Dib sentía ansiedad por volver a clases. No, no es que estuviera ansioso por regresar y ver a Zim, después de todo, la ansiedad es un trastorno psíquico que implica fatiga e irritabilidad, y Dib no sólo se sentía fatigado y molesto, sino que tampoco lograba concentrarse en nada y la sensación de que un peligro inminente le acechaba lo mantenía con los nervios a flor de piel.
Desde luego, el factor estresante para Dib era el alien de piel verdosa, el recuerdo de “algo” que crecía y se endurecía entre sus piernas, ah, y también sus últimas palabras.
Tienes bonitos ojos.
T i e n e s b o n i t o s o j o s .
Tie-nes-bo-ni-tos-o-jos.
Cuando Dib le preguntó a su hermana si ella creía que él tenía bonitos ojos, ella lo golpeó con su consola en la cabeza, en un intento por enderezar el cable que se le había cruzado a su hermano. O tal vez no. Tal vez lo cierto es que tenía ganas de hacer eso desde hace años.
Dib no durmió esa noche, y la mañana siguiente, durante el desayuno, su cara fue a dar en el plato de huevos revueltos que Foodio 3000 le había preparado. Ni siquiera sabía cómo había llegado a la escuela hasta que Gaz se bajó de su espalda y le dio un empujón en dirección a su salón. Dib llegó a su asiento por inercia y su cabeza aterrizó de nuevo, pero esta vez contra la mesa de fórmica. Soltó un “auch” amortiguado para luego seguir inmerso en su estado de pseudo-zombie.
Unos minutos más tarde, Zim hizo lo que sería su entrada más dramática hasta el momento. La puerta se estrelló contra la pared en un estrépito que sacudió el polvo del techo y todos los chicos volvieron la vista y cesaron el murmullo, pero al instante pasaron de ello, pues sólo era Zim.
El invasor marchó derecho hacia Dib, que tenía cara de haber presenciado el horror de los horrores y del cual ahora sólo quedaba el trauma que lo consumía, con la mirada vacía y perdida en algún punto de la pared mugrienta.
- Cosa-Dib –demandó Zim, tamborileando los dedos enguantados en la mesa, pero Dib no respondió-. ¡Cosa-Dib, te estoy hablando…! -El muchacho estaba en su mundo. Zim hubiera querido agarrarlo y zarandearlo hasta que aprendiera a admirar y respetar su grandeza Irken, pero no podía tocarlo-. ¡¡¡DIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIB…!!!
Sólo entonces Dib se dio cuenta de que alguien le estaba hablando. Todos en el salón habían volteado de nuevo para saber a qué venía tanto alboroto. Dib hizo un esfuerzo sobre humano para enderezar el cuello y ver que ahí estaba Zim, su factor estresante, pero el invasor no le dio tiempo para reaccionar.
- La última vez me llamaste “¡GAAAAAAAAAAAY!” y saliste corriendo –dijo el Irken-.
- ¿Qué… qué quieres? –le preguntó el chico, temblando-.
- Para empezar, quisiera que me digas qué significa “¡GAAAAAAAAAAY!”, porque he pasado los últimos cuatro meses afuera, en el universo, tratando de investigar qué es un “¡GAAAAAAAAAAY!”, y nadie sabe lo que es un “¡GAAAAAAAAAAY!”, así que más vale que me digas qué es un “¡GAAAAAAAAAAY!” de una vez por todas. Y también, ¿qué pasó con tu cara y tu ropa, cosa-Dib?
- ¿Cuatro meses? –procesó Dib.- Pero si sólo… ha pasado una noche.
- Cuatro meses, una noche. Sí, lo que sea. Hay una falla en el espacio tempo más allá del cinturón de Orión, pero eso seguramente es demasiado para tu mentecilla humana. Ahora responde, cosa-Dib qué es un “¡GAAAAAAAAAAY!”.
En ese momento entró la señora Bitters dando otro portazo.
- A sus asientos, ¡TODOOOOOOOOOS! –vociferó la mujer flacucha y encorvada justo antes de azotar el escritorio con los tres libros de tapa dura que tocaban para el día-. Va también para ti, ¡ZIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIM! –le gritó en la cara al irken, muchas gotitas de saliva le dieron de lleno en los enormes lentes de contacto azules que llevaba-.
- ¡Sí, señora Bitters! –dijo el irken, corriendo a su asiento-.
Dib se había salvado, o eso creyó hasta que comenzó el bombardeo de papelitos en su contra. Dib los iba abriendo conforme le iban dando en la cabeza, y decían:
Tu enorme cabeza es un blanco fácil, humano.
Ahora te ordeno que me digas,
Qué
Es
Un
GAAAAAAAAAAY.
Dib no terminaba de entender cómo era posible que el irken, con toda su tecnología, no pudiese entrar a la red y buscar lo que significaba aquella palabra, pero no era realmente eso lo que le inquietaba. ¿Realmente Zim había olvidado todo, desde la riña en el jardín hasta lo de sus bonitos ojos, por entender un término desconocido?
Al parecer Zim tenía una escala completamente torcida de prioridades, y su línea de pensamiento no andaba mucho mejor; pero al menos Dib sintió alivio al reconocer que todo el asunto quedaría totalmente en el olvido en cuanto satisficiera la curiosidad del invasor, y entonces todo volvería a ser como antes, por lo que agarró un lápiz, y arrancando la esquina de una hojita escribió con letra casi inentendible.
Después.
Al minuto recibió una contestación.
¡No! ¡Ahora, humano!
Y luego otra.
¡AHORA!
Y otra.
YO, EL GRAN ZIM, TE LO ORDENO.
La ansiedad de Dib había desaparecido casi por completo para dejar paso a una nube de irritación que crecía y crecía.
Te lo explico después, Zim.
A lo que Zim respondió:
¡¿Por qué?!
¡Porque no es algo que se pueda decir en una nota…! Sólo espera.
Tienes hasta el almuerzo, humano.
O.K.
Dib tenía hasta el almuerzo para encontrar una forma de explicar lo que era un gay. De repente no lucía como una tarea tan fácil.