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Phantom. por Winter Says

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Notas del fanfic:

Kuroko no Basket no me pertenece, todos los créditos a su autor Tadatoshi Fujimaki.

Notas del capitulo:

Y aquí estoy yo, participando en otra convocatoria c: Asfdfd, ¡Es que no podía no hacerlo! Por favor... ¡Estamos hablando de Midorima! Adssdfd Y de mi OTP entre las OTP's, no podía simplemente ignorarlo y ya c: Pero buano adsdfd Espero les guste /*O*)/

Cuando conocí a Kuroko Tetsuya, era un 31 de Octubre.

Había vuelto de una fiesta de disfraces, a la cual fui obligado a ir por Takao. No había sido de mi especial gusto haber ido, pues lo único que se olía en la fiesta era el alcohol y el sudor por el sexo.
No era mi estilo asistir a eventos de esa índole, pero tampoco era tan masoquista como para soportar a Takao enviando mensajes cada dos segundos diciendo que fuera. Y para colmo, él escogió mi disfraz.
En sus palabras: “¡Es obvio que irás vestido de algo aburrido como un doctor o un cliché vampiro, así que escogeré tu disfraz!”.

Así fue como terminé disfrazado como policía, en una fiesta a la que no quería y de la cual me fui a las dos horas, no soporté ese ambiente más tiempo.

Cuando por fin volví a mi casa me apresuré a quitarme ese ridículo disfraz, que luego quemaría, y ponerme un pijama. No era de mi total agrado estar vestido de ése modo en mi propia casa, cuando apenas eran las 10:34 de la noche, pero estaba estresado y no me pondría ropa de calle para cambiarla a la hora y media de habérmela puesto.

Me estaba preparando un café, pero una voz plana y monótona me hizo saltar en mi lugar, soltando el tarro de azúcar que tenía en mi mano.

–Disculpa… ¿Puedes verme? –Volteé a todos lados, buscando frenéticamente el origen de esa voz. Se me ocurrió mirar hacia abajo, topándome con una mirada celestina que me miraba expectante. Obviamente grité de la sorpresa y retrocedí unos pasos–.

–T-Tú… ¡¿Desde cuándo estás ahí?! Es más, ¡¿Cómo demonios entraste a mi casa?!

–Oh, puedes verme –En ese momento suspiró aliviado, mientras yo sólo arqueaba una ceja–.

–¿Y por qué no debería verte?

–Eso es algo más complicado… Primero deberíamos presentarnos. Mi nombre es Kuroko Tetsuya, mucho gusto –Hizo una reverencia, dejándome más confundido. Es decir, seguía sin entender nada y ese chico no me ayudaba con la tarea de descifrar qué demonios estaba pasando–.

–Midorima Shintarō.

–Bien, Midorima-san, trataré de ser lo más breve posible. No sé por qué razón estoy, o cómo llegué, pues se supone que en este momento debería estar en el purgatorio; –En ese momento mis ojos se abrieron como platos, mientras aguardaba las siguientes palabras del peliazul. No me gustaba el rumbo que estaba tomando todo eso– el caso es que estoy muerto. Hace seis meses, al menos, estoy vagando por el mundo de los vivos y nadie logra verme, o las personas que logran hacerlo se asustan, y nadie puede ayudarme.

–¿Ayudarte…?

–Así es. No puedo ir al purgatorio para ser juzgado sin haber cumplido mi último deseo.

–¿Y cuál es? –Pregunté, un poco intrigado por la situación. Es decir, no todos los días te encuentras con un fantasma que pide ayudarte a irse de este mundo–.

–Enamorarme.

Cuando supe las causas de la muerte de Kuroko Tetsuya, era un 21 de Noviembre.

Ya comenzaba a sentirse el frío del invierno. Ese día en particular era mi día libre, por lo cual me libraba de la universidad y mi trabajo de medio tiempo.

Desde el día que lo conocí, Kuroko no había dejado mi casa. No es que me molestara, pero a veces desaparecía y aparecía de repente y estaba seguro de que mi corazón no soportaría aquello por mucho tiempo más.
Aunque intentaba ayudar al chico fantasma con sus intenciones, no era fácil. Es decir, ¿Dónde encontraría una chica o chico que viera a un chico que se supone estaba muerto sin huir despavorido? Y en caso tal de que encontrara una persona así, cabía la posibilidad de que no fuera el tipo de persona para Kuroko.

