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Nueva vida por Casiopea

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Notas del fanfic:

¡Hola Caracola!

Aquí os dejo mi primer fanfic. Espero que os guste, gracias por dedicarle tiempo para leerlo y espero vuestros reviews!:)

Ah, perdón por las faltas de ortografía, por si hiere la sensibilidad de alguien o si no es de su agrado.

Love!

 

En ocasiones, la mente de Minho vuela lejos de la realidad, se evade y se aisla. En ocasiones, la mente de Minho sueña, no le hace falta tener los ojos cerrados para conseguirlo. Sueña despierta. Hay veces que su mente se evade lejos, demasiado, imaginando cosas irreales.

A Minho le gustaría que fueran reales.

H,ay otras veces que crea pequeños escenarios mas cotidianos pero que no son ordinarios dentro de su vida.

A Minho le gustaría que esos fuesen aún más reales.

Como ahora, mientras el profesor de literatura habla de poetas ingleses del Siglo XIX; William Blake y "The Book of Thel"; Christina Rosseti y "El viaje del príncipe y otros poemas"; la …poca Victoriana, el Modernismo; algo sobre los años '70... Minho no presta atención, su mente no está en clase de literatura ahora mismo. Mira por la ventana, observa el montón nubes y se pierde.

. Piensa y se fija en el vago color gris del cielo. Fantasea con la lluvia, la percibe tan bien, tan nítida, que casi puede escuchar las pequeñas gotitas impactando contra la ventana. Se imagina a sí mismo paseando entre las calles debajo de esas mismas gotitas, mientras el eco de los truenos llegan a sus oídos. Cierra los ojos, respira hondo y se relaja.

Huele a tierra, a césped mojado y a agua estancada. Abre los ojos y relaciona los olores con las imágenes. Es un parque, un parque pequeño, desconocido, con un caminito de tierra y flores diminutas a los lados sobresaliendo del césped, al final del camino hay un pequeño lago. Todo es pequeño en ese parque. No sabe cómo a llegado hasta ahí, pero no se preocupa. Se agacha y arranca una florecilla blanca, tan pequeña como su dedo incide, tan blanca como la nieve recién caída del cielo, se ve frágil, perdida y sola porque ya no esta en el césped.

A veces Minho se siente como una florecilla.

Camina hasta el lago y se sienta en la orilla. Observa como las gotas impactan en la superficie, creando hondas en cada impacto para después fundirse en el agua. Cada vez caen menos gotas, y menos y menos, hasta que paran. Se acerca más a la orilla, pero no ve el fondo, lo único que ve es a sí mismo. Una versión de sí mismo, con la ropa empapada y llena de lodo, con el cabello tan mojado que las gotas se deslizan por sus mechones de pelo oscuro, estrellando contra su propio reflejo, volviéndolo una imagen borrosa.

Una mano cálida le saca de su trance, se sobresalta, asustado, mirando a su alrededor. Es el profesor de literatura.

-Minho, la clase ya ha terminado.- Le brinda una sonrisa dulce, casi paternal y vuelve al escritorio para recoger su maletín.
Minho fija la vista en el aula, ya vacía, y se pregunta cuánto tiempo ha estado soñando para ni siquiera oír el timbre de salida. Ordena sus apuntes, casi inexistentes de literatura, y los mete en su mochila. Mira por la ventana una vez más antes de salir. Está lloviendo.

******

Se refugia debajo del techo de la parada del autobús, aunque en realidad ya esta mojado. Se sienta y espera hasta que el vehículo venga. Mira hacia un lado y a otro, se fija en los coches. La mayoría son de colores oscuros. Un coche enorme y rojo aparca justo delante de él, Minho nota que dentro viaja una pareja. La chica ríe mientras el chico le acaricia el pelo, para después inclinarse y dejar un beso en los labios de ella. Minho se pregunta cómo son los besos, el nunca ha besado pero se los imagina suaves. Como cuando estas muy cansado, te tiras sobre tu cama y frotas la mejilla contra la almohada. O refrescantes como cuando hace mucha calor, tienes la boca tan seca que la lengua se pega al paladar y bebes un vaso de agua fría. Aunque podría estar equivocado y ser amargos como el vodka.

La primera vez que Minho probó el vodka tenía unos catorce años. En aquella época jugaba a fútbol y aquel día había ganado un partido bastante largo, estaba exhausto pero contento, tan contento que corrió hasta su casa para contárselo a su madre. Cuando llegó tenía tanta sed, que bebió de la primera botella de agua que encontró, solo que no era agua. Vomitó después de eso, estuvo lavándose la boca durante veinte minutos seguidos y aún así el gusto a vodka seguía en el paladar.
Nunca volvió a beber de una botella de agua de su casa, porque el marido de su madre tenía la manía de guardar ahí el alcohol. Aún se pregunta el por qué de tan extraña manía. También fue la primera y última vez que Minho probó el vodka y desde entonces detesta todas las bebidas alcohólicas. Ni siquiera le gustan los bombones con licor.

El calor del autobús contrasta con su ropa mojada. Se sienta en la fila de la derecha en el asiento de la derecha, junto a la ventana. Coloca su mochila en el suelo y apoya la cabeza en el cristal. A Minho le gustan las ventanas, son como una vía de escape para su imaginación.

Nota el temblor en la sien cuando el vehículo se pone en marcha. Desliza los dedos por el cristal, siguiendo las gotas que se deslizan al otro lado. A veces le gustaría ser una gota de agua, viajar en una nube vaporosa, para luego caer desde el cielo, notando la sensación de vértigo mientras el aire corta tu cuerpo, sintiendo la adrenalina en cada una de tus venas. Seguramente se sentiría como ser libre. Suspira contra el cristal creando un halo de vaho y cierra los ojos.

******

Al llegar a su casa intenta hacer el menor ruido posible, cosa casi improbable debido al chirrido de las bisagras viejas de la puerta de la entrada. El olor a humedad, humo y algo que parece que lleva podrido varios días penetra en sus fosas nasales nada más entrar, aunque ya esta acostumbrado. Avanza por el pasillo, pasando por el salón dónde encuentra al marido de su madre durmiendo en el sofá con la televisión encendida mientras sujeta con la mano izquierda una botella de plástico con un liquido ámbar -Wiskey, seguramente- y con la derecha el mando de la televisión. Pasa de largo, aún sin hacer ruido, hasta su habitación.

