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El libro de las leyendas: Tomo Fullbuster por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Portada

Preso de tu amor

Él sólo era un chico solitario cuando le reclutaron. Al disolverse la banda, volvió a quedarse en la calle, pero cuando aquel hombre le brindó su mano, supo que quería reconducir su vida, aunque no todos en Konoha están dispuestos a perdonar sus crímenes y Deidara… ya no sabe qué más hacer para que el hombre que le ayudó y del que se enamoró, se sienta orgulloso de él.

Parejas principales: Minato-Deidara

Historia:

 

¡No podía creer que toda la organización hubiera caído! Desde el día en que le reclutaron, jamás pensó que algo así podría ocurrir. Tan sólo era un crío cuando le dijeron de unirse, cuando prácticamente le forzaron a aliarse con ellos, ¡aún era un crío! Con catorce años había entrado a formar parte de la banda más terrorífica que había cruzado la tierra ninja, ahora… con diecisiete años… volvía a estar igual de solo que el día en que le reclutaron.

Un año había pasado desde que la banda se deshizo. Hidan acabó sepultado a trozos bajo la tierra del bosque de los Nara, Pain muerto por su enfermedad, Kisame… hundido y destrozado por otro equipo de Konoha y él… él simplemente había acabado donde todo empezó, en una aldea solitaria siendo repudiado por todos.

Todo su cuerpo amoratado era testigo de los golpes que recibía por las piedras que lanzaban los aldeanos. Hubo momentos en que pensó en destrozarles a todos, en crear una bonita explosión y destruir todo el pueblo, pero estaba cansado, hambriento y demasiado dolorido como para hacerlo.

Ante sus ojos habían pasado ya todas las estaciones, pero ahora… el invierno volvía más frío que nunca. Las nevadas se habían intensificado pero tan sólo podía acurrucarse bajo aquella sucia manta dentro de la pequeña y derruida casa que había encontrado a las afueras del pueblo.

Observaba las pintadas de las paredes mientras temblaba de frío y trataba de acurrucarse todavía más. Ni siquiera la manta era capaz de quitar un poco el frío de aquella helada noche. Pensó que aquel podría ser su último día y no le pareció una mala idea entonces.

Siempre había sido un chico raro, odiado y temido, solitario y con ideas extrañas que le convirtieron tanto en el preferido del Tsuchikage, pero también el más odiado entre el resto de sus estudiantes. Querían convertirle en una máquina de matar, en el mejor ninja, sin sentimientos, sin remordimientos y quizá lo consiguieron. Un niño sin familia, sin nada que perder y sin nada a lo que agarrarse, tan sólo la idea de sobrevivir y por primera vez, sentía que sobrevivir ya no merecía la pena.

Las pisadas entre el hielo y la nieve se escucharon dentro de la maltrecha casa. Tan sólo un medio tejado se tenía en pie y su manta se cubría de nieve. Un año había vivido en la calle, deambulando y pidiendo algo de limosna para comer. Había caído muy bajo, demasiado, hasta el punto de haber llegado a ofrecer su cuerpo por una comida caliente. ¿Cuánto más debía rebajarse por sobrevivir? Seguramente el hombre de las pisadas acabaría por aprovecharse de su vulnerabilidad, pero hasta eso le daba igual.

La sombra de la figura detenido frente a él le llamó la atención, pero estaba demasiado débil para girarse a mirar de quién podía tratarse. Seguramente tampoco le conocería. Algún hombre del pueblo que pasaría por allí o incluso algún leñador que buscaba algo para encender la chimenea de su hogar.

Se sorprendió por cómo el hombre se acuclillaba a su lado y apartaba los mechones de pelo para observar su rostro, para comprobar si realmente estaba bien.

- Ey… chico – escuchó la suave y melodiosa voz de aquel hombre – estás helado. Si sigues durmiendo aquí, tendrás una hipotermia. Vamos… ven conmigo – le dijo el hombre tratando de incorporarle como pudo mientras le ponía una chaqueta encima y volvía a taparle con la manta una vez sacudió la nieve de encima.

Deidara apenas podía levantarse. Intentó un par de veces que sus pies se movieran, pero, al final, tras ser incapaz de ponerse en pie, sintió cómo alguien tiraba de él y lo cargaba sobre su espalda. Era incapaz de abrir los ojos, sin embargo, escuchó a un grupo de ninjas que se acercaban hacia ese hombre que le cargaba.

- Hokage-sama… por favor… ese chico está moribundo, nos retrasaría en la misión – comentó uno.

¿Hokage? Aquella fue la palabra que se le quedó grabada a Deidara, el mismo Hokage en persona era ese extraño hombre que intentaba ayudarle. No podía creerse que alguien de su importancia pudiera estar rebajándose a llevarle consigo.

- No voy a dejarle aquí.

- Es un criminal clase S. Lo mejor que puede hacer es acabar rápido con su sufrimiento.

