones nunca había perdido tanto el control con el alcohol. Normalmente lo aguantaba bastante bien y sabía poner un punto y final, pero después de que Carol lo echara todo a perder, él mismo se estaba echando a perder también.

─Nada importante. ¿Repetirás esta noche?

A pesar de lo que le había dicho a Tessa, Dustin no tenía ganas de volver a salir. Lo único que quería era quedarse en la cama a lamentarse por su suerte, y tal vez responder a algunos mensajes de lectores para que no volvieran a comenzar rumores de que había muerto.

─Creo que voy a pasar ─respondió al fin. Se pellizcó el puente de la nariz para aliviar la presión que martilleaba en su cabeza.

─Venga, anímate. Rick va a acompañar a su novia a una fiesta de estudiantes en el pueblo vecino. He estado otros años y es bastante divertido. Además, es una buena oportunidad para conocer chicas.

Lo último que le apetecía a Dustin era conocer a alguien más después de lo de Carol. Ella había sido el amor de su vida, su musa, pero al parecer, él no fue el de ella. Ahora ya no tenía ganas de enamorarse, ni de volver a escribir.

Tan irónico como sonaba, el príncipe del romance no había sido capaz de conservar su propia relación.

─¿Sigues ahí? ─preguntó Kevin─. No has terminado de morirte, ¿verdad?

Dustin suspiró.

─Sigo aquí. Contad conmigo para esta noche.

Notas finales:

Gracias por leer.


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