Decide que es hora de levantarse de la cama, en la cual se ha pasado la tarde tumbado, cuando su estomago se retuerce sobre sí mismo. Se encamina hacia la cocina donde esta su madre sentada con las manos descansando en la superficie de la mesa, con la mirada perdida hacia la nada, probablemente su mente esta tan perdida como la de Minho. Murmura un leve "Hola, mamá" que no es respondido antes de abrir la nevera, encontrándosela vacía excepto por un cartón de leche y un bote de algo picante que debe de estar ahí desde que la nevera era nueva. Sirve un vaso de leche con unas galletas, ya blandas, pero que a Minho le sirven igual y se sienta junto a su madre.
No hablan, su madre ni siquiera le mira pero Minho sí lo hace. Estudia su perfil, con su tez pálida que contrasta con el negro de su cabello, su nariz fina igual que sus labios que están levemente hinchados y rojizos. Su mirada viaja hasta las manos, que todavía están apoyadas en la mesa y se percata de la marca morada en sus muñecas, como si fuese una pulsera. Pero no lo es, y Minho lo sabe, porque reconoce a la perfección la silueta de cuatro dedos alrededor de la muñeca izquierda de su madre. Pero no dice nada, porque se canso de decir algo y que nunca le escuchasen.

Cuando vuelve a la habitación, se cubre la cabeza con la almohada para no escuchar los sollozos, los insultos y los golpes. Tararea una canción y, ahí, es cuando Minho desea que su mente se pierda muy, muy lejos.

**********


La semana de Minho es aburrida, los días son monótonos. Su vida en sí es gris, por eso su mente tiende a irse más a menudo.
Anda por el lado derecho de la calle, camino a casa después de clase. El sol está en lo más alto del cielo sin ninguna nube a la vista, haciendo de ese día un día caluroso de otoño. Minho atraviesa un parque con niños jugando, parejas sentadas a la sombra y gente simplemente paseando. Una imagen queda grabada en su retina: son padre e hijo sentados en un banco tirándoles migas de pan a las palomas, ríen y se divierten. El niño parece contarle algo a su padre entusiasmado y el mayor atiende encandilado. A Minho se le forma un nudo en la garganta. Recuerda su niñez junto a su padre, cuando su vida era vida, cuando comían helado de chocolate, cuando tiraban monedas en una fuente pidiendo deseos, sus cumpleaños, los veranos en la playa, lo mucho que le gustaba compartir un libro con su padre. Cuando no necesitaba evadirse y su mente aun estaba anclada en la tierra. Minho echa de menos a su padre, aunque nunca lo ha admitido porque nadie le ha escuchado.

El pitido de un coche seguido de un insulto le hice volver a la realidad. Se ha sumergido entre recuerdos y memorias sin acordarse que esta caminando de camino a casa.

- ¿Te encuentras bien?.- Una voz grave le habla a su lado. Gira la cabeza y se encuentra con un chico que no sería mucho mayor que Minho. Es más alto que él, moreno y tiene implantada una sonrisa amable en el rostro. Minho es consciente de que el chico lo tiene agarrado del antebrazo y se da cuenta de que el desconocido es quien evito que le atropellase.
Minho asiente como respuesta a la pregunta y nota como el agarre de su brazo disminuye.

- Gracias.- Pronuncia bajito, tanto que apenas se le puede llamar susurro. El mayor suelta una pequeña risa, suave pero varonil, que hice que el pulso de Minho se altere.

- No ha sido nada, solo procura no ir con la mente en las nubes.- Minho casi sonríe, le hice gracia la frase, porque no podría haber estado más acertado. Vuelve a asentir y mira alrededor al darse cuenta de que no tiene ni idea de dónde estaba ni cómo va a volver a casa. No le preocupa mucho, no es la primera vez que le pasa y en realidad se alegra de tener una excusa para volver mas tarde a casa.

- Te has perdido.- Afirma el chico a su lado, seguramente después de haber reconocido el desconcierto en la mirada de Minho. Hecho que hace que se avergüence pero aun así asiente otra vez.- Bueno, puedes decirme dónde vives y así te puedo guiar un poco.-

- Cerca de la antigua biblioteca.- Su voz vuelve a ser un susurro. El desconocido piensa un poco, le dice que no estaba muy lejos de ahí y se ofrece a acompañarle.

No rechaza la oferta. Lleva mucho tiempo sin caminar con alguien, sin charlar con alguien, y la sensación de hacerlo otra vez es gratamente satisfactoria. Descubre que el chico se llama Changmin, pero que sus amigos lo llaman Max, que esta estudiando medicina porque quiere ser médico de familia y que ahora esta haciendo prácticas de su último año en el hospital general, también que tiene un perro, dos hermanas, que no le gusta el café, odia madrugar y es alérgico a los gatos.

Minho casi no habla, le dice lo básico, pero cada vez que abre la boca, Changmin parece prestarle atención, cosa que le gusta y pone nervioso a parte iguales. Por eso prefiere escuchar, por eso y porque Max le llama la atención. Sus gestos, su sonrisa amable que parece imposible que desaparezca, esa seguridad en sí mismo, la pasión con la que habla de sus prácticas... En parte Minho le tiene cierta envidia, por otra parte le admira.

Cuando llegan a la puerta de la casa de Minho, el mayor le dice sus horarios de prácticas en el hospital, y que, si quiere, algún podría pasar a verle y así le enseña el área de pediatría, que es su favorita. Minho asiente, con cierta ilusión interior, aunque no la demuestra.
Después de un par de horas, sigue tumbado en su cama, recordando una y otra vez el paseo con Changmin, haciendo que una sonrisa aflore sin querer en su cara.

Por primera vez en mucho tiempo, la mente de Minho está ahí.

*********

Sus largos dedos pasan de libro en libro, acariciándolos con delicadeza, cada cual mas viejo y desgastado. Libros deferentes con historias diferentes pero al fin y al cabo iguales.
Todos son románticos.
. Argumenta para sí mismo con diplomacia.

¿Rojo y negro? ¿Don Juan Tenorio? Suspira. Amor. Ni siquiera sabe porqué a elegido ese tema para su trabajo de literatura. Aunque la mitad de la clase también lo eligió. Quizás es demasiado cliché, pero si saber porqué esa palabra le ha estado acribillando la cabeza toda la semana. Amor. …l no sabe nada sobre el amor, nunca se ha enamorado, ni siquiera sabe porque esta pensando en eso.