- Aún respira y voy a llevarlo conmigo a Konoha. Tendrá un juicio justo.

- Su juicio será su muerte – espetó otro hombre – es un criminal clase S que ha participado en delitos de la mayor banda criminal que ha pisado el Mundo Ninja.

- Es un chiquillo de diecisiete años – le gritó Minato – yo hablaré a su favor.

Todos sus guardias detuvieron cualquier conversación. Se notaba que no estaban conformes con esa decisión, pero ninguno se atrevía a llevarle la contraria al Hokage de la aldea.

***

Las explosiones se escuchaban muy cerca, pero no era un ruido que a Deidara le disgustase. Durante aquel día, gracias al Hokage, había conseguido entrar en calor y seguramente… en unas horas tendría las suficientes fuerzas como para tratar de huir, sin embargo, no estaba seguro de querer hacerlo.

Ahora se encontraba allí sentado bajo la copa de un gran árbol entre la oscuridad de la noche. Minato había desaparecido de su lado para infiltrarse en aquel castillo y terminar rápido con la misión para poder volver a casa. Sabía lo que le esperaba al llegar a Konoha, un juicio y posiblemente… su asesinato, pero por alguna razón tenía una mínima esperanza en que ese rubio le ayudase.

- Míralo – escuchó a uno de los ninjas de Konoha – se cree a salvo y sólo acabará siendo la puta de los ninjas de Konoha – rió consiguiendo que los otros compañeros rieran también.

- Creo que era buena idea eso de traerlo con nosotros, necesitaremos desfogarnos cuando acabemos la misión – susurró otro acercándose a él y oliendo su rubio cabello.

- Podríamos hacer algo divertido para matar el tiempo, ¿no creéis? – sonrió el primer ninja acercándose al rostro de Deidara - ¿Es que no vas a decir nada? – preguntó enfadado cogiéndole con brusquedad del cuello y girando su rostro para lamer la mejilla del menor.

Deidara aguantó el quejido de dolor por el agarre y colocó una cara de asco cerrando los ojos, sin embargo, no podía decir que aquello le llegase a importar mucho, ya había pasado por cosas así en la organización y también fuera de ella en la villa donde estuvo malviviendo. Conocía de sobra que la gente y sobre todo los ninjas, se aprovechaban de la debilidad de los otros para hacer valer su voluntad y esos en concreto… parecían deseosos de tener sexo.

La mano del segundo ninja comenzó a subir por el muslo de Deidara en busca de su intimidad. El rostro de Deidara se tensó, pero armándose con un poco de valor, movió su debilitada mano hacia el cinturón donde estaba su saco de arcilla. Explotar a esos ninjas en ese momento era lo que más deseaba.

Ya estaba llegando la mano a la intimidad del rubio cuando se detuvo abruptamente y éste abrió los ojos sorprendido por el grito entre asustado y de dolor que había lanzado su acosador. El otro ninja soltó con rapidez el rostro de Deidara permitiéndole moverse al fin. Era su momento para atacarles, para coger la arcilla pero fue incapaz de hacerlo al ver ese cabello rubio moviéndose con la suave brisa.

La chaqueta blanca encima de su uniforme verde de Ninja le delataba por completo. Minato Namikaze estaba allí frente a él, sujetando con brusquedad la muñeca del acosador mientras miraba desafiante al otro ninja.

- Apartaos de él ahora – dijo con una voz tan seria e intimidante, que hasta un escalofrío recorrió el cuerpo de Deidara. Nunca antes había escuchado una advertencia como aquella, pero todos se apartaron de él – si volvéis a tocarle, yo mismo os juzgaré.

- Pero, señor… sólo bromeábamos…

- No me gustan esa clase de bromas.

- Sólo es un criminal. ¿Qué más da? Él habrá hecho esto millones de veces, ha matado gente.

- Como dije… es sólo un crío y nadie va a ponerle un dedo encima.

Un sonrojo subió hasta las mejillas de Deidara. Jamás nadie había intervenido para protegerle, nadie se había limitado a defenderle y mucho menos… a salvarle de los abusos de los demás. Dejó que la brisa que soplaba aquella noche moviera su cabello frente a su rostro y aun así… no podía apartar la mirada de aquel hombre. Ni siquiera entendía por qué captaba su atención, pero era incapaz de no sentirse atraído hacia ese hombre.

***

Dos meses después:

Tras aquel largo juicio donde finalmente, el Hokage habló a su favor, Deidara consiguió salir bajo fianza y con varios meses por delante de servicio comunitario y vigilancia las veinticuatro horas del día. Odiaba estar vigilado, pero un sonrojo apareció en sus mejillas al recordar que sería el propio Minato Namikaze quien iba a ocuparse de ello hasta que su condena finalizase. Había pasado de ser un chiquillo sin casa, sin futuro y sin familia, a vivir junto al mismísimo Hokage de la villa de Konoha.

