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El libro de las leyendas: Tomo Fullbuster por Fullbuster

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Notas del capitulo:

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Resumen:

Deidara va a casarse con Itachi. Con tanta felicidad, Itachi decide que es hora de hacer una visita a sus padres a los que Deidara nunca ha conocido y presentarles oficialmente antes del compromiso, sin embargo… allí Deidara empezará a darse cuenta que la persona con la que va a compartir el resto de su vida sólo hace que engañarle, mentirle y manipularle encontrando apoyo y comprensión en su suegro, viudo desde hace años. Un amor profundo y puro nacerá entre ellos teniendo que tomar Deidara la mayor de sus decisiones, perdonar a su novio o dejarse llevar por sus sentimientos.

Pareja principal: Fugaku-Deidara.

Escuchaba el ruido de las gotas golpeando contra el cristal de la ventana y miró hacia la casa del vecino comprobando cómo corrían hacia sus casas. Los vecinos traían a sus hijos de jugar a baloncesto y bajaban del coche con rapidez buscando la seguridad de su hogar. Al perderles de vista, miró la mesa del salón con las invitaciones a la boda allí estáticas.


Deidara se encontraba sentado en el sofá con el codo sobre el respaldo, su cabeza apoyada en la mano y los pies descalzos encima del asiento mirando por la ventana detrás del sofá. Miraba la lluvia caer y se preguntaba cómo había sido capaz de llegar a esa situación. No lo entendía. Llevaba años enamorado de Itachi Uchiha pero cuando miraba hacia atrás… no podía ver la felicidad en su vida, no podía recordar los buenos momentos vividos, la mayoría del tiempo Itachi trabajaba.


¿Qué esperaba en su futuro? Cuando intentaba mirarlo sólo veía dolor y sufrimiento, noches en vela esperando a su esposo, noches enteras en las que dormiría solo. Alguien le quitó la fotografía que tenía entre las manos justo cuando una lágrima resbalaba por sus ojos pese a no estar mirándola, su mente se había ido tan lejos de aquel cómodo salón en el que estaba.


Se giró para mirar a la persona que le había quitado la fotografía apartando la vista por vez primera de aquella intensa lluvia y trató de apartar los pies del sofá para sentarse decentemente.


- Lo siento – dijo Deidara al encontrarse con Fugaku.


- No, por favor, quédate cómodo – le insistió cogiendo sus tobillos y dejándolos donde estaban anteriormente sentándose frente a Deidara en el hueco libre - ¿Cómo estás?


- En este momento… no muy bien – intentó sonreír Deidara limpiándose la lágrima – lo lamento, es tu hijo y yo… no debería estar diciendo estas cosas.


- Sí, es mi hijo – comentó mirando la fotografía donde Itachi se besaba con una elegante mujer y le metía mano levantándole la camiseta – por eso me duele más cuando veo su comportamiento. A veces pienso que no fui un buen padre, debí haber tratado de evitar este comportamiento tan… deshonroso e indecoroso. ¿Has hablado con él? – preguntó.


- Aún no, no sé donde está… para variar. Quizá esté revolcándose con otra – dijo Deidara intentando aguantar las lágrimas pero empezaron a salir.


- No pienses eso, no te hace bien – comentó Fugaku sacando un pañuelo – toma. Todo se arreglará, ya verás.


- No sé qué debería hacer, él… él lo era todo para mí pero… con este engaño no sé si debo seguir con esta boda o abandonar todo. Tengo todas esas confirmaciones a las invitaciones y no sé qué demonios hacer. ¿Debo avisar y anular el matrimonio o debo seguir con él? – comentó llorando limpiándose con el pañuelo.


- Yo puedo ayudarte si quieres con eso cuando te hayas decidido, ahora deberías tomarte un tiempo y pensar bien las cosas, pensarlas con calma y hablar con él. Quizá alguien se haya inventado esto.


- Sí – comentó Deidara.


- Vamos… anímate. Te prepararé un chocolate caliente – le dijo sonriendo Fugaku.


- Gracias – comentó Deidara – aunque no hace falta que se moleste.


- No es molestia alguna.


Miró de nuevo hacia la ventana en cuanto Fugaku desapareció por la puerta. El padre de Itachi era extrañamente atrayente y amable, jamás lo hubiera pensado y es que era la primera vez que lo conocía. Llevaba seis años saliendo con Itachi, iban a casarse y sólo ahora su novio le había dicho de ir a conocer a su padre aunque claro… él siempre había supuesto que no se llevaban del todo bien.


Deidara pensó unos segundos en todo aquel tiempo que deseó conocer algo acerca del pasado de su novio y él siempre ponía excusas para no conocer a su familia, ni siquiera a su hermano pequeño y eso que vivían en la misma ciudad. Le extrañó cuando para el compromiso comentó de ir a conocer a su padre y esperó encontrarse con todo un ogro, en cambio… era una persona amable, cariñosa y familiar.


Llevaban aquí casi una semana y mañana era la boda. Tenía dudas… tantas dudas que no sabía qué iba a pasar ahora mismo con su vida. Aquello encima no había sido lo peor… lo peor era lo que estaba empezando a sentir por el padre de su novio y es que desde que se enteró de aquella infidelidad, él había estado a su lado tratando de consolarle. Aún así, hacía tres días que Itachi no se había dignado a aparecer. Luego llegaría como cualquier otra de sus veces diciendo que le surgió “un viaje de negocios inesperado” y él debería creerle cuando las fotos que le habían mandado contaban una historia completamente diferente.


Volvió a coger la fotografía que Fugaku había dejado en el asiento del sofá para volver a mirarla, era una de las secretarias de Itachi. La reconocía del trabajo y seguro que ahora estaría con ella en algún lado. Ni siquiera estaba seguro de si Itachi aparecería.


Cuando Fugaku entró por la puerta, Deidara se sonrojó y es que recordar lo que había hecho con él la noche anterior aún le daba vergüenza. Quizá hubiera sido un error, quizá sólo se dejó llevar por la ira y el enojo hacia Itachi, quizá en realidad era con el único con el que se había sentido amado y deseado, la cuestión era que iba a casarse con su hijo mañana… y se había acostado con su suegro.


- Toma el chocolate, te hará bien.


- Gracias – comentó intentando volver a bajar los pies pero Fugaku no le dejó.


- Por favor… no me molesta que estén ahí – comentó.