Era algo agotador a decir verdad, pero no era tan mala persona como para negarle la ayuda a ese chico.

Ese día en específico era de esos en los que me daba pereza hacer cualquier cosa, por lo cual estaba desparramado de cualquier forma en el sillón, comiendo un tazón de fideos instantáneos y con Kuroko a mi lado… eh… creo que flotando, nunca estaría seguro.

–Midorima-kun, ¿Cómo sabes cuando estás enamorado de alguien?

–¿Ah? Supongo que… ehm… la verdad, no tengo idea. Creo que nunca he estado enamorado de alguien.

–Eso es algo patético.

–¡¿Disculpa?!

–Es que, en pocas palabras, eso quiere decir que Midorima-kun nunca se ha fijado en alguien más sin pasar de la amistad o el ámbito laboral. Nunca has intentado ir más allá con una persona, ni has pensado una vida al lado de alguien que te parece genial.

–Supongo que no…

–Por eso es patético. Estuviste todo el tiempo encerrado en una egoísta burbuja para ti mismo que no te diste oportunidad de amar siquiera.

Me había quedado callado, meditando las palabras del peliceleste. En cierta medida era algo cierto, pero no era tan malo… ¿Cierto?
Es decir, preferí mi futuro a una relación que pudo romperse en cualquier momento; no había sido una decisión patética o idiota.

O eso quería pensar, pero sé que en el fondo era exactamente lo que decía Kuroko.

Le miré de reojo, notando que me miraba fijamente, tal vez esperando una respuesta. Suspiré y decidí cambiar de tema, no le daría el gusto de saber que quizás tenía la razón.

–Ahora que lo pienso, nunca supe cómo moriste.

–Oh, pensé que no lo ibas a preguntar nunca. Eres alguien bastante prudente, al parecer.

–No lo creo, pero adelante.

–Bien. Tomando en cuenta el tiempo que llevo en el mundo de los vivos, y el tiempo que debí haber estado en el limbo, todo sucedió hace nueve meses. Yo tenía un amigo, Kagami Taiga-kun, que estudiaba para ser bombero; yo estudiaba educación infantil, y por alguna razón ambas clases estaban en el mismo edificio de la universidad. Un día llamaron a Kagami-kun para auxiliar en un incendio que había ocurrido en una tienda de mercadotecnia, a lo que acudió de inmediato; yo fui con él, ya que el lugar del incendio era donde trabajaba mi tío. Al llegar ya habían logrado evacuar a mi tío del local, pero Kagami-kun aún debía quedarse para ayudar a extinguir la totalidad del fuego y salvar a las víctimas que aún estaban en la tienda.

 >> Cuando Kagami-kun entró, una de las vigas que sostenían parte del techo colapsó, por lo que esa parte del techado cayó; los escombros enterraron a Kagami-kun. Yo, presa del pánico, logré colarme en el lugar para intentar ayudarlo. Gran parte del cemento había caído sobre su costado derecho, y su pierna derecha estaba bastante malograda. Como pude le quité todo de encima y, cuando estaba intentando levantarlo, llegaron dos bomberos veteranos y se lo llevaron. No lograron notarme.

 >> El humo hacía escozor en mis ojos, impidiendo gran parte de mi vista. El calor del lugar era totalmente abrumador, haciendo que todas las cosas de ese lugar ardieran. Intentando buscar la salida, quemé mis manos al tocar una repisa de metal, igualmente quemé parte de mis brazos; al hacer eso no pude cubrir mi boca, pues el dolor era increíble. Al final, morí por intoxicación gracias a la inhalación de humo.

Mis ojos estaban abiertos en notable sorpresa, pues en todo el relato su expresión impasible no se perturbó. Suspiré, intentando calmar el pasmo que me había causado tal historia.

–Vaya…

–No es necesario que sientas lástima, Midorima-kun, ya pasó y ya logré superarlo. Es innecesaria la compasión cuando la persona ya está muerta.

Cuando logré conocer las lágrimas de Kuroko Tetsuya, era un 24 de Diciembre.