Cuando salió de la sala del juicio, sólo pensaba en cómo sería encontrarse con Minato, sin embargo, cuando iba a dar la esquina a uno de los pasillos, se echó atrás escuchando cómo éste hablaba con una mujer de cabello rojizo.

- Vamos, Minato… viene de una banda criminal – le decía en susurro.

- ¿Y no merece una segunda oportunidad? Sólo es un chiquillo que tomó un mal camino, puede cambiar.

- La gente no cambia tan fácilmente y otros… no lo hacen nunca.

- Él cambiará, lo sé – sonreía Minato.

- Tú confías siempre en todo el mundo.

- ¿Vas a decirme que es una mala idea y que no lo haga?

- No – dijo Kushina – sé que nadie puede convencerte de lo contrario pero… ten cuidado, ¿vale? Toda la villa te necesita.

- Él será parte de la villa – dijo Minato dejando un suave beso en la frente de la mujer – dale una oportunidad, te caerá bien, estoy seguro.

- ¿Cómo vas a hacer para que le dejen tranquilo? Toda la villa sabe que has traído a un hombre joven aquí que es un criminal.

- Voy a vigilarle de cerca y esperaba que me ayudases un poco y le enseñases las cosas básicas: dónde comprar, cómo tratar con la gente, cómo vestir… no sé.

- Lo intentaré – dijo Kushina – pero no será fácil que la gente le integre.

- Me sirve con que lo intentes. Yo intentaré también conseguir que la gente le acepte. Es un chico con unas habilidades excepcionales, quizá podría llegar a ANBU o incluso a mi guardia personal con el entrenamiento adecuado.

Kushina pareció quedarse fijamente mirando algo a la espalda del Hokage y es que, había visto cómo Deidara salía de su escondite y esperaba en un rincón a que ambos terminasen la conversación.

- Creo que te esperan – dijo Kushina finalmente – nos vemos mañana. Ya me irás contando qué tal va la cosa.

- Sí. Voy a llevarlo a casa, seguro que está cansado.

- Nos vemos mañana, Hokage-sama.

- Hasta mañana, Kushina.

Minato se giró en cuanto la pelirroja empezó a caminar para salir del edificio y entonces, sus azules ojos se cruzaron con los de Deidara. Tenía unos ojos incluso más azules que los suyos, un azul cristalino que captaba la atención enseguida. Tan sólo tenía diecisiete años, un cuerpo esbelto y más de uno querría poseer a ese chiquillo por su edad, fogosidad o por su físico, pero Minato tan sólo veía a un pobre chico sin suerte en la vida.

- ¿Vamos a casa? – preguntó con una sonrisa – estoy seguro que querrás darte un baño.

- Sí, me gustaría mucho – dijo Deidara.

Mientras caminaban por la calle, Deidara tan sólo podía pensar en las cosas que había escuchado en el calabozo. Sabía que todos allí deseaban tener sexo con él, era joven y atractivo, pero por alguna extraña razón, pese a querer tenerlo sólo con una persona en concreto… él no parecía interesado en su cuerpo ni en su juventud. Había oído rumores en prisión de cómo Minato llevaba años soltero y completamente solo. No había decidido tener ningún tipo de relación sentimental con nadie y, en parte, algunos ninjas de élite estaban deseosos de meterse en su cama y llegar a ser alguien importante tan sólo… por acostarse con él.

De todos aquellos rumores, sólo uno le interesaba realmente a Deidara, saber que estaba soltero y disponible, sobre todo… saber que hacía muchos años que no había tenido relaciones con nadie, porque eso le daba acceso a él para entrar en sus pantalones si motivaba la necesidad de todo hombre.

- Vamos a tener que ir a ponerte primero un tatuaje – aclaró Minato con una leve sonrisa.

-  ¿Un tatuaje? – preguntó confuso.

- Sí, porque a partir de ahora, vas a ser mi ANBU personal, te ocuparás de mi protección, aunque no sé si realmente estás muy interesado en ello. Lo pedí explícitamente – sonrió de nuevo.

- ¿El Hokage me pidió a mí? – preguntó él confuso y ruborizado - ¿Por qué? Es decir… yo era un criminal.

- Espero no equivocarme y que realmente… puedas cuidarme – sonrió de una forma aún más amplia, algo que hizo que Deidara se sonrojase todavía más.

- Sí, le cuidaré con todo lo que tenga, no dejaré que jamás le falte de nada, se lo prometo.

Entraron en la tienda y Minato explicó al dependiente lo que necesitaba que hiciera, el símbolo de los ANBU en el brazo derecho. Pese a los nervios que Deidara tenía en su interior por las agujas, saber que aquel tatuaje lo acercaba más a Minato, estuvo encantado de poner el brazo y aguantar la respiración hasta que todo acabase.