- ¿En serio? No está muy bien visto.


- Es mi casa y la tuya también, si estás cómodo es lo más importante para mí. ¿En qué puedo ayudarte? – preguntó mirando las respuestas a las invitaciones de los asistentes.


Deidara le miró unos segundos atónito. No entendía cómo había llegado a esa situación pero no pudo evitar lanzarse a los labios de Fugaku besándole con pasión mientras sostenía entre sus manos las mejillas del mayor, siendo correspondido al instante por aquel moreno que haciendo fuerza con su cuerpo aprisionó a Deidara contra el asiento del sofá subiéndose encima de él sin soltar ni un segundo sus labios.


 


Flashback


Aquella mañana en Tokyo brillaba el sol con una intensidad especial o Deidara creía verla diferente. Estaba feliz porque la noche de antes Itachi le había comentado que irían por fin a conocer a su padre y seguramente a su hermano. Nunca había estado tan nervioso como aquel día.


Itachi dormía en la cama plácidamente y Deidara estaba frente al armario pensando qué debería llevarse mientras observaba de vez en cuando la maleta vacía a su lado. ¿Era normal sentirse así de nervioso? Sólo era su suegro ¿Qué podía pasar? ¿Qué no le cayese bien? Bueno… su hijo y él ya no se llevaban bien y seguramente escasas veces se reunirían para comidas familiares o cosas así, no eran muy familiares o al menos eso había dicho Itachi. Para ser sincero… en seis años ni siquiera habían quedado ni una vez, así que aunque no le cayese bien, no deberían aguantarse mucho tiempo. Cada uno seguiría con su vida.


Deidara fue a bajar una de las maletas cuando se le cayó prácticamente encima montando un gran ruido que despertó de golpe a Itachi. Éste, sobresaltado, miró a Deidara que se sonrojaba y se disculpaba, pero Itachi sonrió.


¿Tan temprano despierto, Dei? – preguntó mirando el despertador.


Lo siento, quería hacer las maletas –comentó su pecho desnudo viendo cómo la sábana aún cubría su miembro y es que Itachi solía dormir desnudo.


¿Te interesa lo que ves, cielo? – le preguntó Itachi sonriendo moviendo levemente la sábana.


No hagas eso – sonrió Deidara – sabes cuánto me excitas y tenemos que salir en unas horas, aún me falta hacer el equipaje.


Si vienes aquí a la cama un rato conmigo, te prometo ayudarte a hacer esa maleta. Vamos… sé que hace mucho que no teníamos relaciones y es por culpa de mi trabajo. Te he descuidado un poco, déjame compensarte.


¿Prometes desconectar de tu trabajo toda la semana?


Por supuesto, seré todo tuyo toda la semana entera.


Deidara salió corriendo hacia Itachi subiéndose con rapidez a la cama lanzándose sobre él besándole con pasión mientras Itachi enredaba sus dedos en su largo cabello rubio. Lo que más le gustaba a Itachi de ese chico era aquel inusual color de cabello, aquellos ojos azules como el océano más intenso, esa mirada dulce e inocente que tenía y le hacía recordar lo joven que era, lo ingenuo que podía llegar a ser.


Itachi pasó su brazo por la cintura de Deidara para tumbarlo en la cama mientras él se colocaba encima besándole con pasión, rozando su desnudo miembro contra el pantalón que llevaba Deidara haciéndole gemir por la excitación de sentir a su amante tan demandante.


¿Te gusta? – le preguntó Itachi sonriendo rozándose aún más contra la entrepierna de Deidara.


Sí – le susurró el chico sonriendo.


Dei… - exclamó cogiendo su rostro con su mano derecha obligándole a mirarle mientras apoyaba su frente en la de él – a mí me encanta tu boca – comentó dándole a entender lo que quería y Deidara sonrió bajando hacia su miembro lamiéndole la punta.


Itachi dejó escapar un sonido ronco cerrando sus ojos para dejarse llevar, moviendo su cintura metiendo más profundo su miembro en la boca del chico al que le aguantaba la cabeza contra el colchón evitando que se moviera.


Dios… eres genial – comentó Itachi – estaba deseando follarme tu boca de nuevo. Estoy convencido de que la querrás dentro, ¿verdad? – preguntó medio sonriendo sacándole su miembro de la boca- ¿La quieres? – le preguntó mirándole


Sí – le dijo Deidara – la quiero dentro.


Deidara cogió con fuerza la nuca de Itachi y subió un poco su rostro hasta besarle con pasión mientras Itachi le correspondía jugando con su lengua y metiendo sus dedos en la entrada de Deidara para dilatarle. Introducía sus dedos cada vez más al fondo y no paró hasta que escuchó cómo su amante aguantaba los gemidos provocándole una gran sonrisa.


¿Aún con vergüenza, Dei? – le preguntó – llevamos seis años y hemos hecho cosas mucho peores.


Deidara sonrió recordando todas las veces que se habían acostado, todos esos momentos embarazosos donde pudieron ser pillados y es que a Itachi le gustaban los juegos morbosos y con riesgo de ser pillados. Llevaba con Itachi desde los dieciocho años, desde el primer año de universidad, allí se conocieron y para Deidara… Itachi había sido su primer y único chico, le amaba, había aprendido todo lo referente al sexo con él.


Itachi terminó de deshacerse del molesto pantalón de Deidara después de haber estado sufriendo por culpa del dobladillo que apretaba su muñeca mientras le dilataba y una vez lo tuvo desnudo, se posicionó mejor para entrar en él. Hacía tiempo que no tenían relaciones pero es que Itachi siempre estaba trabajando. Se dedicaba a la bolsa y las finanzas nunca dormían, siempre tenía que estar atento a todo, eso le consumía mucho tiempo más la responsabilidad de estar buscando siempre nuevos inversores y clientes que quisieran contratarle, era un trabajo agotador y que requería muchas horas.


Deidara jadeó al sentir las embestidas de su amante, cada vez más rápidas y deseosas buscando el placer. Mientras movía su cintura saliendo y entrando en él, Itachi pellizcaba con suavidad los pezones de Deidara con una mano mientras con la otra le daba placer a su miembro intentando que se corriera, odiaba correrse antes que él y lo sabía de sobra.


Itachi viendo que tardaba bastante más de lo normal en correrse y él no aguantaría mucho más, tiró de aquel cabello rubio y mordió su cuello con algo de rudeza besándolo después para ir hacia su oreja.