¿Nuestra señora de París? ¿Madame Bovery? ¿Dulce rescate?

Ninguno le convence, pero sus dedos quedan atrapados en el título de un libro en concreto. La dama de las Camelias. Es un libro bastante conocido, pero a Minho no es lo que le llama la atención.

…l recuerda a su padre sentado en el sillón de su casa con el libro de Alejandro Dumas en el regazo, desvariando sobre el amor, los celos, y a quién sabe qué cosas más. Recuerda como le aconsejaba que el amor no debe ser caprichoso, que debe amar con el corazón y sin interés de por medio.
Minho saca la novela de la estantería, acariciando la portada. Lo abre por una página cualquiera, leyendo una frase cualquiera.

"Era mía y yo era suyo. París, el pasado, los celos...nada existía Fuera de aquel momento de plenitud que el paisaje sancionaba con su presencia."

Cierra el libro de golpe dejándolo de nuevo en su lugar, con un nudo en la garganta. Los recuerdos de sus padres, de su antigua vida, agolpándose en su mente. Demasiado felices, demasiado dulces, tanto que a cualquiera le sacaría un sonrisa. Menos a Minho, a él solo le entraban ganas de llorar.

Tal vez sería mejor escoger algo de suspense.

******

Los domingos son los peores días de la semana. No le gusta estar todo el día en casa, así que Minho sale a correr por la mañana, por eso y porque le gusta correr. Le ayuda a tener la mente despejada y no pensar en nada que no sea el control de su respiración.

Inhala. Exhala. Inhala. Exhala.

Es lo único que piensa mientras pasa cerca del río. Pero entre inhalación y exhalación se cuela un nombre. Sin quererlo, sin darse cuenta.

Changmin.

Minho mentiría si dijera que no ha pasado toda la semana pensando en él. Tal vez porque ha sido la primera vez que conversaba con alguien tan tranquilamente, tal vez porque aún recuerda su tono de voz o puede que sea por la sonrisa amable que no se le va de la cabeza, pero por una cosa u otra lleva toda la semana pasando cerca del hospital, preguntándose si sería buena idea o no aceptar la invitación que le hizo el mayor.
Al final descarta la opción hoy también.



El camino de regreso a casa se le hace pesado, desanimado. Desentona completamente con el entorno. Los perros ladran felices, los niños juegan llenos de alegría mientras los padres sonríen encantados. Todo perfecto, todo sacado de un cuento de hadas. Menos Minho, el parece el único gris en un mundo lleno de colores. Se sienta a descansar en la sombra de un árbol cerca del río, descansando la espalda en el tronco de este. Mira hacia arriba, hipnotizado por el baile que hacen las hojas anaranjadas al ritmo del viento, dejando pasar pequeños rayos de luz.

Completamente cautivador.

Una hoja de color ocre aterriza a los pies de Minho. Se queda mirándola, como si la forma en estrella que tiene fuese la cosa mas entretenida del mundo, mientras se dibujan pequeñas formas de luz alrededor de ella.
Se levanta cuando siente que lleva demasiado tiempo en trance. Su humor ya no es tan pesado, ya no le presta atención a todas las personas rebosantes de felicidad a su alrededor. Al menos no lo hace hasta que siente como algo tira de sus pantalones. Baja la mirada encontrándose un pequeño perrito negro y marrón. Minho lo observa como si fuese una criatura extraña hasta que el animal ladra, moviendo el rabo contento. Entonces reacciona y se agacha a acariciar el pelaje del perro el cual no hace más que darle lametones en la mano, provocándole cosquillas. Minho siempre quiso tener un perro.

-Roo, ven aquí, no molestes.- Un chico se acerca, tirando del perrito, a evitando así que se abalance más sobre Minho, el cual ya estaba casi sentado otra vez en el suelo.- Lo siento, es que es algo revoltoso.

El chico sonríe encantadoramente dejando ver una dentadura impecable, tiene el cabello rubio, claramente teñido y viste de una manera muy colorida. A Minho se le hace familiar su rostro.

-No importa, me gustan los perros.- El rubio asiente y vuelve a sonreír.

-Bueno, me voy antes de que este de aquí se coma mi camiseta para desayunar.- Señala al perro, que ahora estaba en sus brazos ya que no paraba de abalanzarse a Minho y ahora estaba mordiendo la ropa de su dueño.- Ya nos veremos, Minho.

El aludido asiente a forma de despedida, viendo como el chico y el perro se marchan, hasta que se da cuenta de que el desconocido lo ha llamado por su nombre. Al principio se tensa y frunce el ceño. Se pregunta y automáticamente un nombre aparece en su subconsciente.

Kim Jonghyun.

Es el chico que se sienta en frente de el en clase de filosofía. Lo sabe porque el profesor suele repetir su nombre una media de cinco veces por hora. Al parecer el rubio se distrae demasiado, habla demasiado, ríe demasiado. Todo lo hace demasiado. Pero aunque nunca han hablado, ni para decirse hola o pedir un lápiz o los apuntes, -salvo esta vez, y duda que vuelva a pasar- Jonghyun sabe su nombre y a Minho, eso, se le hace extrañamente agradable.

Le hace sentirse menos gris.

**********


Ese no es un buen día. Minho lo sabe en cuanto entra en su casa después de clase. Todo esta en un silencio asfixiante. Se dirige hasta su habitación, ya que al parecer no hay nadie en casa, cosa que aún le preocupa más. Deja su mochila tirada en cualquier parte de la habitación y se sienta en la cama.

Espera, porque sabe que esta calma solo avecina una tormenta. No hace falta que espere mucho, porque antes de lo que creía, un portazo anuncia el huracán, como el pistoletazo de salida en un carrera.