Cuando salieron tras hacerse el tatuaje, Deidara se miraba y se tocaba con los dedos el pequeño vendaje en su brazo. La gente les miraba caminar hacia el clan Namikaze y quizá por eso, sólo cuando llegó a la gran casa tradicional de Minato, Deidara se sintió fuera de peligro y de las miradas.

- Te enseñaré la casa y luego podrás ducharte – comentó Minato.

- Puedes ducharte tú primero, mientras prepararé algo de cenar.

- No hace falta que lo hagas, yo puedo cocinar, se me da muy bien – sonrió el mayor.

- Sé que no hace falta, pero quiero hacerlo. Te debo mucho.

Minato apoyó su mano sobre el hombro de Deidara y sonrió. Sabía que ese chico aún estaba en prácticas, de hecho, su consejo había accedido a que fuera ANBU tan sólo porque Minato prácticamente les había obligado a hacerlo, no porque estuvieran de acuerdo con aquella medida.

- Voy a la ducha entonces – susurró Minato.

Deidara sonrió antes de meterse en la cocina. Se había criado solo hasta que entró en aquella organización y sinceramente… no sabía hacer muchos platos, pero sí podía hacer algo básico, una sopa de miso, algunos encurtidos que encontró por la casa y algo de carne para acompañar el arroz. Le habría gustado preparar algo de Sushi, pero al mirar por la nevera, observó que Minato no tenía pescado fresco por allí y no quería salir solo a comprar.

Mientras cortaba los encurtidos, escuchó el agua correr. Minato debía haber empezado a ducharse. Por un instante, la curiosidad de ver a ese hombre desnudo, captó su atención, pero por otro lado… sabía que era su intimidad y no debía invadirla, más cuándo él  había sido tan bueno de dejarle quedarse en su casa, de librarle de aquel juicio pese a los servicios comunitarios que aún debería realizar y de tener que ganarse la confianza de sus guardias y sus compañeros ANBU.

Encendió el fuego con un leve sonrojo al imaginarse el esculpido cuerpo de Minato y empezó a preparar la sopa de miso cortando los pocos ingredientes que llevaba. Se sentó en un taburete a esperar a que la sopa estuviera lista, sin embargo, no podía dejar de pensar en aquel hombre. Estaba tardando en salir pese a que ya no escuchaba el grifo y eso le preocupó. Alzó la mirada y entonces, se encaminó hacia el baño con cierto temor.

Con dulzura, empujó la puerta corredera para dejar salir el cálido vapor. No podía ver nada, los cristales de los espejos estaban empañados pero en cuanto el vapor descendió ligeramente, observó a Minato prácticamente con los ojos entrecerrados, durmiéndose allí dentro de la bañera. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Deidara, ese hombre había estado muy preocupado por él y seguramente había dormido poco por su culpa, por intentar ayudarle y negociar con su consejo.

Deidara se acercó hacia la gran bañera donde descansaba Minato , con gran suavidad, deslizó sus ágiles dedos por el brazo de Minato creándole un leve cosquilleo. Lentamente, recorrió su brazo hasta alcanzar sus hombros y bajar hacia el pecho. El agua caliente tocó sus dedos, pero él los sumergió hasta que consiguió tocar con sus manos aquellos pezones que endurecieron de golpe antes de dejarle escuchar un leve gruñido de placer de aquel rubio.

Cerró los ojos acariciando esos pezones, dejando que las lenguas de sus manos los lamieran con intensidad con tal de escuchar más gemidos y gruñidos de placer de aquel hombre, sin embargo, Minato abrió los ojos al sentir algo extraño, encontrándose con los brazos de Deidara que rodeaban su nuca y jugaban con su pecho.

- Dei… - susurró Minato – Para, Dei – le dijo cogiendo sus manos.

- Lo siento… no quería que despertases, sólo… quería que te relajases.

- No así, pequeño – le susurró Minato – yo no…

- ¿No quieres sexo? – preguntó extrañado – puedo dártelo, he hecho cosas peores…

- Sé que… - a Minato se le rompió la voz al recordar el informe que sus médicos le habían entregado de ese chico – sé lo que has sufrido, Dei, sé que llegaste a acostarte con otros ninjas por comida, por una habitación donde pasar las frías noches, sé que te pagaban por ello pero… yo no quiero sexo de ti.

- Pero… a ti quiero dártelo. No me siento obligado ni lo hago por comida o por una habitación, lo hago porque de verdad… quiero hacerlo contigo.

- Sólo eres un chiquillo, Deidara – remarcó Minato – tienes diecisiete años, encontrarás a alguien en la vida a quien quieras de verdad y no sea una obligación.

- Lo he encontrado.

- Yo no puedo enamorarme, Dei – sonrió Minato con gran calidez tratando de que el chico no se sintiera mal.

- ¿Por qué? Todos dicen que estás solo pero no lo entiendo. Puedes tener a cualquiera, sé que no soy suficiente para ti, que sólo tengo diecisiete años como dices, que no puedo ofrecerte nada más que mi cuerpo y mi amor pero…

- No es por ti. Ser Hokage es un camino que debo recorrer en solitario.