Córrete – le susurró provocando la excitación del menor que estaba a punto – Córrete para mí – le repitió haciendo que se corriera y pudiendo finalmente Itachi dejarse llevar él también corriéndose en él.


Ambos chicos tuvieron que parar unos segundos y relajarse en la cama exhaustos mientras esperaban a recomponerse un poco por el esfuerzo. Deidara fue a coger a Itachi y apoyarse en su pecho cuando éste se levantó de golpe para ir al armario a buscar una maleta.


Tendremos que darnos algo de prisa – comentó Itachi y se giró hacia Deidara que se había quedado un poco paralizado por aquel brusco alejamiento - ¿Qué te ocurre? Vamos, te ayudaré – dijo acercándose a la cama y besándole con lo que animó de nuevo a Deidara.


Está bien.


Terminaron de hacer las maletas y bajaron al parking. Itachi conduciría hasta las afueras, a un pequeño pueblo, Kamakura. Allí vivía su padre cuando al morir su esposa decidió mudarse a un lugar más tranquilo y apacible para pasar sus días. Su empresa funcionaba bien y teniendo grandes socios y a su hijo pequeño al mando, a él se le permitía ausentarse durante semanas, podía hacer videoconferencias en casos muy necesarios y en poco tiempo podía presenciarse en la empresa si era estrictamente necesario.


Deidara iba de copiloto moviendo la pierna con insistencia por los nervios. Era un gran empresario, muy conocido y se lo iban a presentar. Estaba demasiado nervioso por saber si podía caerle bien.


Deja ya de mover la pierna, todo irá bien. Además pienso casarme contigo aunque él no esté de acuerdo.


¿Es que no estará de acuerdo? – preguntó Deidara ahora más nervioso aún.


Claro que estará de acuerdo. Cálmate, Dei – le dijo colocando su mano en la pierna evitando que la moviera – yo estaré a tu lado todo el fin de semana. Tú sólo tienes que hablar un poco con esa dulce voz que vuelve locos a tus oyentes.


No te rías de mí – comentó Deidara medio enfadado.


Lo siento – dijo Itachi sonriendo – pero es que no entiendo que te utilicen así en el trabajo sólo por tu voz.


Déjalo ya, es sólo un trabajo.


Deidara era locutor de radio aunque últimamente habían visto que la gente llamaba más cuando Deidara estaba hablando por la simple razón de que les encantaba su voz, lo peor era cómo trataban de ligar con él en antena.


Venga no te enfades – comentó Itachi.


Sabes que me fastidia que sólo quieran ligar conmigo por la voz. Estoy empezando a odiar el tono de mi voz y tú sólo haces más que burlarte – le dijo Deidara ofuscado.


Lo lamento, no lo volveré a hacer, te lo prometo. ¿Me das un beso? – preguntó sonriendo y Deidara al final se acercó hacia él besándole con rapidez para que no perdiera mucho tiempo la visión en la carretera – le vas a caer genial, lo sé.


Cuando llegaron, Deidara se quedó unos segundos observando la elegante casa frente a él, era un barrio residencial precioso en medio de un frondoso jardín, había tantos árboles que le daba una paz y tranquilidad que jamás había podido tener en Tokyo. El padre de Itachi salió enseguida a la puerta abrazando a su hijo con una sonrisa.


¿Llegamos tarde? – preguntó Itachi.


Llegáis justo a tiempo. Tú debes de ser Deidara, ¿verdad? – preguntó mirando a ese chico rubio.


Sí, señor.


No me llames así, eso se lo reservo para mis trabajadores, llámame Fugaku, tú eres ya de la familia.


Gracias – dijo aún algo cohibido Deidara.


Por cierto… tú voz me suena mucho.


Es locutor de radio.


Ah, eres el chico que habla por las noches, ¿verdad? A veces cuando no puedo dormir me gusta escucharlo, tienes una voz increíble, me calma enseguida.


Y muy seductora – se rió Itachi – siempre le llaman intentando ligar con él.


Itachi – se volvió a quejar Deidara y es que hacía unos segundos que le había prometido en el coche que dejaría ese tema.


Fugaku viendo cómo le afectaba aquello a Deidara y que Itachi no hacía mucho por remediarlo, decidió poner tranquilidad en el asunto.


Sabes… te entiendo. Yo una vez cuando aún era principiante en esto de los negocios fui a una reunión y todos en vez de mirar mi proyecto trataron de ligar conmigo. Es frustrante cuando intentas hacer tu trabajo y unos pervertidos no te dejan.


Un poco – dijo Deidara mirando a Fugaku.


No te preocupes, todo pasa en algún momento en la vida y seguro que eres un buen profesional. Encontrarás la forma de que no te afecte todo esto.


¿Cómo consiguió usted que le dejaran en paz?


Bueno… me marché de la reunión diciéndoles que sólo volvería cuando realmente les interesase el proyecto.


Yo no puedo hacer eso – sonrió Deidara – mi jefe me sustituiría por otro.


Seguro que encontrarás una forma más elegante que la mía, pareces un chico listo – comentó Fugaku colocando su mano en el hombro del rubio - ¿Queréis comer algo? Puedo prepararos cualquier cosa.


Deidara enseguida se apresuró a negar con tal de no suponer una molestia en la casa, pero Fugaku al escuchar cómo le sonaban las tripas, se metió hacia la cocina indicándoles que les prepararía un buen almuerzo antes de comer. Hoy, ya que pocas veces tenía el privilegio de comer con su nuevo yerno, iba a invitarles a comer a un buen restaurante. Deidara se sentía un poco incómodo por esas comodidades, él, aunque acostumbrado ya que su familia tenía dinero y eran importantes en la industria automovilística, nunca había sido un chico derrochador, le gustaban las cosas sencillas y la familia de Itachi lo era.


Su padre sí tenía algo más de dinero, pero era una empresa familiar al fin y al cabo, lo justo para vivir bien con algunas comodidades, pero no eran ni mucho menos… una familia adinerada como la de Deidara.


¿Y qué tal lleváis los preparativos de la boda? – preguntó Fugaku mientras removía la olla.


Pregúntale a Dei… él lo lleva todo – comentó Itachi – yo estoy de acuerdo en todo lo que haga.