-¿¡Cómo puedes ser tan puta!?.- Minho se tensa desde su asiento. Eso es el principio, lo sabe perfectamente, pero tampoco quiere imaginar como sera el final. Quiere volar lejos de aquí, desaparecer, a veces, sería lo mejor.
Se tapa los oídos con las manos, amortiguando el ruido de los golpes y los insultos, pero no es capaz de atenuar el llanto de su madre, por eso se pone en pie, con las piernas flojas y las manos temblándole. Exhala aferrándose al pomo de la puerta antes de salir. La escena desgarra a Minho, quien ahoga un sollozo en la palma de su mano e intenta contener las lágrimas. Su madre esta sentada en el suelo, encogida en sí misma con la espalda contra la pared. No le ve el rostro, pues se lo tapa con las manos pero sabe que está llorando.
El marido de su madre por otra parte esta de pie a duras, gritando como un energúmeno cosas que Minho no entiende porque apenas puede vocalizar, seguramente por el alcohol que lleva en la sangre. Ve como el hombre al parecer se desespera al no tener respuesta de la mujer y agarra lo primero que le viene a mano. Una botella. Minho abre los ojos desmesuradamente, anticipando lo que va a hacer y se apresura hasta su madre, abrazándola protectoramente. Lo ultimo que recuerda es el grito de la mujer.

**********

Cuando Minho se despierta lo primero que siente es unas ganas terribles de vomitar, acompañado por un fortísimo dolor de cabeza. Abre los ojos pesadamente, pero enseguida los vuelve a cerrar a causa de un luz cegadora.

- Cariño, ¿Estás despierto?.- Reconoce la voz de su madre, y quiere abrir los ojos pero le cuesta tanto. A duras penas consigue pronuncia un leve "Sí" que le desgarra la garganta totalmente seca.- Está bien, no te muevas, voy a avisar al médico o a una enfermera.



La mente de Minho es un lío total, lo único de lo que es consciente es que su cuerpo jamás había dolido tanto, le cuesta hasta respirar. Poco a poco, va parpadeando, acostumbrándose a la luz, una vez que lo consigue reconoce una habitación que no es la suya y definitivamente tampoco es de su casa.
La habitación esta pintada en un verde claro, a su lado izquierdo hay otra cama vacía, a su derecha hay un ventanal donde se puede observar un pequeño parque. Por la vista sabe que debe de estar a unos cuantos pisos de altura. Justo al lado de la ventana hay un sillón, donde seguramente estaba sentada su madre ya que aún permanecen las arrugas de su cuerpo sobre asiento.

Escucha la puerta abrirse y por ella entra un hombre, que Minho supone que debe ser el médico, acompañado por una mujer y su madre.

- Buenos días, Minho. Soy el doctor Jung y ella es la enfermera Park , ¿Cómo te encuentras?.- Minho frunce el ceño, aturdido. El doctor es alto, no es mayor, pero se le nota la madurez. Tiene una sonrisa conciliadora y un aspecto profesional. Parece amable a la vista de cualquiera.

- Me duele la cabeza y tengo sed.- contesta con la voz rasposa, como si llevara días sin hablar.- ¿Cuanto tiempo llevo aquí?

- Llevas inconsciente tres días, aunque el primero fue por el sedante. ¿Te acuerdas de lo que paso?.- El doctor Jung apunta algo en una hoja de papel mientras la enfermera le pasa un vaso de agua y luego le coloca un suero a través de una vía en el brazo.

- Es para el dolor.- Dice la chica sonriendo, antes de pincharle, cuando ve la cara de pánico de Minho.

piensa y de repente un flash de imágenes acude a su mente. El llanto de su madre, los gritos, su marido a punto de pegarle con una botella y el interponiéndose recibiendo así el golpe.

- Me di un golpe en la cabeza ¿no?.- Pregunta algo inseguro. Escucha como su madre ahoga un sollozo desde el sillón. El doctor lo mira un instante para después asentir con seriedad.

- Sí, tienes un contusión en la parte posterior de tu cabeza. Te han tenido que dar ocho puntos pero por suerte no ha pasado a mayores, aunque tendremos que hacerte una pruebas para asegurarnos.

Asiente, ahora entiende el dolor de cabeza. El doctor le hace una serie de pruebas rutinarias, asegurándose que todo esta bajo control. Poco a poco nota como su cuerpo se relaja seguramente por el suero y nota como el cansancio se apodera de el hasta dejarlo dormido.

La segunda vez que se despierta ya es casi de noche, aunque la luz artificial de la habitación es tan blanca que parece de día. Su madre duerme en el sillón en una postura realmente incómoda, pero prefiere no despertarla. A pesar de estar dormida se la ve cansada.

-¡Hola!.- Una voz a su izquierda le asusta. Al instante lamenta haberse girado tan rápido olvidándose de su cabeza.

En la cama de al lado hay un chico tumbado, con la pierna derecha escayolada. Tiene el cabello largo y castaño, y por su cara parece mas joven que Minho.

-¿Cómo te llamas? Pregunta alegremente.

-Hola. Eh... Minho, Choi Minho-Responde un poco inseguro.

-Yo soy Lee Taemin, encantado de conocerte

-Igualmente.- Taemin se le queda mirando, algo que incómoda a Minho. Nunca le ha gustado sentirse observado. Parpadea un par de veces y sonríe de nuevo

-¿Por qué estas aquí?.- pregunta finalmente el castaño. Minho se muerde el labio, dudando. No suena nada bien decir que el marido de tu madre te ha pegado un botellazo.
Además, nunca le ha gustado hablar con la gente

- Me he caído y me he dado un golpe en la cabeza..- Se limita a decir.

- Oh, vaya.. eso debe doler. Yo me he roto la pierna, creo. Me acaban de operar.

- Eso también debe doler.

- No tanto como crees.- El castaño se encoge de hombros, como si realmente no fuese importante, como si se rompiera la pierna todos los días.- Lo que me fastidia es que no puedo bailar.

- Ah.- Minho realmente no sabe a que se refiere, tampoco es que le importe mucho, ahora mismo en lo único que piensa es en el dolor de cabeza que vuelve a tener.

-Estudio baile en una academia.- Comenta Taemin como si Minho se lo hubiese preguntado- ¿Y tú?¿Estudias?.

Minho asiente, ya que al perecer el otro tiene ganas de hablar.- Estoy becado en la Universidad de letras. Estudio literatura.

-¿En serio? ¿Cuantos años tienes?

- En Diciembre cumplo 19.- El otro parece cada vez más entusiasmado, más risueño y en definitiva más alegre. Esta seguro que si no fuese por su pierna rota estaría saltando en la cama. En realidad a Minho hasta le parece tierno.

-Yo tengo 16.- En esta ocasión, Minho sonríe, al darse cuenta de que al parecer Taemin tiene la costumbre de responder preguntas no realizadas.