La nieve ya lograba cubrir gran parte de los caminos, por lo que el color blanco acaparaba gran parte del paisaje. Mi casa, por obligación de Kuroko, estaba decorada acorde a la época (Cosa que no me agradaba, pero… Ni yo entendía por qué obedecía al fantasma).

El peliazul ese día llevaba un gorro de Santa Claus que, misteriosamente, no se caía de su cabeza, mientras observaba los copos de nieve caer a través de la ventana. Parecía un niño pequeño en espera de Santa.

–Oye, Kuroko.

–¿Qué sucede, Midorima-kun?

–¿Por qué luces tan emocionado? –La verdad era que, gracias a su expresión imperturbable, no se notaba mucho; pero, por favor, se tendría que ser ciego para no notar aquel peculiar brillo en sus ojos–.

–Oh –Al parecer mi pregunta le sorprendió un poco, pues se pensó un poco la respuesta–, supongo que porque es la primera vez que celebraré Noche Buena con alguien.

–¿Ah? ¿No la celebrabas con tu familia?

–No…, desde que era pequeño siempre lo celebraba solo. En estas fechas, tanto mamá como papá trabajaban de más, y mi abuela iba a Sapporo a visitar a la familia de mi difunto abuelo. Tampoco tenía muchos amigos, con eso de que nadie me notaba… Esta es, oficialmente, la primera vez que paso estas fechas con otra persona.

–Pero tú…

–Cállate, por favor. Sé que estoy muerto, pero… –En ese momento pude jurar ver sus ojos aguarse; y no me equivoqué, pues segundos después unas brillantes gotas comenzaron a bajar de sus ojos– aún queda en mí la satisfacción de que, por una vez, no estuve en la soledad, cantando “Noche de Paz” con la voz rota. Gracias, Midorima-kun.

Y sonrió, de forma demasiado inocente y dulce. Sus lágrimas resaltaban sobre su extremadamente pálida piel, pues eran como pequeños diamantes que brillaban tenuemente en la oscuridad de aquella noche.

Quedé embelesado con aquella imagen. Fue la primera sonrisa que pude ver de los labios de Kuroko, al igual que fueron las primeras lágrimas que derramó en mi presencia. La imagen quedó grabada por siempre en mis memorias.

Cuando menos me di cuenta, estuve todo un año en compañía de Kuroko. Supe todo de él: Sus miedos, sus gustos, sus impotencias. Supe las cosas por las que se arrepentía en la vida, supe el poco odio que albergaba en su corazón alguna vez latiente.
Supe todo sobre él y él supo todo sobre mí.

Todo excepto nuestros sentimientos, de forma mutua.

Cuando me di cuenta que estaba enamorado de Kuroko Tetsuya, era un 19 de Septiembre.

Los colores cálidos se regaban por todos los lados, contrastando totalmente con el frío que se presentaba en esa época del año. Apenas estaba volviendo a casa después de mi turno en mi trabajo de medio tiempo, por lo que estaba totalmente agotado tanto física como mentalmente. Eran cerca de las 06:47 de la noche, si mi memoria no me falla. Ese día, como todos los demás, Kuroko me esperaba en la sala.

Apenas entré pude percibir el frío que ocasionaba su fantasmagórica presencia, cosa a la cual ya me había acostumbrado. Dejé mi chaqueta en el perchero de la entrada, para luego estirarme perezosamente intentando acomodar mis agarrotados músculos.

–Estoy en casa.

El chico fantasma se acercó a mí, silenciosamente como siempre, dispuesto a saludarme.

–Bienvenido a casa, Midorima-kun.

Hace tiempo esta era la rutina. Yo llegaba del trabajo o universidad, saludaba y él me devolvía el saludo, nos quedábamos hablando hasta altas horas de la noche y cuando ya llegaba la hora para que ya me fuera a dormir él se despedía con un “Buenas noches, Midorima-kun”.

Era ya una rutina a la que me había acostumbrado, pero tampoco era como si me molestara.