Pese a que Itachi le dio un beso en la frente a Deidara, Fugaku no pudo apartar la vista de ese chico rubio que intentaba sonreír y que parecía cansado y agotado. Intuyó que su hijo le había dejado todo el trabajo a Deidara lavándose las manos.


Si necesitáis ayuda con algo puedo ayudaros – comentó Fugaku intentado calmar el ambiente.


No gracias, ya está todo entregado – comentó Deidara – pero gracias igualmente.


No hay de qué.


El teléfono de Itachi empezó a sonar en aquel momento excusándose enseguida para ir hacia el jardín a contestar. Fugaku se quedó allí mirando atentamente a aquel chico tan formal que se había sentado y se encontraba un poco cohibido aún.


Me alegra conocerte al fin. Itachi me ha hablado mucho de ti.


No hace falta mentir – comentó Deidara con cierto toque de tristeza – sé que no habláis casi nunca.


Es cierto, no me había hablado de ti hasta el otro día que comentó que se casaba. Nos pilló a todos un poco por sorpresa.


Ya… lo imagino. Lamento mucho que haya sido tan tarde.


No es culpa tuya, Itachi es difícil, no tengo el mismo problema con Sasuke, él llama prácticamente todas las semanas para contarme algo, pero Itachi… Es muy independiente. Demasiado a veces.


Itachi entró con rapidez colgando el teléfono y dirigiéndose hacia la silla donde había dejado la chaqueta. La cogió y dándole un beso en la frente se despidió de un confundido Deidara y un aún más confundido Fugaku.


¿Dónde vas? – Preguntó su padre – hemos quedado para comer en el restaurante en unas horas.


Lo lamento, me ha surgido trabajo y tengo que irme.


Itachi… - se quejó Deidara.


Lo siento, cielo, vendré en cuanto pueda.


Lo prometiste, dijiste que nada de trabajo esta semana.


Es urgente, prometo que te compensaré.


Ya… - dijo Deidara sin mucho ánimo – está bien, vete.


Nos vemos luego, aprovechad la comida para conoceros – comentó Itachi marchándose.


¿Siempre es así? – preguntó Fugaku.


Sí – dijo Deidara algo desanimado.


No va a compensarte esto, ¿verdad?


No… siempre hay trabajo y más trabajo por medio. Aún estoy esperando las últimas compensaciones por sus promesas fallidas. Es lo que me pasa por enamorarme de un corredor de bolsa. ¿Puedo ir a cambiarme de ropa? – preguntó Deidara.


Claro, te enseñaré vuestra habitación.


Fugaku le acompañó y le ayudó a subir una de las maletas ya que Itachi las había dejado en el hall todas juntas sin haberlas subido. Fugaku le explicó cómo funcionaba la ducha ya que a veces se atascaba un poco y dejó que se duchase y se cambiase con tranquilidad.


Solo en la ducha, Deidara se permitió llorar, últimamente lo hacía mucho y a veces pensaba que Itachi cambiaría después de su matrimonio, él siempre se lo prometía. A veces las cosas eran geniales entre ellos, el sexo funcionaba bien y eran felices pero en otros momentos, el trabajo siempre estaba encima de Itachi y acababa agobiado, cansado y dejándole todo el trabajo a Deidara que también venía agotado de su propio trabajo. ¿Realmente cambiaría esa extraña relación el matrimonio? Deidara quería pensar que sí, que había elegido al hombre correcto, al que amaba, otras veces pensaba que su matrimonio traería más lágrimas que sonrisas, pero era a la persona a quien amaba, o de eso trataba de convencerse.


Al acabar, salió a la cocina y Fugaku que leía con sus gafas un periódico le indicó de ir al restaurante en su coche, ya Itachi si quería ir en algún momento sabía dónde estaban aunque dudaba que fuera a terminar rápido el trabajo. Se marcharon en el coche y en el restaurante enseguida les llevaron a la mesa que había reservado Fugaku, claro que tuvieron que quitar los cubiertos de Itachi. A Deidara le carcomía aún la duda de cómo era un matrimonio, de si realmente la gente podía cambiar.


Disculpe pero… ¿Fue feliz en su matrimonio? – preguntó Deidara en el primer plato.


¿Dudas con el matrimonio? – sonrió Fugaku – la verdad es que fui muy feliz. Ha sido a la única mujer a la que he amado y me costó mucho que me dieran su mano – sonrió y Deidara también lo hizo – era la mujer más maravillosa del mundo, fueron unos buenos años para nosotros. Pero no vayas a creerte que todo fue felicidad… también tuvimos nuestros años malos, alguna crisis financiera, la llegada de los niños, nuestros trabajos, algunas discusiones, pero cuando miras atrás y cuentas los momentos felices, te das cuenta que son mejores que los malos y eso lo arregla todo. No habría cambiado ni un solo día de nuestro matrimonio.


Debió ser una mujer muy afortunada.


¿Qué dudas tienes, Deidara? -  preguntó dándose cuenta que ese chico dudaba mucho.


¿Es posible que una persona cambie en un matrimonio?


No lo creo – comentó Fugaku – yo jamás cambié y mi mujer menos, fuimos tal cual éramos. ¿Lo dices por el trabajo de Itachi?


Sí bueno… hay momentos en que no sé si es la vida que quiero pero hay otros en que… es tan dulce y cariñoso que vuelve a enamorarme.


Entonces deberías preguntarte si tus momentos de felicidad con él son suficientes para olvidar los malos, ¿son más numerosos los felices?


No lo sé – le dijo Deidara – me siento un poco extraño hablando de esto con usted y es que es su padre y mi suegro – comentó con una leve sonrisa.


Sí, Itachi es mi hijo, pero tú eres mi yerno y te voy a querer igual que a él. La verdad es que como habrás visto nuestra relación no es precisamente la más cercana posible.


¿Puedo preguntar el motivo?


Oh, sí – comentó limpiándose con la servilleta – él aún me culpa por la muerte de su madre. Yo estaba trabajando y me había olvidado unos documentos en casa, eran importantes para una reunión así que le pregunté si me los podía acercar. Un coche se saltó un semáforo y arrolló su coche. Falleció al momento.


Pero no fue su culpa.


Si yo no le hubiera pedido aquellos papeles, ella no habría estado en esa intersección, ni habría estado cruzando con el semáforo en verde ni ese coche la habría arrollado. Itachi aunque sabe que no es mi culpa, dentro de él aún queda un poco de resentimiento hacia mí. Se refugió en el trabajo y ahora supongo que en ti.