- ¿Por qué?

- Porque si los ninjas supieran que tengo una familia, irían a por ella para hacerme daño a mí. No quiero poner a nadie en peligro.

- Soy tu ANBU – dijo Deidara.

- En prácticas – sonrió Minato.

- Pero un ANBU al fin y al cabo. Los ANBU damos la vida por el Hokage, igualmente ya estoy en peligro. ¿Qué más da, Minato?

Minato se sintió pillado ante aquello porque era cierto. Había querido darle la mejor vida posible a ese chico, pero ahora caía que en realidad le estaba llevando a la muerte por él.

- Joder… pediré que te quiten de ahí.

- No quiero que me quiten – dijo Deidara – sólo quiero complacer al Hokage. Llevas solo mucho tiempo, déjame aliviar tu soledad – susurró Deidara con los ojos cerrados, rozando sus labios con los de aquel rubio que no se había movido ni un milímetro y que también, por primera vez, se estaba dejando embaucar por sus necesidades.

- Alíviala entonces si es lo que quieres – le susurró Minato terminando de recorrer el espacio entre sus labios.

Aquel ínfimo roce hizo que los dos contuvieran el aliento unos segundos, que el escalofrío que les recorrió les inundase por completo, sin embargo, Deidara sintió cómo la mano de Minato cogía una de sus muñecas y le indicaba que diera la vuelta a la bañera hasta ponerse a su lado. Desde allí, rodeó su cintura con su fuerte brazo y, con un movimiento brusco, lo metió dentro de la bañera con él besándole con una pasión irrefrenable.

Deidara sintió la pasión de aquel hombre, notaba su necesidad de años sufriendo en silencio. El agua rebosó de la bañera al entrar al agua, pero ninguno se dignó a separar sus labios. Jamás había sentido tanta necesidad en alguien como le ocurría con aquel rubio, Minato necesitaba desfogarse y lo necesitaba con urgencia.

- ¿Cuánto llevas solo? – preguntó Deidara entre besos pese a estar bajo el cuerpo de aquel hombre.

- Mucho… años – dijo Minato tirando de la camiseta de Deidara y desgarrándola con impaciencia.

- Entonces… - suspiró Deidara con la respiración entrecortada al sentir los posesivos labios de Minato en su cuello – vamos a disfrutar mucho.

La pierna de Deidara se enrolló en la cintura de Minato girándole en la bañera. Una sonrisa surgió en el rostro de ambos, hasta que el menor colocó sus manos tras la nuca, dejando que las lenguas de sus manos jugasen con el cuello de aquel rubio mientras volvían a besarse con pasión.

Minato cogió la muñeca de Deidara con fuerza y la separó de su cuello con una mirada lujuriosa que le extrañó al menor, sin embargo, al ver cómo Minato cambiaba sus ojos a esa boca de la palma de su mano y la acercaba hacia su boca para meter su lengua en ella, un gemido salió de golpe de la garganta de Deidara.

Sus manos siempre habían sido muy sensitivas, moldeaban la arcilla y sentir cómo otra lengua jugaba con ella era una sensación única.

- ¡Oh, Dios! – susurró Deidara cerrando los ojos, pero al escuchar cómo Minato gemía aún más, se dio cuenta de algo, su lengua de las manos era mucho más ágil, moldeaba arcilla, creaba objetos increíbles.

Sentado como estaba encima de Minato, sintió el miembro de Minato empezar a levantarse, rozando con su miembro. Deidara sonrió al sentir cómo ese rubio perdía todo su autocontrol y se dejaba llevar por sus instintos más primarios, por aquella pasión y su necesidad. ¡Sí que estaba falto de sexo! Fue lo que pensó Deidara.

Sonrió con lujuria y bajó el pantalón de Minato dejando libre aquel miembro que crecía cada vez más. Al verla en libertad, se asombró y se ruborizó. Le gustaba lo que veía, más cuando no dejaba de escuchar aquellos gemidos que la lengua de su mano le hacía sacar a Minato. La otra mano, la apoyó en el pecho de Minato para que su lengua jugase con el pezón, dejando que el rubio arquease la espalda por el placer.

Su boca la llevó hasta el miembro de Minato que deseaba sentir la misma pasión que sentía ya todo el cuerpo del adulto. Durante unos segundos, Deidara lamió y succionó aquel miembro que despertaba y se endurecía, sin embargo, Minato se levantó de golpe y cogió a Deidara consigo sacándolo de la bañera para tumbarle en la madera del suelo, posicionándose así arriba. Deidara sonrió.

- Me gusta cuando dominan – dijo Deidara – muéstrame al Minato más fogoso.

- ¿Quieres disfrutar de verdad?

- Quiero que me llenes entero de ti – le susurró Deidara – quiero que hagas tus sueños realidad, que me poseas como nadie más ha hecho.