Así pasan horas charlando. Minho descubre que el menor es bastante infantil a pesar de ser un adolescente y que eso hace que la gente se encandile con él. Incluso ha conseguido que una enfermera les lleve postres de chocolate poniendo ojitos tiernos. Minho se recuesta en la cama suspirando, cuando ve que el menor está a punto de dormirse.

-Minho.-murmura medio dormido

-¿Sí?

-¿Quieres ser mi mejor amigo?.-Minho mira al menor, como si no se creyese lo que acaba de oír. El castaño sonríe con los ojos entre abiertos y sin darse cuenta Minho también lo hace.

-Claro.- Responde.

Ve como Taemin asiente y al poco rato se queda dormido. repite mentalmente. Minho nunca ha tenido uno, no sabe lo que se siente, ni siquiera sabe que diferencia a un mejor amigo de uno normal, pero ahora mismo puede decir que es reconfortante tener uno.

La mañana siguiente la madre de Minho esta despierta, sentada en sillón tomándose lo que parece es un café.

- Minho ¿Cómo te encuentras?.- pregunta con preocupación. Hacía tiempo que no veía a su madre preocuparse por él, o preocuparse por algo en general.

-Bien, ya no me duele tanto la cabeza.- contesta, intentando que no se le note el nudo que tiene en la garganta o las lágrimas que esta intentando no derramar, aunque parece que es inútil ya que su madre le abraza, llorando sobre su hombro.

-Lo siento tanto, perdóname por favor.- Minho corresponde el abrazo sin dudarlo, sintiendo cálido como hacia años que no se sentía.

- No pasa nada, mamá.- Murmura entre sollozos.

Ambos lloran durante un rato, sacando el cúmulo de pena que guardaban desde hacía tiempo. Cuando se separan la madre de Minho le sonríe cálidamente, como hacía cuando era pequeño y llegaba de la escuela, como cuando le entregaba la merienda o Minho le enseñaba un dibujo nuevo que había hecho. Corresponde la sonrisa, aunque en ese momento siente otra vez ganas de llorar, pero de lo feliz que se siente por haber recuperado a su madre.

-No te preocupes, ya no sufriremos más.- Le promete su madre y a Minho no le hace falta preguntar a qué se refiere, de hecho prefiere no hacerlo.- Iré un rato a casa a cambiarme de ropa, no tardaré en volver ¿Vale?.- Asiente, despidiéndose de su madre.

No pasan ni dos minutos cuando la puerta vuelve a abrirse. Minho se gira, esperando ver a su madre, pero esta equivocado. Changmin entra a la habitación con esa sonrisa amable que Minho tan bien recordaba y que no ha podido sacar de la cabeza.

-Cuando te dije que vinieras a visitarme no creí que lo fueras a hacer tan literalmente.- Dice divertido, riéndose de su propia broma. Solo con eso a Minho se le acelera el pulso y siente como la sangre se le acumula en las mejillas.- Aún así me alegro de verte y de que estés bien.

-Yo también.- Musita bajando la vista a su regazo, mirando con nerviosismo sus manos.

Changmin sonríe ante la imagen tan tierna de menor. Nota como el mayor se sienta en el borde de la cama y le aparta el flequillo de los ojos, haciendo que su nerviosismo aumentara.

-¿También te alegra estar bien?.- Minho se sonroja aún más si cabe, pero esboza un pequeña y tímida sonrisa.

-No, digo que también me alegro de verte.- Si no fuese porque Max estaba relativamente cerca no habría escuchado el comentario.

Hablan durante bastante tiempo, pero esta vez Minho es el que habla más, porque por primera vez esta contento, porque su mente no necesita evadirse e irse lejos de aquí, porque aquí, ahora mismo, está genial.

Porque es donde quiere estar.

Al cabo de un rato, el compañero de cuarto de Minho -y mejor amigo desde la noche anterior- se despierta y se une a la conversación. Los tres charlan amenamente, ríen y bromean. Aunque a Minho le cuesta reconocer que no puede apartar la mirada del futuro doctor y que, cuando este les dice que se tiene que marchar, algo dentro de él se hace pequeñito, como si su alegría ya no fuese tan genial.

-Te gusta el doctor Shim.- Dice el menor con algo de burla cuando están los dos solos. Minho le fulmina con la mirada haciendo que el otro se carcajeara como un crío pequeño

-Claro que no.- Niega con desdén.

-Claro que si.- Replica con infantilismo.- Y a él le gustas tú.

Al oír el comentario, Minho gira su cabeza tan rápido que le provoca un mareo. Se arrepiente al instante por reaccionar así cuando escucha que el menor empieza a reír sin parar, pero su curiosidad es más grande y la pregunta escapa de sus labios antes de poder darse cuenta

-¿Tu crees?

- Oh, si. Tal vez mucha gente me considere pequeño, pero no soy tonto y en estos temas tengo un sexto sentido.- Taemin dice eso tan, tan serio que por primera vez aparenta incluso mas edad de la que tiene.

-No se, no creo.- Al menos eso es lo que se dice a sí mismo, porque el hecho de pensar que a Changmin le podía gustar le hacía sentir un nudo en el estomago y los nervios se le crispaban.

-Eso ya lo veremos

**********


Esa noche Minho no podía dormir. No se sentía cansado, que en el fondo era normal ya que llevaba ahí unos cuatro o cinco días tumbado, solo le dejaban levantarse para ir al baño. Además, la conversación con Changmin y luego la de Taemin rondaba en su mente, atormentando el poco sueño que podía acumular.
Suspira por décima vez y decide levantarse de la cama.

Se alentó a sí mismo.

Se sorprende bastante nada más salir al pasillo. Había imaginado algo tétrico y oscuro como en las películas o en los libros, pero al contrario de esto el pasillo estaba completamente iluminado, también estaba vacío pero no daba una sensación de temor, simplemente era tranquilo.

Minho da un par de vueltas asegurandose de saber por donde ir para no perderse. El hospital era bastante grande, con un montón de sillas y máquinas de hacer café por todos lados. Le era reconfortante poder estirar las piernas un rato, vagando en sus pensamiento, dejando que su mente inventara lo que le apeteciera como hacía hasta hace unos días, al menos eso hacía hasta que un grito le saco de todo pensamiento.

Eso sí era de película de terror.
Se giro asustado, encontrandose con una chica al lado de un mostrador, la cual tenía una mano en el pecho y respiraba agitadamente.