Yo creí… que le importaría cuando me viera, no soy una chica.


Oh, cielo… yo hace mucho que dejé de fijarme en el sexo de las personas, me fijo en quién son realmente. De Mikoto me enamoré enseguida y es que tenía un corazón demasiado bueno. Tú también tienes un buen corazón, lo presiento.


Fugaku se tomó las pastillas que le habían recetado con un vaso de agua bajo la atenta mirada de Deidara y siguió comiendo, claro que Deidara algo sonrojado por cómo estaba descubriendo a su suegro, se preocupó enseguida por las pastillas.


¿Se encuentra enfermo?


Tienen que operarme del hígado, nada grave aunque podría serlo si no me opero. No se lo he querido decir a mi hijo, a él le da un poco igual todas esas cosas.


¿Le afecta mucho?


Sólo al cansancio – comentó Fugaku sonriendo – últimamente me encuentro algo cansado, sin fuerzas, lo peor es cuando algunas cosas se me caen de las manos al no poder sostenerlas, pero me operarán en unos días.


Debería decírselo a su hijo.


Oh, no hace falta – comentó.


Entonces déjeme ayudarle a mí.


De acuerdo, siempre y cuando dejes de tratarme de usted.


Vale – comentó Deidara – me parece un trato justo.


Aquellos días los pasó Deidara prácticamente cuidando a Fugaku y es que aunque Itachi iba a dormir, luego solía ausentarse todo el día y encima… por las noches no había forma de excitarle. Deidara ya no sabía qué hacer y al final… se había convertido en su mayor confidente ni más ni menos que su suegro. Tras pillarle un día Fugaku llorando en el banco de la terraza mientras miraba el pequeño jardín delantero y a unos niños jugar, decidió sentarse a su lado y preguntar por lo que estaba ocurriendo. Deidara no aguantó más y la confianza que esos días había ido adquiriendo el uno en el otro hizo el resto para que se desahogase.


Yo… ni siquiera consigo que me toque – dijo Deidara llorando - ¿Por qué ya no quiere tener intimidad conmigo? – preguntó alarmado.


Quizá está muy agotado del trabajo.


Nunca me había hecho algo así, él siempre buscaba sexo incluso cuando yo estaba cansado. Yo jamás se lo he negado y ahora él… ni siquiera me mira, sólo me gruñe un “Déjame dormir” y ya no me atrevo ni a abrazarle ¿Qué estoy haciendo mal? – preguntó dolido.


No estás haciendo nada mal, Deidara. Seguro que son los nervios por la boda lo que le tiene así. Está algo más arisco y susceptible. Dale un poco de tiempo, se le pasará.


Vale – dijo Deidara tratando de limpiarse las lágrimas pero al final fue Fugaku quien se las limpió con uno de sus pañuelos mientras le regalaba una cálida y acogedora sonrisa.


Eres un chico increíble, Deidara… cualquiera se enamoraría de ti. Además… yo te agradezco mucho toda la ayuda, lo estás haciendo prácticamente todo en la casa y me siento un poco incómodo.


Estás enfermo, debes descansar. No me importa hacerlo a mí.


Fugaku cada vez veía más triste a Deidara, más apagado y no le gustaba lo que veía, quizá era el momento de tener una conversación con su hijo. Ese día comieron también ellos dos solos, Itachi no apareció y al anochecer, les sorprendió el timbre de la puerta. Fue Fugaku quien abrió mientras Deidara terminaba de preparar la cena y es que desde que se había enterado de la enfermedad, Deidara había cuidado con mucho cariño a su suegro.


Un niño apareció en la puerta, el cual le tendía a Fugaku una pequeña caja que éste cogió cuando le dijeron que era para un tal Deidara. Se extrañó al principio y pensó si debía dárselo o no, nadie debía saber que ese chico estaba allí pero luego cayó que quizá era algo de Itachi, algún regalo para arreglar lo que tan mal iba en su relación. Si en aquel momento Fugaku hubiera podido… él mismo se habría declarado a ese chico pero sabía… que era demasiado joven para él y encima, el novio de su hijo, no podía dejar que los sentimientos y el amor que le había cogido al chico en esos días saliera a la luz, pero maldecía una y otra vez en sus entrañas la forma rastrera en que se comportaba su hijo con él.


Fue a darle la caja cuando Deidara le comentó con una sonrisa que ya estaba la cena así que decidió dejarlo para después de cenar. Al menos quería tener a Deidara para él sólo durante esa cena y no compartirle con lo que se supone que le diera Itachi. Los dos se sentaron en la mesa a comer y Fugaku probó aquella deliciosa comida deleitándose.


Tienes que darme la receta de esto – le dijo sonriendo.


¿Te gusta? Me alegro – comentó sonrojándose.


¿Te sonrojas? – preguntó confuso - ¿Nunca te han dicho lo bien que cocinas?


Yo… no suelo cocinar.


¿Por qué no?


Itachi no me deja, dice que él cocina mejor y no me deja entrar por allí, siempre hace él la comida.


No sabe lo que se pierde entonces. A mí me encanta tu comida. De hecho si no fuera porque te vas a casar con mi hijo… yo ya te habría pedido matrimonio – soltó sonrojando aún más a Deidara que no supo si hablaba en serio o en broma, lo tomó al final en broma y sonrió.


Ambos acabaron de cenar y recogieron todo. Mientras Deidara fregaba los platos, Fugaku se fue a su despacho y miraba la caja con cautela tocándola con sus dedos, pensando si debía dársela o no. Se había enamorado del novio de su hijo… del prometido de su hijo y pensar que podía perderle si le daba esa caja le martirizaba. Su hijo tenía buen gusto para elegir a sus parejas pero él no era alguien que robase las parejas ajenas, así que se contuvo y decidió entregársela. Al menos alegraría un poco la vida de ese chico con el regalo de su novio.


¿Qué haces aquí tan solo? – preguntó Deidara desde la puerta sonriendo.


Yo… han traído esto para ti. Ven… cierra la puerta y siéntate.


Pero… es tu despacho.


No importa, ya te dije que esta casa puedes sentirla como si fuera tuya.