Las conversaciones con Kuroko eran amenas, pues siempre teníamos algo distinto de lo cual conversar, y nunca nos quedábamos en silencio a no ser que fuera una decisión mutua. Había logrado conocer gran parte de la vida de ese chico, al igual que él había logrado conocer gran parte de mi vida. Pude conocer sus sentimientos, locuras que había hecho en su juventud (Pues me enteré que cuando murió tenía apenas 21 años), sus momentos de secundaria cuando estaba en el equipo de baloncesto.
Lo conocí a fondo.
Conocí sus sentimientos a lo largo de su vida, sus irritaciones, su impotencia, sus tristezas.

En sus propias palabras, yo lo conocía mejor que cualquier persona.

Era una verdadera pena, pues él ya estaba muerto. Pero eso no impedía el que hubiéramos entablado una buena amistad, a pesar de las circunstancias.

–¿Crees en el renacer?

–¿Qué clase de pregunta es esa? No sueles decir cosas de ese tipo.

–Es sólo porque… No sé, ignórame, fue sólo una tontería.

–… Creo un poco en el renacimiento. La oportunidad de renacer en otro ser vivo, es una gran oportunidad a mis ojos. Es otra de las razones por las que me agradaría ser juzgado y saber a dónde iré cuando deje el mundo de los vivos.

–Ya veo…

Pero era algo frustrante a la vez, a decir verdad. El saber que él era un fantasma, y lo sería siempre, me irritaba en sobremanera.
Porque, aunque me llamen loco, había logrado albergar sentimientos más allá por aquel chico fantasma.

Me había enamorado de alguien que ya estaba muerto, por ilógico e insano que sonara.

Porque había logrado darme cuenta que él no era normal, dejando de lado su situación. Era alguien amable y apacible, decidido en sus acciones y que lograba ver el lado bueno de las cosas; alguien que no se dejaba vencer y era leal a sus cercanos.
Era alguien que había logrado sacarme de la soledad y la monotonía, alguien que había logrado sacarme varias carcajadas en reiteradas ocasiones, alguien que pudo romper la coraza que le había construido al resto de la humanidad. Era una pequeña y pura luz en un mundo lleno de oscuridad y maldad.

Era un alma, literalmente, pura y amable.

Cuando supe de los sentimientos de Kuroko Tetsuya, era un 30 de Octubre.

Las casas ya comenzaban a verse decoradas por las épocas, cosa que simplemente no entendía, pues Halloween no es una fecha que fuera bastante celebrada acá. Pero bueno, allá ellos y sus influencias occidentales. Takao no había dejado de bombardearme con mensajes para que fuera a otra de sus estúpidas fiestas de disfraces; obviamente rechacé de todas las formas aquella invitación, desde la última fiesta me prohibí asistir a otra. Apenas estaba llegando de la universidad, pues por suerte estaba libre de mi trabajo ese día.

El frío se sentía, pero no con tanta fuerza como en invierno.

Ese día, como en muchos otros, Kuroko me recibió en la entrada con ese típico saludo suyo y su semblante imperturbable. Yo simplemente le devolví el saludo, entrando y dejando la gabardina en el perchero de la entrada. Como siempre, esa era la rutina que no me molestaba y, en cierto modo y circunstancias, me agradaba. La charla, como siempre, empezó de forma amena y para nada repetitiva; en serio era agradable hablar con Kuroko, pero estaba seguro de que si alguien me viera hablando con él y no pudiera verlo me tacharía de loco.

Aun así, corría el riesgo.

–¿Sabes? El otro día tu amigo, Takao-san, vino de visita. Tocó la puerta dos veces y se fue, porque en ese momento estabas trabajando. Lo que me pareció raro es que vio fijamente a la ventana un rato y luego volteó; parecía verme a mí, aunque no estoy seguro.

–¿En serio? Sin embargo Takao nunca me dijo que haría una visita, ni me reclamó por no haberle abierto…

–Yo sólo digo las cosas como pasaron, Midorima-kun. Me pareció extraño, pues en veces pasadas él ya había venido y no reparó en mi presencia.

–Tienes razón.

–Takao-san es una buena persona. Es alegre y amable, aunque algo hiperactivo y peculiarmente confianzudo. Lo digo principalmente por la forma en que se cuelga de ti y te llama “Shin-chan”. Me recuerda un poco a Kise-kun, mi antiguo superior, era igual a Takao-san en ese aspecto.

–Sí, Takao suele ser bastante irritante.