-Dios mío ¿Quieres matar a alguien de un susto? Por poco me da un infarto.- La chica, que Minho reconoce como una enfermera por el uniforme que lleva, intenta regular su respiración. Minho iba a responder, pero aparece de la nada Changmin y otra chica, con cara alarmada seguramente a causa el grito.

-¿Qué pasa? Minho, ¿Qué haces fuera de tu habitación?.- Pregunta extrañado al ver al menor fuera.

Minho se muerde el labio al notar como su cara va adquiriendo un tono rojizo que ya se esta haciendo costumbre. Max desliza la mirada hasta la enfermera, que sigue algo pálida.

-¿Estás bien? Le pregunta preocupado.

Minho bufa mentalmente piensa pero aún así permanece callado, viendo como la enfermera asiente y dice que se va a tomar un descanso. El mayor se despide de ella y de su compañera y vuelve su mirada a Minho, esperando aún una respuesta.

-Eh... ¿No podía dormir?.- Más que afirmar lo pregunta. Presiente que el futuro doctor se enfadará, porque ciertamente no tiene permiso para estar ahí, pero aún así a Minho nunca se le ha dado bien mentir o invertarse excusas, así que lo mas sencillo es decir la verdad tal cual. Al contrario de lo que se espera, Max no se enfada, simplemente sonríe y niega con la cabeza

-¿Que voy a hacer contigo, Minho?.- Pregunta dejando escapar un suspiro. El aludido se encoge de hombros sin saber bien qué hacer ahora. Tampoco le da tiempo a pensar mucho ya que cuando quiere darse cuenta el mayor a entrelazado los dedos con los suyos y esta llevándolo quién sabe dónde.

No es que Minho esté poniendo mucha atención al trayecto, su mirada simplemente esta fija en sus manos juntas. Se siente cálido, agradable y nota como el nudo en el estomago aparece otra vez. Respira profundamente intentando calmarse sin éxito.

De repente una brisa le da de lleno en la cara, dándose cuenta de que se encuentran en la azotea del hospital. Gira para ver al mayor, preguntándole con la mirada que hacen ahí.

-Este es el sitio donde vengo a relajarme cuando estoy aquí.- Comenta con una sonrisa, guiando a Minho cerca del borde para sentarse

-Es bonito.- Opina Minho cuando ve la enorme vista de la ciudad. Todo los edificios iluminados, cada lucecita una vida, cada vida una historia.

-Lo es.- Concuerda el mayor. Se quedan en silencio durante un rato, ambos sentados al lado del otro. Minho mirando la ciudad y Changmin mirándole a él.

-¿Qué?.- Pregunta con cierto temor cuando nota su mirada. Max niega con la cabeza, pero aun así Minho sabe que sí hay algo pero que no le quiere contar.- ¿Qué?.- Vuelve a intentar

-Me he enterado... de por qué llegaste al hospital.- Minho se tensa al instante, se esperaba cualquier cosa menos eso. Decir que se ha quedado helado era poco. Changmin nota su reacción y entrelaza otra vez su manos cariñosamente.- Oye... no te estoy reclamando nada. Es solo que me sorprendió bastante.- Minho asiente un poco más relajado, fijando su vista en su mano entrelazado con la del mayor, mirando el movimiento hipnotizador que hace el pulgar de Max sobre su mano.

-Cuando era pequeño...- Comienza al cabo de un rato de silencio, pero el nudo en su garganta le impide continuar. Carraspea un poco, intentando aclarar su garganta y su mente.

- Minho, no hace falta, de verdad.- El aludido sonríe tenuemente al ver la mirada tierna del mayor, haciéndole imposible no perderse en su ojos.

- Pero se lo quiero contar a alguien. Te lo quiero contar a ti.- Y es verdad, porque Minho nunca se lo ha contado a nadie, porque nunca tenía a nadie que le escuchara de verdad, al menos no como sentía que lo hacia el mayor. Nadie le había brindado tanta confianza. Changmin asiente, dando un apretón afectuoso a sus manos entrelazadas, haciéndole saber a Minho que esta ahí con él.

- Cuando era pequeño mis padres eran la pareja perfecta, pero no lo decía yo por ser su hijo, lo decía todo el mundo. Mis padre se conocieron jóvenes, se enamoraron jóvenes, se casaron jóvenes y no tardaron en tenerme a mí. Mi madre nunca ha tenido familia, mis abuelos murieron cuando ella era pequeña y no tenía hermanos, así que cuando conoció a mi padre y después me tuvo a mí, le dio la vida. Mi padre era todo lo contrario, tenia tres hermanos, un montón de tíos y primos, siempre había sido de familia grande. Los dos se complementaban muy bien. Todo el mundo les envidiaba, me acuerdo que cuando era pequeño las vecinas siempre me decían lo mismo "Tu padre roba suspiros y tu madre corazones".- Minho esboza una tenue sonrisa ante el recuerdo, que contrasta a las lagrimas que ha empezado a derramar desde el principio.- A pesar de lo que decían eramos una familia normal y corriente, mi padre era profesor de literatura, mi madre secretaria. Todo era común, pero para ellos era perfecto, ¿Por qué no lo iba a ser? Eran la pareja perfecta, con la vida perfecta. Como un cuento. Pero cuando yo tenia diez años todo se vino a bajo. No fue poco a poco, algo que se ve venir. No, fue de golpe. Un día estás bien dentro de tu burbuja y al siguiente todo estalla. Mi padre se levanto una mañana cualquiera y se fue a trabajar en su coche, con la mala suerte de que la noche anterior había nevado, y a la quitanieves no le había dado tiempo a pasar, la carretera estaba en mal estado y mi padre justo esa mañana tenía algo de prisa porque llegaba tarde y acelero un poco, solo un poco más de la cuenta en una curva.- Minho siente como el mayor lo abraza fuertemente, el corresponde el abrazo, porque necesita sentirse querido aunque sea un instante, aunque sea solo mientras llora como nunca antes lo había hecho.

Al cabo de un rato Max le limpia las lágrimas de las mejillas cuando se separan. Minho suspira, un poco más calmado aunque no lo suficiente.