- Eso está hecho, eres demasiado excitante.

Minato hizo un gesto con sus dedos y entonces, tres réplicas aparecieron ante el joven. Deidara sonrió, nadie había llegado a pensar en algo así con él, pero le gustaba la perversión de la mente de Minato.

- ¿Qué tal… si te vas preparando para mí? – preguntó Minato lamiéndole el lóbulo de la oreja mientras conducía la mano de Deidara hacia su entrada para que lamiera y lubricase toda la zona.

- Claro – le susurró Deidara dejando que su lengua de su mano se introdujera en su entrada lubricándola.

Una de las réplicas se colocó tras el trasero de Deidara y le ayudó a esa lengua mientras metía un dedo en su interior. El joven contuvo el grito de placer que estuvo a punto de salir al sentir cómo todo su cuerpo se estremecía.

Las otras dos réplicas se colocaron una a cada lado del joven, desnudos como iban y colocándose de rodillas, dejando así sus miembros al alcance de las manos de Deidara, permitiendo que sus lenguas empezasen a jugar con ellos, lamiéndolos, introduciéndolos, sacando los mayores gritos de pasión y placer que Minato jamás sacó. Sus lenguas jugaban con maestría mientras el Minato real besaba a Deidara con pasión, sintiendo en sus propias carnes todo lo que sus copias sentían.

- No sé cuánto aguantaré – le susurró Minato.

- Quiero ser tuyo – le dijo Deidara – quiero cumplir tus fantasías, así que fóllame como quieras, toma mi cuerpo.

- Entonces… móntame – le dijo Minato dándole la vuelta y sentándolo encima de él.

- Como desees – susurró Deidara sacando la lengua de su trasero y buscando el miembro de Minato para introducirlo en su entrada.

Deidara empezó a sentarse lentamente mientras se introducía aquel erecto miembro. Sus huevos chocaron contra los de Minato proporcionándoles otra corriente eléctrica que les enloqueció una vez más. Las dos réplicas se levantaron del suelo para colocarse a los lados de Minato y dejar que sus manos se agarrasen a sus miembros para equilibrarle y, a la vez, dejar que les masturbasen aquellas sensuales lenguas.

- ¿Te gusta lo que ves? – le preguntó Deidara con una gran sonrisa mientras masturbaba a las dos copias con sus manos y empezaba a moverse, montando a un Minato que comenzaba a gemir.

- Por supuesto – le dijo Minato – eres perfecto.

- Entonces, déjame devorarte entero – dijo mirando a la tercera réplica que se masturbaba él mismo – vamos… déjame tenerlo, aún tengo una boca más.

La tercera réplica se colocó de pie encima del Minato real y acercó su miembro a la boca del rubio. Deidara sintió cómo esa réplica cogía con fuerza su cabello y empujaba la cabeza marcando el ritmo que le gustaba. El Minato real gritó de placer y tomó con sus manos el trasero de la réplica que estaba de pie consiguiendo incrementar aún más aquella excitación.

Todas las bocas de Deidara estaban ocupadas, sus oídos se llenaban de los gemidos de aquellos cuatro rubios que poseían cada orificio suyo mientras él se movía desenfrenadamente encima del real, hundiéndose y evitando gemir gracias a tener su boca ocupada.

El cuerpo de Deidara tembló con fuerza, dándole a entender a Minato que ese chico estaba cerca del clímax, tanto… que a las pocas embestidas, lanzó aquel semen sobre su abdomen y las piernas del Minato que estaba de pie. Aun así, Deidara trató de mantener el ritmo un poco más, tratando de que Minato acabase y lo hizo… los cuatro acabaron juntos, el real dentro de él mientras las dos réplicas le llenaban entero con su semen, y el último se corría en su boca permitiendo que el semen resbalase por sus labios.

- Joder – susurró Minato mientras sus copias desaparecían y Deidara se levantaba para sacar el miembro de aquel hombre de su interior y caer rendido a su lado.

- Creo… que ahora sí necesito un baño – susurró Deidara con una sonrisa.

- Los dos lo necesitamos. ¡Dios!... eres increíble pero… esto está mal… eres un menor, yo…

- No empieces ahora a sentirte culpable, Minato, ha sido el mejor sexo de mi vida y también el tuyo, estoy seguro. Puede que sí… sea un menor, pero en este mundo… nada importa, muchos otros me han tenido a la fuerza pero yo quiero estar contigo, déjame ser esa persona que complacerá todos tus deseos.

Minato pasó su brazo bajo los hombros de Deidara y le empujó hacia su pecho para que se apoyase allí. Sabía que estaba mal, que sólo era un adolescente y, sin embargo, no podía evitar sentir cierto sentimiento por él, una atracción sin igual que jamás antes había sentido por nadie. Quizá era eso lo que le motivó a sacarlo de aquel infierno, a ayudarle desinteresadamente y ahora… se daba cuenta de que estaba atrapado en la sensualidad del menor. Le dio un casto beso en la frente y esperaron unos segundos abrazados en el suelo antes de volver a la bañera.