Deidara se sentó en la silla frente a la mesa de Fugaku y éste empujó la cajita por la mesa hasta que llegó a él. La cogió y observó con detenimiento. Sus dedos pensaron unos segundos si cogerla o no y al final lo hizo sonriendo, pensando igual que Fugaku que sería un regalo de su prometido. En aquel momento Fugaku habría deseado que el tiempo se detuviera para que Deidara tuviera siempre esa sonrisa. Le había visto llorar tanto estos últimos días, se había frenado tantas veces las ganas de lanzarse a besarle, a consolarle. Deidara había estado todos esos días allí con él ayudándole, mimándole y él aún no había podido hacer nada por ayudarle en su futuro matrimonio. De hecho… Itachi se había ido tres días por viaje de negocios, ambos creían que era el regalo por sentirse culpable al tener que irse a un precipitado viaje, pero cuando Deidara la abrió, se quedó helado y la sonrisa se desdibujó dejando ver las lágrimas.


Aquello no le gustó a Fugaku que se levantó enseguida acercándose al muchacho que con la mano temblorosa sacaba una fotografía de Itachi muy dispuesto a tener sexo con una mujer. La fotografía estaba marcada con fecha de hoy. Deidara le dio la vuelta a la imagen leyendo el mensaje “¿Aún quieres casarte?”.


Deidara se levantó de golpe tirando la caja al suelo llorando desconsoladamente sin poder parar, la rabia le venía desde lo más profundo de su ser y se dirigió hacia la puerta cuando Fugaku lo detuvo cogiéndolo del brazo y girándole hacia él para abrazarle. Tuvo que sostenerle con fuerza al sentir que las piernas del chico temblaban con violencia y en cualquier momento se derrumbaría. Aprovechó aquel momento mientras le acariciaba el cabello a Deidara y le susurraba palabras tranquilizadoras a ver la foto de su hijo allí en el suelo donde aparecía revolcándose con otra.


Deidara no podía dejar de llorar hundiendo su rostro en el pecho de Fugaku maldiciéndose a sí mismo por ser tan idiota, por no haberse dado cuenta antes de todo lo que ocurría, por no haberse percatado que ya no tenía sexo con él porque no le excitaba como las otras.


Cálmate, Deidara, venga… arreglaremos esto.


Esto no tiene arreglo – comentó gritando – el muy cabrón se ha estado revolcando con otras en mis narices y yo… yo le creía cuando me decía que se iba de viaje, yo… soy idiota por creer en sus palabras.


No eres idiota, le amas.


No… no se puede amar a alguien como él, es imposible – Dijo Deidara – no le importa nada este matrimonio, ni siquiera entiendo por qué quiere casarse si va a revolcarse con otras. ¿Por qué no puede amarme? ¿Por qué no puedo ser el único para una maldita persona? – gritó enfadado.


Eres el único para mí – le dijo Fugaku sacándole de su trance justo antes de besarle con dulzura sosteniéndole aún de la cintura evitando que se cayese.


Deidara se había quedado atónito, su suegro estaba besándole y no podía creérselo. Quería alejarse, quería decirle que se estaba pasando de la raya pero no podía, sentirse querido por primera vez en su vida era superior a sus fuerzas. No podía ahora mismo alejarse de la única persona por la que estaba siendo mínimamente feliz. Estos días con Fugaku habían sido un paraíso comparado al infierno que le había hecho vivir Itachi los últimos seis años. Fugaku era todo un caballero, le doblaba la edad y era viudo pero… le estaba empezando a amar, su corazón se decidía por él una y mil veces. Por las noches tras haber estado todo el día solo con Fugaku se preguntaba si el matrimonio era realmente lo que tenían Itachi y él, o era lo que podría tener con Fugaku, estar juntos… vivir juntos, entenderse, apoyarse… le daban igual las malas temporadas siempre y cuando las afrontasen juntos, con Itachi él siempre estaría solo, para Itachi era más importante el trabajo y los revolcones con sus amantes que él.


Fugaku se separó al instante de él también confuso, ni siquiera sabía cómo había sido capaz de lanzarse a besar a ese chiquillo, porque era un chiquillo de apenas veinticinco años que le miraba con esos ojos inocentes, que no había perdido aún esa juventud que él ya había pasado hace muchos años. Tenía que haberse controlado y no haber sucumbido a sus más bajos instintos, pero es que ver llorar a ese chico le destrozaba el alma. No entendía cómo su hijo podía hacer algo así a alguien como él.


Lo siento, ¡Dios! Me he extralimitado – dijo Fugaku – perdóname en serio, no sé qué me ha pasado.


¿Por qué siento que esto está bien? – preguntó Deidara confundiendo a Fugaku - ¿Por qué siento felicidad cuando me besas cuando debería estar destrozado y confundido? ¿Me estoy enamorando de ti? – preguntó.


Dios mío – exclamó Fugaku – no hagas eso, Dei, no dejes que yo te confunda con mis sentimientos. Lo siento mucho, no quería hacerte esto.


No me estás confundiendo – le dijo – creo que nunca he estado más seguro en mi vida que te quiero a ti, mi cabeza dice que no, que no es posible pero mi corazón desea volver a sentir tus labios, mira – le dijo cogiendo su mano llevándola al pecho para que sintiera su acelerado corazón – hace años que no palpitaba así, ni siquiera por tu hijo. ¿Es una locura lo que siento? – preguntó.


No – le dijo Fugaku – porque yo también lo siento – le dijo cogiendo esta vez la mano de Deidara para llevarla hasta su corazón – yo me estoy enamorando de ti. Cada día que pasas en esta casa es peor para mí, pienso en ti a todas horas, me levanto soñando con que un día te despiertes a mi lado, te echo en falta hasta cuando simplemente has ido a recoger el periódico a la entrada de la casa, cada segundo que no te veo me martiriza y saber que mi hijo es quien te hace llorar me destroza. Déjame hacerte sonreír, no pases por esto solo, Dei, dame la oportunidad, sé que está mal, que es mi hijo y tú su prometido pero… no puedo seguir rehuyendo lo que siento. Estas semanas han sido las más felices para mí, no quiero perderte.


Deidara ni siquiera le dejó acabar la frase cuando ya se había abalanzado sobre él devorando sus labios de nuevo, tomando su cabello entre sus manos y arrastrándole hacia la mesa mientras Fugaku cogía con fuerza la cintura de aquel chico rubio rodeándola con su brazo a la vez que con el otro brazo libre tiraba todo lo de la mesa al suelo sin importarle nada de lo que hubiera allí, subiendo a Deidara encima sin soltar sus labios.