-Mi madre quedo destrozada, al principio no aceptaba que mi padre había muerto. Se sumió en una depresión, se alejó del mundo, sobretodo de la familia de mi padre y me llevó a mi con ella. Durante un año lo pasamos muy mal, mi madre no hacía nada, comía lo justo, dormía lo mínimo, no iba a trabajar... No quedaba nada de lo que era antes. Su jefe se enfado tanto que un día incluso vino a casa a pedir explicaciones, explicaciones que mi madre no supo o no quiso dar, porque acabo por despedirla y eso solo sumó peso a su depresión, hundiéndola más. Supongo que en algún transcurso del tiempo se acordó de mí, y empezó a trabajar otra vez, esta vez en un bar. Creo que ahí es donde conoció a su segundo marido. Al principio todo era genial, mi madre empezó a sonreír, empezó a arreglarse para salir a la calle, cada vez estaba mas contenta, era como si por fin saliera de aquel pozo en el que estaba hundida. En menos de un año se enamoraron, se casaron y nos mudamos a vivir con él, aunque yo nunca tuve mucha relación con él, en aquella época era pequeño y aún me acordaba lo suficiente de mi padre como para no aceptar a alguien más. Pero mi madre no se dio cuenta, o no se la quiso dar, de que algo iba mal, porque su nuevo marido cada día llegaba más tarde, más borracho, y gritaba más y mi madre nunca hacía nada. Yo se lo decía, pero no me hacía caso. Todos los días igual, todas las noches lo mismo. Mi madre solía colarse en mi cama por las noches para evitar que su marido la siguiese pegando. Nunca la he culpado, no le guardo ningún rencor. Sé que para ella fue muy duro, para mí también lo fue por eso la comprendo. Solo... solo espero que ahora que ha pasado, no tener que volver a eso.

-No volverás a eso, no te dejare. Te lo prometo.- Siente como Max vuelve a abrazarle y le acaricia suavemente la espalda, haciéndolo estremecer.

Minho asiente, porque de repente se ha quedado sin voz después de tanto hablar. Siente como un enorme peso se ha quitado de sus hombros, como ahora puede respirar en su totalidad.
Cuando vuelven a su habitación el mayor se queda con el, acariciándole el pelo hasta que se queda dormido. El sueño mas tranquilo que nunca ha tenido.

**********



Cuando Minho despierta, se siente despejado. No físicamente, sino emocionalmente. A su lado Taemin aun duerme, así simplemente se dedica a mirar a través de la ventana. Sonríe, recordando la noche en la azotea, no por la conversación, sino por el apoyo que recibió de Max. Casi puede sentir aun las manos del mayor entre las suyas, y solo ese simple recuerdo le basta para que sus nervios se encrespen.

Se pregunta, pero obviamente no tiene respuesta a eso. Simplemente pasa, su cuerpo reacciona solo cuando él está cerca

- ¿Y esa sonrisa tan bonita?.- La voz de Max le sobresalta. Estaba tan distraído que ni siquiera se había dado cuenta de que estaba dentro de la habitación.

- ¿Eh?.- La cara de Minho muestra confusión, primero porque su presencia ya de por sí le aturde y segundo porque no sabe de qué está hablando.

- Estabas sonriendo cuando he entrado.- El futuro doctor se acerca a él y se sienta en el borde de la cama. Minho ya siente como su cara está empezando a arder, otra vez.

-Ah... Nada, estaba pensando.- nunca se le ha dado bien mentir pero por nada del mundo confesaría que estaba pensando precisamente en él.

- Debe ser un pensamiento bonito, acorde con la sonrisa.- Minho asiente, porque el pensamiento es realmente bonito y Changmin sonríe. Si con solo acordarse de el, sus nervios se encrespaban ahora mismo estaban al borde del colapso. Tampoco sabe qué decir después de tal conversación anoche.

- ¿Te apetece dar una vuelta? Así te evitas salir a las tantas de la noche y matar enfermeras del susto.- Minho esconde la mirada, avergonzado, mientras Max ríe por la reacción del chico.- Vamos, anda. Te enseñaré el área de pediatría como te prometí.

El área para los niños es una sala enorme, colorida y bastante alegre. Ideal para un niño. Tiene las paredes repletas de dibujos sin sentido alguno y no hay un solo rincón donde no haya un juguete o un peluche.

Minho fija su mirada en una mesa pequeña, donde hay un niño sentado al parecer dibujando algo muy concentrado.

-Es Yoogeun.- Comenta Max cuando nota la mirada del menor sobre el niño.- No sé que hace aquí solo, la verdad.

-¿Por que está aquí?.- Pregunta con curiosidad. El mayor lo mira con confusión, hasta que se da cuenta de a qué se refiere.

-Tiene problemas en el corazón, necesita un trasplante.- Minho asiente algo apenado. Ambos se acercan al menor, Minho ve fascinado el trato de Changmin con el niño. Es tan tierno, tan sumamente amable que es imposible no acabar encantado con él.

Minho frena todo su pensamiento, cuando se da cuenta de que está sonriendo a la nada, de que un cúmulo de algo se le a agolpado en el estomago y su corazón late más apresurado de lo normal.
Nunca se ha enamorado, no sabe lo que es, pero ha leído demasiados libros como para darse cuenta de lo que es.

Amor.

. Se niega a aceptarlo, no quiere pasar por eso. No después de ver a su madre caer en un pozo sin fondo después del amor.

- Mira Yoogeun, este es Minho. …l también duerme aquí como tú.- El niño deja de dibujar para clavar su vista en Minho. No sabe bien que debería decir, no tiene un don con los niños. El pequeño simplemente le tiende un lápiz de color azul, el cual lo coge sin entender.- Creo que quiere que le ayudes a dibujar.

Cuando terminan el dibujo Minho se da cuenta de que los niños no se la dan tan mal, o al menos con Yoogeun. Una enfermera llega al cabo de un rato, llevándose al menor con ella.

- Es una pena que esté aquí, es un niño muy dulce.- Changmin asiente pero no dice nada, solo le mira, cosa que incomoda a Minho.- ¿Qué?

- También eres muy dulce, sobretodo cuando te sonrojas como ahora.- La risa del mayor retumba en la sala y en los oídos de Minho.

No sabe bien cómo reaccionar, no está acostumbrado a los elogios, dando por hecho que ese hubiera sido uno. No lo tiene muy claro.

Minho tiembla cuando nota la cercanía de Max, puede percibir el calor que desprende el cuerpo ajeno. Sus fosas nasales se inundan de un aroma dulce y le es imposible mantener los ojos abiertos cuando siente una caricia suave en su mejilla.