***

Seis meses después:

Las manos de Deidara se apoyaban con fuerza en aquella mesa de la oficina mientras intentaba evitar los jadeos que intentaban salir de su boca. Pronto cumpliría los dieciocho años, pero para él… ya nada tenía importancia desde que había encontrado su felicidad al lado del Hokage.

Sus servicios comunitarios habían terminado, pero aun así… la gente de aquella villa seguía viéndole como un criminal, como un asesino, alguien que no era digno de estar en esa ciudad. Los otros ANBU que decían ser sus compañeros, tan sólo eran rivales, unos que hablaban y lanzaban rumores sobre lo que ocurría en la oficina del Hokage cuando estaban a solas, le llamaban la “puta” del Hokage, pero a él no le importaba siempre y cuando tuviera a Minato a su lado. Se decía una y otra vez que sólo eran celos de los demás, una envidia insana.

Acalló el siguiente gemido que intentó salir de su garganta mientras Minato seguía moviendo las caderas profundizando sus envites. Aquella postura, con Deidara prácticamente a cuatro patas, le encantaba al Hokage y ese joven lo sabía. Él mismo movía el trasero hacia atrás cuando Minato tomaba impulso para profundizar.

El ritmo de ambos era frenético y Deidara se agarraba cada vez más al borde de la mesa a la vez que mordía la manga de su camiseta para evitar gritar allí mismo por el placer y difundir todavía más rumores sobre él y Minato.

Mordió su brazo cuando sintió aquel cálido líquido entrar en él. Minato, lentamente, fue bajando la velocidad de su ritmo intentando recuperar el aliento, pero sin dejar de profundizar en aquel chico que todavía no había terminado. No tardó mucho en irse sobre la mesa del Hokage.

Se tomaron sus minutos para relajarse y recomponerse antes de limpiar el lugar de los hechos y sonreírse de manera cómplice. Quizá no habían hecho oficial su relación aunque la mayoría creía que Deidara era la “amante” del Hokage y es que… su largo cabello rubio le hacía ser la burla de sus compañeros, quienes le trataban como si fuera una chica, una golfa cualquiera, simplemente… esa “puta” que el Hokage aprovechaba en sus momentos de necesidad.

- Voy a ir a comprar algo – dijo Deidara – te prepararé una buena cena esta noche.

- No sé si llegaré a cenar – comentó Minato con una sonrisa – mira todo el papeleo que tengo pendiente aún.

- Entonces te traeré la cena aquí y un poco de diversión.

- De acuerdo – suspiró Minato viendo con cara aburrida el montón de papeles que aún le quedaba por rellenar. Cuando decidió ser Hokage nunca esperó aburrirse tanto.

Deidara se marchó de allí arreglándose su máscara ANBU, aunque de todas formas, su turno terminaba y debía ir a casa a cambiarse. No tardó mucho en llegar a casa y ponerse uno de los kimonos que Minato le había regalado, uno oscuro con unas flores pequeñas flores de loto bordadas en la espalda.

Aquel color oscuro hacía que su cabello rubio y sus ojos azules destacasen todavía más, llevándose las miradas de más de un ninja que se ruborizaba al ver a ese chico caminando por la calle principal en busca de algo de carne que comprar y unas verduras. Quería hacerle un guiso muy especial y quizá… podría comprar algún exótico postre que les hiciera disfrutar a ambos.

Estaba absorto oliendo unos tomates para saber si realmente estaban bien maduros, cuando sintió que una mano se colocaba en su brazo y lo arrastraba consigo hacia otra zona. Al girarse, vislumbró a uno de sus compañeros ANBU.

- Ey, Deidara, cuánto tiempo sin verte. ¿Has estado muy liado con el trabajo? – preguntó con cierta sonrisa que a Deidara no le gustó.

- Sí – dijo sin más.

- ¿Haciendo unas compras? ¿Por qué no dejas eso para las sirvientas? Oh… espera… si tú eres la putita de Minato. Es lógico que le hagas todo lo que desee, ¿no es así?

- ¿Celoso? – preguntó Deidara con descaro al ver que entraban en un callejón oscuro – yo no tengo la culpa de que no supierais satisfacer a vuestro Hokage – comentó burlón.

Un puñetazo hizo que su labio sangrase, pero Deidara escupió la sangre acumulada al suelo y les miró todavía más desafiante.

- ¿Eso es lo mejor que tienen los ANBU? Entonces tendré que decirle al Hokage que su equipo de élite no sirve para nada, sólo sois unos inútiles. No podríais matar ni a una mosca a cañonazos – sonrió Deidara.

Un segundo ninja, molesto por aquellas palabras, arremetió contra Deidara, sin embargo, éste con un ágil movimiento, lo esquivó y colocó su mano sobre la espalda del ninja dejando un pegote de arcilla que explotó a la señal de Deidara causando una ligera explosión que rompió parte del muro de la casa donde cayó el ninja.