Si esto está mal… por favor detenme ahora, porque no sé si podré hacerlo luego – comentó soltando los botones de su camisa blanca.


Yo… solo he sido de tu hijo – dijo llorando - Hazme tuyo ahora. No me arrepentiré de nada, lo deseo tanto como tú en este momento.


Fugaku terminó de quitarse la camisa ayudado por las débiles manos de Deidara que aún temblaban levemente aunque sus labios besasen con devoción e impaciencia. Las manos de ambos chocaban y se dificultaban la faena de quitarse las cosas por la desesperación de ambos por hacerlo rápido. Deidara cerró los ojos dejándose llevar por aquella lengua experimentada de Fugaku que recorría cada rincón de su boca buscando darle placer y excitarle. Cogió con delicadeza el rubio cabello tirando levemente hacia abajo para levantarle la cabeza al chico mientras besaba su barbilla, su cuello, su oreja y le susurraba lindas palabras que se escapaban entre sus delicados y sensuales labios haciendo sonreír a Deidara, enamorando más a Fugaku con aquellas sonrisas que tanto le gustaban.


Yo siempre te sacaré una sonrisa – dijo Fugaku rozando sus labios contra su oído creando un escalofrío por toda la piel de Deidara excitándose.


Yo siempre te regalaré una sonrisa – le dijo él abriendo aquellos hermosos ojos azules algo enrojecidos aún y mirándole fijamente.


Y todas ellas las guardaré en una pequeña caja cerrada con la llave más especial para que ninguna se escape – le dijo sonriendo y Deidara volvió a besarle moviendo sus manos hacia su entrepierna y desabrochando el pantalón.


Fugaku al ver cómo Deidara cogía su miembro entre sus manos temió lo peor… correrse al instante por la cantidad de años que llevaba sin hacer nada. El mínimo contacto ya le hacía tener que contenerse con todas sus fuerzas para no irse por la emoción. Deidara vio en la mirada de Fugaku ese miedo a no ser suficiente para un chiquillo como él y sonrió besándole mientras acercaba sus labios hacia su oído.


No te contengas, ya has aguantado demasiados años, permíteme darte el placer que necesitas y no te contengas.


Deidara se bajó de la mesa arrodillándose en el suelo tomando con una mano el miembro de Fugaku para recolocarlo y meterlo en su boca dándole el mayor placer que él no había sentido en años. No pudo estar mucho rato y es que Deidara enseguida sintió cómo si seguía… acabaría corriéndose antes de acabar. Le sentó en la silla y se sentó encima mientras Fugaku buscaba un preservativo para colocárselo. Una vez puesto y mientras Deidara había estado preparándose, se sentó encima del miembro de Fugaku que gimió como nunca. Demasiados años sin tener sexo, sin poder darse un lujo y ahora lo estaba haciendo con el prometido de su hijo, un chiquillo de apenas veinticinco años al que él le doblaba la edad.


Fugaku prácticamente se corrió en las primeras embestidas pero aún así siguió forzando un poco tocando el miembro de Deidara hasta que éste también se corrió gimiendo con desesperación.


Se quedaron los dos reposando un rato y cuando consiguieron recuperarse, apenas hablaron unas pocas palabras y se marcharon cada uno a su habitación a dormir. Ambos sabían que aquello estaba mal, pero ambos sabían que Itachi también había obrado mal y ellos al menos… se querían, habían descubierto ese sentimiento especial que fluía libremente entre ambos.


Fin del Flashback


 


Deidara no podía creerse que ahí estaba volviendo a caer en el encanto de Fugaku, pero era inevitable para él, le había atrapado por completo. Había sido dulce, cariñoso, romántico y hasta poético con él, nada que comparar a Itachi que había que arrancarle una palabra dulce de sus fríos labios.


Desde que había visto esa fotografía no había pegado de darle vueltas a la idea del matrimonio y algo empezaba a venirle a la mente, empezaba a venirle si Itachi sólo le utilizaba por el dinero que tenía la familia de Deidara. No quería creer eso, pero sólo le venía esa dichosa idea al ver lo empeñado que estaba en casarse con él y luego iba revolcándose con otras. Con Fugaku todo era diferente. Deidara sentía que Fugaku al menos… le quería, que sus sentimientos eran reales y aún así, seguía teniendo esa espinita clavada en el corazón de que estaba haciendo algo mal, pero por otro lado, no podía negar lo que sentía por el padre de su prometido. Había encontrado a su alma gemela y quizá no había sido nada ético cómo lo había encontrado, pero ahí estaba amándole.


Aquella tarde la pasaron juntos seduciéndose, acariciándose, teniendo relaciones bajo una espesa manta en el sofá del salón y les dio igual, sabían que itachi no llegaría hasta tarde. Cuando lo hizo… Deidara estaba ya en la ducha y al salir encontrándose a su futuro esposo se sobresaltó un poco.


- Vaya… no esperaba que aparecieras.


- ¿Por qué está la maleta hecha? – preguntó Itachi.


- Es posible que me marche.


- Pero mañana nos casamos, es nuestra boda.


- No sé con quién te casas tú… quizá con la secretaria, pero no creo que sea conmigo – le comentó de forma seca y ruda. Itachi cerró los ojos dándose por descubierto.


- Déjame explicártelo.


- Claro, ¿tiene mejor trasero que yo? ¿Te hace las guarradas que conmigo no puedes hacer? ¿Te la menea mientras canta? ¿Qué? – preguntó Deidara enfadado – o es que quizá te va el morbo de que tu futuro esposo pueda pillarte un día en la oficina follándote a varias secretarias a la vez. ¿Qué es, Itachi?


- Fue una equivocación, un desliz.


- ¿Un desliz dos días antes de nuestra boda? – preguntó – no seas cínico, Itachi.


- Estaba nervioso por el compromiso y sí… lo siento, la carne es débil. Fui a trabajar y ella estaba allí con aquel vestido ceñido y…


- Y no pudiste mantener el pajarito en la jaula, tenías que follártela – le dijo Deidara lanzándole una camiseta encima – Eres despreciable y yo me largo a mi casa. He venido aquí por ti, para conocer a tu familia, a ésa que tanto odias y resulta que son un encanto, el único ser que no merece la pena eres tú.


- Por favor… Dei. Sé que aún me amas. Dame la oportunidad de compensarte esto.