–Yo… me siento celoso. Takao-san y los demás pueden estar junto a Midorima-kun, pueden abrazarlo y felicitarlo. Pueden… hacer muchas cosas que yo no puedo y eso me molesta. Me da celos e impotencia, porque yo ni siquiera puedo tocarte, cuando lo que quiero es poder demostrarte lo que siento no sólo por palabras.

–¿Lo que… sientes?

–Midorima-kun, ¿Recuerdas cuál era mi último deseo? –Asentí–.

–Enamorarte, ¿Cierto?

–Así es. Midorima-kun… pude cumplir mi deseo. Me enamoré de ti, Midorima Shintarō-kun.

Cuando supe que debía despedirme de Kuroko Tetsuya, era un 31 de Octubre.

Podía notar por su mirada decaída que él estaba igual de disgustado que yo. Hace sólo un día nos habíamos dado cuenta de que nuestros sentimientos eran recíprocos, y al otro día teníamos que despedirnos para siempre; cualquiera en nuestra situación estaría enojado.

Me sentía enojado, impotente, con ganas de llorar; era un remolino de emociones que me golpeaba demasiado fuerte. No quería separarme de Kuroko, no cuando se había vuelto alguien tan importante para mí; no cuando había logrado concederme la felicidad de enamorarme. Si fuera posible para mí haría hasta lo posible para que él pudiera quedarse junto a mí, aun si debía quedarse como un fantasma no me importaba.

Me daba miedo volver a caer a mi mundo lleno de monotonía, lleno de soledad, lleno de máscaras y falsedad. No quería alejarme del mundo recubierto de felicidad, de honestidad y de risas que había construido junto a Kuroko. De sólo imaginarme volver a aquella oscuridad que era antes mi vida me daba miedo, demasiado.

Me daba pavor el tan sólo pensar en ello.

Kuroko estaba casi igual que yo. Me lo había confesado, horas antes, cuando yo le hice saber mis sentimientos.

“Me dolerá estar en medio de la oscuridad que representa el purgatorio. Me da miedo saber que ya no podré verte, Midorima-kun. Y el no poder verte es lo que más me aterra” Me dijo. Y sus palabras emprendían en parte lo que yo sentía.

En ese momento, lo que más quería era poder alargar mi mano y acariciar su mejilla, pero la fría realidad me impedía tener tal gusto. Las palabras eran lo único que nos podía unir, era lo único que nos había podido unir por un año entero. Y eran palabras lo último que podríamos saber de nosotros.

Pero me era difícil aceptar que ese chico fantasma del cual me había enamorado ahora tendría que irse.

–¿No conoces alguna forma de anular el que tengas que irte?

–Si la conociera, créeme que ya la habría puesto en funcionamiento.

–Esto es deprimente…

–Midorima-kun, no debes preocuparte por ello. El mundo de los vivos nunca fue para mí, después de todo. Sólo debemos prometer no olvidarnos, tú en este mundo y yo en el más allá.

–Pero, yo…

–También me aterra el apartarme. No será lo mismo sin poder estar contigo.

–¿No puedes volver?

–No se me es permitido.

–Entonces… es un adiós definitivo.

–Así es.

El reloj marcó las doce. Miré fijamente y, sin poder evitarlo, pequeñas lágrimas comenzaron a caer de mis ojos, mojando mis mejillas y entorpeciendo mi vista. Quité mis lentes y me limpié aquellas molestas perlas de agua, pero cuando vi al frente ya no estaba aquel chico fantasma frente a mis ojos.

Conocí por primera vez el dolor de una pérdida.

–Kuroko…

–Volvamos a vernos, Midorima-kun.

Cuando volví a ver a Kuroko Tetsuya, yo ya había pasado a mejor vida.

Aun así, él me esperó todo ese tiempo.

No olvidó sus sentimientos por mí.

Y yo no olvidé mis sentimientos por él.

Notas finales:

Y eso fue todo /*-*)/ Espero en serio que les haya gustado, a pesar de ser una OTP crack xD Planeo subir también algo por el mes KagaKuro, ver si al fin puedo actualizar mi otro fic de KnB (No lo actualizo hace meses, soy una mala persona) y hacer un pequeño drabble MidoFuri (Mi OTP crack entre las OTP's crack, bueh)

Nos vemos luego *-* Byes~ -Se va rodando-


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