Ninguno de los otros dos se quedó impasible ante aquello, sino que arremetieron también con todas las técnicas que tenían, mientras Deidara guardaba sus manos en aquellas bolsas de arcilla y moldeaba sus creaciones de arcillas que explotaban protegiéndole y cubriéndole de los otros ninjas. No por algo él había sido reclutado tan joven en la peor banda criminal, hacía mucho tiempo que, pese a ser un adolescente, había dejado de serlo, su mentalidad no era la de un chiquillo mimado de Konoha, había nacido en la pobreza, había sobrevivido a miles de cosas y no pensaba permitir que unos engreídos se burlasen de él de esa forma.

La lucha se intensificó y la gente de la calle principal, al escuchar el ruido de las explosiones, empezó a correr calle abajo intentando apartarse de aquella pelea entre ANBU que no entendían a qué se debía. Deidara estaba peleando contra aquellos dos, cuando un tercer miembro que llegaba en ese momento al lugar de la batalla, consiguió atraparle con su madera y bloquearle las manos lejos de sus bolsas de arcillas.

Deidara maldijo por lo bajo mientras trazaba un plan de escape, pero uno de los ninjas con los que había estado luchando, se acercó hasta él y sacando un kunai, tomó con violencia su largo cabello rubio y lo cortó mientras mostraba una sádica sonrisa. Deidara observó aquel cabello cortado en la mano del ninja que se lo mostraba frente a su rostro y se reía, pero el rubio consiguió sacar de su mano un ciempiés de la última arcilla que sus manos habían guardado y explotó el tronco donde le retenían colocando unas pequeñas arañas en los cuerpos de aquellos tres hombres.

Estaba a punto de explotarlas cuando una mano cogió sus dedos y le impidió explotarlas. Los tres ninjas que gritaban en el suelo asustados al ver que no podían quitarse la arcilla, suspiraron aliviados al ver al Hokage allí.

- Estáis montando mucho escándalo – dijo con seriedad.

- ¿Minato? – susurró Deidara, pero al ver que Minato soltaba sus dedos, éste quitó la forma de la explosión e hizo desaparecer a sus arañas.

- Lo has hecho bien, pero aquí no matamos gente de esta forma, Deidara, lo sabes.

- Lo siento, no pretendía matarlos sólo…

- Sé que querías asustarlos para que te dejasen en paz y ellos recibirán su castigo por lo sucedido – dijo Minato acercándose al cabello roto y esparcido por el suelo de Deidara. Se agachó para recoger unos mechones y miró con dureza al resto de los del escuadrón – creo que ha llegado el momento de hacer público esto, él no es sólo mi ANBU personal, no es mi amante, no es la “puta” del Hokage – dijo con dureza – es mi pareja, y más vale que empecéis a tratarle con respeto si queréis seguir conservando vuestro empleo porque no soporto las discusiones internas.

- Pero… - intentó intervenir uno.

- Sí… él era un asesino, lo reclutaron joven, sabe defenderse como habéis visto y es mi ANBU y mi pareja. Apuesto lo que queráis a que os ha salvado en múltiples ocasiones en las misiones y se ha ganado el derecho a ser de los nuestros, así que espero que este hecho se quede aquí y no vaya a mayores, porque si vuelvo a enterarme de que Deidara ha sufrido algún daño por parte de sus compañeros, yo mismo acabaré con el asunto. ¿Queda claro? – preguntó con la mirada más dura que ninguno de ellos jamás había visto.

- Sí, Hokage-sama – dijeron al unísono antes de que Minato les permitiera marcharse a todos.

- ¿Estás bien? – preguntó Minato.

- Sí – afirmó Deidara algo ruborizado – lo siento… yo… no quería molestarte y menos sabiendo todo el trabajo que tienes pendiente.

- Le he pedido a mi secretaria que siguiera. Estaba pensando que hacía mucho que no cenábamos en casa, últimamente siempre estamos en la oficina, así que… le pedí que siguiera porque yo me iba con mi pareja a cenar.

- ¿Va en serio? – sonrió Deidara - ¿No soy tu amante?

- Tú nunca has sido mi amante, Deidara, eres importante para mí y esta noche… soy todo tuyo. Haremos el amor bajo las estrellas si quieres, nos daremos un baño en las aguas termales y repetiremos el sexo – sonrió Minato haciendo sonreír a Deidara.

- Ya veo por dónde vas, también cenaremos y repetiremos el sexo – sonrió Deidara – y nos tumbaremos en el sofá y tendremos sexo… y quizá… puede que en el desayuno volvamos a tener sexo.

- Vas pillando la idea – sonrió Minato aunque ambos sabían que bromeaban… o quizá… Deidara tenía sus dudas.

- Acepto el plan. Volvamos a casa entonces y empecemos con él.

Fin


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