- Siempre dices lo mismo pero nunca cambias. Me utilizas y me haces daño.


- La última oportunidad, Deidara, si te traiciono me dejas. Sólo ha sido una vez, por favor, no me condenes por un error de una única noche de confusión. La boda era mucho estrés pero me he dado cuenta que tú eres la única persona con la que quiero estar.


- Lo pensaré – dijo Deidara – ni siquiera sé si mereces la oportunidad y algo dentro de mí me incita a dártela.


- Me amas, lo sé y tú también lo sabes.


- No sé ahora mismo si es amor o lástima – le dijo muy sincero – hoy no quiero que duermas en mi habitación, lárgate de aquí y mañana veremos si voy al altar o no.


Esa noche Deidara durmió solo en la habitación aunque realmente… ni siquiera pudo dormir, se pasó la noche llorando y tratando de decidir si era correcto ir al altar con Itachi o no. Él le había jurado y perjurado que era la única vez, un error, los nervios, quizá fuera cierto. ¿Tenía que guardarse ese profundo amor por Fugaku y olvidarle? ¿Tenía que perdonar a Itachi?


Aquella mañana disculpándose con Fugaku le avisó que iría al altar y él muy caballerosamente pese a no estar de acuerdo, le apoyó por el profundo respeto que le tenía, porque sabía que el secreto de lo que había ocurrido entre los dos se iría a la tumba con ellos.


- Yo siempre estaré aquí si tienes problemas, si lloras… yo seré tu paño de lágrimas, si ríes… seré feliz, por favor… toma la decisión que te haga feliz en la vida y no te arrepientas nunca de ella – le dijo Fugaku antes de besar su frente y dejarle pasar para ir a su boda.


Todo estaba listo y la música sonaba mientras Fugaku veía cómo Deidara caminaba con aquel esmoquin hacia el altar donde Itachi le esperaba sonriente. Sentía que le perdía, que nada podría hacer por él. Deidara se paró en seco a mitad camino girándose hacia Fugaku y todos los presentes se quedaron expectantes, pero él siguió caminando tras dedicarle una leve sonrisa. Al llegar al altar fue a coger el brazo de Itachi cuando una voz gritando detrás de él se lo impidió.


- No puedes casarte, maldito desgraciado – escuchó a una mujer que venía enfadada por el pasillo hacia Itachi – estoy embarazada de ti. No puedes lavarte las manos después de haberme utilizado durante dos años enteros a tu antojo.


- Cálmate, estás loca – dijo Itachi – yo contigo no he tenido nada.


- Dios mío – dijo Deidara mareándose y fue Fugaku quien corrió hacia él sosteniéndole.


- ¿Cómo que estoy loca? Serás desgraciado – dijo la chica cuando se escuchó otro grito.


- A ti te andaba buscando… así que te follabas a la secretaria del cuarto piso mientras a mí me mandabas a hacer esas estúpidas fotocopias, eres un miserable y encima ahora me entero que tienes novio desde hace seis años. ¿Pero qué mente enferma tienes? – gritaba la otra chica y Deidara empezó a ver cómo aparecían tres o cuatro más por detrás entendiendo que no había sido un desliz.


- Quiero irme de aquí – susurró Deidara – por favor, sácame de aquí, te lo ruego – le pidió a Fugaku con lágrimas en los ojos.


Itachi trató de detenerles pero Fugaku cogió a Deidara en brazos y lo sacó de allí llevándolo hasta un parque de al lado donde un camarero les trajo una botella de agua intentando refrescar al novio frustrado.


- ¿Por qué soy tan estúpido de creer todo lo que me dicen? – preguntó.


- No eres estúpido, tienes corazón y eso no se puede remediar. Hacías lo correcto, confiabas en ello.


- No… hacía lo que creía correcto para no anular una boda que sabía que fracasaría al instante, él no me ama y yo tampoco le amo ya.


- ¿Qué quieres decir?


- Quiero decir que te amo a ti. Quiero irme contigo.


- Entonces me alegro de escucharlo porque había traído esto con la esperanza de que cambiases de opinión en el último momento – dijo sacando un anillo – cásate conmigo, deja a mi hijo y sus problemas, vivamos nuestra vida, tú y yo solos, apartados del mundo, te haré feliz todos y cada uno de mis días. ¿Quieres?


- Pero… ¿Cómo voy a casarme contigo? Eres mi suegro.


- No… era tu suegro, ahora soy tu esposo si me dejas.


- No nos hemos casado aún – le dijo Deidara.


- Pero eso tiene solución – le dijo cogiéndole de la mano y llevándole hacia un embarcadero donde había una moto de agua – vamos, yo conduzco.


- Estás loco – dijo Deidara sonriendo.


- Sí… pero no soy yo el novio que se está fugando para casarse con su suegro – dijo sonriendo y Deidara empezó a reírse viendo cómo Itachi venía por detrás corriendo para hablar con él y seguido de las demás.


- Novio a la fuga entonces – le dijo Deidara subiendo tras Fugaku.


Tras recorrerse medio lago en la moto acuática, llegaron hasta una pequeña capilla al fondo del lago, un pequeño pueblo acogedor que a Deidara le pareció sencillamente perfecto. Allí el cura les esperaba y es que Fugaku ya había planeado aquella huida por si Deidara cambiaba de opinión. A su edad arriesgarse por lo que uno desea era la única opción. En unos días le operaban pero quería salir de ese hospital y encontrarse con su esposo. Seguramente la gente opinaría y dirías cosas extrañas, un hombre de casi cincuenta años casado con un muchacho de apenas veinticinco pero les daba igual, ambos habían encontrado el amor, a la pareja perfecta y es posible que no hubieran coincidido en la misma década, pero eran el uno para el otro, lo sentían así.


Allí frente a los ojos de dios se casaron con una enorme sonrisa en los labios, esa sonrisa que Deidara jamás debió perder y que Fugaku no permitiría que volviera a perder. Días después de su boda Fugaku fue operado y tras su recuperación, los dos decidieron hacer un buen viaje de luna de miel a Bhutan. Querían ver aquellas montañas, querían conocer sus tierras y su gente, quería alejarse de todo y a su vuelta… Itachi había vuelto a su vida, Sasuke vino a conocer al nuevo esposo de papá con el que congenió bien y los padres de Deidara… no les importó la edad de su esposo sino ver a su hijo con ese brillo especial que siempre había tenido.


Fin


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