-¿Es una locura decir que me gustas en apenas una semana?.- Pregunta en un susurro Changmin, más para sí mismo que otra cosa. Minho abre los ojos, sorprendido y atemorizado.- Eres tan.. delicado y atrayente al mismo tiempo.

No sabe que hacer, que decir, ni cómo reaccionar cuando nota como el mayor va acortando la distancia. Simplemente se queda ahí de pie, estático pero expectante.

- Changmin.. Oh, perdón.- Se separan al ver a una doctora en la puerta con cara de circunstancia. Minho exhala, como si llevara los dieciocho años de su vida sin respirar.- Esto... Te esperan en el área de cirugía.-

- Ahora mismo voy.- Responde el mayor. Ambos ven a la doctora marcharse y se instala entre ellos un silencio algo incomodo.- Yo... lo siento. No sé qué me ha pasado.

-No pasa nada. Será mejor que vuelva a la habitación.- No espera respuesta. Está demasiado nervioso para pensar con claridad. Necesita distancia para aclararse, y para que no le de un infarto.

Aun así la distancia no funciona, las horas que lleva en su cama dando vueltas tampoco son de ayuda. No puede quitárselo de la cabeza.

Simplemente no sale de ahí y Minho está empezando a desesperarse. y esa frase se repite una y otra vez. Al final, después de atormentarse a sí mismo todo el día, acaba aceptándolo.

A él también le gusta.


*********


-Bueno, te haremos unas pruebas cerebrales y si todo está correcto esta misma tarde te daremos el alta.

Minho asiente a las palabras del doctor Jung. . Piensa y un miedo le recorre la espina dorsal. En la habitación del hospital se siente seguro, fuera de ella no tanto.

-Que suerte.- Suspira Taemin y pone esa cara de niño haciendo un berrinche por una piruleta.- Yo también me quiero ir de aquí.

Minho suelta una risa. En los cuatro días que lleva ahí y después de compartir toda clase de conversaciones sin sentido, risas a altas horas de la noche y misiones para convencer a las enfermeras de darles algo de comer que no fuera comida del hospital, Minho puede llamar sin problemas "mejor amigo" al menor, porque para él lo es y espera que lo siga siendo. Después de todo, si es fácil encariñarse de él.

- A ti también te darán el alta de aquí poco ¿no?.

- Sí, me han dicho que mañana por la mañana, aunque tendré que llevar esta cosa durante un mes.- dice señalando la escayola que básicamente le cubre toda la pierna.

Sonríe al ver la mueca del menor, justo cuando una enfermera entra en la habitación para llevarse a Minho. Un par de horas después las pruebas ya están hechas y su madre está en recepción firmando el alta mientras el se despide de su mejor amigo.

-Toma.- le dice entregándole un trozo de papel.- Ahí esta mi numero de teléfono, llámame cuando.. No sé... quieras ir a la playa en invierno o a esquiar en verano.

- Es al revés, Tae.- Dice riendo ante las ocurrencias del menor.

-Bah, eso es lo que hace la gente común. La gente común no mola.- contradice con desdén, para después sonreír y alzar las manos pidiendo un abrazo. Minho se lo da afectuosamente, aunque sabe que no es una despedida definitiva, le entra tristeza igualmente.

-Pórtate bien, anda.- Dice revolviéndole el pelo. Taemin asiente con cara de niño bueno antes de que Minho salga de la habitación.

Una vez en recepción a Minho le entra ese temor otra vez. Su madre le acaricia la espalda y le sonríe maternalmente

-No te preocupes, hijo.

-¿Qué..? ¿Qué vamos a hacer ahora?.- pregunta inseguro.

-He podido contactar con tu tío Siwon mientras estabas aquí. ¿Te acuerdas de él?

- Sí, el hermano mayor de papá.- Su madre asiente, con una sonrisa melancólica. Posiblemente es la primera vez que Minho habla de su padre desde que falleció.

-Pues él me ha ayudado a encontrar un piso, no está lejos de aquí, es pequeño pero bonito.- Explica, y Minho por un momento no se lo cree.

-¿De verdad?.- Está a punto de llorar, lo sabe porque su madre también lo esta, pero aun así le sonríe cálidamente.

- Sí, vamos a empezar una nueva vida, la que debimos empezar hace años.- Minho abraza a su madre y juntos se dirigen al ascensor. repite sin creerselo aun.

Suena tan bien..

-¡Minho!.- El aludido se gira viendo a Changmin correr por el pasillo.

La madre de Minho sonríe diciéndole que le espera abajo. El simplemente asiente notando como sus mejillas ya empiezan a ruborizarse.

-¿Pensabas irte sin despedirte de mí?.- Pregunta Max con falsa molestia una vez llega a su lado.

-Te he buscado...pero no estabas.- Y no mentía, de hecho había preguntado a las enfermeras que se había encontrado pero el chico parecía haber desaparecido.- Bueno.. yo...- Minho balbuceo nervioso porque no sabe bien como actuar con él después de lo que pasó el día anterior.

El mayor sonríe y se acerca a él, deteniendo el balbuceo con un beso suave. Minho se quedo estático sin saber bien que hacer hasta que la realidad le golpeo y reacciona a cerrar los ojos y corresponder el beso tan dulce que le estaba dando.
Definitivamente lo besos son suaves y refrescantes, cálidos y sofocantes a la vez. Max sonríe sobre sus labios y le vuelve a besar más intensamente. Minho sube sus manos temblorosas hasta el cuello de Changmin y enreda los dedos en el cabello ajeno. Algo que siempre había querido hacer desde que lo conoció

-Aunque nos hayamos conocido hace poco, yo estoy aquí para ti, lo sabes ¿Verdad?.- Le pregunta Max mientras se abrazan. Minho asiente, emocionado.

Sí, lo sabe. Lo supo desde el día que lo vio por primera vez, cuando impidió que lo atropellasen. El día que su mente se quedó en el mismo lugar.

Ese día, mientras lo acompañaba a casa supo en su interior que ya no estaría solo nunca más.



Fin.
Notas finales:

Y se acabo lo que se daba.

Espero que os haya gusrado. En principio tenia escrito otro final mas tragico pero me daba penita tanto drama y soy partidaria de los finales felices asi que...

Gracias otra vez por leer y nos veremos en otra ocasion

Os quiero!


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